Íconos. Revista de Ciencias Sociales

Núm 71. Septiembre - diciembre 2021, pp. 59-80, ISSN (on-line) 1390-8065

DOI: 10.17141/iconos.71.2021.4834

 

 

DOSSIER de investigación

 

Investigación colaborativa: potencialidades y limitaciones de la cartografía social participativa

 

Collaborative research: Potential and limitations of participative social cartography

 

 

Dr. Pablo Saravia-Ramos. Investigador del Observatorio de Participación Social y Territorio. Universidad de Playa Ancha (Chile). 

(pablo.saravia@upla.cl) (https://orcid.org/0000-0001-6835-169X)

 

Lcda. Débora Vega-Valdés. Investigadora del Observatorio de Participación Social y Territorio. Universidad de Playa Ancha (Chile).

(d.vega.valdes@gmail.com) (https://orcid.org/0000-0002-2446-9343)

 

Mgtr. Luis Espinoza-Almonacid. Investigador del Observatorio de Participación Social y Territorio. Universidad de Playa Ancha (Chile).

(lespinozaalmonacid@gmail.com) (https://orcid.org/0000-0003-3525-9605)

 

Mgtr. Paulo Gutiérrez-Soto. Investigador del Observatorio de Participación Social y Territorio. Universidad de Playa Ancha (Chile).

(paugutie@gmail.com) (https://orcid.org/0000-0002-8452-9344)

 

 

Recibido: 18/01/2021 – Revisado: 12/04/2021

Aceptado: 25/06/2021 – Publicado: 01/09/2021

 

Cómo citar este artículo: Saravia-Ramos, Pablo, Débora Vega-Valdés, Luis Espinoza-Almonacid y Paulo Gutiérrez-Soto. 2021. “Investigación colaborativa: potencialidades y limitaciones de la cartografía social participativa”. Íconos.  Revista de Ciencias Sociales 71: 59-80. https://dx.doi.org/10.17141/iconos.71.2021.4834

 


Resumen

En el presente artículo se describen las potencialidades y limitaciones de la cartografía social participativa a partir de su aplicación en dos cooperativas de la región de Valparaíso, Chile; la primera, relacionada con la producción de vino natural y la segunda, dedicada a la comercialización de productos alimentarios y no alimentarios. En estos ejercicios metodológicos, en los cuales el mapeo colectivo jugó un rol principal, investigadores y actores atravesaron cuatro etapas fundamentales: diseño, definición de objetivos, implementación y análisis. Para alcanzar los resultados fue necesario desarrollar sesiones presenciales y virtuales, adaptando la metodología no solo a los requerimientos y dinámicas internas de las cooperativas, sino al contexto de la pandemia por COVID-19. Al comparar los hallazgos es evidente la importancia de que las técnicas cartográficas se desarrollen considerando los ritmos y particularidades de cada una de las organizaciones. Se concluye que la relevancia de la coconstrucción del conocimiento se basa en la participación horizontal, el diálogo y la interdisciplina, dimensiones claves para este tipo de investigación colaborativa. Con este texto se problematiza la vinculación entre quienes investigan y las organizaciones, a la vez se discute cómo la aplicación de la cartografía social participativa contribuye al debate sobre la relación investigación-territorio gracias a su condición colectiva, situada, dinámica y creativa; bajo tal premisa es posible construir una visión compartida del territorio.

 

Descriptores: agroecología; cartografía; cooperativas; participación; saberes; territorio.

 

Abstract

The present article discusses the potential and limitations of participative social cartography. This evaluation is derived from insights gathered from the use of this method in research done with two cooperatives in the Valparaiso region in Chile. The first of them is involved in the production of natural wine, and the second in the commercialization of foodstuffs and other non-food products. In these methodological exercises, mapping played a crucial role and during them both researchers and subjects went through four crucial stages: design, goal-setting, implementation and analysis. In order to achieve results, it was necessary to employ a mix of virtual and face-to face encounters, adapting the methodology not only to the needs and internal dynamics of the cooperatives, but also to the conditions imposed by the COVID-19 pandemics. When comparing the different findings it becomes evident that cartographic techniques need to be adapted to the rhythms and peculiarities of each organization. The text arrives at the conclusion that the co-building of knowledge must be grounded on horizontal participation, in dialogue and in the use of interdisciplinary resources. These are key features in collaborative research methodology. The article questions the relationships which are established between researchers and social organizations. At the same time, thanks to its collective, situated, dynamic and creative condition, it enables a fruitful discussion about the ways in which participative social cartography can contribute to the debate about the linkages between research and territory. Only in this way, it seems possible to build a shared understanding of space.

 

Keywords: agroecology; cartography; cooperatives; participation; knowledges; territory.

 

 

1. Introducción y estado de la cuestión

En el presente artículo se exponen los resultados del diseño, ejecución, análisis y cierre de dos ejercicios de cartografía social participativa –en lo adelante CSP– que se construyeron en conjunto con dos cooperativas de la región de Valparaíso. La primera es la Cooperativa Vitivinícola del Valle del Marga-Marga (CVM-M), que agrupa a siete familias de pequeños productores de vino natural en la zona del Valle del Marga-Marga y Casablanca (Carroza et al. 2019; Cid et al. 2020). Este proyecto ha recuperado y reproducido una forma natural de hacer vino, sin ningún tipo de incorporación de insumos externos y en directa conexión con las particularidades de los territorios donde se encuentran emplazados. Propone estrategias económicas territorializadas que persiguen caminos diferentes a la industria convencional del vino, al mismo tiempo que les permiten enfrentar las amenazas tanto naturales como socioeconómicas. Además, la CVM-M ha generado un conjunto de actividades comunitarias como las catas sociales de vino, escuela de vino, la vendimia del pueblo en Quilpué, talleres, charlas, entre otras muchas acciones organizadas desde y para la comunidad y para su propio colectivo.

El segundo ejercicio fue realizado con la Cooperativa de Consumo ALMA –en lo adelante CCA– que agrupa a 33 familias socias, las cuales de manera mensual realizan compras de bienes alimentarios y no alimentarios a proveedores que mayoritariamente se ubican en un radio cercano a la región de Valparaíso (Saravia y Rover 2020). Estas familias socias se concentran casi en su totalidad en la ciudad de Limache, en el interior de la conurbación del Gran Valparaíso y se plantean como proyecto político la implementación de prácticas de consumo solidarias, respetuosas con el medio ambiente, colectivas y que apoyen tanto la producción local como también sus ejercicios económicos propios. Los procesos de toma de decisiones de esta cooperativa siguen las líneas de la sociocracia y una forma matricial de entender las relaciones interpersonales, económicas y territoriales.

Con este artículo se propone una reflexión y un análisis crítico de las potencialidades, debilidades y brechas metodológicas de las CSP, a partir de su aplicación en los dos ejercicios antes mencionados. También se problematiza sobre el proceso de vinculación con las organizaciones y cómo este tipo de técnicas contribuyen al debate sobre la relación investigación-territorio. Lo que hemos llamado aquí como investigación colaborativa, la entendemos como una estrategia metodológica que se inscribe dentro de las perspectivas de la investigación acción-participativa (Fals Borda 1979; Villasante 2006) y la militante (Bringel y Versiani 2016). No solamente tiene por objetivo levantar información sobre un problema determinado, sino que, sobre todo, opera como una instancia que permite activar un discurso colectivo sobre un imaginario territorial determinado, en pro de sus procesos de transformación.

Dicho territorio lo entendemos como una red de relaciones sociales, políticas, culturales y económicas que se dan en un espacio-tiempo determinado (Saravia y Rover 2020). En él se expresan conflictos, tensiones y disputas que lo cargan de sentidos (Wahren y García 2014) y que permiten recrearlo y reimaginarlo desde posiciones e imaginarios que se tensionan en el entramado complejo de las relaciones de poder. El territorio también es una forma de imaginar y construir nuevas estrategias de vinculación y reapropiación de la naturaleza, que se expresan en identidades culturales y estrategias autogestionadas, capaces de movilizar recursos y potencialidades para satisfacer necesidades, aspiraciones y deseos (Leff 2005) de las comunidades excluidas por el modelo capitalista dominante. Por lo tanto, el territorio que se construye a partir del discurso colectivo de las cooperativas es el reflejo de visiones del mundo y de procesos intersubjetivos que son parte de las historias y memorias de vida de las personas.

En definitiva, concebimos el territorio como una construcción integral que permite una idea síntesis de las múltiples esferas conectadas entre sí que lo componen y dan forma a un espacio apropiado (Haesbaert 2011; Santos 2000), y también de las diferentes temporalidades históricas que permiten comprender su devenir. Por ello entendemos que en un mismo territorio se pueden identificar y recrear múltiples territorialidades que operan como espacios de refugio socialmente construidos (Porto-Gonçalves 2009) en relación, conflicto, tensión o pugna con una comprensión hegemónica del mismo. Se reordenan las correlaciones de fuerzas, aparecen nuevos liderazgos y formas de lucha, se diseñan estrategias de relación tanto con el Estado como con los agentes económicos del mercado. Es decir, el mapa imaginado, real y proyectado se ordena con nuevas jerarquías y prioridades en constate disputa. Comprender el territorio desde una perspectiva de trabajo en red supone entenderlos como el resultado de experiencias discontinuas a nivel espacial pero superpuestas y unidas (Haesbaert 2011) por lazos de cooperación, historias comunes de resistencias y opresiones, reproducción de prácticas no deseadas –violencias, machismos, cooptación, utilización política, etc.–, conflictos o negociación y formas de estar y ser en el mundo. Por lo tanto, el territorio lo concebimos como el resultado del diálogo y el trabajo mancomunado que se traduce en puntos en común y elementos diferenciadores.

En este marco, las CSP constituyen una herramienta que permite a las organizaciones y los territorios representar creativamente las dinámicas y procesos que identifican como comunes, dentro de un espacio socialmente habitado. Esta herramienta se construye sobre una base epistémica, que cuestiona una serie de principios propios de la investigación social-científica moderna occidental. En primer lugar, aquello que se relaciona con la forzada separación epistémica entre objeto-sujeto ha sido parte de una imposición de la concepción de la ciencia moderna occidental, que obliga a quien investiga a alejarse del problema para poder comprenderlo. Es decir, todo lo investigado está fuera de mi cuerpo y de mi historia, no tiene que ver con la constitución del investigador en sí mismo, sino con un marco de referencia canónica determinado por una única forma de entender el mundo, que deja fuera o que relega a la inferioridad todo aquello que parece distinto (Sousa Santos 2013, 2019).

Relacionado con lo anterior, la clásica díada entre la teoría y la práctica ha sido objeto de una profunda revisión por parte de las metodologías colaborativas/participativas. A partir de aquí se han mostrado las profundas limitaciones, para efectos de comprender la complejidad de un problema o pregunta determinada y sus relaciones contextuales, que supone pensar el ejercicio contemplativo por fuera o separado de la acción política. También han permitido observar las fronteras que supone tener una acción política sin momentos o espacios de reflexión sobre las propias acciones. La complejidad de asumir este desafío impacta tanto a los marcos teóricos que estamos construyendo como a los existentes y en la forma en la cual responden a una realidad amplia de la vida y no solamente a tradiciones específicas de generación de conocimiento.

El desafío consiste en repensar las concepciones tradicionales sobre la acción y sus implicaciones, superando lo que se entiende como la expresión “real”, vivida o legítima de las dinámicas de un territorio determinado. Pensar y actuar serán parte de un mismo esfuerzo investigativo que es capaz, desde la potencialidad de esta interrelación, de cuestionar los marcos teóricos canónicos y la práctica política territorial. Otra dimensión distintiva se relaciona con la responsabilidad de implementar ciertos procesos en el interior de un colectivo. Las metodologías colaborativas/participativas, a diferencia de las convencionales, se componen a sí mismas bajo la convicción de que los procesos de cierre son una parte constitutiva del proceso de investigación y no operan como información adicional, dependiendo de las sensibilidades del equipo de investigación o las demandas que surgen de los sujetos investigados. Es decir, se entiende la investigación como un ejercicio integral y responsable, donde cada paso, apertura y posterior cierre debe ser correctamente pensado y acordado por todos los actores involucrados en el proceso de investigación. Asimismo, el proceso de cierre se transforma en nuevas aperturas, permitiendo la continuidad del trabajo colaborativo, con proyecciones en la investigación, o dando paso a nuevos escenarios de estudio (Caballero et al. 2019).

Otro aspecto a tener en cuenta tiene que ver con el papel educativo y los efectos de la reproducción del conocimiento acumulados. Las metodologías colaborativas/participativas entienden que son los territorios los que asumen protagonismo en los propios procesos educativos de los colectivos, sustentándose a partir de elementos y perspectivas coconstruidas en los ejercicios de investigación. Esta perspectiva metodológica plantea que los procesos investigativos constituyen una oportunidad para el desarrollo de una mirada crítica desde los territorios, donde sus actores son los protagonistas de los aprendizajes y, por lo tanto, creadores de una interpretación sobre su propia realidad que los libera de los encuadres ajenos y dados por otros (Freire 1985; Balcazar 2003).

Mientras la investigación convencional reproduce una lógica orientada a la acumulación de conocimiento y a la despolitización de su ejercicio, la colaborativa/participativa propone entender la generación de conocimiento como parte de una estrategia de transformación sociocultural y que propicia un diálogo horizontal. Es decir, tienen por objetivo final contribuir a transformar una realidad socioterritorial determinada (Fals Borda 1979). Esto se realiza por medio de la dinamización de un diálogo articulado en varios canales y velocidades. Por esto, problematizar sobre la forma de comunicar los resultados y avances que generan estos ejercicios investigativos es otra de las dimensiones que hay que tener en cuenta. El lenguaje como el formato y el medio utilizado determinan los alcances comunicacionales de estas actividades, por lo mismo deben tener en cuenta diversos formatos y estrategias de comunicación, que se adaptan tanto a las necesidades y demandas de los territorios, así como a los requerimientos del trabajo universitario.

La investigación colaborativa se comprende en un marco de acción activa de los sujetos implicados, por un lado, los investigadores y por otro los actores sociales (Bringel 2015). Ambos tienen un rol central, y es a partir de una dialéctica –de prácticas y conocimientos– constante entre estos sujetos que se coconstruye el proceso de investigación y de transformación. Se entiende que la investigación es un proceso de carácter implicativo para los equipos que la ejecutan (Villasante 2006), donde toda praxis se pone en cuestionamiento, de modo que el proceso de coconstrucción pueda orientar los para qué de la investigación y los cómo. Esto es clave porque quien lleva a cabo una investigación suele estar del lado de quien define el problema (Hernández 2010). Este ejercicio de orientación del poder resulta uno de los principales desafíos del equipo de investigación. Ello supone ir cuestionándose los roles y acciones investigativas, de modo que surja la coconstrucción del proceso entre investigadores y actores.

Un elemento clave aquí es el conocimiento. En la investigación colaborativa se entiende que el conocimiento y sus objetivos quedan definidos por los propios actores, son ellos quienes establecen el para qué del mismo en torno a sus intereses y prácticas locales. El conocimiento visto como dialéctica constante desde los propios actores representa un ejercicio de transformación en sí mismo, puesto que cuestiona los estatus iniciales en que se encuentran las comunidades, por tanto, cumple un rol de impulso transformador. En la práctica es lo que se denomina “diálogos de saberes” (Sousa Santos 2006), y lo que permite a los actores analizar de manera crítica sus prácticas y que generen otras nuevas a partir del ejercicio cartográfico.

Finalmente es importante entender que el rol de los equipos de investigación, comunidades académicas y universidades se reorienta en torno a estos giros epistemológicos y metodológicos en la investigación. Se entiende que la investigación basada en CSP, en el marco del diálogo de saberes, constituye una forma de extensión en sentido contrario al rol histórico de las universidades (Sousa Santos 2005), ahora es desde el actor que se trabajan conocimientos, se analizan y reorientan y dialogan con otros actores.

 

2. Materiales y métodos

Contexto epistemológico de la propuesta metodológica

La propuesta de trabajo se sustenta epistemológicamente en un enfoque que pone en cuestión la idea de sujeto y objeto en las ciencias sociales. En efecto, el sujeto como cognoscente desde la perspectiva positivista en las ciencias no es tal desde este enfoque epistemológico. Primero, porque no existe tal realidad como ha demostrado la crítica epistemológica desde finales del siglo XX (Santos 2006); y segundo, porque cada realidad existe en función del actor que participa. Entendemos que la realidad se construye colectivamente, no somos solo observadores del mundo, el mundo nos observa también. Este cambio sustancial en las ciencias sociales incorpora otras esferas que habían sido dejadas de lado en la investigación. Nos damos cuenta de que nuestro objeto piensa y siente, o como diría Fals Borda es sentipensante (Fals Borda 1979). No existen realidades abstractas independientes del sujeto que las produce, estas son solo consideraciones que realizan los sujetos. El desafío es cómo conocemos este escenario complejo. Las metodologías colaborativas son un planteamiento frente a los cambios de enfoques epistemológicos, dado que no podemos conocer todo en el campo social por nosotros mismos y este está construido colectivamente. Somos sujetos limitados, que solo tenemos la posibilidad de conocer en la medida que lo hacemos con otros.

El fin último del conocimiento también es puesto en construcción, quienes definen el para qué son los sujetos que coconstruyen sus realidades. Otra dimensión en esta mirada es la coherencia metodológica, es decir, cuáles son los fundamentos, herramientas y técnicas que permiten sostener dichos planteamientos epistemológicos. Para este trabajo nos centramos en espacios colectivos de producción de conocimiento, tales como talleres de diagnóstico, mapeos colectivos y talleres creativos[i] realizados para la parte final de la investigación. Estas herramientas se basan en la construcción colectiva del conocimiento, desde sus diseños, implementación, análisis colectivos, hasta los procesos de cierres y nuevas proyecciones.

 

Puntos en común y distinciones. La metodológica de la CSP

Este proceso de investigación colaborativa estuvo precedido por un trabajo de vinculación entre el equipo universitario interdisciplinario –en lo adelante EUI–, conformado por profesionales de la sociología, la geografía y el diseño. Posteriormente a este grupo se sumaron miembros de la coordinación de los colectivos participantes en el estudio, dando origen al equipo motor –a partir de aquí se nombrará EM–, que acompañó el desarrollo del ejercicio cartográfico. El acercamiento previo produjo un clima de confianza que facilitó el trabajo colaborativo con miras al fortalecimiento del proyecto político de ambas cooperativas.

 

Fases del diseño metodológico de CSP

El trabajo colaborativo se realizó a partir de un conjunto de talleres colectivos organizados en cuatro grandes etapas: diseño, implementación, análisis y  cierre. El resumen de estas etapas se observa en la tabla 1. 

 

 

Tabla 1. Hoja de ruta metodológica. Etapas de los ejercicios cartográficos

Etapas metodológicas

Cooperativa Vitivinícola Marga-Marga

 

Cooperativa de consumo ALMA

Diseño

2 sesiones colectivas:

a.    Reunión presencial para definir la propuesta de mapeo.

b.    Diálogo de consensos en torno a dos preguntas ¿por qué y para qué mapear nuestra organización?

2 sesiones colectivas:

a.    Reunión presencial con equipo motor para establecer objetivos de la cartografía.

b.    Diálogo para consensuar los productos de la cartografía.

 

Implementación

2 sesiones colectivas y actividad de terreno: “Construcción de mapeos colectivos”.

 

a.    Mapeo del contexto espacial, conflictos y amenazas.

b.    Mapeo de recursos, infraestructura y potenciales.

3 sesiones colectivas: “Construcción colectiva de mapa de redes”

a.    Coconstrucción colectiva de la iconografía de la cartografía.

 

b.    Mapeo de redes y relleno del círculo concéntrico sobre vínculo y cercanía al proyecto político.

 

Análisis

Sesiones internas de sistematización y síntesis del conjunto de insumos.

 

1 sesión colectiva de validación, consulta y nuevas aperturas.

Sesiones internas de sistematización y síntesis del conjunto de insumos.

 

1 sesión colectiva de validación, consulta y nuevas aperturas.

 

Cierre y proyecciones

Sesión de cierre: reflexión final, validación de materiales y proyecciones de trabajo conjunto.

 

Elaboración propia.

 

Las etapas generales del proceso metodológico se describen de la siguiente forma.

 

Etapa 0, reuniones preparatorias de trabajo: el EUI se reunió para valorar las posibles características de la aplicación de la técnica, se distribuyeron las responsabilidades y se definió un objetivo para trabajar en la primera sesión. Se realizaron reuniones con actores claves de las organizaciones para tantear la ruta del mapeo a partir de los intereses del colectivo y de las potencialidades que ofrece esta técnica.

Etapa 1, toma de acuerdos: delimitación de objetivos, escalas y procedimientos logísticos. Constitución del EM. En el caso de CVM-M, se realizaron reuniones de trabajo de evaluación, presentación de propuesta sobre la cartografía y toma de acuerdos. Se desarrolló sobre tres preguntas principales: ¿por qué y para qué mapear a la organización?, y ¿qué aspectos son de interés para generar un mapeo? En el caso de la CCA, la primera sesión estuvo centrada en la búsqueda de consensos sobre los objetivos del ejercicio cartográfico. Allí el EM definió la realización de un mapeo de redes que contribuyese a un autodiagnóstico de la cooperativa, focalizada en los tipos de vínculos –y su fuerza existentes con distintos productores, intermediarios y actores territoriales de la comuna de Limache y la región de Valparaíso. Se dejó para última instancia un trabajo de apoyo del EUI en el análisis de las relaciones internas de la CCA.  Además, durante este periodo el EUI realizó reuniones de planificación y seguimiento en las cuales se reflexionó sobre la metodología de las siguientes sesiones, se pensaron los materiales para la convocatoria, se resolvieron los asuntos logísticos y se definieron las responsabilidades.

Etapa 2, implementación de los ejercicios cartográficos: se trabajaron uno o más de objetivos, dependiendo de su tipo y alcance. Esto también estuvo sujeto a la dinámica de participación de las sesiones y de cada colectivo. En el caso de la CVM-M, esta etapa contempló dos sesiones. La primera consistió en un ejercicio de ubicación espacial de los lugares donde trabaja y se desplaza la cooperativa, por medio de un mapa base. Esto permitió identificar los elementos geográficos más representativos del territorio rural y urbano circundante a los sitios de producción viñatera. Además, se desarrolló un diálogo sobre los procesos socioespaciales conflictivos y las amenazas externas que han afectado el desarrollo de la cooperativa. Durante la segunda reunión se llevó a cabo un mapeo de recursos, infraestructura y potencialidades de la cooperativa, enfatizando las características de las actividades anuales del proceso de la producción agroecológica de la uva y la vinificación.

Para la segunda etapa del ejercicio cartográfico, junto con la CCA se extendió la invitación a quienes integran la organización para la coconstrucción del mapa de redes. El objetivo fue identificar los distintos actores, organizaciones e instituciones con las que la cooperativa se relaciona de forma cotidiana. A partir de aquí se procedió a la confección participativa de la iconografía para cada grupo señalado, los cuales fueron posteriormente identificados espacialmente en la primera capa de la cartografía. Luego de esta segunda sesión no pudimos reencontrarnos de manera presencial producto de la emergencia sanitaria por el COVID-19, lo que nos obligó a reformular la metodología y a realizar encuentros virtuales. El trabajo de gabinete también se trasladó a la modalidad online, evaluando la última sesión presencial y planificando su continuidad en las condiciones sanitarias coyunturales.

Durante una tercera sesión virtual con la CCA se validó la información recogida en la última reunión presencial, completando el mapa de redes a través de la identificación espacial de cada uno de los actores anteriormente mencionados. Esta representación se complementó con la creación de un gráfico de círculos concéntricos, que plasmó, a través de categorías coconstruidas junto con miembros de la CCA, el tipo de vínculos existentes de acuerdo con la naturaleza de la relación que cada una de las organizaciones o personas tiene con la organización. En una cuarta sesión –segunda en modalidad virtual– se completó este gráfico, dividiendo los participantes en dos grupos, esta acción contó con el acompañamiento del EUI.

Etapa 3, segunda parte de la implementación: se validó lo sistematizado en las sesiones anteriores y se abrió un espacio de trabajo para abordar una segunda o tercera capa, o cerrar algunas inquietudes derivadas de los encuentros anteriores. En el caso de la CVM-M se realizaron sesiones internas de trabajo para la sistematización, elaboración y síntesis del conjunto de insumos del proceso de mapeo participativo y la generación de mapas temáticos; así como la construcción posaplicación de la iconografía e hitos ilustrados y relatos del discurso a modo de contenidos síntesis. Los subproductos realizados fueron tres tipos de mapeos denominados “Territorios en conflicto”, “Un territorio de buenos vinos y esperanza” y “Un territorio soñado”, los cuales se incluyeron en un mapa final que contribuyó a la creación del Atlas Ilustrado Territorios Rurales. Regiones de Ñuble, Maule y Valparaíso, Chile.[ii]

Además, se desarrolló una quinta sesión –la tercera online junto con la CCA– de validación de la información levantada en reuniones anteriores, en torno a la coconstrucción del mapa de redes y el gráfico de círculos concéntricos. Lo anterior se vio complementado con el análisis de los facilitadores y obstaculizadores en el trabajo interno de la organización. El encuentro finalizó con una lluvia de ideas para la materialización de las tareas desarrolladas durante el ejercicio cartográfico.

Etapa 4, cierre y validación global: se decidieron los grandes trazos de la labor futura que puede contemplar nuevas aperturas o el cierre final de la técnica. Para el caso de la CVM-M, existió la complementariedad de, al menos, dos tipos de formatos gráficos de salidas. Uno como mapas temáticos de síntesis, con una perspectiva de amplitud de información en formato libro –el atlas ilustrado mencionado anteriormente– y otro más dúctil, como el mapa tipo pendón que permite más versatilidad para diferentes momentos de intercambio y visibilidad de la cooperativa. Tanto antes como después de esta etapa se realizó una sesión colectiva de validación, consulta y nuevas aperturas.

Para el caso de la CCA, la cuarta y última etapa se desarrolló en una sexta sesión presencial, donde se hizo una retroalimentación final del mapeo y del gráfico de círculo concéntrico anteriormente trabajados. Esto fue concretado en un material portátil denominado “maletín” diseñado en conjunto con los integrantes de la CCA al cierre de la quinta sesión –cuarta virtual–. Este material es la concreción de la idea de cómo el conocimiento se transforma en un artefacto del cual se apropia la organización y lo integra como una herramienta de trabajo. Este maletín tuvo la particularidad de tener dos puertas, con dos fondos magnetizados en cada una, con mapas de Limache y la región de Valparaíso por un lado y la figura del círculo concéntrico por otro, sobre los cuales se colocó la iconografía coconstruida y en medio una pizarra blanca para el trabajo colectivo y uso cotidiano de la cooperativa. Este material permite que la CCA pueda actualizar la información a través del uso y diseño de nuevas figuras magnetizadas.[iii]

 

3. Análisis y resultados

Tanto la investigación acción participativa, la investigación militante como la tradición de la educación popular han sido nichos de problematización creativa sobre los procesos de investigación, el sentido de sus ejercicios y la utilidad/uso que tiene la sistematización de conocimientos. Estas perspectivas han puesto en debate las definiciones de la investigación convencional/extractivista/privatizadora, al mismo tiempo que proponen nuevas formas de generación de conocimiento e intercambio de saberes. Los ejercicios cartográficos que aquí se analizan constituyen una evidencia de esta transformación, a la vez que operan como una especie de advertencia de aquello que debe ser modificado y resignificado, de acuerdo con las necesidades y objetivos que se tracen las propias comunidades que son parte de los ejercicios de investigación.

 

Hacia diseños y aplicaciones adaptadas y flexibles que dialoguen con los territorios

Con relación a los diseños metodológicos aplicados en ambos procesos, podemos destacar que en cada uno de ellos el punto de partida fue la definición compartida de una pregunta o sentido de investigación. Se trató de una participación negociada y consensuada, que dio paso a una implementación futura, donde los niveles y sentidos de la participación se fueron profundizando, en lo que llamamos diálogo de consensos que se encaminan hacia procesos de coconstrucción de conocimiento. En el ejercicio cartográfico con la CVM-M, el marco general del encuadre tenía que ver con entenderlas como expresiones económicas diversas y locales, que están apostando por nuevas formas de imaginar y construir sus territorios productivos. En tanto, en el caso de la CCA, el marco general estuvo dado por cómo esta experiencia es el reflejo de nuevas formas de sostener la comercialización de productos alimenticios y no alimenticios, con una lógica cercana a la de los circuitos cortos de comercialización. Lo que destaca en ambos son los vínculos de colaboración y confianza previo a los ejercicios de mapeos participativos, lo que nos llevó a establecer un trabajo metodológico situado. Por esto, tanto el diseño como su aplicación tuvieron en cuenta los procesos internos por los cuales estaban transitando las organizaciones y cómo las condiciones y variables ambientales externas pueden llegar a impactar el desarrollo de la investigación.

Para el caso de la CVM-M era fundamental abrir el diseño y la implementación de la técnica a la posibilidad de generar un espacio de construcción colectiva, sobre la forma en que ellos se pensaban como organización y cuáles eran sus visiones compartidas respecto a los desafíos económicos y productivos que tenían por delante. En cambio, en el caso de la CCA, el proceso cartográfico estuvo orientado a reconocer la fisonomía y densidad de las redes que habían construido a lo largo de su desarrollo. Sin embargo, siempre estuvo presente la necesidad de abordar temáticas internas que estaban latentes, lo que llevaba a una permanente reconducción de la definición de lo que se abordaba. Por lo tanto, la técnica estuvo constantemente tensionada y fue necesario flexibilizar los objetivos del proceso de investigación y coconstruir nuevos instrumentos que pudieran contener, de alguna forma, el requerimiento por las temáticas internas. Adicionalmente, para el caso de la CCA el diseño y la implementación de la técnica se adaptó a las condiciones impuestas por la pandemia y a la imposibilidad de contar con espacios presenciales de trabajo. La incorporación de la virtualidad fue un elemento que definió los ritmos y las formas de participación de los integrantes de la cooperativa, así como el proceso en su conjunto y los materiales finalmente logrados, a pesar de ello, la investigación no perdió su sentido colaborativo central.

A pesar de las diferencias en el diseño metodológico y en la implementación de ambos ejercicios cartográficos, el patrón común que unió a ambos fue la centralidad que tuvo el principio de coconstrucción y trabajo colaborativo en todas las etapas. Tales fundamentos permitieron la participación activa de las personas que asistían a los talleres y la convicción de que, a pesar de las dificultades, era necesario completar las etapas trazadas hasta cerrar el proceso.

 

Productos inconclusos, en desarrollo y dinámicos

En términos de la materialidad que adquieren ambos ejercicios cartográficos, existen diferencias que se explican por los diferentes objetivos que persigue cada uno. Para el caso de la CVM-M, la construcción de una primera imagen tenía que ver con la localización de los productores de la cooperativa. Esto permitió saber dónde se ubican los viñedos, bodegas, las referencias de los caminos, cursos de agua, límites comunales, relieves y zonas urbanas. Además, se pudo identificar las diferentes cepas que cada uno de los productores cultiva.

En términos espaciales las unidades productivas se ubican tanto en el Valle del Marga-Marga como en la zona de Casablanca. Esta diversidad de espacios y de cepas no ha impedido reproducir un trabajo cooperado que “respeta la autonomía en la producción de los vinos naturales, las cepas por familia y el trabajo solidario entre los cooperados” (agricultor, Taller cartográfico n.º 1, 2018). Se conjugan con ello las peculiaridades de los procesos productivos de cada familia, con un sentido del trabajo colectivo y basado en la cooperación. Una vez determinada la ubicación espacial de los socios de la cooperativa, el ejercicio cartográfico se abocó a la identificación de dos grandes dimensiones. Por un lado, los beneficios y potencialidades y, por otro, los conflictos y amenazas que los actores y actoras identificaron en el territorio. Respecto de la primera, tal y como se puede observar en la figura 1, la producción de vino se enfoca en la recuperación de las prácticas económicas, como el resultado de una intencionalidad de defensa y reproducción de la vida: “concebimos la parra como un ser vivo”; “desarrollamos prácticas biodinámicas en la producción del vino natural” (agricultora, Taller cartográfico n.º 1, 2018).

 

Figura 1. Mapa cartográfico, beneficios y potencialidades de la CVM-M

Elaboración propia.

 

Pensar las prácticas económicas como un camino que se sostiene en el respeto de nuevas dinámicas basadas en la defensa de la vida es un principio político fundamental de esta experiencia, ya que representa un punto de partida desde donde se piensan económica y territorialmente. Paralelamente a esta dimensión, también se presentó con fuerza otra vinculada al tema de los procesos identitarios. Esto estuvo relacionado con la producción de vinos, y también con oficios y prácticas económicas que la circundan: “valoramos la identidad de nuestros vinos: el espíritu del vino, respetamos y rescatamos nuestra identidad campesina, los oficios y artesanías de los y las trabajadoras del campo” (agricultor, Taller cartográfico n.º 1, 2018). Los procesos de identidad que se construyen toman en cuenta una serie de dimensiones que rodean la producción de vino, pues se entiende que este no es un producto económico desvinculado de los territorios, sino que, por el contrario, está en directa relación con sus formas de producción y reproducción.

Por lo tanto, la generación de esta práctica económica se adecua a las características socioterritoriales propias de las comunidades que la habitan. Además, constituyen el resultado de una serie de condiciones naturales propias de ese territorio, por ejemplo: la influencia marítima, la presencia del bosque nativo, la temperatura, los índices de humedad y cómo todas estas variables condicionan las características vitivinícolas. Es decir, el vino que produce la CVM-M es el resultado de un territorio socialmente construido y agrobiogenético particular que lo hace diferente y único, pero también lo convierte en un reflejo de las condiciones actuales del lugar donde se desarrolla.

 

Figura 2. Mapa cartográfico, conflictos y amenazas de la CVM-M

Elaboración colectiva.[iv]

 

Además de estas potencialidades, los cooperantes pudieron identificar una serie de conflictos y amenazas que están afectando la producción de vino natural en sus territorios, tal como se muestra en la figura 2. Las amenazas más relevantes mencionadas tienen que ver con las condiciones generales en las cuales se produce el vino en un país como Chile, que presenta una fuerte economía neoliberal. Esto está en directa relación con el peso de la industria convencional del vino que presiona los precios, sobre todo en lo referido a la venta de uva, controla los canales de comercialización y se expande reproduciendo e impactando de manera negativa con sus prácticas agronómicas convencionales, fundamentalmente en lo referido al uso de agrotóxicos: “existe un cerco de la industria vitivinícola en la generación de redes de comercialización de los pequeños productores de vino natural […], desvalorización del precio de la uva por parte de la industria a los pequeños productores” (agricultora, Taller cartográfico n.º 2, 2019). Es decir, se observan dos modelos en tensión claramente diferenciados, que tienen objetivos y horizontes políticos muy diferentes. Mientras el de la industria convencional del vino lo produce y comercializa según las necesidades y requerimientos de un mercado externo al cual hay que conquistar, la producción de vino natural de la CVM-M lo hace según las condiciones y características propias de su territorio de referencia, su objetivo es poder reconstruir y reimaginar nuevas relaciones territoriales, tal y como se puede observar en el atlas ilustrado mencionado en el apartado anterior.

Otro grupo de amenazas se refiere a los factores y/o dimensiones socionaturales, –la escasez hídrica, plagas de avispas, especies introducidas e incendios– muchas de las cuales están directa o indirectamente asociadas al tema del acceso al agua. Esto último constituye uno de los desequilibrios medioambientales más críticos de la región y del país, y se explica en gran medida por la concepción privada sobre la tenencia y gestión de este recurso natural que impera en Chile desde la década de los 80. Gran cantidad de investigaciones y acciones territoriales de los movimientos sociales han buscado, entre otras cosas, visibilizar esta problemática para advertir sobre la gravedad del principio que subyace a la realidad hídrica regional. Finalmente, dentro de los conflictos identificados por quienes integran la CVM-M están todos aquellos que se derivan del modelo de desarrollo adoptado por el neoliberalismo en Chile, entre los cuales destacan trazado eléctrico, oleoducto, gasoducto, expansión urbana y los incendios periurbanos asociados. Este último factor es clave en la construcción territorial de la cooperativa, ya que su emplazamiento convive directamente con un tipo de desarrollo urbano fundado en una lógica de la economía de la aglomeración, que se sostiene sobre la base de su creciente densidad poblacional (Bailly, Salazar y Núñez 2018).

Todas y cada una de las desavenencias detectadas son el resultado de una matriz de desarrollo que fue pensada y ejecutada sin la participación de los territorios, por lo que sus sensibilidades y prioridades no están siendo escuchadas. Se impone la idea del progreso como un horizonte común de la construcción de un modelo de sociedad que agudiza los desequilibrios, profundiza las desigualdades territoriales y cimienta el camino de la autodestrucción, lo que afecta directamente las condiciones que permiten la posibilidad de la vida humana, natural y social (Hinkelammert y Mora 2014).

Por el contrario, en el caso del ejercicio cartográfico de la CCA el objetivo estaba fuertemente determinado por el tema de las redes y la necesidad de identificar la malla de relaciones que la cooperativa tenía hacia fuera de la organización, como se evidencia en la figura 3.

 

Figura 3. Mapa de redes de Cooperativa de Consumo Alma

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Elaboración colectiva.

 

También en la figura 3 se observa en la figura 3, la CCA concentra la mayoría de sus relaciones con organizaciones, personas e instituciones cercanas a ella y ubicadas casi todas en la ciudad de Limanche, en segundo lugar, con las que se encuentran en la misma región y son mucho más escasas las que establece con aquellos grupos de otras zonas del país. Se trata de un proyecto que, apuesta por las vinculaciones locales e inmediatas, muchas de las cuales además reproducen tanto la función de proveer y producir, como la de socia de la cooperativa. Lo local adquiere un sentido de funcionamiento, pero también se sostiene sobre fuertes relaciones de confianza y cercanía que están asociados han podido ir construyendo a lo largo del proyecto.

Esto último se refleja claramente en la figura 4, mapa que fue coconstruido con las personas que integran esta cooperativa. Las organizaciones e instituciones que se identificaron durante el ejercicio cartográfico fueron luego ubicadas en la figura 4 según el tipo de actoría y el vínculo que tenían con la cooperativa y colocadas en el centro. Las dimensiones siguientes ordenan las actorías son: intermediarios, personas u organizaciones que intermedian la relación entre la producción y el consumo; educación, instituciones u organizaciones relacionadas fundamentalmente con el tema educativo; empresa, instituciones representativas del mundo privado; gobierno local, representantes o reparticiones locales del Estado; organización social, colectivos y agrupaciones de diversa índole y productores, personas o agrupaciones de personas dedicadas a la producción de algún tipo de producto alimentario y no alimentario.

 

Figura 4. Mapa concéntrico Cooperativa de Consumo Alma

Elaboración colectiva.

 

En relación con los vínculos, se coconstruyeron cuatro categorías que hacen referencia a los diferentes tipos de relaciones o conexiones existentes o identificados entre las actorías y organizaciones y la cooperativa:

a) vínculo cooperación: franja más cercana al centro, se caracteriza por tener una relación frecuente y cercana con el proyecto político de la cooperativa.

b) vínculo intencional: en este caso existe una relación ocasional con la cooperativa, pero es cercana al proyecto político de ALMA.

c) vínculo subsidiario: en este tipo de vínculo la organización y/o persona tiene una relación frecuente con ALMA, pero está lejos de su proyecto político.

d) vínculo latente: franja más lejana al centro, el vínculo se caracteriza por tener una relación ocasional con la cooperativa y además está lejos de su proyecto político.

 

Como se observa en la figura 4, la mayor parte de las actorías con las cuales la cooperativa tiene algún tipo de relación o vínculo están presentes en la dimensión producción, lo que se explica por la propia naturaleza del trabajo de esta cooperativa, enfocado fundamentalmente en la distribución a productores alimentarios y no alimentarios. Además, resulta interesante observar la distribución interna dentro de esta categoría, donde la mayoría de las relaciones se ubican dentro de la franja definida como vínculo cooperación. Incluso la ubicación de cada uno de las actorías dentro de ese espacio no es homogénea, ya que el ejercicio de posicionamiento permitió que los participantes diferenciaran entre los que están más cerca del centro y los que están más próximos a la siguiente categoría. En este caso, el criterio de ubicación tiene que ver con que aquellos actores cercanos al centro cumplen tanto la función de productores/proveedores como de socios de la cooperativa. Es decir, el proyecto cuenta con un núcleo “fuerte” de personas que no solo tienen una relación de compra y venta con el proyecto, sino que son actores económicos en calidad de proveedores y de consumidores a la vez.

En las dimensiones donde se observa una menor densidad de actorías, destaca que existe una baja o nula vinculación con el mundo empresarial o privado. No existe una relación frecuente, ni tampoco una cercanía con el proyecto político de la cooperativa, por lo que se trata de enlaces exclusivamente de tipo instrumental. Se observa igualmente una escasa relación con el aparato estatal, solo se identifica la Municipalidad de Valparaíso, que a su vez se ve como lejana al proyecto político. Por último, dentro de las dimensiones menos densas, llama la atención la poca identificación de organizaciones y/o colectivos con los cuales está asociada la CCA. En esta baja densidad sobresale la relación con la Cooperativa Orígenes y la Cooperativa Las Palmas, agrupaciones que se ven cercanas y con las cuales se han compartido ciertas conexiones concretas –compras en conjunto de determinados alimentos–, debido a la similitud de sus trayectorias y objetivos.

La falta de asociación densa con otras organizaciones puede ser comprendida como una debilidad, en el sentido de que la cooperativa no parece haber desarrollado con fuerza una política o acciones intencionadas en relación con la vinculación con pares o grupos que pudiesen fortalecer su trabajo interno, o generar espacios colaborativos para elaborar en conjunto. Si tomamos este último dato y lo relacionamos con la distribución de la dimensión productiva antes referida, obtenemos un mapa general donde la fuerza de la vinculación del proyecto está volcada hacia el interior de sus actores y actoras y no tanto en la idea de conexión hacia afuera.

 

4. Discusión y conclusiones

El trabajo cartográfico participativo, con un sentido transformador, requiere que se construya sobre la base de la confianza y el reconocimiento mutuo entre quienes ejercen el rol de investigadores y quienes se posicionan como sujetos de investigación. Además, es necesario avanzar hacia un modelo que entienda la investigación como un ejercicio de coconstrucción, en el cual las posiciones de las partes sean integradas armónicamente desde una lógica de participación más horizontal, donde el diálogo, la participación y la colaboración son claves para este tipo de investigación colaborativa.

Alcanzar esta posición de confianza y de coconstrucción toma tiempo y requiere escucharse y reconocerse sin las imposiciones de los tiempos académicos y las bases materiales/económicas que viabilizan los ejercicios investigativos. Por esto, se trata de un tipo de investigación que se cocina a fuego lento y que impone un ritmo no lineal y progresivo, sino más bien un ajuste circular y en forma de espiral, donde reconozcamos como parte del proceso los avances, pero también los retrocesos y los momentos de quietud, así consta en la figura 5.

 

Figura 5. Diagrama del proceso de investigación colaborativa

Elaboración colectiva.

 

Esfuerzos de esta naturaleza también necesitan de un quiebre disciplinar, ir más allá de las fronteras de cada cual y avanzar hacia una forma de construcción de conocimiento que trascienda las disciplinas. Para ello es fundamental que se establezca un diálogo de saberes, con las diferentes formas de entender el mundo y que superen su autoproclamada posición jerárquica de superioridad. Por lo tanto, se trata de un ejercicio de humildad y de apertura hacia modos de interpretar el mundo que no provienen únicamente del ámbito académico, sino también de epistemes, que no tienen sustento en teorías exclusivamente disciplinares.

Del lado de las potencialidades de los ejercicios cartográficos, una de las más relevantes tiene que ver con que es una técnica que permite la coconstrucción sobre la base de un diagnóstico común por medio de un proceso colectivo. Como hemos sostenido, este requiere generar confianza y afecto entre las partes, dimensiones que son relevantes a la hora de construir lecturas transparentes y certeras respecto a los problemas y procesos por los cuales está transitando una agrupación determinada. Pero también el valor de la confianza, sostenida sobre la base del trabajo colectivo, permite reproducir relaciones de reciprocidad donde los beneficios y las responsabilidades sean compartidas.

Los ejercicios de mapeos participativos y de investigación colaborativa contienen etapas intermedias que permiten la continuidad de otros procesos colectivos e individuales, que se ponen al servicio de momentos de construcción territorial, profundizando en la reflexión crítica grupal sobre nuestras realidades y permiten trazar diversos horizontes de acciones y transformaciones. Además, son dinámicos y creativos no solo en su estructura y diseño, sino también en el diseño e implementación de materiales. Esto quiere decir que los procesos de investigación de este tipo no se cierran con un artefacto determinado y su entrega a un colectivo, más bien ellos mismos deben ser capaces de contener, en su naturaleza y forma, la posibilidad de incluir cambios y adaptaciones según los procesos de metamorfosis que experimenten.

La idea de materiales fijos y estáticos –informes, artículos, tesis, entre otros, que se acumulan en los estantes de las agrupaciones, debe avanzar hacia otro tipo de materiales dinámicos que puedan ser reimaginados y reconstruidos en cada momento por parte de las organizaciones. Son, por tanto, herramientas para comprender no solo un momento de la organización/colectivo, sino que pueden materializar su vida y sus transformaciones y las de sus comunidades de referencia. Por ello, son el resultado de la cocreación activa entre todas las personas que participan del ejercicio.

Por otra parte, este tipo de ejercicios de investigación también son oportunidades para construirse críticamente, en relación con quienes forman parte de sus propias comunidades, como también con quienes mantienen vínculos de trabajo y de confianza. Por lo tanto, no son ejercicios de autocomplacencia que solo nos hacen ver lo grandioso de nuestro trabajo, son oportunidades de aprendizaje sobre aquello que no hacemos tan bien o sobre las dimensiones que faltan por abordar y enfrentar. Nos permite identificar nuestros espacios vacíos y las sombras de los propios colectivos y una vez reconocidas las brechas, se pueden transformar en nuevas oportunidades. Es la construcción de un espejo crítico que muestra toda la incompletitud e imperfección, tanto de la investigación como de los propios territorios.

 

Apoyos

Esta investigación es resultado de los proyectos “Fondecyt de Iniciación n.º 11170232” y “Fondecyt Regular Nº1190020”, subvencionados por la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID) del Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación de Chile.

 


Referencias

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Notas



[i] Los talleres de diagnóstico se realizaron posterior al acuerdo inicial con los actores, y se utilizó la lluvia de ideas como técnica central. Para los mapeos se usó iconografía definida por los propios actores. Finalmente, los talleres creativos consistieron en un encuentro donde los actores definieron las proyecciones del trabajo y los materiales finales para construir todo el proceso cartográfico.

[ii] Disponible en www.otraseconomias.cl, acceso el 10 de junio de 2021.

[iii] Todo el material producido en estos ejercicios es de libre acceso para las personas de los colectivos y

de acceso público en algunos casos.

[iv] Varios mapas de este estudio fueron construidos en conjunto entre el equipo de investigación y las personas que participaron de la cartografía, de ahí la expresión “elaboración colectiva”.