El desplazamiento de lo posible: experiencia popular y gentrificación en el Centro Histórico de Ciudad de México

The Displacement of the Possible: Popular Experience and Gentrification at Historic Center of Mexico City

O deslocamento do possível: experiência popular e gentrificação no Centro Histórico da Cidade do México

Vicente Moctezuma Mendoza
Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), México

El desplazamiento de lo posible: experiencia popular y gentrificación en el Centro Histórico de Ciudad de México

Iconos. Revista de Ciencias Sociales, núm. 56, 2016

Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales

Recepción: 01 Marzo 2016

Aprobación: 01 Julio 2016

Resumen: En este artículo se estudia el desplazamiento de sectores populares en el Centro Histórico de la Ciudad de México como parte del proceso de gentrificación en dicho espacio. En particular, se analiza una forma de desplazamiento que el autor denomina: “el desplazamiento en los horizontes populares de lo posible” y que supone una reinterpretación situada –desde las características de los procesos de gentrificación en Latinoamérica y del trabajo de campo antropológico– del concepto de “desplazamiento por exclusión” propuesto por Peter Marcuse. Se examina el desplazamiento a través del acercamiento etnográfico a algunos itinerarios residenciales que dan cuenta de condiciones heterogéneas de construcción de arraigo por los sectores populares durante la segunda mitad del siglo XX y de la revisión de la permanencia o desaparición de dichas condiciones en el contexto contemporáneo.

Palabras clave: renovación urbana, gentrificación, desplazamiento, sectores populares, Centro Histórico de la Ciudad de México, América Latina.

Abstract: This paper studies the displacement of popular sectors in the Historic Center of Mexico City as part of the gentrification process in this space. Particularly, it analyzes a form of displacement that the author defines as ‘the displacement in popular horizons of the possible’, and supposes a reinterpretation – from the characteristics of the gentrification processes in Latin America and the anthropologic fieldwork- of the definition of ‘exclusionary displacement’ proposed by Peter Marcuse. Displacement is analyzed through an ethnographic approach to some residential itineraries that account for popular sectors different rooting constructions during the second half of the twentieth century and the review of the permanence or disappearance of such conditions in the contemporary context.

Keywords: urban renovation, gentrification, displacement, popular sectors, Historic Center of Mexico City, Latin America.

Resumo: Neste artigo estuda-se o deslocamento de setores populares no Centro Histórico da Cidade do México, como parte do processo de gentrificação neste espaço. Particularmente, analisa-se uma forma de deslocamento que o autor denomina: “o deslocamento nos horizontes populares do possível” e que supõe uma reinterpretação situada – desde as características dos processos de gentrificação na América Latina e do trabalho de campo antropológico – do conceito de “deslocamento por exclusão” proposto por Peter Marcuse. Examina-se o deslocamento através da aproximação etnográfica a alguns itinerários residenciais que dão conta de condições heterogêneas de construção do apego pelos setores populares durante a segunda metade do século XX e da revisão da permanência ou desaparecimento de ditas condições no contexto contemporâneo.

Palavras-chave: urban renovation, gentrification, displacement, popular sectors, Historic Center of Mexico City, Latin America.

El Centro Histórico de la Ciudad de México vive un proceso de transformación disputado. En los últimos tres lustros, 1 se ha impulsado –de forma desigual en el terreno y con distinta intensidad en el tiempo– un proyecto de renovación. Si bien la renovación persigue objetivos sociales y culturales, teniendo influencias de políticas y planteamientos “conservacionistas” (de carácter patrimonial) (Díaz, I. 2015 y 2014), también responde a una estrategia económica del gobierno de la ciudad para capturar inversiones de capital, en un contexto internacional de competencia entre ciudades (Delgadillo 2008 y 2009; Olivera 2013; Olivera y Delgadillo 2014). La transformación neoliberal, entre una multiplicidad de cambios favorables a la reproducción del capital (sobre necesidades sociales), ha hecho descansar gran parte de la continuidad del ciclo de acumulación capitalista en la “destrucción creativa” del espacio urbano (Harvey 2010 y Smith 2012). Aprovechando las características históricas y culturales extraordinarias del sitio (ver Harvey 2007), el Estado, en fuerte asociación con la iniciativa privada, 2 ha buscado crear un lugar propicio para atraer inversiones nacionales e internacionales en desarrollos y proyectos inmobiliarios, turístico- patrimoniales y de consumo cultural (Becker y Müller 2012, 81). En gran medida, se busca producir un espacio que sectores de clase media y alta, nacionales y extranjeros, encuentren atractivo tanto para visitar, trabajar y residir, como para invertir (Crossa 2009, 48). La generación de un espacio con estas características supone una profunda transformación de la configuración espacial preexistente: un centro metropolitano complejo, con una gran heterogeneidad social y una multiplicidad de funciones urbanas, que desde la segunda mitad del siglo XX se ha caracterizado por una fuerte presencia y apropiación de sectores populares, en ámbitos residenciales, laborales, comerciales, políticos, culturales y recreativos. Precisamente las acciones de renovación han buscado regular, desplazar y contener distintas prácticas y formas de uso popular del espacio (mayormente asociadas con el espacio público y en lo relativo al comercio callejero), en tanto que se consideran deletéreas para la viabilidad de la renovación y los intereses económicos impulsados (Davis 2007; Crossa 2009; Becker y Müller 2012; Giglia 2013; Díaz, I. 2015).

La disputa espacial esbozada presenta las características generales de un proceso de gentrificación: la renovación del Centro Histórico avanza desplazando (en dimensiones materiales como simbólicas (Janoschka y Sequera 2014) formas previas de apropiación popular del espacio, al mismo tiempo que la reinversión en el lugar da cabida a sectores sociales más acomodados (Clark 2005). Sin embargo, estamos ante un proceso complejo que se desarrolla de forma desigual en el espacio, con pasos que, pese a todo, parecen débiles. Hasta ahora la reconfiguración del Centro es profundamente dependiente de las acciones del Estado y de la continuidad de las políticas de intervención urbana (Betancur 2014, 4). La renovación y revalorización económica se enfrenta a múltiples resistencias asociadas con patrones históricos (Brenner y Theodore 2002) que, en distintas escalas, han configurado el lugar: prácticas cotidianas; estrategias populares de reproducción social; patrones de movilidad y centralidad metropolitana; relaciones políticas territorializadas; marcos jurídicos vinculados con la propiedad privada y la conservación del patrimonio; distribución histórica de la propiedad inmobiliaria en el lugar; condiciones de la materialidad física del espacio, etcétera. En este texto, se estudian algunas dimensiones de esta compleja transformación urbana, indagando en aspectos relacionados con el desplazamiento de sectores populares en ámbitos residenciales y laborales. Ello a través de una exploración etnográ fica desarrollada analíticamente a partir de la reinterpretación situada del concepto de “desplazamiento por exclusión” planteada por Marcuse (1985 y 1986), que aquí se enuncia como “el desplazamiento en los horizontes populares de lo posible”. En los estudios sobre la renovación vivida en el Centro Histórico de la Ciudad de México, diferentes investigaciones dan cuenta de distintas formas y procesos de desplazamiento material y/o simbólico en el lugar a través de: persecución y criminalización del comercio callejero (Crossa 2009; Davis 2007); hiperreglamentación y prohibición de usos del espacio público (Giglia 2013); fuerte vigilancia y control policial (Becker y Müller 2012); transformaciones del vecindario ajenas a las dinámicas y necesidades locales (Leal 2007; Díaz, I. 2015), entre otras. No obstante, el desplazamiento residencial de la población popular ha sido poco investigado. Este trabajo es una aproximación parcial a esta dimensión, empero, en este caso se vuelve imposible eludir su vinculación con el ámbito laboral.

El concepto de gentrificación es un concepto polémico desde su origen, que se ha desenvuelto y enriquecido a través de fuertes debates. 3 Frente a algunas posturas que niegan el desplazamiento como un elemento intrínseco a los procesos de gentrificación 4 y que implícitamente o explícitamente ponen en cuestión su relevancia en los significados de las transformaciones socioespaciales observadas, distintos autores plantean la necesidad (que suscribo) de mantener una conceptualización crítica, que inquiera por los desplazamientos y exclusiones sociales, en un contexto de transformación espacial neoliberal marcado por la desigualdad de clase y el poder político del capital (Clark 2005; Casgrain y Janoschkha 2013; Slater 2006, 2009 y 2010; Smith 2012; Wacquant 2008 y muchos otros más). No obstante, el análisis de las exclusiones sociales ligadas con los procesos de gentrificación ha exigido profundizar y enriquecer el concepto de desplazamiento. Así, en contra de visiones unidimensionales y mecánicas, se señala que el desplazamiento ocurre a través de mecanismos directos e indirectos, en distintas instancias temporales y escalares (Marcuse 1985 y 1986; Slater 2009 y 2010; Davidson y Lees 2005). Por otra parte (y de importancia en América Latina), en diferentes investigaciones se enfatiza que el desplazamiento no solamente ocurre en ámbitos residenciales, sino que tiene lugar también en esferas asociadas con el trabajo y comercio, como en formas diversas de uso y apropiación del espacio público (Swanson 2007; Jones y Varley 1999; Janoschka et al. 2014). Finalmente se destaca que el desplazamiento se da tanto en dimensiones materiales como simbólicas (Casgrain y Janoschkha 2013; Janoschka y Sequera 2014). La idea del desplazamiento de los horizontes populares de lo posible se apoya en estas reconceptualizaciones: busca dar cuenta de instancias indirectas de desplazamiento, reconociendo que, en el caso estudiado, la importancia del ámbito residencial es inentendible si se sustrae de otras dimensiones de apropiación popular del espacio –como las relativas al trabajo en el comercio callejero– y comprendiendo que el desplazamiento no solo opera en la materialidad de los cuerpos, sino también en los discursos y significados que se construyen sobre el lugar. A la vez, se espera que este análisis contribuya a la reflexión del desplazamiento en la gentrificación latinoamericana.

La aproximación al desplazamiento de los horizontes populares de lo posible se construye aquí a través del análisis de las transformaciones y continuidades de las condiciones de arribo y permanencia residencial de sectores populares en el Centro Histórico, durante la segunda mitad del siglo XX. Ello a la luz de tres itinerarios residenciales que engloban diferentes condiciones de acceso a la vivienda en el lugar, durante la última mitad del siglo pasado y la comparación con las posibilidades actuales. Las trayectorias fueron seleccionadas por su representatividad dentro de un corpus documental de 43 itinerarios residenciales 5 de sectores populares, 6 recopilados como parte de una investigación etnográfica desarrollada durante los meses de junio de 2014 a julio de 2015 en el Centro Histórico de la Ciudad de México, dentro de los límites del Perímetro A. 7

Centro
Histórico de la Ciudad de México
Mapa 1
Centro Histórico de la Ciudad de México
Elaboración propia

En el siguiente apartado se buscará la definición conceptual de la idea de desplazamiento de los horizontes populares de lo posible, para después pasar a su análisis etnográfico a través de la exposición de los itinerarios residenciales y el análisis de las continuidades o transformaciones de sus condiciones de posibilidad.

Desplazar los horizontes de lo posible: revisitando el “desplazamiento por exclusión” desde América Latina

Me encuentro en una de las plazas comerciales que integran la zona de mercados de la Merced, en el oriente del Centro Histórico de la Ciudad de México. Se trata de una de las plazas que se construyeron hace casi tres décadas (a principios de la década de 1990), dirigidas a albergar y “regularizar” a los vendedores ambulantes del Centro Histórico que se encontraban en las cercanías de Palacio Nacional (centro simbólico del poder político del país). Karen, Óscar y yo platicamos sentados alrededor de una mesa de plástico en el pasillo, donde se encuentra su local. La conversación que sostenemos gira en torno a las transformaciones socioespaciales ocurridas en los últimos años en el Centro Histórico y el reciente proyecto de Rescate Integral de la Merced. Este último es un plan de renovación espacial impulsado principalmente por las autoridades públicas (pero que apunta a la coparticipación de la iniciativa privada), dirigido a la zona de mercados de la Merced. Si bien dicho proyecto plantea entre sus objetivos la recuperación del tejido social y la mejora de la calidad de vida, al mismo tiempo se presenta como un proyecto de “revalorización” que busca potenciar la inversión inmobiliaria; la incorporación de nuevos usos en la zona (se plantea la llegada de oficinas y bancos); crear una nueva oferta habitacional para sectores de mayores recursos que los residentes previos; e impulsar su atractivo turístico (González 2013 y Distrito Merced 2016). Por estas últimas razones y porque el Anteproyecto del Plan Maestro del Rescate Integral de la Merced contempla la eliminación y transformación de distintas plazas del comercio popular (como en la que Karen, Óscar y yo nos encontramos), dicho proyecto es visto como una amenaza 8 que daría continuidad a los procesos de desplazamiento popular del Centro Histórico:

Te digo que yo aquí era un morro [un niño], yo llegué aquí siendo un morrito. Pero te das cuenta de que sí hay modo y de por qué la gente viene aquí. Porque mucha gente de provincia, pues se viene de su pueblo sin saber qué tranza ni nada y como que ya tienen esa idea: ¡No pues vamos a caer a la Merced porque ahí hay trabajo! […], poca gente dice: “No pues voy a ir Iztapalapa a buscar un trabajo”. Te das cuenta de que el comercio fluye, no solo es como la Merced, es como un gran cuadro y antes era más grande. Cuando quitaron “cuadro A” [se refiere al Perímetro A] de comerciantes [callejeros], desde ahí fue como que ¡pum! [Mueve la mano, dando la idea de despejar algo] ¡Luego quitan ya hasta Circunvalación [una calle que delimita en el oriente al Perímetro A]!, ya fue cuando se quitó más, ya fue cuando de plano… Ahora imagínate si nos quitan de aquí, ¿cómo va a quedar esto? (Óscar, entrevista, 15 de marzo de 2015).

La observación de Óscar permite reconocer significados subjetivos y objetivos sobre el Centro Histórico, compartidos por miembros de los sectores populares que se encuentran unidos en la similitud de su experiencia biográfica. En la cita, encontramos en la voz de Óscar la preocupación por dos dimensiones del desplazamiento vivido por los sectores populares en los años recientes.

  1. 1. 1. Por un lado, Óscar recuerda el proceso de desplazamiento directo de miles de trabajadores del comercio callejero en el Perímetro A del Centro Histórico en los años recientes. Este proceso es muy cercano a él porque Karen, su pareja, fue una de las afectadas directas por la persecución de los vendedores (hubo en cambio quienes se beneficiaron con locales en plazas establecidas), 9 lo que significó grandes momentos de vulnerabilidad individual y familiar, su desplazamiento laboral del Perímetro A y la disminución de sus ingresos.
  2. 2. 2. No obstante, detrás de esta forma de desplazamiento se vislumbra la existencia de otro desplazamiento que puede parecer menos evidente. Se trata, según la descripción de Óscar, del desplazamiento que significa la disminución espacial de las oportunidades, de fuentes de ingresos para los sectores populares, en áreas cada vez más amplias del Centro Histórico de la Ciudad de México, como resultado de los proyectos y acciones de renovación. La expulsión y persecución de los vendedores ambulantes de la calle transforma la configuración espacial de la zona, dificultando, limitando o excluyendo la posibilidad de incorporación de nuevos individuos a dicha actividad, lo que, como él señala, ha constituido una de las estrategias de sobrevivencia de sectores populares en la ciudad. Con lo anterior, se desplaza un significado histórico popular objetivo y subjetivo del Centro Histórico como lugar donde “hay trabajo” y donde, de forma más extensiva, se puede decir que han existido oportunidades de sobrevivencia que han permitido a los desfavorecidos sobrellevar su situación, marcada por fuertes condiciones de exclusión.

A este segundo tipo de desplazamiento es al que se acerca el presente texto. Se trata de un desplazamiento que se encuentra inscrito en la transformación espacial en un nivel fundamental que trasciende la experiencia inmediata y directa de los individuos efectivamente desplazados (de manera directa), pues constituye una forma de desplazamiento indirecto en el que la posibilidad de la presencia, y formas de presencia, de sectores desfavorecidos en el espacio se ve obstaculizada, limitada o excluida por las transformaciones. Se trata de lo que podemos llamar como el desplazamiento de los horizontes populares de lo posible.

Esta forma de desplazamiento coincide a grandes rasgos con la idea de “desplazamiento por exclusión” propuesta por Marcuse (1985 y 1986) y recuperada por Slater (2009 y 2010) recientemente. Marcuse señala que se produce “desplazamiento por exclusión” cuando, tras la desocupación de una vivienda rentada por un hogar y su posterior encarecimiento (gentrificación) o abandono, se “reduce” el número de unidades disponibles para hogares similares al que se desocupó, de modo que un hipotético “segundo hogar” “se encuentra excluido de vivir donde de otra forma habría vivido” (Marcuse 1985, 206). En un texto posterior, Marcuse desarrolla más esta noción: plantea que el “desplazamiento por exclusión” en la gentrificación ocurre cuando a un hogar, que cumple con las condiciones previas de ocupación, no se le permite acceder a una vivienda, dada una transformación que afecta a la vivienda o su entorno inmediato (pero diferente a la dinámica del mercado de vivienda como un todo), volviendo el espacio inasequible para el hogar en cuestión (Marcuse 1986, 156). Es decir, el “desplazamiento por exclusión” que plantea Marcuse se refiere a un proceso de clausura espacial en la oferta presente de lugares para los hogares de bajos ingresos, de modo que se trata de una transformación en el espacio urbano que restringe el horizonte popular de lo posible. No obstante, como se ha señalado previamente, el desplazamiento en la gentrificación no se reduce al ámbito residencial: la clausura de las posibilidades de apropiación del espacio a partir de las intervenciones urbanas puede ser más amplia (y en los estudios sobre la gentrificación latinoamericana esto es fundamental), abarcando dimensiones vinculadas con el trabajo, comercio, consumo u ocio, por ejemplo. A continuación, se analiza la restricción del ámbito de posibilidades espaciales –en dimensiones residenciales y laborales– que el Centro Histórico representó para los sectores populares en las últimas décadas del siglo XX.

Itinerarios populares residenciales: atisbar en el pasado el desvanecimiento contemporáneo de lo posible

En el apartado precedente, a través de la voz de Óscar y del trabajo de Marcuse (1985 y 1986) se ha planteado una dimensión del desplazamiento en la gentrificación, vinculada con la desaparición o restricción de posibilidades previamente presentes en el lugar. Es decir, se busca dirigir la mirada no únicamente a los desplazamientos de lo existente, sino también a la clausura de lo posible. Ahora se explorará el desplazamiento de los horizontes populares de lo posible en el Centro Histórico de la Ciudad de México, vinculado con el trabajo y la vivienda. Para narrar este desplazamiento, se recurre a la presentación de tres itinerarios residenciales de miembros de sectores populares del Centro Histórico. El objetivo es reconocer los horizontes de posibilidad que, en el pasado, estructuraron los arraigos populares: examinar los elementos de la configuración espacial que dieron pie –en condiciones marcadas por la adversidad– a procesos, muchas veces precarios, de apropiación y dominio espacial popular. La exposición de estas experiencias permitirá posteriormente identificar y analizar qué elementos de la configuración espacial se han transformado y en qué sentido.

Francisco: las rentas congeladas

En 1947, la colonia Buenos Aires –donde Francisco nació– se encontraba en procesos de urbanización y constituía parte de la periferia popular de la Ciudad de México (hoy forma parte de la “ciudad central”). A partir de ahí, cuando Francisco debió tener alrededor de 2 años de edad, él y su familia se acercaron al Centro, en un paulatino movimiento residencial que duró entre cuatro y cinco años. Francisco, su mamá y su hermana salieron de la Buenos Aires porque su papá se fue y su mamá “se juntó con otro señor”. Los dos niños se fueron a vivir con su abuela y su mamá se fue aparte. Ella vivió en las proximidades del mercado de Jamaica donde trabajó en una tortillería. En algún momento, su mamá y Francisco se volvieron a juntar y vivieron en Candelaria de los Patos, en el límite oriental del Centro Histórico y de la Ciudad de México de ese entonces, una colonia calificada de “arrabal”, estigmatizada y fuertemente pauperizada. Finalmente llegaron a la calle de Alhóndiga donde se localizaba el (primer) mercado de la Merced (ubicado a un costado del exconvento del mismo nombre) y muy cerca de donde finamente hallarían una residencia más estable. Su llegada a este lugar estuvo respaldada por redes familiares que les dieron hospedaje, aunque para ello, los miembros del hogar de Francisco, su mamá y su hermana, se tuvieron que separar nuevamente, distribuyéndose en las habitaciones de los familiares que poblaban la zona, en edificios no muy lejanos entre sí. A los dos años, más o menos, de mantener esta condición residencial (“estábamos de arrimados”), la mamá de Francisco al fin encontró un espacio propio para estar con sus hijos:

Allá en Corregidora había una lonchería [fonda de comidas ligeras] y bajaba de repente mi mamá, y la señora esa tenía una pieza de aquí [del edificio de vecindad donde vive], pero la tenía vacía, ella pagaba la renta. Y le dijo mi mamá: “Es que ando buscando una pieza donde vivir para cambiarme con mis hijos, porque ando con mis parientes”. Entonces ya le dijo [la señora]: “No pues yo tengo una pieza, si quiere se la rento”. Y le dijo: “¡Sí!, ¡sí!…” Ya la vino a ver y ya se pusieron de acuerdo y ya fue cuando nos cambiamos para acá. (Francisco, entrevista, 19 de mayo de 2015).

Así primero vivieron en una pieza de una vivienda de vecindad, en subarrendamiento, pero después la señora les traspasó (mediante un proceso irregular) su contrato por la vivienda en su totalidad, que se encontraba bajo la protección de un decreto de congelación de rentas, lo que garantizó un reducido precio de alquiler durante las décadas siguientes (pues el decreto impedía el aumento del mismo).

La migración de la periferia de lo que entonces era la Ciudad de México, desde la colonia Buenos Aires, pasando por Candelaria de los Patos, para finalmente trasladarse al Centro (dentro del Perímetro A) no respondió principalmente a una estrategia residencial. Si en un primer momento estuvo motivada por la ruptura de la unión familiar con el padre de Francisco, lo que atrajo a la madre de Francisco a las inmediaciones de la Merced (que en ese entonces se encontraba aún a un costado del exconvento) fueron las oportunidades de ingresos en el comercio callejero asociado con la zona, facilitadas por los vínculos territorializados establecidos por sus redes familiares.

Érika: hoteles y cuartos de azotea

Érika es originaria de un pueblo del Estado de México, muy próximo al área metropolitana de la Ciudad de México. Nació en un hogar de bajos ingresos: su madre trabajaba de lavandera y su papá como albañil en la ciudad. Cuando Érika recién cumplía 16 años de edad, su mamá falleció y ello se convirtió en un acontecimiento que desestructuró completamente su vida. Durante el funeral, tuvo una fuerte riña con su papá y otros parientes, que la llevaron a romper sus relaciones con él y el resto de su familia:

Yo sola andaba caminando y buscando trabajo porque no tenía ni para comer. Te digo que me quedé a dormir en la Villa, en el jardín de la Villa me quedé como un mes. Ya después me moví y me vine para acá porque me dijeron: “Si quieres trabajo vete a la Merced, ahí vas a encontrar trabajo, si no encuentras trabajo pues por lo menos en el mercado… con la comida que tiran, la verdura y todo eso, puedes levantarla y hacer tu comida”. Pues yo me hacía de comer en la calle: en botes de leche o chile hacía mi comida. Porque te digo que mi papá ya no me vio ni me buscó ni nada, yo solita anduve caminando. […] Ya llegué aquí a la Merced y ahí en las cocinas me puse a trabajar y como a los tres meses me puse a buscar mi cuarto para vivir… Estuve viviendo en un hotel primero… En un hotel que está en La Aguilita, ahí antes rentaban como si fueran cuartos para que uno viviera ahí de a diario. Pagaba yo mi hotel, a la semana pagaba yo y ahí anduve viviendo mucho tiempo… (Érika, entrevista, 8 de junio de 2015).

Érika llegó a mediados de la década de 1970 al centro de la ciudad, a la Merced, en busca de trabajo para hacer frente a la situación de indigencia en la que se encontraba. En su testimonio, se vuelve a escuchar (como Óscar lo había planteado) que la Merced se conocía por los sectores populares como un espacio estratégico para la sobrevivencia en condiciones marcadas de exclusión, tanto a partir de la recolección de alimentos desechados para la venta en los mercados como por las oportunidades de “trabajo”, tanto en empleos como autoempleos, en condiciones precarias y con poca remuneración (Castillo 1994, 46).

“Después empecé a salir, porque antes aquí hacían tardeadas y a mí me gustaba el desmadre… y donde sabía yo que iba a haber fiesta pues iba yo, ya empecé a conocer todo aquí…” De las fiestas y borracheras, pero también de sus recorridos cotidianos por las calles, Érika comenzó a conocer a mucha gente y a construir lazos afectivos. Pronto se hizo de una amiga que tampoco tenía lazos previos en la zona. Con ella compartió la habitación del hotel durante varios años, dividiéndose los gastos.

¿Y a ella cómo la conoció? Caminando, ella es de Oaxaca. Vive aquí en la Merced… Ah, ¿y se ven todavía? No nos hablamos, tiene mucho que salimos mal y no nos hablamos. Porque ella es celosa con su marido. […] Es que después estuve viviendo con ellos, aquí en [lo que ahora es] la Plaza Roldán. […] La vecindad en donde estaba se “madreó” [quedó estructuralmente resentida] con el terremoto. Era una vecindad... Yo vivía en la azotea junto con ellos (Érika, entrevista, 8 de junio de 2015).

Érika vivió en corresidencia con su amiga y la pareja de ella durante varios años. Rentaban un cuarto de azotea: en un espacio tenían el comedor y en el otro la habitación donde vivían los tres; el baño se encontraba afuera (era un baño improvisado, pues en la azotea no llegaba el agua corriente) y además era compartido con las otras viviendas de la azotea.

Después de haber dejado el trabajo en las “piquerías” (unas cervecerías con prostíbulos clandestinos), Érika puso un puesto de sopes y quesadillas sobre un callejón próximo a Corregidora y en ese entonces conoció a Joaquín, a finales de la década de 1980 y se fue a vivir con él en un edificio no muy lejano al lugar donde vendía.

Yo rentaba un cuarto de azotea cuando me junté con él. […] Cuando yo me junté con él fue cuando ya nos asignó mi suegra en los cuartos esos. Nos dijo: “No se vayan a batallar porque ni van a encontrar y si encuentran van a encontrar bien caro, mejor quédense aquí”. Mi suegra antes vendía esfera navideña [artículos decorativos para la fiesta de Navidad], entonces tenía… uno de los cuartitos lo tenía ocupado con sus cajones de esfera, todo ocupado estaba, entonces nosotros hicimos una cama con puro cartón y ahí nos dormíamos en esas cajas de cartón, porque no teníamos muebles (Érika, entrevista, 8 de junio de 2015).

Aunque Érika asegura haber sufrido mucho con Joaquín, “su viejo”, porque tomaba mucho además de ser mujeriego (de hecho tuvo hijos con otra mujer), ellos dos se quedaron juntos dedicándose a actividades relacionadas con el comercio callejero desde finales de la década de 1980, resistiendo y adaptándose a los vaivenes de su creciente persecución y respirando en los momentos de tolerancia.

Alberto: habitar las ruinas

Alberto tenía 4 años de edad cuando llegó a vivir al Centro, tres años después del sismo de 1985. Él nació en el Estado de México. Llegó aquí porque su papá “desde ese entonces ya vendía paraguas”. Él rentaba un espacio en una pequeña bodega para guardar su mercancía, en un edificio inmediato al puesto que ocupaba en la calle para vender. La bodega la compartía con otros vendedores, pero poco a poco se fue desocupando hasta que solo él la utilizaba.

Entonces, el padre de Alberto convenció a su pareja para que ella y sus hijos se trasladaran a vivir al Centro usando el espacio de la bodega de forma residencial. Por una parte, él estaba cansado del recorrido diario de hora y media (y hasta dos horas) de duración para llegar a su espacio de trabajo. Ellos vivían en los límites orientales de la Zona Metropolitana del Valle de México, en el Chamizal por Ecatepec. Pero por otra parte, también quería independizarse residencialmente de sus suegros. Así se fueron al Centro a vivir en lo que era la bodega, en un edificio muy deteriorado:

Pues era muy antiguo, ¡parecía calabozo!, ¡estaba muy oscuro!, ¡había unas escaleras ahí cayéndose! ¿Era más o menos así como está ahorita? Cambiaron muchas cosas, sí, cambiaron muchas cosas, este patio no estaba así de grande, esto, desde esta parte de aquí eran los lavaderos… Esta parte de aquí era una bodeguita de madera, al lado estaban los lavaderos por ahí, pero ahí era la entrada a la avícola que estaba afuera. […] La entrada para mi casa, que era como una bodega, era ésta […] nada más un cuarto… ¡una bodega! Ya mi papá le puso tapanco [subdivisión horizontal de un cuarto, para conformar dos niveles], ya dormíamos unos arriba y otros abajo… Todo esto estaba… ¡Pues ahora sí que había muchas ratas, había de todo! Pero afuera todo el comercio, todos vendiendo.

Sí, bueno… aquí lo bueno fue siempre el estar vendiendo y estar vendiendo. Aquí fue como se me enseñó a trabajar, desde niño. Yo vendía zacates [estropajos], plantillas, ya hasta de pura… así nomás yo decía: “Yo también me voy a poner un puesto para mí”. Me puse a vender mis resorteras, sí, puse una reja con resorteras y las estaba vendiendo… ¡y sí se vendían!, y ya compraba más, o sea todo… casi todo lo que pusiera ahí se vendía. ¿Había mucho más comercio del que hay ahorita? ¡Demasiado! ¡Pues todos en las calles vendiendo!, ¡gente, gente, gente!, ¡gente salía de todas partes!, venían de Chiapas, de Oaxaca, de todas partes venían a comprar aquí, aquí al Distrito… (Alberto, entrevista, 10 de junio de 2015).

Alberto relata una situación de contraste: por una parte, unas condiciones residenciales inhóspitas en un cuarto reducido y oscuro, sin ventanas. La imagen del edificio era tétrica y riesgosa; sin embargo, los papás de Alberto deciden vivir ahí. En esta decisión no estaban solos, de hecho en el edificio, a la par de las bodegas, en la planta baja y en los pisos superiores había otras familias ocupando las habitaciones y hasta la azotea, “veintitantas…”, y en otros edificios abandonados y considerados ruinosos muchos grupos más decidieron habitarlos. Pero por otra parte, en contraste con las condiciones residenciales, se figura el comercio como una actividad exuberante que inunda de vitalidad comercial y social la calle, cuya vigorosidad resalta sobre el carácter lúgubre del interior.

Los itinerarios residenciales: testimonios arqueológicos de lo posible

Los tres itinerarios residenciales presentados, sumamente heterogéneos entre sí, se estructuran en torno a una experiencia común vinculada con las oportunidades laborales que presentaba el Centro Histórico, fundamentalmente en el comercio callejero, ligadas con la centralidad comercial popular de ese espacio. En las tres experiencias, si bien Francisco, Érika y Alberto han podido transitar por distintas actividades laborales a lo largo de sus vidas, la constante ha sido su ocupación en la calle, aun después de los diversos “reordenamientos” y las políticas que han criminalizado y perseguido esta actividad a lo largo de los años. El comercio en la vía pública constituye para ellos un asidero persistente como medio de subsistencia, pese a la precarización de sus condiciones de permanencia.

¡Me gustaba más cuando había el comercio porque había dinero! Así podías vender… […] hacerte un puestito de pepitas… de cacahuates… vender “yo-yos”… “tracas-tracas” [juguete tradicional], lo que tú digas: “¡Chale… ésta no la voy a vender!” ¡No, lo que sacabas lo vendías! Aquí nunca hubo nada de gente pobre: ¡que pobrecito, pobrecito…! porque aquí todos trabajaban, todos le “chingaban” [se esforzaban] y todos tenían su dinero. El “pedo” [el problema] fue cuando nos quitaron a todos… […] Después ya dejaron vender, pero dejaron vender [solo] en las paredes [colgando la mercancía en rejas sobre la pared sin apoyarse en el suelo], entonces ya cada quien agarró su pared… pero “dos, tres” [algunas personas] pues ya no… “dos, tres” ya no andan en el comercio… ¡A buscar otros trabajos! (Alberto, entrevista, 10 de junio de 2015).

Es interesante destacar, en la narración de Alberto, que aunque la actividad comercial mantenga su permanencia en las calles, el reordenamiento reciente llevado a cabo a finales de 2007 se convierte en un punto de quiebre entre el tiempo “cuando había el comercio” y cuando el mismo dejó de existir (pese a que en realidad la práctica, si bien menguada, continúa hasta la fecha). Lo que revela el “exceso” simbólico de dicha expresión, pues afirma la desaparición total de una práctica que no ha desaparecido de forma absoluta, es que: el comercio en las calles del Perímetro A no representa ya las mismas oportunidades laborales de antes para quienes se encuentran involucrados en esa actividad ni para otros desfavorecidos en busca de fuentes ingresos.

De igual modo, en los itinerarios residenciales de Francisco, Érika y Alberto se muestra una oferta residencial donde miembros de los sectores populares podían encontrar habitación, lo que, en gran medida, ha dejado de existir o ha disminuido considerablemente:

  1. 1. 1. Francisco accede a la vivienda a través de las condiciones que generaron los distintos decretos de congelación de rentas iniciados en 1942 (los posteriores decretos fueron de 1945, 1946 y 1947). Estos decretos impedían (prácticamente) el aumento del alquiler, volvían obligatoria la renovación de los contratos y prohibían el desalojo de los inquilinos con contratos de arrendamiento anteriores a la fecha del decreto y sus prórrogas (Melé 2006, 156; Rojas 1978, 233-234). Si bien en las décadas posteriores a la publicación de los decretos el número de viviendas en estas circunstancias disminuyó progresivamente (por ejemplo, en la Merced se estimaba que el 68% de la viviendas se encontraba en esta circunstancia en 1958, pero en 1983 solo ascendía al 12%), su importancia estriba 1) en el influjo que tuvo en el valor general de la vivienda en renta de la zona (incluso en el precio de la vivienda en renta fuera de la protección del decreto); 2) en que facultó la permanencia prolongada en la vivienda, en muchos casos durante décadas, de sectores de bajos ingresos; 3) en que permitió –como se observó en el caso de Francisco– la generación de un mercado informal de vivienda en subarrendamiento, así como el “traspaso” irregular del contrato a nuevos hogares de bajos ingresos (traspaso muchas veces mediado por un intercambio comercial, pero otras veces por lazos afectivos); y 4) en que finalmente excluyó a las viviendas que permanecieron dentro de esta condición de la especulación capitalista inmobiliaria en un suelo de alto valor comercial (Melé 2006, 156-158; Rojas 1978, 197). En el caso de Francisco, como en el de otros inquilinos, distintos programas gubernamentales posteriores al sismo de 1985 permitieron la adquisición en propiedad de la vivienda. En la década de 1990, junto con la serie de reformas neoliberales que caracterizaron el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, 10 se puso fin a las rentas congeladas (aunque Melé (2006, 159) señala que esta medida tuvo poca oposición, pues eran pocas las viviendas aún protegidas por el decreto).
  2. 2. 2. Sin embargo, durante la década de 1990 se promovió también una serie de reformas orientadas a impulsar la vivienda en alquiler y los derechos de los propietarios, lo que facilitó desalojos y aumentos del alquiler (Melé 2006, 159-160). En la actualidad, en el trabajo etnográfico realizado se encontró una marcada tendencia al alza del costo de la renta de vivienda en el Centro, así como a una creciente formalización y exigencia de requisitos indispensables para la realización y continuación del contrato (aval, adelanto de pago de renta, escrituras de garantía, comprobantes de cuentas, entre otros). Estas transformaciones –que ya han significado gran número de desalojos directos y que entrañan un claro proceso de gentrificación en el sentido más tradicional del término en los años recientes– eliminan paulatinamente la oferta de espacios residenciales de alquiler a bajo costo. Incluso lugares como los que constituyeron los cuartos de azotea, con las difíciles condiciones de habitabilidad en las que vivió Érika. De hecho, a mediados de la década de 2000, a ella y su familia política los desalojaron de los cuartos de azotea donde habían vivido durante más de 20 años, bajo el pretexto de una renovación del edificio que implicaba nuevos contratos y un alza moderada en los precios de alquiler, pero tras la cual, los cuartos de azotea dejaron de arrendarse para uso residencial.
  3. 3. 3. Así como la renta de la vivienda se ha encarecido volviendo inaccesible su ocupación por miembros de los sectores populares, otros espacios de alojamiento, como los hoteles y casas de huéspedes, se han transformado en la misma dirección. Lo anterior se manifiesta en el alza del precio de las habitaciones, en la prohibición de actividades domésticas (por ejemplo cocinar) en las mismas o, directamente, en el cambio del giro comercial de los edificios destinados previamente a esta actividad. El recurso de Érika de acceder a la vivienda a través del alojamiento prolongado en habitaciones de hotel representó (y aún en cierta medida representa) una estrategia residencial utilizada por amplios miembros de los sectores populares. Se encuentra esta práctica también en la experiencia de Ana, vendedora ambulante de flores y trabajadora de intendencia, originaria de un pueblo del Estado de México, quién vivió durante 30 años en un hospedaje trashumante en hoteles baratos: “Mucha gente que trabajaba, vivía en los hoteles… Pura gente humilde que no tenía dinero para buscar un cuarto” (Ana, entrevista, 5 de enero de 2015). Esta trashumancia pernoctante se vio en dificultades cuando Ana y sus vecinos de habitación fueron desalojados de la casa de huéspedes ubicada en la calle Donceles número 26. Allí había vivido durante cinco años, logrando cierta estabilidad residencial (siempre y cuando pagara su renta cada ocho días). El inmueble fue completamente remodelado y ahora es un edificio de lujo con departamentos en renta, cuyo precio mensual ronda los 15 mil pesos mexicanos 11 y se anuncia de la siguiente forma:

    Donceles 26 es un edificio de departamentos en renta con una ubicación estratégica en el Centro Histórico de la ciudad de México, a solo unos metros del Museo Nacional de México, los departamentos Donceles 26 están rodeados de restaurantes, museos, galerías, transporte público y estacionamientos (Donceles 26, 2016).

  4. 4. 4. Finalmente se observó en el caso de Alberto una estrategia residencial que pasaba por la ocupación irregular de predios. En muchos casos, se trata de predios en situaciones ruinosas, con severos daños estructurales. No obstante, la política ha- bitacional de las últimas décadas buscó atender a la población residente de estos edificios a través de programas de vivienda social. Actualmente el Instituto de Vivienda del Distrito Federal (INVI) apoya parcialmente a los residentes de estos predios al acceso en propiedad a la vivienda y en la restauración o reconstrucción de los inmuebles (Delgadillo 2008; Monterrubio 2011). Este fue el caso del predio adonde llegó Alberto y donde actualmente vive. Sin embargo, la consecución con éxito de este proceso no suele ser la regla, no solo porque muchos de los predios se encuentran en complicadas posiciones legales, lo que conduce a sus ocupantes a prolongadas luchas judiciales por el reconocimiento de la posesión del espacio, sino también porque ni el gobierno ni la población popular que los habita suelen contar con los recursos suficientes para su renovación (menos aún por las políticas conservacionistas que rigen los predios patrimoniales). Pero además de esta dificultad, ahora la población popular se enfrenta a los intereses de importantes empresarios sobre los terrenos en estas condiciones. Por ejemplo, en 2006, la Unión de Vecinos y Comerciantes del Polígono Centro Histórico denunció a las empresas de Carlos Slim (la inmobiliaria Centro Histórico) y Manuel Arango (la inmobiliaria Lomelí-Collet) de apropiarse de edificios del Centro Histórico en condiciones de propiedad irregular. Miembros de la Unión señalaban que dichas empresas desalojan a los antiguos ocupantes de los predios a través de su poder económico, intimidación, violencia y de asociaciones turbias con la autoridad (Gómez 2006; Díaz, I. 2015, 237-238 y 247-248).

Conclusiones

En este artículo se ha expuesto una forma de entender el concepto de “exclusión por desposesión” planteado por Marcuse, bajo la idea del desplazamiento de los horizontes populares de lo posible, reconstruida teóricamente en razón de los desafíos analíticos a los que se enfrenta la investigación sobre la gentrificación en América Latina. La aproximación etnográfica que nutre el análisis permitió el acercamiento a esta dimensión del desplazamiento difícilmente reconocible a través de otras metodologías. Los itinerarios facultaron observar con algún detalle (con el dinamismo y las vicisitudes que marcan las vidas individuales) las condiciones y prácticas residenciales vividas por los sectores populares en el lugar, durante la segunda mitad del siglo XX; la importancia de las redes sociales y los lazos afectivos en las estrategias residenciales; la centralidad del comercio callejero en la construcción de estos arraigos; entre otros aspectos. Además, la investigación etnográfica permitió conocer en el terreno y a través de la experiencia de los informantes, la importancia social de distintas transformaciones recientes y la existencia de desplazamientos espaciales directos, arduamente discernibles en las fuentes estadísticas. Pero sobre todo, este método de investigación posibilitó el acercamiento a significados subjetivos construidos por voces populares sobre el Centro Histórico, sus condiciones pasadas y las transformaciones recientes y futuras.

En este artículo se ha observado que el Centro Histórico de la Ciudad de México ha funcionado como un espacio singular en el repertorio de estrategias de sobrevivencia de los sectores populares urbanos y migrantes rurales. Ha sido un lugar donde incluso quienes han quedado desposeídos de preexistentes “protecciones de proximidad” (Castel 2004) (como sucede, por ejemplo, con muchos de los emigrantes rurales pero también como lo vivió dramáticamente Érika) han encontrado, no sin dificultades y en condiciones no elegidas por ellos, fuentes de ingreso y habitación que brindan cierta seguridad, bien sea de forma precaria, a la reproducción social de la existencia. El proceso de gentrificación fuertemente disputado que vive el Centro Histórico –impulsado por el proyecto de renovación– avanza lentamente y con dificultades transformando la configuración espacial del lugar y creando distintos desplazamientos, principalmente vinculados con el comercio callejero y diversos usos populares del espacio público, pero también (como se pudo encontrar en el trabajo de campo) presiones hacia el desplazamiento residencial y desplazamientos residenciales; no obstante, lo que se ha buscado mostrar aquí es que el desplazamiento por la gentrificación implica además dimensiones menos evidentes que las anteriores. El desplazamiento opera también al clausurar en el presente los horizontes de posibilidad que existieron previamente, impidiendo a nuevos individuos y hogares de sectores populares construir arraigos en este espacio como sucedió antes, es decir, hay un desplazamiento en los horizontes populares de lo posible. La renovación desvanece paulatinamente el Centro Histórico que significó, objetiva y subjetivamente, un espacio en el que los sectores populares encontraron posibilidades de desarrollar estrategias laborales y residenciales de sobrevivencia para enfrentar sus condiciones de privación y exclusión estructural. La suma de desplazamientos señalados forma parte de los efectos de desposesión vividos por los sectores populares urbanos, asociados con las políticas de renovación del Centro Histórico, y revelan una escisión fundamental entre dicho proyecto (con su preponderancia en la revalorización económica a través del atractivo patrimonial del lugar) y las necesidades sociales de la población popular urbana desfavorecida.

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Entrevista a Ana, comercio callejero y empleada en servicios, 5 de enero de 2015.

Entrevista a Óscar, empleado en comercio, 15 marzo de 2015.

Entrevista a Francisco, comerciante, 19 de mayo de 2015.

Entrevista a Érika, comercio callejero, 8 de junio de 2015.

Entrevista a Alberto, comercio callejero, 10 de junio de 2015.

Notas

1 Si bien desde finales de la década de 1970 surgió un interés particular por la conservación patrimonial y renovación del área, en 1980 se publicó un decreto que la declaró Zona de Monumentos Históricos y la nombró formalmente como “Centro Histórico”. El decreto establecía dos perímetros de conservación: el Perímetro A abarcó el área que correspondió a la ciudad virreinal y presentó la mayor riqueza patrimonial; el Perímetro B abarcó la extensión de la ciudad hasta principios del siglo XX. En 1987, se denominó Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) (Peniche 2004, 163-165).
2 Bajo una lógica neoliberal, las autoridades públicas consideran la participación de la iniciativa privada y los mecanismos del mercado imprescindibles para garantizar el “éxito” de la intervención urbana: La rehabilitación integral del Centro Histórico requiere de la más amplia participación de todos los sectores de la sociedad; la atracción, conducción y sostenimiento de la inversión privada refuerza las inversiones públicas, otorga competitividad a la zona en términos de diversidad, empleo y crecimiento económico, pero sobre todo permite conservar el interés por sostener y conservar adecuadamente el corazón de la ciudad (Acuerdo por el que se expide el Plan Integral de Manejo del Centro Histórico de la Ciudad de México 2011, 38).
3 Para un acercamiento a esta historia, ver Lees et al. 2008.
4 En el caso latinoamericano, esta posición es expresada por Sabatini et al. 2009.
5 Los itinerarios residenciales forman parte de los temas abordados en entrevistas semiestructuradas con profundidad, realizadas a los informantes.
6 Estos materiales forman parte de los datos recopilados durante el trabajo de campo para la tesis doctoral del autor en Antropología Social, que desarrolla en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS-DF).
7 La investigación se centra en este perímetro porque es el espacio donde se han concentrado enormemente las acciones e intervenciones del proceso de renovación (ver el Acuerdo por el que se expide el Plan Integral de Manejo del Centro Histórico de la Ciudad de México 2011, 16 y nota al pie 2).
8 De hecho ha suscitado una gran oposición y resistencia que ha mermado de forma considerable el arranque de sus acciones (Díaz 2014).
9 Para profundizar sobre este proceso, ver el trabajo de Silva 2010.
10 Expresidente de México durante el período 1988-1994 por el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Su elección estuvo severamente cuestionada por fraude electoral. Durante su mandato se desarrollaron importantes reformas neoliberales (privatización de empresas públicas, acuerdos internacionales de libre comercio, mercantilización e individualización de las políticas sociales).
11 15 mil pesos mexicanos equivalen a 793 dólares americanos.
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