DOSSIER de investigación
Guayaramerín: una frontera marcada
por el río Mamoré y las cachuelas
Guayaramerim: a borderland marked by the Mamore River
and its “cachuelas”
Dra. Bianca
De Marchi-Moyano. Becaria postdoctoral, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas
y Técnicas (CONICET/UE-CISOR) (Argentina).
(biancadmm@yahoo.es) (https://orcid.org/0000-0002-6248-9046)
Mgtr. Laura Arraya-Pareja. Investigadora,
Universidad Mayor de San Andrés (Bolivia).
(lau7014@hotmail.com)
(https://orcid.org/0000-0002-8356-7867)
Recibido:
28/09/2020 – Revisado: 04/12/2020
Aceptado: 01/03/2021 – Publicado: 01/05/2021
Cómo citar este artículo: De
Marchi-Moyano, Bianca y Laura Helena Arraya-Pareja. 2021.“Guayaramerín: una
frontera marcada por el río Mamoré y las cachuelas”.Íconos Revista de
Ciencias Sociales 70: 15-36
https://doi.org/10.17141/iconos.70.2021.4670
Resumen
En el
artículo se abordan las relaciones entre los cursos hídricos y las fronteras, a
partir del caso de Guayaramerín, ciudad limítrofe boliviana, en el departamento
del Beni. Este asentamiento se localiza sobre el Mamoré, importante río de la
cuenca amazónica, y colinda con un centro urbano casi homónimo en Brasil:
Guajará-Mirim. Se describe la localización del asentamiento, su permanencia
histórica y crecimiento a partir del rol del río y sus cachuelas en la
instalación de Guayaramerín y en la frontera entre Bolivia y Brasil. Se
prioriza la recolección de información sobre un punto y no sobre una línea,
zona o área político-administrativa. Así, en términos metodológicos, se propone
concentrar y contrastar lecturas histórico-legislativas y sociológicas sobre el
lugar para comprender su creación, desarrollo y estabilidad en un contexto fronterizo.
Además, se revisan los antecedentes coloniales, las primeras exploraciones
republicanas en la zona y el origen de su toponimia y sus dinámicas
poblacionales. También se aborda la formalización diplomática de la frontera en
el período cauchero. Finalmente, se desarrollan apuntes de la historia
reciente, que identifican los nuevos intercambios comerciales y poblacionales
en el lugar, y se subrayan los aportes del estudio a la discusión sobre las
fronteras amazónicas.
Descriptores: Bolivia; Brasil; cachuela; frontera;
geografía histórica; Guayaramerín.
Abstract
This article uses the case of the Bolivian frontier
city of Guayaramerin- located in that country´s Beni Department- as a
springboard for a discussion of the relationship between water courses and
national borderlines. This urban settlement is located on the shores of the
important Amazonian Mamoré River and is placed just across an almost homonymous
Brazilian city: Guajará-Mirim. The article describes the site where the city
was built, its historical permanency, and the role played by the river and its
“cachuelas” in encouraging its founding just on the borders
between Bolivia and Brazil. Gathering information over a specific locale and
not about a line or a political/administrative area is prioritized. Thus, the
chosen methodology consists in focusing on, and contrasting historic,
legiasltive and sociological documents dealing with the selected location, in an
effort to understand its establishment, development and durability in a border
setting. Also, the colonial past is examined, together with early exploration
efforts of the region under the republic and the sources of place names and of
population dynamics. Additionally, the diplomatic processes which defined the
border during the rubber era, are investigated. Finally, a sketch of recent
history is provided in an effort to identify new trends in the trade flows and
population exchanges that are taking place in situ. The article ends with a
discussion of its own potential contributions to current debates about the
Amazonian frontier.
Keywords: Bolivia; Brazil; cachuela; frontier; historical geography; Guayaramerin.
1.
Introducción
Las
fronteras, como convenciones históricas entre los países, tienden a marcarse a
través de elementos geográficos. Estos han permitido establecer referentes del
límite, de la pertenencia y del control sobre las dinámicas territoriales,
tanto para los centros de poder de cada país como para los actores locales.
También es común observar lugares donde se concentra la movilidad, relacionando
una vía con el límite internacional (Benedetti 2015) y generando un paso de
frontera. Las ciudades fronterizas de Bolivia tienen ese origen: se asientan en
pasos internacionales donde se condensa la movilidad (Sánchez 2018).
Los lugares
con estas características se hacen más atractivos por las posibilidades de
intercambio económico y cultural dadas en el contacto asimétrico entre los
países, con sus sistemas productivos, comerciales y socioculturales. Pero el
transporte, las vías y el comercio no son los únicos elementos que permiten
marcar las fronteras. Muchas veces estas tienen una relación con la morfología
del espacio. Ríos, lagos, montañas y volcanes, entre otros, han servido como
representaciones que materializan los bordes de cada país.
Casi la
mitad de los límites internacionales bolivianos pueden considerarse hídricos,
como se ha acotado en otros proyectos de investigación sobre el tema (De
Marchi, Arraya y Ledezma 2019; Arraya, en prensa; De Marchi y Morales, en
prensa). La relación de límites internacionales con cursos o espejos de agua
entre Brasil y Bolivia caracteriza a más del 80% de esa frontera (Gimenez 2015,
43). Sin embargo, esta particularidad no siempre fue considerada relevante.
Laetitia Perrier-Burslé incluso sugiere que no existen menciones significativas
a las “fronteras naturales” (2005, 149), y menos hídricas, en la literatura
diplomática ni geopolítica boliviana.
Este artículo
revisa esas relaciones entre cursos hídricos y fronteras. Analiza el ejemplo de
Guayaramerín, una ciudad limítrofe de Bolivia, localizada en el paso de
frontera sobre un importante curso de agua, que corresponde a un asentamiento
casi homónimo brasileño. Esta ciudad del departamento del Beni, en el límite
nororiental boliviano, se localiza a orillas del río Mamoré y, en la ribera del
frente, coincide con la brasileña Guajará-Mirim.
El análisis
histórico sobre la instalación de este asentamiento permite sostener que no
solo el río demarcó la frontera en el lugar, sino también el significado
otorgado a las llamadas cachuelas, característica específica de los ríos de la
región, que obstaculizan su navegación e identifican profundamente el lugar. Se
trata de formaciones rocosas que atraviesan los ríos provocando rápidos y
cataratas, localizadas en la cuenca del río Madeira, principalmente entre
Guayaramerín (Beni-Bolivia) y Porto Velho (Rondonia-Brasil). Las cachuelas
fueron la mayor dificultad para la movilidad fluvial que buscaba desembocar en
el Atlántico desde el interior de esta región amazónica boliviana. Las
representaciones sobre su peligrosidad se encuentran en la mayoría de los
reportes de exploración de la zona, como se observa en el relato de Coímbra,
que evoca su participación en una expedición por esa cuenca a mediados del
siglo XIX:
se
nos presentó el imponente Mamoré; turbulento, ancho, profundo. Sus aguas
pesadas y turbias formaban olas voluminosas que estallaban estrepitosamente,
coronadas de espuma. Sus remolinos parecían taladrar el abismo. Ese aspecto de
braveza conmovía las entrañas y nosotros –impotentes– nos sentíamos presas del
delirio, asistiendo así al fin del mundo…
Enormes
rocas, palizadas gigantescas, bufeos y peces voraces surgían de improviso a
nuestro lado, como brazos amenazadores que de pronto desaparecían en la
alborotada torrentera (2018, 116).
Las míticas
dificultades de navegación fluvial del norte amazónico boliviano, como se
muestra en este artículo, fueron clave para el establecimiento de esta ciudad
fronteriza. Lo que se plantea es que, como consecuencia de sus desafíos de
movilidad, Guayaramerín quedó marcada como un asentamiento fronterizo que
persiste hasta la actualidad.
Para
describir este proceso histórico, se plantea la siguiente la pregunta: ¿qué rol
cumplieron el río Mamoré y sus cachuelas en la instalación de Guayaramerín y en
la demarcación fronteriza entre Bolivia y Brasil? Esta pregunta es pertinente
en el marco del estudio sobre la geografía histórica de las fronteras
bolivianas y amazónicas, pero además en la indagación de las relaciones entre
su historia social, el agua y la naturaleza. Particularmente, lo hídrico
implica representaciones y prácticas centrales para las poblaciones amazónicas
(Agra 2015), más en el contexto de riesgos ambientales contemporáneos (Alonso,
Ramos de Castro y Garreta 2017).
En el
desarrollo de este artículo se revisaron fuentes, principalmente secundarias e
historiográficas ya publicadas, pero también primarias y específicas sobre
Guayaramerín. A diferencia de otros estudios sobre el oriente del país (García
2001) o sobre la frontera boliviano-brasileña (Perrier-Bruslé 2007; 2012), se
prioriza la recolección de información sobre un punto y no una línea, zona, ni
área político-administrativa. La metodología analítica aplicada busca
concentrar y contrastar las lecturas histórico-legislativas y sociológicas
sobre un lugar para comprender su creación, desarrollo y permanencia en un
contexto fronterizo. Aun así, en las conclusiones se desarrolla un ejercicio de
revisión y contraste con otras lecturas sobre las fronteras amazónicas.
El artículo
se divide en cinco secciones. La primera recupera los antecedentes coloniales y
las primeras exploraciones republicanas que identificaron las cachuelas como
referentes geográficos importantes. Luego se muestra la formalización
diplomática de esta frontera, así como la proyección y la construcción del tren
que llegó hasta la ribera del Mamoré en 1912. La tercera parte indaga en la
constitución de la ciudad, el origen de su toponimia y sus dinámicas
poblacionales. El cuarto apartado revisa algunos apuntes de la historia
reciente, de los intercambios comerciales y poblacionales actuales del lugar.
Finalmente, en las conclusiones, se resumen los aspectos principales que
responden a la pregunta transversal del estudio y se contrastan sus resultados
con los de otras regiones fronterizas amazónicas.
2.
Antecedentes de la cachuela como
marca
El origen de
la frontera boliviano-brasileña se halla en las relaciones entre los imperios
coloniales portugués y español, así como en la noción de utis possidetis acordada por ambos regímenes. Con ese precedente,
es importante anotar que la apropiación territorial en ambos lados del límite
había sido muy diferente:
los portugueses, en general, creaban ciudades a partir de
diferentes núcleos de población y no obedecían a una línea recta en su
configuración, mientras que los españoles buscaban ocupar el país como una extensión
orgánica del reino de Castilla, con caminos definidos en línea recta a partir
de un centro desde el cual las calles principales y perpendiculares formaban un
cruce principal y desde donde surgían las calles secundarias (Gayoso 2013,
109).
Así, la región
de Moxos, donde actualmente se encuentra la ciudad de Guayamerín, fue parte de
la provincia de Charcas bajo la colonia hispana. Era una zona poco conectada
con los asentamientos costeros y andinos, cuyo ordenamiento obedecía –como
señala la cita– a una perspectiva hispánica centralizada. Al igual que el resto
del territorio de Charcas, luego de la independencia en 1825, Moxos pasó al
dominio boliviano. Sin embargo, durante las primeras décadas de la vida
republicana, el peso demográfico y económico del país se mantuvo en el
occidente andino, limitando el conocimiento y control de la zona, así como de
otras del oriente boliviano (García 2001).
En 1842, 17
años después de la independencia, “durante el Gobierno del Gral. José
Ballivián, Presidente de la República de Bolivia, fue creado el departamento
del Beni, como justo reconocimiento y homenaje a la victoria militar alcanzada
por el Ejército boliviano, en la Gloriosa Batalla de Ingavi” (Decreto Supremo
de 18 de noviembre de 1842).[i]
En ese momento, dentro del nuevo departamento existían pocos asentamientos
desconectados y la localización de Guayaramerín era escasamente conocida. Solo
se contaba con algunas noticias sobre las cachuelas del río Mamoré.
En 1846, el
presidente José Ballivián propuso registrar sistemáticamente la geografía de
toda la República de Bolivia y “envió una comisión de exploradores y
científicos al norte del país con dirección a los ríos Mamoré y Madeira”
(Cámara de Senadores 2016). Esta intención ratificaba la creación del
departamento del Beni y otras medidas normativas que otorgarían una identidad
político-administrativa a la Amazonía boliviana, de acuerdo con lo dictado por
el propio Ballivián en 1842 (Guiteras 2011).
En homenaje
al aniversario de la victoria de la batalla de Ingavi, con veteranos de ese
enfrentamiento y personas que conocían la región amazónica, una vez más se
inició la expedición en
…ejecución de la Ley del 28 de septiembre de 1846, que ordenó
una visita de inspección, sobre el estado de los pueblos del Beni. El gobierno
transmitió instrucciones al Prefecto de este distrito, Ing. don José Agustín
Palacios, para el reconocimiento y exploración de los ríos del Norte y Noroeste
de la República. A la primera tentativa de este esforzado patriota, se arribó
el Bajo Beni hasta Cachuela Esperanza (Becerra 1984, 10).
El primer
artículo de esta ley señalaba: “el Poder Ejecutivo mandará abrir una visita en
el Departamento del Beni, a fin de que ella informe sobre el estado de los
pueblos de aquel Departamento, en todos los ramos de la administración” (Ley de
28 de septiembre de 1846).
En los
primeros días de exploración, Palacios se encontró con el cacique de los
chacobo llamado Maba, el cual
conocía perfectamente la región y se convirtió en una importante ayuda para la
expedición. Como agradecimiento, se le otorgaría un nombramiento de capitán,
firmado por el “Vencedor de Ingavi”, junto con algunos rifles y baratijas. Así,
el cacique fue comprometido (por medio de un intérprete) para acompañar a la
expedición hasta las cachuelas del Mamoré y, además, brindar garantías a los
navegantes. El grupo, compuesto por soldados e indígenas, llegó al río Mamoré
un mes y medio después de su partida.
Juan Coímbra
era parte de la expedición y en su obra titulada La Siringa relata: “Oímos claramente un ruido lejano, sordo,
insistente y en medio de la espesa batahola, sentimos como hervores de agua,
era Guayaramerín, la mentada y enigmática cachuela” (2018, 116). El anuncio del
agua agitada indicaba el corte de la navegabilidad del río, en un lugar donde
ya se asentaban algunos pobladores. Así, el 14 de octubre de 1846, fundaron un
asentamiento en las orillas de la cachuela. Ahí existían tres viviendas: la de
don Leonor Castro, la de don Manuel Añez y la de Nemecio Jordán (Arias 2007).
Pese a la presencia de estos primeros pobladores, Guayaramerín no era un
asentamiento estable y se refundó más adelante, como se describirá luego en
este artículo.
Posteriores
exploradores y pioneros se internaron en la región para vincular el punto donde
se encuentra Guayaramerín con otros centros del interior del país, sobre todo
con la capital beniana, Trinidad, y también con Riberalta. Algunos exploradores
que se aventuraron fueron el “súbdito alemán de apellido Bursa, en [...] 1846;
seguidamente el teniente Gibbon en 1852. Por la región del Alto Beni, se
embarcaron los misioneros franciscanos, en iguales empresas” (Becerra 1984,
37). Todas estas iniciativas buscaban identificar la factibilidad de la
navegación. Sin embargo, las dificultades impuestas por las condiciones
topográficas y climáticas eran evidentes. Se trataba de un punto desde donde la
movilidad fluvial era casi impracticable, sobre todo hacia el norte de la
cuenca.
Como
resultado de las iniciativas de exploración en la Amazonía y en el resto del
territorio, y del trabajo de los coroneles Juan Ondarza y Juan Mariano Mujía,
se logró diseñar e imprimir el primer mapa oficial de Bolivia en 1859. Pese a
los intentos de navegación y la instalación de asentamientos, en ese mapa “en
el Itenez, en el Mamoré y en el Madeira, la frontera aparece sin población
notable del lado boliviano” (Roux 1993, 90).
Aunque el
río Mamoré persistía como una frontera de origen colonial, el “vasto triángulo
conformado por la unión de los ríos Beni y Mamoré” estaba, según la mención
proporcionada por el mapa de 1859, constituido por “regiones no exploradas,
pobladas de salvajes” (Roux 1993, 107). Resulta interesante que, hacia la segunda
mitad del siglo XIX, aunque se había explorado la zona y se conocía la
existencia de las cachuelas, todavía se trataba de un espacio descontrolado y
aparentemente vacío, desconectado del mundo andino boliviano, de su población y
gobierno.
3.
Construcción de la frontera entre
Bolivia y Brasil: por los caminos del caucho
En 1867, el
presidente boliviano Melgarejo cedió a Brasil cerca de 250 000 km2
por el “Tratado de Amistad, Límites, Navegación, Comercio y Extradición”
(García 2001, 181). Esta afirmación se expresaba en el artículo 2 del Decreto
Supremo del 22 de septiembre de 1867, de delimitación fronteriza entre la
República de Bolivia y el Imperio de Brasil:
partirá
del río Paraguay en la latitud de 20º 140', en donde desagua la Bahía Negra:
seguirá por medio de esta hasta el fondo de ella y de ahí en línea recta a la
laguna de Cáceres, cortándola por su mitad; irá de aquí a la laguna Mandioré y
la cortará por su mitad, como también por las lagunas Gaiba y Uberaba, en
tantas rectas cuantas sean necesarias, de modo que queden del lado del Brasil,
las tierras altas de las Piedras de Amolar y la Insúa (Decreto Supremo 22
de septiembre de 1867).
Para
explicar este suceso, se ha señalado que el Gobierno boliviano carecía “de
conocimientos geográficos, mapas y estudios que mereciesen confianza” (Suárez
Arana en García y Podgorny 2018, 112). El poco conocimiento evidenciaba la
dificultad estatal para mantener dominio sobre esos amplios espacios. Así, “la
clave del razonamiento del negociador boliviano, Gutiérrez, era la del realismo
pragmático: ‘Se mira hacia el Oriente como una tierra prometida, pero no se
puede tener ni un solo navío a vapor, ni un solo colono’” (en Roux 1993, 106).
Esa perspectiva no era compartida por buena parte del país, pero tampoco por los
brasileños que tenían sus propios reclamos respecto al tratado:
Apenas un año después de la celebración de este Tratado, el
Congreso boliviano aprobó la propuesta después de muchas discusiones y con
acciones coercitivas contra los insurgentes y descontentos frente a la
propuesta, bajo el mando del presidente Melgarejo.
En el contexto brasilero, también hubo descontento por los
resultados de la división territorial firmada entre Brasil y Bolivia. Sin
embargo, la condición de guerra en la que se encontraba el país obligó al
Imperio brasilero a amistar con el lado boliviano para evitar más conflictos
armados en la región fronteriza (Gayaso 2013, 114).
Efectivamente,
el telón de fondo de la Guerra de la Triple Alianza (entre Paraguay, Brasil,
Argentina y Uruguay)[ii]
instaba a los brasileños a definir fronteras y acuerdos con sus vecinos,
particularmente con aquel que compartía su límite más extenso: Bolivia. Para
ventaja de los bolivianos, en el artículo 7 del Tratado de 1867 se establecía
que “el uso libre de las aguas de los ríos navegables concretó la vía de salida
al Océano Atlántico” (Vargas 2014, 150-151). Además, señalaba: “el Emperador
del Brasil permite, como concesión especial, que sean libres para el comercio y
navegación mercante de la República de Bolivia, las aguas de los ríos
navegables, que corriendo por el territorio brasilero vayan á desembocar en el
Océano” (Decreto Supremo 22 de septiembre de
1867). Esta ventaja sería particularmente importante por “la pérdida del
litoral boliviano en el océano Pacífico (1879-1883), [cuando] la exploración de
los ríos y la comunicación con el Atlántico tomaron otra urgencia” (García y
Podgorny 2018, 121).
A partir de
1867, la frontera entre Bolivia y Brasil se modificó respecto al mapa de 1859
en la región del río Paraguay, donde “Bolivia solo conservó el ‘pico de pato’
de Puerto Suárez y cedió también una parte de su Matto Grosso” (Roux 1993,
113). Sin embargo, el límite del Mamoré y del Itenez, al borde del departamento
del Beni, persistió con los ríos como referentes de división entre los países.
El artículo 7 del decreto señalaba: “De este rio para el Oeste seguirá la
frontera por una paralela tirada de su márjen izquierda en la latitud sud 10º,
20´, hasta encontrar el rio Yávari” (Decreto Supremo 22 de septiembre de 1867).
Después de
la firma de ese tratado, varios habitantes de las principales ciudades
bolivianas decidieron dirigirse hacia ese territorio bajo el discurso de sentar
soberanía boliviana en la frontera nororiental recién acordada y ratificada. A
lo largo de los años, Guayaramerín se convirtió en un lugar de destino, aunque
formalmente se mantenía solo como un puesto militar:
Pobladores vecinos, tras tenaces años de trabajo, comienzan
a llegar a este puesto y hacen posible fundar en él un pueblo de arrojo y
nobleza […] un 6 de agosto, el señor Aníbal Horacio Ugarteche, siendo jefe del
Distrito Naval de Riberalta, trajo a los “bolis” en marcha forzada hasta
Guayaramerín; se instala en la Isla Suárez y al alba de esta fecha, hace
flamear nuestra enseña patria, que ocasionó reclamos por parte del Brasil y una
amonestación de los jefes militares bolivianos, al Patriota Comandante
Distrital Naval (Becerra 1981, 40-41).
La memoria
de esa toma de la isla en el centro del Mamoré, por parte de Ugarteche, es
evocada como demostración de bolivianidad en la frontera, acción que habría
sido tomada por los brasileños como un exceso, pero sin mayores consecuencias
conflictivas inmediatas. Así, el imaginario de este lugar de frontera se
articuló pronto a una vertiente patriótica.
En 1877 se
señalaban como pobladores a Antenor Vásquez Seoane, Manuel Ignacio Justiniano,
Miguel Fernando Justiniano Oyola y Carmelo López. Durante ese período, llegó
James Orton de la Universidad de Filadelfia. “Vino a Bolivia con el propósito
de navegar el río Beni, abajo de Reyes. Optó por tomar la ruta del impetuoso
Mamoré y en Guayaramerín fracasó el intento” (Becerra 1981, 37). Lo descrito por
Becerra ratificó la dificultad de navegación sobre las cachuelas en esa cuenca.
Los riesgos
de esas aventuras se justificaban por la idea de encontrar una salida para los
productos amazónicos hacia los mercados oceánicos. Cabe subrayar que en las
tres décadas finales del siglo XIX se registró el período conocido como boom del caucho, con sus múltiples
consecuencias en términos poblacionales, económicos e interétnicos en la
Amazonía boliviana (Córdoba 2015; Gamarra 2018). A partir del auge de
explotación de la goma, tanto bolivianos como brasileños, peruanos, colombianos
y extranjeros de todo origen, intentaron avanzar hacia el interior y el
exterior de la cuenca amazónica.
En Bolivia
se destacó la iniciativa de Nicolás Suárez, quien fundó Cachuela Esperanza a 45
kilómetros de distancia de Guayaramerín, en la orilla del río Madre de Dios
(curso con similares dificultades de navegación), donde estableció la sede
principal de su empresa cauchera. Carmelo López fue su encargado para explorar
el Mamoré, tomando posesión de varios espacios, como la Isla Suárez, frente al
puerto de Guayaramerín y al centro del río (Perrier-Bruslé 2015; De Marchi y
Morales, en prensa). El lugar se convirtió en un punto de conexión entre
Riberalta y Cachuela Esperanza, que ofrecía reposo y provisión antes de
enfrentar las precarias sendas hacia Cachuela Esperanza y luego, por los ríos,
hacia el Atlántico a través de Brasil (figura 1).
Para 1890,
Nicanor Salvatierra, poblador de Guayaramerín, motivó al gobierno de Aniceto
Arce a aprobar la Ley del 28 de octubre y su Decreto Supremo Reglamentario.
Esas normas crearon dos delegaciones que buscaban incentivar el conocimiento y
el desarrollo regional. La primera se denominó “delegación del Madre de Dios y
la otra delegación del río Purús […], concretándose las atribuciones de cada
una de ellas a la formación de planes de exploración, establecimiento de
colonias agrícolas, apertura de caminos, fundación de puertos mayores y
menores” (Decreto Supremo de 2 de diciembre de 1890).
Los intentos
por crear infraestructura vial señalan el interés del gobierno por establecer
presencia en la región amazónica, que en el norte estaba lejos de ser explotada
por bolivianos. Hasta el siglo XIX, los esfuerzos por desarrollar los
asentamientos en la zona habían sido principalmente privados.
El 19 de
agosto de 1892, después de un complicado viaje desde Villa Bella por el Mamoré,
arribó Manuel Añez a Guayaramerín, quien “luego de efectuar diferentes
actividades agropecuarias, deja como responsables a los hermanos José y Eleonor
Castro Gutiérrez, a quienes se consideró fundadores del puerto a orillas del
imponente Mamoré” (Cámara de Senadores 2016). En ese momento, ellos nombraron
al puerto como Palmira y sería reconocido oficialmente a principios del siglo
XX, cuando se le cambió el nombre a Puerto Sucre.
Figura 1. Plaqueta en honor a Manuel
Jesús Añez en la plaza principal de Guayaramerín
Fuente: Fotografía de Bianca De
Marchi Moyano (2018).
También se
atribuye a don Manuel Añez la repartición de tierras entre los primeros vecinos
del lugar:
El día 19 de agosto de 1892, llegué a este lugar en una
embarcación tripulada por quince hombres y capataz de peones Antonio Fresco
[…]. Al mes de esta fecha mandé como empleado de la nueva posesión a José
Castro, que ayudado de algunos mozos debían de atender los trabajos y sembrados
de maíz, yuca, plátanos y frejol. —Posteriormente fue admitido como inquilino
para trabajos agrícolas don Antonio V. Salvatierra, quien no podía atender
personalmente sus trabajos, admitió como su socio a un tal Oronó, quien más
tarde despojó de sus derechos a Salvatierra, haciendo entonces sociedad con el
Dr. Nemesio Jordán, despojando éste también de sus derechos más tarde a Oronó.
—Fue así como el Dr. Jordán tuvo participación en los terrenos de Guayaramerín.
—En 1895 la Casa J. Añez Hnos., gerentada por el suscrito, celebró contrato
social con don Leonor Castro para trabajos y negocios en este lugar, habiendo
establecido una casa de comisiones y consignaciones, quedando además a su cargo
los chacarismos antes establecidos. —Este contrato social duró cuatro años
habiéndose liquidado la sociedad el año 1899. —Es así también como don Leonor
Castro, quedó con terrenos en este puerto. —La Casa Añez solo obtuvo en
petición de compra ante la Delegación Nacional, entonces a cargo del Dr. Dámaso
Sánchez, cincuenta hectáreas de terreno (citado en Becerra 1981, 38).
Desde el
siglo XX y frente a un primer conflicto armado con los súbditos brasileños que
explotaban goma en el Acre, el gobierno intentó fortalecer su control en la
economía del caucho con diversas legislaciones enfocadas en la región. El
primer año de ese siglo Guayaramerín fue reconocida de forma oficial, a partir
de diversos decretos supremos y resoluciones administrativas. Este es el caso
de la creación de la provincia Antonio Vaca Diez, que alberga hasta la
actualidad a la ciudad. La ley del 19 de enero de 1900, en su segundo artículo,
señala que la “sección Villa Bella y los vicecantones Esperanza, Yata y
Guayaramerín, tendrá por límites al Norte, Oeste y Este los ríos Beni y Mamoré
hasta el límite con el Brasil, al Sud el Camino ‘Vaca Diez’ que la separa de
Riberalta” (Ley de 19 de enero de 1900).
Ese mismo
año Guayaramerín se constituyó en punto aduanero, a través del “Decreto Supremo
del 17 de agosto de 1900, [que fundó] el Resguardo Aduanero y una Recepturía de
Correos, a cargo de un Teniente de Puerto” (Becerra 1981, 41). También en 1900,
con la resolución administrativa del 9 de abril, el gobierno boliviano le
concedió media legua de terreno a empresas estadounidenses, para que explotasen
goma en la región acreana. Así, se preveía que Guayaramerín fuese un lugar de
control sobre la explotación de caucho, y la conducción de su tránsito rumbo a
Brasil y a los mercados transatlánticos.
Esos
intentos tardíos de apropiación del territorio por parte del gobierno boliviano
provocaron una intensificación del conflicto acreano. Desde 1899, en el Acre
ocurrieron levantamientos de colonos brasileños que fueron sofocados en una
primera campaña militar, comandada por el entonces presidente José Manuel
Pando.
Sin embargo,
los intereses puestos en el caucho y la dificultad de acceso al territorio se
convirtieron en problemáticas insalvables para el gobierno boliviano, quien
concedió su gestión a empresas privadas, como The anglo-american Bolivian Syndicate. Esto desembocó en la
segunda intensificación del conflicto en 1901 (Garay 2008).
Las
presiones diplomáticas de los países vecinos, el desgaste de las fuerzas
armadas para evitar nuevos levantamientos y la presión bélica en otras
fronteras precipitaron a Bolivia a buscar un acuerdo diplomático con Brasil,
llamado Tratado de Petrópolis de 1903. En él, Bolivia cedía los territorios en
conflicto a Brasil, pero se asentaba el compromiso de que este país financiara
el desarrollo de una vía férrea para superar las cachuelas del Madeira y el
Mamoré.
Es
importante mencionar que la proyección de vías terrestres, ante las
dificultades de navegación en la zona, fue constante en el período cauchero.
Uno de los pioneros en el tema fue el estadounidense George E. Church,
“fundador de la National Bolivian Company […] quien defendió la construcción
del ferrocarril Madeira-Mamoré, siendo considerado por algunos de sus contemporáneos
bolivianos como el ‘gran propagandista de la civilización moderna, el promotor
de una nueva era de progreso” (García 2001, 185). Para 1870, Church obtuvo
la autorización del gobierno brasileño para construir (con
un privilegio exclusivo para explotarlo por cincuenta años) un ferrocarril
paralelo a las cachuelas del Mamoré y Madera [y luego fue] autorizado por el
presidente Melgarejo a negociar en nombre del gobierno boliviano un empréstito
de uno o dos millones de libras esterlinas para un tendido que, de construirse,
quedaría en territorio brasileño (Lema Garrett en García y Podgorny 2018, 118).
Aunque en
ese momento el proyecto no fue concretado, permaneció como una demanda en el
imaginario regional. El establecimiento de los cobros aduaneros, e incluso las
concesiones a los empresarios, se justificaban para financiar el trazado de los
trenes, ya que las ferrovías “eran símbolo de los tiempos modernos para estas
administraciones” (Gayoso 2013, 119). Así, el resultado de las negociaciones
de Petrópolis parecía justificado dado que permitía concretar la “vía férrea
Madeira-Mamoré, que uniría Porto Velho con Guajará-Mirim y facilitaría la libre
navegación en la cuenca del Amazonas para sacar productos bolivianos a través
del Atlántico” (Gayoso 2013, 120).
Esta
fijación pareció mantenerse pese a las dificultades enfrentadas por la
construcción de la “‘Ferrovía del Diablo’, como se la denominó por el sinfín de
quiebras económicas, muertes y accidentes que la acompañaron” (Calmotti 2007,
1). La construcción del trazado no logró pasar la frontera del Mamoré (figura
2), y tres décadas después fue renegociado para favorecer otra ferrovía al
sureste boliviano.
Sin embargo,
la llegada del tren al río fronterizo marcó de forma significativa el encuentro
entre vía y límite internacional (Benedetti 2015). Así, en el lado
brasileño, “Guajará-Mirim fue establecida como parte de la implementación del
ferrocarril Madeira-Mamoré, en 1912” (Gayoso 2013, 149). Ese mismo año
comenzaría a experimentarse “el fin del ciclo de la goma, con el advenimiento
de las plantaciones de caucho en el sudeste asiático, [lo que llevó] al
descenso económico de los asentamientos fronterizos amazónicos y al desuso de
la vía férrea” (Ferraro 2018, 83).
4.
Guayaramerín: permanencia y
consolidación de la toponimia original
En 1905 se
aprobó el Decreto Supremo del 17 de noviembre, bajo la rúbrica del presidente
Ismael Montes. En el primer artículo señalaba: “Créase un puerto menor sobre la
margen occidental del río Mamoré, en las proximidades de la Cachuela
Guayaramerín” (Decreto Supremo de 17 de noviembre de 1905). El artículo tercero
mencionaba que el lugar sobre el Mamoré llevaría el nombre de Puerto Sucre.
Entonces, el asentamiento se estableció bajo el reconocimiento oficial como
puerto menor. Su uso y el de los cursos navegables cercanos fueron normados en
1912, a partir de la aprobación del reglamento de navegación (Becerra 1981,
42).
La
urbanización del asentamiento en la zona circundante al puerto se inició en
1913. Estas medidas de organización y modernización correspondían a las
expectativas producidas por la llegada del ferrocarril, que entonces alcanzaba
el lado brasileño del río. Se esperaba atraer nuevos pobladores y actividades
económicas a partir de las posibilidades que se planteaban por la llegada del
tren.
El nombre
del puerto, Sucre, correspondía a una concepción similar a la aplicada en otros
lugares de frontera boliviana. Es el caso de Villazón, al límite con Argentina,
donde “la llegada del ferrocarril hasta el río La Quiaca [provocó que una posta
se convirtiera en] pueblo y además se desdobló: surgió La Quiaca boliviana en
el lado norte de la marca, que al tiempo se renombró como Villazón” (Benedetti
2015, 37). El cambio de nombre del punto fronterizo buscaba distinguir la
bolivianidad con alusiones republicanas y sobreponerse a la toponimia original,
de etimología indígena y que se mantenía en el lado extranjero.
Existen dos
hipótesis del origen toponímico de Guayaramerín. La primera versión se debe al
expedicionario José Agustín Palacios, mencionado en la primera parte de este
artículo. Él habría señalado que la palabra Guayaramerín provenía de la lengua
tupi-guaraní y significaba “lugar de mujeres sensuales, seductoras, o
simplemente lugar de sirenas o sirenitas” (Crespo 2006, 93).
El relato en
torno a esta hipótesis sostiene que Palacios castellanizó la mezcla de las
denominaciones tupi-guaraníes y portuguesas, con la intención de afianzar la
presencia boliviana e hispanoparlante en el lugar, pasando de cachoeira Guajará-Mirím a Cachuela
Guayaramerín. Otra hipótesis, más común y compartida por otras fuentes,[iii]
sostiene que la toponimia de Guayaramerín era el nombre indígena de la cachuela
del río Mamoré: “cuyo significado es Cachuela Chica en lengua tupi-guaraní”
(Arias 2007, 92).
Con ese
nombre indígena enraizado en su territorio, y con la pérdida de interés por el
caucho (por la región y su desarrollo férreo), los esfuerzos regionales se
enfocaron en reconocer las posibilidades fluviales hacia el sur, en
comunicación con el interior del país. En 1915 se decretó una ley por parte del
gobierno de Montes que anulaba el Decreto Supremo del 17 de noviembre de 1905.
Luego, el 22 de septiembre se legisló que: “El puerto menor creado por Decreto
Supremo de 17 de noviembre de 1905, sobre la margen occidental del río Mamoré
con el nombre de ‘Puerto Sucre’, se denominará en lo sucesivo ‘Guayaramerín’”.
(Ley del 22 de septiembre de 1915). Así, se convertiría en ciudad homónima a la
de la República Federal del Brasil, sin que pareciera relevante establecer otra
toponimia que distinguiera el lugar y su pertenencia (figura 2).
Pese al
desencanto suscitado por la decadencia de la dinámica cauchera, el asentamiento
resistió y tendió a consolidarse como un punto de referencia fronterizo. Entre
1916 y 1917 se dictaron una ley y una orden suprema que establecían la
subordinación de las fuerzas militares fronterizas, hasta entonces a cargo de
la Delegación Madre de Dios, al poder de la Prefectura del Beni (Becerra 1984).
Esto permitió mayor control político regional sobre el lugar.
Figura 2. Fragmento de mapa de proyectos férreos y vías fluviales
a través de Guayaramerín (1915)
Fuente: Richard Mayer, escala 1:1.000.000 (1915).
En 1920 se
registró la firma de la Resolución Suprema que autorizaba a: “la Madera-Mamoré
Trading Company, [para] regentar la Agencia Despachadora ante la Aduana
Nacional de este puerto”. Ocho años después, el coronel Federico Román, con un
grupo de indígenas baures, abrió el camino Guayaramerín-Cachuela Esperanza, el
primer vínculo terrestre sólido desde este asentamiento hacia otras regiones
del país. Esta serie de leyes y acontecimientos ratificaron la importancia del
lugar. Finalmente, en 1931, mediante la firma del presidente Daniel Salamanca,
Guayaramerín ascendió a puerto mayor, dejando de depender del municipio de
Villa Bella (Ley de 30 de octubre de 1931).
En la tabla
1 se muestra el crecimiento poblacional registrado en los censos del siglo XX y
XXI en Guayaramerín y Cachuela Esperanza. Se trata de datos que permiten
comparar la cantidad de habitantes por comunidad o localidad (no en tanto
municipios ni provincias) y que muestran la evolución de ambos asentamientos.
Cachuela Esperanza carece de registros en dos censos, pero en aquellos anotados
apenas muestra un leve crecimiento entre 1950 y 2001, que tiende a reducirse
hacia 2012.
En cambio,
el éxito poblacional de Guayaramerín es sostenido, aunque no es el asentamiento
con mayor incremento poblacional en la frontera con Brasil.[iv] Esto se
explica tanto por la relación de Cachuela Esperanza con la exportación de
caucho, como por el estatus político y portuario que logró Guayaramerín.
Cachuela Esperanza tendió a perder importancia, junto con la economía del
asentamiento, centrada en la exportación de la goma hacia el Atlántico.
Mientras tanto, Guayaramerín ganó relevancia profundizando su vinculación con
el interior del país (De Marchi et al. 2018).
Tabla 1. Habitantes registrados en
Guayaramerín y Cachuela Esperanza en los siglos XX y XXI
Año
de registro censal |
1900 |
1950 |
1976 |
1992 |
2001 |
2012 |
Población
en Guayaramerín |
91 |
1470 |
12 520 |
27 706 |
33 095 |
35 803 |
Población
en Cachuela Esperanza |
195 |
1073 |
— |
— |
1364 |
982 |
Fuente: De Marchi, Machicado y Morales (2020). Elaboración propia.
En 1978,
Guayaramerín experimentó un hito histórico y cultural al convertirse en sede
del fondo documental de la Casa Suarez & Hermanos. Vecinos de la ciudad,
autoridades regionales y la Universidad Técnica del Beni propiciaron el
traslado de los documentos desde Cachuela Esperanza “a dependencias del Palacio
de la Cultura, donde se realizó la limpieza de estos con el cuidado
correspondiente y colocación por paquetes y folders originales” (Universidad
Técnica del Beni 1993, 1). A pesar de que ese traslado se realizó en 1978, no
fue hasta 1987 que se le dio legalidad y se atribuyó su resguardo a la
Universidad Técnica de Beni.
Uno de los
principales artífices de ese rescate documental fue Jorge Cortez Rodríguez,
quien descubrió el Archivo Suárez en Cachuela Esperanza y encontró los
documentos pertenecientes a Nicolás Suárez (Cirilo 2006). Sin embargo, la Casa
Suárez se encontraba descuidada por lo que, con el apoyo de la universidad, se
decidió trasladar toda la documentación a Guayaramerín. Así, la centralidad del
lugar no solo quedó ratificada por la dinámica económica y poblacional, sino
también por la simbólica. Guayaramerín se consolidó como un lugar con capacidad
de guardar la memoria y la historia regional.
5.
La articulación andina de la
frontera
El gobierno
federal de Brasil, en la primera mitad del siglo XX, instaló una política
intensa de control de sus fronteras. Getúlio Vargas, presidente brasileño entre
1934-1945 y 1951-1954, impulsó la declaración de una faixa (franja) “a la cual sería otorgado un estatus especial”
(Guevara 2017, 212). En Bolivia, con la Constitución Política del Estado de
2009, se desarrollaría un concepto similar: la zona de frontera de seguridad de
50 kilómetros a partir del límite internacional, donde se prohíbe la propiedad
para extranjeros, se otorga un rol fundamental a las Fuerzas Armadas y se
favorece el desarrollo integral de los pueblos fronterizos (artículos 262 a
264).
Efectivamente,
desde fines del siglo XX e inicios del XXI, varias fronteras bolivianas se
poblaron, tanto por el desplazamiento de la población andina, que buscaba
nuevas oportunidades económicas, como por una política intencionada de
nacionalización e intervención gubernamental (Perrier-Bruslé 2012). Este fenómeno
ha sido denominado por Perrier-Bruslé como “bolivianizar” las fronteras, aunque
también puede considerarse parte del proceso de apropiación andina de la
Amazonía, registrado en otros países de la región (Fontaine 2006).
Como
antecedentes, luego de la Reforma Agraria de 1952 se impulsaron procesos de
colonización de población andina hacia la región amazónica, primero de forma
planificada y luego espontánea (Fifer 1982). Ese proceso se intensificó a fines
de la década de 1980, cuando Guayaramerín recibió una importante inmigración a
consecuencia de la relocalización minera que afectaba a la región andina. La
mayoría de las familias inmigrantes se articularon a la actividad comercial,
formal e informal, muchas veces asociada al contrabando y a otras formas de
intercambio ilegal. Esta economía se mantiene vigente, ya sea a través de la
venta de carburantes, oro y madera, o del narcotráfico (De Marchi y Morales, en
prensa). Se trata de actividades similares a las observadas en otras fronteras
amazónicas (Zárate y Aponte 2020).
Ante ese
crecimiento demográfico, el 18 de noviembre de 1992 se redactó la Ley 1380, que
ascendió a Guayaramerín de población a ciudad (Ley 1380 de 1992). Es en 1995,
mediante la ley promulgada por el entonces presidente Gonzalo Sánchez, que
Guayaramerín pasó a ser capital de sección municipal “en lugar de la localidad
de Villa Bella en la provincia Vaca Diez del departamento del Beni” (Ley 1669
de 1995). Posteriormente en 1997 se consolidó la división distrital del
municipio:
Mediante Ordenanza Municipal N.º 111/97 (30-10-97) del
Honorable Concejo, el Municipio de Guayaramerín tiene la siguiente división
político administrativo: consta de cuatro distritos urbanos los cuales son los
siguientes: Distrito N.º 1, conformado por siete Juntas Vecinales, Distrito N.º
2. Conformado por siete Juntas Vecinales: Distrito N.º 3. Conformado por seis
Juntas Vecinales: Distrito N° 4. Conformado por cinco Juntas Vecinales Así
mismo, la Ordenanza Municipal N.º 09/98, ha elevado al rango de Cantón a los
centros poblados de Cachuela Esperanza, Rosario del Yata y Villa Bella, pero
sin establecer la jurisdicción territorial de cada uno de ellos (Salvatierra
Moreno 2006, 3).
Así, para la
primera década del siglo XXI, se registraba que “los comerciantes, dueños y
vendedores de los centros comerciales de origen andino ahora hablan portugués
para facilitar las transacciones” (Molina 2014, 46), dando cuenta de la
consolidación de una frontera en constante relacionamiento con la sociedad
vecina, pero también con la región andina de Bolivia. Es interesante observar
que, en algunos estudios contemporáneos realizados desde el lado brasileño, lo
que se considera como distintivo boliviano en Guayaramerín parece ser de origen
andino. “Costumbres, ropas típicas y danzas folklóricas están más preservadas
en Bolivia que en Brasil […] Cabe resaltar que la cocina boliviana ganó una
importante adhesión en la frontera brasilera: las tradicionales salteñas, o el
pique macho” (Ferraro 2018, 85).
Una fuente
de ingresos central para la población de la zona proviene de las aguas del río
Mamoré, que es vadeado por lanchas y botes de remo, principales formas de
transporte de mercancías (legales e ilegales) y pasajeros entre sus riberas. La
organización del transporte colectivo de personas sobre el río se realiza con
cientos de cruces diarios desde el puerto boliviano (Figura 3) hacia la ciudad
vecina en Brasil. Ambos puertos y ciudades tienen un peso poblacional similar y
mantienen intereses importantes a través del intercambio que facilita el río,
sin perder sus propias particularidades y sentido de pertenencia contemporánea.
Figura 3. Puerto de Guayaramerín en
la actualidad
Fuente: Fotografía de Bianca De Marchi Moyano (2018).
En 2013 se
planteó una “declaración de hermandad que celebran los gobiernos del departamento
autónomo del Beni y del Estado de Rondonia [creando una] mesa permanente de
integración regional Beni-Rondonia. Tiene como propósito consolidar las
relaciones más fluidas y efectivas” (Acta del 17 de noviembre de 2013, en
Molina 2014, 45). Esta mesa de trabajo binacional busca consolidar una apertura
comercial y de oportunidades entre ambas naciones a través de Guayaramerín y
Guajará-Mirim. Esa intención se mantiene hasta la actualidad.
La voluntad
del encuentro y las similitudes entre las dos ciudades no niegan la asimetría
entre países con tipos de economía y de ofertas de productos diferentes,
movilizados en el tráfico más informal que formal (De Marchi y Morales, en
prensa). Como en la mayoría de los sistemas fronterizos internacionales, esta
desigualdad territorial también explica el atractivo comercial del lugar. La
actual economía de Guayaramerín se asocia en gran medida al transporte de
productos ajenos a la producción beniana, que son importados del interior de
Bolivia, principalmente de Santa Cruz, Cochabamba y La Paz, o incluso desde las
costas del Pacífico, e ingresan (legal o ilegalmente) para ser ofertados a los
brasileños.
Al final de
la primera década del siglo XXI, la dinámica socioeconómica de Guayaramerín
estuvo vinculada con el tráfico fronterizo fluvial hacia Brasil, al otro lado
del Mamoré, y con el tráfico terrestre hacia el interior del país. A partir de
la política brasileña de control de la frontera en la Amazonía, Brasil cuenta
con carreteras asfaltadas paralelas al límite fronterizo, que son utilizadas
por los pobladores bolivianos para llegar de un punto a otro en Bolivia (entre
Guayaramerín y Cobija, por ejemplo).
El tránsito
fluvial complementa una oferta de vías, carreteras y medios de transporte
automovilísticos, centros de descanso y aprovisionamiento que dan cierto
confort y seguridad a turistas, comerciantes y a los propios pobladores en el
lugar (De Marchi et al. 2018). A diferencia de lo que sucedía un siglo atrás,
la necesidad de superar las cachuelas para llegar al Atlántico dejó de ser una
prioridad y, gracias a las innovaciones del transporte, pasó a la memoria que
se conserva en el paisaje y la toponimia.
6.
Conclusiones
La
exposición de eventos y argumentos que se han presentado permiten comprender el
rol que cumplieron el río Mamoré y sus cachuelas en la demarcación fronteriza
de Bolivia, con respecto a Brasil y al asentamiento de Guayaramerín. Tanto en
las huellas coloniales de la región como en el diseño del primer mapa oficial
boliviano, el río Mamoré materializó una frontera que dividía claramente dos
dominios. En ese río, desde las primeras exploraciones, se escuchó el rumor de
las cachuelas y estas se convirtieron en una referencia clave como el principal
obstáculo para la navegación. El tránsito por la región requería del
establecimiento de un lugar de reposo antes de enfrentar los desafíos a superar
en el río, abrir sendas y circular en la selva. Esta representación del lugar
se mantuvo también en su toponimia indígena, conservada pese a los intentos por
modificarla. Al mismo tiempo, el relato sobre la traducción de su nombre, de
una pronunciación portuguesa a otra hispana, parece ratificar la idea de sentar
pertenencia e identidad boliviana en ese puerto.
Los roles
del río y las cachuelas en el siglo XIX se modificaron parcialmente a inicios
del XX, con la llegada de la ferrovía hasta el margen brasilero del Mamoré.
Aunque el trazado del tren reiteró la necesidad de superar las cachuelas para
alcanzar los mercados transatlánticos, pronto aportaría otros significados y
dinámicas. Por una parte, se intensificaron los intercambios comerciales, pero
ya no aquellos asociados a la goma, cuyo ciclo tendió a la decadencia. Por otra
parte, se favoreció la organización político-administrativa del asentamiento,
como espacio de comunicación boliviano con Brasil.
Estas
particularidades permitirían la permanencia de Guayaramerín y, con el tiempo,
su atracción de población andina, facilitada por su articulación terrestre y
fluvial hacia el interior del país. Hoy en día, las cachuelas son parte de un
paisaje hídrico que mantiene la memoria de las dificultades para alcanzar el
Atlántico. En cambio, vadear su curso para el intercambio cotidiano permite
mantener la vitalidad de la frontera entre ambos países.
Los
elementos recuperados para Guayaramerín en este artículo aportan a la
comprensión del cambio de una frontera “violenta” a una “domesticada”, como
sugieren Santos y Barclay (2002) para el caso peruano de Loreto, y cuya
pertinencia para el resto de la Amazonía ha sido remarcada por López (2006).
Pero también refuerzan la idea de la heterogeneidad de ese proceso en las
fronteras urbanas amazónicas (Fontaine 2006).
Este texto
señala los intentos del Estado por marcar la pertenencia del lugar a través de
su organización formal y normativa. Sin embargo, el éxito del asentamiento
radica tanto en esas iniciativas gubernamentales como en otras, más bien
espontáneas, informales pero efectivas. La experiencia en un lado y otro de la
frontera, entre Guajará-Mirim y Guayaramerín, se asocia tanto al control
espacial, vial y policial brasileño como a su menor rigor en el territorio
boliviano, dando cuenta de una domesticación diversa y asimétrica de la
frontera en cada país.
Igualmente,
la diversificación tecnológica de la movilidad y su instalación contemporánea
permiten desplazamientos que hacen insignificante el desafío de navegar sobre
la cachuela, aunque esta sigue limitando los proyectos de transporte fluvial
por el Mamoré. Así, el entorno amazónico, expresado en este caso por la cachuela,
no deja de ser un recordatorio de la resistencia de la naturaleza a ser
domesticada y de su violencia fronteriza aún permanente.
Apoyos
El texto recupera
elementos del trabajo de campo realizado para el Centro de Investigaciones
Sociales (CIS), Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia. Proyecto
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Zárate, Carlos, y Jorge
Aponte. 2020. “Las fronteras amazónicas: un mundo desconocido”. Revista
Nueva Sociedad, 25: 126-137.
Documentos
legales
Decreto Supremo de 18 de
noviembre de 1842. Se aprueba la creación del Departamento del Beni. Gaceta Oficial de Bolivia N.º GOB-14 de
18 de noviembre de 1842.
Ley de 28 de septiembre
de 1846. Visita en el Departamento del Beni. Gaceta Oficial de
Bolivia
N.º GOB-14 de 28 de septiembre de 1846.
Decreto Supremo de 22 de
septiembre 1867. Se aprueba el Tratado de amistad, límites, navegación,
comercio y extradición, celebrado entre la República de Bolivia y el Imperio
del Brasil. Gaceta Oficial de Bolivia
N.º GOB-23 de 28 de diciembre de 1864.
Decreto Supremo de 2 de
diciembre de 1890. Se reglamenta la Ley de 28 de octubre que crea una
delegación nacional en el Madre de Dios y otra en el Purús. Gaceta Oficial de Bolivia N.º GOB-32 de
15 de agosto de 1888.
Decreto Supremo de 17 de
noviembre de 1905. Se crea un puerto menor en el margen occidental del Río
Mamoré. Gaceta Oficial de Bolivia N.º
GOB-37 de 14 de agosto de 1904.
Ley de 19 de enero de
1900. Se crea en el
Departamento del Beni la provincia de este nombre. Gaceta Oficial de Bolivia N.º GOB-36 de 25 de octubre de 1899.
Ley de 22 de septiembre
de 1915. Puerto Sucre se denominará Guayaramerín. Gaceta Oficial de Bolivia N.º GOB-39 de 22 de septiembre de 1915.
Ley de 30 de octubre de
1931. Puerto de Guayaramerín. Queda habilitado como Puerto Mayor. Gaceta Oficial de Bolivia N.º 47 de 5 de
marzo de 1931.
Ley N.º 1380, de 18 de
noviembre de 1992. Elévese a rango de ciudad a la localidad de Guayaramerín,
Depto. Beni. Gaceta Oficial de Bolivia N.º 1764 de 18 de diciembre de
1992.
Ley N.º 1669, de 30 de
octubre de 1995. Gaceta Oficial de
Bolivia N.º 1910 de 31 de octubre de 1995.
Notas
[i] Se ha
respetado en todo el texto la ortografía original de los documentos del período
colonial.
[ii] “Entre
1864 y 1870 el Paraguay y los tres países signatarios de la Triple Alianza
–Argentina, Brasil y Uruguay– protagonizaron un conflicto que sigue siendo
único en el escenario latinoamericano por su duración, el número de víctimas y
sus consecuencias. La acción de las fuerzas liberadas por esa guerra fue de tal
magnitud que todo el tejido económico, social, político y cultural del
Paraguay, el país vencido, quedó deshecho” (Brezzo 2004,10).
[iii] Ricardo Medina ratifica que el término
Guayaramerín “significa cachuela chica en el lenguaje tupi-guaraní, pero sería
Guajará-Mirim (palabra brasilera) la palabra original y a partir de ella se
llegó a castellanizar a lo que hoy es Guayaramerín” (Medina 2010, 38).
[iv] Cobija y Puerto Quijarro
crecen con mayor intensidad en el siglo XXI (Sánchez 2018).