DOSSIER de investigación
Monitoreos hídricos comunitarios: conocimientos
locales como defensa territorial y ambiental en Argentina, Perú y Colombia
Community
hydric monitoring: homegrown knowledge as local and environmental defense in
Argentina, Peru and Colombia
Dra. Astrid Ulloa. Profesora titular, Universidad
Nacional de Colombia.
(astridulloa1@gmail.edu.co) (https://orcid.org/0000-0001-9349-5003)
Dra. Julieta Godfrid. Investigadora,
Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina y de la Universidad Nacional de San Martín (Argentina).
(julietagodfrid@hotmail.com) (https://orcid.org/0000-0002-5165-4464)
Dr. Gerardo Damonte. Profesor asociado, Pontificia
Universidad Católica del Perú (PUCP). Investigador
principal, Grupo de Análisis para el Desarrollo (Perú).
(gdamonte@grade.org.pe) (https://orcid.org/0000-0002-0529-2124)
Mgtr. Catalina Quiroga. Investigadora, Universidad Nacional de Colombia.
(catalina.qm@gmail.com) (https://orcid.org/0000-0003-4843-8290)
Lcda. Ana Paula López. Asistente de investigación, Grupo de
Análisis para el Desarrollo (Perú).
(alopez@grade.org.pe) (https://orcid.org/0000-0003-2646-9125)
Recibido: 14/05/2020 – Revisado: 28/07/2020
Aceptado: 08/10/2020
– Publicado: 01/01/2021
Cómo
citar este artículo: Ulloa, Astrid, Julieta Godfrid, Gerardo
Damonte, Catalina Quiroga y Ana Paula López. 2021.
“Monitoreos
hídricos comunitarios: conocimientos locales como defensa territorial y
ambiental en Argentina, Perú y Colombia”. Íconos.
Revista de Ciencias Sociales 69: 77-97. https://doi.org/10.17141/iconos.69.2021.4489
Resumen
En Latinoamérica, en el contexto
de la expansión de proyectos de minería a gran escala y dadas sus consecuencias
socioambientales y territoriales, se han implementado diversos monitoreos del
agua (institucionales y empresariales) basados en conocimientos técnicos que
desvalorizan otros conocimientos. Por lo tanto, han emergido los monitoreos
hídricos comunitarios (MHC), una estrategia para posicionar las concepciones y
los conocimientos locales como una herramienta
política, con la que se visibiliza y cuestiona los efectos de la minería en el
agua. De igual manera, las comunidades han
establecido redes con la academia, las ONG y las organizaciones sociales, y así propiciar el diálogo entre sus conocimientos y los
conocimientos técnicos, con el fin de generar contranarrativas frente a
los indicadores e informes institucionales o empresariales sobre la calidad del
agua, y como estrategia de defensa territorial frente a la minería. Nos
centramos en la investigación realizada entre 2018 y 2020 en Argentina
(Veladero), Perú (Antapaccay-Expansión Tintaya) y Colombia (Cerrejón), en donde
las comunidades locales han desarrollado MHC, basados en la producción y sistematización de sus conocimientos en torno al agua. Analizamos
las asimetrías del conocimiento en contextos de desigualdad socioambiental y
planteamos la necesidad de una discusión amplia que incluya los conocimientos
locales y, por tanto, formas diversas de comprender, conocer y relacionarse con
el agua y lo territorial de manera integral.
Descriptores: agua; asimetrías de conocimientos; conocimientos
locales; contextos mineros; desigualdades socioambientales; monitoreos
comunitarios.
Abstract
The expansion of large- scale mining projects in Latin America has led
to the application of several different institutional and business-endorsed
water monitoring systems. These have attempted to deal with their vast
environmental consequences. The methods are based on the devaluation of other
forms of knowledge. As a response to this tendency, community hydric monitoring
(MHC in Spanish) has been proposed in order to empower community-based
knowledge. Alternative forms of knowledge are seen as useful ways of
illuminating the impact of mining on water supplies. Likewise, communities have
been active in developing connections with Academia, NGO´s and social
organizations to promote a meaningful dialogue with conventional technical
paradigms. These exchanges aim to generate counter-narratives about water
quality, as well as to develop a defense strategy against mining. Here we focus on the research done
between 2018 and 2020 in Argentina (Veladero), Peru (Antapaccay- Expansión
Tintaya) and Colombia (Cerrejón). In all these cases, the local population has
developed its own MHC, based on local knowledge about water. We analyze the
information asymmetries resulting from socio-environmental inequality and we
advocate for a wider discussion which incorporates community-generated
knowledge, and more diverse and comprehensive approaches to understanding,
knowing and relating to water and to local conditions.
Keywords: water;
knowledge asymmetries; local knowledge; mining contexts; socio-environmental
inequality; community monitoring.
1.
Introducción
Con el incremento de la minería a gran escala –a cielo
abierto–, en Latinoamérica se han desencadenado múltiples conflictos en torno
al agua (Bebbington y Williams 2008). Dichos conflictos incluyen desde
competencia por el agua entre la minería y la agricultura (Calderón et al.
2016), hasta despojos territoriales y ambientales, que provocan nuevas
desigualdades (Göbel y Ulloa 2014); algunas están relacionadas con la
contaminación de las fuentes hídricas y los desplazamientos o reasentamientos
de comunidades campesinas y pueblos indígenas y afrodescendientes. En
particular, se ha incrementado el acaparamiento del agua y la contaminación de
ríos y demás fuentes (Caro 2018; Idaszkin, Álvarez y Carol 2017), lo
cual genera desigualdades socioambientales.
En estos contextos, se han realizado múltiples
cuestionamientos a la minería y sus efectos en el entorno, y han aumentado los
conflictos ambientales. Por lo tanto, los Estados, las empresas extractivas aun
con participación local (corporaciones nacionales y transnacionales), y las
comunidades, con perspectivas diferentes y diversas formas de abordar los
métodos técnicos, han promovido monitoreos del agua. Estos monitoreos
ambientales representan “una respuesta que busca resolver estos conflictos
mediante la producción de más y mejores conocimientos” (Himley 2014, 1070).
Las comunidades locales no consideran
legítimos los monitoreos ambientales de la actividad minera realizados por los
Estados o las empresas (De Echave et al. 2009; Sánchez Vázquez 2019). La no legitimación ciudadana con respecto a la
información producida en relación con la contaminación, la calidad del agua, la
disminución en el acceso o la falta de espacios de deliberación y participación
han llevado a diversas poblaciones a realizar monitoreos comunitarios
independientes de los Estados y las empresas (Gil 2009; Orta, Pellegrini y
Arsel 2018). Si bien hay experiencias previas en diversos monitoreos
participativos basadas en conocimiento técnico, las comunidades locales enfrentan
barreras en la producción de conocimiento científico, pues el producido por
estas no es reconocido (Himley 2014).
Por lo tanto, emergen
monitoreos articulados con los conocimientos locales y basados en experticias
técnicas derivadas de la construcción de redes de conocimiento nacionales e internacionales –academia, ONG y
organizaciones sociales– que utilizan técnicas similares a las utilizadas por
el Estado o las empresas. Se incluyen observaciones situadas y desde los
conocimientos derivados de otras formas de relacionarse con la naturaleza. Los
conocimientos locales (indígenas, campesinos, afrodescendientes y urbanos) se
han definido como aquellos que responden a cosmovisiones, concepciones de la
naturaleza, prácticas, experiencias cotidianas y relaciones con los territorios
de manera integral, en la cuales se articulan formas de manejo histórica y
culturalmente situadas (Horowitz 2015; Ulloa 2019). Es decir, responden a
relaciones políticas, ambientales y territoriales basadas en otras ontologías y
epistemologías, al igual que en sus modos de vida (Escobar 2015; Ulloa 2019).
Los pobladores locales, a partir de sus prácticas cotidianas y de su relación
con el agua, tienen manejos y conocimientos detallados de las transformaciones ambientales.
Diversas comunidades locales se han
organizado con las redes de apoyo para generar y sistematizar sus conocimientos
y ponerlos a dialogar con conocimientos técnicos mediante los monitoreos
ambientales, monitoreos comunitarios o monitoreos de la calidad del agua, entre
otras denominaciones (Paneque-Gálvez 2019; ENDA 2017; GWW 2013; Fernández-Giménez, Ballard y Sturtevant 2008; Flores-Díaz et
al. 2013; Perevochtchikova et al. 2016). Los monitoreos ambientales o comunitarios en torno al agua se han
definido de diversas maneras, no es nuestra propuesta dar una definición, sino
plantear los monitoreos como articuladores de conocimientos. Por ejemplo, en contextos
indígenas o de ancestralidad indígena los monitoreos comunitarios parten de sus
conocimientos como una herramienta para afirmar la soberanía y la jurisdicción
en sus territorios (Wilson et al. 2018). De esta manera, en los monitoreos, si bien se utilizan
las herramientas técnicas de la legislación de control de la calidad del agua
producida generalmente por los Estados, se abordan dichas herramientas desde un
conocimiento situado que permite articularlas con las formas de vivir en los
territorios. En otras palabras, hay una apropiación del conocimiento técnico
articulado a los conocimientos locales para desarrollar una estrategia de lucha
y legitimar su posición de portadores/conocedores del agua.
La emergencia de monitoreos comunitarios,
ambientales o del agua –los denominamos monitoreos hídricos comunitarios (MHC),
como los definen las comunidades locales– ha respondido no
solo a la falta de credibilidad en los monitoreos institucionales y de las
empresas y a la necesidad de información confiable sobre la calidad del agua,
sino también a la necesidad de posicionar los conocimientos locales sobre sus
entornos y otras nociones sobre el agua como formas válidas para realizar
muestreos y procesos de análisis técnico, que no necesariamente entran
en oposición con los conocimientos técnicos. Sin embargo, dichos conocimientos y
experiencias, por las desigualdades sociales y ambientales previas y las
asimetrías de conocimientos, no son considerados por las instituciones
estatales.
Nos preguntamos: ¿qué estrategias
han emprendido las comunidades por medio de los MHC para posicionar sus
concepciones y conocimientos sobre el agua como acciones políticas de
confrontación frente a los efectos causados por la actividad minera? En un
contexto de asimetrías del conocimiento y desigualdad socioambiental,
argumentamos que, aun cuando las políticas e instituciones siguen la lógica del
conocimiento experto y la búsqueda de soluciones mediante herramientas
“técnicas” que desvalorizan otros conocimientos, emergen los MHC como una estrategia para posicionar otras concepciones y
conocimientos sobre el agua. Los MHC se tornan en una herramienta
política que visibiliza y cuestiona los efectos de la minería en el agua.
Asimismo, con los MHC se plantea la necesidad de posicionar formas
diversas de entender, conocer y relacionarse con el agua.
El artículo se
basa en la investigación y el análisis de tres experiencias de MHC realizadas entre 2018 y 2020,
a partir de un abordaje cualitativo de registros visuales, entrevistas y diversas salidas de campo en tres
países: en la provincia de San Juan y en el departamento de Jáchal (Argentina),
en la provincia de Espinar y en Lima (Perú), y en el departamento de La Guajira
y en Bogotá (Colombia). El trabajo de campo en cada uno de los países fue
realizado por un equipo local. Sin embargo, todas las herramientas de
investigación y la guía metodológica fueron desarrolladas colectivamente en
varias reuniones presenciales y virtuales en las que debatimos cada uno de los
casos.
El aporte del artículo se
centra en el proceso comparativo de monitoreos en contextos de minería a gran
escala, y en posicionar los conocimientos locales como
válidos y claves en el seguimiento de los efectos ambientales de la minería. Otro aporte es plantear que los MHC constituyen otra
de las herramientas de defensa territorial de las comunidades (tanto indígenas,
afro y campesinas como urbanas) que buscan incidir políticamente en los
contextos mineros y propenden por la toma de decisiones autónomas en los
lugares y territorios que habitan.
Hemos organizado el texto en
tres apartados. En el primero presentamos los debates e implicaciones de los
MHC como lugares de confrontación de conocimientos en escenarios de desigualdad
socioambiental. En el segundo, desarrollamos, en los tres casos (Argentina,
Perú y Colombia), el proceso de emergencia de los MHC, sus estrategias y
resultados. Finalmente, reflexionamos sobre el alcance de los MHC en torno a
otras formas de conocer y relacionarse con el agua.
1.
Monitoreos hídricos comunitarios: disputas de conocimientos
Los Estados han desarrollado nuevas políticas
ambientales y han creado instituciones tanto para facilitar la implementación y
el seguimiento de los proyectos mineros como para ampliar su control sobre los
efectos en las fuentes hídricas (Li 2009; Valencia 2018). Asimismo, desde
mediados del siglo XX se introdujeron en las empresas extractivas prácticas de
Responsabilidad Social Empresarial (RSE). Tales prácticas se consolidaron en el
siglo XXI, dando paso a la reciente incorporación de monitoreos ambientales y
al relacionamiento comunitario (2002-2003), procesos influenciados por las
guías del International Council on Mining
& Metals y otras instituciones que asesoran a las empresas en materia
de relacionamiento comunitario.
Dichos monitoreos responden a políticas e
instituciones, cuya lógica tributa al conocimiento experto que en la literatura
se identifica como “racionalidad cientificista” (Bäckstrand 2004),
“tecnociencia” (Latour 1987) o “ciencia reguladora” (Jasanoff 2005). En nuestro
campo de análisis esta lógica implica, entre otras cuestiones, la
despolitización de lo ambiental, la búsqueda de soluciones mediante
herramientas “técnicas” (mayor cantidad de controles, instituciones,
monitoreos); la generación de conocimiento técnico-científico (certificado por
laboratorios u organismos acreditados) y la desvalorización de otros
conocimientos, todo esto en tanto se asume la naturaleza como un elemento
medible y equiparable sin importar las relaciones y los contextos locales. Esta
racionalidad cientificista se sustenta en una narrativa técnica-experta que
tiende a concebir los problemas ambientales como resoluble exclusivamente dentro
del plano científico-experto y desacredita las críticas sociales por
atribuirlas a desconocimiento (Bäckstrand 2004; Budds 2012; Himley 2014).
Esta racionalidad científica incluye lo que Heikkinen
et al. (2016, 214) denominan una ontología política referida “a los discursos
globales como artefactos humanos que instrumentalizan la forma social y
política de enmarcar el problema mediante la inclusión de ciertos supuestos
epistémicos y métodos estandarizados para la producción de conocimiento”. En
este caso, se evidencia en los supuestos epistémicos y la estandarización de
discursos y métodos en torno a los monitoreos del agua.
Los conocimientos locales se han posicionado en los
debates ambientales desde la década de los 90. A partir del Convenio de
Diversidad Biológica de 1992, se han consolidado como aspectos clave en las
políticas nacionales e internacionales de biodiversidad y de cambio climático.
En la actualidad, con base en dichos conocimientos, las relaciones con la
naturaleza y, en particular con el agua, se pueden abordar de manera integral
en los territorios y como propuestas articuladas a la conservación y el manejo
de las cuencas hídricas; así lo evidencian las cátedras Unesco relacionadas con
el agua.
En las comunidades locales con contextos marcados por la conflictividad socioambiental, se cuestiona la información de los monitoreos acerca de la calidad del agua producida por los Estados y las empresas; de hecho, se considera que estos actores son parte responsable de los efectos negativos sobre el ambiente (Sánchez Vázquez y Leifsen 2019). Otra característica de dichos contextos es la diversidad de actores en asimetría social. Según, Parker y Pérez Valdivia (2019), en las evaluaciones ambientales el conocimiento experto y el sociotécnico se sobrevaloran en relación con los conocimientos locales, generando conflictos y asimetrías del conocimiento, que responden a desigualdades sociales.
En esa misma línea, Hess (2009) plantea que,
si bien los procesos participativos de monitoreo pueden ofrecer beneficios al
partir de los conocimientos locales y su comprensión de los sistemas
socioecológicos, los procesos institucionales continúan consolidando la ciencia
como lenguaje de discusión, y tienden a favorecer a los actores que manejan el
conocimiento científico, lo cual refuerza las desigualdades. Por
lo tanto, frente a la “racionalidad cientificista” y los procesos de
unificación y estandarización de las herramientas técnicas, los monitoreos comunitarios, en general,
surgen en contextos en los cuales las empresas y los gobiernos desvalorizan la
producción de conocimientos locales argumentando que no cumple con estándares
técnicos, o que surgen en contextos donde las poblaciones no han tenido acceso
a la participación o información sobre cuestiones ambientales que amenazan sus
modos de vida (Overdevest y Mayer 2008; ENDA 2017).
Los MHC como acciones
autónomas frente a las estatales y empresariales se han transformado en
estrategia de resistencia y lucha política de diversas comunidades –indígenas, afrodescendientes, campesinas y urbanas– que
confrontan a Estados y empresas a través del posicionamiento de sus
conocimientos y de la generación de información propia. En estas estrategias se
despliegan diferentes recursos materiales y simbólicos, así como diversas
maneras de accionar y generar conocimiento sobre el territorio. Los
conocimientos locales, que responden a cosmovisiones, concepciones de la
naturaleza, prácticas, manejos, experiencias cotidianas y relaciones con los
territorios y el agua, se posicionan como otras visiones sobre la problemática
hídrica en contextos mineros.
Sin embargo, los
MHC no son desarrollados exclusivamente por las comunidades (Jalbert, Kinchy y
Perry 2013; Merlinsky 2018). De hecho, constituyen nuevos acuerdos entre comunidades locales, la
academia, las ONG y las organizaciones de base para la producción de los
conocimientos que fundamentan sus demandas políticas (ENDA 2017; GWW 2013;
CENSAT Agua Viva s.f.). También los MHC parten
de la necesidad de vincular de forma integral los conocimientos locales, las
experiencias cotidianas y el conocimiento técnico acerca del agua. Están
directamente relacionados con redes y procesos de incidencia política y
discusión con los Estados y otros actores en el territorio (Jalbert, Kinchy y Perry 2013; GWW 2013).
Los procesos de
los monitoreos –estándares, conceptos y métodos de recolección– pueden estar
validados y legitimados tanto social como técnicamente (Flores-Díaz et al.
2013). Con lo anterior, se complejiza la manera de entender e implementar la
gobernanza hídrica, y se confronta las formas de implementar la gobernanza
institucional en lo local. De igual manera, los MHC sustentados también en
conocimientos técnicos permiten una demanda de democratización
y transparencia en la producción del conocimiento como una estrategia de
confrontación a los sesgos o la manipulación de datos técnicos.
Merlinsky
(2018) señala que la producción de conocimientos locales resulta fundamental
para visibilizar un problema, legitimar un reclamo, influenciar en la opinión
pública o evidenciar que existe un derecho violentado. Es decir, con la
generación de conocimientos locales se puede cuestionar la desigualdad de poder
existente entre Estados, empresas y comunidades en contextos de extracción
minera.
Los MHC forman parte de las estrategias de resistencia comunitaria en
entornos marcados por la minería de gran escala (Sánchez Vázquez 2019). Asimismo, los MHC tienen varios aspectos y
dimensiones que buscan la defensa de la vida, el territorio y el agua. El
proceso se torna en un encuentro e interacción de conocimientos y se busca el
reconocimiento de las comunidades locales en la toma de decisiones autónomas en
lo ambiental.
1.
Emergencia
de monitoreos hídricos comunitarios en Argentina, Perú y Colombia
En las comunidades ha ocurrido un proceso de
“profesionalización”. Las personas aprenden un lenguaje “experto” que les
permite fortalecer sus argumentos en el proceso de confrontación con el Estado
y las empresas. A su vez, la generación de conocimientos locales se torna vital
para detectar de manera sistemática los cambios en el agua y sus efectos
socioambientales. Al integrar formas de conocer y comprender la calidad del
agua, no solo se pone en discusión la racionalidad tecno-científica sostenida
por el Estado y las empresas, sino que también se posiciona otras concepciones
y conocimientos en torno al agua. A continuación, se analiza las experiencias y
emergencias de los MHC liderados por las comunidades locales, a partir de tres
casos.
a.
Monitoreos hídricos comunitarios en Jáchal,
Argentina
En Argentina la administración
de los recursos naturales corresponde por Constitución Nacional (1994) al
dominio provincial. En San Juan, el control ambiental minero, incluida la
evaluación del aspecto hídrico, está a cargo del Ministerio de Minería de la
provincia. A pesar de la creciente institucionalización, el control ambiental
minero en San Juan ha estado en el centro de los cuestionamientos sociales.
Analizamos la emergencia de
los MHC en la provincia de San Juan, Argentina, una de las principales zonas de
extracción de oro del país. En el departamento de Iglesia, se ubica la mina de
oro y plata “Veladero”, de las empresas Barrick Gold y Shandong Gold. La zona
de extracción de la mina está situada en los afluentes de la cuenca Jáchal,
principal fuente hídrica del departamento de Jáchal (adyacente a la ubicación
de “Veladero”).
Desde que se comenzó a
explotar la mina en 2005, los vecinos de Jáchal cuestionan la utilización de la
cuenca por parte de la mina Veladero y existe gran preocupación entre los
habitantes por los potenciales efectos negativos sobre las fuentes hídricas. La
primera experiencia de MHC se produjo en 2010 cuando un grupo de vecinos de
Jáchal estableció una red junto con la Fundación Ambiente y Recursos Naturales
y la Fundación Cambio Democrático, para presentar un proyecto[i] a
la Unión Europea que les permitiera realizar un monitoreo participativo del río
Jáchal. En sus propias palabras “nos animamos a presentar un proyecto que nos
diera herramientas para dejar de ser tan solo habitantes y pasar a ser un poco
más ciudadanos, con deberes, pero también con derechos” (Zeballos 2016, 208).
Los vecinos eligieron los
puntos donde realizar las tres campañas de recolección de muestras de agua
(Zeballos 2016) y la institución donde se analizaría la información. Las
muestras se examinaron en el laboratorio de la Universidad Nacional de Cuyo
(UNCUYO), de la provincia de Mendoza, que fue seleccionado por la comunidad
pues consideraban a la universidad una institución autónoma de los intereses
mineros. La elección del laboratorio fue un punto clave, puesto que los vecinos
consideran que las instituciones de la provincia de San Juan están vinculadas
de un modo u otro la actividad minera y querían garantizar la independencia de
la institución que hiciera los análisis.
Los resultados obtenidos en
2010 les permitieron generar información propia sobre la calidad del agua en
distintos puntos del río Jáchal. Sin embargo, no generaron una repercusión
significativa, ni para la comunidad ni para el gobierno de la provincia.
En el 2015, en Veladero
ocurrió un derrame de alrededor de un millón de litros de sustancia cianurada
al río Potrerillos, afluente del río Jáchal (UNOPS 2016). La empresa demoró en
informar el hecho y los habitantes se enteraron a través de un poblador que
trabajaba en la mina (Zeballos 2016). Más de 8000 personas en Jáchal, una
localidad de 20 000 personas, se movilizaron para solicitar información y
exigir su cierre. Durante 2016 y 2017, en Veladero sucedieron dos nuevos
accidentes ambientales, en los cuales se le desacoplaron cañerías que
transportaban material mineralizado (Parrilla 2016, 2017).
En ese mismo año, a raíz de
los accidentes (y de un proyecto de minería de uranio que querían instalar en
la localidad), los vecinos que estaban organizados desde el 2010 más otros
preocupados por la afectación de la calidad del agua del río conformaron la
Asamblea Jáchal No Se Toca (AJNST). Por su parte, los funcionarios del Estado
de la provincia de San Juan negaron en distintas oportunidades que hubiese
existido contaminación de la cuenca Jáchal (Los
Andes 2016). Los vecinos desconfiaban del control hídrico realizado por el
Estado pues consideran que las instituciones están “cooptadas” por el interés
minero.
Para visibilizar sus
cuestionamientos adoptaron un amplio repertorio de acciones colectivas de confrontación,
por ejemplo, movilizaciones, la instalación de una carpa de manera permanente
frente a la sede municipal, performance, grafitis o bloqueos de ruta.
Asimismo, llevaron adelante acciones más institucionales tales como denuncias
judiciales a funcionarios y a la empresa, presentación de proyectos de
ordenanzas, pedido de consultas populares, etc., para la concreción de estas
estrategias reforzaron sus alianzas con ONG, fundaciones y redes de abogados
ambientales.
En el marco del despliegue de
diversas estrategias de confrontación con el Estado y la empresa, la comunidad
de Jáchal le exigió a través de movilizaciones pacíficas al Concejo Deliberante
de Jáchal que aprobará el proyecto denominado “Agua Segura” (aprobado mediante
la Ordenanza 2694/2015). En este se estipula que el municipio financie la
realización de monitoreos de calidad de agua y, asimismo, establece que,
mediante audiencia pública, se debe convocar a ONG, grupos ambientales,
cooperativas y público en general para que decidan qué institución los
realizará. Con la aprobación de este programa fue posible iniciar una nueva
etapa de MHC en la cuenca Jáchal.
Los monitoreos realizados bajo
el marco de este programa pueden ser definidos como experiencias de MHC por
varias razones. La primera es que los vecinos organizados en asamblea pudieron
decidir los puntos de muestreo para recolectar las muestras y la institución
que querían que realizara los análisis; además, propusieron que los monitoreos
de agua se realicen nuevamente por el laboratorio de la UNCUYO. Como segunda
razón, a diferencia de los análisis realizados por el Estado, los del programa
Agua Segura se entregan a la comunidad. En tercer lugar, la población local
desempeña un rol clave en la lectura, comparación y difusión de los resultados.
Por último, en contraste con los análisis hídricos emitidos por las
instituciones estatales o corporativas, los resultados de estos análisis
cuentan con legitimación comunitaria.
La experiencia de las dos
etapas de MHC se conecta en tanto los resultados producidos durante el 2010 se
tornaron centrales, ya que les permitieron a los vecinos la comparación de
datos con los del 2015 (Zeballos 2016). En particular, al comparar los datos
los vecinos detectaron un aumento de aluminio y de manganeso en el río La Palca
(afluente del Jáchal) en 2015 con respecto al 2010 (Zeballos 2016).
Uno de los objetivos que
buscan las comunidades en los monitoreos es la posibilidad de obtener
información que les permita constatar aquello que perciben como daño o efecto
medioambiental negativo. Asimismo, los resultados sirven para el proceso de
“contraargumentación” (Li 2009) con las autoridades del gobierno provincial
quienes señalaban que no se había producido contaminación de ningún tipo y
aseguraban que la Universidad de Mendoza estaba publicando datos falsos por
tener animosidad política con la provincia de San Juan.
La población local desempeña
un rol central en la lectura y difusión de los análisis. Una de las estrategias
de la AJNT fue comparar los resultados de los monitoreos y exhibir aquellos
casos en la que los valores de elementos como mercurio excedieron el límite de
lo permitido por el Código Alimentario Argentino (AJNST 2019). Para la difusión
de los resultados utilizan diferentes recursos como la emisión de panfletos,
informes, pintadas, realización de gráficos, programas radiales, etc. Así, el
uso de nombres técnicos, valores o parámetros relativos a la cuestión hídrica
resulta común entre los miembros de la AJNST.
La adopción de tecnicismos es
parte de la estrategia discursiva adoptada localmente para disputar
conocimiento y poder con los representantes del Estado y las autoridades del
gobierno provincial. Dichas autoridades asumen la posición de “quienes conocen
bien del tema”, a la vez que recurrentemente desvalorizan los conocimientos
locales, con expresiones tales como: “Quienes conocen bien el tema dicen que ha
sido un accidente de trabajo, como le puede pasar a cualquier empresa. Fue un
accidente grave, pero sin consecuencias” (Diario
Huarpe 2015).
Es clave señalar que la
adopción de un lenguaje experto por parte de la organización social en Jáchal
no fue en detrimento de una politización de la cuestión ambiental. Por el
contrario, los comunicados de la asamblea generalmente apuntan a poner de
relieve la dimensión política del problema.
Ocultaron
otro derrame de mercurio […] sí, otra vez, solo que la maquinaria de
ocultamiento del gobierno y las mineras parece funcionar mejor (AJNST 2019).
El gobierno
y la Barrick MIENTEN, porque la cuenca del río Jáchal está siendo gravemente
afectada por la actividad megaminera (AJNST 2017a, mayúsculas del original).
Repudiamos
el ninguneo y la discriminación que sufre el pueblo de Jáchal porque le niegan
información; porque le niegan el derecho a decidir en una consulta popular si
quiere o no megaminería metalífera en la cuenca del río Jáchal (AJNST 2017b).
Los monitoreos realizados en
el 2010 y luego a partir del 2015, conjugados con la acción política de la
AJNST, han permitido el surgimiento de un espacio ciudadano de generación y
difusión de información fuera de la reportada por el Estado y las empresas. En
ese sentido, para las comunidades el aporte de esos monitoreos no solo se
centra en la generación de nueva información, sino también en la estrategia
política desplegada a partir de tales resultados, que cuestiona el rol del
Estado en su control ambiental y político.
b.
Monitoreos
hídricos comunitarios en Espinar-Antapaccay,
Perú
La realización de monitoreos ambientales en la provincia peruana de
Espinar, región Cusco, donde se desarrolla el proyecto minero cuprífero
Antapaccay-Expansión Tintaya, de la empresa Glencore, surgió porque la
población campesina espinarense desconfía del monitoreo y la fiscalización
ambiental dirigidos por el Estado.
En primer lugar, consideran que ellos experimentan una serie de
afectaciones que no se reflejan en estos monitoreos. En segundo
lugar, denuncian las contradicciones entre los resultados de monitoreos de
diversas instituciones, que llevan a la población a señalar que las
instituciones estatales son aliadas de la empresa minera desde el nivel central
de gobierno. En tercer lugar, cuestionan la incapacidad de poner en
evidencia la causalidad entre minería y contaminación.
La
desatención de las demandas por parte del Estado ha traído como consecuencia
una creciente movilización social. En este contexto, en las comunidades surge la
necesidad de contar con un MHC.
En el 2012 el Estado impulsó una
Mesa de Diálogo y conformó una comisión técnica sobre la temática ambiental[ii]
que excluyó a las comunidades campesinas de Espinar de la discusión sobre los
impactos ambientales en el río Cañipía y los efectos en la salud de los
pobladores. En este contexto, la ONG Derechos Humanos sin Fronteras (DHSF), en
alianza con la ONG Suma Marka iniciaron un proyecto para la formación de un
comité de monitoreo comunitario en el río Cañipía. En la ONG Suma Marka de Puno, se brinda
asistencia técnica en el desarrollo de las metodologías de monitoreo en campo
del Programa Internacional Global Water Watch (GWW). Es importante señalar que
en el marco de este programa los datos de calidad de agua deben ser
suministrados a la Universidad de Alabama (EAU). Por ello, la participación en
este programa plantea una alianza global, pero también un flujo de información
hídrica local hacia un nodo central.
El monitoreo formó parte de una
iniciativa para promover una gestión hídrica integral en las regiones de Ancash
y Cusco, con el apoyo de CAFOD de Inglaterra y Gales (Catholic
Agency for Overseas Development). El proyecto se inició a finales del 2013 con la formación en el uso
de kits para monitoreos de la calidad física y química de las aguas, la
elaboración de un plan de monitoreo y la capacitación para la interpretación y
difusión de los resultados. Los kits empleados (de las marcas LaMotte Alabama,
Water Quality Monitoring) permitieron medir pH, temperatura, turbidez, oxígeno
disuelto, alcalinidad y dureza totales de las aguas (CEAS 2013).
Para noviembre del 2018, el comité
de monitoreo estaba integrado por miembros de las comunidades locales y de la
ciudad de Yauri. El grupo de trabajo se reúne una vez al mes y toman muestras
en ocho puntos claves de la cuenca del río Cañipía. Luego realizan los procedimientos
técnicos en campo para analizar los parámetros señalados. Un miembro del equipo
de Derechos Humanos Sin Fronteras guía y vigila el monitoreo, en esta ONG, se
reciben los datos proporcionados por los monitores para sistematizarlos.
El monitoreo tiene un componente de capacitación, dado que los comuneros son entrenados por los expertos técnicos. Si bien los comuneros miembros del equipo no conocían las fórmulas químicas utilizadas para el muestreo, ellos hacían un esfuerzo para comprender el lenguaje técnico desde sus propias prácticas y conocimientos. Por ejemplo, ellos memorizaban pasos, procedimientos y parámetros (pH, temperatura, dureza, alcalinidad, turbidez), para luego evaluar la evolución y posibles efectos y causas de los resultados, de esta manera, cambios hacia un pH ácido significaban la posible afectación a la calidad del agua.
El objetivo del monitoreo hídrico
comunitario es las comunidades posean una herramienta técnica que pueda ser
utilizada en sus demandas y procesos de diálogo con las empresas mineras y el
Estado. Se busca que los resultados sean reconocidos como una fuente válida de
información ambiental por los distintos sectores del Estado y la sociedad. Con
este fin, en 2018, los comuneros se han constituido legalmente como Asociación
de Vigilantes y Monitores Ambientales de Espinar (AVMAE). Esta asociación ha
establecido alianzas con universidades, institutos y ONG, y a futuro se propone
articular estas experiencias comunitarias con el Sistema Nacional de Gestión
Ambiental[iii]
para alcanzar la autosostenibilidad económica y organizacional del monitoreo (DHSF 2014).
El principal desafío al que se enfrenta esta iniciativa es la falta de
reconocimiento por parte del Estado. Para el Estado
peruano los Comités de Monitoreo Comunitario y los Comités de Monitoreo y
Vigilancia Ambiental Participativos (CMVAP) son organizaciones que complementan
la vigilancia ambiental estatal, pero que no reemplazan al Estado en sus
competencias. En este sentido, los resultados de las evaluaciones ambientales
no se reconocen como oficiales si el Estado no dirige el monitoreo.
Sin embargo, la iniciativa ha buscado el reconocimiento oficial por
otras vías, en
un primer momento, a través de una alianza con la Municipalidad Provincial en
el período de alcaldía de Oscar Mollohuanca (2011-2014), cuando se generó el
Plan de Monitoreo reconocido y financiado por el gobierno municipal. Sin
embargo, el cambio de la gestión municipal implicó la suspensión del monitoreo.
Los funcionarios de la empresa y del
Estado desestiman el monitoreo comunitario porque consideran que no cumple con
los estándares técnicos. En particular, se menciona la falta de personal
técnicamente capacitado, equipos suficientemente sofisticados y procedimientos
certificados por la autoridad competente.
La asociación respondió a estos
señalamientos incorporando especialistas y equipamiento. Así busca erigirse
como un representante experto de las comunidades con capacidad de producir
resultados validados técnicamente y evitar su manipulación por parte de la
empresa o Estado. En este sentido, la población de Espinar no rechaza el
conocimiento científico o el lenguaje técnico como tal, sino que repudian los
reportes oficiales por considerarlos cooptados por el interés minero.
Es importante señalar el valor que
la especialización técnica tiene para todos los actores involucrados. La
población de Espinar en Perú, al igual que la de Jáchal en Argentina, ha
recurrido a la “profesionalización” ciudadana para fortalecer sus argumentos en
la controversia sociotécnica con el Estado y las empresas.
c. Monitoreos
hídricos comunitarios en el Sur de La Guajira, Colombia
En Colombia el proceso de MHC en el
departamento de La Guajira (municipios de Albania, Hatonuevo y Barrancas), se
realiza en las inmediaciones del yacimiento minero de carbón térmico explotado
por Carbones de Cerrejón Limited, que pertenece a un consorcio conformado por
Glencore, BHP y Anglo American. La mina, que opera desde 1983, se explota a
cielo abierto.
En los últimos años, el Estado
colombiano promovió la expansión minera, lo cual ha producido múltiples
conflictos entre el Estado, las empresas y la población local. En este
escenario, los pueblos wayuu y afroguajiro, y las comunidades campesinas vienen
denunciando un acceso desigual al agua y al territorio. Una de las estrategias
comunitarias para defender su derecho al agua y al territorio ha sido la realización
de monitoreos ambientales propios producidos en las redes de conocimiento y
acción política. Estas iniciativas están enmarcadas en procesos de lucha más
amplios relacionados con el reconocimiento de los conocimientos y las
relaciones con el agua de las comunidades.
Uno de los problemas es que los
informes estatales son rechazados por las comunidades por considerarlos
influenciados por el interés empresarial. Por ejemplo, un habitante del Arroyo
Bruno menciona: “no es Corpoguajira, es CorpoCerrejón” (entrevista a líder de
la comunidad indígena wayuu, 20 de septiembre de 2019); otro líder del
municipio de Albania agrega: “es CorpoMentira” (entrevista a líder de Fuerza de
Mujeres Wayuu, 20 de febrero de 2019). Asimismo, distintas comunidades han presentado
demandas jurídicas –“de nulidad simple”–[iv]
para exigir al Consejo de Estado que evalúe el cumplimiento riguroso de los
requisitos ambientales por parte de las compañías. Al respecto, el Centro de
Investigación y Educación Popular (CINEP) et al. señala:
A la fecha el Cerrejón no
cuenta con el estudio de impacto ambiental que cumpla con lo estipulado por Ley
y mediante el cual se hayan valorado las nuevas condiciones ambientales en La
Guajira. […] Los pueblos wayuu y afro de La Guajira también tienen derecho a
que la empresa cumpla con los estándares para su operación, y a que las
autoridades ambientales ANLA, Ministerio del Medio Ambiente y Corpoguajira
velen por estos derechos. La demanda se dirige también a establecer las
obligaciones de las autoridades que han “dejado pasar” esos impactos
ambientales y sociales (CINEP et al. 2019, 1).
Otra de las demandas expresada por
las organizaciones de base se refiere al acceso a información fidedigna y
actualizada sobre las afectaciones medioambientales (salud, agua y aire)
producidas por la mina. Los problemas en la producción de conocimiento técnico
válido por parte de las entidades de control ambiental se han visto reforzados
por el hecho de que un organismo como la Contraloría General de Colombia ha señalado
que la capacidad administrativa de la Autoridad Nacional de Licencias
Ambientales (ANLA) y las Corporaciones Autónomas Regionales no es suficiente en
materia de control ambiental (Contraloría General de la República 2017).
Las comunidades desconfían también de la información publicada por la compañía y señalan
que padecen enfermedades en la piel y dolencias estomacales debido al manejo
hídrico que hace Cerrejón. Al respecto del funcionamiento de la mina en la
zona, uno de los líderes indígenas señala:
[Ellos]
acaparan el agua del río Ranchería y de todos los arroyos. No conforme con eso,
tienen 19 pozos profundos. El agua que sale de esos pozos está siendo
contaminada, ya no la están usando para el consumo. El ferrocarril pasa
contaminando a todos los arroyos, cuerpos de agua que están ahí […].
Anteriormente, uno cogía el jagüey y lo cerraba para el consumo humano; hoy no
se puede hacer eso porque hasta los animales están saliendo con malformaciones
por esa agua contaminada por el carbón (entrevista a líder de la Fuerza de
Mujeres Wayuu, 25 de febrero de 2019).
Desde el 2008, las comunidades
del sur de La Guajira para generar información y conocimiento propio sobre la
mina y sus impactos ambientales se han articulado en red con las ONG, los
centros de investigación y la academia, entre ellos están: Fuerza de Mujeres
Wayuu, Centro de Investigación de Educación Popular (CINEP); Centro Nacional
Salud, Ambiente y Trabajo (CENSAT Agua Viva); Colectivo de Abogados “José
Alvear Restrepo” (CAJAR); Corporación Geoambiental Terrae e Instituto de
Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz). La red de organizaciones
trabaja en procesos cotidianos de formación política y en la producción y el
seguimiento de los impactos ambientales de la mina.
Estas instancias les han
permitido a las organizaciones locales discutir sobre los procesos de
reasentamiento poblacional o presentar denuncias por violaciones de derechos
humanos (CINEP et al. 2019). Una de las estrategias de las comunidades para
participar de estos espacios ha sido producir información propia y así
fortalecer los argumentos a la hora de las negociaciones.
En ese sentido, las
organizaciones de la red han realizado monitoreos hídricos, ambientales y
sociales. Entre estos cabe mencionar el trabajo de monitoreo social del CINEP
acerca de las violaciones a los derechos humanos y su relación con proyectos
extractivos (CINEP et al. 2019). CENSAT Agua Viva, durante las movilizaciones
locales en contra de la desviación del río Ranchería, propuesta por Cerrejón en
2011, tomó muestras en zonas afectadas. También Ana María Llorente y Julio
Fierro (2019), de la Corporación Geoambiental TERRAE, realizaron estudios que
presentan evaluaciones generales con base en los datos producidos por el Estado
y las tomas de muestras locales; en su análisis evidencian las afectaciones en
el agua y en otros componentes bióticos del ecosistema. Del mismo modo, está
experiencia de los monitoreos realizados por Indepaz que desde el 2008 han
apoyado a las comunidades étnicas de La Guajira en los seguimientos relativos a
los reasentamientos en el municipio de Barrancas.
En todos los procesos, los
pueblos indígenas, afroguajiros y las comunidades campesinas participan
directamente en la toma de decisiones. Estos procesos, sin bien parten de una
financiación lograda por ONG y otras instituciones interesadas, atienden a las
necesidades locales. Estos apoyos no se limitan a un proceso asistencial, por
el contrario, son concertados localmente y es allí donde radica la importancia de
estos procesos en las formas de abordar las herramientas técnicas de formas
situadas y contextualizadas.
El estudio realizado por
Indepaz consistió, por un lado, en una serie de muestreos de agua realizados en
el río Ranchería y sus afluentes, y en las aguas de los pozos con que se
abastecen comunidades reasentadas. Asimismo, se analizaron tejidos de los
animales en la zona. Las comunidades participaron en distintas fases del
proceso de monitoreo, por ejemplo, en la toma de muestras y el ejercicio general
de planeación del proceso. Por otro lado, la información obtenida se contrastó
con la producida por el Estado. El informe fue publicado en el 2019 y se tituló
“Si el río suena, piedras lleva. Sobre los derechos al agua y a un ambiente
sano en la zona minera de La Guajira”. Recibió el apoyo de los institutos de
química ambiental de la Universidad de Cartagena (Colombia) y de la Universidad
Koblenz-Landau (Alemania). Los autores del informe señalan
que existe un riesgo de daño ambiental en el
sur de La Guajira relacionado con la actividad minera de carbón, que incide
además en el derecho al medio ambiente sano. Que varias comunidades étnicas del
sur de La Guajira experimentan una vulneración de su derecho al agua en el
componente de calidad de agua, que no está garantizado, lo que puede
representar un potencial riesgo en la garantía del derecho a la salud (Fuentes
et al. 2018, 123).
Los resultados de este proceso, y de los otros mencionados, han sido
integrados en las estrategias de lucha jurídica contra Cerrejón. Los MHC
constituyen argumentos fundamentales en los espacios de discusión con la
empresa y el Estado, y han sido muestras claras de las resistencias locales,
por ejemplo, en giras internacionales, demandas nacionales o en protesta
locales. La generación de información propia
también ha permitido determinar las causas de lo que se percibe como afectación
ambiental (Caro 2018).
Con los MHC, las comunidades pueden cuestionar la
minería de carbón como imagen del progreso y desarrollo en La Guajira al poner
de relieve las desigualdades territoriales y ambientales que produce. Estos
monitoreos surgen de la necesidad imperante de evidenciar, técnica y
socialmente, problemas y vivencias con aguas contaminadas, salobres o no aptas
para el consumo. A su vez, estos han puesto de relieve las desigualdades en la
disponibilidad y acceso al agua que generó Cerrejón, así como los efectos que
la contaminación y pérdida de calidad del agua producen en la población local.
De igual manera, demandan que se reconozcan sus conocimientos y modos de
entender lo ambiental no solo centrado en el agua, sino incluyendo también las
dimensiones territoriales y culturales.
2.
Conclusiones: formas
diversas de concebir, conocer y relacionarse con el agua
Los tres casos de MHC evidencian
cómo las instituciones basadas en conocimientos expertos desconocen los
conocimientos locales y sus resultados no son incluidos en los análisis para las licencias
ambientales, lo cual genera conflictos
y asimetrías del conocimiento. Por tanto, la estrategia de las comunidades ha sido impulsar
monitoreos autónomos, independientes de los del Estado y las empresas, pues
consideran a dichas instituciones cooptadas por el interés minero.
Para ello, las
comunidades se han organizado en procesos comunitarios (organizaciones de base,
comités, asambleas o asociaciones) y han establecido redes con la academia, las ONG y las organizaciones sociales para “apropiarse” de conocimientos técnicos,
sistematizar información o acceder a recursos económicos que les permitan la
realización de monitoreos locales. Asimismo, se observa que esta
“profesionalización” ha sido acompañada por un proceso de politización de la
problemática socioambiental. Las comunidades cuestionan no solo los informes
“oficiales” producidos por los Estados, sino también el modo en que se toman
decisiones sobre la minería y sus efectos socioambientales, sin considerar a
quienes habitan en los territorios.
Los MHC articulan los conocimientos locales
con conocimientos técnicos, y para ello emplean kits y protocolos validados por
entidades científicas (universidades o laboratorios). La apropiación del
“conocimiento técnico” por parte de las comunidades locales, vía los MHC en
torno a calidad y contaminación del agua y de sus implicaciones, para la salud,
por ejemplo, visibilizan los conflictos y las desigualdades socioambientales y
las asimetrías de conocimientos, que de otra manera no se pueden problematizar.
De esta manera, a nivel local
se puede generar nueva información que confronte la disponible y contribuya así
a elaborar un debate más amplio sobre las políticas ambientales, en general, y
sobre el agua, en particular (Paneque-Gálvez 2019; Corburn 2005; ENDA 2017).
Los resultados de los MHC muchas veces no son reconocidos como oficiales si el Estado no dirige el monitoreo. Sin embargo, se trata de procesos en construcción que necesitarían institucionalizarse para no perder legitimidad social y eficacia política. Por ello es necesario buscar mecanismos de fortalecimiento institucional que le den mayor legitimidad social y política a los MHC. De ahí, surge la necesidad de discutir sobre el tipo de institucionalidad que se requiere desarrollar para que reconozca dichos monitoreos. Por ejemplo, los soportes técnicos actuales como el GWW en el caso de Espinar suponen también connotaciones éticas vinculadas a la apropiación del conocimiento local, mientras el reconocimiento estatal se constituye en un elemento clave. En síntesis, es necesario buscar mecanismos que reconozcan, complementen y legitimen los MHC, ya que por sí mismos sueles ser procesos débiles e ineficaces.
Con los MHC no se logra confrontar las
acciones y procesos irreversibles de la minería; se tornan “testigos
silenciosos” de las problemáticas y de los efectos de esta actividad. No
obstante, los MHC cumplen un rol fundamental para las comunidades, en tanto se
transforman en una herramienta política para confrontar o establecer
interlocución con los Estados y las empresas, y posicionan otras maneras de
producir conocimientos en la defensa territorial.
Con base en los MHC, se
propone un diálogo entre diversas maneras de producir conocimientos como un
proceso político, que busca interactuar con el conocimiento
técnico (como herramienta política) y articularlo a los conocimientos locales. Asimismo, ponen en interacción diversas
concepciones sobre lo ambiental, lo territorial y sobre el agua misma. Dada la
relevancia actual de los conocimientos locales, los MHC se tornan en la
posibilidad de posicionar los conocimientos en igualdad de condiciones
políticas.
Los
conocimientos locales interpelan la gobernanza hídrica hegemónica y replantean su
conceptualización, dando cabida a gobernanzas plurales del agua, que responden a diversas maneras de concebir, conocer,
relacionarse y manejar el agua y a propuestas locales frente a la minería (Ulloa et al. 2020).
Asimismo, los MHC permiten posicionar la necesidad de reconocer distintos
mecanismos de control, deliberación y participación ciudadana que
consideren la dimensión política del agua. De este modo, los MHC forman parte de otro
tipo de acciones de resistencia emprendidas por las comunidades en su
estrategia de visibilización política y defensa del territorio ante la
problemática hídrica y frente la expansión minera. Finalmente, con los MHC se
abren nuevas perspectivas de investigación en torno a los conocimientos locales
y las interacciones con las diversas formas de gobernanzas del agua. De igual
manera, los MHC permiten abordar otras cuestiones hídricas relacionadas con la minería, por ejemplo, el
consumo excesivo del agua en contextos de escasez, o frente al cambio
climático.
Apoyos
Este artículo es un
producto del proyecto de investigación: “¿Cómo mejorar la disponibilidad y equidad en el acceso
de agua? Recomendaciones para mejorar la gobernanza hídrica en territorios
andinos con extracción minera a gran escala, 2018-2020”, desarrollado por el
Grupo de Análisis para el Desarrollo (GRADE) y la Universidad Nacional de
Colombia, y financiado
por la Fundación Ford.
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calidad de los cuerpos de agua en el área de influencia de la mina Veladero,
posterior al incidente ambiental del 13/9/2015. San Juan: PNUMA (Programa
de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente).
Valencia, Arelí. 2018. “Participación ciudadana en la
evaluación ambiental del sector minero en el Perú: análisis de las dinámicas
participativas e incorporación del enfoque de género”. Lima: Escuela de
Gobierno y Políticas Públicas / Pontificia Universidad Católica del Perú.
Acceso el septiembre 15 de 2019. https://bit.ly/33TQmap
Wilson, Nicole, Edda Mutter, Jody Inkster y Terre
Satterfield. 2018.
“Community-Based Monitoring as the practice of Indigenous governance: a case
study of Indigenous-led water quality monitoring in the Yukon River Basin”. Journal of Environmental Management 210:
290-298.
https://dx.doi.org/10.1016/j.jenvman.2018.01.020
Zeballos, Saúl Argentino. 2016. “Nunca se produjo el
derrame prometido, pero sí se produjo el derrame ocultado”. En Informe Ambiental Anual, editado por Ana
Di Pangracio, Andrés Nápoli y Federico Sangalli, 206-210. Buenos Aires:
Fundación Ambiente y Recursos Naturales. Acceso el 4 de abril de 2017. https://bit.ly/2GZczL9
Entrevistas
Entrevista a líder de Fuerza de Mujeres Wayuu,
Albania, 20 de febrero de 2019.
Entrevista a líder de Fuerza de Mujeres Wayuu, 25 de
febrero de 2019.
Entrevista a líder de la comunidad indígena wayuu,
Arroyo Bruno, 20 de septiembre de 2019.
Notas
[i] El proyecto
se denominó “Fortalecimiento de los actores de la sociedad civil para el
ejercicio del derecho al agua y el control social de la actividad minera en la
región de Cuyo y NOA”.
[ii] Además, se establecieron otras mesas sobre desarrollo, responsabilidad
social y de producción.
[iii]
En agenda se encuentra el proyecto de la “Ley de articulación de la vigilancia y el monitoreo
ambiental y social, ciudadano e indígena en el sistema Nacional de Gestión
Ambiental”, que busca articular a los Comités de Vigilancia y
Monitoreo Ambiental Comunitario (CVMAC), dentro del Sistema Nacional de Gestión
Ambiental.
[iv] Una demanda de nulidad simple es un recurso judicial que
pueden utilizar personas naturales para defender sus derechos cuando consideran
que han sido violentados por una autoridad administrativa. Más información en:
https://bit.ly/3nprm2r