DOSSIER de investigación
Labores
de cuidado y covid-19: cambios en la movilidad cotidiana de mujeres en
Santiago, Chile
Care
work and Covid-19: Changes
in the daily mobility of women
in Santiago, Chile
Mgtr.
Catalina Paz Zúñiga-Olave. Asistente de investigación.
Universidad de Chile. (catalina.zuniga.o@ug.uchile.cl)
(https://orcid.org/0000-0002-3120-5645)
Dra. Marie Geraldine Herrmann-Lunecke. Profesora asociada.
Universidad de Chile. (mherrmann@uchile.cl)
(https://orcid.org/0000-0003-0186-441X)
Recibido: 12/09/2021 • Revisado: 08/12/2021
Aceptado: 16/02/2022 • Publicado: 01/05/2022
Cómo
citar este artículo: Zúñiga-Olave, Catalina Paz, y Marie
Geraldine Herrmann-Lunecke. 2022. “Labores de cuidado
y covid-19: cambios en la movilidad cotidiana de mujeres en Santiago, Chile”.
Íconos. Revista de Ciencias Sociales 73: 15-33. https://doi.org/10.17141/iconos.73.2022.5183
Resumen
Desde
el año 2020 el mundo vive en un contexto de pandemia debido a la covid-19, lo
cual ha significado cambios drásticos en las ciudades y en la movilidad
cotidiana de las personas y ha agudizado las desigualdades, en particular para
las mujeres. El confinamiento profundizó la desigualdad de género en diferentes
dimensiones y contextos, pues muchas mujeres han debido asumir, como parte de
su rol reproductivo, una carga mayor de labores de cuidado y tareas domésticas
en distintos entornos, sobre todo en el hogar y en el barrio. El objetivo de
este artículo es analizar el impacto de la pandemia en la movilidad cotidiana
ligada a las labores de cuidado de mujeres del barrio San Cristóbal en
Recoleta, Santiago, Chile. Con este fin se realizaron mapas exploratorios virtuales
y entrevistas semiestructuradas a mujeres que realizan labores de cuidado,
comparando dichas labores y la movilidad cotidiana antes y durante la pandemia.
Los resultados muestran que desde el confinamiento pandémico se ha acrecentado
la desigualdad de género que viven las mujeres, reflejada en sus actividades
cotidianas, particularmente en relación con el aumento del trabajo doméstico y
las labores de cuidado. Asimismo, se observa un cambio en la movilidad
cotidiana de las mujeres cuidadoras, centrada más en la caminata y ubicada en
el entorno barrial a fin de cubrir sus necesidades básicas.
Descriptores:
caminata; covid-19; labores de cuidado; movilidad del cuidado; mujeres; vida
cotidiana.
Abstract
Since
2020, the world has been impacted by
the Covid-19 pandemic, causing significant changes in cities, affecting the daily
mobility of people, and exacerbating inequalities, particularly for women. Confinement
has deepened gender inequality in different dimensions and contexts, whereby many women,
as part of their reproductive roles, have assumed more care and domestic work in various spaces, especially at home and in
their neighborhoods. This article analyzes
the impact of the pandemic
on the daily
mobility of women linked to
their care work in the San Cristóbal neighborhood of Recoleta in Santiago, Chile. With
this aim, online in-depth interviews and exploratory
maps were conducted with women who perform
care work, comparing their work and daily mobility before and during the pandemic. The
results show that since the pandemic
began, the gender inequality experienced by women has increased, as reflected in their daily activities, particularly in relation to the increase
in domestic work and care work. Likewise, a change is observed
in the daily mobility of women
who perform care work, as they have
focused more on walking and movement within their own
neighborhoods to cover basic needs.
Keywords:
walking; Covid-19; care work;
care mobility; women; daily life.
Dentro
de la ciudad mujeres y hombres cumplen diferentes roles socialmente
establecidos, los cuales condicionan las actividades y desplazamientos que las
personas llevan a cabo cotidianamente. Los roles de género que históricamente
se han perpetuado en la sociedad han incidido en generar profundas
desigualdades en las condiciones de vida y formas de relacionarse con el
entorno urbano para mujeres y hombres (Falú 2009; Valdivia 2018): a la mujer se
le asocia con el rol reproductivo y de cuidados del hogar, mientras que el
hombre es quien trabaja y cumple las labores productivas “externas” al hogar
(Segovia y Nieves Rico 2017).
Las
desigualdades de género no solo se han perpetrado a través de los roles
socialmente establecidos y las actividades de la vida cotidiana, sino también
en la forma en que ha sido pensada la ciudad y sus diferentes espacios. La
ciudad se ha ido desarrollando en función de un ser único y universal que
trabaja y posee un ingreso, sin contemplar y visualizar las diferentes realidades,
necesidades y características de otras personas que habitan el espacio urbano
(Domínguez 2017); por ejemplo, mujeres, niños, niñas y personas mayores muchas
veces no son incluidas en esta visión de la urbe (Col·lectiu
Punt 6 2019). La ciudad no se pensó ni diseñó para la
multiplicidad de labores de cuidado que realizan generalmente las mujeres, como
ir a dejar a la escuela a hijos/as, llevar al médico a alguien, comprar
alimentos y una serie de factores que afectan el desarrollo cotidiano, laboral,
personal y la autonomía de las mujeres (Segovia y Nieves Rico 2017). En este
sentido, la movilidad de ellas se ve condicionada por la realización de estas
múltiples labores; el espacio público y la calle juegan un rol importante pues
es el sitio donde ocurren estas movilidades.
Al
analizarse las dinámicas en la ciudad desde el entorno más próximo e individual
de una persona, vale decir, desde la vivienda y su entorno cercano, adquiere
relevancia el análisis del barrio y lo local, donde se realizan la mayoría de
las tareas y labores cotidianas ligadas al ámbito de los cuidados y lo
doméstico, ámbito históricamente asociado a la mujer. Por lo tanto, para
comprender en profundidad las desigualdades que viven las mujeres en la ciudad,
el estudio del entorno próximo a la vivienda, es decir, del barrio o
vecindario, cobra sentido. Es importante revelar que aquellas diferencias se
acentúan aún más en comunas o barrios vulnerados, donde el acceso a
oportunidades y recursos es bajo, y la mujer no posee, en muchos casos, trabajo
o estudios, por lo que su autonomía económica y oportunidad laboral resulta
menor; queda relegada al trabajo doméstico y el rol de cuidados de su hogar y
entorno (Segovia y Nieves Rico 2017).
La
investigación en la que se basa este artículo se sitúa en el contexto mundial
que se está viviendo a raíz de la pandemia por la covid-19, iniciada en 2020 y
que ha modificado abruptamente la cotidianeidad de las personas. En marzo de
dicho año, la pandemia llegó a América Latina, incluyendo Chile. La dinámica de
los territorios, las actividades cotidianas y el contexto social ha ido
cambiando fuertemente desde entonces en el mundo y en Chile, debido al
distanciamiento físico entre personas y los confinamientos en las casas, que al
inicio de la pandemia constituían la principal acción para resguardar a la
población.
La
pandemia no solo ha exacerbado la desigualdad económica y social, ha agudizado
aún más la profunda desigualdad que viven mujeres y niñas en distintos países,
donde las tasas de violencia contra ellas han aumentado gravemente dado el
confinamiento (ONU Mujeres 2020). Asimismo, se ha observado un aumento en la
sobrecarga del trabajo doméstico y de cuidados de muchas mujeres en el hogar
(Falú 2020).
El
llamado a salir lo menos posible durante los períodos más críticos de la
pandemia ha provocado la disminución de la movilidad y circulación en las
ciudades. Sin embargo, en el caso de Chile, y particularmente Santiago, a pesar
de las cuarentenas, un número importante de personas siguió saliendo a las calles
por diversos motivos, ya fueran laborales o de cuidados, entre otros. Asimismo,
las personas, muchas veces mujeres, debían cumplir con labores no remuneradas,
como cuidado en el entorno cercano, por ejemplo, el de la familia o el de
vecinas y vecinos. En este sentido, y en particular en sectores más vulnerados,
la movilidad cotidiana barrial continuó siendo 17 esencial para el mantenimiento de la vida de muchas
personas y familias, a pesar de los llamados al confinamiento en casa; tomó un
fuerte protagonismo la movilidad peatonal, para realizar compras, brindar
apoyo, etc.
Así
se parte de la primicia de que, a raíz del contexto actual de pandemia, con las
diferentes restricciones de movilidad y períodos de confinamiento, ha habido
una disminución de la movilidad en general, pero ha existido un aumento de las
labores domésticas y de cuidados en el hogar, y de los viajes relacionados con
el cuidado en el interior de los vecindarios, principalmente a pie. Esto puede
estar generando una mayor necesidad de potenciar y realizar las actividades
ligadas a los cuidados de manera más próxima al barrio, por lo que la movilidad
peatonal de mujeres en el entorno próximo al hogar se ha mantenido o
potenciado, centrada en su mayoría en tareas de cuidado a partir de la caminata.
En
este contexto, el objetivo del presente artículo es identificar y analizar los
cambios en las actividades cotidianas, específicamente en la movilidad, con
relación a las labores de cuidado que realizan las mujeres, en el barrio San
Cristóbal en Recoleta, Santiago de Chile. Se analiza su movilidad en dicho
barrio en un estudio antes de la pandemia y durante el primer año de esta
(marzo-noviembre de 2020), buscando mostrar cómo se ha profundizado la
desigualdad de género que viven las mujeres, en particular en sus actividades
cotidianas ligadas al trabajo doméstico y de cuidados. Se visualiza la
situación desde una escala local-barrial a partir de la movilidad cotidiana.
Los
cuidados –o las labores de cuidado–
constituyen un concepto reciente en la literatura (Arriagada 2011; Borderías,
Carrasco y Torns 2011; Daly y Lewis 2000; Esquivel
2013; Esteban 2017; Tronto 1993; Vega y Gutíerrez
2014), abordado principalmente por teorías feministas. Ha sido desarrollado en
los últimos años desde la sociología y la economía, mientras que su uso en el
ámbito del urbanismo y estudios de la ciudad, incluyendo la movilidad, resulta
incipiente. Autoras como Joan Tronto (1993) lo abordan desde términos más
amplios, entendiéndolo como una actividad genérica que comprende todo lo que se
lleva a cabo para mantener, perpetuar, reparar el mundo, que comprende el
cuerpo, la persona misma, el entorno y los elementos que se entrelazan en una
red compleja de apoyo en la vida, de manera que se pueda vivir lo mejor
posible. Daly y Lewis (2000) reconocen los cuidados como un trabajo socialmente
organizado, donde participan diferentes personas y grupos, instituciones,
familias, organizaciones sociales, es decir, una relación entre
Estado-mercado-familia que conforma un triángulo social e institucional en el
que se desarrollan los cuidados, cuyo denominador común son las mujeres (Daly y
Lewis 2000), dada la división sexual del trabajo.
Más
recientemente, la teoría en torno a los cuidados ha sido abordada desde la
economía feminista. El sistema económico capitalista ha omitido e
invisibilizado otras actividades como las no remuneradas y sin valor mercantil,
orientadas principalmente al cuidado de la vida humana y que son llevadas a
cabo en su mayoría por mujeres (Pérez Orozco 2006). En este sentido, Pérez
Orozco (2006) puntualiza la importancia del enfoque en el trabajo de cuidados,
el cual trasciende la frontera del espacio no monetizado, donde finalmente
ocurre una fuerte relación entre mercado y vida, y también se observa la
fragilidad en las fronteras entre los espacios público y privado. Existe, por
ende, todo un subsistema de mercados, economías y servicios ligados al cuidado,
informales e invisibilizados que son esenciales para el mantenimiento de la
vida y que permiten atender muchas necesidades sociales (Borderías, Carrasco y Torns 2011). Por ello, el planteamiento de la economía
feminista consiste en desplazar la situación privilegiada de la economía
monetaria de mercado y poner la sostenibilidad de la vida en el centro, es
decir, la satisfacción de las necesidades humanas (Pérez Orozco 2006; Carrasco
Bengoa 2016).
En
el contexto de América Latina, autoras como Corina Rodríguez e Irma Arriagada
abordan el concepto de organización social del cuidado (en adelante OSC), el
cual se enmarca también dentro de lo abordado por la economía feminista.
Rodríguez Enríquez (2018) define la OSC como la manera en que se producen y
distribuyen los cuidados interrelacionadamente entre
familias, el Estado, el mercado y las organizaciones comunitarias, donde las
responsabilidades de cuidados y las dinámicas que se generan guardan directa
relación con los contextos desiguales de América Latina (Rodríguez Enríquez
2018). Arriagada (2011) considera que la OSC es “la forma de distribuir,
entender y gestionar la necesidad de cuidados que está en la base del ulterior
funcionamiento del sistema económico y la política social” (Arriagada 2011, 6).
Ahora
bien, resulta necesario pensar los cuidados en un ámbito espacial, es decir,
los cuidados se llevan a cabo y son contenidos por un espacio físico que va más
allá del espacio doméstico (Comas d’Argemir 2016).
Los cuidados desde la perspectiva de la ciudad, en un esquema concreto, se
presentan y coexisten en dos espacios de proximidad. Por un lado, los que se
producen y reciben dentro del hogar, muchas veces sin remuneración (aunque
también se ofrecen los cuidados remunerados como asesoras de hogar o
trabajadoras de casa particular) y, por otro lado, los producidos por servicios
públicos y entidades privadas, fuera de la esfera hogareña (Durán 2017).
Asimismo, se hace necesario romper con aquella rígida dicotomía entre lo
público y lo privado, y ver que ambas esferas no están separadas, sino que existe
una interdependencia entre estas (Soto 2007, 2013). “En la ciudad nos
relacionamos, vivimos, y en ella se expresa la diversidad de contextos, deseos
y necesidades […]” (Comas d’Argemir 2016, 8), por lo
que los cuidados no deben relacionarse y entenderse solamente dentro del
domicilio.
Valdivia
(2018) plantea que los cuidados y la vida cotidiana deben ser abordados desde
el urbanismo, lo cual permitiría obtener una perspectiva más integral de los
procesos y las dinámicas urbanas. A su vez, Comas d’Argemir
(2016) propone que los 19 espacios
sean pensados con las miras puestas en una sociedad más justa y equitativa
donde las obligaciones, que hoy siguen asumiendo mayoritariamente las mujeres,
sean compartidas, considerando que sus experiencias y perspectivas son
necesarias para promover una ciudad inclusiva.
El
cuidado es también una dimensión que repercute de manera importante en la
movilidad de mujeres y la interdependencia de las personas (Sánchez de
Madariaga 2009; Jirón 2017). La experiencia de movilidad genera implicancias no
homogéneas en la vida de las personas (Jirón 2007); en este sentido, las
mujeres suelen llevar a cabo desplazamientos en áreas más próximas (Soto 2013),
pero encadenan más viajes, caminan más y usan más el transporte público (Valdivia
2018; Sagaris y Tiznado-Aitken
2020) que los hombres, quienes viajan distancias más lejanas, usan más el
transporte privado y sus motivos de viaje suelen estar relacionados con el
ámbito laboral (Allen et al. 2018; Ciocoletto 2014).
Asimismo,
de acuerdo con Pérez (2019), las mujeres de estratos socioeconómicos más bajos
suelen desplazarse en distancias más cortas y generalmente cerca de sus casas.
En la misma línea, Figueroa y Waintrub (2015) señalan
la tendencia a la movilidad de mujeres a través de la caminata y de mayores
trabajos de cuidados a medida que disminuye su nivel socioeconómico (Figueroa y
Waintrub 2015). Según estudios sobre viajes en la
ciudad de Santiago, más de un 60 % de los desplazamientos que se realizan
caminando son hechos por mujeres, y en el caso del desplazamiento en transporte
público son más del 55 % (Sagaris y Tiznado-Aitken 2020).
Sánchez
de Madariaga y Zucchini (2020) expresan que la movilidad de las mujeres se ve
afectada por tres ámbitos importantes. El primero es la gestión del territorio
y la accesibilidad, y está dado por la dificultad de llegar a un lugar por la
distancia y el tiempo usado en el viaje. Otro ámbito clave es la seguridad.
Asimismo, la movilidad de las mujeres está fuertemente condicionada por roles
de género, ya que existe una fuerte carga de trabajo en relación con el hogar y
el cuidado de otras personas, y, en consecuencia, viajes encadenados para
realizar las múltiples tareas (Sánchez de Madariaga 2009).
Un
término con que se aborda la movilidad de las mujeres es el concepto de
“movilidad del cuidado”, acuñado por Sánchez de Madariaga (2009) para referirse
a los desplazamientos que generalmente realizan mujeres, aunque también en
ciertos casos hombres, en relación con las labores no remuneradas y de cuidados.
La autora manifiesta que, “la movilidad del cuidado incluye todos los viajes
realizados para llevar a cabo las tareas cotidianas para esos propósitos,
incluyendo el acompañar menores al colegio, a actividades extraescolares o a
practicar deporte; hacer la compra; hacer recados; visitar o acompañar
familiares enfermos y ancianos, etc.” (Sánchez de Madariaga y Zucchini 2020,
91).
En
esta investigación se caracterizan y comparan las labores de cuidado y la
movilidad cotidiana de mujeres antes y durante la pandemia por la covid-19, en
el barrio San Cristóbal en Recoleta, Santiago de Chile. Para esto se realizaron
entrevistas semiestructradas y se construyeron mapas
exploratorios con seis mujeres, entre octubre y noviembre de 2020. A partir de
ambas técnicas se buscó conocer en profundidad los siguientes aspectos: i) las
labores de cuidado de las mujeres antes de la pandemia y durante la pandemia; ii) la movilidad cotidiana asociada a las labores de
cuidado antes y durante la pandemia; y iii) los
cambios en la experiencia del cotidiano en el espacio público. Se optó por un
muestreo no probabilístico, reclutando a las participantes a través de la
técnica de la bola de nieve. Las seis participantes fueron adultas, que tienen
al menos una persona a su cuidado (ya sea hija/o, sobrina/o, hermana/o,
madre/padre, vecino/a, persona cercana, etc.) y que se reconocen como jefa de
hogar.
Debido
a la pandemia por covid-19, se aplicó la técnica de entrevistas
semiestructuradas y de mapas exploratorios de forma remota, utilizando la
plataforma Zoom. La entrevista y su correspondiente mapeo con cada mujer
contempló dos partes: una primera centrada en cómo eran las labores de cuidado
y la movilidad precovid, mapeando sus desplazamientos
y experiencias cotidianas; en una segunda parte se argumenta cómo la pandemia
afectó las labores de cuidado y la movilidad de cada una.
El
Barrio San Cristóbal, ubicado al norte de la comuna de Recoleta, se conformó a
través de tomas de terreno y se ha consolidado como población popular. En el
último índice de prioridad social [IPS] (2019) –que considera parámetros como
ingreso, línea de pobreza, situación educacional y de salud– se categoriza a
Recoleta con prioridad media alta con un 74 %; en las comunas pericentrales se concentran las cifras más negativas
(Secretaría Regional Ministerial de Desarrollo Social y Familia 2019). Por esto
se considera una zona vulnerada que requiere de programas y recursos estatales.
Un
análisis de la categoría género en Recoleta arroja que en el barrio existen 22
411 hogares con jefatura femenina, dato que representa un 45 % del total de
hogares de la comuna (INE 2017), un 2 % mayor a la cifra total de jefas de
hogar de la Región Metropolitana correspondiente a un 43 %. La comuna de
Recoleta se halla entre las que presentaron una de las cifras más alarmantes en
la llamada “primera ola” de la pandemia en Chile, con una tasa de 86,8
fallecidos por cada 100 000 habitantes a mediados de junio del 2020 (Said
2020), mientras que a nivel de la Región Metropolitana se registró una tasa de
43,8 fallecidos por cada 100 000 habitantes. Una de las principales razones que
explicaría este alto número de muer- 21 tes producto del coronavirus es el hacinamiento, pues
resulta imposible lograr un suficiente distanciamiento y espacios separados
para los habitantes de una misma vivienda. A este motivo se suman la pobreza y
la falta de acceso a la salud, factores que también incidieron en los altos
niveles de contagio (Cafaro 2019; Falú 2020) en el
área de estudio (figura 1).
Figura 1. Área de estudio
Elaboración
propia a partir de Google Earth.
Nota:
A la izquierda, la Comuna de Recoleta; a la derecha, el barrio San Cristóbal de
dicha comuna.
A
continuación, se presentan las experiencias de movilidad cotidiana de seis
mujeres del barrio San Cristóbal. Se analizan sus actividades cotidianas y sus
experiencias de movilidad en relación con el cuidado tomando como referencia
dos momentos: uno previo a la pandemia y otro a partir de los cambios producto
de esta.
Para
desarrollar el análisis, se realizó una clasificación en cuatro motivos de
actividades cotidianas en torno a la movilidad de las entrevistadas: 1) trabajo
doméstico no remunerado, 2) labores de cuidado no remuneradas, 3) trabajo
remunerado, y 4) actividades de autocuidado (actividades personales) (CEPAL
2016), como consta en la tabla 1. También se tuvo en cuenta la frecuencia de
dichas actividades (tabla 2). Si bien en la investigación en la que se basa
este texto, se busca analizar en particular la relación movilidad
cotidiana-labores de cuidado y sus cambios dada la pandemia, es necesario comprender
la cotidianidad general de las entrevistadas y cómo sus actividades están
ligadas a los cuidados que realizan en beneficio de otras personas.
Tabla 1. Clasificación de actividades
cotidianas de las entrevistadas
Actividades
cotidianas ligadas a… |
Clasificación
y descripción |
Trabajo
doméstico no remunerado |
Se
consideran las actividades que producen bienes y servicios para uso, consumo
y beneficio de los miembros del hogar sin recibir retribución monetaria. Son,
por tanto, actividades relacionadas con el concepto de reproducción social,
es decir, de mantenimiento y reproducción de la fuerza de trabajo (CEPAL
2016). Actividades: - Preparar
y servir comida - Limpieza
de la vivienda - Lavado
y cuidado del vestuario - Mantención
o reparación del hogar - Administración
del hogar - Compras
para el hogar (incluye traslados) - Cuidados
de mascotas y plantas |
Tabla 1. (Continuación)
Elaboración propia.
Nota: La categorización se
basa en la Clasificación de Actividades de Uso del Tiempo para América Latina y
el Caribe (CAUTAL), instrumento que se enmarca en el contexto regional para la
producción de estadísticas sobre uso de tiempo y temáticas de género.
Tabla 2. Identificación de la frecuencia de
sus actividades cotidianas
Frecuencia |
Descripción |
Frecuentemente |
Actividades
que realizan entre tres y cuatro veces por semana. |
Relativa
frecuencia |
Actividades
que realizan por lo menos una vez por semana. |
Poca
frecuencia |
Actividades
que realizan una vez cada dos semanas o una vez al mes. |
Elaboración
propia.
Al
dibujar y superponer las movilidades y actividades cotidianas que realizaban
las seis entrevistadas previo a la pandemia (figura 2), se evidencia que las
mujeres se movían principalmente en relación con el cuidado de otras personas
(labores de cuidado no remunerado), yendo a dejar a hijos/as al colegio,
visitar a familiares (en su mayoría personas mayores) y realizando
acompañamientos a actividades recreativas en plazas cercanas al barrio (figura
2). Asimismo, más de la mitad de los recorridos en torno a estas actividades de
cuidado eran realizadas a pie, tanto dentro del barrio como en sectores
cercanos; las mujeres caminaban en general un promedio aproximado diario de 2,9
km previo a la pandemia.[i]
Se observa una alta frecuencia de mucho de estos recorridos a pie, relacionados
en gran parte con las actividades de cuidado, pero también con trabajos
remunerados que realizaban durante la semana.[ii] Por
otro lado, las mayores distancias eran realizadas a través de vehículos, de
transporte público o particular.
Figura
2. Mapeos actividades y movilidad de entrevistadas antes de la pandemia
Elaboración
propia con base en entrevistas y mapeos virtuales.
Destaca también la
movilidad de las entrevistadas en torno a la realización de trabajo doméstico
no remunerado, la mayoría de las veces ligado a compras de alimentos para el
hogar. Dichas compras en general eran adquiridas en supermercados dentro de la
comuna (figura 2), lo cual requería moverse en el transporte público,
colectivo, en auto particular y ocasionalmente a pie, dependiendo de la
cantidad de compras, según relatan algunas de las entrevistadas. En cambio, las
compras del día a día eran realizadas frecuentemente dentro del barrio,
caminando hacia almacenes, las propias ferias del barrio u otras cercanas a
este (figura 3). En tal sentido, algunas entrevistadas relatan su relación con
el entorno barrial, con vecinos y vecinas, y con los comercios de dicho sitio
como factores que generan mucha identidad y arraigo hacia el sector.
Figura
3. Mapeo actividades y movilidad de entrevistadas en pandemia.
Elaboración propia
con base en entrevistas y mapeos virtuales.
Las
entrevistadas expresaron varias experiencias negativas en torno al barrio y la
experiencia de movilizarse tanto dentro como fuera de este. Destacaban
comentarios negativos sobre los microbasurales en algunos sectores, la
realización de corridas o pruebas de autos en calle Gac
Ovalle, perros agresivos y situaciones relacionadas con otros vecinos, como
ruidos molestos. Dos mujeres mencionaron las condiciones del espacio público en
el sector, particularmente el pavimento dañado en algunos puntos (calle
Uruguay) y la falta de arborización (Av. Pedro Donoso Vergara). Asimismo, las
entrevistadas relatan y visibilizan las dificultades que les generan las malas
condiciones de calles y veredas para movilizarse en torno a labores de cuidado
(mala pavimentación o falta de pavimentación, hoyos, vehículos mal
estacionados, etc.). A modo de ejemplo, una mujer que cuida a un hijo en
situación de discapacidad señala los obstáculos que enfrenta con la silla de
ruedas por las malas condiciones de muchas veredas:
[…] Hay una parte en la calle Gac Ovalle en donde las personas estacionan los autos en
las veredas, en casi toda la calle en verdad, y no están muy buenas. Entonces
tengo que bajar a la calle para poder pasar con el niño. Igual es complicado
porque tener que bajar a la calle, pasan autos de repente, no faltan los que
andan rápido […] Tienes que ir haciéndoles el “quite” a las veredas (entrevista
a mujer de 37 años, Recoleta, Santiago, 27 de septiembre de 2020).
Otra mujer, que cuida a su padre, indica:
Por ejemplo, en el caso de mi papá,
de llevarlo al consultorio, nos íbamos básicamente por la calle, era mejor
llevarlo por la calle porque la vereda está mala, mal hecha […] (entrevista a
mujer de 57 años, Recoleta, Santiago, 16 de septiembre de 2020).
Ambas
citas reflejan las dificultades cotidianas que viven mujeres con personas a su cuidado
al movilizarse por sus barrios, debido a las malas condiciones de calles y
veredas. Finalmente, se observa que previo a la pandemia la cotidianidad en
torno al barrio de las seis entrevistadas se ligaba tanto al trabajo doméstico
y las labores de cuidado como también al trabajo remunerado en la mayoría de
las mujeres. Solo dos mujeres no recibían remuneración por su trabajo, porque
tenían a su cuidado personas dependientes en su totalidad y esa situación de
cuidadoras permanentes no lo permitía. Se observa también que las mujeres
entrevistadas no mencionan (salvo una) realizar actividades que tengan impacto
solo en sí mismas, en el bienestar propio, es decir, que sean consideradas
actividades de autocuidado, lo que muestra su trabajo de cuidado constante en
relación con otras personas. Asimismo, se puede deducir que las mismas
entrevistadas no relevan como parte de su cotidiano actividades que sean 26 para su beneficio
individual, teniendo en cuenta que puedan existir o no.
En
relación con las actividades y movilidades cotidianas llevadas a cabo por las
entrevistadas previo a la pandemia, durante la emergencia sanitaria[iii]
estas cambiaron radicalmente para ellas. En el caso de las seis entrevistadas,
al superponer sus actividades y movilidades durante la pandemia (figura 3) se
evidencia claramente la reducción de su movilidad, el cambio de dinámicas en
torno a las labores y el lugar dónde llevaban a cabo el cuidado y las tareas
domésticas. En este sentido, las labores de cuidado se realizaron
principalmente en casa durante la pandemia, como el cuidado de niños/as y
personas mayores. Asimismo, se puede observar que las actividades cotidianas en
pandemia de las seis se volcaron a realizarse principalmente en sus barrios y
se relacionaron en su mayoría con trabajos domésticos, particularmente con la
compra de alimentos y artículos de primera necesidad. Gran parte de los lugares
donde se dirigían las entrevistadas para realizar estas actividades estaban
ubicados en la Av. El Salto, un eje donde se concentran diferentes servicios de
comercio (almacenes, locales de comida), por lo que en pandemia las
entrevistadas comenzaron a comprar más comúnmente en los almacenes cercanos al
barrio, para así no tener que moverse a grandes distancias, ocupar el
transporte público y exponerse al contagio con el virus.
Cabe
señalar que, aunque haya aumentado el uso de almacenes del barrio y entorno
barrial, bajó considerablemente la frecuencia con la que se movilizaban las
entrevistadas en general. Las mujeres salían fuera del hogar una o dos veces a
la semana como máximo, e incluso había semanas en las que no salían debido a
las cuarentenas y por resguardo personal de sus familias y de sí mismas ante el
riesgo de contagio. Asimismo, salían por lo general solas, a diferencia de las
salidas antes de la pandemia cuando se movilizaban acompañadas de sus hijos/as,
etc. (figura 3). Es importante mencionar que los pocos viajes realizados
durante la pandemia se realizaron a pie y las mujeres recorrieron en general un
promedio diario de 1,7 km en pandemia se redujo considerablemente la caminata
diaria al comparar esta cifra con lo caminado a diario previo a la pandemia
(aproximadamente 2,9 km).
Se
reconoce también que todas las entrevistadas se movilizaron durante la pandemia
con una baja frecuencia a lugares fuera del barrio o sus alrededores, y lo
hacían a través de un automóvil suyo particular o de un familiar (figura 3),
para así no tener que verse expuestas a utilizar el transporte público por
temor a contagiarse con el covid-19. Se observa también que las actividades que
las mujeres realizaban fuera del entorno barrial se relacionaban principalmente
con labores de cuidado, ya sea de otros familiares o de llevar a hijos/as a espacios
abiertos que permitan cierta recreación, pero con una menor frecuencia en
comparación con la etapa prepandemia. Con relación a esto, aquellas mujeres que
tienen a su cuidado a niñas y niños expresaron que fue necesario sacarlos del
encierro debido al estrés que estaba significando, tanto para ellos como para
madres y padres, el no poder recrearse, jugar y salir a la calle, considerando
también que existía poco espacio dentro de los hogares. Esto resulta
particularmente complejo si se tiene en cuenta que existe un número reducido de
áreas verdes en el barrio y sus alrededores, por lo que son pocos los lugares
donde las mujeres podían llevar a sus hijas e hijos.
En
cuanto a la experiencia de movilidad cotidiana en el contexto de pandemia, la
mayoría de las entrevistadas destaca que su mayor preocupación al momento de
salir al espacio público era tener que encontrarse con otras personas, más aún
con aquellas que no respetaran las medidas sanitarias como el distanciamiento
físico o el uso de mascarilla. Asimismo, varias mujeres relevaron que hubo
vecinos que realizaban actividades como fiestas o reuniones, lo cual les
generaba frustración y preocupación a ellas y sus familias.
Algunas
de las entrevistadas perdieron sus trabajos durante la pandemia, por lo que
debieron buscar nuevas formas de abastecerse o generar redes de apoyo
comunitario en el sector. A lo anterior se suma el aumento de las tareas
domésticas dada la permanencia de todas las personas en el hogar, lo cual
significó el incremento del trabajo doméstico y las labores de cuidado,
situación que fue revelada por todas las mujeres partícipes de esta
investigación. El aumento de la carga de trabajo doméstico y de cuidados en
manos de mujeres en el contexto de pandemia se vivió en todo el mundo (Falú
2020). Si bien las mujeres históricamente han asumido tal rol (Daly y Lewis
2000; Esquivel 2013; Sánchez de Madariaga y Zucchini 2020), la actual crisis lo
ha exacerbado, y ha extendido el cuidado del hogar a las redes locales y
próximas a este.
Finalmente,
se evidencia que, en el contexto de la pandemia, el cotidiano de las
entrevistadas, y también de sus familias, se vio volcado hacia el hogar, el
barrio y el entorno cercano a este; ello dimensionó a los cuidados y las
labores domésticas como una necesidad vital, tal como es alimentarse y cuidarse
unos/as a otros/as ante un momento crítico (Svampa
2020). En este sentido, adquiere relevancia el espacio público vecinal, ya que
en este contexto de crisis se refleja lo imprescindible y necesario que es este
territorio común, aquel espacio de proximidad en el cual se puedan satisfacer
las necesidades básicas (Giglia 2020) y en el cual
también surgieron redes de apoyo para enfrentar la crisis. Un ejemplo claro de
esto fue el desarrollo de ollas comunes, que permitieron colectivizar los
cuidados de muchas familias en el barrio entre organizaciones y las mismas
familias; se llegó a entregar más de 100 almuerzos, una actividad desarrollada,
una vez más, principalmente por mujeres. Lo anterior evidencia lo relevante que
fue la articulación entre familias y organizaciones sociales para atender la
emergencia social y sanitaria en relación con los cuidados, es decir, lo
importante que fue la organización social de los cuidados que se vio cargada
hacia las familias y 28 organizaciones
vecinales; esta información se reiteró en varias de las entrevistas.
Esta
investigación muestra que previo a la pandemia la movilidad de las mujeres que
cumplían labores de cuidado, así como otro tipo de labores remuneradas,
presentaban una multiplicidad de viajes en relación con las labores de cuidado
y también con trabajos domésticos, dentro y fuera del barrio, asunto ya
planteado en otras investigaciones (Herrmann-Lunecke,
Mora y Sagaris 2020; Pérez 2019). Ya antes de la
pandemia esta movilidad se daba de manera importante a través de la caminata,
sobre todo, en torno al espacio barrial, tal como lo evidencian otros estudios
(Figueroa y Forray 2015; Herrmann-Lunecke,
Mora y Sagaris 2020; Sagaris
y Tiznado-Aitken 2020). Queda en evidencia también
que, tanto previo a la pandemia como durante esta, las mujeres no tienen en
general tiempo para actividades de autocuidado, por ejemplo, tiempos de ocio,
para hacer actividad física u otra, dada la sobrecarga de trabajos domésticos,
labores de cuidado o trabajo remunerado (CEPAL 2016).
La
llegada de la pandemia cambió radicalmente todas las dinámicas barriales y en
particular las dinámicas en torno a los cuidados. Se evidencia la realización
de gran parte de las actividades de las mujeres en sus barrios (no así en mayor
cantidad dado el confinamiento), movilizándose principalmente a través de la
caminata a puntos cercanos al hogar, y dentro de este espacio. La mayoría de
las actividades estaban ligadas a trabajos domésticos y labores de cuidado en
torno a, principalmente, el grupo familiar, intensificadas dentro del lugar
habitacional (Falú 2020).
En
este sentido, frente a las problemáticas derivadas de la pandemia, en los
sectores más empobrecidos se llevaron a cabo acciones de autogestión, como las
“ollas comunes” para proveer de alimento a las familias sin recursos o que
fueron quedando sin estos, por lo que se potenciaron las redes de apoyo y se
colectivizaron los cuidados en los barrios. Así, la organización social del cuidado
producida y distribuida particularmente por familias y organizaciones sociales
aumentó en dicho entorno y fue realizada principalmente por mujeres. Estas
acciones colectivas pueden considerarse fundamentales para visibilizar los
cuidados y cuestionar y replantear la forma en que actualmente se enfrentan.
A
nivel urbano, la pandemia refleja la urgencia de que la escala barrial se
reposicione como necesaria para enfrentar la crisis y posiblemente el futuro
urbano social (Falú 2020). En este sentido, las tácticas comunitarias para
enfrentar la crisis de la pandemia han sido fundamentales, pero es necesaria
una mayor presencia del Estado, particularmente en torno a las temáticas del
cuidado, que ha sido asumido en gran parte por las mujeres. Esto ha significado
un aumento considerable de la carga laboral en torno a trabajos domésticos y de
cuidado para ellas. Por lo anterior, resulta fundamental que las redes de
cuidado y la labor en torno a este, se aborden de manera 29 integral desde las
diferentes instituciones, hogares y sociedad en su conjunto, y deje de
relacionarse y entenderse solamente dentro del hogar (Comas d’Argemir
2016; Valdivia 2018). Así, el cuidado podría abordarse desde la multiplicidad
de aspectos que afecta, por ejemplo, desde el espacio urbano.
Al
analizar el caso del barrio San Cristóbal, y en palabras de varias
entrevistadas, para facilitar las movilidades alrededor del cuidado es urgente
mejorar las condiciones del entorno construido. Desde las políticas urbanas, es
fundamental relevar la importancia de que el espacio público es un espacio de
soporte para muchas actividades de cuidado, incluyendo la movilidad del
cuidado. Así, las políticas públicas deben, por ejemplo, promover la
accesibilidad universal y atender las necesidades de niños/as y personas
mayores, es decir, deben generar espacios públicos para el encuentro de la
diversidad de corporalidades y cuerpos no hegemónicos que conviven día a día en
el entorno urbano. Se requieren infraestructuras que permitan el desarrollo de
labores de cuidado no solamente en el hogar, sino también en otros espacios,
estructuras materiales y socioculturales, lo que Inés Sánchez de Madariaga
(2009) denomina infraestructuras para la vida cotidiana.
Asimismo,
más allá del ámbito urbano, es necesaria la revisión de las estrategias de
cuidado en diferentes escalas y aspectos, desde lo laboral, la participación
social, la educación, y muchos otros ámbitos. En tal sentido, las políticas
públicas son fundamentales para visibilizar y abordar labores de cuidado tanto
en los hogares como en el espacio público.
Al
respecto vale apuntar que en Chile prácticamente no existen políticas públicas
que aborden los cuidados de manera integral, aparte de unas pocas que buscan
apoyar a las mujeres desde lo económico en relación con sus hijos/as.[iv]
Ahora bien, una oportunidad que se está dando en el país es la redacción de una
nueva constitución a partir de la Convención Constitucional. En este proceso la
temática de los cuidados está siendo fuertemente relevada y considerada, por
ejemplo, como parte de las iniciativas populares de normas propuestas por la
ciudadanía y levantadas también por convencionales feministas, lo cual podría
impulsar futuras gestiones y políticas que consideren los cuidados como una
corresponsabilidad social abordada desde toda la estructura social.
En
definitiva, resulta fundamental trabajar no solo en la visibilización
de los cuidados que realizan miles de mujeres, su mejor distribución entre
géneros y un mayor apoyo por parte del Estado, así como en crear una
infraestructura para las diversas necesidades de cuidado que siempre han
existido en nuestros espacios públicos y calles.
La
investigación en la que se basa este artículo fue financiada por la Agencia
Nacional de Investigación y Desarrollo de Chile (ANID), a través del Fondo
Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (FONDECYT) Regular N.°1200527.
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Entrevista
a mujer de 57 años, Recoleta, Santiago de Chile, 16 de septiembre de 2020.
Entrevista a mujer de 37
años, Recoleta, Santiago de Chile, 27 de septiembre de 2020.
Notas
[i]
Para este cálculo se consideraron los metros lineales de caminata diaria de
cada entrevistada y se promediaron entre las seis consultadas, contemplando
actividades que comúnmente realizaban los días de la semana previo a la
pandemia.
[ii]
La circulación de las entrevistadas en su barrio se da principalmente en vías
importantes o vías que permiten la conexión hacia otros sectores (figura 1).
[iii]
Se consideró para esta investigación el período entre el inicio de las
cuarentenas (marzo de 2020) y las primeras salidas de las entrevistadas cuando
los casos de coronavirus comenzaron a disminuir (septiembre de 2020).
[iv] Un ejemplo es el “Bono por hijo”, beneficio que entrega el Estado para aumentar la pensión de las mujeres que han tenido hijos/ as (adoptados/as o nacidos/as), y que busca remunerar la labor de cuidados llevada por mujeres a lo largo de su vida. No obstante, este aumento de pensión tiene un impacto mínimo en las pensiones de mujeres, y no tiene una mirada integral en relación con otros aspectos de la vida y trabajos de cuidado.