Dossier
De la migración interna a la migración internacional en México. Apuntes sobre la formación de un campo de estudio
From Internal Migration to International Migration in Mexico. Notes on the Formation of a Field of Study
Da migração interna à migração internacional no México. Notas sobre a formação de um campo de estudo
De la migración interna a la migración internacional en México. Apuntes sobre la formación de un campo de estudio
Iconos. Revista de Ciencias Sociales, núm. 58, 2017
Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales
Recepción: 07 Octubre 2016
Aprobación: 28 Febrero 2017
Resumen: En este artículo se ofrece una visión panorámica de México en torno a algunos aportes de los estudios sobre la migración interna al campo de investigación de migraciones internacionales. Específicamente se revisan las contribuciones de ese campo a los estudios sobre la migración entre México y Estados Unidos. A lo largo de este texto, se analizan selectivamente algunos estudios que contribuyeron a explicar la construcción y el mantenimiento –a lo largo del tiempo y no obstante la distancia geográfica– de los vínculos sociales, así como las diversas modalidades de continuidad, solidaridad social y económica entre migrantes y sus familiares.
Palabras clave: campo de estudio, migraciones internas, migraciones internacionales, vínculos sociales, México, Estados Unidos.
Abstract: This article offers a panoramic view of Mexico regarding some of its contributions in studies about internal migration to the fieldwork of international migration. Specifically, the contributions of this field to studies on migration between Mexico and the United States of America are reviewed. Throughout this text, a selective analysis is made on some studies that contributed to the explanation of the construction and maintenance - over time and despite geographical distance - of social links, as well as the various modalities of continuity, social and economic solidarity, between migrants and their families.
Keywords: field of study, internal migrations, International migration, social links, Mexico, United States of America.
Resumo: Este artigo fornece uma visão panorâmica do México ao redor de algumas contribuições dos estudos sobre a migração interna para o campo de pesquisa das migrações internacionais. Especificamente são revistas as contribuições desse campo aos estudos sobre a migração entre o México e os Estados Unidos. Ao longo deste texto, são analisados seletivamente alguns estudos que contribuíram para explicar a construção e a manutenção – ao longo do tempo e apesar da distância geográfica – dos vínculos sociais, bem como as várias formas de continuidade, solidariedade social e econômica entre migrantes e suas famílias.
Palavras-chave: campo de estudo, migrações internas, migrações internacionais, vínculos sociais, México, Estados Unidos.
En este artículo se revisan estudios sobre migraciones internas, se destacan algunos de los aportes conceptuales en torno a los mecanismos de funcionamiento de los vínculos sociales y se establece la relación entre estos estudios y los de migración de mexicanos a Estados Unidos.
En América Latina, las movilidades interregionales y las migraciones internas formaron parte estructural de la conformación de los territorios y la geografía contemporánea. Las investigaciones sobre estos temas se vincularon con los estudios acerca de las dinámicas poblacionales y territoriales a partir del análisis de bases de datos censales e información geográfica que, desde de la década de 1970 –al menos en el caso de México– fueron posibles de dar seguimiento sistemático a través de los censos realizados cada década. Actualmente los estudios sobre las migraciones internas coexisten y dialogan con las indagaciones y propuestas teórico-analíticas recientes sobre las migraciones internacionales, fundamentalmente con los estudios sobre la migración entre México y Estados Unidos, y sus efectos socioterritoriales en esta etapa de la globalización.
En las siguientes páginas, se ofrece una lectura de México en torno a algunos aportes de los estudios de la migración interna, principalmente sobre las investigaciones que apostaron por comprender los mecanismos de formación y sostenimiento –a lo largo del tiempo y la distancia geográfica– de vínculos sociales en contextos migratorios y, luego, de cómo tales concepciones influyeron en la formación de un campo de estudio de las migraciones internacionales. Particularmente se revisan las contribuciones a los estudios sobre la migración entre México y Estados Unidos. Se trata de un recuento no exhaustivo; específicamente, se incluyen aquellos estudios que contribuyeron a explicar la construcción y el mantenimiento de los vínculos sociales entre quienes emigran y quienes permanecen asentados en las llamadas localidades de origen. Es decir que interesa primero rastrear históricamente conceptos y categorías construidos para analizar las diversas modalidades de continuidad, solidaridad social y económica entre migrantes y sus familiares, en los estudios de las migraciones internas; y segundo, identificar cómo tales dispositivos conceptuales han influido en las propuestas para comprender/analizar estos procesos en el campo de estudio de las migraciones entre México y Estados Unidos. Esta revisión bibliográfica tiene por supuesto un sesgo de selección; esto es, las obras reseñadas se centran en desarrollar alguna categoría, concepto o propuesta analítica para dar seguimiento al debate sobre los mecanismos que hacen posible mantener los vínculos entre migrantes y no migrantes.
En términos metodológicos, primero se sistematizaron las obras que contribuyeron al estudio de las migraciones internas en México, estableciendo el punto de partida en 1960.[ 1 ] Se revisó bibliografía desde esa década con el fin de identificar, primeramente, las obras que abordaron ambos tipos de movilidades geográficas; es decir, que mostraron el nexo histórico entre la migración interna y la migración internacional como parte de un mismo proceso social. En un segundo momento, se procedió a explorar, a partir de categorías analíticas que dan cuenta de la relación estrecha y sostenida que guardan los migrantes y los no migrantes,[ 2 ] a identificar algunos conceptos y propuestas en torno al tipo de vínculo y mecanismo de funcionamiento que facilitan relaciones estrechas y cotidianas entre migrantes y sus familiares asentados en los lugares de origen o de destino interno, aún a distancia y a pesar del tiempo transcurrido sin tener contacto/encuentro presencial entre ellos. A partir de esta búsqueda, se eligió, en una tercera etapa, algunas obras que ayudaron a identificar ciertas construcciones analíticas y/o conceptuales relevantes para mostrar cómo estos mecanismos de vinculación, identificados en diversas investigaciones, podrían estar presentes en los estudios tanto de la dinámica de las migraciones internas como de las internacionales y si específicamente podrían haber contribuido o haber sido incorporados para estudiar las variadas modalidades de interconexión en el proceso de la migración de mexicanos a Estados Unidos.
La narrativa del artículo se organiza por década, tomando como puntos de partida 1960 y 1970, cuando la migración interna fue, por un lado, reconocida como un proceso social relevante en la modernización del país y, por otro, construida como un objeto de estudio en el campo académico. Luego se organiza alrededor de la identificación de conceptos clave y categorías analíticas que, si bien en algunos casos provienen de investigaciones realizadas en otros campos y con objetos de estudio diversos –como el de los efectos sociales y territoriales de la industrialización y la urbanización en América Latina y específicamente en México–, también contribuyeron al desarrollo del campo de estudio en torno a los procesos de migración.
Los estudios sobre las migraciones internas en las décadas de 1960 y 1970
En esta sección se desarrolla brevemente el debate que permeó estas dos décadas en el campo de estudio de las migraciones internas en México, exclusivamente en torno a la pregunta relativa a los procesos de vinculación social en la experiencia migratoria; esto es, cómo se construyen o mantienen los vínculos sociales. En suma, se desarrolla el debate entre la experiencia migratoria como ruptura, continuidad, discontinuidad o bien como otra modalidad o tipo de continuidad que implica coexistencia de patrones de sociabilidad urbano/rurales. La producción académica de este período se articula alrededor de la relación etnicidad/diversidad cultural, lo que supone formas específicas de interacción y organización social y familiar a distancia en el contexto de la urbanización y modernización del país, procesos que fueron analizados a partir de conceptos y categorías como migración por relevo, migración temporal campo/ciudad y la introducción de algunas variables adicionales para dar cuenta de los cambios ocurridos a partir de la salida de un miembro del hogar en la dinámica de organización social de comunidades, hogares y familias. A continuación, se reseñan algunos de estos aportes.
En los estudios sobre la migración interna, la dicotomía entre el campo y la ciudad –entre los lugares de origen y salida, como se denomina en los estudios migratorios– fue abordada históricamente como una discontinuidad entre la vida rural y la vida urbana (Redfield 1974). No obstante, a partir de 1970 se sumaron otras categorías a los estudios de las migraciones tanto internas como internacionales, las cuales hicieron posible revisar las ideas de ruptura y desvinculación, y abrir un diálogo fructífero para comprender que las migraciones son también procesos sociales en los que se generan formas específicas de seguir en contacto. En términos analíticos, se configuró la díada migración/etnicidad como un eje principal de las investigaciones en las ciencias sociales en un tiempo en el que, según la teoría de la modernización, la etnicidad habría sido atenuada por la conformación de Estados nacionales fuertes (Kearney 1995).
Así, la emergencia de expresiones diversas de etnicidad, lo mismo que la diversidad cultural y religiosa en los contextos urbanos de las sociedades modernas, así como el proceso de industrialización, se volvieron puntos nodales de los estudios en las sociedades con presencia de inmigrantes, caracterizados por la aceleración de los flujos migratorios y, algunas décadas más tarde, por el llamado proceso de globalización (Kearney 1995; Appadurai 2003).
Las obras de Clyde Mitchell (1957) y Arnold Leonard Epstein (1958) realizadas durante la década de 1950 estimularon estudios que se plantearon centrar la mirada del investigador en la configuración de un campo de relaciones sociales que une a quienes se desplazan del medio rural a las grandes urbes y quienes permanecen en el campo (Brettell 2000). Estos estudios subrayaron la alternativa de coexistencia de patrones urbanos y rurales asociados con lo moderno y lo tradicional respectivamente. Es decir, abrieron la posibilidad de considerar formas particulares de relación y contacto entre quienes experimentan los desplazamientos geográficos y quienes permanecen asentados en las llamadas localidades de origen. Así, estas investigaciones mostraron que la migración campo-ciudad no implicaba necesariamente una ruptura con las formas de vida de las comunidades de origen, sino por el contrario, en algunos casos esos desplazamientos –temporales y/o permanentes– generaban el fortalecimiento de los vínculos hacia las localidades de procedencia a través de los recursos conseguidos durante la experiencia migratoria en las ciudades.
Al respecto, en México los trabajos de Guillermo De la Peña (1980) y Lourdes Arizpe (1976, 1978 y 1980) visibilizaron diferentes estrategias de vinculación de los migrantes desde las ciudades hacia los hogares en las llamadas localidades de origen, sea por el contacto establecido a través de la migración de retorno, la migración temporal o bien por la migración pendular o circular entre el campo y la ciudad. Arizpe se refirió a la migración por “relevos” como una estrategia que permitía la sobrevivencia de los hogares en algunas zonas rurales de México, organizando la migración escalonada (de manera estacional) a las ciudades, entre los miembros de una misma familia para reproducir las formas de vida en las localidades de origen o, en las ciudades de destino de la migración interna, conservando algunas formas de organización social de los hogares originales (Arizpe 1978 y 1980).
Los trabajos de Bryan Roberts (1974 y 1980) mostraron algunas tendencias similares en la reproducción de los hogares en otras zonas rurales latinoamericanas vinculadas con las ciudades a través del trabajo urbano de algunos de sus miembros (fundamentalmente de hombres, migrantes temporales o bien de migrantes permanentes, en el caso de que todos los miembros de la familia se mudaran de su residencia), quienes solían desplazarse no solo a centros urbanos, sino también hacia las haciendas o las minas donde las empresas requerían de mano de obra “no calificada” –evidencia que proviene de investigaciones realizadas tanto en Perú como en México. Roberts (1980) y Long (1974) coincidieron en que tal migración (temporal y/o permanente) no implicaba necesariamente una ruptura, pero tampoco una continuidad en términos de repetición de patrones, sino otra forma de continuidad, la cual se asociaba con el desarrollo de patrones laborales temporales cuya expresión se manifestaba de manera nítida, por ejemplo, en la organización de las fiestas locales y su realización a lo largo del tiempo. La vitalidad de estas fiestas populares dependía de las redes que los trabajadores establecían y mantenían con sus familiares, particularmente de la relación entre “residentes urbanos” y “el pueblo” de origen (Roberts 1980, 12).
Asimismo durante las décadas de 1970 y 1980, las redes sociales permitieron explicar también las formas de sobrevivencia de los migrantes rurales pobres en las ciudades, particularmente en ciudades en proceso de urbanización. Por ejemplo, el trabajo de Larissa Adler Lomnitz (1977) mostró que la condición de la familia extensa del México campesino, los lazos de compadrazgo y reciprocidad, lejos de disolverse, se reforzaban y ampliaban en la ciudad, potenciando la condición marginal de los migrantes rurales en los centros urbanos para construir otras formas de relación basadas en su propia condición social en el contexto urbano. Las redes se basaban en relaciones de solidaridad y reciprocidad entre los miembros de una misma familia o entre paisanos de un mismo pueblo y pertenecientes a una misma comunidad social.
Durante la década de 1970 y aún desde la precedente, la perspectiva histórico-estructural –fuertemente asociada con una interpretación marxista del funcionamiento del sistema social– tuvo una gran influencia en las ciencias sociales latinoamericanas y no fue la excepción en el caso de los estudios que analizaron la migración entre el campo y la ciudad. Desde la perspectiva de la dependencia, la migración rural-urbana fue interpretada como una consecuencia de la organización en la división social del trabajo, la cual generaba relaciones desiguales, y luego la conformación periférica del mercado. En esta lógica se explicó el surgimiento y engrosamiento del mercado urbano informal por ejemplo, o bien la distribución geográfica desigual que estaba produciendo la industrialización en los diferentes países latinoamericanos. Al interior de esos países, a su vez, se reproducían las relaciones de desigualdad que también se configuraban entre los países “periféricos” y países “centrales”; después, al interior de los países se conformaban grandes ciudades con amplias periferias deprimidas en las cuales habitaban principalmente migrantes rurales que seguían fuertemente vinculados con las localidades de origen y continuaban cumpliendo una función central en la reproducción de la economía familiar a través del envío de recursos económicos (Singer 1975).
En esta línea de reflexión se inscriben también los estudios sobre la circulación en las sociedades y los países del tercer mundo (Chapman 1979; Chapman y Prothero 1983; Prothero y Chapman 1985) realizados desde la perspectiva de los sistemas mundiales entre finales de la década de 1970 y la primera mitad de década de 1980. El objetivo era construir modelos explicativos de las formas de circulación y movilidad de las personas en los países de África, la región de Asia Pacífico y también en Latinoamérica. Una de las principales contribuciones de estos estudios fue la distinción entre migración y circulación. Migración fue entendido como un desplazamiento territorial o cambio de residencia permanente o cuasi permanente; mientras la circulación fue concebida originalmente como una forma de intercambio de individuos y grupos entre lugares (orígenes y destinos), cuyo elemento distintivo es el hecho de que el desplazamiento concluye en el lugar en donde se inicia. En este concepto, se subsumen entonces diferentes tipos de movilidades, según Chapman y Prothero: la migración de retorno, la circular, la laboral o bien las movilidades/migraciones estacionales, asociadas fundamentalmente con el trabajo de jornaleros agrícolas.
La influencia de la propuesta de observar diversos tipos de movilidades relacionados con el proceso migratorio se ve reflejada durante la década de 1980 cuando, además de intentar medir la movilidad de las personas, se incluyen variables que permiten introducir, por ejemplo, cohortes generacionales entre los migrantes, tomando como unidades de análisis a la familia y el hogar, y observar los cambios en las modalidades y las temporalidades de las migraciones entre padres e hijos, por citar un tipo de estudio en esta tradición. Durante la década de 1970, en México, la introducción de curso de vida, primero como variable proxi y, más tarde, como una perspectiva para analizar la dinámica de las migraciones internas, lo que constituyó un esfuerzo relevante para comprender la complejidad de la relación entre migración, mercados laborales y dinámicas familiares en contextos urbanos (Balán et al. 1977).
La influencia del concepto de circulación versus el de migración fue central para acuñar, más tarde, el concepto de circuito migratorio con el propósito de articular el estudio de la migración interna y la migración internacional como procesos históricos que hacen uso compartido de redes sociales y de la construcción de vínculos entre migrantes en distintas escalas. Es decir, quizá la contribución más relevante se puede identificar posteriormente en ciertas propuestas de circuito migratorio transnacional o bien de circuito migratorio con trayectos internos e internacionales que abonan al debate acerca de cuáles unidades de análisis permiten estudiar la construcción de vínculos sociales en una perspectiva histórico-relacional (Durand 1988; Rouse 1991; Tarrius 2000).
Los estudios sobre movilidades interregionales y migraciones temporales: la década de 1980
Grosso modo, durante esta década se realizaron dos tipos de estudios sobre las migraciones en América Latina: a) aquellos que enfatizaban la mirada desde lo micro, es decir, desde el individuo migrante fundamentalmente, inserto en familias y unidades domésticas campesinas que usaban la migración para compensar los ingresos familiares; y b) desde lo macro, explicando las movilidades y los desplazamientos geográficos interregionales como consecuencia de la lógica del funcionamiento del sistema capitalista. Desde esta última perspectiva, se planteaba cómo las migraciones campesinas y, particularmente las economías latinoamericanas, se insertaban en el funcionamiento y desarrollo de sociedades capitalistas.
En este apartado se abordan las implicaciones de las migraciones temporales. Entre otros aportes, se revisan algunos conceptos y categorías asociadas que devienen del interés por comprender las transformaciones que la migración interna detonaba en la organización social y familiar. Uno de los signos característicos de los estudios realizados en este período es haber transitado hacia categorías que explican la migración temporal/interna como parte de las estrategias de sobrevivencia de los hogares, estrategias complementarias de reproducción familiar, de compensación del ingreso y luego a sentar las bases para el estudio sistemático –que se desarrollará ampliamente en la siguiente década– en torno al papel de las remesas económicas, no solo como ingresos complementarios sino como una forma de vinculación social y de posicionamiento al interior de los hogares con migrantes. A continuación, se reseñan estos aportes.
Uno de los postulados centrales sobre las migraciones internas fue considerar que la migración –observada fundamentalmente como un movimiento poblacional y geográfico– no implicaba necesariamente un cambio definitivo de residencia. Durante la década anterior, se habían acuñado también algunos conceptos para definir las migraciones de relevo por ejemplo (Arizpe 1980) o las migraciones estacionales, y se había constatado empíricamente la recurrencia de migraciones temporales en diversos países latinoamericanos, así como también se había documentado la estacionalidad en otros estudios realizados durante las décadas previas en el continente africano (Mitchell 1969).
Así, una contribución notable de los estudios realizados durante la década de 1980 consistió en el énfasis otorgado al uso de otras categorías para estudiar estos desplazamientos temporales. La reproducción social fue medular para explicar el funcionamiento de los hogares en el campo latinoamericano; es decir, además de explicar “las causas generales” que impulsaban las migraciones, a la manera de Gino Germani (1969), se proponía comprender las imbricaciones entre causas estructurales y culturales por las que las personas se veían impulsadas a emigrar para buscar los medios de sustento, a la vez que estudiar las formas de organización para la reproducción social de los hogares.
En el marco de la teoría de la modernización en América Latina, fue posible relacionar los estudios sobre las migraciones temporales con los estudios relativos a “la problemática de la familia en el campesinado y su modo de vida” en los espacios urbanos (Pachano 1986). Este tipo de estudios se realizaron extensamente en Latinoamérica durante esta década. Así, tales investigaciones permitieron transitar de una concepción donde la familia era vista como una unidad económica –visión que provenía principalmente de los enfoques ligados con el marxismo latinoamericano– a una visión que incorpora el análisis de una serie de mecanismos de organización de la vida familiar que rebasa el límite de la unidad residencial (Lomnitz 1975). Es así como se incorporan perspectivas y conceptos desde el estructural funcionalismo, que enriquecen también los estudios tanto sobre las familias, los mercados de trabajo y las migraciones en los contextos urbanos.
Durante este período, la categoría de reproducción social se articuló a una nueva –con algunas implicaciones analíticas similares–, la estrategia de sobrevivencia. En esta línea, la migración se consideró un mecanismo articulador de las estrategias de sobrevivencia de las familias campesinas en las sociedades en vías de industrialización y urbanización en Latinoamérica. De tal forma, la condición de la familia campesina no solo se concibió como el motor que impulsaba a emigrar, sino también como el elemento articulador y compensador de la experiencia migratoria en las ciudades. Es decir que la familia fue considerada un factor básico para entender tanto el inicio como el final del proceso migratorio, además de un elemento que permitía explicar las razones de la ida y la vuelta[ 3 ] en el caso de las migraciones temporales (Lomnitz 1977; Arizpe 1980; Pachano 1986), pero fundamentalmente permitió explorar los mecanismos que hacen posible que las personas que emigran sigan conectadas e involucradas en la vida de las familias y los hogares de los cuales han salido.
En otros estudios sobre la región, la migración temporal fue estudiada como un elemento que formaba parte tanto de las estrategias de diversificación económica como de la diversificación geográfica del ingreso familiar. Estos desplazamientos fueron analizados como parte de una estrategia complementaria en la dinámica de reproducción del hogar, en el mismo nivel que era estimado el empleo de algún miembro de la familia en una parcela agrícola contigua, por ejemplo, o bien de forma similar a considerar la combinación del trabajo asalariado y el trabajo agrícola en la parcela familiar (al respecto ver Venegas y Rodríguez 1986; De Souza 1986).
Las investigaciones realizadas en México[ 4 ] contribuyeron a consolidar un campo de estudio que apostó por estudiar, de manera vinculada, algunos flujos de migraciones internas e internacionales, lo que se reflejó en importantes estudios sobre la migración a Estados Unidos desde la región del Bajío Zamorano en el occidente de México (Arias y Mummert 1987; López Castro 1986; López Castro y Pardo 1988). Esas investigaciones abordaron de manera conjunta experiencias de migración interna, una migración temporal fundamentalmente de hombres procedentes de la región occidental de México a Estados Unidos y los efectos que sobre los hogares y las familias tenía la recepción de remesas, así como los cambios en la dinámica de los hogares (Mummert 1988; López Castro y Calvo 1988). La mayor parte de estos estudios documentó estas experiencias en pequeñas localidades con migrantes internos a las ciudades próximas y también a Estados Unidos, como migrantes temporales insertos en la producción agrícola en aquel país, pero generalmente insertos en dinámicas de ciclos agrícolas bien definidos que conectaron ambos tipos de movilidades (López Castro 1989; De la Peña 1989; López Castro y Calvo 1988).
Así, las investigaciones sobre la familia, la conformación de los hogares y las unidades domésticas, ligadas también a las investigaciones sobre las formas de reproducción social y las diversas estrategias de compensación del ingreso familiar, en el contexto mayor de los estudios sobre los cambios en la estructura agraria y los procesos de urbanización creciente durante la década de 1980, se articularon entonces con los estudios sobre las migraciones latinoamericanas (Salles 1984; Verduzco 1984 y 1986; García et al. 1982). En ese contexto, la migración temporal fue abordada como un efecto de los procesos de urbanización y su consecuente movilidad laboral, a la vez que ligada con el diseño de políticas de Estado que estimularon o restringieron la movilidad demográfica de manera estratégica, dependiendo de los intereses estatales sobre la expansión industrial cuyo fin último era “acelerar el crecimiento económico y preservar la estructura de clase” (Peek y Standing 1989, 11; Matos y Mejía 1989).
Otros estudios de finales de la década de 1970, que se prolongaron a lo largo de la década de 1980, se fijaron como objetivo identificar la relación entre las nuevas estrategias de sobrevivencia en contextos de crisis –como lo hizo Jelin (1979) en Argentina, por ejemplo– incorporando al análisis la relación entre las estrategias implementadas en los hogares con los cambios en las políticas estatales de vivienda, educación, salud y transporte, para comprender entonces el impacto sobre los sectores marginales en las ciudades. Este tipo de estudios pretendían identificar al interior de los hogares y las familias localizadas en las ciudades –como lo ilustran las investigaciones realizadas por García et al. (1978, 1979 y 1982) en la Ciudad de México– algunos de los mecanismos a través de los cuales se reproduce la desigualdad.
Hacia finales de la década de 1980, se publicó una de las obras que habría de contribuir notablemente a la consolidación de un campo de estudio sobre las migraciones de mexicanos a Estados Unidos. Específicamente, se trata de un estudio comparativo, con métodos y técnicas de investigación tanto cualitativa como cuantitativa, desde una perspectiva histórica de larga duración que permite observar la conformación de una región migratoria de larga data en el occidente de México. Esta obra se convirtió en una referencia clásica en el campo de las migraciones internacionales. Se trataba de una investigación multidisciplinaria realizada por un grupo de investigadores internacionales en cuatro localidades del estado de Michoacán con migración a Estados Unidos. La obra fue publicada primero en inglés con el título de Return to Aztlan: The Social Process of International Migration from the Western Mexico (Massey et al. 1987) por la Universidad de California, con una amplia audiencia. Algunos años más tarde, esta obra fue publicada en castellano por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes en conjunto con Alianza Editorial bajo el título de Los ausentes (Massey et al. 1991).
Al finalizar esta década, el campo de estudio de las migraciones se diversificó y se introdujeron otras categorías y variables para explicar la dinámica de los procesos migratorios, particularmente, para entender las modalidades de vinculación entre los migrantes y sus familiares que podían permanecer asentados en las localidades rurales o habitando en las periferias urbanas.[ 5 ] En el caso de los desplazamientos internacionales, se consolidó un campo de estudios fructífero en torno a la migración de mexicanos a Estados Unidos.[ 6 ] Este campo, si bien reconoció sus raíces en los estudios sobre las migraciones internas, tendió a separarse y especializarse con el propósito de dar cuenta de los efectos que producen los desplazamientos entre estos dos países y la presencia de la frontera nacional como un elemento organizador de las identificaciones y los derechos.
La década de 1990 y primera década del siglo XXI
En esta sección se reseña a grandes pinceladas algunos de los principales aportes que atraviesan los debates de los últimos años y que reflejan, por un lado, la complejidad de los procesos migratorios entre México y Estados Unidos, y por otro lado, la diversificación del campo de estudio de las migraciones en México como una respuesta a tal complejidad. Desde la década de 1990 hasta hoy en día, se identifican variadas vertientes que permean el debate en este campo y que representan modalidades o tipos de aproximaciones investigativas. A continuación, algunas de estas.
Primero, el Mexican Migration Project, con los aportes de más de tres décadas de Durand y Massey (2003) documentando las experiencias de migración y trabajo entre México y Estados Unidos, con un enfoque ligado con la perspectiva de redes sociales y formas de vinculación entre localidades de origen y destino de las migraciones entre estos dos países. La etnoencuesta, principal instrumento metodológico de este proyecto, con una aproximación que permite religar las experiencias de la migración interna e internacional de los miembros de hogares con migrantes en diversas regiones del país. Este proyecto ha permitido lecturas longitudinales del proceso migratorio desde diversas localidades de origen, en variados momentos históricos y hacia lugares de destino también diversos en Estados Unidos. Esta base de datos ha alimentado el trabajo de investigación de colegas en diversas instituciones tanto de México como de Estados Unidos.
Segundo, una vertiente representada por colegas que, en sus propios términos, se aproximan al estudio de la migración entre México y Estados Unidos, y sus efectos a partir de una perspectiva analítica construida desde la economía política. En esta línea, se abordan diversos temas, pero los principales aportes son reconocidos fundamentalmente por su participación en el debate sobre el nexo migración y desarrollo, el papel de las asociaciones de migrantes como agentes de desarrollo y el estudio sobre el impacto de las remesas en hogares y municipios. Se incluye esta vertiente porque una de las preocupaciones centrales en la región histórica de la migración mexicana a Estados Unidos –las entidades federativas del occidente del país– está ligada con formas de vinculación y relaciones de desigualdad entre localidades de origen y destino insertas en sistemas migratorios de mayor escala. No se trata de un solo grupo de investigación, pero se distinguen varias instituciones: la Universidad Autónoma de Zacatecas, el Centro de Investigaciones Multidisciplinarias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y en algunas etapas el Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP).
Tercero, una vertiente de investigación centrada en el estudio de zonas agrícolas de alta tecnología –principalmente orientadas a la exportación– y la migración de jornaleros pobres, mayoría indígenas, que se dirigen hacia los estados del noroeste de México, algunos de los cuales también prolongan su desplazamiento hacia Estados Unidos. Estos trabajos documentan no solo las condiciones laborales en las cuales se insertan los inmigrantes indígenas en los campos agrícolas mexicanos –enlazados en cadenas de producción global– sino también dan cuenta de las nuevas formas de sociabilidad y vinculación que estos migrantes establecen en los contextos de movilidad y precariedad, así como de la configuración de las nuevas ruralidades latinoamericanas (Velasco et al. 2014; Lara Flores 2006; Carton et al. 2004; Velasco 2002).
Asimismo, se puede hablar de dos aproximaciones adicionales. Se trata de posturas analíticas y en estos casos no constituyen grupos, las cuales se hacen visibles nítidamente en el campo de las migraciones hacia finales de la década de 1990 y los primeros años del siglo XXI. En suma, se identifica la influencia de dos grandes vertientes en los estudios migratorios mexicanos que abonaron al debate acerca de cómo estudiar las formas de vinculación entre migrantes y sus familiares, a la vez que los efectos en ambos lados de la frontera. Por un lado, la perspectiva transnacional, mucho más cercana a la academia estadounidense en ciencias sociales[ 7 ] sustentada en una referencia fundacional y hoy clásica: las obras de Basch et al. (1992 y 1994). De estos planteamientos iniciales que apostaron por identificar los efectos que producen las fronteras nacionales a la vez que los procesos de reterritorialización del Estado nación, devinieron propuestas analíticas diversas y planteamientos teórico-metodológicos que contribuyeron a problematizar los efectos y las dimensiones analíticas desde las cuales emprender el estudio de los procesos migratorios durante esta etapa del capitalismo, y luego dar cuenta de experiencias, discursos, prácticas de vinculación entre migrantes y no migrantes en esos contextos de alta movilidad. Aún más, condujeron a replantearse la pregunta acerca de cuáles unidades de análisis son idóneas para no reducir el abordaje de los procesos sociales que atraviesan las fronteras del Estado nacional, lo que ocurre exclusivamente en territorio del Estado mexicano por ejemplo y romper entonces con éste como la unidad analítica desde la cual estudiar la vida de los migrantes, sus identificaciones, prácticas y vínculos sociales.
A riesgo de simplificar la propuesta de la perspectiva transnacional, no solo se trata de entender y estudiar mediante trabajo multisituado la vida y las interconexiones entre los migrantes y los no migrantes en lugares de origen y destino, o de seguir la pista de personas, dinero, objetos y bienes simbólicos a través de los circuitos migratorios por los cuales transitan, sino que se trata de una apuesta, en términos epistemológicos, que demanda al investigador insertarse y dar cuenta de su propio posicionamiento en esos campos sociales transnacionales en los cuales se constituyen los vínculos entre migrantes y sus familiares, gestándose formas de vida social que permitirían romper la dicotomía tajante entre migrantes/no migrantes, entre lugar de origen/lugar de destino, sin dejar de reconocer cómo la frontera física/geopolítica clasifica, genera desigualdades, impone límites; cómo en los campos sociales transnacionales (Glick Schiller 2005) se gestan otras formas de desigualdad social y operan procesos de clasificación pero también de manera simultánea tiene lugar la constitución de otros agentes, actores transnacionales, se desarrolla otro tipo de prácticas de vinculación, se hacen otros arreglos familiares y se construyen otras formas de identificación colectiva.
Desde esta óptica, se ha desarrollado un volumen significativo de estudios en torno al proceso migratorio entre México y Estados Unidos durante la segunda mitad de la década de 1990 y los años subsecuentes en el siglo XXI (Mummert 1999; Binford y D’Aubeterre 2000; Rouse 1996; Smith 1998; Besserer y Oliver 2014; Besserer y Nieto 2015) lo que ha dinamizado el campo de estudio de las migraciones y, en algunos momentos, ha polarizado el debate acerca del aporte analítico de esta perspectiva (Waldinger y Fitzgerald 2004). Desde la perspectiva transnacional, la migración es un proceso histórico en el que convergen movilidades y desplazamientos diversos, volviendo así a colocar en el debate conceptos clave o bien ciertas reformulaciones que devienen de los estudios de las migraciones internas, desarrollados en las décadas previas, y posicionando nuevamente la pregunta acerca de cómo se desarrollan y se mantienen los vínculos y las relaciones sociales no solo en el hogar, sino entre los miembros de la familia extensa, en las comunidades de origen, cuando algunos de ellos se relocalizan en otros lugares; esto es, qué efectos genera la experiencia de la migración transnacional y con qué estrategias analíticas aproximarse. Solo se mencionará algunos ampliamente citados hoy en día, tales como: conyugalidad a distancia (Ariza y D’Aubeterre 2009); agentes étnicos transnacionales (Velasco 2002); ciudad transnacional (Besserer y Oliver 2014; Besserer y Nieto 2015); economía política de la nostalgia (Hirai 2009); migrante colectivo transnacional (Moctezuma 2008), entre varias construcciones conceptuales que se acuñaron para comprender la dinámica y los efectos de la migración entre México y Estados Unidos, pero fundamentalmente las formas de relación/vinculación entre los migrantes y sus familiares.
Por otro lado, otra vertiente analítica altamente productiva en México, cuya influencia deviene de la escuela francesa en geografía humana y cuyos representantes o referentes mayormente identificados en México son Alain Tarrius y Laurent Faret. Su impronta se deja ver claramente en los estudios sobre las nuevas ruralidades, sobre los cuales se referirá algunos textos básicos que apuestan por comprender los procesos de conformación de otros espacios migratorios, vinculando movilidades en distintas direcciones y con múltiples efectos, tanto laborales, territoriales, como identitarios (Lara Flores 2008; Sánchez 2008; Saldaña 2008). En estos trabajos se destacan particularmente las experiencias de la migración contemporánea, específicamente en los procesos de vinculación social, el uso del concepto de territorio migratorio utilizado por Lara Flores (2008), el cual se recupera de la obra de Faret (2003) y del trabajo de Alan Tarrius (2000) para referirse a aquel espacio de circulación que se configura a partir de lugares reales e imaginados, en este caso, conformados a través de los desplazamientos múltiples de los jornaleros agrícolas, quienes circulan desde el sureste hacia el noroeste y norte del país –además de hacerlo eventualmente también hacia Estados Unidos–. En este espacio migratorio, caracterizado por constituirse en un lugar de reconocimiento colectivo, se gestan diferentes centralidades sociales (Lara Flores 2008, 21-23). Este concepto de territorio migratorio ha hecho posible articular en un mismo estudio las experiencias de las migraciones internas y las migraciones internacionales desde México.
Para otro tipo de aportes se puede leer trabajos como el de Martínez y De la Peña (2004), donde se analiza comparativamente la migración interna contemporánea con el objetivo de entender los procesos de construcción de fronteras simbólicas –a la manera de Barth (1969)– y dar cuenta de la construcción social de la pertenencia y la identidad (étnica y religiosa) más allá de los referentes territoriales. Para tal fin, los autores recuperan el concepto de comunidad moral de Cohen (2000). Este tipo de estudios que apuestan por identificar los efectos de las migraciones internas contemporáneas a partir de las implicaciones del concepto de comunidad moral, clásico de la antropología, y dialogan indudablemente con los estudios sobre comunidades transnacionales (Nagengast y Kearney 1990; Kearney 1995; Besserer 1999 y 2004; Levitt 1999; Besserer y Gil 2008), una de las vertientes de la perspectiva transnacional de mayor desarrollo e influencia en México. Las migraciones internacionales contemporáneas han mostrado una tendencia similar a los estudios de la migración campo-ciudad realizados en las décadas previas, pero ahora con el desafío de comprender cómo se reconstituyen los sentidos de pertenencia en los contextos de la globalización.
Se reconoce que las migraciones suponen diversas movilidades a través de los circuitos e involucran también movimientos de bienes, referentes sociales y culturales que son útiles para entender la lógica de la circulación y la vinculación de los migrantes tanto internos como internacionales y, consecuentemente, comprender también sus formas de relación con los familiares asentados en los lugares que se interconectan a través de los circuitos, lo cual permite avanzar en la identificación de los puntos de contacto entre la migración interna y la internacional, y comprender desde allí cómo se configuran los circuitos migratorios contemporáneos.
Palabras finales
La revisión selectiva de literatura en torno a los estudios sobre las migraciones internas en México, así como la reseña de algunos de sus aportes al campo de investigación sobre la migración de mexicanos a Estados Unidos no tiene la pretensión de exhaustividad, mucho menos se trata de reconstruir un campo de estudio vasto y fructífero como el de los estudios de las migraciones mexicanas. Por el contrario, se reconoce que contribuciones relevantes y aproximaciones analíticas desde las cuales se han realizado investigaciones en este campo están ausentes. Todo esfuerzo por reconstruir un campo es siempre parcial y necesariamente se encuentra acotado por la mirada de quien escribe, su posición en el campo, su formación disciplinaria y sus limitaciones personales. En suma, este artículo constituye –en palabras de Pierre Bourdieu– “una posición, un punto (principio de un punto de vista) en un espacio social que no es más que el campo de producción dentro del cual está situado el autor” (Bourdieu 1999, 117).
No obstante, este recorrido por la literatura ha hecho posible identificar algunos eslabones o puntos de contacto a partir de varios conceptos y debates comunes en relación con ciertas categorías, perspectivas analíticas y preguntas compartidas entre los estudios de las migraciones internas en México y los estudios sobre la migración de mexicanos a Estados Unidos. Así, una veta que se ha explorado a lo largo de este artículo se relaciona a las modalidades que adquiere la construcción de los vínculos sociales y sus estrategias de aproximación analítica. De igual forma, en este trayecto se han identificado algunos de los mecanismos a través de los cuales se generan procesos de vinculación social y se gestan arreglos sociales específicos, como correlato de los cambios y las transformaciones asociados con los procesos históricos, las experiencias y los espacios ligados a las movilidades contemporáneas.
Finalmente este artículo ofrece una lectura posicionada en la academia mexicana en torno a la formación de un campo de estudio sobre el proceso migratorio entre México y Estados Unidos. Primero, es una mirada frente al espejo donde el reflejo implica también reflexividad, reinterpretaciones y apropiaciones de las perspectivas desde las cuales se hace investigación en el campo, de los aportes e intercambios resultantes entre distintas academias, miradas también posicionadas sea desde la centralidad de los países receptores de migrantes, esto es desde Estados Unidos y desde nuestro lugar, donde también se visualiza dinámicas internas a escala nacional, interconectadas necesariamente con procesos de desigualdad y transformaciones sociales en otra escala. Probablemente por estos motivos es que en la academia mexicana y específicamente en el campo de las migraciones aún se sigue buscando interconectar las lógicas de las movilidades internas a las de las migraciones internacionales, para comprender cómo se entrelazan también las desigualdades estructurales que luego se articulan y potencian la vulnerabilidad de los migrantes mexicanos en Estados Unidos, sobre todo de los migrantes indocumentados que hoy se ven amenazados por los regímenes migratorios signados por las deportaciones. Aún más, las preguntas persisten: ¿qué mecanismos societales hacen posible estas modalidades de interconexión? ¿Qué transformaciones se han experimentado a lo largo del tiempo? En este momento histórico, enhebrado a un régimen de la movilidad global, ¿qué otras modalidades de vinculación y qué arreglos sociales se gestan en esos contextos migratorios donde las fronteras geográficas se refuerzan mediante la militarización?
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