1. Introducción
Desde finales del siglo XX, la investigación comparada había detectado un incremento sostenido en la insatisfacción de la ciudadanía con los gobiernos y las instituciones políticas de las democracias contemporáneas (Norris 1999; Dalton 2004). Sin restar importancia a esas expresiones de descontento, los especialistas identificaron una transformación en la relación de la ciudadanía con los sistemas políticos. Como correlato de múltiples cambios sociales, las expectativas de la ciudadanía se habían vuelto más exigentes y críticas (Dalton 2005). La clave de este cambio es que las personas podían sentirse insatisfechas y desconfiar de sus gobiernos, pero no habían dejado de dar su respaldo a la democracia ni a sus instituciones (Welzel y Dalton 2014; Norris 2011a). Estudios recientes han encontrado un panorama diferente: el apoyo a la democracia sí parece estar reduciéndose, aún en las democracias establecidas (Foa y Mounk 2017 y 2016). Un correlato de este giro está representado por el ascenso mundial de líderes de extrema izquierda y derecha, populistas y partidos o movimientos antisistema. Ante estas circunstancias, Foa y Munck (2017 y 2016) han alertado del riesgo de que la desconexión y el desapego hacia la democracia constituya el preludio de procesos de “desconsolidación” de los regímenes democráticos, por más que estos parezcan firmemente establecidos.
¿Cuál es la situación en América Latina? Algunas de las organizaciones especializadas en la investigación de opinión pública más influyentes de la región coinciden en señalar que ha aumentado el descontento, la insatisfacción ciudadana y la desconfianza hacia las instituciones políticas (LAPOP 2017; Latinobarómetro 2017 y 2018). ¿En qué consiste esta tendencia? ¿Se ha incrementado efectivamente el rechazo a la democracia y la popularidad de las alternativas autoritarias? ¿Qué tanto esta tendencia representa un riesgo de desconsolidación de las democracias latinoamericanas?
Este estudio contribuye a ampliar el conocimiento que se tiene del apoyo y el desapego hacia la democracia en América Latina. En esta región, en promedio, la proporción de ciudadanos que descartan que la democracia sea el régimen político ideal se acerca cada vez más a la mitad de la población. Sin embargo, con base en los datos agrupados de cuatro encuestas consecutivas de la Corporación Latinobarómetro, 1 este trabajo muestra que la expresión de desapego hacia la democracia en la que se registra un aumento no es la preferencia por autoritarismo, sino la indiferencia política: cuando a los individuos “les da lo mismo” un sistema que otro. El análisis revela que la ciudadanía que se declara indiferente se encuentra insatisfecha con la economía del país, la distribución del ingreso y el trabajo que realiza el presidente. Es más probable, asimismo, que confíen menos en los demás, que sean mujeres, personas jóvenes, que tengan un bajo nivel educativo o que tengan un menor bienestar en el hogar. Estos resultados sugieren que la idea abstracta de la democracia, para un extenso número de latinoamericanos, es un referente ajeno y con poca trascendencia real en su vida cotidiana.
El presente trabajo está organizado de la siguiente manera: en la primera sección se discute la importancia de analizar el desapego ciudadano hacia la democracia. En la segunda se presenta información del tipo de régimen que prefiere la ciudadanía en América Latina. Las siguientes secciones desarrollan, respectivamente, el diseño metodológico del estudio y el análisis de los resultados. Al final, a partir de los hallazgos, se presenta una reflexión conclusiva.
2. El apoyo a la democracia
La democracia es un ideal de autogobierno que se origina en los valores de igualdad y libertad políticas de los individuos (Dahl 1971, 1-2; Munck 2016, 11). El régimen democrático puede adoptar distintas configuraciones institucionales, pero no puede ser menos que un sistema de reglas y procedimientos que haga valer los derechos y libertades de la ciudadanía. Como mínimo, debe constituir un sistema competitivo de elecciones periódicas y regulares, el acceso al poder público y el ejercicio de la autoridad estatal, que tenga respaldo en un régimen de libertades y derechos efectivos (Munck 2016; Saffon y Urbinati 2013).
El apoyo de la ciudadanía a la democracia es una cuestión de primera importancia. Se trata de una condición esencial para dotar de estabilidad al régimen democrático (Diamond 1999, 168). Es un indicador de la congruencia entre las expectativas y valores políticos de una sociedad y el sistema político que la rige (Inglehart y Welzel 2005, 158). Si la ciudadanía confiere poca importancia a los valores y las instituciones de la democracia, es difícil que un régimen de tal naturaleza eche raíces y se mantenga estable en tiempos de crisis. Si la población confiere un alto valor a la democracia, ese apoyo puede ser clave para desencadenar procesos de cambio o impulsar acciones que subsanen las deficiencias democráticas del sistema político (Dalton y Shin 2014, 112).
El apoyo a la democracia es un indicador de la legitimidad colectiva que tiene un régimen político democrático. Desde la influyente tipología de las formas de dominación política desarrollada por Weber (1964 [1922], 706-707), el estudio de la legitimidad de los sistemas políticos es una cuestión que ha estado estrechamente vinculada con el análisis de las formas de gobierno. De acuerdo con Beetham (2013, 15-21), la legitimidad política tiene una estructura multidimensional. Por un lado, se encuentra la congruencia entre las normas o reglas que definen a la autoridad y la manera concreta en que esa autoridad se constituye y se ejerce; por otro, la justificación moral de las normas e instituciones políticas ante la colectividad a la que rigen; y finalmente, el grado de aceptación colectiva de las instituciones políticas, que debe quedar manifiesto en rituales y comportamientos colectivos. Siguiendo este planteamiento, Gilley (2006) analizó la legitimidad del Estado en 72 países en el mundo. Una tradición paralela de estudio de la legitimidad política se origina en los estudios de David Easton (1975), quien concibió a la legitimidad como una expresión de apoyo político organizada en dos niveles: el apoyo que recibe el sistema político en su conjunto y el respaldo que reciben las instituciones o los gobernantes en concreto. La diferencia entre apoyo difuso o abstracto y apoyo político específico ha orientado las investigaciones de autores como Dalton (2004) y Norris (2011a), quienes han contribuido a distinguir los niveles intermedios del apoyo político en diversas democracias en el mundo. De la misma forma, en un estudio comprensivo de seis países en América Latina, Booth y Selisgon (2009) constataron que el apoyo al sistema político tiene una estructura multidimensional.
El estudio del apoyo a la democracia ha avanzado de forma paralela al análisis de la democratización. En una obra que ha ejercido una amplia influencia, Linz y Stephan (1996) señalaron que una democracia podía considerarse consolidada, entre otros aspectos, cuando contara con el respaldo de una sustancial mayoría de la población. La consolidación de las democracias emergentes dependía, por lo menos en parte, de que el apoyo difuso al régimen se fortaleciera con el tiempo. Hasta hace poco, prevalecía el supuesto de que las nuevas democracias habrían de afianzarse en el mediano y largo plazo. Lo mismo con respecto al apoyo a la democracia: si era el caso de que amplios segmentos de la población de un país se mostraran poco convencidos sobre el nuevo régimen, se esperaba que adoptaran posturas más favorables al familiarizarse, poco a poco, con su funcionamiento.
Durante la última década, sin embargo, se ha revelado que las democracias pueden tener retrocesos progresivos y no simplemente colapsar a partir de algún golpe de Estado (Mechkova et al. 2017; Levitsky y Ziblatt 2018). La rápida erosión que se ha registrado en diversos países ha motivado un debate acerca de esos procesos de estancamiento y declive (Levitsky y Way 2015; Diamond 2015). De la misma forma, los estudios de opinión pública habían mostrado que, si bien la insatisfacción y el descontento políticos venían en aumento, la ciudadanía mantenía prácticamente sin cambios su preferencia por la democracia (Torcal y Montero 2006). En años recientes, eso parece haber cambiado. Foa y Mounk (2016) han encontrado una disminución en el apego a la democracia en Estados Unidos y Europa, especialmente entre las generaciones más jóvenes. Esa “desconexión” viene acompañada de lo que reportan como una mayor inclinación hacia alternativas autoritarias. Para estos autores, “aun cuando la democracia se ha convertido en la única forma de gobierno considerada ampliamente como legítima, ha perdido la confianza de muchos ciudadanos que han dejado de creer que la democracia puede responder a sus necesidades más apremiantes y a sus preferencias” (Foa y Mounk 2016, 16). Su tesis es que el distanciamiento de la democracia y el creciente desapego a las instituciones que protegen derechos y libertades representa un signo de “desconsolidación”. Esto sucede cuando “una importante minoría de ciudadanos deja de creer en los valores democráticos, se siente atraída hacia alternativas autoritarias, y comienza a votar por partidos “anti-sistema”, candidatos o movimientos que burlan o se oponen a los elementos constitutivos de la democracia liberal” (Foa y Mounk 2017, 9). Los procesos de erosión registrados en Venezuela y Polonia son presentados como casos que ilustran la forma en que la “desconexión” ciudadana con respecto de los valores democráticos antecede y acompaña a la desconsolidación.
Los trabajos de Foa y Mounk (2016 y 2017) provocaron una rápida reacción por parte de diversos especialistas (Alexander y Welzel 2017; Norris 2017; Voeten 2017), quienes cuestionaron tanto el análisis como la tesis de la “desconexión”. Sin embargo, es difícil soslayar que las actitudes contra las “élites” y el orden establecido en las democracias actuales han ganado terreno rápidamente, impulsadas por líderes o movimientos que enarbolan discursos populistas o antisistema. Tampoco debe pasarse por alto que en muchas sociedades prevalece un extenso descontento con las instituciones representativas. Por tales motivos, estudiar las expresiones de apoyo o rechazo a la democracia reviste importancia para conocer de qué manera se han transformado los juicios y las expectativas de la ciudadanía con respecto a los sistemas políticos.
Este trabajo tiene el propósito general de estudiar el apoyo ciudadano al régimen político en América Latina para discernir el grado en que las expresiones de distanciamiento y desapego de la democracia pudieran representar un aumento en inclinaciones autoritarias. Con tal finalidad, el análisis se enfoca en las respuestas a un indicador de apoyo abstracto a la democracia: “¿Con cuál de las siguientes frases está usted más de acuerdo?” Las opciones de respuesta son tres: a) “la democracia es preferible a cualquier forma de gobierno”; b) “en algunas circunstancias, un gobierno autoritario puede ser preferible a uno democrático”; y c) “a la gente como uno, nos da lo mismo un régimen democrático que uno no democrático”. Ciertamente este indicador de apoyo a la democracia puede resultar demasiado general para identificar con precisión la medida en que los latinoamericanos adoptan una comprensión coherente y certera de la democracia procedimental en la que tienen centralidad los derechos y libertades ciudadanos (Schedler y Sarsfield 2009; Moreno y Welzel 2014). Sin embargo, este reactivo resulta útil para conocer el nivel de preferencia que tiene la democracia frente a otras alternativas, con independencia del sentido que la ciudadanía otorgue a esa noción. Es decir, aún si un alto porcentaje de las personas que declaran preferir la democracia como forma de gobierno albergan creencias y expectativas contradictorias o inconsistentes con ese ideal, es importante analizar los factores que influyen en su disposición a declarar su respaldo político a la democracia.
3. La indiferencia política en América Latina
¿Cuál es el estado del apoyo a la democracia en América Latina? En esta sección se presenta un análisis descriptivo con datos de las encuestas de Latinobarómetro realizadas en 2013, 2015, 2016 y 2017. Durante este período, como muestra el gráfico 1, la preferencia por la democracia “como forma de gobierno” tiene un rango de variación desde un 57,2% en 2015 a un 53,4% en 2017. En términos estadísticos, estas diferencias no son significativas, pues el intervalo de confianza de ambas estimaciones se traslapa.2 Lo mismo sucede con la preferencia por el autoritarismo: presenta variaciones a lo largo del tiempo, pero no son estadísticamente significativas.
Estos datos parecerían indicar que, si bien el apoyo a la democracia en América Latina apenas alcanza a hacerse presente en poco más de la mitad de la población en edad de votar, en un breve lapso de cuatro años no ha disminuido de forma abrupta. Sin embargo, sí hay cambios en una de las categorías de respuesta: la que registra una actitud de indiferencia política. La proporción que responde “a la gente como uno nos da lo mismo” aumentó de forma estadísticamente significativa entre
Gráfico 1. Preferencia por alguna forma de gobierno en América Latina, 2013-2017
Elaboración propia con datos de Latinobarómetro (www.latinobarometro.org).
2016 y 2017 con respecto a los dos años anteriores.3 Lo importante de este dato es que sugiere que, en promedio, el apoyo que no se manifiesta a favor de la democracia no necesariamente lo hace a favor del autoritarismo. Se expresa como indiferencia hacia el régimen político. La indiferencia política es la segunda actitud más importante entre los ciudadanos de la gran mayoría de los países latinoamericanos.
El gráfico 2 presenta la distribución de preferencias relacionadas con el régimen político por país. Las diferencias en la preferencia por la democracia son notorias. En promedio, entre 2013 y 2017, hasta un 44% de la ciudadanía no consideraba a la democracia como su opción prioritaria. En algunos países –Brasil, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá–, la preferencia por la democracia era menor al 50%. En otros –Colombia, Chile, Costa Rica, República Dominicana, Paraguay, Perú–, rondaba entre el 50% y 60% de la población.
Gráfico 2. Preferencia por alguna forma de gobierno por país (%)
Elaboración propia con datos de Latinobarómetro (www.latinobarometro.org). Los países están ordenados desde la proporción de indiferencia
política mayor a la menor.
El amplio rango de variación observado en la preferencia por la democracia revela que el apoyo abstracto a este régimen no se ha consolidado o que se ha visto efectivamente reducido. El desapego democrático, sin embargo, no parece ser equivalente a una preferencia por un régimen autoritario. Como regla general, al tener que elegir, en abstracto, por una opción u otra, los ciudadanos dicen “que les da lo mismo”. En la gran mayoría de los países, la actitud de indiferencia es igual o mayor que la inclinación hacia el autoritarismo. La única excepción la constituye Paraguay, donde la preferencia por el autoritarismo ocupa el segundo lugar, después de la preferencia por la democracia. En 12 de los restantes 17 países, al menos un 20% de la población declara que “le da lo mismo” un régimen que otro. Hasta en cuatro de esos 12, el 30% de la ciudadanía se declara indiferente. En 2017, El Salvador reportó 42% en esa situación y Honduras llegó al 41%. Los países con menores niveles de indiferencia política son Bolivia, Ecuador, Uruguay, Argentina y Venezuela. El único país con menos del 10% en esa categoría es Venezuela, donde también se reporta un 81% de preferencia por la democracia.
4. Diseño de investigación
4.1. Hipótesis y variables
¿Qué es lo que determina que las personas manifiesten preferencia por la democracia, que prefieran al autoritarismo o que se declaren indiferentes entre una u otra opción? La investigación comparada, incluyendo a democracias nuevas y democracias consolidadas, sugiere que son múltiples los factores que influyen en el apoyo a la democracia. Uno de los hallazgos más importantes es que, aparte de los legados políticos de cada país y las disposiciones cognitivas de los individuos hacia los asuntos públicos, el desempeño del sistema político resulta un determinante clave, pues proporciona una experiencia tangible de lo que significa el funcionamiento de la democracia (Mattes y Bratton 2007). El desempeño del sistema político, sin embargo, no se reduce a los resultados económicos, sino que abarca diversos elementos. Varios estudios muestran que la ciudadanía valora la calidad del gobierno, la certeza en los procedimientos democráticos y la representación y rendición de cuentas política al juzgar el desempeño del sistema (Huang et al. 2008; Bratton y Mattes 2001; Norris 2011b).
La hipótesis básica de este trabajo es que el apoyo a la democracia en la ciudadanía latinoamericana está determinado por la evaluación que hacen de su funcionamiento. Se enuncia de esta forma:
H1. La satisfacción con el desempeño del sistema político aumenta la probabilidad que una persona declare que prefiere a la democracia como forma de gobierno.
Esta hipótesis inicial supone que, si las personas no juzgan que el desempeño del régimen es satisfactorio, preferirán un sistema alternativo: el autoritarismo. Por lo tanto:
H2. La insatisfacción con el desempeño del sistema político aumenta la probabilidad que una persona declare que prefiere al autoritarismo como forma de gobierno.
Desde este planteamiento, la indiferencia política y la no respuesta serían categorías residuales que no se verían afectadas por la evaluación subjetiva del desempeño del régimen. A saber:
H3. La satisfacción y la insatisfacción con el desempeño del sistema político no tienen efectos sobre la indiferencia política y la no respuesta.
Para evaluar estas hipótesis, se utilizan tres variables. En primer lugar, se incluye una variable que evalúa la percepción del desempeño económico del sistema político: “¿Considera usted que la situación económica actual del país está mucho mejor, un poco mejor, igual, un poco peor, o mucho peor que hace doce meses?” Se espera que la evaluación de la economía de país permita diferenciar a quienes se ubican en la categoría de indiferencia política de los que prefieren la democracia. En segundo lugar, estudios recientes muestran que la igualdad en el ingreso desempeña un papel determinante del apoyo a la democracia (Andersen 2012). En este caso, se incluye un indicador acerca de la opinión de si el ingreso está distribuido de manera justa en el país: “¿Cuán justa cree usted que es la distribución del ingreso en (...)”? Esta variable debe evaluar el efecto que tiene la percepción de desigualdad económica sobre el apoyo a la democracia. En tercer lugar, otros estudios han contribuido a resaltar la importancia de la representación política y la percepción de responsividad (responsiveness) por parte de los gobernantes como factores que influyen en el apoyo al sistema político (Dahlberg et al. 2015; Linde y Peters 2018). El indicador que se utiliza para capturar esta dimensión es la aprobación del presidente en turno: “Usted aprueba o no aprueba la gestión del gobierno que encabeza el presidente (nombre)?” Aunque se trata de un indicador imperfecto de responsividad, aporta información útil. Los presidentes desempeñan un papel central en la política latinoamericana, ya que tienden a prevalecer sobre los partidos y el Parlamento al desempeñarse como agentes directamente responsables ante el electorado (Samuels y Shugart 2010, 51). Desde este punto de vista, un presidente con un alto nivel de aprobación es un presidente que ha conseguido responder a las expectativas de los votantes.
Si bien este análisis se enfoca en el efecto de la evaluación subjetiva del desempeño del sistema político sobre la preferencia por la democracia, el autoritarismo y la indiferencia política, se han incorporado otras variables. La primera es un indicador de victimización: “¿Ha sido usted (1) o algún pariente (2) asaltado, agredido o víctima de un delito en los últimos 12 meses?” En América Latina, haber sido víctima de un delito influye en una menor satisfacción con la democracia, pero no parece influir en el apoyo a este régimen (Ceobanu et al. 2010). Sin embargo, sí puede ser un factor que influya en las actitudes de indiferencia política. En segundo término, se utiliza un indicador de confianza interpersonal: “Hablando en general, ¿diría usted que se puede confiar en la mayoría de las personas o que uno nunca es lo suficientemente cuidadoso en el trato con los demás?” Ciertamente no se requiere confiar en los demás para reconocer el valor de la democracia. Sin embargo, la confianza hacia otras personas puede estar en la base de un sentimiento de solidaridad política que sea compatible con la preferencia por la democracia. Estudios recientes identifican una asociación positiva con la confianza hacia las instituciones y la satisfacción con la democracia (Zmerli y Newton 2008). La expectativa en este trabajo es que la confianza interpersonal sea mayor entre quienes prefieren la democracia que quienes optan por el autoritarismo o la indiferencia. De manera complementaria, un indicador de satisfacción con la vida –“en términos generales, ¿diría usted que está satisfecho con su vida?”– permite controlar la influencia que el descontento personal podría ejercer en contra de la democracia.
Por último, además de evaluar el efecto de los juicios acerca del desempeño del sistema político, en el análisis se contempla el control de variables como el sexo, el grupo de edad, el nivel educativo, la orientación ideológica, el grupo étnico de autoadscripción, el grupo religioso al que se pertenece, el bienestar doméstico y el tamaño de la ciudad en la que habita la persona entrevistada. Aunque se trata de los controles usuales, no por ello carecen de importancia. Previamente se mencionó que Foa y Mounk (2016 y 2017) consideran que las generaciones más jóvenes reportan menos apoyo a la democracia. El presente análisis no abarca un período de tiempo suficientemente amplio como para evaluar las actitudes de distintas cohortes poblacionales, pero sí pretende evaluar el efecto de distintos grupos de edad en la preferencia por el régimen político. De igual manera, el nivel educativo no solo es un indicador de una mayor sofisticación cognitiva, sino también de experiencias de socialización que generan expectativas políticas compatibles con el funcionamiento de la democracia (Inglehart y Welzel 2005, 37). En ese sentido, analizar el efecto de la educación formal debe contribuir a identificar qué tanto la indiferencia política o la preferencia por el autoritarismo se diferencian del apoyo a la democracia en función del nivel de escolaridad de la ciudadanía. Cabe precisar que el bienestar doméstico es resultado de un índice aditivo de bienes y servicios en los hogares (agua potable, lavadora, televisor, computadora, alcantarillado, dormitorios separados, entre otros). El Alpha de Cronbach indica que este grupo de reactivos aporta mediciones consistentes en cada año de encuesta (2013=.765; 2015=.739; 2016=.736; 2017=.735). Todas las variables fueron recodificadas en una escala de 0 a 1. Las opciones de respuesta “no sabe” y “no contesta”, en lugar de darlas como datos perdidos, fueron incorporadas como categorías discretas al interior de variables ordinales o categóricas.
4.2. Datos
Los datos que se emplean en el análisis provienen de cuatro encuestas del Latinobarómetro levantadas en 18 países de América Latina en 2013, 2015, 2016 y 2017. En total, se cuenta con 80 858 observaciones válidas. Desde un punto de vista longitudinal, se trata de un período de tiempo demasiado corto. Sin embargo, contar con información de los 18 países latinoamericanos en una coyuntura concreta que abarca cuatro años casi consecutivos permite dar mayor robustez a un análisis transversal como el que aquí se presenta.
Estos datos forman parte del valioso acervo que ha sido puesto a disposición del público por parte de la Corporación Latinobarómetro. Todas las encuestas usadas en este trabajo son producto de muestras probabilísticas, representativas de la población adulta de cada país, que fueron levantadas en entrevistas cara a cara. Desde 2005, la Corporación Lationobarómetro ofrece un reporte metodológico con información detallada del procedimiento de muestreo realizado en cada país. Es importante mencionar, no obstante, que las encuestas en cada país se realizan por empresas diferentes, que aplican procedimientos de muestreo también diferentes. Desafortunadamente no se encuentra todavía información que permita saber qué factores se deben tener en cuenta para ajustar en el análisis los efectos del diseño complejo de la base de datos.
Por otra parte, también es preciso señalar que el cuestionario cambia sustancialmente de un levantamiento a otro. Esto dificulta maximizar los datos disponibles usando reactivos comparables a lo largo del tiempo. En el presente análisis, para evaluar las hipótesis que se discuten enseguida, se ha optado por usar una batería de reactivos que estuvieran disponibles en las cuatro encuestas, en lugar de combinar análisis que usaran un número mayor de reactivos, aunque tuvieran un número menor de observaciones. El inconveniente de esta última estrategia es que crearía dificultades para ofrecer una perspectiva integrada, ya que cada análisis representaría a conjuntos muestrales diferentes.
4.3. Método
El método empleado es una regresión multinomial-logística con los datos agrupados de las encuestas correspondientes a 2013, 2015, 2016 y 2017. Mediante una función de enlace logit, este método estima la probabilidad asociada con la ocurrencia de cada una de las cuatro categorías de la variable dependiente: (1) preferencia por el autoritarismo; (2) no sabe / no responde; (3) indiferencia política; y (4) preferencia por la democracia. Para evaluar las hipótesis, se contempló la posibilidad de usar una regresión multinomial que tomara en cuenta el efecto del diseño complejo de las muestras que componen la base de datos (Lee y Forthofer 2005). Sin embargo, no es fácil encontrar información certera y precisa para determinar qué variables pueden ser utilizadas como unidades primarias de muestreo y factores de estratificación. Como alternativa, se empleó un modelo de regresión multinomial-logística con errores estándar robustos agrupados o por conglomerados. Los conglomerados fueron definidos por los años de las encuestas realizadas en cada país y las regiones geográficas identificadas al interior de cada uno. En total, se tiene 80 858 observaciones agrupadas en 1092 conglomerados.
Tratándose de un análisis transversal con datos observacionales, es difícil descartar estadísticamente el riesgo de que exista una relación de causalidad inversa. Es decir, no es posible descartar que la inclinación hacia el autoritarismo sea determinante de actitudes de insatisfacción con el desempeño del sistema político o, en su defecto, que la preferencia por la democracia provoque juicios favorables. Sin embargo, desde un punto de vista teórico, parece poco plausible que las actitudes de apoyo difuso al sistema político sean la causa y no el efecto de circunstancias sociodemográficas particulares de los individuos, disposiciones cognitivas y experiencias concretas con el desempeño del sistema. En teoría, por lo menos, la dirección de la causalidad formulada en este planteamiento resulta más convincente que la posibilidad opuesta. Con todo, la estructura de los cuestionarios aplicados y la composición de las bases de datos no permite una evaluación exhaustiva de hipótesis alternativas. Se quedan sin explorar otros posibles determinantes del apoyo a la democracia. Desde indicadores de sofisticación política, eficacia política o actitudes hacia la corrupción, hasta otros indicadores de responsividad, sentimiento de representación, entre otras. Algunas de esas variables podrían usarse para descartar la existencia de un factor adicional, que fuera la causa tanto de la evaluación del desempeño del sistema político como de la preferencia o no por la democracia. Los resultados que se reportan en la siguiente sección están limitados en los aspectos que se han mencionado. No obstante, optimizando la información disponible –que no es poca ni tiene poca relevancia–, el análisis ofrece evidencia que contribuye a tener una mejor comprensión de los determinantes del apoyo a la democracia y la indiferencia política.
5. Resultados
El objetivo del análisis es identificar los determinantes de la probabilidad que una persona externe su apoyo a la democracia, favorezca al autoritarismo, se muestre indiferente ante esas opciones, o bien, omita dar una respuesta. Los resultados del modelo de regresión se presentan en el cuadro 1.
El análisis ofrece resultados consistentes con la primera hipótesis, la cual establece que la satisfacción con el desempeño del sistema político favorece la preferencia por la democracia. Sin embargo, no permiten confirmar que quienes prefieren al autoritarismo estén más insatisfechos con el régimen. En particular, lejos de confirmar que la indiferencia sea una categoría residual –como lo establece la hipótesis 3–, el análisis revela
Cuadro 1. Determinantes de las actitudes hacia el régimen político
Variables | Un gobierno autoritario es preferible | No sabe/no contesta | Indiferencia política |
---|---|---|---|
Percepción de la economía | 0,10 (.07) | -0,44 (.08)*** | -0,42 (.07)*** |
Justa distribución del ingreso | 0,10 (.07) | 0,20 (.08)** | -0,24 (.05)*** |
Aprobación del presidente | -0,32 (.04)*** | -0,14 (.04)*** | -0,28 (.03)*** |
Víctima de delito | 0,14 (.03)*** | -0,17 (.04)*** | -0,01 (.043) |
Confianza interpersonal | 0,03 (.04) | -0,16 (.05)*** | -0,33 (.04)*** |
Sexo: mujer | 0,07 (.02)*** | 0,45 (.03)*** | 0,12 (.02)*** |
Grupo de edad: 16 a 25 años | |||
26 a 40 años | -0,19 (.03)*** | -0,14 (.04)*** | -0,08 (.02)** |
41 a 60 años | -0,35 (.04)*** | -0,28 (.05)*** | -0,34 (.03)*** |
61 y más | -0,44 (.05)*** | -0,23 (.06)*** | -0,58 (.04)*** |
Educación: básica o menos | |||
Media o técnica | -0,18 (.03)*** | -0,79 (.04)*** | -0,34 (.03)*** |
Estudios superiores o más | -0,42 (.04)*** | -1,32 (.07)*** | -0,87 (.05)*** |
Ideología: ninguna / no sabe | |||
Izquierda | 0,09 (.05) | -0,92 (.05)*** | -0,13 (.04)** |
Centro | 0,02 (.05)*** | -01,03 (.05)*** | -0,12 (.04)*** |
Derecha | |||
Bienestar doméstico | 0,07 (.05)*** | -0,95 (.05)*** | -0,19 (.04)*** |
Etnicidad: mestiza | |||
Blanca | -0,03 (.04) | 0,06 (.06) | -0,08 (.04) |
Otros | 0,05 (.04) | 0,41 (.05)*** | 0,16 (.04)*** |
No sabe | 0,15 (.05)** | 0,90 (.06)*** | 0,44 (.04)** |
Religión: católica | |||
Otros | 0,02 (.03) | 0,26 (.04)*** | 0,12 (.03)*** |
Ninguna | -0,07 (.09) | 0,23 (.06)*** | 0,11 (.04)** |
Ciudad: 20 mil o menos | |||
20 mil a 100 mil | -0,05 (.06) | 0,11 (.06) | 0,07 (.05) |
100 mil y más | 0,06 (.06) | 0,04 (.07) | 0,17 (.06)** |
Capital | -0,04 (.09) | -0,04 (.09) | 0,06 (.08) |
Constante | -0,70 (.12)*** | -0,24 (.12) | 0,31 (.11)** |
Elaboración propia con datos de Lationobarómetro (www.latinobarometro.org). Categoría de referencia: preferencia por la democracia. Errores estándar entre paréntesis. Regresión multinomial-logística con errores estándar robustos ajustados por 1093 conglomerados definidos por el año de la encuesta (2013, 2015, 2016 y 2017), país (18 por año-encuesta) y regiones geográficas al interior del país. N = 80 858. Wald Xi2 = 4559,61. Prob > Xi2 = .000. Pseudo R2 = 0,0525. Nivel de significancia: *p<.05; ** p<.01; ***p<.001.
que la actitud de indiferencia política es la que tiene una asociación negativa con las variables que miden la satisfacción con el desempeño del sistema político (gráfico 3). Es decir, la insatisfacción con el sistema incrementa la probabilidad de sentir indiferencia hacia la democracia. Cuando la ciudadanía percibe que la economía de país está peor hoy que hace 12 meses, cuando perciben que la distribución del ingreso es injusta o cuando desaprueban la gestión del presidente en turno, es mucho más probable que se declaren indiferentes a que se sientan identificados con la democracia.
Asimismo, un juicio favorable acerca de la economía no hace diferencia entre quienes prefieren al autoritarismo y quienes apoyan la democracia. Tampoco pensar que la distribución del ingreso es justa o injusta. Solo es más probable que quienes desaprueban al presidente se declaren afines al autoritarismo que a la democracia. Comparados, igualmente, con la preferencia por la democracia, en el grupo que reúne a quienes no dan respuesta, prevalece un juicio negativo de la economía y la desaprobación del presidente. No obstante, en este grupo prevalece la creencia en que la distribución del ingreso es justa.
Por otra parte, es interesante observar que la confianza interpersonal y la satisfacción con la propia vida predicen actitudes favorables al apoyo a la democracia. De hecho, la confianza interpersonal también predice una disposición de respaldo hacia un gobierno autoritario. Así, confiar en los demás no parece ser exclusivo de
Gráfico 3. Efectos de la satisfacción con el desempeño del sistema político
Fuente: estimaciones del cuadro 1 con las demás variables en su valor medio.
los demócratas. En cambio, las personas que declaran tener poca confianza en los demás tienen mayor probabilidad de posicionarse como indiferentes. Además, como se ve en el gráfico 4, hay dos atributos concretos que caracterizan a las inclinaciones autoritarias. El primero es haber sido víctima de un delito (o que un familiar cercano haya sido víctima de un delito). Quienes han padecido un asalto, robo o ataque con violencia parecen verse más inclinados a preferir un gobierno autoritario. Tal vez esperan que actúe con “mano dura” contra la delincuencia. El segundo atributo es que la apertura a un gobierno autoritario también está asociada con un sentimiento de insatisfacción con la propia vida. Por lo que se ve, la preferencia por el autoritarismo está menos vinculada con la insatisfacción con el sistema político y más con la inconformidad con las circunstancias que afectan a la vida de quienes tienen esa postura.
Gráfico 4. Efectos de victimización, confianza y satisfacción con la vida
Fuente: estimaciones del cuadro 1 con las demás variables en su valor medio.
Las condiciones de vida de los individuos son igualmente decisivas para explicar las diferencias entre quienes respaldan la democracia y quienes no. Las personas que experimentan condiciones potenciales de mayor desventaja son quienes tienen más probabilidad declarar que les resulta indiferente el tipo de régimen, que optan por el autoritarismo o que simplemente no dan respuesta. Concretamente el efecto de ser mujer sobre la probabilidad de preferir la democracia es negativo. Lo mismo sucede con el grupo de 16 a 25 años. La probabilidad de optar por la democracia se incrementa sistemáticamente en los grupos de mayor edad. Este resultado es consistente con el señalamiento de Foa y Mounk (2016 y 2017) de que las generaciones más jóvenes reportan un menor aprecio por la democracia. Ahora bien, no solo las mujeres y las personas más jóvenes comparten una inclinación hacia la indiferencia política, sino también quienes tienen menores niveles de escolaridad. Quienes tienen estudios medios o superiores tienen mayor probabilidad de preferir la democracia como forma de gobierno. En cambio, la democracia tiene poco sentido para personas con educación básica o nula.
En la misma línea, adoptar un posicionamiento ideológico –ya sea de centro, izquierda o derecha–, supone cierta sofisticación política. Así, resulta que es más probable que las personas que no tienen una autoadscripción ideológica se muestren indiferentes o no sepan qué responder. La probabilidad de preferir el autoritarismo, no obstante, se incrementa cuando las personas se reconocen como de centro o de derecha. Es interesante notar, asimismo, que en comparación con quienes se reconocen como “mestizos”, la probabilidad de preferir la democracia es menor entre quienes tienen una autoadscripción étnica minoritaria (indígena, afroamericana, otras) y entre quienes no se reconocen en ninguna. Lo mismo sucede en materia de religión: quienes no profesan la religión católica, o quienes no profesan ninguna religión, tienen menos probabilidad de preferir a la democracia. Por último, el efecto del bienestar en el hogar –medido como los bienes y servicios de los que se disponen en el ámbito doméstico– es inequívoco. En este caso, a mayor bienestar doméstico, mayor probabilidad de preferir a la democracia.
6. Conclusiones
El análisis que se presenta en este trabajo examina los determinantes de una expresión de apoyo al sistema político: la preferencia por la democracia en América Latina. Usando la terminología de Foa y Mouck (2016), los resultados muestran que existe una significativa desconexión con la idea abstracta de la democracia entre los ciudadanos de la región. Concretamente el cambio más importante que ocurrió entre 2013 y 2017 no fue una drástica disminución de la preferencia por la democracia ni un rápido aumento en el apoyo al autoritarismo. Lo fue el incremento en la indiferencia política, o la opinión que “a la gente como uno le da lo mismo” un gobierno democrático que uno autoritario. El porcentaje de latinoamericanos que se ubica en esa categoría pasó de un 20% a un 25%. Sin duda, se trata de una proporción menor a la de la ciudadanía que prefiere la democracia. Pero sí es una proporción mayor que la de quienes prefieren al autoritarismo. Entre los 18 países estudiados, solamente en Paraguay la indiferencia política representa a una proporción menor que la alternativa autoritaria. En el resto de los países de la región, el porcentaje de ciudadanos que se declara indiferente es igual o mayor al de quienes estarían a favor del autoritarismo. Adicionalmente la variabilidad entre países es notable. En promedio, durante el período de análisis, la indiferencia política oscila desde un 7% en Venezuela, hasta más del 30% en casos como El Salvador, Honduras y México.
Una de las aportaciones de este estudio consiste en mostrar que la indiferencia política constituye una señal de que una idea abstracta de la democracia carece de sentido para una parte importante de la población. La indiferencia parece ser genuinamente la posición de muchas personas a las que “les da lo mismo” si el gobierno es autoritario o democrático. Las personas que se encuentran en esta situación perciben que la economía de su país está igual o peor que el año previo, que la distribución del ingreso en su país es injusta o que el presidente en turno no está haciendo un buen trabajo. Son individuos cuya evaluación del desempeño del sistema político es más negativa que la de aquellos que prefieren a la democracia. En el mismo sentido, es más probable que se declare indiferente alguien que considera que no se puede confiar en las demás personas, que es joven –especialmente, menor a 25 años–, con bajos o nulos niveles de escolaridad, o tiene un nivel desfavorable de equipamiento doméstico. En otras palabras, es más probable que declare que le da lo mismo la democracia que el autoritarismo una persona que cuenta con menores recursos para discernir y valorar lo que significa la democracia, más allá de la opinión que tenga acerca del desempeño de gobiernos concretos.
Desde luego, la indiferencia política no es la única expresión de desapego hacia una noción abstracta de la democracia en América Latina. También se encuentran quienes dicen preferir un gobierno autoritario o quienes no saben qué responder. Entre la ciudadanía que se ubica en estas categorías hay muchas similitudes. En comparación con los ciudadanos que prefieren la democracia, la afinidad hacia el autoritarismo se asocia con una mayor desaprobación del presidente, ser mujer, joven, con bajos niveles educativos y un nivel de bienestar doméstico más precario. Sin embargo, quienes prefieren al autoritarismo tienden a ubicarse más en el centro y en la derecha ideológicas, sentir insatisfacción con la propia vida o haber sido víctimas de un delito. En cambio, aunque constituyen una proporción minoritaria, quienes optan por no dar una respuesta concreta, tienen opiniones y circunstancias semejantes a quienes se muestran indiferentes: en comparación con quienes dan prioridad a la democracia, es más probable que estén insatisfechos con la economía y con el presidente, que sean mujeres, con bajos niveles educativos, sin posicionamiento ideológico definido o con menor nivel de bienestar en el hogar.
Es importante subrayar que el apoyo a la democracia implica reconocer la relevancia que tiene un sistema de reglas, procedimientos e instituciones para garantizar derechos y libertades ciudadanas. La evidencia sugiere que estos aspectos no están presentes en el juicio de personas que, para todo efecto práctico, no perciben que la democracia en abstracto haga una diferencia en sus vidas. Una democracia que tiene un desempeño deficiente, que puede estar plagada de corrupción, inseguridad, desigualdad o violaciones a los derechos humanos, para muchos puede representar lo mismo que alguna noción indistinta de “autoritarismo”. Incluso la preferencia por un sistema autoritario supone distinguir ciertos atributos en la forma en que se arriba a, y se ejerce, el poder público. En América Latina, hasta hace algunas décadas, la noción de autoritarismo era indisociable de las dictaduras militares que prevalecían en el continente. Esas dictaduras llegaban al poder tras un golpe de Estado y gobernaban cometiendo violaciones sistemáticas a los derechos humanos. No obstante, después de algunas décadas en que la democracia se difundió entre los países de la región, en la presente coyuntura el referente empírico de un sistema autoritario resulta ser mucho más difuso. Durante los últimos años, los procesos de declive democrático más significativos en la región han tenido lugar en regímenes encabezados por un líder que concentra el poder, pero que mantiene un extenso respaldo popular en virtud de un discurso populista y medidas redistributivas que benefician a las clases populares (De la Torre 2007; Mudde y Rovira Kaltwasser 2013; Weyland 2013). En esos casos, la ciudadanía puede considerar que la democracia es preferible, aunque en la realidad se vea erosionada.
En cualquier caso, aunque un creciente desapego de la idea abstracta de la democracia se traduzca en indiferencia política en lugar de una disposición favorable hacia el autoritarismo, el riesgo de la desconsolidación democrática no puede descartarse. A las personas a quienes les da lo mismo un régimen autoritario que uno democrático en abstracto, puede resultarles atractivas y convincentes iniciativas o acciones concretas que resulten perjudiciales para la certeza de la legalidad o las libertades ciudadanas. Por ser de corte transversal, este trabajo no evalúa las causas del aumento o disminución de la indiferencia política agregada en cada país ni sus consecuencias. Es decir, no se cuenta con información para saber si esos cambios tienen efectos posteriores en el desarrollo democrático de los países. Desde luego, esto invita a investigar los factores que provocan esa variabilidad a nivel de los países y sus consecuencias a lo largo del tiempo. Para tal fin, la investigación sobre la legitimidad de los sistemas políticos y del apoyo a la democracia requiere utilizar nuevos conceptos e instrumentos de medición. Preguntar en abstracto por la democracia o el autoritarismo ofrece información relevante pero insuficiente para registrar las tendencias actuales en la opinión pública. En ese sentido, se requiere generar indicadores que permitan evaluar concepciones específicas de la democracia. De la misma manera, es necesario “desempaquetar” la noción de autoritarismo para identificar el respaldo colectivo que reciben discursos, prácticas y procesos políticos que erosionan o ponen en tensión los principios básicos de un régimen democrático. Para conocer mejor en qué consiste la “desconexión” de la democracia y estudiar qué efectos puede tener en la “desconsolidación” o en el declive de las democracias actuales, es necesario contar con categorías e indicadores que permitan hacer distinciones más finas de los valores y actitudes de la ciudadanía.
Notas
1 Las encuestas corresponden a 2013, 2015, 2016 y 2017. Al momento del análisis, eran las encuestas más recientes que estaban a disposición del público. Los datos fueron descargadas del portal de Latinobarómetro (www.latinobarometro.org). Último acceso el 22 de marzo de 2019. Agradezco a la Corporación Latinobarómetro haber puesto a disposición del público los datos de sus encuestas.
2 En 2015, el intervalo de confianza (IC) para proporciones = 0,548 a 0,594; en 2017, el IC = 0,513 a 0,554. Para calcular los IC al 95%, se usó un método de estimación que contempla la estructura compleja de las muestras. Como unidad primaria de muestreo, se consideró la región al interior del país. Como factor de estratificación, se utilizó una variable que agrupa año y país. Más adelante, se añaden algunas consideraciones en el apartado 4.2. Datos. Por limitaciones de espacio, no se presenta la información desagregada.
3 Los intervalos de confianza son: 2013 (.18-.21); 2015 (.17-.20); 2016 (.21-.25); y 2017 (.23-.26).