Retos al feminismo
popular: intervenciones urbanas en el Pedregal de Santo Domingo, México
Challenges for popular feminism: Urban interventions in
Pedregal de Santo Domingo, Mexico
Dra. Socorro Pérez-Rincón. Profesora asociada. Universidad de Barcelona y Centro
Universitario Internacional de Barcelona (UNIBA) (España).
(urbperezrincon@gmail.com) (https://orcid.org/0000-0002-2625-4370)
Recibido:
15/10/2021 • Revisado: 03/12/2021
Aceptado:
11/03/2022 • Publicado: 01/05/2022
Cómo citar este artículo: Pérez-Rincón, Socorro. 2022. “Retos al feminismo
popular: intervenciones urbanas en el Pedregal de Santo Domingo, México”.
Íconos. Revista de Ciencias Sociales 73: 97-120. https://doi.org/10.17141/iconos.73.2022.5228
En
este artículo se resume un recorrido teórico y práctico por diferentes aspectos
de la intervención urbana y el diseño colaborativo en la colonia Pedregal de
Santo Domingo, México. Se utiliza como metodología un circuito de
investigación-acción participativa (IAP). En la primera parte se identifican
posturas, escalas y fundamentos teóricos para llegar a un posicionamiento
crítico y ético ante la planificación urbana; se incluyen los aportes del
feminismo, en particular del feminismo popular, y de la perspectiva comunitaria
que transforma radicalmente la forma de participar y mejorar el espacio. La
segunda parte contiene el relato sobre la experiencia del proyecto Casa de las
Mujeres “Ifigenia Martínez”, el análisis cartográfico colaborativo y los
resultados de los talleres realizados con las mujeres de la colonia. Por
último, se incluye una reflexión sobre la experiencia comunitaria y los retos
de la planificación e investigación urbanas, focalizada en las cada vez más
amplias desigualdades de género. Se concluye que las prácticas urbanas que
apuestan por la dimensión ética de la planificación y la aplicación de
metodologías feministas contribuyen con el diseño de nuevos espacios para la
convivencia y el enfrentamiento a la inseguridad y la violencia que
experimentan las mujeres.
Descriptores: ética de la planificación; feminismo
popular; hábitat; intervenciones urbanas; metodología feminista; mujeres.
This article reviews a theoretical and practical journey through different aspects of urban intervention
and collaborative design in
the Pedregal de Santo Domingo neighborhood,
using as methodology a research circuit and participatory action (IAP). This text will
be used as a pedagogical resource for urban
planning, architecture, and
students in other related disciplines interested in
urban transformation. The first part
of the article
identifies positions, scales,
and theoretical bases to develop a critical and ethical proposal in relation to urban
planning, including feminism’s contributions, particularly those of grassroots feminism.
This community perspective radically transforms ways of participating and habitat improvement. The second part
contains an account of the
experience of the Casa de las Mujeres
"Ifigenia Martínez" project, collaborative cartographic analysis, and results from the workshops conducted with neighborhood women. Finally, the article
includes a reflection on community experiences
and challenges of urban planning and research, focusing on growing gender
inequalities. It is concluded that
urban practices geared towards the ethical dimension
of planning and the application of feminist methodologies
contribute to designing new spaces for coexistence and addressing insecurity and violence experienced by women.
Keywords:
popular feminism; habitat; women; ethics of
planning; urban interventions; feminist methodology.
En
la actualidad, cada vez se están multiplicando más las intervenciones urbanas
con una perspectiva de género, producto de las agendas locales y los mandatos
de diversas leyes nacionales e internacionales sobre la igualdad, y gracias a
la presión de diferentes grupos feministas. Sin embargo, el discurso
institucional muestra a veces un horizonte ficticio de igualdad que todo lo
pinta de lila, tratando de ocultar la violencia institucional. Actuar y
reflexionar sobre los proyectos en los que participamos es fundamental para
generar una posición crítica alrededor de la planificación urbana, la
arquitectura y todas las disciplinas relacionadas con la transformación del
espacio. El artículo presenta un recorrido teórico y práctico por diferentes
momentos de la colaboración con los grupos de mujeres en la colonia Pedregal de
Santo Domingo, dentro del proyecto Casa de las Mujeres “Ifigenia Martínez”,
utilizando como metodología un circuito de investigación-acción participativa
(IAP) con enfoque feminista.
La
colaboración con las mujeres de la colonia surgió de la necesidad de hacer una
investigación práctica, para posteriormente trasladar a las aulas la enseñanza
de la planificación y el urbanismo con una perspectiva de género
transdisciplinar y socialmente comprometida. Ello permite romper con el modelo
de urbanismo centrado en el marketing urbano global y
los negocios especulativos. Desde las universidades, es necesario implicarnos
en una formación de profesionales dispuestos a generar teoría urbana crítica,
colaborar con proyectos comunitarios y denunciar la prevaricación urbanística.
La investigación en la que se basa el artículo se centra en las mujeres, en la
respuesta y participación en los proyectos urbanos, trata la relación entre los
paisajes proyectados y la percepción social de estos nuevos proyectos. Estos se
consideran espacios de inclusión o exclusión para restar o sumar en beneficio
del bien común y redefinir los límites entre lo público y lo privado.
El
texto se organiza en tres partes. La primera es teórica, donde se identifican
cuatro posturas a partir de la práctica sobre los fundamentos teóricos y
metodológicos para llegar a un posicionamiento crítico y ético de la
planificación urbana, desde las diversas aportaciones de los feminismos, en
particular del feminismo popular. Esta perspectiva comunitaria, en concreto,
transforma radicalmente el modo de participar y abordar las formas de colaborar
en el mejoramiento del hábitat, lo cual permite rechazar el modelo urbano de
ciudad-espectáculo y resistir ante los proyectos neoliberales especulativos que
acechan las colonias populares en América Latina. En la segunda se relatan las
experiencias: el análisis cartográfico colaborativo, los talleres organizados
con grupos de mujeres en el Pedregal de Santo Domingo y el proyecto comunitario
Casa de las Mujeres en el parque del Copete. En la tercera, a modo de
conclusión, se retoma la experiencia y el diálogo teórico para reflexionar
sobre la planificación y la investigación urbana focalizada en las cada vez más
numerosas desigualdades de género.
Con
este trabajo se pretende destacar la decisiva autogestión de las mujeres en la
consolidación del espacio habitable en los barrios autoconstruidos de América
Latina, en la conciliación de la residencia con el lugar de trabajo, en el
cuidado de niños y mayores, el empleo informal y la socialización de saberes
domésticos como medio de participación pública y mejoramiento de la calidad de
vida. Diversas acciones de las mujeres en la vida pública ponen de manifiesto
el abandono institucional de los barrios autoconstruidos y la reivindicación de
las mujeres contradice los clásicos estereotipos de género. Se ha buscado
precisamente estudiar los espacios urbanos conflictivos en el entramado del
barrio y el parque del Copete, donde coinciden estas dinámicas contradictorias:
incidentes violentos, la percepción de inseguridad y una lucha organizada por
las mujeres que reclama acciones contundentes para evitar todo tipo de
violencia y mejorar las condiciones del parque.
Además,
con esta aproximación también se pretende visibilizar una representación
alternativa del territorio desde el feminismo que permita imaginar y diseñar
otros modelos de intervención urbana, priorizando el análisis cualitativo que
integre diferentes escalas y puntos de vista, a partir de la mirada y los
imaginarios femeninos (Silva 1997). Dicho de otro modo: una participación sin
recetas, centrada especialmente en la voz de las mujeres que emprenden luchas y
elaboran narrativas de las dinámicas cotidianas, generalmente invisibles para
el urbanismo. El análisis cualitativo 99 permite interpretar diferentes espacios urbanos
marcados por la crisis, la violencia y la desidia institucional, mal
caracterizados como espacios desordenados o caóticos.
En
los últimos 30 años numerosas planificadoras urbanas (Hayden 2005; Leavitt
1986; Greed 1994; Sandercock
1998; Fainstein y Servon
2005) han visibilizado la cara femenina de los problemas urbanos. Asimismo, han
evidenciado la manera en que la práctica de la planificación en los distintos
modelos urbanos, que paradójicamente tenían una concepción de género implícita,
había ignorado dicha cara reforzando las desigualdades de género.
El
feminismo materialista de mediados del siglo XIX intentó generar una revolución
en la forma de entender el trabajo doméstico, con la intención de socializar el
mundo reproductivo a través de su materialización en el diseño de espacios comunitarios
para cuidar, limpiar, cocinar, etc. Algunos experimentos arquitectónicos y
planes influenciados por el socialismo utópico, dirigidos a las clases
populares y que sitúan la abolición de la propiedad y el trabajo cooperativo en
el centro, constituyen modelos muy poco visibilizados en la historia de la
arquitectura y el urbanismo (Hayden 1999); por ejemplo, viviendas sin cocina,
zonas con el lavado colectivo y espacios para cuidar a los niños.
En
las últimas décadas del siglo XX, en plena destrucción de muchos centros
históricos, surge un conjunto de iniciativas teóricas (Wekerle
1984) y prácticas que tratan de visibilizar la ciudad como un constructo
ideológico y material que no es neutro, ya que representa y materializa
sistemas de poder y desigualdades de clase y género. Por tanto, su forma, usos
y políticas de intervención responden a los intereses de las clases dominantes
con valores que excluyen especialmente a las mujeres pobres, monoparentales y
migrantes.
Los
temas relacionados con el género dentro del ámbito de la planificación emergen
de diferentes posiciones: desde el análisis del estatus económico de las
mujeres, su localización y movilidad a través del espacio construido, y hasta
las relaciones entre producción capitalista y patriarcado. En dichas posiciones
se develan las diferentes formas de opresión que se representan en el espacio
público y privado.
En
la planificación con perspectiva de género, se pueden identificar las
aportaciones de la teoría feminista a la teoría de planificación. Ambos ámbitos
teóricos han seguido definitivamente trayectorias paralelas y han alcanzado
espacios críticos de coincidencia con planteamientos cada vez más
interdisciplinarios. Helen Liggett (1992) indica tres
maneras en qué la teoría feminista nutre a la planificación urbana: la primera,
incluyendo a más mujeres dentro del campo práctico de la planificación urbana;
la segunda, analizando las desigualdades de género en los estudios urbanos; y
la tercera, venciendo los límites inherentes al argumento neutral de la
planificación, en el que no se reconoce la segregación de los habitantes por su
clase social, sexo, raza, etc.
A modo de recorrido teórico, se
identifican cuatro corrientes producto de la relación entre escalas
territoriales, feminismos y el objeto teórico-práctico de la planificación y el
urbanismo. Se describen seguidamente.
a) En
la escala del cuerpo: la geografía y la teoría psicológica como herramientas de
percepción del entorno diferenciada por género.
b) Para
las desigualdades globales y la división sexual del espacio: una relectura del
marxismo, denunciando la alianza entre patriarcado, capitalismo y planificación
neoliberal.
c) Para
el reconocimiento de la diferencia, el derecho a la ciudad, y la subordinación
como categoría de opresión y de invisibilidad discursiva de las mujeres: el
análisis crítico de los feminismos poscoloniales.
d) En
las resistencias cuerpo-territorio: la práctica del feminismo popular,
comunitario y decolonial, basada en la vinculación activista en la defensa
activa de territorios contra el extractivismo
neoliberal y la desposesión de la clase popular.
a)
En la primera corriente, los resultados de la percepción diferenciada del
entorno y la aplicación de metodologías empíricas de percepción marcan posibles
pautas de actuación en cada estudio de planificación. Se trata de identificar
las percepciones de las mujeres, a través del uso de herramientas de análisis
cualitativo, influenciado por la psicología ambiental y la geografía (McDowell
2000). Se ha llamado a estas aproximaciones “mujeres y estudios ambientales del
entorno”. Esta línea de planificación se ha centrado sobre todo en las
emociones y percepciones espaciales de las mujeres, que permiten hacer
diagnósticos participativos. Este tipo de estudios son una importante herramienta
metodológica, centrada en el carácter subjetivo de la percepción de la ciudad,
la diversidad de miradas y las situaciones de confort y accesibilidad.
Una
de sus referencias ideológicas se vincula al movimiento “situacionista” de los
años 60, que a través de la deriva sitúa en un mapa las emociones subjetivas,
recorre y representa la ciudad en contraposición con la imagen aséptica de
ciudad racional. Jane Jacobs (1973), periodista, activista y autora de Vida
y muerte de las grandes ciudades, es una referente de las
percepciones de una ciudad humanizada como antítesis del urbanismo
funcionalista y esteticista; sus postulados son retomados por muchos grupos
feministas para impulsar paseos por la ciudad, con las comunidades de base,
identificando hitos feministas en el paisaje.
b)
En la segunda corriente, con las desigualdades globales, el neoliberalismo y la
división sexual del espacio, se ha visibilizado la relación entre la
reproducción y la producción como dos aspectos de un mismo proceso (Benería y
Sen 1983), en el 101 que
la reproducción y los cuidados han quedado ocultos y aparentemente fuera de la
economía. Desde una perspectiva marxista se remarca la relación entre
patriarcado y capitalismo analizando la escisión del valor con las actividades
que no revalorizan al capital, pero son necesarias para la vida (Scholz 2013).
Son
remarcables las aportaciones de la economía crítica feminista y de la
sociología en la macroescala, a la hora de analizar
la división sexual del trabajo en los territorios, las contrageografías
del trabajo informal, y el uso diferencial del tiempo. Ello aporta una base
fundamental para el debate con las comunidades de base y para repensar la
planificación y el urbanismo, colocando en el centro la vida en condiciones
dignas y visibilizando en los territorios las transformaciones por el conflicto
intrínseco con el capital global (Pérez Orozco 2014). Por ejemplo, Saskia Sassen (2003) muestra las diferencias de roles de género en
los nuevos mercados laborales internacionales y su territorialización en la
ciudad global. Se sitúa así la violencia como el principal recurso del poder
económico neoliberal y patriarcal en el proceso de acumulación capitalista
(Carrasco y Díaz 2017).
c)
Esta corriente se basa en el reconocimiento de la diferencia como diversidad de
vivencias culturales, la opresión sexual, el racismo…, que conforman una suma
de opresiones denominada “interseccionalidad”. La filósofa hindú Gayatri Spivak (2011) es una referente
del feminismo poscolonial, en la base de sus planteamientos están las
construcciones teóricas sobre la visibilidad y la voz de los sujetos
subalternos, junto con la crítica de la visión eurocéntrica del conocimiento.
Desde esta perspectiva, Ananya Roy (2011) aporta una
visión a la teoría de la planificación desde otras geografías no occidentales,
otras modernidades que configuran un urbanismo subalterno y el exilio racial en
las ciudades del Norte Global. El objetivo teórico es la justicia espacial (Fainstein y Servon 2005), nutrida
por la teoría política de la justicia y la geografía cultural crítica
–contraria a la zonificación urbana, utilizada con fines discriminatorios–, que
trata de repensar el espacio público como mecanismo de redistribución y transformación
social para que sea accesible a diferentes grupos y formas de vida.
Leonie Sandercock (1998), en su libro Making the invisible visible (Hacer
que lo invisible sea visible), muestra las historias
de tensión racial en las ciudades, un tema tabú de la práctica urbanística
“neutra y racional”, y la manera en que la planificación urbana a través de la
zonificación, exportada a todo el mundo, ha sido el instrumento de control
residencial que ha reforzado el racismo y la segregación espacial, siguiendo la
tendencia de los procesos de regeneración urbana influenciados por la escuela
de Chicago, como sociología correctiva de los barrios pobres aplicada después
de la Segunda Guerra Mundial. Esta misma investigadora también define “la
ciudad justa” como la ciudad socialmente incluyente (Sandercock
1998), donde las diferencias sean reconocidas y respetadas. Sus planteamientos
se conectan con la teoría de la planificación urbana a partir de los discursos
teóricos alrededor de la exclusión, la identidad y la diferencia; asimismo
considera la intervención urbana como herramienta de mediación intercultural y
espacial para lograr la justicia social.
Tovi Fenster (1999) teoriza sobre del derecho a una ciudad
sexuada (gendered city). En su libro Gender, Planning and
Human Rights, identifica esta
ausencia en el modelo de Lefebvre, quien define todos los problemas en términos
espaciales. Fenster enfatiza cómo las relaciones del
poder patriarcal y religioso acotan el derecho de las mujeres a la ciudad, cuya
restricción tiene graves consecuencias en la apropiación de espacios y en la
participación de lo público, y se construyen así códigos morales en los
espacios públicos para delimitar de acuerdo con ciertas normas culturales.
El
feminismo de la diferencia desde el posestructuralismo
y el marxismo también aporta a las teorías de justicia un reconocimiento de las
diferencias culturales y de género. A partir de la valorización de la
diferencia y la lucha por la redistribución de recursos, que constituyen las
condiciones de vulnerabilidad de ciertos grupos sociales, entre ellos las
mujeres: cabezas de familia, inmigrantes, mujeres mayores y solas. Nancy Fraser
(1999) e Iris Marion Young (2000) aportan reflexiones teóricas sobre los
movimientos sociales que buscan la redistribución de recursos por clase social
y otros grupos que luchan por el reconocimiento, como es el caso de la
disidencia sexual. Fraser, en su artículo “Feminismo, capitalismo y la astucia
de la historia”, hace un análisis crítico del feminismo de la segunda ola y el
ascenso del neoliberalismo, investigando sobre la peligrosa asimilación de las
identidades subversivas por los circuitos del capital y las instituciones.
d)
La cuarta corriente desdibuja completamente la relación jerárquica del
planificador, el concepto de desarrollo territorial y el protagonismo pasa a
los feminismos comunitarios y el territorio encarnado en la insurgencia de los
grupos organizados de mujeres. La autora Ritzdorf
(1994) critica los argumentos de eficiencia en la toma de decisiones de las
instituciones, congruente con el privilegio de los conocimientos expertos del
planificador tecnocrático; resalta la violencia institucional que se traduce en
proyectos concertados con y para las élites globales, donde el concepto de
desarrollo formaría parte del discurso colonial e imperialista que no considera
a las comunidades de base de los lugares, por ejemplo, las indígenas (Chávez
2014). Desde una postura decolonial y activista de los feminismos críticos se
analizan las secuelas en la constitución geopolítica de la colonialidad
del poder global (Curiel 2009).
En
esta línea, desde América Latina surge el posdesarrollo como una posición
crítica planteada por Arturo Escobar (2016), que identifica al “desarrollo”
como una categoría eurocéntrica que promueve una mirada funcional del
territorio, a partir de nuevas funciones y proyectos que expulsan a las
sociedades vernáculas. Con el pretexto de modernizar, dichas comunidades son
separadas de sus medios tradicionales de subsistencia mediante procesos de
mercantilización de la naturaleza que generan diversas formas de dependencia.
En
América Latina, ha tomado gran relevancia el feminismo territorial popular y
comunitario que, a través de una variedad de movimientos populares con una alta
representación femenina (Gargallo 2014), muestran la relación entre el cuerpo y
el territorio, denunciando diferentes ámbitos de violencia patriarcal y
neoliberal que marcan el cuerpo de las mujeres (Segato
2016). También con estos feminismos se demuestra cómo el bien público se pierde
en retóricas que pretenden justificar el usufructo del uso de suelo por unos
cuantos, como el beneficio de todos/as, desplazando a las minorías a lugares
cada vez más marginales (Pérez-Rincón 2020). Un ejemplo de estás resistencias
en México es la cara femenina del Movimiento Urbano Popular y el feminismo en
los territorios indígenas, que luchan por tener una vivienda (Massolo 2002) y proteger sus territorios contra diferentes
tipos de extractivismo (turismo masivo, transporte
privatizado, eólicas, minería, etc.). Cada vez el feminismo comunitario está
más presente en la lucha contra la desigual política de las cadenas globales
extractivistas del neoliberalismo, a menudo encubierta con discursos de
proyectos urbanos o rurales que prometen el desarrollo. Tal y como podemos
apreciar en los recientes estallidos sociales en Ecuador, Chile, Perú, Bolivia
y México.
Como
conclusión de este acápite, se subraya que para abordar la intervención urbana
en cuanto lucha contra la discriminación sexual y territorial es necesario
remarcar que la organización del espacio contribuye a la estratificación de
género y clase. De este marco teórico, se resaltan cuatro ideas que se verán
reflejadas en las experiencias que se analizan: a) la importancia de las técnicas
colaborativas para cartografiar las emociones de las mujeres sobre su entorno,
b) la violencia que se configura en diferentes escalas territoriales, c) el
cambio del discurso sobre mujeres víctimas y la configuración de proyectos que
amplifiquen su poder de decisión y de reciprocidad comunitaria, y d) la
colaboración con la insurgencia femenina que existe en las colonias populares
para impulsar el mejoramiento barrial.
La
experiencia de intervención urbana que se aborda en este texto se realizó en la
colonia Pedregal de Santo Domingo – este artículo es una secuencia de otro
texto que contextualiza la zona de estudio y el poder del feminismo popular
(Pérez-Rincón 2020)–. Se pone el foco en relatar con mayor amplitud la
experiencia de colaboración con grupos de mujeres y el diseño del equipamiento.
El objetivo fue encontrar un proyecto que impulsará esta capacidad de
transformación urbana de las mujeres; a este fin se suma la idea de identificar
qué pasa hoy con la potencia femenina del movimiento urbano popular que ha
autoconstruido los barrios en la Ciudad de México, en lugar de esta mujer infrarrepresentada (Spivak 2011) que dibujan las políticas públicas.
El
barrio se localiza en el sur de la Ciudad de México, en un sector más central
junto a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), consolidado a partir
de los años 70. El Pedregal de Santo Domingo es la colonia autoconstruida más
grande de América Latina. Su fundación actualizó en la práctica la premisa
revolucionaria que sustenta el origen de la propiedad colectiva: “la tierra es
para quien la trabaja”, para redefinirla en una utopía realizable, “la tierra
es de quien la habita” (Enciso 2002).
En
la actualidad es un barrio totalmente consolidado, con una historia potente que
muestra en su génesis y en su consolidación el protagonismo de las mujeres
(figura 1). Su morfología urbana está formada por una peculiar relación entre
el espacio público y el privado, producto de la construcción colectiva de la
colonia. Así explica una vecina su experiencia:
Fueron
tiempos difíciles, llegué a un terreno baldío situado en un cerro, con nada
más, con ningún servicio básico, más que con las pipas de agua. Luz y Fuerza
fue la primera en entrar a dar servicios en la zona; así como establecer un DIF
[Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia] con servicios y
tambos de agua potable; nueve años después, llegó el servicio de agua potable a
su casa y es hasta la década de los 80 que se empiezan a pavimentar las calles.
Poco a poco, se fue construyendo, pero sobre todo a base de lucha (entrevista a
Candelaria, vecina del Pedregal de Santo Domingo, enero de 2011).
Figura
1. Mujeres colaborando en la construcción del Pedregal de Santo Domingo
Fuente:
Archivo fotográfico histórico de la Escuelita (1971).
Se
retoman los antecedentes históricos de esa acción femenina en crónicas orales
de la colonia, con un análisis actual en una escala más específica. Se
identifican los núcleos actuales del discurso de las mujeres alrededor del
conflicto del espacio público. Se resalta la noche como un horario que implica
miedo, en el que se limita la movilidad femenina, con el propósito de analizar
las cartografías del miedo y las tentativas para resolver esta conflictividad.
Se documenta parte de la práctica de la intervención urbana inconclusa, como
siempre por falta de fondos públicos, pero que pretendía colaborar y potenciar
la capacidad de acción y ejecución de las mujeres para promover el cambio
urbano y el diseño del equipamiento Casa de la Mujeres “Ifigenia Martínez”.
Participar
en el Pedregal de Santo Domingo para mí fue un privilegio, posibilitó compartir
y trabajar con grandes mujeres para tejer alianzas territoriales en la lucha
por el mejoramiento de los barrios y contra diferentes formas de violencia. En
este apartado metodológico defino la forma en que usé técnicas colaborativas
del análisis geográfico cualitativo, utilizando una combinación de metodologías
sociales, en especial las de orientación feminista, que resalta la importancia
de la interpretación subjetiva y de los significados sociales del espacio
urbano, a partir del reconocimiento de voces marginadas de la planificación
urbana. En esta experiencia de intervención urbana se trabaja con diversos
tipos de herramientas: cartografías colaborativas en papel/internet, mapas
mentales, talleres de diseño artesanal, fotografía, etnografía y exposiciones
colectivas.
Es
importante resaltar que la metodología feminista es uno de los aportes más
importantes del feminismo a la disciplina de la geografía, por su perspectiva
cualitativa comprometida con el cambio social y su visión integral para
analizar simultáneamente los ámbitos de la producción y la reproducción. Desde
la década de los 80, diversos trabajos de investigación (García Ramón 1985;
Sabaté 1984) han impactado significativamente los debates metodológicos
geográficos, buscando formas novedosas de comprender el territorio a partir de
las percepciones y acciones diferenciadas de mujeres y hombres en la vida
cotidiana. La influencia de la metodología cualitativa en el proceso de
investigación se ha convertido en un elemento central del pensamiento feminista
(Díaz y González García 2017), algunas de sus características relevantes son la
relación activa y no jerárquica sujeto-objeto de estudio, los múltiples modos o
técnicas empleadas con una orientación cualitativa, el posicionamiento político
de la investigación, la sensibilidad para identificar relaciones de poder, la
subjetividad y la postura de quien
investiga (Bartra 2010). En este sentido, se aporta una doble mirada:
como mujer migrante en Barcelona y mi propia vivencia de juventud en otro
barrio de la ciudad.
Utilizo
entonces un circuito de investigación, acción y participación (IAP) con
perspectiva feminista como metodología (Gallastegui-Vega, Rojas-Rubio y
Pérez-Muñoz 2018). En este método se identifican dos hitos del término
“investigación-acción”. El primero es acuñado por el sociólogo Kurt Lewis en
los años 40, un modo de investigación que nace de la necesidad de justicia
social, que debe conducir a resultados prácticos en la vida social. El segundo
pertenece a Paulo Freire con la pedagogía de la liberación del oprimido; representa
un gran impacto en la pedagogía crítica de América Latina, con su visión sobre
el traslado de los métodos científicos a las ciencias sociales y la necesidad
de contar con un método dialógico que invente herramientas de transformación
social, al trabajar los propios problemas de forma colectiva a fin de encontrar
las soluciones más adecuadas.
En
cada una de las etapas de la experiencia, se examina la vinculación entre
paisaje y proceso de transformación. Se resalta así la capacidad de las mujeres
para ser agentes de cambio y reinventar su espacio próximo proyectando diversos
imaginarios sobre el territorio, un testimonio de la presencia de esas otras
formas para entender la intervención urbana y la relación fluida entre lo
público y lo privado.
4. El proyecto Casa de las Mujeres “Ifigenia Martínez”
En
el año 2009, el delegado de Coyoacán solicitó una colaboración al Laboratorio
de Hábitat Participación y Género[i]
(LAHAS), red de colaboración interuniversitaria de la UNAM y la Universidad de
Barcelona, para proponer algún proyecto a favor de las mujeres, como respuesta
a los reclamos de los grupos organizados en la colonia Pedregal de Santo
Domingo, que denunciaban una agresión sexual en el parque del Copete, y exigían
acciones contundentes para mejorar la seguridad en torno al parque. Esta
exigencia devino en impulso y fuerza de cambio para lograr materializar el
proyecto. Este laboratorio, en sí mismo, es un proyecto de planificación y
urbanismo con perspectiva de género con una plataforma virtual de recursos, que
a través de sus colaboradores/as intenta acercar desde la universidad
diferentes iniciativas pedagógicas para la formación de lideresas comunitarias
e impulsar el mejoramiento urbano en alianza con los grupos de base.
En
aquel momento, como responsable de la línea de investigación de iniciativas
locales, propusimos, junto con diferentes colectivos de mujeres, un nuevo
equipamiento: la “casa de las mujeres”. El propósito era mejorar las dinámicas
del parque, diseñar un espacio de encuentro y reconocer el papel de las mujeres
en la fundación de la colonia Pedregal de Santo Domingo. La colaboración se
realizó en forma de 107 investigación
social aplicada, en un primer momento a partir de un convenio entre
universidades y el Gobierno, luego independiente de la institución y como parte
de mi trabajo de investigación doctoral. Este contexto me permitió acercarme a
la colonia y contactar con tres organizaciones de mujeres: Mujeres en
Movimiento, Mujeres en Pie de Lucha y Mujeres Guerreras, localizados en el
entorno del parque. Esta colaboración nos contagió de un impulso invaluable: la
capacidad de acción directa de estos colectivos.
En
los tres años siguientes, 2009-2012, se desarrolló este equipamiento en el
parque del Copete, como un homenaje al papel clave de las mujeres en la
autoconstrucción de las colonias populares y para visibilizar la historia que
está inscrita en el paisaje urbano (Hayden 1999). El Gobierno local realizó una
inversión pública de 12 millones de pesos (583 644 dólares), para la
construcción del edificio y de una piscina próxima a la casa en el parque del
Copete. En ese momento, representó un gran logro para las mujeres del barrio.
Su nombre “Ifigenia Martínez”, primera economista de la UNAM,
fue seleccionado por el grupo Mujeres en Movimiento para representar una de las
principales orientaciones de la casa que es apoyar la autoorganización política
y económica.
Las
luchas de las mujeres están inscritas y son visibles en el paisaje de la
colonia a través de las acciones colectivas que han autoconstruido, como la
vivienda, transformando las maneras de entender las reivindicaciones por los
espacios públicos más allá de cualquier proceso de participación. El
equipamiento forma parte de una iniciativa de rescate de la memoria histórica
viva y su práctica ha sido actualizada por las organizaciones locales de
mujeres de la zona sur de Santo Domingo. En ese sentido, en colaboración con
estos grupos, se organizaron unas jornadas de activismo creativo y una
exposición de fotografías históricas de las mujeres participando en la
construcción del barrio, así como diversos talleres.
Al
principio, se pensaba en un refugio para mujeres víctimas de violencia de género,
poco a poco y con un gran entusiasmo, la propuesta se fue consolidando con los
colectivos. No se negaba la importancia de tener espacios de acogida o de
atención urgente, pero este equipamiento se realizó con otro objetivo, el de
construir una propuesta diferente, reconociendo a las mujeres como grandes
luchadoras y además disponer de un espacio de reunión. Se buscaba romper el
círculo de ser solo mujeres receptoras de ayudas puntuales y reforzar las redes
de apoyo para mejorar sus condiciones emocionales y socioeconómicas. Sobre
todo, no etiquetar a la mujer que ha sufrido violencia, adjudicándole una
identidad que socialmente la estigmatiza; se trataba de un cambio de discurso
en la política que reconociera la lucha histórica de las mujeres.Se
trabajó en las premisas de conceptualización del nuevo equipamiento, retomando
la importancia de la vivienda para la organización política, usando la metáfora
de “casa pública”, un lugar político para el feminismo popular que se
identificó en un taller de mapas mentales. Lo primero fue tomar como base la
fluida relación que existe entre el espacio público y el privado de la vivienda
popular en el Pedregal de Santo Domingo. El objetivo de trasladar este concepto
a un equipamiento comunitario era amplificar su función colectiva para
proporcionar a las mujeres un lugar público en “femenino”, en cuanto un espacio
de encuentro y de conexión entre las actividades productivas y reproductivas.
La localización de este equipamiento y la piscina en el parque del Copete intensificaron
estas dinámicas (ver figura 2).
El
programa arquitectónico representa los ejes de intervención y puentes
entre lo público y lo privado. Con estudiantes de arquitectura se analizaron
las diferentes disposiciones espaciales (Pérez-Rincón y Tello 2012), se
compararon diferentes espacios feministas y se realizó, con recursos de la
Delegación Coyoacán, la supervisión del diseño arquitectónico del despacho
constructor del equipamiento. La división interna de la casa se diseñó pensando
en espacios multifuncionales, ya que debían estar representadas las diferentes
posibilidades de uso: sala colectiva con división y transparencia a un patio
interno, juegos infantiles, espacios para consultas, zona para huerto y cocina
abierta para proyectos comunitarios, espacio para radio, sala para clases de
informática y biblioteca… El espacio debía servir al mismo tiempo para el
trabajo comunitario y para el encuentro y el disfrute entre mujeres, niños y
niñas.
Figura
2. Mujeres en Movimiento reunidas en Casa de las Mujeres “Ifigenia Martínez”
Fuente:
Reunión de trabajo (Pérez-Rincón 2020).
Una
parte importante del equipamiento era su gestión, la propuesta era otorgar
capacidad de decisión a las mujeres en las políticas locales que impulsa el
ayuntamiento. Existe una gran brecha entre la participación y la consulta
social en la formulación de políticas para la asignación de los recursos
públicos. La corrección de este vacío está en la autogestión y en la
transparencia de las cuentas, a fin de asegurar que los fondos públicos sean
gastados de manera efectiva (Elson 1998). Desde los grupos y la universidad se
identificaron cambios de orientación y pudimos constatar que el poder de las
mujeres en el barrio resultó ser temido por la propia institución.
No
obstante, la propuesta de uso y autogestión no se ha llevado a cabo, a pesar
del continuo reclamo de las mujeres, ya que supone una amenaza al sistema de
decisiones verticales de los políticos. De manera informal o siguiendo los
caminos administrativos, las mujeres siguen tomando el espacio para organizarse
y realizar actividades comunitarias. El proyecto se trabajó en varias escalas
complementarias:
•
Diseño y programa arquitectónico del nuevo
equipamiento.
•
A una escala territorial mayor, la de
Coyoacán, con la cartografía colaborativa “Mapa vital”, en el marco de las
jornadas 16 Días contra la Violencia de Género, sobre
la percepción de las mujeres de los lugares que infunden seguridad o miedo.
•
En el barrio, al cartografiar la relación
cuerpo-territorio en el entorno del parque y las trayectorias cotidianas de las
mujeres.
5. Cartografía colaborativa: “mapa vital”
En
el 2011, en el marco de las jornadas 16 Días contra la Violencia de Género, se
realizó bajo mi orientación y con la participación de estudiantes de
Arquitectura y Urbanismo de la UNAM, una cartografía gigante denominada “Mapa
vital: geografías de la seguridad y del miedo”, en Coyoacán. El propósito del
estudio era colaborar con las mujeres para identificar los factores de
discriminación medioambiental que componen sus percepciones de constreñimiento
e inseguridad en el espacio público (Segato 2016).
Iniciamos
con la siguiente pregunta básica: ¿Qué factores urbanos incrementan el miedo en
las mujeres? La idea era identificar, junto con ellas y a través de la
localización espacial, situaciones del entorno y el mobiliario urbano que
amplificaban la vulnerabilidad. Para intentar responder a la pregunta, se
tomaron en cuenta otras investigaciones geográficas feministas de corte
cuantitativo y cualitativo, que han demostrado la espacialidad del miedo en
puntos concretos como una geografía de lugares prohibidos, conflictivos, o por
el contrario aquellos lugares que aportan seguridad a las mujeres (Durán 1998).
El paisaje se definió como los modos de mirar que incorporan procesos
socioculturales y políticos (Duncan 1996), que mezclan la percepción de la
realidad con imaginarios y con las imágenes de inseguridad que reproducen los
medios de comunicación.
Se
resalta la importancia de utilizar la representación espacial de las prácticas
cotidianas (Lindón 1999), y sus diferencias de género como datos cualitativos
coproducidos que son un insumo relevante para la interpretación de los patrones
de uso y dinámicas de un territorio, útiles para cartografiar lo invisible como
poderoso instrumento de trabajo y colaboración. Debo destacar el poder de las
cartografías colaborativas para mostrar los conflictos que tienen las mujeres
al momento de concebir una movilidad plena en la ciudad. La información
recolectada de 60 puntos y registros de voz[ii]
geolocalizados (figura 3), se colocaron en una cartografía online
interactiva y abierta con el objetivo de visibilizar los problemas y exigir
acciones prácticas a pequeña escala, sobre todo de mantenimiento urbano, que
podrían mejorar la percepción de seguridad.
Figura 3. Cartografía colaborativa con 60 puntos en
Coyoacán, Ciudad de México
Elaborado por la autora a partir de Google Earth.
El
concepto de seguridad es uno de los más utilizados en nuestros días, pero como indica María Naredo (2010), rara vez se debate sobre él en profundidad y
esto tiene como consecuencia la persistencia de mitos y creencias que
contribuyen a no visibilizar y desatender las necesidades específicas de las
mujeres. La falta de autonomía y de seguridad en el espacio público hay que
considerarla violencia explícita contra las mujeres, que se ve amplificada por
redes de delincuencia y por el poder paraestatal; esta desigualdad se configura
a escala global y se representa en los espacios cotidianos (Segato
2016).
La
visión neutra deriva en la organización de políticas y dispositivos
especialmente centrados en delitos contra la propiedad en el espacio público,
donde se instalan cámaras de vigilancia y se aumentan este tipo de
dispositivos. Sin embargo, se invisibilizan las microviolencias, por ejemplo,
los delitos de acoso sexual fuertemente vinculados a la experiencia cotidiana
de las mujeres. Esta “neutralidad” deja fuera del foco la percepción del miedo
que estructura una gran parte de las actitudes de las que quieren cuidarse las
mujeres, pues su espacio personal está permanentemente expuesto a la posible
intromisión masculina con actitudes, palabras o situaciones que se perciben
como una amenaza o que las hacen sentir vulnerables. La percepción hostil y
fragmentada del paisaje en su itinerario por lo público cambia radicalmente su
forma de recorrer la ciudad en relación con los hombres. Esta escenificación
del miedo tiene una gramática urbana estructurada por límites que se aprenden
desde la adolescencia y se ponen en práctica ante unas determinadas condiciones
ambientales (Sabaté 1984); sobre el cuerpo queda impreso lo que ocurre en el
territorio.
Las
colonias Pedregal de Santo Domingo, Ajusco y Ruiz Cortines, así como la unidad
habitacional de los Culhuacánes, fueron los sitios
más señalados como inseguros en las entrevistas. Por su parte, el Centro de
Coyoacán se destacó como el sitio más seguro y turístico. En especial, la
colonia Pedregal de Santo Domingo concentra puntos conflictivos, ya que tiene
una imagen externa de inseguridad, en ella se identificaron cinco tipologías de
espacios conflictivos (ver figura 4).
Figura 4. Cartografía colaborativa. “Mapa vital”:
geografías de la seguridad y del miedo
Fuente: Trabajo en la calle (Pérez-Rincón 2012).
Para
resumir los resultados de la cartografía, se clasificó con mayor detalle las
características de estos puntos conflictivos y se identificaron cinco
tipologías de espacios conflictivos. Estas categorías están representadas en la
cartografía, asociadas con el color de los símbolos. Los argumentos basados en
entrevistas tienen un enlace de audio que se puede consultar en línea. Los
lugares se perciben inseguros a través de las siguientes categorías:
• Configuración
física. Los problemas de accesibilidad se relacionan con el mal estado o diseño
de elementos de mobiliario urbano –farolas, banquetas, botes de basura y
señalización urbana–. La mala localización provoca poca visibilidad,
condiciones de vulnerabilidad y posibles agresiones. También la presencia de
elementos que transmiten una imagen de inseguridad o suciedad, el caso más
común son los automóviles abandonados, la basura u otros que impidan o
fragmenten el tránsito libre por las aceras.
• Apropiación
temporal del espacio por grupos de jóvenes y hombres adultos fumando o bebiendo
en las esquinas de las calles. En las entrevistas fue recurrente la percepción
conflictiva de esta presencia masculina, que influye en los recorridos de las
mujeres.
• Hito
de inseguridad. Puntos de tráfico de drogas a pequeña escala, zonas con el
referente de algún delito (robo, agresión sexual, etc.).
• Influencia
de rumores, imaginarios o acontecimientos violentos del pasado. Algún
acontecimiento violento amplificado por el “boca a boca” de los vecinos o los
medios de comunicación.
• El
horario nocturno aumenta la percepción de peligro en zonas de penumbra. En las
entrevistas realizadas en el Pedregal de Santo Domingo, las mujeres
identificaban las luminarias mal localizadas o con mal funcionamiento como
factores 113 urbanos
que generan una importante percepción de inseguridad.
En
el análisis se detectó que en algunos casos las entrevistadas no tenían una
experiencia conflictiva con los lugares y se basaban solo en la imagen que
transmiten los medios de comunicación del denominado “Coyoacán negro”, que
estigmatiza a las colonias populares como barrios peligrosos por el origen de
su autoconstrucción. La elaboración de una cartografía colaborativa abierta que
fuera visualizada a través de internet generó tensión con el ayuntamiento: les
preocupaba esta representación pública de los problemas, visibilizando
públicamente la falta de mantenimiento e inversión. Descubrimos que algunas
luminarias fueron arregladas cuando impulsamos esta cartografía fuera de los
mapas institucionales.
Las geografías nocturnas y el taller de
iluminación artesanal
En
una segunda etapa, y como parte de mi trabajo de investigación, se definieron
con más detalle las percepciones del entorno del parque del Copete en el
Pedregal de Santo Domingo, tomando como referencia el primer estudio, el tamaño
de los espacios públicos y las franjas horarias que transforman radicalmente un
lugar considerado como seguro en otro casi prohibido por el potencial peligro.
El parque del Copete, que de día es el más importante referente de la colonia,
para llevar a los niños y las niñas, de noche es
considerado inseguro, además se han registrado varios delitos y una violación.
Uno de los factores clave para la mejora de la seguridad es el buen
funcionamiento de las luminarias.
Con
los colectivos de mujeres se realizó otra cartografía colaborativa con mayor
detalle, identificando recorridos cotidianos en el Pedregal de Santo Domingo,
para proponer medidas prácticas que contrarresten las percepciones de
inseguridad en el entorno del Parque del Copete. Se buscaron recorridos
accesibles que permitieran a las mujeres apropiarse de aquellos espacios que en
sus itinerarios cotidianos presentan algún tipo de conflictividad, como ir a la
lechería a las 5:00 a. m., o llevar los niños a la escuela a las 7:00 a. m.
Así, explica una vecina su experiencia nocturna y la importancia de la luz:
Los
chicos que se ponen a jugar fútbol son vecinos, la armonía entre todos los
vecinos y la implementación de la luz que se ha puesto en cada casa, por lo
menos en mi calle, nos ayuda a tener buena vista en la calle cuando uno llega
de noche o lleva a los niños a la escuela porque está muy obscuro (entrevista a
María, vecina del Pedregal de Santo Domingo, agosto de 2012).
A
través de la voz de las entrevistadas, la noche surge como principal fuente de
miedo, razón para no salir sola y evitar recorridos nocturnos. Estar en horario
nocturno en el espacio público significa un peligro potencial de ser víctima de
un robo o, peor aún, de una agresión sexual. Se identificaron recorridos y
puntos con las mujeres del Pedregal de Santo Domingo, que por su poca
iluminación suponen un peligro que influye en su movilidad, en especial, la de
las adolescentes.
Esta
percepción de miedo a salir solas por la noche afecta principalmente a las más
jóvenes que se sienten vulnerables ante la penumbra. Cabe añadir a la
problemática del acoso sexual hacia las adolescentes la película Perfume
de violetas: nadie te oye de Maryse
Sistach, grabada en el 2001 con un grupo de teatro juvenil de la colonia
Pedregal de Santo Domingo, que parte de una trilogía que visibiliza la
violencia hacia las adolescentes en diferentes ámbitos: la casa, la escuela y
las calles. Una continuidad de las microviolencias que traspasa la esfera
privada familiar y se ubica en la escuela como lugar público y en las calles de
los barrios populares.
La
iluminación pública sobresale como una necesidad vital para aumentar la
sensación de seguridad al transitar por el espacio público, ante la poca
iluminación por falta de mantenimiento, o dañadas a propósito en provecho de
las mafias. En algunos puntos estratégicos de la colonia, el sistema público de
iluminación divide simbólicamente al espacio público en “territorios” y genera
sitios oscuros propicios para el narcotráfico.
Los
espacios de penumbra son un grave problema que principalmente afecta a las
mujeres cuando regresan del trabajo, necesitan salir de noche a comprar o
simplemente a divertirse. Los bajos presupuestos institucionales para
mantenimiento y la compleja burocracia que gestiona el alumbrado público tienen
como consecuencia la lenta respuesta ante las frecuentes averías de la red de
alumbrado en las colonias populares. El dinero público se invierte en los
espacios turísticos. La luz y las desigualdades en el mantenimiento de las
infraestructuras son un privilegio de los espacios urbanos, que enfatiza la
segregación por clase y género. A partir de talleres artesanales impulsamos una
campaña de reconquista de las calles como espacios seguros para las mujeres,
haciendo una llamada a la resignificación de la percepción del miedo para
reapropiarnos del paisaje como instrumento de resistencia activa.
Además
de las cartografías y recorridos con las mujeres por la noche, se realizó un
taller de diseño de objetos personales luminosos realizados a partir de ledes
de baja potencia y con técnicas de soft circuits [circuitos blandos].
Dicha técnica permitió a las participantes combinar, de una forma sencilla y
creativa, el diseño de objetos, el diseño textil, el bordado con hilos
conductores y los ledes. Este taller fue la primera iniciativa de una campaña
para eliminar la violencia de género del entorno de la Casa de las Mujeres. El
resultado fue el diseño de cuatro tipologías de piezas artesanales, con una
diversidad de técnicas tradicionalmente usadas por las manualidades mexicanas,
que van desde el tejido hasta diseños con fieltro y fomi, etc., pero utilizados
para lograr nuevos complementos luminosos: pulseras, objetos para la cabeza,
bolsos para el móvil, prendedores y collares (figura 5).
Las
mujeres, por lo general, han estado apartadas del dominio tecnológico, sin
embargo, su participación como mano de obra barata en cadenas productivas de
tecnología es globalmente predominante (Sassen 2003).
Esta división del trabajo internacional se basa en su habilidad manual, pero la
industria en su estructura utilitaria confina a las mujeres a la acción
repetitiva de la maquila. En la artesanía existe la posibilidad de transformar
la relación pasiva con la tecnología vinculando la destreza manual femenina con
un nuevo enfoque sobre el objeto fabricado y la función social que realiza.
Este
proyecto podría fomentar el uso y desarrollo de tecnologías comunitarias como
una forma integral de soberanía popular que permita a las mujeres impulsar otra
forma de dinamización y mejoramiento del entorno. Otro aspecto importante es la
instalación de pequeñas luces denominadas “golondrinas”, cuyo diseño se realizó
por la Fundación eLand (eland.org), invitado
internacional especialista en iluminación a partir del taller de colaboración
con el proyecto “Luz de África”. De hecho, en la Casa surgieron muchas
iniciativas creativas en los talleres, lo que aún son proyectos inacabados por
la falta de recursos económicos.
La estrategia de los Gobiernos locales está
centrada en la planificación y el urbanismo que fomenta la mercantilización de
la ciudad, a través de intervenciones especulativas, con megaproyectos que
promueven una imagen elitista como producto de venta al turismo exterior y a
los grandes grupos de inversión, con muy poco interés por las ciudades que
impulsan el bienestar de las personas. En este contexto global, muchos estudios
se quedan sin utilidad por el desprecio institucional hacia las comunidades de
base, a pesar de tener gran potencial, en el mejor de los casos solo se centran
en la participación de las mujeres durante la fase del diagnóstico urbano. Se
trata de una visión insuficiente que, al no incluir el género en la base
estructural de la desigualdad, se puede considerar como un anexo de los
estudios urbanos, lo cual impide un cambio radical en la práctica de la
planificación y el mejoramiento urbanos.
La teoría y la práctica feministas, desde sus
vertientes críticas, aportan conocimientos imprescindibles para la
planificación urbana y para develar su sistema oculto de violencia. Las
diferentes perspectivas dibujan nuevas coordenadas de cara a integrar un enfoque
social o progresista en dicha planificación; una tendencia todavía minoritaria
y poco visible porque su práctica no genera intervenciones de gran escala y
denuncia a su vez los proyectos especulativos. Son prácticas que apuestan por
la dimensión ética de la planificación urbana y la aplicación de instrumentos
para el rescate de espacios y la convivencia, como el equipamiento de la Casa
de las Mujeres “Ifigenia Martínez”, que responde a la necesidad de que ellas
tengan un lugar propio donde puedan tejer alianzas políticas.
A la hora de redefinir la forma de planificar
la ciudad hay que cambiar la representación estereotipada de las mujeres como
víctimas pasivas y reconocer el rol del feminismo popular en la construcción
activa de sus comunidades; hay que destacar su papel como expertas locales, su
poder de autogestión y sus luchas alrededor de lo esencial (vivienda,
alimentos, economías de supervivencia, agua, recursos naturales, etc.).
Asimismo, hay que señalar que con su acción rebasan cualquier proceso
participativo, ya que exigen el mejoramiento de sus barrios, espacios de
encuentro, 117 así como
modificaciones estructurales para evitar la violencia y el despojo en sus
territorios.
Las reflexiones y hallazgos de este artículo
pueden ser utilizados como recurso pedagógico entre estudiantes de urbanismo,
arquitectura y otras disciplinas interesadas en el espacio. Es necesario
resituar la planificación fuera del ámbito tecnocrático, aproximar sus
herramientas a las comunidades de base, compartir conocimientos y construir un
aprendizaje mutuo. En este sentido, las cartografías colaborativas representan
una herramienta potente de denuncia y reescritura de la ciudad en la que
realmente queremos vivir, con una perspectiva de género que coloque al cuerpo
en el centro de cualquier transformación.
Esta
investigación se realizó en el contexto del Proyecto de Cooperación
Interuniversitaria UB-UNAM, denominado “Laboratorio de hábitat, social,
participación y género”, financiado en su primera etapa por la Agencia Española
de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) A1/037354/11.
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Entrevista
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Entrevista
a María, vecina del Pedregal de Santo Domingo, agosto de 2012.
Notas
[ii]
Se colocaron pequeños fragmentos de entrevista enlazados al mapa, en una
plataforma gratuita para alojar podcasts.
Se pueden escuchar en el siguiente enlace: https://bit.ly/3IuyCn9