Claves introductorias
Buenaventura está ubicada en la parte suroccidental del departamento del Valle del Cauca en Colombia. La ciudad, en sus plexos urbanos y rurales, es parte de la región Pacífica dividida en dos subregiones político-administrativas y económico-sociales: la del norte, en la cual se encuentra el departamento del Chocó, y la del sur, en la cual se encuentran los departamentos del Valle y Nariño. Siguiendo a Almario (2009), se puede argumentar que Buenaventura está conectada y tensionada por la identidad subregional afropacífica.
Con una población aproximada de 374 mil habitantes a 2016, donde el 51,8% son mujeres y el 48,2% hombres, su territorio cubre más de 6 mil kilómetros cuadrados donde convergen 12 comunas, 104 barrios, 47 consejos comunitarios afro reconocidos por el Estado nacional y cerca de 16 comunidades, resguardos, asentamientos y cabildos indígenas.1 La mayoría de la población que lo habita se reconoce como afro (90%) y en una mínima proporción como indígena (6%) y mestiza (4%). De esa población, el 90,4% habita la zona urbana y el 9,6% las zonas rurales (McGee y Florez 2017, 30).
La diversidad poblacional de Buenaventura, así como la magnitud espacial de la región que la circunda, se complementan con la confluencia de formaciones montañosas, ríos, quebradas, costas, clima húmedo de selva tropical, alta pluviosidad y mareas, así como con una multiplicidad de especies de flora y fauna, elementos que, vistos en su conjunto, formarían un complejo biogeográfico.
Entre 2005 y 2015, Buenaventura fue centro de la atención nacional e internacional en diversos medios de comunicación, académicos y públicos debido al incremento de los ciclos de violencia y la diversificación de sus repertorios e impactos en jóvenes y mujeres, indígenas y comunidades negras localizadas en las localidades de baja mar, zonas rurales y comunas urbanas.2 A esto se agregaron otras alertas dado que, siendo un “distrito especial, industrial, portuario, biodiverso y ecoturístico”,3 el puerto más importante de Colombia y el séptimo en movimiento de carga en Latinoamérica, la ciudad ostenta cifras escandalosas del 80% de su población en condiciones de pobreza, del 17% de analfabetismo y del 50% de personas autorreconocidas como víctimas del conflicto armado.4
Llamamos la atención sobre esto dado que uno de los resortes centrales de indagación y la motivación para este artículo es lo paradojal del asunto durante ese período.5 Es decir, mientras el clima de sistematicidad de las violencias y de impunidad frente a las mismas fue notorio y en ascenso, especialmente en las comunas más vulneradas de la ciudad (3, 4, 5, 7, 8 y 12)6 donde ocurrieron y aún siguen ocurriendo asesinatos, extorsión, amenazas, desaparición y despojo, durante ese mismo período y en esos mismos sectores emergían varios colectivos y organizaciones locales cuyo marco de acción parecía responder a la necesidad de posicionar un conjunto de prácticas políticas de empoderamiento y denuncia creativa frente a lo que ocurre en los espacios urbanos violentados.
Imagen 1.
Mapa con presencia de actores armados e iniciativas
y organizaciones comunitarias
Fuente: Parrado 2017.7
La hipótesis que sostenemos ante esta “situación paradojal” es que estos colectivos y plataformas organizativas, así como sus prácticas y horizontes de sentido, son expresión de un conjunto plural y potente de experiencias de reexistencia que desafían creativa y políticamente unas geografías violentadas históricamente por diversos actores y factores, resignificando sus espacios cotidianos e íntimos como lugares de vida e imaginando otro(s) futuro(s) posible(s).
Este artículo, en el que buscamos comprender lo anterior, deriva de un trayecto investigativo cualitativo surgido entre 2016 y 2019. Es nuestro interés reconocer los significados culturales y las resonancias políticas de las iniciativas de memoria y paz en Buenaventura durante la última década. La investigación abreva en estrategias teóricas y recursos metodológicos provenientes de diversas canteras analíticas, utilizadas a la manera de cajas de herramientas en varias fases interrelacionadas entre sí, combinando el “rodeo teórico” y el “rodeo empírico” constantes (Grossberg 2012). Entre estas estrategias y recursos, se encuentran la teoría social crítica contemporánea, la etnografía, el mapeo de casos, el análisis discursivo de noticias y de bases de datos, y el análisis sociohistórico de la coyuntura política.8
La estructura del texto se compone de tres actos y un epílogo. El primer acto ofrece algunas pistas conceptuales y rodeos teóricos para comprender las categorías analíticas nucleares de la investigación. El segundo acto esboza algunos rasgos sociohistóricos pasados y presentes del contexto de Buenaventura que la sitúan como territorio paradojal. El tercer acto enuncia y destaca algunas de las características de las experiencias de reexistencia entre 2005 y 2015, rastreadas en el mapeo colaborativo realizado con diversas organizaciones entre mediados de 2016. Aquí nos interesa ver conexiones y singularidades con respecto a otros procesos organizativos en la región. El epílogo sintetiza algunos rasgos diferenciadores de las experiencias de reexistencia hoy y abre preguntas hacia delante.
Pistas conceptuales y rodeos teóricos
Dos categorías nuclean el trayecto investigativo hasta ahora desarrollado: geografías violentadas y prácticas de reexistencia. Con la primera, aludimos a territorialidades que son fracturadas, así como a paisajes desarticulados mediante un conjunto de lógicas de violencia directa, de terror expreso y de miedo sistemáticos, ejercidos por distintos actores armados, agentes económicos, grupos de poder y estructuras dominantes a escala glocal. Estas geografías, si bien son susceptibles de transformación en el tiempo y en el espacio, se caracterizan por normalizarse y objetivarse en la intimidad, la cotidianidad y en los tejidos comunales.
Aunque en apariencia el objetivo principal de los agentes que movilizan estas lógicas sea estructuras para o neoparamilitares, insurgencias, fuerza pública, empresas transnacionales o la disputa por territorios, recursos y poblaciones, lo que en el fondo nuclea estas geografías violentadas es el establecimiento o mantenimiento de órdenes sociales y regímenes de control de las interacciones sociales, las subjetividades políticas y el mundo de la vida cotidiana de las comunidades. Un claro ejemplo de este reordenamiento violento de los espacios y de las biografías, visible y sensible, tiene lugar con las denominadas fronteras invisibles entre algunos barrios y con ello el establecimiento de restricciones absolutas o parciales en los movimientos de los habitantes.
Estas geografías están conectadas con disposiciones y destrezas, sutil o visiblemente desplegadas, que brutalizan y marcan los cuerpos, así como los afectos, memorias, capacidades cognitivas y organizativas, paisajes locales y proyectos comunales. Siguiendo al teórico político camerunés Achille Mbembe (2011), asumimos que estas lógicas se articulan en torno a un doble objetivo en Buenaventura: 1) detener el pensamiento, secar los recursos del imaginario, empobrecer el lenguaje instituyendo un mundo monosimbólico y antisimbólico, y con ello producir una “nueva” comunidad silenciada, ausente, fantasmal, amnésica y mutilada física, corporal y afectivamente;2) construir una geografía del miedo que invade cuerpos y voces (imagen 1) y que obliga a esta nueva comunidad a perder sus sentidos de lugar y sus referentes espaciales y territoriales mediante un gran plexo de mecanismos, entre otros: desplazamiento forzado; despojo de los territorios, saberes y prácticas; ruptura del lazo rutinario y afectuoso en la manera de relacionarse con los otros y el entorno.
Imagen 2. Geografías del miedo invadiendo cuerpos y voces de mujeres y niños
Fuente: Parrado 2017.
En el despliegue de estas geografías, está la producción del desarraigo que no se limita solamente a la desterritorialización de una persona o una comunidad, sino que afecta sus vivencias y experiencias del tiempo y del espacio propios. Como lo muestra el investigador haitiano Wooldy Edson Louidor, con el desarraigo, comunidades e individuos experimentan “la ruptura con los lazos y tejidos anteriores, así como un sufrimiento existencial profundo en el nuevo entorno, a veces trágico, a raíz de la pérdida de su lugar anterior en la sociedad y de otras tantas pérdidas irreparables” (2016, 226).
El desarraigo, en esta lectura, no es la estrategia culmen del despliegue de una acción directa de violencia armada, sino la consumación de un proceso histórico-estructural de desterritorialización de lo negro en el continente. En este proceso, los desarraigados son más proclives que otras poblaciones a una necropolítica (Mbembe 2011). Para el caso de Buenaventura, ésta se nutre del silencio y del olvido de la institucionalidad oficial, de la sensación constante de miedo en mujeres, niños y adultos, mecanismos activados y sostenidos por los señores de la guerra urbana, en este caso, el gran capital y los paramilitares, las cuales se expresan en el vaciamiento de barrios y comunas, en masacres tristemente célebres,9 el desmembramiento de los cuerpos y en la creación de espacios de confinamiento.
Imagen 3. Puente Nayero: de lugar de confinamiento a espacio humanitario
Fuente: Parrado 2017.
Esta categoría de geografías violentadas reconoce en su construcción varios acumulados reflexivos e investigativos en el país, imposibles de soslayar. De una parte, los de la geografía crítica que han movilizado la categoría de “geografías de miedo” en el Pacífico colombiano (Oslender 2004 y 2008); los de la ecología política, que a nivel del Caribe colombiano han etnografiado los paisajes del despojo (Ojeda 2016); y los de la antropología política de lo cotidiano como los propuestos por Cortés Severino (2007).
Ahora bien, de Oslender y Cortés Severino retomamos la tesis que, en el Pacífico colombiano, la construcción y legitimación de geografías o escenarios de despojo, así como de regímenes de terror desplegados por los armados y el capital, han desestructurado, pero no aniquilado, proyectos comunitarios y profundizado la desterritorialización de la vida.
Por su parte, con la sociología de las dinámicas territoriales del conflicto representada en las perspectivas de Aramburo et al. 2014; González 2009; González y Otero 2010 y Vásquez 2015, dialogamos a partir de la noción de órdenes sociales de violencia, entendiéndolos como el conjunto de patrones relativamente estables que orientan la interacción y los acuerdos intersubjetivos entre diversos agentes, los cuales generan “reordenamientos locales”. Esta interpretación implica pensar el Pacífico colombiano como un territorio estructurador y estructurado por estos órdenes, por lógicas de disputa asociadas tanto con visiones proféticas de desarrollo como con violencias insertas más en dinámicas de conflictividad armada. Significa asumir que la violencia puede abanderar el desarrollo, ser estrategia de imposición o telón de consolidación de un actor armado y de clientelas políticas, o generadora de gramáticas de muerte y de terror.
Con la categoría de reexistencias buscamos englobar el conjunto de gramáticas de vida, expresadas en formas cotidianas de ser, estar y sentir en la cotidianidad. Estas prácticas son por definición no violentas y están agenciadas y movilizadas por colectivos y organizaciones dirigidas a socavar, desafiar, subvertir o burlar desde marcos biográficos, trayectorias organizativas, vivencias barriales, las geografías violentadas y administradas por diversos actores poderosos en el territorio. Estas prácticas y gramáticas utilizan distintos repertorios10 político-culturales y son desplegadas en distintas espacialidades no conectadas solo con entornos físicos, sino con usos simbólicos, políticos y culturales de espacios y de memorias (Cortés Severino 2007), así como con tácticas íntimas y cotidianas, tal como lo plantea la escritora afroestadunidense bell hooks11 (1990). Siguiendo al pensador colombiano Adolfo Albán Achinte, estas prácticas reexistentes se conectan también con aquellos dispositivos que las comunidades crean y desarrollan “para inventarse cotidianamente la vida y poder de esta manera confrontar la realidad establecida por el proyecto hegemónico que desde la Colonia hasta nuestros días ha inferiorizado, silenciado y visibilizado negativamente la existencia de posibilidades” (2009, 455). Además están emparentadas con ese “arte de vivir sabroso, arte de la resistencia, en defensa de la vida y de territorios geográficos y existenciales” etnografiado por Quiceno Toro (2016) en las comunidades del Medio Atrato Chocoano.
Para el caso de Buenaventura y el Pacífico, una expresión de la reexistencia histórica es la puesta en escena del cuerpo como un dispositivo mediante el cual se vehiculan varias formas de reinvención cotidiana de la vida. De una parte, el cuerpo contribuye a restablecer los vínculos y afectos torturados por el dolor impuestos en su mayoría por las estructuras para y neoparamilitares en la ciudad; de otra, el cuerpo sirve para reinscribir y visibilizar unas memorias familiares, barriales y comunitarias fracturadas por el olvido intencionado de los gobernantes locales y/o con la aquiescencia de instancias estatales nacionales; y también el cuerpo sirve para declarar la reafirmación de la permanencia en el territorio, especialmente frente a la imposición de los megaproyectos urbanísticos.12 Un ejemplo de esto se evidencia en el relato de uno de los miembros del Semillero de Teatro por la Vida, con quienes interactuamos en campo:
Hay una cosa aquí en el Pacífico y es que nosotros somos más orales… La lectura que nosotros hacemos [de la realidad local] la hacemos a través de la palabra, de las imágenes. El teatro es una herramienta que permite que esa costumbre se mantenga, o sea que yo te cuento, tú me cuentas y entre todos vamos reconstruyendo esa memoria y luego esa memoria otro la coge y la va contando también… Para esta parte de Colombia, es supremamente importante el tema del teatro, ¡el tema de la poesía sí!… El teatro nos permite estar allí con la gente y nos hace más sensibles frente a la situación que estamos viviendo (entrevista miembro del Semillero de Teatro por la Vida 2017).
Imagen 4. Resignificando la calle desde gramáticas de vida
Fuente: El País, 12 de mayo de 2014a.
El cuerpo como gramática de vida se convierte, para los colectivos y plataformas organizativas que hoy tienen lugar en la ciudad, en vector de muchas de las opciones revolucionarias locales y cotidianas, como diría De Sousa Santos (2006). Y por esa vía también en un vector político de lucha diaria hecha a pulso en la cotidianidad urbana e íntima, por un derecho al espacio público, por el derecho de reunión, por el derecho a la movilización, por el derecho a habitar e insubordinar la calle (Butler 2017).
En nuestra indagación reconocemos que las experiencias de reexistencia pueden evidenciarse también en dos niveles. Por un lado, en procesos de movilización social donde convergen múltiples iniciativas que luchan y se defienden frente a diversas acciones, “agresiones de los mercados, intereses de los privados y los procesos crecientes de domesticación y aculturación” (López et al. 2016, 2). Por el otro, en prácticas y tácticas cotidianas, de rechazo absoluto, burla creativa o reconfiguración silenciosa de las estrategias dominantes (Scott 1990). Un ejemplo del primer nivel lo encontramos en la marcha de 2014 denominada “Entierro de la violencia para vivir con dignidad”, en la que participaron unas 30 mil personas entonando “cantos, bailes, alabaos y arrullos para rechazar la violencia” (El País 2014b); una expresión del segundo la observamos en el paro cívico de 2017 y en los murales urbanos.
Estas prácticas y tácticas toman forma por medio de aquello que el escritor martiniqués Franz Fanon (1952) llamó la “fiesta del imaginario”. Esta expresión da cuenta de la movilización constante de lo cotidiano mediante el arte y de la memoria como dispositivos o canales “insurgentes” frente a lo establecido para afrontar las violencias físicas e imaginadas, los paisajes culturales y naturales fracturados y, especialmente, el desarraigo histórico (Louidor 2016).
En el caso de Buenaventura, esta fiesta del imaginario cobra vida en lo que hacen colectivos como Poetas de la Gloria cuando poetizan la palabra silenciada o Rostros Urbanos, la Fundación Tura–Hip Hop o Arambée, cuando la glosan por medio del rap, del hip hop o del brake dance, la imaginan con grafitis o la colocan en escena por medio de la danza fusión. No solo para denunciar la tortura, la mutilación del cuerpo y/o el desmantelamiento de las memorias locales, sino también con la pretensión de reconfigurar y resignificar dichos espacios nuevamente como lugares de vida. Esto último es lo que pasa dentro del espacio humanitario de Puente Nayero con las denominadas casas de Pique, ayer casas de horror y descuartizamiento, hoy espacios resignificados de vida y denuncia creativa mediante la imagen y la palabra.
Finalmente en estas experiencias de reexistencia creemos está de nuevo el eco de lo rastreado por Ulrich Oslender (2002), quien identificó para Buenaventura un buen número de “repertorios de resistencia a la desterritorialización” a pesar y en contravía de las geografías de miedo; o también lo que el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH 2015) evidenció para la ciudad y otros territorios del país y que denominó “repertorios artísticos-memorísticos de resistencia” o lo que Catalina Cortés Severino (2007) llama “políticas, éticas y prácticas de memoria cultural” o Elsa Blair (2011) y Pilar Riaño (2007) en sus distintas investigaciones en el departamento de Antioquia han dado en llamar “repertorios de vida para (des)estatalizar la memoria desde diversas espacialidades comunitarias”.13
Buenaventura y el Pacífico sur colombianos como territorios paradojales
Siguiendo lo sugerido por el ensayista antillano Édouard Glissant (citado por Bojsen 2008), en el sentido de que naturaleza y poblaciones son “personajes activos de la historia”, consideramos que en el Pacífico sur y en Buenaventura se condensan, acontecen, fracturan y reinventan ambos personajes, paradójicamente, en medio de geografías violentadas y experiencias de reexistencia.
Imagen 5. La “ciudad puerto” evocada desde el lente
Fuente: Parrado 2017.
La región del Pacífico se caracterizó desde el siglo XVIII por la acumulación extractiva de recursos como el oro y las maderas por parte de élites y grupos de poder locales y foráneos, brillando a lo largo de varios siglos una gran incapacidad desde el centro del país por construir bienestar con las comunidades locales y con sus naturalezas. En medio de lo que podemos denominar, acudiendo al pensador haitiano Michel-Rolph Trouillot (2011), una “geografía administrada y geopolíticamente violentada”, Buenaventura fungió como frontera económico-comercial y punto de conexión para el país con las demás zonas del Pacífico, del interior y del mundo.
La condición estratégica del Pacífico y de la ciudad dentro del orden colonial contribuyó al flujo de esclavos y trabajadores hacia las haciendas vallecaucanas y, en consecuencia, a la consolidación sistemática de un “extractivismo ausentista” de las élites, que ya desde la Colonia vivían en Cali o en Popayán, pero redituaban del oro del Pacífico (Leal y Restrepo 2003). Fue en estos lugares –ricos en recursos y poblaciones pero también con élites depredadoras y ausentistas conectadas con los grupos empresariales y altos cargos directivos públicos de la nación– donde siglos más tarde se vivió una nueva y violenta privatización de los circuitos económicos locales.
Ejemplo de esto último fue la liquidación de Colpuertos en 1992 y la privatización de las instituciones portuarias nacionales (Jiménez y Delgado 2008). En el caso de Buenaventura, Colpuertos fungió durante varias décadas como base de la economía local y movilizador social y político de unas clases medias profesionales y sindicales (Palomeque García 1998). No obstante, a raíz de la entrada de redes y capitales empresariales en lo que se conoció como el Plan Pacífico desde comienzos de la década de 199014 y con la aquiescencia de agentes comerciales poderosos desde entonces como la Sociedad Portuaria y el Terminal de Contenedores (TCBuen) –actualmente–, devino para la ciudad una enorme crisis con estertores hasta hoy.
Desde entonces, la ciudad ha experimentado una fragmentación y expulsión paulatina de las poblaciones locales de los beneficios de los circuitos económicos legales, comunitarios e informales, tanto rurales como urbanos. Por ejemplo, los que conectaron históricamente a pobladores de baja mar y zonas rurales a actividades asociadas a la pesca, a la recolección de piangua, al trabajo de la madera, a la venta de viche y en cuyo centro de actividad estuvo la participación de la mujer. A esto se suman los despojos silenciosos y sistemáticos de espacios de vida individual y comunitaria tradicionales en las zonas de baja mar debido al trazado de megaproyectos urbanísticos. Estos últimos, movilizados por un nuevo plan de desarrollo de la Presidencia, conocido como Plan Maestro Buenaventura 2050.15
Imagen 6. El proyecto del malecón hacia 2016,
¿desarrollo local o expulsión de la vida?
Fuente: Parrado 2017.
Ahora bien, lo relatado hasta aquí si bien tiene como correlato discursivo agendas extractivistas y un eslogan desarrollista común a muchas partes del país y del mundo (Escobar 2010; Valencia 2014; CNMH 2015), preocupa que la finalidad sea situar a Buenaventura, con el pasar de los años, dentro de la geografía del imaginario (Michel- Rolph Trouillot 2011), nacional y exterior, como “la ciudad puerto por excelencia”. En esta lectura que nosotros consideramos deshidratante de las especificidades contextuales e históricas locales, lo que ha importado es la inserción de ella, ya sea por vía de la violencia encubierta o la pacificación ruidosa en el sistema mundo, como uno de los “nodos claves” dentro de una expansión irreversible de la economía-mundo (Wallerstein 2006; Harvey 2006).
Y es que resulta innegable que el imaginario colonial/neocolonial de Buenaventura como “ciudad puerto para el mundo” se acompaña de estrategias de terror en la zona rural y urbana por parte de diversos actores. De hecho, las violencias del conflicto armado y las violencias extractivas del desarrollo tienen, en esta región como en otras del país, extensos vasos comunicantes, involucrando a empresarios, clientelas locales, fuerza pública, guerrilla y grupos para y neo-paramilitares.
Experiencias de reexistencia locales en Buenaventura, 2005-2015
La conjuración y desafío a las violencias directas y estructurales en Buenaventura mediante diversas gramáticas de vida y repertorios de acción local con un fuerte acento en saberes cotidianos es una de las principales apuestas de las nuevas formas organizativas. Sin embargo, lo cierto es que Buenaventura y el Pacífico sur históricamente han experimentado diversas experiencias de reexistencias populares, desplegando numerosas “tácticas de desujección” (Florez 2007).
Desde el siglo XVIII, de manera espontánea o coordinada, una expresión de ello fue la fuga de los esclavos de los enclaves mineros, pasando por la constitución de una institución como el cimarronazgo y el establecimiento de palenques en lo profundo de los montes (PCN 2012). La versión contemporánea de estas reverberaciones ciudadanas la encontramos en los paros cívicos (1964, 1998, 2017) que lograron convocar a miles de habitantes para demandar condiciones de vida digna y generar profusas promesas oficiales de planes, proyectos y programas de inversión millonarios, inconclusos en el mejor de los caos o fallidos en el peor.
A estas revoluciones cotidianas se suman diversas experiencias pluriorganizativas y liderazgos con levadura crítica perdurable en diversos procesos políticos y culturales de la ciudad a partir de la segunda mitad del siglo XX. Un breve mapeo a los mismos permite notar, en esta dirección, cómo hacia las décadas de 1950 y 1970 la batuta de la lucha estuvo en organizaciones gremiales como Sintramarítimo, Sintemar, Sinbracemar y Sinbracein. Hacia la década de 1970, la figura del sacerdote Gerardo Valencia Cano dio fuerza y continuidad a estas luchas sindicales, pero también a la Pastoral Social Afrocolombiana. Luego, durante la década de 1990, apareció el reconocido Proceso de Comunidades Negras (PCN) que, ambientado en el clima de la Constitución de 1991, así como por la inclusión del artículo transitorio 55 y la aprobación de la Ley 70 de 1993, toma como bandera la “agenda” de los derechos étnicos, territoriales y comunitarios (Grueso 2000).16
Haciendo eco de lo que el intelectual anarquista contemporáneo David Graeber (2014) sugiere como la agenda planetaria para sobrevivir al colapso contemporáneo, es decir, las “revoluciones sensibles” o las “revoluciones de la imaginación” consideramos que en las nuevas apuestas organizativas que se han consolidado hoy en Buenaventura están contenidas en lo sensible y lo imaginativo, dos tácticas disruptivas e innovadoras frente a estas otras propuestas organizativas previas y de largo aliento e impacto en el Pacífico y la ciudad.
Precisamente, producto del mapeo y de las entrevistas realizados entre 2016 y 2017 con 20 de estas experiencias y sus respectivos líderes y miembros de base, logramos evidenciar al menos cuatro dimensiones que creemos ayudan a visualizar y enmarcar de forma general esas estrategias y prácticas, pero que esperamos sean amplificadas en un futuro cercano en el marco del proceso investigativo.
Tres formas organizativas con tres horizontes de sentido
Las experiencias mapeadas en esta investigación (ver tabla 1) están enlazadas con tres formas organizativas y tres horizontes de sentido distintos entre sí, pero con ensambles y tránsitos entre ellos. El primer tipo lo conforman los denominados colectivos artísticos formados entre 2010 y 2016, con un horizonte caracterizado por la defensa creativa de la vida en los espacios urbanos violentados. Una defensa que hace uso siempre de todos los lugares posibles de la ciudad, para “empoderar creando”, como nos lo dijo uno de los integrantes del colectivo Rostros Urbanos, desde un parque, hasta un coliseo, desde un mural hasta una radio comunitaria, desde una pieza ilustrativa hasta la producción de un disco.
Tabla 1. Matriz de experiencias locales de reexistencia en Buenaventura, 2005-2015
Elaboración propia con base en entrevistas locales a líderes de Espacio Humanitario, Pro & Paz, Rostros Urbanos, Buenaventura, Madres
por la Vida, Poetas de la Gloria, Arambée, Capilla de la Memoria, Madres y Jóvenes de Punta del Este, Entretejiendo Voces por los Desaparecidos
y Semillero de Teatro por la Vida.
La acción política de estos colectivos es movilizada con repertorios artísticos donde se destacan el rap, el hip hop, la danza, la poesía como detonantes y pretextos para denunciar ya sea las masacres de los paramilitares, los abusos del ESMAD,17 los despojos cotidianos de los megaproyectos en el puerto, la precariedad institucional del Estado central o la corrupción de las clientelas locales. En estos colectivos, tejer y mantener una red de afectos y saberes es una pieza central de la acción organizativa que logra integrar jóvenes y adultos, mujeres y niños, de los mismos barrios y de comunas diferentes. Además, ello sirve para potenciar conocimientos y oficios individuales en función de procesos barriales.
Por su parte, el segundo tipo está asociado con las organizaciones de sobrevivientes y familiares víctimas de desaparición, asesinato y desplazamiento forzado, formadas entre 2005 y 2013. Aquí el horizonte de sentido pasa ya sea por la generación de condiciones de apoyo narrativo, emocional, moral, psicosocial a mujeres y familias en el manejo de los pasados, duelos y catarsis personales, como por la generación de medidas de seguridad, protección y cuidado entre todos y con la alianza de la comunidad internacional, frente a espacios, dinámicas y actores que violentan y revictimizan.
En el radar de la acción política de estas organizaciones, creemos encontrar tres claves emocionales y políticas que permiten conjurar de forma personal y colectiva, los trazos de dolor y miedo que han dejado la amenaza, la desaparición y el desplazamiento de los familiares en las comunas. La primera clave es el “recuerdo transformador” que permite no invisibilizar, pero tampoco literalizar, tanto en los espacios íntimos como en los tejidos comunitarios, la memoria de lo sucedido con el cuerpo de sus hijos, esposos y hermanos, producto de las lógicas y dinámicas de terror del para y neo-paramilitarismo. La segunda clave es el “arraigo persuasivo” con el que buscan seducir a jóvenes y mujeres, los más proclives a lógicas de expulsión a que se queden y permanezcan con dignidad en el territorio, pese a las condiciones precarias de los barrios y comunas y a la constante amenaza.18 La tercera clave es una combinación de dos estrategias cotidianas “ganar en confianza” con el otro y “gestionar de forma transformadora” la conflictividad local. Lo primero permite de nuevo habitar las calles; lo segundo, reestablecer los vínculos vecinales, no ceder tan fácil a la dinámica de las fronteras invisibles.19
Imagen 7. La Capilla de la Memoria y el recuerdo transformador
Fuente: Parrado 2017.
En el tercer tipo aparecen las plataformas de convergencia organizativa formadas entre 1990 y 2007 cuyo horizonte de sentido está situado en la imaginación a mediano y largo plazo de un proyecto compartido y transformador en la ciudad, tanto a escala rural como urbana, que permita enlazar y gestionar en red, espacios y agendas plurales en las que tengan cabida diversos colectivos, con menos trayectoria, pero sí mucha capacidad organizativa y que pueda avanzarse en posicionar sus luchas y acciones.
Esa precisamente es la apuesta de fundaciones como FUNDESCODES, de procesos comunitarios de largo alcance como los del PCN o los liderados por la Pastoral Afro de la Diócesis de Buenaventura. Muchas de sus acciones se han encaminado a promover trabajo convergente de los diversos colectivos en torno a la memoria política y cultural de la ciudad, a potenciar agendas étnicas y una espiritualidad de base con compromiso con los más afectados por la violencia, a la formación en derechos humanos y/o a la comunicación con incidencia política.
Apertura a nuevas gramáticas e interseccionalidades
Los colectivos y las organizaciones mencionadas en la tabla 1 se caracterizan por la apertura a gramáticas de resignificación de la vida que, como ya mencionamos, pueden ser diversas y creativas en sus registros y apuestas políticas. Estas gramáticas sirven como activadoras de alarmas ante el inmovilismo y la apatía ciudadana frente a lo que en la ciudad tiende a suceder y naturalizarse, convocando de forma interseccional a diversos sectores, con diversas exclusiones y con respuestas también plurales a las violencias.
Ejemplo de lo anterior es rastreable en campañas contra la estigmatización de los espacios urbanos o la prevención de las violencias de género. En el primer caso, tenemos la iniciativa “Súmate al arte por la paz” (2016 y 2017) promovida por Rostros Urbanos, con la pretensión de “recuperar las esquinas”. Estos lugares, asociados con la venta o el consumo de drogas, peleas entre bandas o asesinatos de jóvenes, son resignificados vitalmente con la participación de diversos sectores por medio de actividades culturales y grafitis. En el segundo caso, se encuentra la iniciativa “Alza la voz”20 promovida por la fundación Pro & Paz, que moviliza una gramática enfocada en el respeto a la diferencia y en la generación de condiciones para ello en las comunas y barrios.
Imagen 8. Alzando la voz por la vida en los territorios violentados
Fuente: Parrado 2017.
Reconocimiento de los acumulados formativos y de una consigna clásica de lucha
Las experiencias aquí mencionadas son movilizadas en su mayoría por liderazgos jóvenes y femeninos, varios de los cuales han sido formados en plataformas de convergencia como el PCN, FUNDESCODES y/o Pastoral Social. Estas plataformas, a nuestro entender, se han convertido en “escuelas de vida” de las nuevas reexistencias afropacíficas. Con distancias reflexivas, pero también recogiendo el acumulado de lo anterior, estas nuevas expresiones repotencian un reto y una consigna clásica en la zona: la “defensa de la vida y la permanencia en el territorio”. Un ejemplo de esto es lo que afirma Danelly Estupiñán, lideresa del PCN: “Los hijos e hijas de Buenaventura nos negamos a olvidar que nuestras bahías y esteros han sido convertidos en fosas comunes. Hemos sido desplazados, desterrados, descuartizados y violados… Nos negamos a arrancar de la memoria que en estos diez años [2005-2015] hemos perdido a 10 mil mujeres y hombres” (El País 2015). Lo significativo es que lo hacen desde las comunas que resultan más afectadas por las violencias del desarrollo y las de los grupos posdesmovilización de las AUC: 3, 4, 5, 7, 8 y 12, tal y como lo mostramos en la imagen 1.
Un horizonte común: la construcción de tejidos emocionales cotidianos
Tanto los colectivos como las organizaciones y plataformas se plantean como horizonte común la construcción de tejidos emocionales cotidianos para la recuperación de la dignidad tanto de los que hacen parte de los procesos, como en general para las poblaciones de influencia. En esta construcción de tejidos emocionales, es clave el trabajo de la memoria a partir de la recuperación de los sentidos comunes y diferenciados sobre lo ocurrido con la violencia paramilitar o neo-paramilitar, pero sobre todo la proyección de futuros posibles que permitan imaginar canales y plataformas de acción cotidiana para territorializar de nuevo aquellos espacios donde la violencia se erigió como mandato.
Expresión de estos tejidos emocionales los encontramos en las experiencias del Espacio Humanitario y en Pro & Paz, que apuestan por una especie de “retorno a lo cotidiano” por medio de la recuperación de espacios, dinámicas y juegos que antes eran comunes y que fueron violentados por los actores armados, por la creación de fronteras invisibles, por órdenes impuestos por foráneos. Para los primeros, esta recuperación ha sido mediante espacios de juego como el dominó y las tertulias en la calle. Para los segundos, estos tejidos los han encontrado en dinámicas interbarriales de encuentro por medio de torneos de fútbol, chocolatadas, desayunos con niños y jóvenes, ciclovías.
Para cerrar este apartado, diremos que posiblemente lo que conecta todos estos procesos y prácticas tan disímiles entre sí y tan distanciados históricamente unos de otros, desde un alzamiento popular del XVIII hasta una forma organizativa sindical o pastoral a mediados del XX, desde un paro cívico en la década de 1960 hasta una acción de “artivismo” popular liderada en contra de las violencias de género, es precisamente la “memoria organizativa” en medio de las adversidades y violencias, la cual favorece la multiplicación y activación de demandas y agendas tanto sociales como étnicas. Una expresión de esto es la propuesta “Alza la voz” mencionada antes y que se constituye en “una campaña que lo que pretende es hacer una llamado a generar condiciones para que haya igualdad y tolerancia entre toda la población bonaverense” (entrevista a líder de Pro & Paz, septiembre de 2016). Claro está que en un trayecto procesual no hay que negar la existencia de fricciones, cuotas de frustración política, efervescencia comunitaria, tensiones organizativas y mucho protagonismo reciente de un dispositivo latente y complejo a la vez: la “etnización de la negridad” (Restrepo 2013).
Epílogo
Los rasgos diferenciadores de las nuevas experiencias de reexistencia que hemos mapeado en Buenaventura frente a las violencias ocurridas entre 2005 y 2015 radican en las innumerables formas de relacionamiento cotidiano y sensible entre ellas. En particular, se destaca el despliegue y movilización de acciones colectivas por la defensa de los derechos comunales y de los espacios de vida, la consolidación de liderazgos juveniles y femeninos, el agenciamiento de repertorios creativos y disruptivos en diversos espacios urbanos y la denuncia desafiante de todo tipo de lógicas extractivas en una ciudad etiquetada como “puerto” y “distrito especial”.
Lo que expresan estas acciones –para nada coyunturales y fortuitas– es un desafío permanente y necesario a las violencias sedimentadas o impuestas y una tendencia creciente a imaginar otros futuros posibles para la ciudad, cada vez más intervenida por los capitales privados de corte neoliberal, por la acción estatal necropolítica con miras al fortalecimiento de la infraestructura sin gente, por las alianzas público-privadas que incentivan el capital empresarial y acaban con los circuitos económicos locales y la intervención violenta de diversos “señores de la guerra”.
Son experiencias de reexistencia novedosas en la medida en que, además de continuar desplegando acciones colectivas y creativas en clave étnica para defender el territorio, buscan resignificar la vida desde formas sensibles usando un gran plexo de repertorios y artefactos artísticos y memorísticos, unos tradicionales (la poesía, el teatro, el canto, el alabao, los ritos funerarios) y otros contemporáneos como el rap, el hip hop, el grafiti.
Dos preguntas que hacia adelante pueden abrir y posicionar discusiones, en un contexto nacional e internacional en el que predomina un discurso oficializado y liberal de paz y transición expresión de las nuevas sintaxis del desarrollo neoliberal, son las siguientes: ¿qué tipo de futuros alternativos posicionan los colectivos y organizaciones nacientes, a contrapelo de las violencias impuestas como única realidad posible?, y ¿cuál es la incidencia efectiva de sus repertorios frente a las gramáticas de terror cada vez más silenciosas e imperceptibles?
Agradecimientos
Este artículo fue uno de los resultados del proyecto de investigación “Defender la vida e imaginar el futuro en un ‘puerto sin comunidad’. Significados y resonancias de tres iniciativas de memoria en Buenaventura”, financiado por la Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, entre 2016 y 2019, (Proyecto ID 7438). El proyecto fue coordinado por los profesores Wooldy Edson Louidor (Instituto Pensar), Jefferson Jaramillo (Departamento de Sociología) y la investigadora Érika Parrado Pardo. Expresamos un especial reconocimiento a todos los colectivos locales, líderes, jóvenes, mujeres y hombres que conversaron con nosotros y nos acompañaron durante las estancias en Buenaventura. Especial gratitud a Adriel Ruiz y Gilberto López de FUNDESCODES por el apoyo institucional y el tejido relacional en terreno. De igual forma, agradecemos la discusión inspiradora que suscitó una versión preliminar del texto por parte de los estudiantes de la Maestría en Estudios Afrocolombianos de la Pontificia Universidad Javeriana, la cual se realiza en Cartagena.
Notas
1 Entre las poblaciones indígenas encontramos las etnias wounaan, embera, páez, eperara, siapidara y catío. Ver:
https://www.datos.gov.co/Inclusi-n-Social-y-Reconciliaci-n/Resguardos-ind-genas-del-Valle-del-Cauca/bc23-bhg7/data
Acceso el 13 de octubre de 2017.
2 Sin embargo, las violencias en la ciudad son de más larga data. De hecho, entre 1991 y 2013, Buenaventura fue uno de los municipios con una de las tasas promedio más elevadas de homicidios en el país (69,58% por cada 100 mil habitantes). Este registro estuvo por encima del promedio nacional, que fue del 50%. Ahora bien, en 2013 –un momento crítico para la ciudad–, se experimentó una cifra escandalosa de desplazamiento intra y extraurbano de por lo menos 13 mil habitantes, resultando los afros e indígenas, las mujeres y jóvenes los más afectados (McGee y Flórez 2017).
3Etiquetas con las que se promociona a la ciudad en Wikipedia y en los portales gubernamentales, y que responden a una estrategia de gubernamentalización turística y comercial a escala nacional y global de una parte de ella –la de la ciudad-puerto–, encubriendo las trazas históricas de marginación a las que ha sido conducida la zona continental de Buenaventura. Acceso el 20 de septiembre de 2018.
4 “Las ‘promesas inconclusas’ que detonaron el paro cívico en Buenaventura” (El País 2017, 21 de mayo). Ver:
http://www.elpais.com.co/valle/las-promesas-inconclusas-que-detonaron-el-paro-civico-en-buenaventura.html
Acceso el 28 de septiembre de 2018.
5 Considerar como período esta década entre 2005 y 2015 surge también por la revisión de dos fuentes: el archivo digital del CINEP y el banco de datos Noche y niebla que arrojan titulares de prensa y datos de victimización estremecedores para el mismo.
6 A partir de los datos de Noche y niebla del CINEP se logró identificar un total de 239 registros de amenazas, asesinatos, incursiones, entre otros hechos victimizantes ocurridos en su mayoría en barrios de estas comunas. En el análisis de estos datos, resultan centrales para la ciudad tres hitos clave y un número importante de acciones violentas sucedidas allí. El primer hito sucede en 2007 con la posdesmovilización paramilitar donde tienen lugar 30 acciones. El segundo hito acontece en 2011 con la reconfiguración paramilitar por vía de los Rastrojos y Urabeños; aquí tienen lugar 29 acciones. En 2014 ocurre la disputa entre Rastrojos, Urabeños y la Empresa, que tuvo como saldo más de 50 acciones.
7 Este mapa fue elaborado a partir de varias fuentes, entre ellas, el Centro Nacional de Memoria Histórica (CNMH 2015); Fundación Ideas para la Paz (2013); y entrevistas a diversos líderes y lideresas en 2016.
8 Tres fases comprendieron esta investigación. La primera fue la teórico-conceptual en la cual se configuraron ejes de discusión y núcleos conceptuales transversales a la propuesta, alimentados por la sociología del desarraigo, los estudios pos y decoloniales de la memoria y las lecturas expertas, institucionales, de corte histórico y etnográfico sobre el Pacífico sur colombiano. La segunda fase planteó una lectura in situ del contexto, producto de un proceso de investigación, acción y acompañamiento en terreno que incluyó 21 entrevistas con líderes de organizaciones y agentes institucionales, siete visitas de campo entre tres y cinco días de duración, coordinación y participación en dos espacios académicos y ciudadanos. Uno de ellos fue el foro Desarraigo, Resistencias y Memorias en Buenaventura, en el contexto de las transiciones; el otro fue el diplomado Territorios y Reparaciones Colectivas. A esto se sumó un mapeo de alrededor de 20 experiencias de reexistencia, así como una extensa revisión de prensa y bases de datos durante el período 2005-2015. La tercera fase fue la reverberación dialógica y analítica del material y del contexto, del cual este artículo es uno de los resultados parciales.
9 Por ejemplo, las masacres perpetradas por paramilitares a orillas del río Yurumanguí (2001) y en corregimientos como Zabaletas, Llano Bajo, Llano Grande y La Cascada durante la década de los años 2000.
10 Esta noción de repertorios reinterpreta de manera un tanto “libre” la perspectiva de Charles Tilly (2002) en su análisis de la acción colectiva, lo que nos conduce a verlos como artefactos culturales o políticos, producto de un proceso deliberado y parte de un saber individual y compartido, que son desplegados para la acción creativa. En esa lógica, consideramos que en Buenaventura frente a los dispositivos de muerte se erigen repertorios de vida o gramáticas de vida. En esta última dirección, encontramos útiles los trabajos de Tylor (2003) y Tylor y Fuentes (2011) en tanto estas gramáticas son actos, prácticas y comportamientos cargados de sentido “performativo”, donde se combina lo político, lo disruptivo, lo creativo que desafía formas de ver y de estar en el mundo.
11 Esta autora escribe su nombre en minúsculas.
12 Entre los cuales se encuentran la ampliación de la pista de aterrizaje y la nueva terminal de pasajeros del aeropuerto, el Centro de Actividades Económicas de Buenaventura (CAEB), el plan de negocios para las cadenas pesquera, agroforestal, turística y hortofrutícola, la agencia de atracción de inversión u oficina permanente Invest Pacific, el Malecón Bahía de la Cruz y la tercera fase de la Ciudadela San Antonio.
13 En Oslender se reconocen cuatro tipos de repertorios: 1) acciones de defensa de espacios públicos; 2) acciones de denuncia de la apropiación y el despojo de tierras y territorios; 3) acciones para la defensa de los territorios en el área urbana; 4) acciones para evitar desplazarse definitivamente del territorio. En el trabajo del CNMH, estos repertorios permiten “el arraigo” mediante acciones desplegadas en el espacio, la tierra y el territorio. Finalmente, en Blair y Riaño, se destaca el poder de los espacios locales para la emergencia y legitimación de esas otras formas de expresión de la memoria.
14 “Gaviria lanza Plan Pacífico”. El Tiempo, 24 de mayo de 1992. Ver:
http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-121698
Acceso el 15 de septiembre de 2018.
15 Plan de Acción Integral Buenaventura. Gerencia Social. Ver:
http://wsp.presidencia.gov.co/Regiones/acuerdos/Documents/Acciones-Buenaventura.pdf
Acceso el 12 de septiembre de 2018.
16 Aunque no es nuestro interés desglosar aquí críticamente lo que ha sido esta “agenda” de derechos y políticas de la diferencia para el Pacífico colombiano, sí reconocemos que existen al menos dos núcleos analíticos en los cuales hemos abrevado para construir los antecedentes de las experiencias abordadas. Un primer núcleo enfatiza en la naturaleza, los desafíos y limitaciones culturales y políticas de esta agenda por vía de los procesos de etnización en clave histórica y de reconocimiento de prácticas. Entre la literatura vectora de este primer núcleo están las investigaciones de Almario (2001, 2007 y 2009); Agudelo (2005); Escobar (2010); Restrepo (1996 y 2013), PCN (2008), Leal y Restrepo (2003). Un segundo núcleo aborda la comprensión de la agenda por vía de las acciones colectivas tanto las comunitarias como de colectivos y movimientos en el Pacífico sur, así como sus potenciales y dificultades. La literatura vectora de este núcleo la representan, entre otros, los trabajos de PCN (2008); Grueso (2000); Hoffmann (2002); Domínguez (2017); Castillo et al. (2009).
17 Escuadrón Móvil Antidisturbios creado en 1999 como una unidad grupo de la Policía Nacional de Colombia cuya misión, según la oficialidad, es “el control de manifestaciones, disturbios y apoyo a desalojos, con el fin de restablecer el orden y la seguridad de los habitantes”. Desde diversos sectores, es considerada una fuerza represiva de la protesta social y es altamente cuestionada por la violación a los derechos humanos de la población. En el caso de Buenaventura, y en relación con el último paro cívico de mayo de 2017, el rapero Junior Jein dedicó una canción crítica a este comando de operaciones con el nombre de Fucking ESMAD.
18 Esto está presente en el discurso de los que habitan, por ejemplo, el Espacio Humanitario de Puente Nayero en el barrio La Playita de la Comuna 4, para quienes “no irse”, “permanecer allí”, “crear un proyecto de vida en cada rincón posible” es la mejor forma de reexistir resistiendo a la práctica generalizada del despojo en toda la ciudad.
19 Una muy sonada en las entrevistas es la interpuesta entre los barrios San Luis y Kennedy, de la Comuna 7.
20 La canción de la campaña reza en algunos apartados así: “Alza la voz y a la violencia de género, dile no, no, no… Alza la voz y dile no a la violencia. Al igual que tú tienen derecho a soñar, al igual que tú tienen derecho a reír, al igual que tú tienen derecho de amar, al igual que tú… Tienen derecho a vivir, pellízcate despierta, ponte bien alerta, para que podamos erradicar tanta violencia” (Pro & Paz 2016).
Bibliografía
Agudelo, Carlos Efrén. 2005. Multiculturalismo en Colombia. Política, inclusión y exclusión de poblaciones negras. Bogotá: Colección la Carreta Social.
Albán Achinte, Adolfo. 2009. “Pedagogías de la re-existencia. Artistas indígenas y afrocolombianos”. En Arte y estética en la encrucijada descolonial, compilado por Walter Mignolo y Zulma Palermo, 443-468. Buenos Aires: Ediciones del Signo.
Almario, Óscar. 2009. “De lo regional a lo local en el Pacífico sur colombiano, 1780- 1930”. Revista Historelo. Revista de Historia Regional y Local 1 (1): 76-123.
Almario, Óscar. 2007. “¡Ay mi bello puerto del mar, mi Buenaventura! La larga historia del desencuentro entre el puerto y la ciudad y entre la región y el país”. Revista Posiciones 1. Cali: Universidad del Valle.
Almario, Óscar. 2001. “Tras las huellas de los renacientes. Por el laberinto de la etnicidad e identidad de los grupos negros o afrocolombianos del Pacífico sur. Territorio, identidad, memoria colectiva y movimiento étnico de los grupos negros del Pacífico sur colombiano: con énfasis microhistórico y etnográfico en la zona del río Tapaje”. En Informe de año sabático (2000-2001). Medellín: Facultad de Ciencias Humanas y Económicas, Departamento de Historia, Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín.
Aramburo, Clara, Álvaro Guzmán, Clara Inés García, Alba Rodríguez y Juan Domínguez. 2014. “Órdenes locales y conflicto armado. Una metodología comparada”. Análisis Político: 3-18.
Blair, Elsa. 2011. “Memoria y poder: (des)estatalizar las memorias y (des)centrar el
poder del Estado”. Universitas Humanística 72: 63-87.
Bojsen, Heidi. 2008. “La géographie de l’errance: à la recherche de l’intention poétique
de la géographie politique”. Autour d’Édouard Glissant. Lectures, épreuves,
extensions d’une poétique de la relation: 31-48.
Butler, Judith. 2017. Cuerpos aliados y lucha política. Buenos Aires: Paidós.
Castillo, Luis Carlos, Álvaro Guzmán, Jorge Hernández, Mario Luna, Fernando
Urrea. 2009. Desigualdades étnico raciales, acción colectiva, etnicidad y resistencia en
el norte del Cauca y sur del Valle. Cali: CIDSE / Universidad del Valle.
CNMH (Centro Nacional de Memoria Histórica). 2015. Buenaventura: un puerto
sin comunidad. Bogotá: CNMH.
Cortés Severino, Catalina. 2007. “Escenarios de terror entre esperanza y memoria:
políticas, éticas y prácticas de la memoria cultural en la Costa Pacífica colombiana”.
Revista Antípoda 4: 163-186.
De Sousa Santos, Boaventura. 2006. Renovar la teoría crítica y reinventar la emancipación
social. Buenos Aires: CLACSO.
Domínguez, Martha Isabel. 2017. Territorios colectivos: proceso de formación del Estado
en el Pacífico colombiano (1993-2009). Medellín: Editorial Universidad de
Antioquia.
El Tiempo. 1992. “Gaviria lanza Plan Pacífico”, 24 de mayo. Acceso el 20 de septiembre de 2017. http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-121698
El País. 2017. “Las “promesas inconclusas” que detonaron el paro cívico en Buenaventura”, 21 de mayo. Acceso el 18 de septiembre. http://www.elpais.com.co/valle/las-promesas-inconclusas-que-detonaron-el-paro-civico-en-buenaventura.html
El País. 2015. “Buenaventura es una comunidad victimizada”, 3 de junio.
El País. 2014a. “Cierran paso a violentos en calle del Puerto”, 12 de mayo.
El País. 2014b. “Buenaventura, enterró la violencia”, 13 de abril.
Escobar, Arturo. 2010. Territorios de diferencia: lugar, movimientos, vida, redes. Popayán:
Envión Editores.
Fanon, Frantz. 1952. Peau noire, masques blancs. París: Seuil.
Florez, Juliana. 2007. “Tácticas de des-sujeción: disenso, subjetividad y deseo en los
movimientos sociales. Relaciones de género en la red Proceso de Comunidades
Negras del Pacífico colombiano”. Revista Athenea Digital 12: 397-402.
Fundación Ideas para la Paz. 2013. La crisis de Buenaventura la vive todo el Pacífico. Acceso el 14 de julio de 2016. http://cdn.ideaspaz.org/media/website/document/538795ac750bc.pdf
González, Fernán. 2009. “Espacio, conflicto y poder: las dimensiones territoriales de la violencia y la construcción del Estado en Colombia”. Sociedad y Economía 17: 185-214.
González, Fernán y Silvia Otero. 2010. “La presencia diferenciada del Estado: un desafío a los conceptos de gobernabilidad y gobernanza”. En Gobernanza y conflicto en Colombia: interacción entre gobernantes y gobernados en un contexto violento, editado por Claire Launay y Fernán González. Bogotá: CINEP / Instituto de Investigación y Debate sobre la Gobernanza / Pontificia Universidad Javeriana.
Graeber, David. 2014. “Guía práctica para utopistas antes del próximo colapso”. El Malpensante. Acceso el 18 de septiembre de 2017.https://www.elmalpensante.com/articulo/3188/guia_practica_para_utopistas_antes_del_proximo_colapso
Grossberg, Lawrence. 2012. Estudios culturales en tiempo futuro, cómo es el trabajo
intelectual que requiere el mundo de hoy. Buenos Aires: Siglo Veintiuno.
Grueso, Libia. 2000. El proceso organizativo de comunidades negras en el Pacífico sur
colombiano. Cali: Programa de Maestría en Estudios Políticos, Facultad de Humanidades
y Ciencias Sociales, Pontificia Universidad Javeriana.
Harvey, David. 2006. Spaces of Global Capitalism. Londres y Nueva York: Verso Books.
Hoffmann, Odile. 2002. “Espacios y movilidad de la gente negra en el Pacífico sur
colombiano: ¿hacia la construcción de una “sociedad regional?” Estudios Afroasiáticos
24 (3): 43-74.
Hooks, Bell. 1990. Yearning: Race, Gender, and Cultural Politics. Boston: South End Press.
Jiménez, Nayibe y Wilson Delgado. 2008. “La política pública de privatización del
sector portuario y su impacto en la organización del trabajo en el puerto de Buenaventura”.
Revista Científica Pensamiento y Gestión 25, julio-diciembre.
Leal, Claudia y Restrepo Eduardo. 2003. Unos bosques sembrados de aserríos. Historia
de la extracción maderera en el Pacífico colombiano. Medellín: Editorial Universidad
de Antioquia.
López, Mario, Óscar Useche y Eduardo Martínez. 2016. “No violencia, resistencias y
transformaciones culturales”. Polis Revista Latinoamericana. Centro de Investigación
Sociedad y Políticas Públicas (CISPO).
Louidor, Wooldy. 2016. Articulaciones del desarraigo en América Latina. El drama de
los sin hogar y sin mundo. Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana.
Mbembe, Achile. 2011. Necropolítica seguido de sobre el gobierno privado. Barcelona:
Melusina.
McGee, Rosie y Jesús Flórez. 2017. Poder, violencia, ciudadanía y agencia: estudio de
caso colombiano. Cali: Universidad Autónoma de Occidente.
Ojeda, Diana. 2016. “Los paisajes del despojo: propuestas para un análisis desde las
reconfiguraciones socioespaciales”. Revista Colombiana de Antropología: 19-43.
Oslender, Ulrich. 2008. “Geografías del terror: un marco de análisis para el estudio
del terror”. X Coloquio Internacional de Geocrítica, Universidad de Barcelona.
Oslender, Ulrich. 2004. “Geografías de terror y desplazamiento forzado en el Pacífico colombiano: conceptualizando el problema y buscando respuestas”. En Conflicto e (in)visibilidad: retos en los estudios de la gente negra en Colombia, editado por Eduardo Restrepo y Axel Rojas. Colombia: Editorial Universidad del Cauca.
Oslender, Ulrich. 2002. “Espacio, lugar y movimientos sociales: hacia una espacialidad de
resistencia”. Scripta Nova 6 (115).
Palomeque García, Adalberto. 1998. Surgimiento de una clase media alrededor de la
empresa Puertos de Colombia en la ciudad de Buenaventura. Tesis de pregrado en
Sociología, Facultad de Ciencias Sociales y Económicas, Universidad del Valle.
PCN (Proceso de Comunidades Negras). 2012. Derrotar la invisibilidad. Un reto
para las mujeres afrodescendientes en Colombia. Bogotá.
PCN (Proceso de Comunidades Negras). 2008. Territorio y conflicto desde la perspectiva del Proceso de Comunidades
Negras PCN.
Parrado, Érika. 2017. La memoria surge en plural: procesos organizativos e iniciativas
de resistencia política en Buenaventura, 2006-2016. Tesis para Politología, Facultad
de Ciencia Política y Relaciones Internacionales, Pontificia Universidad Javeriana,
Bogotá.
Pro & Paz. 2016. “Alza la voz”. Canción.
Quiceno Toro, Natalia. 2016. Vivir sabroso. Luchas y movimientos afroatrateños, en
Bojayá, Chocó, Colombia. Bogotá: Universidad del Rosario.
Restrepo, Eduardo. 2013. Etnización de la negridad: la invención de las “comunidades
negras” como grupo étnico en Colombia. Popayán: Universidad del Cauca.
Restrepo, Eduardo. 1996. “Cultura y biodiversidad”. En Pacífico ¿desarrollo o diversidad? Estado,
capital y movimientos sociales en el Pacífico colombiano. Bogotá: CEREC.
Riaño, Pilar. 2007. “Jóvenes, memoria y violencia en Medellín. Una antropología del
recuerdo y el olvido”. Medellín: Universidad de Antioquia e Instituto Colombiano
de Antropología e Historia.
Scott, James. 1990. Domination and the Arts of Resistance: Hidden Transcripts. Nueva
Haven: Yale University Press.
Tilly, Charles. 2002. “Repertorios de acción contestataria en Gran Bretaña 1758-
1834”. En Protesta social, repertorios y ciclos de la acción colectiva, editado por Mark
Traugott. Madrid: Editorial Hacer.
Trouillot, Michel-Rolph. 2011. Transformaciones globales: la antropología y el mundo
moderno. Universidad del Cauca / CESO-Universidad de los Andes.
Tylor, Diana. 2003. The Archive and the Repertoire. Durham: Duke University
Press.
Tylor, Diana y Marcela Fuentes, eds. 2011. Estudios avanzados de performance. México:
Fondo de Cultura Económica (FCE) / Instituto Hemisférico de Performance
y Política / Tisch School of the Arts / Nueva York University.
Valencia, Alonso. 2014. “Los orígenes coloniales del Puerto de Buenaventura”. Historia
y Memoria 9: 221-246.
Vásquez, Teófilo. 2015. Territorios, conflictos armado y política en el Caquetá: 1900-
2010. Bogotá: Universidad de los Andes.
Wallerstein, Immanuel. 2006. Análisis de sistemas-mundo: una introducción. México:
Siglo Veintiuno.
Bases de datos
Archivo digital de prensa del Centro de Investigación y Educación Popular, Programa por la Paz (CINEP).
CINEP. Noche y niebla. Banco de datos de derechos humanos. Resguardos indígenas del Valle del Cauca. Acceso el 13 de octubre de 2017. https://www.datos.gov.co/Inclusi-n-Social-y-Reconciliaci-n/Resguardos-ind-genas-del-Valle-del-Cauca/bc23-bhg7/data
Entrevistas
Entrevista a dos líderes de Espacio Humanitario, Buenaventura, noviembre de 2016.
Entrevista a líder de Pro & Paz, Buenaventura, septiembre de 2016.
Entrevista a miembro de la asociación Rostros Urbanos, Buenaventura, septiembre
de 2016.
Entrevista a madre de la organización Madres por la Vida, Buenaventura, septiembre
de 2017.
Entrevista a dos líderes de Poetas de la Gloria, Buenaventura, septiembre de 2017.
Entrevista grupal a Arambée, Buenaventura, septiembre de 2017.
Entrevista a coordinadora de la Capilla de la Memoria, Buenaventura, septiembre de
2017.
Entrevista grupal a madres de Punta del Este, Buenaventura, septiembre de 2017.
Entrevista grupal a madres de Entretejiendo Voces por los Desaparecidos, Buenaventura,
septiembre de 2017.
Entrevista grupal a miembros de Semillero de Teatro por la Vida, Buenaventura,
septiembre de 2017.