Presentación del dossier
Políticas exteriores y de defensa sudamericanas: hacia un nuevo
regionalismo
Introduction
to dossier
Foreign
and defense policies in Latin America: Towards a new regionalism
Editores del dossier / Editors of dossier
Anabella Busso *
Samuel Alves-Soares**
*Mgtr. Anabella Busso. Profesora de la Universidad
Nacional de Rosario e investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas (CONICET) (Argentina). (anabella.busso@fcpolit.unr.edu.ar) (https://orcid.org/0000-0001-5245-6614)
**Dr. Samuel Alves
Soares. Profesor de la Universidad Estadual Paulista (UNESP)
e investigador del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq) (Brasil). (samuel.soares@unesp.br) (https://orcid.org/0000-0003-2076-1897)
En lo que va del siglo XXI, Latinoamérica ha transitado por
experiencias políticas y económicas diversas que han impactado, entre otras,
sobre las políticas exterior y de defensa. En este contexto, el objetivo de
este dossier es analizar en forma conjunta ambas políticas en los países de
América del Sur desde el inicio del siglo hasta la actualidad. Si bien este
enfoque no es parte de una tradición académica consolidada en Latinoamérica,
como sí lo es en los países centrales, entendemos que la interacción entre
ambos campos existe, aunque la influencia de uno sobre el otro varía de acuerdo
a los países (Busso y Barreto 2020).
Tratar ambas dimensiones es de relevancia para el campo de las
relaciones internacionales por implicar al tándem de la acción de los Estados,
la diplomacia y la estrategia, abordados con precisión conceptual en el
análisis sociológico de Raymond Aron (1962). En cambio, lo más usual es
tratarlas de forma escindida. El resultado son análisis que no prestan especial
atención a la relevancia de los mecanismos involucrados, que combinan en
diferentes dosis la acción pensada para la diplomacia con aquella establecida
por el uso o amenaza de uso de la fuerza. Mucho más que en el campo analítico,
en la acción política es usual el desmembramiento de ambas. Esta cuestión trae
a colación el dilema del “destino de las paralelas” (Saint-Pierre 2006), en el
cual ambas políticas son separadas y definidas de forma individual.
Un recorrido rápido sobre lo acontecido en la región muestra que en la
primera década del siglo XXI primó un perfil progresista metafóricamente
llamado “giro a la izquierda” o “marea rosa”, mientras que en la actualidad se
impone un regreso a las visiones neoliberales que caracterizan a los “gobiernos
de derecha”. En cierta medida la “marea rosa”, breve en términos históricos,
dejó herencias relevantes para la cooperación regional, configurando
instituciones creadas para superar los intereses mayoritariamente nacionales.
Por otro lado, este corto período fue contaminado por cierta euforia que
obnubiló la práctica política. Las referidas instituciones no fueron capaces de
generar raíces más profundas, necesarias para soportar los reveses que no
tardaron en llegar. Los efectos tardíos de la euforia se hacen sentir en la
actualidad, dando por tierra con los intentos de avanzar con el
multilateralismo y de ampliar la cooperación regional.
En consonancia con lo anterior, es relevante destacar que, en ninguna
de las dos etapas, el escenario político-ideológico subregional fue homogéneo.
En la primera, de acuerdo con la mayoría de las clasificaciones académicas
existentes, se distinguieron dos perfiles entre quienes navegaron en la “marea
rosa”: los nuevos gobiernos de izquierda y los gobiernos populistas (Moreira et
al. 2008) a los que se debe sumar otro conjunto de países que mantuvo las
lógicas políticas, económicas y de seguridad imperantes durante la década de
1990. Sin embargo, a pesar de las diferencias existentes en los enfoques de los
gobiernos de América del Sur, desde una perspectiva general, se puede afirmar
que los dos grupos que participaron de la “marea rosa” lograron imponer su
impronta en las relaciones internacionales sudamericanas durante la primera
década del siglo XXI. Esa situación se revierte a partir de hechos como el
juicio político a Dilma Rousseff en Brasil, los triunfos electorales de
Mauricio Macri y Sebastián Piñera en Argentina y Chile, el giro político del
Gobierno de Lenín Moreno en Ecuador, el triunfo del
partido Blanco en Uruguay acompañado de una coalición multicolor que incluye a
Cabildo Abierto (una agrupación liderada por militares), la destitución de Evo
Morales en Bolivia y la crisis venezolana referenciada como el principal
desencanto de los modelos populistas.
Consecuentemente, el perfil político predominante en Sudamérica desde
2015 en adelante es el propuesto por los gobiernos de centro derecha. En este
escenario, hay dos recambios presidenciales para destacar en 2019 en tanto
indican una bifurcación importante. En Argentina, Alberto Fernández, y en
Brasil, Jair Bolsonaro. Así, de relaciones discordes
en la primera década del siglo XXI, se pasa a posiciones crecientemente
ubicadas en las antípodas.
El tránsito del giro a la izquierda hacia la primacía de los gobiernos
de centro derecha trajo consigo variaciones que han impactado en el ámbito de
las relaciones internacionales sudamericanas y en la configuración de las
agendas de política exterior y de defensa. Si bien las coyunturas no son
siempre fundantes de un cambio estructural, la aceleración con la que los
nuevos gobiernos de centro derecha (especialmente el de Macri y el de Temer y
luego Bolsonaro) modificaron las políticas públicas,
sumado a la meta de consolidar una transformación cultural a nivel social que
arraigue dicho giro político-ideológico y limite la posibilidad de regreso de
alternativas progresistas y/o populares invocando la necesidad de un cambio
cultural, han generado múltiples consecuencias que deben ser estudiadas.
Los casos de Argentina y Brasil han sido muy simbólicos. Como afirma Vommaro (en Busso 2019), en
Argentina Propuesta Republicana (PRO), el partido de Mauricio Macri, se enmarcó
en el modelo de la nueva derechas y planteó la
necesidad de un cambio cultural en el sentido de que la cultura política
debería habilitar el paso de un tipo de sociedad a otra permitiendo el tránsito
desde el desarrollo interno a la apertura exterior, y el de una sociedad de
consumo a otra de inversión. Esto se lograría mediante un modelo de inserción
pro occidental vía una alianza política y económica con Estados Unidos, Europa
y Japón, en la que subyacía una lectura optimista de la globalización
neoliberal. Esa lectura también afectaba el lugar asignado a Sudamérica en la
política exterior argentina y el perfil político que la región debía
privilegiar de caras al mundo. Como sostienen Russell y Tokatlian
(2016):
la idea del cambio que traía Macri no se limitaba a
aspectos específicos de la política exterior; implicaba otra identidad
internacional para el país, otra visión del mundo y, en consecuencia, otros
ejes ordenadores de la acción externa. La definición de Argentina como una
parte constitutiva de la “patria grande” y del sur global fue considerada
impropia y anacrónica (Russell y Tokatlian, 2016,
s/p).
Además, el Gobierno de Mauricio Macri resolvió involucrar a las Fuerzas
Armadas en tareas de seguridad interior contradiciendo la política del Estado
argentino desde la recuperación de la democracia. Esta decisión se enmarca en
una concepción que Tokatlian denomina “militarismo
neoliberal periférico”. Dicha lógica concibe al gasto militar como ineficiente
y a las Fuerzas Armadas como ociosas. Sin embargo, cree que su involucramiento
en la seguridad interior es funcional para asegurar un modelo económico cada
vez más excluyente (Tokatlian 2018).
Por otra parte, el Brasil de Bolsonaro,
enmarcado en la experiencia de la alt-right (alternative right),[1] valoriza
las posturas anti-igualitaristas, razón por la que rechaza muchas de las
premisas básicas de la Ilustración y del liberalismo clásico e
incorpora a sus políticas posturas racistas, antifeministas, homofóbicas,
tradicionalistas y neorreaccionarias; todo en el
marco de una confrontación destinada a derrotar la “herencia cultural del
marxismo”. De acuerdo con Chantal Mouffe, es
necesario evitar hacer una equivalencia entre fascismo y populismo de derecha
y, por ello, no concuerda con la idea que:
Bolsonaro sea un “Trump tropical”: es mucho
peor que un Trump tropical. Es una especie de protofascismo
y hay que hacer la diferencia […]. El populismo de derecha (en que incluye a
Trump) es un populismo o una articulación xenófoba que da respuestas a demandas
democráticas. Pero si no son demandas democráticas, no hablaría de populismo de
derecha. El caso de Bolsonaro es complicado
pero no veo que haya demandas democráticas, en su mayoría se trata de un
rechazo total, más que una articulación de demandas democráticas. Alt-right no
es lo mismo que populismo de derecha (en Mazzolini
2019, 133).
Con Bolsonaro, en Brasil entra en vigencia
una lógica de destrucción, propia de los regímenes protofascistas.
Esa lógica atenta contra las posibilidades de una solidaridad generalizada y
gana aún más impulso con la contradictoria conducción de los impactos sociales
y económicos surgidos como consecuencia de la pandemia (Safatle
2020). Un factor agravante es la participación masiva de militares en la
máquina gubernamental –que están próximos a los 3000–, distribuidos en varios
ministerios con un rol destacado en el núcleo de la decisión política. Más
importante aún es el hecho de que el partido militar aprovechó la coyuntura de
desgaste de la política en sentido general para concretar un proyecto de poder.
Hay una reciprocidad entre Bolsonaro y el partido
militar, parte central de la lógica de destrucción y exclusión, característica
troncal del neoliberalismo.
Esta situación presenta un entramado significativo y particular entre
la alt-right y la cuestión militar. A decir de
Samuel Alves Soares (2018), el triunfo de Jair Bolsonaro
en las elecciones presidenciales urge a reactualizar el examen del rol de las
Fuerzas Armadas y la eterna transición a la democracia en Brasil.
El análisis de la cuestión militar en Brasil permite
apreciar la persistencia de una visión que identifica a la izquierda y los
movimientos sociales como una amenaza interna sobre el país. Los militares se
ven a sí mismos como los protectores de la nación […] Se ha restablecido un
sentimiento de misión protectora de
la nación, que es esencial para la identidad militar. La función
constitucional, el papel en el sistema político y la misión autodesignada de
las Fuerzas Armadas no se amoldaron completamente al marco democrático […] las
Fuerzas Armadas, en tanto institución estatal, mantuvieron prerrogativas y
lograron consolidar un margen de autonomía relevante en el sistema político
brasileño. Es posible considerar que los acontecimientos más recientes no
apuntan a una restauración militar, sino más bien a la profundización de un
papel tradicionalmente asumido y asimilado en el sistema político (Alves Soares
2018, 48-49).
La dificultad de extrapolar las amenazas –y los enemigos– que está aún
vigente en algunos países, significativamente en Brasil, demarca la condición
de “ejércitos coloniales de ocupación” (Mei 2020). La
definición de la función y el papel de las Fuerzas Armadas es crucial para
delinear las políticas de defensa. Estas, de manera amplia, están sujetas a dos
pulsiones. Por un lado, la interna que refiere a una condición histórica en la
cual el principal instrumento de la defensa, las Fuerzas Armadas, se
constituyen como actores políticos relevantes. Como sucede en Brasil, donde la
mentalidad militar está orientada hacia los enemigos internos y, en la
actualidad, combinada con una visión anacrónica, anticomunista y antigramsciana. Por el otro, la pulsión externa,
fundamentalmente establecida por Estados Unidos, que actúa en el sentido de
imponer una agenda de seguridad construida a partir de “nuevas amenazas”, que
torna difícil la distinción entre los campos de la seguridad interna y de la
defensa. El resultado es muy diferente y sitúa a los países latinoamericanos en
posiciones muy distintas. En el caso de Argentina, el Gobierno de Alberto
Fernández reafirmó recientemente la diferencia entre seguridad interna y
defensa por medio del Decreto 571/2020 (López 2020), que deja de lado los
cambios operados por el Gobierno de Mauricio Macri y recupera lo establecido en
la Ley de Defensa Nacional de 1988. Si durante la corta “marea rosa” ya había
disonancias entre Argentina y Brasil en este campo, la situación presente
coloca a los dos países en las antípodas. Es necesario enfatizar la centralidad
de cómo los países de la región configuran y ajustan el empleo de sus
instrumentos de fuerza letal.
Como lo mencionamos, el uso interno de la fuerza letal está
relacionado con las diferencias sociales y políticas, y constituye un factor
adicional en las reformas económicas de corte neoliberal. Un ejemplo de ello es
el caso chileno donde, a la represión policial de Carabineros durante las
manifestaciones de 2019, se suma el rol asignado a las Fuerzas Armadas ante la
declaración de estado de excepción constitucional como consecuencia de la
pandemia de coronavirus (COVID-19), que trajo aparejado el toque de queda a
nivel nacional y, con ello, la salida de los militares a las calles con el fin
de controlar la seguridad ciudadana en el marco de la crisis sanitaria. A esta
tarea también se añadieron cuerpos de élite de las Fuerzas Armadas (los
denominados Boinas Negras). En opinión de Del Fierro Baraona
y Enríquez Muñiz (2020), la seguidilla de medidas militarizantes
constituye un error y pone de manifiesto que las Fuerzas Armadas están siendo
utilizadas por las autoridades para satisfacer fines propagandísticos buscando
dar una sensación de seguridad que no es tal, debido a que el delito durante la
pandemia se ha incrementado. Por otra parte, en el caso de Colombia, el desafío
es establecer un proceso de revisión del papel de los militares en el
posconflicto, o más precisamente, pos acuerdo con la mayor guerrilla (Vargas
Velásquez 2020). Desde la década de 1960, las Fuerzas Armadas colombianas
fueron empleadas en el ámbito interno, con fuertes vínculos con Estados Unidos, principalmente a partir de los años 2000, con el
Plan Colombia.
Este recorrido deja claro que, de manera conjunta al viraje económico
hacia el neoliberalismo, las políticas exteriores y de defensa se han visto
profundamente afectadas modificando significativamente los criterios
establecidos por el regionalismo posliberal y poshegemónico
(Riggirozzi y Tussie 2012)
que fueron reemplazados por un retorno al regionalismo abierto o, más aún, por
una desarticulación integral del multilateralismo regional. De propuestas de
inserción internacional que privilegiaban la búsqueda de autonomía, la
diversificación de vínculos, la consolidación de una agenda sudamericana, la
instauración de un modelo económico neodesarrollista,
la cooperación en el área de la defensa y los esfuerzos por avanzar hacia una
conducción civil de la misma, transitamos hacia un escenario caracterizado por
la búsqueda de una inserción pro occidental (limitada por la influencia china),
la paralización de espacios multilaterales como Unión de Naciones Suramericanas
(UNASUR) y, consecuentemente, del Consejo Sudamericano de Defensa, la desjeraquización de Sudamérica como área prioritaria en la
acción externa de los Estados de la región y el avance de las ideas y prácticas
preexistentes en varios países sudamericanos destinadas a desdibujar los
límites entre seguridad y defensa. Estas últimas características trajeron
consigo efectos dispares (dependiendo del caso analizado varían los contenidos
y la intensidad), pero preocupantes tales como el empoderamiento del rol
“político” de las Fuerzas Armadas en algunos países y la asignación a los
militares de tareas de ligadas a la seguridad pública en aquellos que, incluso,
lo tenían prohibido legalmente. En este marco, como sostiene Grabendorff, desde
la asunción de Trump, la pérdida de credibilidad
internacional y de previsibilidad política de Estados Unidos se percibe con
claridad en América Latina. No obstante, la región solo ha mostrado reacciones
defensivas en temas vinculados a la política migratoria, el comercio y la
amenaza de intervención militar en Venezuela. Mientras tanto, ha aumentado
considerablemente la disposición a establecer una colaboración más estrecha con
Estados Unidos en todas las áreas de la seguridad pública (Grabendorff
2018, 49).
Sin embargo, en el transcurso de 2020, la situación de los gobiernos
de derecha se ha complejizado. Sin bien cuentan en su haber con ser
mayoritarios a escala regional en tanto ocupan la generalidad de los poderes
Ejecutivos en ejercicio, es necesario remarcar que varios de ellos enfrentan
escenarios de inestabilidad interna fruto de demandas y movilizaciones sociales
iniciadas a partir de 2019 (Bomtempo 2020). Es verdad
que durante ese año las manifestantes conmocionaron ciudades de todo el mundo y
aparecieron como síntomas de la crisis de la globalización neoliberal, pero
como afirma Michael Shifter (2020), América Latina en
particular experimentó una mayor agitación social que en cualquier otro momento
de la historia reciente. Las crisis políticas y las movilizaciones masivas
estallaron en Haití, Honduras, Ecuador, Perú, Bolivia, Colombia, Chile y
en muchos otros lugares. En palabras del autor, esta situación se explica por
el fracaso para abordar problemas históricos como el estancamiento económico,
los poderes judiciales politizados, la corrupción, la delincuencia y, en
algunos cuantos casos, un gobierno autoritario. Así, la incapacidad de los
gobiernos para cumplir sus promesas ha ocasionado que estos pierdan legitimidad
ante los ciudadanos, quienes se sienten cada vez más insatisfechos con la forma
en que funciona, o no funciona, la democracia en sus países:
Sin embargo, igual de pertinente para el momento
actual es la percepción generalizada de una falta de justicia, de que las
élites económicas y políticas gozan de una serie de privilegios y prerrogativas
que se le niegan a la mayoría de los ciudadanos. Algunos de los resentimientos
acumulados de la región se deben a la sensación que tienen aquellos que
ostentan la mayoría del poder y la influencia de que tienen derecho a todo,
quienes además casi nunca les otorgan a los demás el respeto y la dignidad que
merecen (Shifter 2020).
La reacción de estos gobiernos para contener –o quizá– reprimir las
demandas sociales implicó la recurrencia al endurecimiento de las acciones de
las fuerzas de seguridad y, en ocasiones, el recurso a las Fuerzas Armadas. En
ese contexto, se incentivaron nuevamente los debates sobre las cuestiones de
seguridad y defensa, y su impacto sobre la calidad democrática
así como también sobre la paralización del multilateralismo regional. El rol de
los militares apoyando a presidentes que enfrentaban demandas sociales y
argumentaban que estaban “en guerra” contra sus propios conciudadanos como
aconteció en Chile; Fuerzas Armadas involucradas en disturbios domésticos e
incluso recomendando a los presidentes que abandonaran su cargo, como en el
caso de Bolivia, son hechos muy preocupantes (Tokatlian
2019). Como afirman Murillo y Levitsky (2020), la
recurrencia a los militares anula o limita la búsqueda de soluciones políticas
a los problemas existentes y, por lo tanto, deteriora la democracia. Es
claramente una situación de retroceso regional.
Desde el
momento en que presentamos la propuesta temática para este dossier ha
transcurrido un tiempo breve, sin embargo, mucha agua ha pasado bajo el puente,
incluyendo la pandemia por coronavirus (COVID-19) que, dicho sea de paso,
habilitó misiones subsidiarias para las Fuerzas Armadas y las incluyó en el
debate sobre “el día después”. La intensidad y aceleración de los cambios
mencionados amerita un análisis académico detallado y fundado que intente echar
luz sobre la incertidumbre y los desafíos que enfrentan las políticas
exteriores y de defensa sudamericanas tanto en el escenario actual como en el
mundo incierto que nos espera. En este marco, las preguntas básicas de las que
partimos en ese momento son hoy más relevantes aún: ¿cuáles son las principales
diferencias entre las políticas exteriores y de defensa sudamericanas de la
primera década del siglo XXI y la de los gobiernos actuales? ¿Son dichas
diferencias tan marcadas como aparecen a primera vista o ya existía un ajuste sobre
dichas políticas en el tránsito final de los gobiernos del giro a la izquierda?
¿Constituyen las modificaciones en la orientación de las políticas exteriores y
de defensa de los nuevos gobiernos de derecha un cambio estructural o es solo
una coyuntura que no se consolidará? ¿Cuáles serán los efectos sobre las
sociedades nacionales en caso de que dichos cambios se consoliden? ¿Cuáles
fueron las principales causas por las cuales los avances en enfoques
autonómicos de política exterior y las propuestas de una conducción política de
la defensa se desvanecieron tan rápidamente? ¿Qué diferencias existieron en el
rol asignado a las Fuerzas Armadas por gobiernos como los de Bolivia, Ecuador y
Venezuela por una parte y Argentina, Brasil, Uruguay, entre otros? ¿Transitamos
nuevamente hacia una agenda externa y de defensa diseñada desde Washington o
los gobiernos actuales realmente comulgan con las ideas de inserción occidental
y desdibujamiento entre seguridad y defensa en
función de sus propias convicciones ideológicas? ¿Desde una perspectiva
comparativa, qué y cómo aportan las experiencias de los países sudamericanos
que continuaron aplicando políticas exteriores y de defensa con los patrones de
la década de 1990 en referencia a los que giraron a la izquierda? ¿Cuáles son
las consecuencias sobre los objetivos de política exterior y de defensa
establecidos en el marco del regionalismo posliberal y el regionalismo poshegemónico de la década anterior? ¿Los gobiernos de
centro derecha sudamericanos construyen un nuevo regionalismo?
Una pregunta central, de carácter prospectivo, se refiere a las
condiciones, al período y a las posibilidades para la reconstrucción de las
políticas exteriores y de defensa que sean producidas como forma de contención
y de reconstrucción de los impactos autoritarios. Las respuestas pueden
implicar un profundo escepticismo, por lo que es fundamental que las fuerzas de
resistencia inauguren movimientos convergentes y fundamenten sus decisiones en
un realismo sensato, sin dejar de organizarse para la indispensable esperanza
de una ruptura con los designios que ya están en curso. Un movimiento inicial
transcurre desde un análisis sensato de la coyuntura y una revisión crítica de
las medidas de un pasado no tan distante. Ese primer movimiento es la
obligación principal de los académicos y estudiosos del área, y este dossier
del número 68 de Íconos. Revista de Ciencias Sociales responde a ese
desafío. El segundo movimiento es una tarea para los actores políticos e
implica el tejido de redes de reflexión y acción, dentro de un marco de disputa
entre la profundización y hegemonía de las concepciones neoliberales y los
reclamos sociales sobre la necesidad de corregir los efectos negativos de dicho
modelo.
Varias de estas cuestiones se abordan en los cinco trabajos que
integran este dossier. En primera instancia, presentamos los artículos que
hacen referencia a distintas cuestiones del campo de la defensa desde una
perspectiva regional y/o binacional. Posteriormente, incluimos los trabajos que
analizan aspectos de la política exterior y de defensa durante el Gobierno de
Mauricio Macri en Argentina y, finalmente, uno que se refiere a la Amazonía en
el pensamiento militar brasileño.
En el artículo “Ocaso del regionalismo posneoliberal
en Sudamérica: las deudas de la marea rosa en la conducción política de la
Defensa”, adecuadamente fundamentado, Emilse Eliana Calderón trata con
amplitud la temática de la defensa y la seguridad internacional en América del
Sur. Se analizan casos nacionales articulando factores domésticos, regionales y
sistémicos, para responder al interrogante que puede ser formulado de la
siguiente manera: ¿por qué las cuestiones de seguridad internacional y defensa
de la región no se consolidaron de manera suficiente durante la “marea rosa”, teniendo
como resultado el debilitamiento y el abandono de la UNASUR y del Consejo de
Defensa Suramericano? Entre las debilidades identificadas, resalta el déficit
crónico en la conducción de la política de defensa. Más allá de las vicisitudes
sistémicas representadas por la posición de Estados Unidos, la variable
doméstica arroja luz sobre la cuestión de la autonomía militar. La autora no
deja de considerar la reducida conflictividad entre los Estados, como así
también señala con pertinencia el empleo de las Fuerzas Armadas en el ámbito de
la seguridad interna. Lo sistémico tiene importancia para la condición
periférica de la región, punto intensamente enfatizado. La condición periférica
es crucial para comprender los enormes desafíos para la construcción de
autonomía, perseguida por una parte importante de los países durante el período
de gobiernos de centro izquierda en la región, aunque el empeño no haya sido lo
suficientemente fuerte.
En segundo lugar, el artículo “Democracia
y educación: notas sobre la enseñanza militar en Argentina y Brasil” subraya
una cuestión central para el debate sobre la democracia: la autonomía militar. Ana Penido Oliveira, Suzeley Kalil Mathias y Eduardo Mei exponen el potencial de la
educación militar como factor esencial para revertir esa situación y guiar a
los militares hacia una posición que se adhiera a la democracia y a los límites
republicanos. Los autores optan por un estudio comparativo entre Argentina y
Brasil, abocándose más detalladamente al segundo caso. Para el análisis, se
propone el “cuadrante normativo” de la educación militar, propuesta original y
de acentuadas posibilidades hermenéuticas.
En este artículo se marcan las distinciones entre ambos países. En
Argentina se estableció una normativa común a toda la educación en el país, que
no diferencia civiles de militares. Por el contrario, en el caso brasileño la
diferenciación está fijada por ley. Además, en Argentina existe un proceso de
separación entre las esferas externa e interna de la seguridad, pasando la Defensa
a estar orientada exclusivamente al ámbito externo. Esto último marca otra
distinción importante con el caso brasileño, como ya fue señalada. La síntesis
del estudio comparativo puede observarse en las expresiones presentadas en el
cuadrante normativo. En Argentina predomina la subordinación, mientras que en
Brasil predomina la autonomía.
En referencia a los análisis específicos sobre la situación en
Argentina, se presentan dos artículos. El primero de ellos denominado: “Acuerdos Mercosur-Unión Europea desde la perspectiva
de la política exterior Argentina”, cuya
autoría corresponde a Alejandro
Simonoff, analiza desde una perspectiva
crítica cómo los acuerdos Mercosur-Unión Europea son una muestra de los
objetivos de la coalición Cambiemos que llevó al poder a Mauricio Macri. En ese
marco, se destaca que la apuesta por la firma de un acuerdo entre el Mercosur y
la Unión Europea es uno de los tres objetivos concretos buscados por la
administración de Cambiemos, junto con el ingreso a la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y la Presidencia del G20. Por esa
razón, ese proceso de negociación resulta significativo, ya que desnuda muchas
de las presunciones que el Gobierno de Macri tuvo sobre el mundo y permite
evaluar su modelo de inserción internacional. Se describe su administración
como inscripta en cierto consenso existente entre las élites a favor de un
sesgo neoliberal de la globalización que desconoció el rol de otros actores
relevantes en el orden neoliberal globalizado y, consecuentemente, realizó una
lectura equivocada de lo que realmente estaba pasando a escala mundial, tomando
decisiones importantes sobre la base de información imperfecta. Así, las
negociaciones para lograr el acuerdo entre Mercosur y la Unión Europea se
diferenciaron del clima proteccionista imperante desde la asunción de Donald
Trump en Estados Unidos, y se presentaron como el “retorno” de Argentina al
mundo. Para la gestión de Mauricio Macri, el Mercosur tuvo un valor de “puente”
a los acuerdos OMC plus, en tanto la derecha conservadora argentina consideró
que ese proceso de integración, por sí mismo, solo operaba como una atadura a
la libertad del país para vincularse con el “Primer Mundo”.
El artículo de Sergio Gabriel Eissa titulado
“La Defensa como política fiscal durante el Gobierno de Mauricio Macri
(2015-2019)” parte de una analogía con un ave de las llanuras de Argentina y
Uruguay (el tero), que se caracteriza por “poner los huevos en un lado, pero
gritar en otro”, actitud que el autor considera muy común en la política
argentina en tanto la clase política suele decir una cosa, mientras hace otra.
Desde esa perspectiva, el artículo analiza la política de defensa de la
Presidencia de Mauricio Macri y sostiene que, a pesar de un discurso inicial favorable
a las Fuerzas Armadas y a la reivindicación de la defensa, esta terminó
reflejando un retorno a la implementada en durante la década de 1990 por el
presidente Carlos Menem (1989-1999), en tanto volvió a primar la idea de
subordinar la defensa al ajuste neoliberal. Para sustentar esta afirmación, el
artículo recurre al análisis de documentos, de las medidas adoptadas y del
presupuesto para la defensa nacional argentina. Por otra parte, de la consulta
de dichas fuentes intenta mostrar que existieron pujas entre dos sectores al
interior del gobierno: aquellos que buscaban convertir a las Fuerzas Armadas en
Guardias Nacionales, involucrándolas en la lucha contra el narcotráfico
siguiendo las orientaciones de los Estados Unidos, y aquellos que no estaban
interesados en lo que sucediera con ellas. Finalmente, concluye que, como
consecuencia de estas políticas, a finales de 2019, las Fuerzas Armadas
argentinas se encontraron en una situación de deterioro no solamente material,
sino también en lo que respecta al adiestramiento.
Finalmente, el trabajo “La Amazonía en el pensamiento militar
brasileño: concepciones y acciones estratégicas del Ejército y la Armada en la
década de 1990” escrito por Dilceu Roberto Pivatto-Junior y Raul Cavedon-Nunes presenta una
descripción detallada, con fuerte base empírica, de cómo el Ejército y la
Marina se refirieron a una región que ocupa un área considerable de América del
Sur. En el caso del análisis del Ejército de Brasil, se destaca una concepción
que refuerza el empleo de fuerza letal en el ámbito interno y en las “nuevas
amenazas”; se enfatiza que se trata de un escenario de acentuada mutación y
cambios tecnológicos significativos. La cuestión tecnológica se constituye en
un pilar esencial de las acciones de la Fuerza Terrestre y varios proyectos se
articulan para que el país esté en condición de disuasión constante. Los datos
sobre la ampliación de las organizaciones militares en la región son
importantes para análisis posteriores que traten sobre las problemáticas del
impacto regional de la Defensa. La Doctrina Gama es otro punto que merece
destacarse, dado que señala una postura de resistencia en maneras no
convencionales. Más allá de que la Marina considere que su papel no es central
y no tenga apoyo logístico del Ejército, también considera la posibilidad de
empleo interno, como el posible empleo contra focos de guerrilla. Más relevante
como perspectiva analítica es que las visiones son singulares a cada una de las
Fuerzas e indican la ausencia de una orientación más consistente y proveniente
del poder político; otra evidencia de autonomía militar y con un efecto
debilitante para la Defensa.
Los artículos presentados en este dossier se concentran en dos países.
En síntesis, son representativos de las debilidades institucionales y políticas
que también pueden ser atribuidas a otras naciones de la región, guardando las
especificidades adecuadas. En Sudamérica persisten insuficiencias propias de
una periferia que busca superar las condiciones históricas adversas, de élites
usureras y de oposiciones fragmentadas. Más allá de que los análisis no sean
promisorios, y en el marco de una coyuntura poco alentadora, se espera que sean
suficientes para avanzar en nuevos estudios y que inspiren una transformación profunda
de la realidad de América Latina. La falta de conjugación de las políticas
exteriores con las políticas de defensa es un síntoma de las fragilidades
mencionadas, sin embargo, nos muestra la necesidad de aplicar acciones para
revertir el tenebroso contexto actual.
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