Íconos. Revista de Ciencias Sociales

Núm 61. Junio 2018, pp. 11-32, ISSN (on-line) 1390-8065

DOI: 10.17141/iconos.61.2018.3020

DOSSIER

 

Hacia una reapropiación de la geografía crítica en América Latina. Presentación del dossier

Towards a Re-appropriation of Critical Geography for Latin America. Introduction to Dossier

Rumo a uma reapropriação de geografia crítica na América Latina. Apresentação do dossiê

 

Sofía Zaragocin-Carvajal*

Melissa Moreano-Venegas**

Soledad Álvarez-Velasco***

 

* PhD en Geografía, Universidad de Cambridge, Reino Unido. Investigadora del Departamento Interdisciplinario ''Espacio y Población'' de la Universidad de Cuenca. Grupo de Investigación en Población y Desarrollo Local Sustentable (PYDLOS), Ecuador. sofia.zaragocin@gmail.com.

** PhD en Geografía, King's College London, Reino Unido. Docente e investigadora de la Universidad Andina Simón Bolívar Ecuador e integrante del Colectivo de Geografía Crítica del Ecuador. mel.moreano@gmail.com

*** PhD en Geografía, King's College London, Reino Unido. savgesoil@gmail.com

 

Recibido: 09 de Septiembre de 2017; Aprobado: 28 de Febrero de 2018

 


Resumen

Este artículo repasa de manera sucinta los debates en los que converge la geografía crítica en las tradiciones latinoamericanas y anglosajonas, así como las principales líneas de discusión en ecología política; geografía feminista; geografía poscolonial y de colonial; y geografía de la movilidad y las migraciones, con el afán de contribuir a delinear una geografía crítica latinoamericana. Además, se indaga en torno a por qué ciertas líneas investigativas han tenido mayor o menor acogida en la región, con énfasis en la importancia de abrir un diálogo transnacional que, con base en investigaciones críticas locales, retroalimente, cuestione, proponga nuevas vías en la producción de conocimiento geográfico desde, en y sobre la región y, en línea con la teoría crítica, se comprometa con las luchas políticas y territoriales en América Latina.

Descriptores: geografía crítica; geografía feminista; ecología política; geografía de la movilidad y las migraciones; geografía de colonial.

 

Abstract

This article attempts to review and synthesise the main debates in critical geography across both the Latin American and Anglo-Saxon traditions. By reviewing the main theoretical approaches including from political ecology, feminist geography, post-colonial and de-colonial approaches and the geography of motilities and migration, the aim of this article is to delineate a pan-Latin American approach to critical geography. We also consider why some approaches and topics have received greater or lesser attention in Latin American scholarship. Finally, we emphasize the importance of establishing a new transnational dialogue based on regionally situated critical research that questions and proposes new pathways in the production of knowledge from and about the region. We suggest this approach be nested in critical theory and committed to local political and territorial struggles.

Keywords: critical geography; feminist geography; political ecology; geography of motilities and migration; de colonial geography.

 

Resumo

Este artigo revisa brevemente os debates em que converge a geografia crítica nas tradições latino-americanas e anglo-saxãs, bem como as principais linhas de discussão na ecologia política; geografia feminista; geografia pós-colonial e decolonial; e geografia da mobilidade e das migrações, com o objetivo de contribuir para delinear uma geografia crítica latino-americana. Além disso, se questiona sobre o porquê certas linhas de pesquisa receberam mais ou menos acolhimento na região, com ênfase na importância de abrir um diálogo transnacional que, com base em investigações críticas locais, retroalimente, questione e proponha novos caminhos na produção do conhecimento geográfico desde, na e sobre a região e, de acordo com a teoria crítica, se comprometa com as lutas políticas e territoriais na América Latina.

Descritores: geografia crítica; geografia feminista; ecologia política; geografia da mobilidade e das migrações; geografia decolonial.


 

 

Introducción

Que la convocatoria a participar en un dossier sobre geografía crítica en Latinoamérica provenga desde Íconos. Revista de Ciencias Sociales -publicación de ciencias sociales para América Latina con sede en Quito, Ecuador- tiene un sentido situado. Desde un país que hasta ahora ha tenido muy poca presencia en los debates en torno a esta disciplina, esperamos suscitar reflexiones sobre algunas temáticas que han sido menos investigadas en la geografía crítica latinoamericana. Tal es el caso de las geografías de la movilidad y la migración, las geografías feministas, pos y decoloniales, y la ecología política.1 De ahí que esta convocatoria haya procurado indagar empíricamente cuáles son las principales preguntas, discusiones, enfoques teóricos y metodológicos que, desde esas cuatro líneas de investigación, tienen lugar en la región.

Es innegable que existen tensiones irresueltas que deben señalarse a la hora de presentar un dossier sobre geografía crítica para una región delineada geográficamente. La primera es reconocer que hacer un llamado a la producción académica sobre una región específica contradice la concepción del espacio relacional y niega de algún modo las críticas sobre el espacio concebido como territorio autocontenido y fijo (Agnew 1994). La segunda es que escribir sobre áreas geográficas (como estudios latinoamericanos, estudios andinos, entre otros) ha sido altamente cuestionado por su legado colonial (Finn y Hanson 2017), en particular porque Latinoamérica es un espacio producido discursivamente desde la diferencia y el legado colonial (Mignolo 2005). La tercera tensión surge del flujo y producción de conocimiento desde diferentes tradiciones intelectuales (no homogéneas), en particular entre la diversa tradición geográfica anglosajona, la francesa, la española y las escuelas latinoamericanas (brasileña, mexicana, colombiana, argentina), con otros lugares donde una tradición de geografía crítica parecería ausente aun cuando los debates sobre territorio y las luchas territoriales son prolíficos.

Surgen así algunas interrogantes: ¿cuál enfoque geográfico priorizamos?, ¿desde qué enfoque de la geografía crítica nos posicionamos?, ¿es posible o deseable hablar de una geografía crítica en América Latina?, ¿cómo se “traducen”, se reinterpretan, se cuestionan y resignifican las contribuciones hechas en otras latitudes en América Latina?

Estas preguntas están inmersas en debates regionales y globales frente al giro decolonial de la geografía crítica anglosajona y el aporte de la geografía crítica latinoamericana (Finn y Hanson 2017). En este marco de reflexión, tres objetivos motivan este dossier: 1) resaltar una pluralidad de voces y argumentaciones teóricas que han estado ausentes en la geografía crítica latinoamericana; 2) priorizar lugares de producción académica en los cuales no existe una tradición de geografía crítica de larga trayectoria; y 3) repasar las contribuciones teóricas sobre discusiones geográficas críticas clave relacionadas con las cuatro líneas de investigación geográficas previamente señaladas de las cuales no hay mayor producción académica en la región.

Sin el afán de ser exhaustivas, a continuación, hacemos un repaso sucinto de los debates en los que converge la geografía crítica en las tradiciones latinoamericanas con la geografía crítica anglosajona, seguida por una revisión de los principales debates que se dan actualmente en la ecología política, la geografía feminista, la geografía poscolonial y de colonial, y la geografía de la movilidad y de las migraciones, con el fin de delinear una geografía crítica latinoamericana.

 

Geografía crítica: entre los debates anglosajones y los latinoamericanos

La geografía humana -en particular la británica y la francesa- surge como disciplina en Europa a mediados del siglo XIX (Bauder y Engel-Di Mauro 2008). Desde entonces ha ejercido una influencia importante en la geografía latinoamericana y, a pesar de su desarrollo teórico-metodológico heterogéneo (Urquijo Torres y Bocco Verdinelli 2015), ha ido abriéndose camino en la región. México, Argentina y Colombia, por ejemplo, se han posicionado junto con Brasil como centros prolíficos con el mayor número de departamentos especializados, investigaciones y publicaciones (Urquijo Torres y Bocco Verdinelli 2015).2 La escuela brasileña, quizás el más antiguo y consolidado polo de producción de pensamiento geográfico en la región, ha tenido su propio desarrollo con la denominada “nueva” geografía brasileña, influenciada por la geografía crítica francesa (Melgaço y Prouse 2017). Sus debates, determinados por la experiencia de la movilización social y las luchas por la tierra, han profundizado de manera importante en la comprensión del territorio como el producto de las relaciones de poder expresadas como territorialidades que pretenden imprimirse en el terreno (Mançano Fernandes 2005; Haesbeaert 2007; 2011), cuestionando así la hegemonía del Estado nación como único productor de territorio (Santos 1978).

El vuelco hacia la geografía crítica en Latinoamérica se da en consonancia con lo sucedido en las academias del norte global (Agnew y Duncan 1989; Ramírez Velásquez 2011). Es entre las décadas de 1970 y 1980 que ésta se radicaliza, adoptando un enfoque teórico-metodológico interdisciplinario, nutriéndose de la antropología y su método etnográfico, de la sociología, los estudios poscoloniales, feministas, entre tantos otros, para revisar y cuestionar tendencias neopositivistas del pensamiento geográfico tradicional y politizar la comprensión histórica y social del mundo en su contemporaneidad. En la construcción de este campo teórico, la influencia del mar xismo y su método investigativo tiene directa injerencia. Para muestra, la influencia de Henri Lefebvre ha sido determinante para desnaturalizar la concepción del espacio como un contenedor a priori de relaciones sociales y apelar más bien al proceso de producción espacial (Lefebvre 1991 [1974]).

El giro crítico de la geografía también ha implicado un cuestionamiento abierto al modo en que el espacio históricamente ha sido y es representado. Los mapas -“instrumento[s] tan apreciado[s] por los geógrafos”, como señala Porto-Gonçalves (2001, 5)- han creado una única imagen fija del espacio geopolítico. No obstante, en ese giro crítico, varios geógrafos (Harley 1989; Harvey 2004 [1990]; 2006; Porto-Gonçalves 2001) han asumido la tarea de deconstruirlos evidenciando cómo estos han sido instrumentos de poder que crean una realidad que aparece como natural. Esta última característica es de suma importancia para América Latina, donde la geografía fue entendida como la “simple” confección de mapas relacionada con una apremiante necesidad de planificación y control territorial en estrecha vinculación con la esfera militar y desde un enfoque reduccionista de gestión territorial (Colectivo de Geografía Crítica 2017).

La crítica a la producción y representación del espacio ha sido la base del giro geográfico, así como la concepción materialista de la historia. Directamente influidos por el método analítico propuesto por Marx (2008 [1868]), geógrafos anglosajones críticos -siendo David Harvey uno de sus mayores exponentes- incorporan el “materialismo histórico-geográfico” (Harvey 2006). Así, se plantea una premisa metodológica: cualquier aproximación investigativa habría de tener un anclaje histórico y estar localizada espacialmente para comprender entonces la formación histórica y social de las problemáticas analizadas, así como la interconexión y articulación entre procesos locales y globales que son parte del sistema-mundo (Wallerstein 1979).

En esta línea, las profundas diferencias espaciales entre regiones geográficas y al interior de las mismas, o desarrollo geográfico desigual (Harvey 2006; 2005; Smith (2008 [1984]) , dejan así de comprenderse como “órdenes naturales” y emergen como producto de relaciones históricas de poder desigual propias del patrón de producción capitalista, que se acumula y transforma en el tiempo. Esa histórica organización espacial multiescalar, cuyo sino es la acumulación por desposesión (Harvey 2005), tiene efectos en las relaciones políticas locales-globales, en la reconfiguración de espacios rurales-urbanos, en la producción social de la naturaleza, en las relaciones de género e institucionales, y en general en todas las relaciones cotidianas (Smith 2008 [1984]; Harvey 2006; Massey 2005; Brenner 2013).

En sintonía, en América Latina se dio una importante discusión teórica y política en torno al rol que la región cumple en el sistema-mundo como resultado del desarrollo geográfico desigual (Ramírez Velásquez 2011). Esa prolífica discusión, que se propagó en la región desde finales de la década de 1970, no vino necesariamente desde la geografía, como es el caso británico o francés, sino desde otras disciplinas como la sociología o la economía, con los importantes aportes de la teoría de la dependencia latinoamericana, el intercambio desigual, las relaciones centro-periferia, desarrollo-subdesarrollo y reconfiguración espacial urbana (Quijano 1968; Marini 1973; Velasco 1972).

Cabe señalar que al interior de la disciplina han existido tensiones históricas entre diferentes ramas, por ejemplo, la geografía feminista y la marxista, que llaman la atención sobre la dominancia de ciertas meganarrativas y discursos dogmáticos que invisibilizan a otras líneas de pensamiento y conocimientos situados. A su vez, han surgido las geografías de la negritud y la geografía decolonial que cuestionan la “blancura insoportable de la geografía” (Derickson 2016).3 El debate se centra en evidenciar la co-producción de espacialidades e identidades relacionadas con prácticas discriminatorias desde el poder patriarcal, racista y capitalista que resulta en desigualdades sociales, injusticias espaciales y procesos de muerte lenta (tanto espaciales como corporales) (McKittrick 2006). En América Latina, la Red GeoRaizAl propone una geografía crítica propia que busca la descolonización de los orígenes eurocéntricos de la geografía crítica contemporánea y, al mismo tiempo, que resalte las geografías indígenas, campesinas y afros existentes en la región (Ramírez Velásquez 2011). También, marxista ha sido la que mayor recepción ha tenido. De hecho, parte de la obra de David Harvey ha sido quizá la de mayor acogida, en gran medida también a que varias de sus obras han sido traducidas al español, permitiendo así una amplia difusión y crítica tanto en la academia latinoamericana como entre organizaciones sociales, colectivos y redes que han incursionado en ese debate. A pesar de ello, la producción académica sobre otros temas críticos ha quedado más bien relegada.

Así, con el ánimo de estimular un debate situado, pero sin pretender ser exhaustivas, a continuación hacemos una revisión sucinta de cuatro líneas investigativas geográficas bajo las cuales se enmarcan las contribuciones de este dossier y que, creemos, dan cuenta a la vez de cuatro de las problemáticas histórico-políticas más complejas a nivel regional: 1) ecología política; 2) geografías feministas; 3) geografías poscoloniales y decoloniales; y 4) geografía de la movilidad y de las migraciones. La revisión de cada línea recoge los debates contemporáneos en América Latina y que dialogan, en mayor o menor grado, con la producción académica anglosajona.

 

Ecología política

La ecología política dentro de la geografía humana nace como una ciencia crítica que resalta las relaciones de poder que producen el cambio ambiental y las socionaturalezas (Biersack y Greenberg 2006; Swyngedouw 2015). En América Latina la ecología política se centra en la explicación de los conflictos socioambientales, en diálogo con “las perspectivas locales de los pueblos indígenas” (Ulloa 2015, 321). Así, ha producido lecturas ambientalistas de la teoría marxista (Leff 1994; Alimonda 2007); lecturas políticas de los postulados de la ecología cultural y la ecología humana (Leff 2002; Toledo 1999); análisis de los conflictos socioambientales entendidos como resultado de relaciones de poder poscoloniales (Escobar 1995; 2008; Alimonda 2006), o de la desigualdad en la distribución de los costos y los beneficios del capitalismo (Martínez-Alier 2002). Una línea todavía marginalizada es la ecología política feminista, que tensiona los estu dios sobre ambiente y género (Rocheleau et al. 1996; Rocheleau 2015).

A diferencia de la ecología política anglosajona, en América Latina la disciplina se ha desarrollado más cercana a la antropología y la economía ecológica que a la geografía crítica, y de manera fundamental se nutre del trabajo realizado por académicos cercanos a los movimientos sociales y por militantes de los movimientos ecologistas (Moreano et al. 2017). En ese sentido, la convocatoria a este dossier buscó particularmente acercar la ecología política latinoamericana a la geografía crítica -latinoamericana y anglosajona-, y, sobre todo, a las prolíficas reflexiones que se están dando en la región en torno a los conceptos de “territorio” y “naturaleza”.4

La vertiente decolonial de la ecología política, por ejemplo, postula que la naturaleza es un espacio subalternizado (Cajigas-Rotundo 2007), u objeto colonial (Machado 2010), vinculado con una “racionalidad ambiental” propia de los pueblos de América Latina, que fue subalternizado por la racionalidad moderna hegemónica (Machado 2009; 2012; Leff 2015). En esta misma línea el territorio es un lugar o espacio subalternizado (ver por ejemplo Escobar 2001; 2008). Por su lado, la ecología política latinoamericana que se centra en el análisis de los conflictos socioambientales como conflictos ecológico-distributivos y de desbalance del metabolismo social (Latorre et al. 2015; Aliste y Stamm 2016) destaca la defensa de los territorios campesinos e indígenas frente al llamado “neoextractivismo” (Gudynas 2010). Esta línea ha copado gran parte de la producción académica y activista (ver por ejemplo Alimonda 2011; 2015; Machado 2012; Delgado-Ramos 2013; Bravo et al. 2017). El territorio es asumido así como el lugar desde donde emergen las alternativas al desarrollo extractivista (Rochelau 2015; Aliste y Stamm 2016; Silveira et al. 2017).

Nuevos aportes más cercanos a la geografía crítica destacan la geografía desigual de los conflictos socioambientales y problematizan la ubicación de América Latina como proveedora de recursos naturales para el marcado global (Ulloa 2014a; Wilson y Bayón 2017); denuncian los impactos interdependientes sobre los cuerpos y sobre la tierra/territorio de la industria extractiva (Colectivo Miradas Críticas del Territorio desde el Feminismo 2014); critican a la geografía positivista que llama a “ordenar” los territorios (Asher y Ojeda 2009), al ambientalismo hegemónico (Ojeda 2012; Bravo y Moreano 2015), a la analogía mujer/naturaleza y a la producción capitalista de na turaleza (Ulloa 2014b), trabajo que converge con las preocupaciones de la geografía feminista.

La crítica al ambientalismo hegemónico y el debate sobre socionaturalezas es central en la geografía crítica y ecología política anglosajonas.5 Sin embargo, en nuestra región, más allá del aporte del ecologismo popular (Guha y Martínez-Alier 1997; Martínez-Alier 2002), el debate en torno al ambientalismo es escaso, aun cuando la región es fecunda en movimientos ecologistas. Asimismo, la discusión acerca del concepto de naturaleza no llega a cuestionarlo, sino que critica la dicotomía moderna entre cultura y naturaleza (Escobar 1999; 2007) y la noción hegemónica de progreso/desarrollo (Alimonda 2011; Gudynas 2015; 2016), proponiendo un proceso de decolonización étnica y de género que reconozca las diferentes racionalidades y espiritualidades asociadas con las diversas naturalezas subordinadas (Leff 2002; Ulloa 2014a). Vemos aquí un diálogo naciente entre la ecología política y los postulados de las geografías feministas y decoloniales, que el llamado a este dossier buscó convocar.

 

Geografías feministas

La visión masculina y androcéntrica dominante en la geografía crítica latinoamericana ha sido cuestionada por geógrafas feministas desde hace tiempo atrás (Sundberg 2003; Ibarra García y Escamilla-Herrera 2016; Pearson y Crane 2017). Frente a esta barrera epistémica, en América Latina se han dado por lo menos dos niveles de análisis conceptuales entre espacio, lugar, escala, cuerpo, territorio, género, sexualidad y feminismos. Estos dos niveles se pueden resumir en tradiciones autodenominadas como geografías de género o feministas en Brasil, Argentina y México, y la otra, como debates feministas sobre territorio presentes en Colombia, Ecuador, Guatemala y Bolivia, a las que haremos referencia a continuación.6 Sin duda estas discusiones conceptuales no están definidas por delineamientos territoriales, sino que las ideas viajan cambiando su sentido. Por ejemplo, el diálogo entre las geografías feministas o de género latinoamericanas con los debates feministas sobre territorio en la región aún es limitado. Con las geografías feministas anglosajonas ha habido mayor acercamiento desde las geografías brasileras, mexicanas y argentinas que desde los debates feministas sobre el territorio en el resto de América Latina. En suma, hay varios niveles de interrelación conceptuales entre las geografías feministas anglosajonas, las geografías feministas latinoamericanas y debates feministas sobre territorio en la región.7

La producción académica de la geografía feminista y de género en América Latina ha sido dominada por las tradiciones intelectuales de la geografía crítica en Brasil y Argentina (Veleda da Silva y Lan 2007) con una incipiente tradición en México (Ibarra García y Escamilla-Herrera 2016). Susana Veleda da Silva (2016) menciona que en Brasil el campo goza de 25 años de actividades en investigación y enseñanza, evidenciando una cierta feminización de la geografía brasileña que es visible, por ejemplo, con la presencia de la Revista Latinoamericana de Género y Geografía. Sin embargo, la autora también muestra cómo las geógrafas y la temática de género tienen poca presencia en revistas de geografía en Brasil (Veleda de Silva 2016). En aquí como parte de la discusión de la geografía feminista. Estos debates tienen tres pilares importantes. El primero es su acercamiento a la teoría y praxis sobre la defensa de los territorios y la “teoría encarnada” que relaciona el espacio con los cuerpos, posicionando el cuerpo-tierra-territorialidad como el sitio priorizado de resistencias feministas. Desde esta postura parten diferentes conceptualizaciones como el cuerpo-tierra (Cabnal 2010), el cuerpo-territorio (Cruz Hernández 2016; Colectivo Miradas Críticas del Territorio desde el Feminismo 2014), el territorio-cuerpo-tierra (Sweet y Ortiz Escalante 2017), y cuestionamientos sobre si el territorio tiene género (Ruales y Zaragocin en prensa). El segundo pilar de estos debates es el acercamiento a los feminismos comunitarios y decoloniales inspirados en los trabajos de Julieta Paredes (2008) y Lorena Cabnal (2010), con propuestas sobre la masculinización y (re) patriarcalización de los territorios, partiendo de la experiencia de violencia de género y extractivismos en las luchas territoriales contemporáneas en la región (Colectivo Miradas Críticas del Territorio desde el Feminismo 2014; Ulloa 2016; Cruz Hernández 2016). Estas discusiones siguen un planteamiento que se repite constantemente en la región: que el extractivismo reconfigura y transforma las re laciones de género y las relaciones económicas de la población (Colectivo Miradas Críticas del Territorio desde el Feminismo 2014; Jenkins 2015; Ulloa 2016). La correlación entre el aumento de la violencia de género en el territorio y el cambio de las relaciones de género ha sido una de las discusiones más visibles en relación con el extractivismo, con varias propuestas sobre la mesa que finalmente cuestionan narrativas lineales de mujer-territorio-violencia de género-victimización. El tercer pilar es el trabajo realizado desde o en colaboración con colectivos de geografía crítica y feministas en la región que están realizando cartografías críticas resaltando la violencia de género, como el femicidio y la criminalización del aborto.8

Un diálogo entre las perspectivas sobre cuerpo-tierra y cuerpo-territorio con las geografías feministas del norte global que han priorizado el análisis a la escala del cuerpo es fundamental. Un diálogo que además resalte la interseccionalidad en el espacio (Rodó-de-Zárate 2014), entendida por cómo se relaciona la desigualdad social y la diversidad identitaria en la co-constitución de identidades y espacios, con claros aportes críticos sobre la injusticia espacial, la estructura espacial de la supremacía blanca y alternativas espaciales desde feminismos negros, indígenas y geografías queer.

 

Geografía poscolonial y decolonial

El legado colonial de la geografía, incluso de la geografía crítica contemporánea, es innegable (Asher 2013; Naylor 2017), y en América Latina ha habido ya llamados a la descolonización de la disciplina (Ramírez Velázquez 2011). A su vez, la teoría decolonial latinoamericana sobre la geopolítica del conocimiento estimuló el giro decolonial de la geografía anglosajona (Radcliffe 2017). Sin embargo, a pesar de incipientes acciones y reflexiones hacia una decolonialidad de la geografía crítica en la región y la utilización de teoría decolonial latinoamericana para impulsar la descolonización de la geografía anglosajona, es notoria la limitada producción de geografía crítica poscolonial o decolonial desde América Latina. Cabe entonces preguntarnos hasta qué punto el giro decolonial que ocurre hoy en la geografía crítica anglosajona se produce también en Latinoamérica. La convocatoria a este dossier buscó sanar esta duda.

Las geografías anglosajonas de influencia poscolonial y decolonial que estudian Latinoamérica han priorizado las geografías del desarrollo (Escobar 2008; Asher 2013, Radcliffe 2015; Mollet 2016) y las geografías feministas (Sundberg 2003; García-Ramón 2016; Naylor 2017; Zaragocin en prensa).9 Desde estos dos campos se ha propuesto una pluralidad de ontologías espaciales que visibilicen otros espacios-tiempos, así como identidades y dimensiones espaciales que quedan fuera del enfoque colonial, blanco y occidental que predomina en la geografía crítica. Estas otras onto logías espaciales desde la poscolonialidad y decolonialidad reflejan los espacios-sub jetividades marginados que promueven un sentido y uso político del lugar (Escobar 2008), procesos fronterizos desde espacialidades y nociones de soberanía indígena (Oslender 2002), ontologías espaciales que incluyen lo no-humano como maneras de descolonizar la construcción del conocimiento geográfico (Sundberg 2014) y el acaparamiento de tierras en relación con el pensamiento crítico racial y poscolonial (Mollet 2016). Finalmente también han habido algunas convergencias conceptuales entre las geografías de género y feministas con marcos críticos de colonialidad (incluyendo a la colonialidad de colonos),10 en temas como la interseccionalidad en geografías poscoloniales (Radcliffe 2015) y propuestas de geografía feminista decolonial (Zaragocin 2017) que unifican la teoría de la decolonialidad, feminista e indígena, con líneas de geografía crítica para Latinoamérica.

 

Geografía de la movilidad y geografía de las migraciones

En América Latina, las líneas investigativas de la geografía de la movilidad han sido indagadas fundamentalmente desde la historia, la sociología y la antropología, o desde campos interdisciplinarios como los estudios urbanos o los estudios migratorios, pero no desde un campo disciplinario específico dentro de la geografía humana. La “escasa y fragmentada” producción latinoamericana dentro de la geografía de la movilidad posiblemente se explique por la falta de traducciones al español de textos clave que estimulen debates con una tradición que, desde la academia anglosajona, lleva décadas haciendo aportaciones críticas (Zunino Singh 2015, 1-2). Dos casos son relevantes. Por un lado, la Revista Transporte y Territorio, de Argentina, ha impulsado investigaciones sobre el vínculo entre Estado, transporte y territorio (2009); las fronteras y la movilidad (2013); la geografía de la circulación de la energía (2014); y las experiencias de movili dad urbana y género en México, Chile, Brasil, Colombia y Argentina (Jirón y Zunino Singh 2017). Por otro lado, en México han proliferado análisis geográficos sobre circu lación urbana y logísticas del transporte (Casado Izquierdo 2008).

En el mundo anglosajón, aun cuando la teorización sobre la movilidad estaba presente en el quehacer geográfico desde inicios del siglo XX (Cresswell y Merrimam 2011, 1), ésta tendía a concebir el movimiento a través de lugares, territorios y espacios, como si estos fuesen contenedores cercados, des-historizados y des-politizados. En consonancia con el “nuevo paradigma de movilidad” (Sheller y Urry 2006), o “giro a la movilidad” (Urry 2007) en la sociología y la antropología, desde la geografía crítica también se hacen contribuciones clave, como el énfasis en los sujetos y objetos en movimiento, y en las prácticas de movilidad e inmovilidad, concibiéndolas como socialmente producidas (Cresswell 2006; Cresswell y Merrimam 2011). El interés se recentró en la producción de la inmovilidad como proceso histórico, político, social y espacial (Cresswell 2006).

La geografía crítica aporta así con tres entradas teórico-metodológicas entrelazadas para analizar la movilidad: las políticas de la movilidad, las prácticas de la movilidad y los sujetos en movimiento (Cresswell y Merrimam 2011). Desde esa concepción, las prácticas de inmovilidad están en el centro de una “constelación de poder, de creación de identidades, y de micro-geografías de la vida cotidiana” ancladas histórica y geográficamente (Cresswell y Merrimam 2011, 551). Indagar la movilidad implica problematizar la “jerarquía de la movilidad” (Cresswell 2006) que determina quién o qué tiene derecho a moverse y por qué, y el modo en que ese movimiento ocurre o no. La edad, la clase, el género, la pertenencia étnica o la nacionalidad deve lan diferencias estructurales sobre la accesibilidad al movimiento a nivel multiescalar (Cresswell 2006; Zunino Singh 2015).

Dentro de las temáticas abordadas desde la geografía, se ha planteado que la movilidad no sucede en el vacío, sino que es habilitada por tecnologías e infraestructuras para la comunicación y el transporte, o logísticas de la movilidad (Cowen 2014) dentro de las cuales Internet y la telefonía móvil han impactado la producción del espacio social trasnacional digital (Isin y Ruppert 2015). Desde la geografía crítica, el desafío ha sido no fetichizar el espacio digital como un supuesto lugar “democrático”, de libre acceso e inclusión virtual, sino comprenderlo en vínculo con la desigualdad sistémica y con constelaciones de poder que también determinan su producción (Warf 2014; Isin y Ruppert 2015).

Otra de las temáticas de gran interés geográfico ha sido la migración como forma de movilidad humana por excelencia. Si bien la investigación geográfica sobre migración se remonta a finales del siglo XIX (King 2012), es desde finales de 1990 cuando un giro crítico surge. Retomando aportes marxistas, feministas y poscoloniales, varios geógrafos críticos interpretan la “fenomenología de la migración” poniendo en el centro la tensión entre control y movilidad para explicar la reconfiguración espacial (Cresswell 2006; King 2012; Collyer y King 2015). En esta línea resaltamos cuatro entradas teóricas.

Primero, la migración es producto del desarrollo geográfico desigual (King 2012) entendiendo la geografía de las migraciones a la luz del histórico patrón de acumulación capitalista que creó una dependencia estructural entre países y una desigual división internacional del trabajo que define la dirección de los flujos migratorios (Collyer y King 2015; Cohen 2006). Segundo, la geografía de la movilidad historiza la tensión entre control y movilidad, exacerbada por la selectiva apertura fronteriza neoliberal (Sassen 2001; Cresswell 2006). En este nuevo arreglo global, el Estado moderno se arroga el control del ingreso de población en movimiento, construyendo “sujetos fuera de lugar”, entre ellos migrantes (Cresswell 2006). Tercero, de esa tensión se produce una geografía diferenciada de ciudadanía (Blunt 2007), donde la definición de quién se mueve, por qué, cómo y por dónde, determina quién es un ciudadano pleno y quién no. Cuarto, la geografía crítica insiste en la importancia re-historizar y re-politizar la producción de espacios transnacionales (Mitchell 1997) para comprender cómo la tensión entre control y movilidad provoca una “rezonificación” del espacio global (Walters 2011) creando espacios transnacionales en disputa como zonas de frontera en los bordes de fronteras externalizadas; zonas de tránsito (Collyer y King 2015; Mezzadra y Neilson 2013); “territorios de excepción” como campos de refugiados (Solana 2016); o el espacio digital (Gillespie et al. 2016).

Estos aportes geográficos dialogan con una larga y diversa tradición de estudios migratorios latinoamericanos. Queda así un campo abierto para dar cuenta de cómo las contribuciones de la geografía de la movilidad permiten re-historizar y re-politizar la migración latinoamericana y comprenderla como un proceso que articula y transforma el espacio a nivel multiescalar.

 

Los artículos que componen este dossier

A pesar de las limitaciones mencionadas, la convocatoria para producir este dossier sorpresivamente tuvo una gran acogida tanto en el número de artículos recibidos, tópicos de investigación, países latinoamericanos de procedencia y el cruce conceptual entre varias de las cuatro líneas reflexivas. Esto da cuenta del renovado interés que en la región existe por fomentar un debate amplio en torno a la geografía crítica que permita interpretar desde otras claves teórico-metodológicas las conflictivas realidades globales, nacionales y locales que son resentidas y resistidas de diversas formas por hombres y mujeres en nuestro continente.

Entre las cuatro líneas reflexivas propuestas para esta convocatoria, la que más acogida tuvo fue la de ecología política, seguida de la geografía de la movilidad y de las migraciones, y la geografía feminista. La línea de geografía decolonial fue la que menos contribuciones tuvo. Esto creemos que de algún modo refleja una tendencia existente en la región tanto en términos de la tradición intelectual investigativa sobre ciertos tópicos, como por ejemplo las migraciones internacionales o la disputa territorial, y el interés por priorizar reflexiones acerca de la producción espacial desde ciertas entradas conceptuales y no desde otras.

Seis artículos componen el presente dossier. El artículo “Las “otras” geografías en América Latina: alternativas desde los paisajes del pueblo Chatino”, de Geróni mo Barrera de la Torre, se enmarca en la línea de geografía decolonial del dossier al repensar la relación humana y no-humana desde la ontología chatina. Este análisis aporta a las recientes discusiones sobre decolonialidad en la geografía crítica con un pensamiento espacial no-occidental que, a su vez, logra decolonizar una identidad espacial importante para la geografía crítica, como es el paisaje. El autor logra esto implementando una epistemología decolonial en la construcción de conocimiento geográfico y ejemplificando nuevas metodologías posibles para este fin.

Ana María Cerón Cáceres, en su artículo “Geografías de la cocaína: trayectos de mujeres colombianas encarceladas por drogas en Ecuador”, indaga cómo mujeres colombianas encarnan la economía de la coca y la lucha por su control. Este artículo es el resultado de un cruce entre geopolítica feminista (subcampo de la geografía feminista) y geografía de la movilidad a causa del tráfico de cocaína, mostrando además cómo la geografía crítica se beneficia de enfoques interdisciplinarios sobre temáticas complejas y de difícil acceso. La autora logra posicionar el cuerpo como entidad geopolítica que encarna la violencia asociada con el control del tráfico de cocaína que determina el lugar que habita.

En diálogo directo con la geografía de la movilidad y de las migraciones, Rodrigo Parrini Roses y Edith Flores Pérez, en su artículo “El mapa son los otros. Narrativas del viaje de migrantes centroamericanos en la frontera sur de México”, nos invitan a dejar a un lado la simplista comprensión de los mapas como una cartografía impresa en un papel, para adentrarnos en cómo migrantes centroamericanos en tránsito por el corredor México-Estados Unidos crean y recrean “mapas orales” a partir de sus experiencias de movilidad. Analizando sus narrativas, los autores exploran las múltiples formas en que quienes migran ordenan lo inesperado, lo desconocido e indefinido del viaje, conectando lugares y tiempos que de otra forma no estarían vinculados. El artículo da cuenta de cómo, durante los tiempos de espera, los migrantes, aun cuando desconocen los mapas impresos o la forma de leerlos, recrean mapas orales que sirven estratégicamente para cubrir trayectos específicos. Aunque la migración es una experiencia colectiva, los autores enfatizan en que cada viaje es una experiencia singular que representa un gran esfuerzo subjetivo y corporal del que dependen para sostenerse durante un tránsito signado por formas de violencia.

Retomando la discusión propuesta desde la cartografía crítica y abriendo un diálogo directo con la geografía de la movilidad y la decolonial, Joselin Leal Landeros y Alan Rodríguez Valdivia, en “Cartografía social de Chapiquiña: reivindicando los derechos territoriales indígenas en los altos de Arica, Chile”, reflexionan sobre la cartografía social como dispositivo político que permite visualizar otros saberes territoriales no materializados en un mapa. Los autores proponen que, en la construcción colectiva de otras “geo-grafías mentales”, se pueden recuperar otras epistemologías que reivindiquen “el saber local” y sus diversas formas de concebir el espacio, el tiempo y otras interpretaciones particulares del mundo. Leal y Rodríguez argumentan que las conceptualizaciones y representaciones espaciales de los indígenas aymaras cuentan con legados históricos y han quedado invisibilizadas por el Estado chileno. Además, analizan cómo el proceso migratorio hacia Arica no solo se trata de una desterritorialización de las comunidades aymara, sino de un proceso mucho más complejo de translocalización que ha permitido la construcción y reconstrucción del territorio aymara contemporáneo tanto en lo urbano como en lo rural.

En el artículo “Ideologías geográficas y producción de la naturaleza: elementos para pensar la resignación de los bosques frente a la crisis del capital”, Luis Fernando De Matheus y Andrei Cornetta abordan un tópico poco explorado en la geografía crítica y ecología políticas latinoamericanas: la producción de naturaleza. Utilizando el aparataje analítico marxista, los autores aportan a los debates actuales sobre “naturaleza” que se dan en la región, acentuando el proceso de producción en contraposición con la tesis, más difundida, de la dominación. El acento no es menor, pues al dibujar una geografía de la producción capitalista de naturaleza abren la posibilidad de analizar y transformar tal modo de producción. En sintonía además con la crítica de la ecología política latinoamericana, los autores presentan a la naturaleza conservada en Brasil y Chile como una estrategia de acumulación aupada por ideologías geográficas que definen espacios prístinos.

Finalmente, “Pueblo de papel: la producción social del territorio en el poblado industrial de Atenquique, México”, artículo de Alejandro Ponce de León Pagaza, nos adentra en la producción del territorio en Atenquique, México, un espacio marcado por las crisis cíclicas del capital plasmadas en una fábrica de papel. Siguiendo el criterio fundacional de la geografía crítica, el autor asume que el espacio influye en el modo de producción histórico y, al mismo tiempo, es su producto. El artículo examina las transformaciones territoriales ocurridas con el surgimiento de la fase más cruenta del capitalismo, el neoliberalismo, y realiza un análisis multiescalar en donde el territorio inmediato moldeado por la presencia de la fábrica papelera se inserta en el análisis más amplio de la implantación del neoliberalismo en el territorio mexicano.

 

Al cierre

Coincidimos con Blanca Ramírez Velásquez (2011) cuando afirma que la producción geográfica que emerja desde América Latina no puede desprenderse de otras corrientes de geografía crítica producidas en otras partes del mundo. Sí puede, sin embargo, a partir de su propia historia y experiencia localizada, contribuir potencialmente en una revisión crítica y un análisis interdisciplinario que aporte a la comprensión de la producción del espacio y de la obscena desigualdad geográfica global. El sentido de la reflexión crítica no es hacer a un lado a las tradiciones que han influido en la geografía en el continente, sino crear y consolidar sobre esas tradiciones un pensamiento que nos permita repensarnos críticamente. En ese sentido, reconociendo que queda mucho por preguntarse e investigar para consolidar una rama de pensamiento geográfico crítico propio, la producción académica por venir habría de localizarse espacial e históricamente en un continente signado por la desigualdad estructural, con hondos legados coloniales irresueltos, que cumple un rol dentro de la economía-mundo que mina considerablemente sus recursos naturales, y en donde procesos sociales propios como los históricos movimientos migratorios, feministas, ambientalistas e indígenas resienten el poder en múltiples escalas.

Si bien el sentido de este dossier es revisitar las principales contribuciones de la geografía crítica, también es abrir un diálogo transnacional que, con base en investigaciones críticas locales, retroalimente, cuestione, proponga nuevas vías en la producción de conocimiento geográfico desde la región y, en línea con la teoría crítica, se comprometa con las luchas territoriales. Haciendo eco del llamado de Edward Said (1983), el sentido está entonces en impulsar que ideas, conceptos y teorías geográficas producidas sobre, desde y en América Latina viajen, se reinterpreten y sean reapropiadas en nuestra región.

 

Notas

1 Las tres autoras que coordinamos este dossier nos formamos en la tradición intelectual británica de la geografía crítica. Al volver a Ecuador, nos hemos encontrado con la tarea de reinsertarnos en el mundo académico donde la perspectiva de la geografía crítica no está institucionalizada como un campo de estudio en las universidades del país. Esta publicación nace en una coyuntura particular de renovado interés académico y en la cual Ecuador ha sido sede de varias conferencias de geografía crítica durante el año 2017 y será la sede del Encuentro de Geógrafos de América Latina (EGAL) en 2019.

2 Para una revisión minuciosa del estado del arte del pensamiento geográfico en América Latina, ver

3 En este tema, ver el manifiesto sobre la composición racial y de género en los paneles de la Asociación de Geografía de Estados Unidos (AAG):

4 Ver el trabajo de

5 Sobre la crítica al ambientalismo hegemónico neoliberal, “de mercado”, ver, por ejemplo: Bakker 2015; McAfee 2016. Sobre el debate acerca de “socionaturalezas”, ver, por ejemplo:

6 La geografía de género también está presente en la academia colombiana. Sin embargo, al momento de escribir este artículo no había una recopilación de la geografía de género en ese país. Astrid Ulloa publicará en 2018 un artículo sobre la situación de la geografía de género en Colombia en el número conmemorativo por los 25 años de la revista Gender, Place and Culture, coordinado por Sofía Zaragocin.

7 La Red de Estudios de Geografía, Género y Sexualidades Ibero Latino-Americana (REGGSILA) tiene el objetivo de consolidar la presencia de temas relacionados con el género y las sexualidades en la formación de la educación superior en geografía.

8 Ver el trabajo del Colectivo de Geografía Crítica del Ecuador:

9 El giro decolonial en la geografía anglosajona se evidencia en que la Royal Geographic Society (la asociación de geografía británica) haya dedicado su conferencia anual de 2017 a la decolonización del pensamiento geográfico. Revistas como Transactions y Political Geography también han enfocado sus recientes ediciones a la descolonización de la geografía crítica.

10 Nuestra traducción de “settler colonialism” en inglés.

 

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