Dossier

La contingencia del cambio social en la agricultura y la alimentación en América Latina. Presentación del dossier

The contingency of social change in agriculture and food in Latin America Introduction to dossier

A contingencia da mudança social na agricultura e na alimentação na América Latina Apresentaçäo do Dossiê

Myriam Paredes
Departamento de Desarrollo, Ambiente y Territorio de FLACSO , Ecuador
Stephen Sherwood
Grupo Conocimientos, Tecnología e Innovación., Países bajos
Alberto Arce
Grupo de Sociología de Desarrollo y Cambio, Universidad de Wageningen, Países bajos

La contingencia del cambio social en la agricultura y la alimentación en América Latina. Presentación del dossier

Iconos. Revista de Ciencias Sociales, núm. 54, 2016

Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales

La problemática de la búsqueda de lo social

En esta edición especial de Íconos. Revista de Ciencias Sociales, consideramos a la ciencia social del desarrollo en la agricultura y alimentación como un campo de colusión, choque y competencia entre entidades dedicadas a la generación de narrativas de la realidad. Actualmente la narrativa predominante entre las posiciones que apoyan al capitalismo, tanto como la mayor parte de críticos al neoliberalismo, entienden capital, libre mercado y Estado como entidades naturales y fuerzas impulsoras del desarrollo.

Como Bruce Braun (2015, 1) muy bien resume, “cuando el capital se presenta como la extensión de la vida social, política y ecológica, este nos recuerda un punto crucial: el capital no es la fuente de la vida, sino su parásito”. Coincidimos con Braun en que el trabajo conceptual realizado por los expositores del pensamiento capitalista y su imaginación tienen un significado radical que va más allá de lo meramente económico. El capitalismo afecta la concepción de lo que se entiende y experimenta como vida, lo social y la existencia. En otras palabras, el capital es una entidad que tiene una importancia que también supera el campo meramente ideológico.

En paralelo, existe otra visión, también relevante, en la literatura de las ciencias sociales que subraya la importancia de la “resistencia” y del desplazamiento del capital. Esta posición, sin embargo, ha caído en la trampa conceptual de entregar soluciones a los problemas del neoliberalismo a través de salidas exclusivamente institucionales. Estas soluciones generalmente consisten en naturalizar una serie de premisas: la importancia del capital, la tecnología y el Estado nacional como los agentes estratégicos y exclusivos del cambio social, ignorando que dichos cambios son fundamentalmente contingentes y hasta accidentales.

Estas visiones presentan al capitalismo y al neoliberalismo como formas sociales apabullantes. Dificultan la reflexión sobre la importancia de la crítica y el cuidado de nuestros propios afectos, la importancia de la justicia social y la relevancia política que demanda el medio ambiente y los recursos “naturales”. Hoy en día, las ciencias sociales progresistas que trabajan en el campo de la agricultura y los alimentos en América Latina están dominadas por la racionalidad de la economía política en sus diferentes variantes. Estos estudios generalmente explican la noción de la pobreza, problema importante de la sociología rural, como el resultado de la tenaz y creciente ola del capitalismo neoliberal que azota la región. Esta literatura generalmente se inspira en subrayar el fracaso del neoliberalismo, en particular, la pretensión de organizar la actividad humana alrededor de los procesos de privatización de lo social, la desregulación del mercado, la reducción de la inversión pública y la prevalencia del “mercado libre”. Con ello se da a entender que estos procesos provocan la marginalización sociopolítica creciente y la degradación ambiental en América Latina.

Autores como Boas y Gans-Morse (2009) explican que no existe una definición clara del significado conceptual del neoliberalismo. Algunos lo consideran una doctrina económica, pero a la luz de los diferentes eventos de violencia geopolítica en Latinoamérica, el elemento ideológico es un elemento importante de considerar. Desde la segunda mitad del siglo XX, el golpe de Estado (coup d’état) del Gobierno de Guatemala (1954), la Revolución cubana (1959) y el golpe de Estado en Chile (1973) han sido situaciones políticas en las cuales implosiones y explosiones significativas –en términos de derechos humanos, democracia y desigualdades sociales, culturales y económicas– han condenado fundadamente el neoliberalismo en América Latina. Los cuestionamientos han rebasado el entendimiento original del liberalismo clásico para transformarse en un grito de denuncia por la vida y cómo el neoliberalismo ha afectado lo cotidiano. Esta crítica, que va más allá de lo económico y de lo ideológico, se apoya en los movimientos de emancipación contemporáneos que se aglutinan en la oposición a las imposiciones políticas patrocinadas por el proyecto continental y global del Estado nacional de Estados Unidos.

Hoy en día, las voces de la disidencia evocan al neoliberalismo para cuestionar su inserción e influencia ideológica dentro de las instituciones del Estado nacional, especialmente en lo que concierne a la toma de decisiones sobre las políticas públicas. Se cuestiona la importancia que han adquirido las alianzas entre los intereses públicos y los intereses privados, pero por sobre todo los de las grandes corporaciones, que minan los intereses de la sociedad civil como son: la redistribución de los recursos y el control de los niveles de competitividad entre los grupos económicos nacionales; definir públicamente lo que se entiende por eficiencia; y regular las tasas de ganancia del capital. La economía política nace parcialmente en la filosofía moral del siglo XVIII, pero se arraiga en América Latina con la emergencia de los académicos de la Escuela de la Dependencia en la década de 1960.

Recientemente esta perspectiva ha sido reformulada bajo la influencia de “la tercera vía” (Giddens 1998). Esta ha contribuido a acuñar la creencia de que existe la posibilidad de la coexistencia entre el Estado planificador (socialdemócrata) y el funcionamiento del libre mercado (liberalismo clásico). Desde su teoría, el capital no es visto necesariamente en contradicción con los fines sociales y el capitalismo, sino como un proceso que sin ser perfecto, es lo que se tiene. Por lo tanto, según la tercera vía lo que se necesita es institucionalizar, regular y modernizar al capitalismo, por ejemplo a través de las nuevas tecnologías e incentivos impulsados por el mercado que une a los productores de una nueva economía mundial basada en la información. En este contexto, el papel del Estado es promover la responsabilidad personal, fomentar el empleo en lugar del bienestar social y fomentar la igualdad de oportunidades. El objetivo económico no es redistribuir los ingresos, sino aumentar los ingresos para todos. Hoy día, esto es lo que se entiende como el proyecto neoliberal.

En la actualidad, el promover un “mercado económico social” es parte de un Estado nacional fuerte, capaz de velar por la seguridad de la nación. Esta orientación política y económica es la única que se entiende como viable, siempre y cuando se organice y establezca una burocracia eficiente, capaz de conjugar las políticas monetarias, los impuestos y las inversiones con el objetivo de lograr fines sociales y democráticos. En otras palabras, la tercera vía aspira despolitizar lo social para plantear que es posible regular los intereses privados de las corporaciones para coordinarlos con las demandas y aspiraciones del sector laboral urbano-rural. En una política constante de la mediación institucional, la expansión económica es vista como un proceso sociopolítico que posibilita la función de un empresariado privado “modernizado”, que institucionalmente coordinado con las necesidades del bienestar de la población y una burocracia estatal resuelve contradicciones y conflictos. Esta naturalización de lo político y lo social, a través de la capacidad y habilidad administrativa de una élite reformadora y socialdemócrata, dice representar los intereses de diversos grupos sociales.

Los adherentes de esta versión de la economía política comúnmente priorizan la necesidad de un mercado con una orientación social. Sugieren un manejo democrático de consulta y participación como la forma política de enfrentar la escasez y degradación de los recursos naturales y servicios sociales. La base de esta orientación está inscrita en la crítica a las intervenciones “tradicionales” y a los procesos de decisión y deliberación no participativos de los Estados nacionales durante el período de la modernización neoliberal. Pero también hay una crítica creciente a la influencia que ejercen y han ejercido las organizaciones multinacionales públicas, como las agencias de las Naciones Unidas, del Fondo Monetario Internacional y de la Organización Mundial de Trabajo. Los temas que dominan esta orientación destacan la importancia del Estado nacional, la importancia de la regulación de los sectores económicos, el control de los monopolios, la protección de los mercados, la promoción de la transparencia política, la participación ciudadana, el control de la corrupción del sector público. En Latinoamérica se utiliza esta visión de la economía política para criticar a regímenes económicos, productivos y tecnológicos “globales”, como la realidad financiera mundial, el complejo alimentario-industrial y la revolución tecnológica verde.

La posición implícita en la orientación de la tercera vía es establecer la existencia de sociedades coherentes con funciones y roles naturales, disolviendo las jerarquías y aminorando las diferencias entre las clases sociales para desarrollar formas de colaboración y en competencia con las economías agresivas (en particular Estados Unidos, Europa y China) y con las corporaciones internacionales (por ejemplo, Coca Cola, McDonalds, Monsanto y las compañías farmacéuticas, mineras y petroleras) que intentan una homogeneización productiva, de consumo y de normatividad del globo terráqueo. Sin embargo, no es posible olvidar que, después de más de medio siglo de atención pública, para reformar al sector agropecuario con intervenciones de asistencia técnica y modernización de los sistemas productivos, alimentarios y de mercados, la crisis de desarrollo en la agricultura y la alimentación ha continuado. Aún más, es posible argumentar que quizá se ha profundizado. Hoy día no solo preocupan los viejos problemas del pasado (cómo alimentar a la ciudadanía) y de integrar a los sectores tradicionalmente marginados a la supuesta modernidad; al mismo tiempo es necesario llamar a la reflexión para organizar respuestas sociales y medioambientales que sean científicamente informadas y públicamente patrocinadas.

Desde hace poco, el enfoque de la ecología política ha conservado la noción de la preeminencia del mercado y su orientación social, pero también la importancia de un Estado fuerte, esforzándose por politizar las preocupaciones ambientales contemporáneas, los fenómenos socio-climáticos y la importancia de impulsar una distribución de poder, sobre todo en lo que se refiere al acceso y la conservación de los recursos naturales. Su ansiedad política principal es la convivencia o coexistencia “sostenible” entre los humanos y los sistemas biológico-ecológicos. En particular, estudia la posibilidad de cambiar los incentivos de la economía de mercado y sobre todo le interesa reemplazar la noción de maximización de la utilidad financiera con los nuevos valores provenientes de la importancia de los servicios ambientales, de lo sociocultural y hasta de recuperar las creencias espirituales y simbólicas, para establecer formas diferentes de acción política y prácticas de producción y consumo. La ecología política prioriza temas socio-ambientales, como la necesidad de abordar la marginación social y la degradación antropocéntrica, mediar en los conflictos ambientales y destacar que el control y la conservación de la naturaleza. Los derechos medioambientales y los movimientos sociales son aspectos fundamentales, especialmente en la organización sociopolítica contemporánea, que se conforma alrededor de los conflictos por el manejo y acceso a los recursos naturales, la implementación de la agroecología, la defensa de la soberanía alimentaria y la promoción del consumo responsable.

Desafortunadamente se debe reconocer que una reflexión crítica lleva a concluir que muchas de las soluciones implementadas hasta ahora en términos de políticas públicas no han traído los cambios prometidos. En una situación paradójica, parece que las políticas públicas han jugado un rol central en generar nuevos problemas que muchas veces son peores que los problemas originales que se trataban de resolver. Algunos ejemplos de estos problemas, bien conocidos a través de la región, son la degradación de los recursos, suelo y agua; la erosión y pérdida del recurso genético; la proliferación de plagas, la pérdida de competitividad de los mercados agroalimentarios locales y regionales, además de algunas consecuencias anteriormente no imaginables como la intoxicación y enfermedades de poblaciones enteras por el efecto de los plaguicidas, el calentamiento global y la pandemia del sobrepeso u obesidad, que generalmente se entremezcla con una numerosa población desnutrida.

En vista de este diagnóstico, la propuesta de esta edición especial de Íconos. Revista de Ciencias Sociales es presentar una pequeña pero diversa muestra de estudios provenientes de diferentes contextos geográficos y temáticos en la región, explorando nuevas formas y posibilidades de ver y explicar la importancia de la continuidad crítica de los estudios sobre agricultura, alimentación y desarrollo. Nuestra posición es que las ciencias sociales en América Latina deben preguntarse sobre cómo abrir un debate conceptual sobre la contribución de las ciencias sociales a la “realidad” de la agricultura y la alimentación.

Retomando una perspectiva crítica

La naturaleza no consiste en particularidades básicas, pero en campos y procesos... No hay un nivel de fondo de particularidades básicas con propiedades intrínsecas que ascienden para determinar todo lo demás. Todo es proceso todo el camino hacia “abajo” y todo el camino hacia “arriba” y los procesos son irreduciblemente relacionales –existen solo en patrones, redes, configuraciones organizacionales, o telarañas... No hay un nivel básico de entidades elementales que sirvan como una última “base de emergencia” sobre la cual asentar todo (Thompson 2007, 440-441).

Los estudios sociales sobre la agricultura y los alimentos, en particular los estudios socio-ambientales, representan mundos que aparecen como epistemológicamente definidos en su “naturalidad” y conflictividades sociales. En este sentido tienen una orientación normativa que busca los principios sociales y los “derechos naturales” que guíen los retos de gobernanza del Estado hacia una sociedad estable, predecible y capaz de administrar los riesgos contemporáneos. No obstante, como enfatiza Thompson, no debemos olvidar que el mundo social es fundamentalmente abierto, impredecible y creativo. Por lo tanto, no existen principios o asuntos universales, sino procesos, relaciones, objetos y las corporalidades que estos generan.

Después de 150 años de “romanticismo” sobre el Estado nación, Ulrich Beck y Edgar Grande (2010) declaran que, en lugares como Europa y las Américas, la teoría social universalista –ya sea estructuralista, Marxista o basada en el enfoque de sistemas– está prácticamente obsoleta. Cada día esta visión parece más lejos de lo que se puede observar empíricamente. Beck y Grande indican que lo que se requiere es un giro en los estudios sociales y en las políticas públicas, los cuales deben orientarse hacia la cosmopolítica.

Derivado de los términos griegos cosmos (mundo) y polites (ciudadanía), el término se establece en la edad europea de la IIustración. El cosmopolitanismo comenzó como un movimiento filosófico normativo, organizado en torno a un compromiso con la primacía de la ciudadanía mundial que está sobre las consideraciones nacionales, religiosas, culturales y étnicas, entre otras. En sus inicios, el término se convirtió en un adjetivo para la élite que significó una actitud idealista. Esta fue una respuesta al aumento de las disparidades culturales y el parroquialismo local, constituyéndose en un llamado poderoso por refinar la mundanidad. Actualmente el término es parte de una actitud sociológica sobre las preocupaciones políticas globales. Explicado por Beck (2006), la cosmopolítica es una reflexión crítica frente a las contradicciones de la modernidad, en particular del nacionalismo radical y extremo. El nuevo cosmopolitanismo no es un movimiento normativo, sino una experiencia vivida de distintas redes de actores modernos que fácilmente cruzan fronteras entre clases, organizaciones, creencias y Estados. Especialmente en los casos presentados en este número, nos referimos a lo cosmopolítico como una respuesta reflexiva y diversa sobre la alimentación que, como fuente principal de energía y sustento de los pueblos, de la economía, de la cultura y de la expresión social, nos lleva a asociar lo endógeno con lo exógeno.

En las investigaciones sobre la agricultura y alimentación a través de las Américas, existen experiencias complejas sobre las nuevas agriculturas y las formas sociales emergentes. Estas a veces son contradictorias con lo que tradicionalmente se ha entendido como lo rural y comunitario, y esto ha contribuido a poner en tela de duda algunas de las explicaciones sobre los beneficios de la modernización y la globalización de los alimentos, pero también la extensión y la intensidad de la degradación socio-ambiental. Es a partir de estas transformaciones que se comprende la noción de la cosmopolítica como una respuesta reflexiva a la creciente movilidad y fluidez de las mercancías agropecuarias, pero también del surgimiento de un consumidor que busca lo original, el buen sabor y la experiencia de lo exótico. Esta estética de la alimentación plantea que las prácticas agrícolas son parte de un mercado y de la mercancía que se produce, se organiza y funciona en correspondencia con lo social, lo institucional y lo “natural” de un territorio.

Como Beck y Sznaider (2006) argumentan, se necesita un giro hacia lo cosmopolítico en las ciencias sociales con el objetivo de: 1) cuestionar el nacionalismo metodológico que nos ciega a la necesidad de romper con las categorizaciones que dominan en las ciencias sociales. 2) Para describir las condiciones del actor nómada y sus experiencias, que surgen durante el siglo XXI. Estos actores son disímiles y contradictorios. Y 3) para reformular el enfoque metodológico basado en el estudio de la materialidad de lo cotidiano y de la existencia.

Mientras que la globalización se produce como parte de la ocupación espacial del globo terráqueo, la cosmopolítica recoge los elementos de lo simultáneo (lo endógeno y exógeno) para generar un desde adentro y un desde afuera, que es una forma analíticamente simétrica que cuestiona la jerarquización conceptual de un orden científico inmanente. Por ejemplo, a través de la producción y consumo de alimentos, los productores y consumidores desafían las categorizaciones dualistas de lo local versus global, y/o lo tradicional versus lo moderno. A través de procesos de asociaciones y de interacciones individuos-colectivos, los actores crean y generan realidades altamente móviles que son capaces de cruzar y transversalizar la solidez de los obstáculos culturales, sociales y físicos. Por lo tanto, la tarea de una ciencia social con una influencia cosmopolítica es delinear realidades que surgen como resultado de la incorporación de lo social, lo natural y lo sobrenatural. Este movimiento de la realidad y del análisis conceptual se proyecta a nuevas entidades en los espacios que los actores entienden como lo imaginativo y lo ontológico de sus existencias.

Nuestros estudios sobre los movimientos de agroecología y soberanía alimentaria en Ecuador nos ha llevado a cuestionar la noción de globalidad y modernidad desde adentro o desde afuera (Arce et al. 2015). Hemos observado que los actores situados en sus experiencias activamente procesan, traducen y transforman los mensajes sobre el acceso a los recursos materiales, tecnologías, repertorios culturales y relaciones. Esto finalmente aparece como una corporalidad discursiva, de identidad y materialidad que se reposiciona frente a lo que se ha denominado “las macroinfluencias” y los llamados marcos conceptuales, sean estos de los investigadores o de los actores bajo estudio. Esto es la sustancia del poder en acción.

Por otro lado, los movimientos cívicos representan y promueven agendas de cambio alternativos que, en determinadas circunstancias, desafían formas de autoridad y órdenes de normatividad que aparentemente son institucionalmente dominantes. Sin embargo, con sus sueños familiares y con el afecto de pertenecer a comunidades geográficas o imaginarias, los actores se organizan alrededor de ciertos intereses y generan sus propias agendas. Al encontrarse con las que trae el experto externo, el empresario industrial o el burócrata, estas propuestas promueven acciones que no se pueden explicar exclusivamente como una desobediencia o “resistencia” en contra de las fuerzas de dominación y de la globalización.

Experiencias de estudios sobre la agricultura y la alimentación en América Latina

El tema general de los artículos de este número es la producción y circulación de alimentos en diferentes lugares de América Latina. Dentro de este contexto general, se buscaron experiencias y conceptos socialmente relevantes e innovadores dentro del campo de la sociología rural latinoamericana. La diversidad en el tratamiento conceptual y empírico de las investigaciones sobre agricultura y alimentación representa un desafío académico y político pero a la vez permite exponer en forma experimental las perspectivas que los investigadores utilizan para entender hoy en día qué es la constitución de lo social. Los artículos abarcan los siguientes temas: la introducción del maíz transgénico en Chihuahua, México; la importancia de la transición nutricional y el problema de la nostalgia en los “discursos cosmopolitas” en el norte de Ecuador; los efectos de la minería artesanal y cómo esta actividad influye, de una manera casi inesperada, en la seguridad alimentaria del grupo étnico Andoque de la Amazonía colombiana; el acontecimiento político del Paro Nacional Agrario en Colombia; el levantamiento y transformaciones de los movimientos de agroecología en el sur de Brasil; y los procesos de individualización y reterritorialización de la industria globalizada de salmón en la Patagonia chilena.

Los casos aspiran a promover formas académicas innovadoras de describir y entender la agricultura, entrecruzando la importancia de las experiencias de la vida diaria y la reflexión frente a los cambios sociotécnicos generados por la modernización y la construcción de contratendencias locales y de organizaciones “nativas” (por ejemplo, el artículo sobre la producción de alimentos agroecológicos en el sur de Brasil y el caso del análisis crítico de los movimientos sociales, la problematización de la resistencia campesina y del sector agrario en Colombia). Mientras en el caso del salmón chileno, encontrarnos la posibilidad de una reconceptualización de lo social y lo regional donde las alianzas entre actores humanos y no-humanos territorializan los cambios de una región, construyen un espacio que productivamente se globaliza y, con esto, emerge una nueva subjetividad.

El foco está constituido por las nuevas configuraciones en las relaciones sociales, las nuevas subjetividades y relaciones de poder contemporáneas. La producción y consumo de los alimentos generan conflictos, resistencias y cambios alimentarios que a su vez establecen nuevas formas de producción que afectan a la alimentación. Estas van desde la minería artesanal a la producción de salmón para los mercados globales. Aún más, los procesos modernos de cambio a través de la alimentación demuestran una serie de interacciones entre los Estados nacionales, las multinacionales, una variedad de mercados de consumo, supermercados, organizaciones de consumidores, movimientos sociales y productores. Estas entidades y sus interacciones adquieren diversas expresiones materiales con una variedad de implicaciones académicas y prácticas.

La sociología rural desplegada en las diferentes contribuciones intenta entender la realidad social y política de la agricultura, y la alimentación a través de los productos alimenticios. Estos productos se presentan como una mezcla entre objetos y sujetos para confrontarnos con el sentimiento del desencanto, donde se reflexiona sobre cuál es el legado y qué es lo que trae la agricultura modernizada y altamente industrializada en América Latina. Además, este afecto quizás nostálgico permite reflexionar a investigadores, productores y consumidores. Una voz señala que existimos en los límites de un cuerpo constituido por lo natural, lo artificial, los conflictos, las organizaciones sociales, los contradiscursos y las contratendencias dentro de una esfera en la cual hay una constante apropiación del conocimiento local. Quizás es aquí donde la nostalgia no siempre es perversamente conservadora, sino que encierra una visión crítica del cambio que es una forma de apreciar lo nuevo sin olvidar el respeto por el pasado.

Los alimentos, como un cuerpo natural, político y sociocultural, son contradictorios porque ofrecen la intimidad del vientre materno y la posibilidad de hacer viajes imaginarios más allá de lo local, para luego confrontarnos con el paradigma de los artefactos modernos. El caso del maíz transgénico adquiere una sociabilidad contestataria a partir de la capacidad interpretativa de los actores en un proceso de “transformación de los descontentos y en el de las reivindicaciones argumentadas” de las lógicas que explican qué es lo que se entiende por lo natural, pero también qué es la “cosa nuestra”. Como propuesta de los autores, no hay duda de que la actual sociología rural se puede enriquecer a través de las contribuciones de Bruno Latour y Hernán Thomas. Sin embargo, la salida que ofrece el primer artículo de este número es dar atención a la importancia de la deconstrucción semiótica que realizan los “grupos sociales relevantes”. Esta orientación es bienvenida y a la vez interesante. No obstante, tendríamos que preguntarnos si el énfasis metodológico en la semiótica como registro de interpretación social finalmente no nos vuelve a llevar a un relativismo racionalista que poco contribuye a superar las posiciones tradicionales deterministas que, de hecho, vuelven a aparecer alrededor en el artículo como los “grandes bloques semánticos”.

Nuestra pregunta es ¿cómo podemos ir más allá de la conocida doble hermenéutica: de la micropolítica y la reconceptualización de lo epistemológico? Nuestra propuesta, que es parte de una agenda a desarrollar, es trabajar más detalladamente en las materialidades de cultivos como el maíz transgénico con el objetivo empírico-conceptual de ir más allá de las redefiniciones epistemológicas. Específicamente necesitamos avanzar hacia una ontología de los cultivos y en general de los alimentos como parte de una “realidad” en la que se ensamblan naturaleza, cultura y sociedad, pero también se generan conflictos. Las ontologías de los cultivos y alimentos adquieren importancia al “interior” de las redes de las comunidades sociales y de los comunes, donde emergen espacios que van más allá de las delimitaciones geográficas para situarse en las intensidades de los afectos y valores. En otras palabras, el “tejido sin costuras” que sugiere el artículo sobre los transgénicos podría beneficiarse de una orientación conceptual y metodológica que visualice en forma teórica la relevancia de estos estudios.

A través de las ideas de Deleuze y Guattari (1987), pero también a partir de una crítica “simpatética” al trabajo de Latour, los dos últimos artículos de este dossier intentan hacer exactamente eso. El estudio sobre las prácticas nutricionales describe qué es lo que “mueve” a las mujeres campesinas a incorporar en las dietas de sus familias nuevos ingredientes y alimentos industrializados. Al parecer, esta misma energía las impulsa a mantener cultivos del pasado sin valor comercial. Esta paradoja de las prácticas cotidianas es parte de lo que el artículo enmarca como la contribución metodológica de lo que se denomina las “desviaciones positivas” dentro de un proceso de cambio y de modernidad. Las desviaciones positivas nuevamente nos retraen a las limitaciones del desarrollo endógeno. Pensando en este artículo (tanto como en el caso de los Andoques en la Amazonía colombiana), se podría preguntar sobre la utilidad de continuar hablando de lo endógeno y lo exógeno como categorías conceptuales duales para el ordenamiento de la información empírica.

La etnografía del artículo sobre las dietas de las familias rurales en Carchi presenta un ensamblaje entre los alimentos que pueden ser categorizados como endógenos y los alimentos que pueden denominarse exógenos. Lo interesante de este artículo es que es en el espacio rural donde las dietas locales han incorporado alimentos levemente menos procesados que en los espacios urbanos. Esto sugiere la necesidad de estudiar las diferencias que tienen en la dieta y en la salud el consumo de los alimentos procesados o los alimentos ultraprocesados. La problematización y la importancia de lo específico en el proceso global de la transición nutricional es, sin lugar a dudas, una contribución importante.

En el artículo sobre la minería artesanal y sus efectos en la seguridad alimentaria, tenemos comentarios sobre lo que los autores describen como el “modelo deficitario”. Este modelo se basa en supuestos modernistas que postulan la existencia de una realidad única y universal, el cual surge por una negligencia de la ciencia acerca de la importancia de los ensamblajes y cómo estos son un instrumento importante para entender las realidades que se han vuelto múltiples. En su discusión, los autores argumentan dos puntos problemáticos: 1) abandonar la representación del desarrollo como un proceso de modernidad y/o de una modernización universal; y 2) el cambio hay que entenderlo como un proceso que los investigadores “deben” observar y analizar como un conjunto de realidades de mundos múltiples que “se entrelazan, coevolucionan y finalmente chocan”.

Este proceso de rigurosidad conceptual progresiva presenta una interrogante cosmopolítica que los autores sugieren que solo puede ser abordada desde la ontología política de Blaser (2014). En forma paradójica, en su narrativa los autores mantienen la noción de sujetos etnográficos para caracterizar a los Andoque del Resguardo Aduche y desde dentro de una semiótica de la equivocación, se preguntan, conjuntamente con Latour y los Andoques, ¿en qué mundo queremos vivir? Frente a esta discusión entre la modernidad y la realidad, provoca preguntar ¿cómo en la práctica, los Andoques incorporan prácticas y fragmentos de “otras realidades” a sus mundos de vida? Para volver a interrogar, ¿es posible hablar sobre los procesos de desarrollo sin hacer referencia a la polaridad interpretativa de los modelos cognitivos de la deficiencia y/o de la abundancia? ¿Qué formas tienen los indígenas amazónicos de activar sus expectativas, deseos y sueños? ¿Por qué los Andoque tendrían que ser diferentes a nosotros? Entender al otro dentro de nosotros enriquece la necesidad de desarrollar una ontología política y la importancia de la cosmopolítica.

El artículo sobre la agricultura ecológica plantea que los actores experimentan la modernidad de la agricultura como “signo y discurso alternativo” a lo existente. En otras palabras, la capacidad de la actuación de los actores pide relativizar la importancia que se ha otorgado hasta ahora a los códigos culturales e ideológicos, pero también a las oportunidades racionales que ofrece lo económico. La relativización de lo cultural y de lo económico permite en este artículo identificar un nuevo campo de atención etnográfica, dentro de lo cual los actores activan la potencialidad de la experimentación en la materialidad de sus existencias. Este texto estudia la actuación de los actores para aproximarnos a las “nuevas materialidades” y a la importancia de los efectos y afectos que traen la circulación de nuevas entidades. En el dossier existen dos de estas entidades: el maíz transgénico y el salmón chileno, pero seguramente hay muchos más ejemplos. Lo interesante es describir y analizar la constitución de nuevas relaciones y alianzas entre el humano y lo no-humano. Estas asociaciones pueden ser entendidas como un complemento (o un suplemento) al énfasis tradicional que ha privilegiado la tradición cognitiva del aprendizaje educacional social pero, al mismo tiempo, ayuda a redefinir lo que entendemos por las subjetividades contemporáneas de estos actores.

Con un ángulo conceptual en lo organizativo, el caso del sur de Brasil plantea la existencia de una multiplicidad de actores que no están sujetos a la forma dominante de la modernización, pero a diversas otras formas de interacción. Esta puesta en escena de las relaciones y las subjetividades se expresa en el devenir de la organización. Esta es la capacidad que termina por construir un proyecto heterogéneo de agricultura alternativa en el cual emergen nuevas prácticas, discursos, actuaciones e instituciones que dan expresión a la existencia de una “agricultura ecológica” de lo nativo. Este caso se puede entender como un proceso de apropiación de lo moderno. Esta actuación de lo moderno genera una aceleración y fragmentación de la modernidad que se dispersa sobre una multitud de realidades y/o mundos como una variedad de modernidades agrarias. Es aquí donde las contratendencias son fuerza/energías de la existencia y no solamente de la resistencia. En la contratendencia tenemos una ontología diferente de la modernidad occidental universal. El caso del sur de Brasil permite ir más allá de la descripción –a pesar de su importancia—y entrar en los mundos en conflicto y sus efectos sociales.

Los dos últimos artículos en este dossier aplican el pensamiento de Deleuze y Guattari (1987) para retomar una reflexión crítica acerca de los movimientos sociales y destacar el carácter “parasitario” del capital. El artículo sobre el Paro Nacional Agrario en Colombia navega entre las transformaciones del capitalismo contemporáneo (por ejemplo, el neoliberalismo) y las consecuencias del conflicto armado del país. Las manifestaciones de los productores nacionales en contra de las políticas económicas y sociales del Gobierno (nótese, Gobierno pero no Estado nacional) generó una paralización de las actividades a escala nacional. Las protestas originalmente planificadas para un día se extendieron a más de un mes. Esta extensión y la intensidad creciente de la protesta es lo que el estudio describe y analiza para preguntarse sobre los retos coyunturales de la movilización campesina y sus límites.

Los autores explican el Paro Nacional Agrario como un evento de “agenciamiento colectivo”; esta explicación es parecida a como se entiende la agencia social en el artículo de la agricultura ecológica del sur del Brasil. Sin embargo, en el estudio del Paro Nacional tenemos una conjunción de voces dispares con efectos fuertes e inesperados que surgen de una “organización rizomática”. Esta interpretación es nueva y cualitativamente diferente a la de las voces de la equivocación que encontramos en el estudio del caso de los Andoque.

Sobre el Paro se encuentra elementos para entender el devenir de la organización social como un elemento influyente en los procesos de cambio. No obstante, el artículo es menos transparente en cuanto a los significados conceptuales que entrega sobre el espacio estriado, liso y la máquina de guerra; términos que indudablemente pueden servir para problematizar la noción de resistencia. Esto es bienvenido como contribución al debate, pero es necesario desarrollar más estas ideas, especialmente si se quiere hacer desaparecer la noción extremadamente enraizada en las ciencias sociales latinoamericanas: el sujeto.

El último artículo de este dossier aborda la territorialización del salmón en la Patagonia chilena. Este estudio analiza transformaciones regionales, enfocándose en los efectos y afectos de la producción del salmón para los mercados globalizados. Este caso utiliza como metodología una “ontología relacional” que se explora a través del crecimiento de la industria pesquera y de la emergencia de diversos “públicos” asociados con el salmón. Argumenta que las nuevas asociaciones y afinidades que resultan de este proceso de “domesticación” y de las materialidades generadas en los procesos de la producción influyen en la transformación de la geografía y del espacio. Esto permite la aproximación a la intersubjetividad, entendida como las alianzas que se conforman en el interfase de entidades reales o no reales que construyen, reconstruyen o desmantelan las realidades de los actores.

En el caso del salmón en Chile, las entidades que se movilizan para describir y analizar la industria constantemente cruzan los límites de sus “identidades” para iniciar un proceso de constituir nuevas individualidades. Esta actividad en parte es lingüística, en parte corporal y también imaginaria. Las individualidades y sus individuos generan grados de poder y potencialidad sobre la materia que objetiviza el acceso a los recursos. Esto, en asociación con ideas, conceptos, realidades y mundos, permite apreciar la importancia de estudiar la intersubjetividad contemporánea en procesos de territorialización de regiones que producen alimentos para los mercados globales. La territorialización de la intersubjetividad como experiencia regional hace disponible la distribución de la creatividad entre humanos y también entre las individualidades e individuos no-humanos, la cual amplifica lo que hasta el momento se ha concebido como lo social en los estudios regionales, pero también borra las categorías existentes entre los objetos, los seres vivos y los límites de sus interacciones, mientras genera nuevas relaciones entre vida, agencia y naturaleza. Con una detallada etnografía, el artículo demuestra que diferentes actores –mujeres, emprendedores nacionales e internacionales y el propio salmón– desarrollan, a través de las relaciones no-humanas, la domesticación de la potencialidad biosocial y biorregional. Es aquí donde se da la apropiación del conocimiento local y una disociación de los actores cotidianos de las narrativas del capital y la tecnología.

Palabras finales

Uno de los desafíos actuales de las ciencias sociales en América Latina es cómo dar cuenta de las nuevas realidades del siglo XXI en lo que se refiere a las dinámicas de sociedades que se organizan fundamentalmente bajo la expresión de lo contingente y lo no intencional. Es donde las consecuencias no deseadas de las primeras modernizaciones comienzan a ser experimentadas como problemas colectivos de salud, equidad y ambiente, y muchas veces representan obstáculos a las transformaciones propuestas, donde tanto las externalidades como las internalidades dan paso a nuevas posibilidades. Esto es parte de la búsqueda de una perspectiva crítica latinoamericana a lo que se presenta como una diversidad de problemas teóricos y metodológicos en el campo de los estudios sociales de la agricultura y la alimentación.

A través de desempacar las realidades de los alimentos, una perspectiva social crítica plantea interrogantes sobre una serie de supuestos problemáticos comunes a los estudios convencionales de los alimentos, en particular: 1) el entendimiento implícito de que el capital es una fuerza impulsora de la naturaleza; 2) el Estado nación como un contexto general homogéneo, coherente, capaz de controlar lo que sucede en sus propias fronteras; y 3) el cambio social como el resultado de una “batalla de clases” y el producto de la resistencia organizada contra “el sistema” o “el régimen”. A través de una descripción y análisis de diferentes dilemas y controversias situadas en las particularidades de la vida diaria de los actores en la región, las contribuciones de este número de Íconos muestran que tales supuestos son empíricamente débiles, si no falsos. Comienzan a revelar cómo las problemáticas de hoy son parte de realidades sociotécnicas, políticas, culturales, medioambientales y de movilización social, e intentan abordar estos “problemas” con diferentes grados de investigación empírica y de experimentación conceptual.

En términos generales, los casos plantean su preocupación por el carácter abstracto y ahistórico de la corriente principal de la investigación social en la agricultura y la alimentación, en el sentido de que se tiende a pasar por alto las particularidades que intervienen en el desarrollo de los acontecimientos, tal como los matices involucrados en nuestra dieta diaria demostrados por los estudios sobre la nutrición familiar en Carchi, Ecuador, o las novedades de los actores involucrados en los movimientos de agroecología en el sur de Brasil. A pesar de la innegable y constante diversificación de la heterogeneidad de las prácticas diarias, sigue existiendo la suposición de que la historia está marcada por el progreso de un modo de producción a otro, en lugar de verlo como es: un despliegue de contingencias, creatividades y expresiones. En lugar del avance hacia una cierta racionalidad, encontramos coexistencia de muchas.

Los artículos presentan un interés por reconceptualizar lo social en asociación con entidades naturales, artificiales y geográficas. Un elemento importante es dónde se sitúa la movilización de los actores y su agencia social. En los artículos tenemos varias realidades parciales y muchos mundos que constantemente se desdoblan para desplegar transformaciones de las relaciones sociales, de las nuevas intersubjetividades y de lo que se entiende como el surgimiento de nuevos medios ambientes de la agricultura y los alimentos. Estos temas que hemos enunciado, las situaciones que hemos descrito, las transformaciones que hemos analizado, el delineamiento político de las nuevas materialidades que no se pueden ignorar finalmente permiten visualizar una nueva era y un futuro promisorio para los estudios rurales latinoamericanos.

En su conjunto, la perspectiva social crítica pretende arrojar luz sobre las realidades ocultas de desarrollo en la agricultura y la alimentación con el fin de entender la alimentación como es y no como uno quisiera que sea. Asentar el análisis en un contexto o situación es útil para evaluar de manera más crítica la pertinencia y la utilidad de las políticas públicas, así como para la identificación de nuevas líneas de investigación y la superación de las actuales barreras institucionales para una vida y forma de ser más sanas y saludables a través de los alimentos. Esto es lo novedoso y a la vez interesante de las diferentes contribuciones. Esperamos que ellas ayuden a abrir un debate sobre qué es lo que hoy en día constituye una perspectiva crítica entre los estudios de agricultura y alimentación de América Latina.

Referencias

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