En este dossier presentamos algunos debates en torno a la centralidad que adquiere, en la actualidad, el análisis de las nuevas configuraciones de la clase trabajadora articuladas con las transformaciones en el modo de acumulación capitalista. La propuesta se ha inspirado teóricamente en los debates que, desde las perspectivas del trabajo global, enfatizaron la importancia teórico-política de la clase entendida como formación social y herramienta analítica para la crítica académica y social. Desde estas coordenadas, abogamos por una comprensión de las tendencias globales de acumulación de capital y sus concreciones históricas en los ámbitos cotidianos, en su relación con procesos que, de forma dinámica e interdependiente en un tiempo y espacio particular, estructuran las desigualdades de género y raciales como especificaciones de las relaciones de clases (Federici 2016).
Partimos por entender que, al compás del proceso de reestructuración capitalista, se multiplican nuevas relaciones sociales al interior de las cuales se advierte una multiplicidad de formas y sujetos trabajadores. En tal sentido, la reconceptualización de la clase trabajadora supone atender los procesos de fragmentación y heterogeneización tanto como la vertiginosa fluidez de las relaciones y experiencias de clase. Ello tiene relevancia en el llamado sur global, donde los trabajadores asalariados “formales” han sido, históricamente, sectores minoritarios de la fuerza de trabajo. En efecto, en nuestros países latinoamericanos prevalecen formaciones sociales ligadas con el trabajo comunitario, doméstico y familiar, el trabajo esclavo, endeudado, convicto y distintas formas encubiertas de trabajo asalariado (Van der Linden 2014).
El enfoque propuesto asume una perspectiva procesual y relacional que parte de considerar que las situaciones objetivas de la clase tienen importancia en el proceso histórico, pero también que la relación entre dichas situaciones objetivas y la configuración de clase no es mecánica ni simple, sino que constituye precisamente lo que debe ser analizado. Desde esta perspectiva, la clase no puede pensarse como un hecho dado, un a priori, una “ubicación”, sino como un proceso dinámico que implica cuestionarse sobre su configuración en articulación con las relaciones de producción, reproducción y explotación de clase y sus expresiones en la organización de la vida.
En el contexto actual adquiere vigencia las reflexiones teóricas que Ellen Meiksins Wood elaborara a propósito de la obra de Edward P. Thompson advirtiendo que “para responder a la presencia irrefutable de las formaciones de clase que unen las formas nuevas y tradicionales de fuerza de trabajo […] se hace necesario identificar una experiencia unificadora” (Meiksins Wood 2000, 103). Experiencia unificadora no como reunión objetiva que enlaza los grupos heterogéneos en una clase, sino como proceso que conecta las relaciones de producción y reproducción con la formación de clase. Esta conceptualización abre preguntas en torno a la dinámica de organización, desorganización y reorganización continua de las fuerzas laborales (Kasmir y Carbonella 2014) en sus dimensiones políticas, culturales y estructurales, cobrando central relevancia el análisis del conflicto y la lucha como fuerza constitutiva del proceso de formación de clase.
El desarrollo de las relaciones de clases se asocia estrechamente con la concepción social de trabajo propuesta por Marx, en tanto actividad específicamente humana, transformadora de la naturaleza y de los seres humanos (2014 [1867]). Entendido como categoría objetiva explicativa y a la vez proceso subjetivo de los sujetos sociales, el trabajo precisa ser abordado dentro de la red de relaciones económicas, sociales y culturales que lo constituyen (Menéndez 1990).
La propuesta implica no solo ampliar la mirada en torno al trabajo y la clase ponderando sus procesos de producción y reproducción con sus tendencias de fragmentación, atomización y heterogeneización, sino que también supone extender la perspectiva en términos geográficos. Así, el enfoque está puesto en América Latina por entender la importancia de aportar a la construcción de conocimientos sobre nuestras realidades locales, contradictoriamente conectadas con otras dimensiones espacio-temporales, a escala regional y global.
Nos interesa ponderar la forma en que las transformaciones en el modo de acumulación, trabajo y configuración de clase se inscriben en dinámicas particulares de acuerdo con las localidades y países que integran Latinoamérica, pero desde una mirada que desborde los límites nacionales y se cuestione por procesos transfronterizos, por interconexiones que reúnan los panoramas globales y las historias cotidianas y locales. De esta manera, el enfoque procesual otorga luz a los procesos comunes latentes en las particularidades, al tiempo que atiende los procesos de cambio espaciales y temporales que impactan en la vida de la clase trabajadora, la cultura y sus formas organizativas.
Es en los sures globales donde se expresa, con mayor nitidez, la permanente actualización de los procesos que Marx llamara de acumulación “originaria” (2014 [1867]). Las migraciones forzadas, la expulsión y expropiación violenta de campesinos e indígenas de sus tierras, la expansión neoextractivista, el incremento en el número de feminicidios, las privatizaciones, la avanzada de políticas (ultra)conservadoras a escala regional son expresiones centrales de esta reconfiguración (Harvey 2006). En última instancia, los variopintos procesos de acumulación por despojo tienden a permear los mecanismos de producción de los elementos necesarios para la reproducción ampliada del capital (capital, medios de producción y fuerza de trabajo). Este conjunto de procesos, a su vez, plantea nuevas limitaciones a las posibilidades de reproducción social de la fuerza de trabajo, con un progresivo aumento de la precarización de la vida de la clase trabajadora a escala global y que generalmente redunda en una sobrecarga de trabajo para las mujeres (Vega 2018).
En tal marco, es preciso iluminar las formas históricas (en términos espaciales y temporales) de realización del trabajo productivo y reproductivo, incorporando al análisis las reactualizadas modalidades de explotación de cuerpos sexualizados y racializados. Acompaña este dossier, el ensayo visual “Lo que queda”, de Cristina Vera Vega, que nos acerca a las herencias coloniales del trabajo doméstico en la sierra ecuatoriana. Mediante un ejercicio visual, la autora se interroga sobre las jerarquías sociales que estructuran las relaciones de trabajo en tal contexto histórico-geográfico, a partir de la historia de vida de Juana, una mujer indígena kichwa que fue entregada desde niña para el trabajo del hogar. La invisibilización histórica del trabajo reproductivo fundamentalmente realizado por mujeres, en articulación con clasificaciones racistas, sexistas y patriarcales, como pone de manifiesto el ensayo, es sin duda una de las expresiones más persistentes de la estrategia histórica de acumulación capitalista.
Cuatro de los seis artículos que integran el dossier desarrollan, con formas e intensidades diversas, dimensiones vinculadas con procesos de proletarización producto de transformaciones productivas previas, motorizadas por la dinámica de acumulación por desposesión y modificaciones en la estructura de uso y posesión de la tierra. Estos procesos manifiestan no solo la violencia con la que se despliegan y los desplazamientos obligados de amplios contingentes de fuerza laboral constreñidos por la necesidad de acumulación del capital, sino también muestran que el capital apuesta por la creación de consenso para la conformación de la fuerza de trabajo. Las estructuras domésticas y familiares, las relaciones de género y autoridad, los saberes y habilidades previos a la proletarización se trastocan y reapropian de modos diversos y específicos, como expone el artículo “Proletarización y desposesión de trabajadores mixtecos: orígenes de la migración indígena a Nueva York”.
Rodolfo Hernández Corchado problematiza el proceso de proletarización y los modos en que se reconfiguran las jerarquías de clase dentro del proletariado indígena de la Montaña de Guerrero. Lejos de tratarse de un proceso lineal, expone los modos contradictorios y conflictivos de tales devenires (entre otros, como jornaleros, trabajadores indocumentados en Estados Unidos o productores de amapola), como consecuencia de un entrelazamiento de persistentes y novedosas formas de desposesión en la región desde la década de 1940. Hernández sostiene que distintas formas de proletarización en la región coexisten como expresiones del desarrollo desigual de la acumulación capitalista tanto local, regional, nacional y transnacional. Es justamente el enfoque situado –temporal y geográficamente– el que le permite deshilvanar las continuidades y rupturas de las relaciones y estructura de clase en la región, evidenciando que estos procesos responden a proyectos políticos de clase de largo alcance y que trascienden los límites nacionales. Como mencionamos, se muestra el carácter relacional y procesual de la clase y la fluidez de su experiencia.
Las transformaciones de las relaciones de producción en el agro que predominaron en la mayoría de países latinoamericanos encuentran como elemento explicativo central el lugar históricamente dependiente del continente en función del mercado global, como productor de materias prima. Las tendencias recientes del sistema mundial registrado desde comienzos del siglo XXI, marcadas por el incremento sostenido de los precios internacionales de las commodities, actuaron como coyuntura favorable para el conjunto de los sectores primario-exportadores de la región. Esto se debe a una reversión de la tendencia al deterioro de los términos de intercambio entre los productos de la periferia y del centro del sistema mundial (Piva 2015).
En efecto, la coyuntura global favoreció la expansión de la agroindustria en los territorios rurales de América Latina, basada en la depredación de recursos naturales, la concentración de la tierra y el agua, y la expansión del monocultivo. Estos procesos tendieron al desplazamiento de las comunidades mediante las continuas migraciones campo-ciudad, la movilidad transnacional y la sobreexplotación de la fuerza laboral. En relación con esto último, se destaca cómo la extracción de valor y el empobrecimiento de la población rural son consustanciales a la reproducción y crecimiento del capital, donde las empresas disponen libremente de la incorporación o reducción de fuerza de trabajo según las fluctuaciones del mercado. Asimismo los salarios bajos son la base para mantener precios relativamente competitivos de las mercancías a escala internacional.
En este marco, las particularidades locales dieron forma al derrotero de conformación de sujetos y experiencias laborales diversas y heterogéneas. En Paraguay, la inserción en el régimen agroalimentario global determinó un proceso acelerado de sojización del territorio y transformaciones sustanciales en su estructura social. El segundo artículo del dossier, “Desarraigo sin proletarización en el agro paraguayo”, aborda el proceso sufrido por los campesinos paraguayos de despojo de sus medios de producción y la paralela disminución del trabajo asalariado rural. El análisis de este caso ilumina procesos que se replican, con sus particularidades, en amplias zonas de la región, sin embargo, se reconoce aquí la intensidad con que los cambios se despliegan.
Ramón Bruno Fogel Pedroso repasa la estructura social preexistente, caracterizada por la participación de la producción campesina y por una desigual distribución de la tierra, con el fin de inscribir históricamente la magnitud de las transformaciones producidas durante 2003-2018. Se destaca el impacto de procesos transfronterizos marcados por la lógica de enclave ligado con Brasil y el desarrollo de un “empresariado de frontera”. En ese contexto, la expansión del agronegocio en el territorio se produce de forma violenta con intervención del Estado criminalizando la resistencia campesina y usurpando bienes públicos. Esta acumulación por desposesión desarraiga a los campesinos sin proletarizarlos, dejando como opción la migración hacia cinturones urbanos con ocupaciones laborales marcadas por la precariedad.
En la contribución “Movilidades y cadenas de valor en una localidad nahua de la Sierra Norte de Puebla, México”, se explora la complejidad de la experiencia de clase de poblaciones rurales excedentes en variados sitios etnográficos, que oscilan entre períodos de movilidad restringida por relaciones de dependencia y momentos de libre circulación en el proceso de ser absorbidos por el capital. Desde la riqueza y fecundidad del análisis histórico, se desentrama la relación entre la movilidad de las poblaciones atlecas de la localidad nahuatlata y los procesos de acumulación de capital. Así, las autoras Eugenia D’Aubeterre Buznego y Leticia Rivermar Pérez reconstruyen itinerarios y diversas transiciones en las movilidades de los atlecos, principalmente en la producción cañera y la fabricación del piloncillo, las actividades manuales y oficios artesanales, así como sus flujos migratorios, dando cuenta de los mecanismos por medio de los cuales se extrae el excedente y se reconfiguran los flujos de valor, aprovechando disposiciones de clase, género y edad bajo viejas y rediseñadas formas de explotación.
El cuarto artículo del dossier, en el marco de desarrollo de las mismas tendencias generales, enfatiza la conformación de sujetos laborales específicos a partir de una etnografía multisituada. En “Cultivos flexibles y juventud rural trabajadora: de la caña de azúcar en Brasil al aceite de palma en Colombia”, Robinzon Piñeros Lizarazo destaca diferentes estrategias patronales tendientes a la incorporación de trabajadores jóvenes en las cosechas de los cultivos flexibles, movilizados para reproducir y valorizar el capital. Desde la perspectiva de las configuraciones de clase, los jóvenes son generalmente campesinos, indígenas, afrodescendientes, hijos de asalariados rurales que han sido despojados e impulsados a vender fuerza de trabajo. Estos trabajadores, por sus condiciones físicas y sociales, se configuran como foco de atención del capital para ser explotados en la fase actual de expansión territorial del agrohidronegocio de cultivos flexibles (caña de azúcar, palma de aceite y soya) en América Latina. Resulta interesante que la dinámica de incorporación a dichos cultivos presenta tendencias divergentes en ambos países dadas las desigualdades en los procesos de reconversión productiva, mediante la adopción de cambios e innovaciones en herramientas de trabajo. En el caso brasileño, la incorporación de tecnología requiere la movilidad profesional de los jóvenes para las funciones de cosecha y siembra que se encuentran mecanizadas. Por el contrario, en el caso colombiano, el proceso de trabajo en la palma de aceite es altamente dependiente de la fuerza de trabajo manual para la recolección del fruto. En ambos casos se destaca la tendencia hacia una flexibilidad de la utilización de fuerza de trabajo.
El artículo “Honduras: precariedad laboral en la clase asalariada durante el modelo de acumulación neoliberal”, aunque aborda específicamente el devenir de la clase trabajadora en dicho país, bien puede extenderse a la región centroamericana y varios países del sur. Ciertamente el empobrecimiento general de la clase trabajadora, como producto de un proyecto político de clase, aparece como preludio a la expulsión masiva de trabajadores que migran al norte del continente en busca de condiciones que les permitan (sobre)vivir. La exacerbación del racismo y la xenofobia que recorre el continente forma parte intrínseca del carácter multifacético y relacional de las estrategias del capital y, en última instancia, las condiciones en las que se despliegan las relaciones capital-trabajo a escala global.
Sobre la base de un estudio extensivo y análisis de datos cuantitativos, Mario Enrique Pineda Talavera aborda el deterioro de las condiciones de existencia de la clase trabajadora hondureña y la persistente desprotección laboral. El estudio parte del impacto que la crisis del petróleo de mediados de la década de 1970 tuvo en la región centroamericana y en el país, marcando el viraje hacia una lógica de acumulación neoliberal configurada a partir de la aplicación de las políticas de ajuste estructural. Se incorpora en el análisis las dimensiones económica, normativa y de la seguridad social, y se señala las particularidades del caso hondureño que posibilitan el diálogo con la literatura abocada al estudio de estas problemáticas en otras latitudes como por ejemplo el impacto y las limitaciones de las políticas desplegadas durante el Gobierno progresista de Manuel Zelaya (2006-2009). Otro dato interesante lo aporta al problematizar el comportamiento de la precariedad laboral por sexo donde se identifica que, por las características de la estructura económica, los varones son los más afectados. Un tercer aspecto a destacar se vincula con las diferencias territoriales de la precariedad laboral, ya que la concentración de las peores condiciones se ubicaen la zona rural, se articula con la producción cafetalera y afecta a una población mayoritariamente indígena. En suma, el artículo brinda un detallado panorama de las condiciones laborales de la clase trabajadora asalariada en Honduras y aporta interesantes elementos analíticos que colaboran en la comprensión y complejización del panorama regional.
La renovación de preguntas y enfoques en torno al trabajo y las reconfiguraciones de clase en América Latina implican también replanteamientos en torno a las formas de abordaje de la conflictividad laboral y la organización de trabajadores y trabajadoras a partir de la ampliación de demandas que incorporan al Estado y otros actores como interlocutores, y el desplazamiento y complejización de los espacios de lucha que, en ocasiones, exceden los ámbitos productivos.
Finalmente el artículo “En clave de conflicto: dinámica de la industria regional y trabajo en Mendoza, Argentina” explora desde otras coordenadas geográficas, en este caso la región cuyana argentina, un elemento constitutivo de la formación de clases: la conflictividad como dimensión central. Mediante el análisis de la dinámica del conflicto laboral durante 2009-2016, Eliana Celeste Canafoglia problematiza dimensiones vinculadas con la acumulación del capital y la estructura productiva de la industria local. Sostiene que las transformaciones en el carácter de las demandas y los modos en que se expresan demuestran cambios significativos en la estructura socioproductiva en la región. Este proceso se vio vigorizado por el protagonismo que adquirió la acción colectiva de la clase trabajadora organizada en la disputa por la producción, el control y la retribución del trabajo, reflejada en tres dimensiones: el aumento de la negociación colectiva, la presencia de conflictos laborales y la recuperación de la tasa de afiliación sindical.
En los seis artículos que presentamos, la intervención estatal por medio de políticas directas orientadas a garantizar la reproducción y acumulación de capital, o por omisión de medidas que protejan a la clase trabajadora, ha tenido un papel central en los procesos de reconfiguraciones de las clases. Hoy más que nunca, la pregunta por el trabajo y las nuevas configuraciones de la clase adquiere carácter urgente en la región latinoamericana, en la que asistimos a una nueva ofensiva contra los derechos y las condiciones laborales como tendencia general, a la precarización de la vida y al control violento de cuerpos y territorios, procesos que siguen marcando a sangre y fuego la historia de la clase trabajadora en América Latina.
No queremos cerrar esta presentación sin antes agradecer a Íconos. Revista de Ciencias Sociales la oportunidad de coordinar el dossier y la colaboración comprometida durante todo el proceso editorial, así como a las autoras y autores de los artículos enviados. Nuestro sincero agradecimiento también a los lectores y evaluadores pares que, mediante el intercambio y sus recomendaciones, fortalecieron la calidad del conocimiento producido.