Íconos. Revista de Ciencias Sociales

Núm 73. Mayo - agosto 2022, pp. 97-120, ISSN (on-line) 1390-8065

DOI: 10.17141/iconos.73.2022.5228

 

DOSSIER de investigación

 

Retos al feminismo popular: intervenciones urbanas en el Pedregal de Santo Domingo, México

Challenges for popular feminism: Urban interventions in Pedregal de Santo Domingo, Mexico

 

Dra. Socorro Pérez-Rincón. Profesora asociada. Universidad de Barcelona y Centro Universitario Internacional de Barcelona (UNIBA) (España).

(urbperezrincon@gmail.com) (https://orcid.org/0000-0002-2625-4370)

 

 

Recibido: 15/10/2021 • Revisado: 03/12/2021

Aceptado: 11/03/2022 • Publicado: 01/05/2022

 

 

 

 

Cómo citar este artículo: Pérez-Rincón, Socorro. 2022. “Retos al feminismo popular: intervenciones urbanas en el Pedregal de Santo Domingo, México”. Íconos. Revista de Ciencias Sociales 73: 97-120. https://doi.org/10.17141/iconos.73.2022.5228

 

 

Resumen

En este artículo se resume un recorrido teórico y práctico por diferentes aspectos de la intervención urbana y el diseño colaborativo en la colonia Pedregal de Santo Domingo, México. Se utiliza como metodología un circuito de investigación-acción participativa (IAP). En la primera parte se identifican posturas, escalas y fundamentos teóricos para llegar a un posicionamiento crítico y ético ante la planificación urbana; se incluyen los aportes del feminismo, en particular del feminismo popular, y de la perspectiva comunitaria que transforma radicalmente la forma de participar y mejorar el espacio. La segunda parte contiene el relato sobre la experiencia del proyecto Casa de las Mujeres “Ifigenia Martínez”, el análisis cartográfico colaborativo y los resultados de los talleres realizados con las mujeres de la colonia. Por último, se incluye una reflexión sobre la experiencia comunitaria y los retos de la planificación e investigación urbanas, focalizada en las cada vez más amplias desigualdades de género. Se concluye que las prácticas urbanas que apuestan por la dimensión ética de la planificación y la aplicación de metodologías feministas contribuyen con el diseño de nuevos espacios para la convivencia y el enfrentamiento a la inseguridad y la violencia que experimentan las mujeres.

Descriptores: ética de la planificación; feminismo popular; hábitat; intervenciones urbanas; metodología feminista; mujeres.

Abstract

This article reviews a theoretical and practical journey through different aspects of urban intervention and collaborative design in the Pedregal de Santo Domingo neighborhood, using as methodology a research circuit and participatory action (IAP). This text will be used as a pedagogical resource for urban planning, architecture, and students in other related disciplines interested in urban transformation. The first part of the article identifies positions, scales, and theoretical bases to develop a critical and ethical proposal in relation to urban planning, including feminism’s contributions, particularly those of grassroots feminism. This community perspective radically transforms ways of participating and habitat improvement. The second part contains an account of the experience of the Casa de las Mujeres "Ifigenia Martínez" project, collaborative cartographic analysis, and results from the workshops conducted with neighborhood women. Finally, the article includes a reflection on community experiences and challenges of urban planning and research, focusing on growing gender inequalities. It is concluded that urban practices geared towards the ethical dimension of planning and the application of feminist methodologies contribute to designing new spaces for coexistence and addressing insecurity and violence experienced by women.

Keywords: popular feminism; habitat; women; ethics of planning; urban interventions; feminist methodology.

1. Introducción

En la actualidad, cada vez se están multiplicando más las intervenciones urbanas con una perspectiva de género, producto de las agendas locales y los mandatos de diversas leyes nacionales e internacionales sobre la igualdad, y gracias a la presión de diferentes grupos feministas. Sin embargo, el discurso institucional muestra a veces un horizonte ficticio de igualdad que todo lo pinta de lila, tratando de ocultar la violencia institucional. Actuar y reflexionar sobre los proyectos en los que participamos es fundamental para generar una posición crítica alrededor de la planificación urbana, la arquitectura y todas las disciplinas relacionadas con la transformación del espacio. El artículo presenta un recorrido teórico y práctico por diferentes momentos de la colaboración con los grupos de mujeres en la colonia Pedregal de Santo Domingo, dentro del proyecto Casa de las Mujeres “Ifigenia Martínez”, utilizando como metodología un circuito de investigación-acción participativa (IAP) con enfoque feminista.

La colaboración con las mujeres de la colonia surgió de la necesidad de hacer una investigación práctica, para posteriormente trasladar a las aulas la enseñanza de la planificación y el urbanismo con una perspectiva de género transdisciplinar y socialmente comprometida. Ello permite romper con el modelo de urbanismo centrado en el marketing urbano global y los negocios especulativos. Desde las universidades, es necesario implicarnos en una formación de profesionales dispuestos a generar teoría urbana crítica, colaborar con proyectos comunitarios y denunciar la prevaricación urbanística. La investigación en la que se basa el artículo se centra en las mujeres, en la respuesta y participación en los proyectos urbanos, trata la relación entre los paisajes proyectados y la percepción social de estos nuevos proyectos. Estos se consideran espacios de inclusión o exclusión para restar o sumar en beneficio del bien común y redefinir los límites entre lo público y lo privado.

El texto se organiza en tres partes. La primera es teórica, donde se identifican cuatro posturas a partir de la práctica sobre los fundamentos teóricos y metodológicos para llegar a un posicionamiento crítico y ético de la planificación urbana, desde las diversas aportaciones de los feminismos, en particular del feminismo popular. Esta perspectiva comunitaria, en concreto, transforma radicalmente el modo de participar y abordar las formas de colaborar en el mejoramiento del hábitat, lo cual permite rechazar el modelo urbano de ciudad-espectáculo y resistir ante los proyectos neoliberales especulativos que acechan las colonias populares en América Latina. En la segunda se relatan las experiencias: el análisis cartográfico colaborativo, los talleres organizados con grupos de mujeres en el Pedregal de Santo Domingo y el proyecto comunitario Casa de las Mujeres en el parque del Copete. En la tercera, a modo de conclusión, se retoma la experiencia y el diálogo teórico para reflexionar sobre la planificación y la investigación urbana focalizada en las cada vez más numerosas desigualdades de género.

Con este trabajo se pretende destacar la decisiva autogestión de las mujeres en la consolidación del espacio habitable en los barrios autoconstruidos de América Latina, en la conciliación de la residencia con el lugar de trabajo, en el cuidado de niños y mayores, el empleo informal y la socialización de saberes domésticos como medio de participación pública y mejoramiento de la calidad de vida. Diversas acciones de las mujeres en la vida pública ponen de manifiesto el abandono institucional de los barrios autoconstruidos y la reivindicación de las mujeres contradice los clásicos estereotipos de género. Se ha buscado precisamente estudiar los espacios urbanos conflictivos en el entramado del barrio y el parque del Copete, donde coinciden estas dinámicas contradictorias: incidentes violentos, la percepción de inseguridad y una lucha organizada por las mujeres que reclama acciones contundentes para evitar todo tipo de violencia y mejorar las condiciones del parque.

Además, con esta aproximación también se pretende visibilizar una representación alternativa del territorio desde el feminismo que permita imaginar y diseñar otros modelos de intervención urbana, priorizando el análisis cualitativo que integre diferentes escalas y puntos de vista, a partir de la mirada y los imaginarios femeninos (Silva 1997). Dicho de otro modo: una participación sin recetas, centrada especialmente en la voz de las mujeres que emprenden luchas y elaboran narrativas de las dinámicas cotidianas, generalmente invisibles para el urbanismo. El análisis cualitativo 99 permite interpretar diferentes espacios urbanos marcados por la crisis, la violencia y la desidia institucional, mal caracterizados como espacios desordenados o caóticos.

2. Escalas, posturas y aportaciones de los feminismos a la planificación y al urbanismo

En los últimos 30 años numerosas planificadoras urbanas (Hayden 2005; Leavitt 1986; Greed 1994; Sandercock 1998; Fainstein y Servon 2005) han visibilizado la cara femenina de los problemas urbanos. Asimismo, han evidenciado la manera en que la práctica de la planificación en los distintos modelos urbanos, que paradójicamente tenían una concepción de género implícita, había ignorado dicha cara reforzando las desigualdades de género.

El feminismo materialista de mediados del siglo XIX intentó generar una revolución en la forma de entender el trabajo doméstico, con la intención de socializar el mundo reproductivo a través de su materialización en el diseño de espacios comunitarios para cuidar, limpiar, cocinar, etc. Algunos experimentos arquitectónicos y planes influenciados por el socialismo utópico, dirigidos a las clases populares y que sitúan la abolición de la propiedad y el trabajo cooperativo en el centro, constituyen modelos muy poco visibilizados en la historia de la arquitectura y el urbanismo (Hayden 1999); por ejemplo, viviendas sin cocina, zonas con el lavado colectivo y espacios para cuidar a los niños.

En las últimas décadas del siglo XX, en plena destrucción de muchos centros históricos, surge un conjunto de iniciativas teóricas (Wekerle 1984) y prácticas que tratan de visibilizar la ciudad como un constructo ideológico y material que no es neutro, ya que representa y materializa sistemas de poder y desigualdades de clase y género. Por tanto, su forma, usos y políticas de intervención responden a los intereses de las clases dominantes con valores que excluyen especialmente a las mujeres pobres, monoparentales y migrantes.

Los temas relacionados con el género dentro del ámbito de la planificación emergen de diferentes posiciones: desde el análisis del estatus económico de las mujeres, su localización y movilidad a través del espacio construido, y hasta las relaciones entre producción capitalista y patriarcado. En dichas posiciones se develan las diferentes formas de opresión que se representan en el espacio público y privado.

En la planificación con perspectiva de género, se pueden identificar las aportaciones de la teoría feminista a la teoría de planificación. Ambos ámbitos teóricos han seguido definitivamente trayectorias paralelas y han alcanzado espacios críticos de coincidencia con planteamientos cada vez más interdisciplinarios. Helen Liggett (1992) indica tres maneras en qué la teoría feminista nutre a la planificación urbana: la primera, incluyendo a más mujeres dentro del campo práctico de la planificación urbana; la segunda, analizando las desigualdades de género en los estudios urbanos; y la tercera, venciendo los límites inherentes al argumento neutral de la planificación, en el que no se reconoce la segregación de los habitantes por su clase social, sexo, raza, etc.

A modo de recorrido teórico, se identifican cuatro corrientes producto de la relación entre escalas territoriales, feminismos y el objeto teórico-práctico de la planificación y el urbanismo. Se describen seguidamente.

a)    En la escala del cuerpo: la geografía y la teoría psicológica como herramientas de percepción del entorno diferenciada por género.

b)   Para las desigualdades globales y la división sexual del espacio: una relectura del marxismo, denunciando la alianza entre patriarcado, capitalismo y planificación neoliberal.

c)    Para el reconocimiento de la diferencia, el derecho a la ciudad, y la subordinación como categoría de opresión y de invisibilidad discursiva de las mujeres: el análisis crítico de los feminismos poscoloniales.

d)   En las resistencias cuerpo-territorio: la práctica del feminismo popular, comunitario y decolonial, basada en la vinculación activista en la defensa activa de territorios contra el extractivismo neoliberal y la desposesión de la clase popular.

a) En la primera corriente, los resultados de la percepción diferenciada del entorno y la aplicación de metodologías empíricas de percepción marcan posibles pautas de actuación en cada estudio de planificación. Se trata de identificar las percepciones de las mujeres, a través del uso de herramientas de análisis cualitativo, influenciado por la psicología ambiental y la geografía (McDowell 2000). Se ha llamado a estas aproximaciones “mujeres y estudios ambientales del entorno”. Esta línea de planificación se ha centrado sobre todo en las emociones y percepciones espaciales de las mujeres, que permiten hacer diagnósticos participativos. Este tipo de estudios son una importante herramienta metodológica, centrada en el carácter subjetivo de la percepción de la ciudad, la diversidad de miradas y las situaciones de confort y accesibilidad.

Una de sus referencias ideológicas se vincula al movimiento “situacionista” de los años 60, que a través de la deriva sitúa en un mapa las emociones subjetivas, recorre y representa la ciudad en contraposición con la imagen aséptica de ciudad racional. Jane Jacobs (1973), periodista, activista y autora de Vida y muerte de las grandes ciudades, es una referente de las percepciones de una ciudad humanizada como antítesis del urbanismo funcionalista y esteticista; sus postulados son retomados por muchos grupos feministas para impulsar paseos por la ciudad, con las comunidades de base, identificando hitos feministas en el paisaje.

b) En la segunda corriente, con las desigualdades globales, el neoliberalismo y la división sexual del espacio, se ha visibilizado la relación entre la reproducción y la producción como dos aspectos de un mismo proceso (Benería y Sen 1983), en el 101 que la reproducción y los cuidados han quedado ocultos y aparentemente fuera de la economía. Desde una perspectiva marxista se remarca la relación entre patriarcado y capitalismo analizando la escisión del valor con las actividades que no revalorizan al capital, pero son necesarias para la vida (Scholz 2013).

Son remarcables las aportaciones de la economía crítica feminista y de la sociología en la macroescala, a la hora de analizar la división sexual del trabajo en los territorios, las contrageografías del trabajo informal, y el uso diferencial del tiempo. Ello aporta una base fundamental para el debate con las comunidades de base y para repensar la planificación y el urbanismo, colocando en el centro la vida en condiciones dignas y visibilizando en los territorios las transformaciones por el conflicto intrínseco con el capital global (Pérez Orozco 2014). Por ejemplo, Saskia Sassen (2003) muestra las diferencias de roles de género en los nuevos mercados laborales internacionales y su territorialización en la ciudad global. Se sitúa así la violencia como el principal recurso del poder económico neoliberal y patriarcal en el proceso de acumulación capitalista (Carrasco y Díaz 2017).

c) Esta corriente se basa en el reconocimiento de la diferencia como diversidad de vivencias culturales, la opresión sexual, el racismo…, que conforman una suma de opresiones denominada “interseccionalidad”. La filósofa hindú Gayatri Spivak (2011) es una referente del feminismo poscolonial, en la base de sus planteamientos están las construcciones teóricas sobre la visibilidad y la voz de los sujetos subalternos, junto con la crítica de la visión eurocéntrica del conocimiento. Desde esta perspectiva, Ananya Roy (2011) aporta una visión a la teoría de la planificación desde otras geografías no occidentales, otras modernidades que configuran un urbanismo subalterno y el exilio racial en las ciudades del Norte Global. El objetivo teórico es la justicia espacial (Fainstein y Servon 2005), nutrida por la teoría política de la justicia y la geografía cultural crítica –contraria a la zonificación urbana, utilizada con fines discriminatorios–, que trata de repensar el espacio público como mecanismo de redistribución y transformación social para que sea accesible a diferentes grupos y formas de vida.

Leonie Sandercock (1998), en su libro Making the invisible visible (Hacer que lo invisible sea visible), muestra las historias de tensión racial en las ciudades, un tema tabú de la práctica urbanística “neutra y racional”, y la manera en que la planificación urbana a través de la zonificación, exportada a todo el mundo, ha sido el instrumento de control residencial que ha reforzado el racismo y la segregación espacial, siguiendo la tendencia de los procesos de regeneración urbana influenciados por la escuela de Chicago, como sociología correctiva de los barrios pobres aplicada después de la Segunda Guerra Mundial. Esta misma investigadora también define “la ciudad justa” como la ciudad socialmente incluyente (Sandercock 1998), donde las diferencias sean reconocidas y respetadas. Sus planteamientos se conectan con la teoría de la planificación urbana a partir de los discursos teóricos alrededor de la exclusión, la identidad y la diferencia; asimismo considera la intervención urbana como herramienta de mediación intercultural y espacial para lograr la justicia social.

Tovi Fenster (1999) teoriza sobre del derecho a una ciudad sexuada (gendered city). En su libro Gender, Planning and Human Rights, identifica esta ausencia en el modelo de Lefebvre, quien define todos los problemas en términos espaciales. Fenster enfatiza cómo las relaciones del poder patriarcal y religioso acotan el derecho de las mujeres a la ciudad, cuya restricción tiene graves consecuencias en la apropiación de espacios y en la participación de lo público, y se construyen así códigos morales en los espacios públicos para delimitar de acuerdo con ciertas normas culturales.

El feminismo de la diferencia desde el posestructuralismo y el marxismo también aporta a las teorías de justicia un reconocimiento de las diferencias culturales y de género. A partir de la valorización de la diferencia y la lucha por la redistribución de recursos, que constituyen las condiciones de vulnerabilidad de ciertos grupos sociales, entre ellos las mujeres: cabezas de familia, inmigrantes, mujeres mayores y solas. Nancy Fraser (1999) e Iris Marion Young (2000) aportan reflexiones teóricas sobre los movimientos sociales que buscan la redistribución de recursos por clase social y otros grupos que luchan por el reconocimiento, como es el caso de la disidencia sexual. Fraser, en su artículo “Feminismo, capitalismo y la astucia de la historia”, hace un análisis crítico del feminismo de la segunda ola y el ascenso del neoliberalismo, investigando sobre la peligrosa asimilación de las identidades subversivas por los circuitos del capital y las instituciones.

d) La cuarta corriente desdibuja completamente la relación jerárquica del planificador, el concepto de desarrollo territorial y el protagonismo pasa a los feminismos comunitarios y el territorio encarnado en la insurgencia de los grupos organizados de mujeres. La autora Ritzdorf (1994) critica los argumentos de eficiencia en la toma de decisiones de las instituciones, congruente con el privilegio de los conocimientos expertos del planificador tecnocrático; resalta la violencia institucional que se traduce en proyectos concertados con y para las élites globales, donde el concepto de desarrollo formaría parte del discurso colonial e imperialista que no considera a las comunidades de base de los lugares, por ejemplo, las indígenas (Chávez 2014). Desde una postura decolonial y activista de los feminismos críticos se analizan las secuelas en la constitución geopolítica de la colonialidad del poder global (Curiel 2009).

En esta línea, desde América Latina surge el posdesarrollo como una posición crítica planteada por Arturo Escobar (2016), que identifica al “desarrollo” como una categoría eurocéntrica que promueve una mirada funcional del territorio, a partir de nuevas funciones y proyectos que expulsan a las sociedades vernáculas. Con el pretexto de modernizar, dichas comunidades son separadas de sus medios tradicionales de subsistencia mediante procesos de mercantilización de la naturaleza que generan diversas formas de dependencia.      

En América Latina, ha tomado gran relevancia el feminismo territorial popular y comunitario que, a través de una variedad de movimientos populares con una alta representación femenina (Gargallo 2014), muestran la relación entre el cuerpo y el territorio, denunciando diferentes ámbitos de violencia patriarcal y neoliberal que marcan el cuerpo de las mujeres (Segato 2016). También con estos feminismos se demuestra cómo el bien público se pierde en retóricas que pretenden justificar el usufructo del uso de suelo por unos cuantos, como el beneficio de todos/as, desplazando a las minorías a lugares cada vez más marginales (Pérez-Rincón 2020). Un ejemplo de estás resistencias en México es la cara femenina del Movimiento Urbano Popular y el feminismo en los territorios indígenas, que luchan por tener una vivienda (Massolo 2002) y proteger sus territorios contra diferentes tipos de extractivismo (turismo masivo, transporte privatizado, eólicas, minería, etc.). Cada vez el feminismo comunitario está más presente en la lucha contra la desigual política de las cadenas globales extractivistas del neoliberalismo, a menudo encubierta con discursos de proyectos urbanos o rurales que prometen el desarrollo. Tal y como podemos apreciar en los recientes estallidos sociales en Ecuador, Chile, Perú, Bolivia y México.

Como conclusión de este acápite, se subraya que para abordar la intervención urbana en cuanto lucha contra la discriminación sexual y territorial es necesario remarcar que la organización del espacio contribuye a la estratificación de género y clase. De este marco teórico, se resaltan cuatro ideas que se verán reflejadas en las experiencias que se analizan: a) la importancia de las técnicas colaborativas para cartografiar las emociones de las mujeres sobre su entorno, b) la violencia que se configura en diferentes escalas territoriales, c) el cambio del discurso sobre mujeres víctimas y la configuración de proyectos que amplifiquen su poder de decisión y de reciprocidad comunitaria, y d) la colaboración con la insurgencia femenina que existe en las colonias populares para impulsar el mejoramiento barrial.

3. El Pedregal de Santo Domingo y el recorrido metodológico

La experiencia de intervención urbana que se aborda en este texto se realizó en la colonia Pedregal de Santo Domingo – este artículo es una secuencia de otro texto que contextualiza la zona de estudio y el poder del feminismo popular (Pérez-Rincón 2020)–. Se pone el foco en relatar con mayor amplitud la experiencia de colaboración con grupos de mujeres y el diseño del equipamiento. El objetivo fue encontrar un proyecto que impulsará esta capacidad de transformación urbana de las mujeres; a este fin se suma la idea de identificar qué pasa hoy con la potencia femenina del movimiento urbano popular que ha autoconstruido los barrios en la Ciudad de México, en lugar de esta mujer  infrarrepresentada (Spivak 2011) que dibujan las políticas públicas.

El barrio se localiza en el sur de la Ciudad de México, en un sector más central junto a la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), consolidado a partir de los años 70. El Pedregal de Santo Domingo es la colonia autoconstruida más grande de América Latina. Su fundación actualizó en la práctica la premisa revolucionaria que sustenta el origen de la propiedad colectiva: “la tierra es para quien la trabaja”, para redefinirla en una utopía realizable, “la tierra es de quien la habita” (Enciso 2002).

En la actualidad es un barrio totalmente consolidado, con una historia potente que muestra en su génesis y en su consolidación el protagonismo de las mujeres (figura 1). Su morfología urbana está formada por una peculiar relación entre el espacio público y el privado, producto de la construcción colectiva de la colonia. Así explica una vecina su experiencia:

Fueron tiempos difíciles, llegué a un terreno baldío situado en un cerro, con nada más, con ningún servicio básico, más que con las pipas de agua. Luz y Fuerza fue la primera en entrar a dar servicios en la zona; así como establecer un DIF [Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia] con servicios y tambos de agua potable; nueve años después, llegó el servicio de agua potable a su casa y es hasta la década de los 80 que se empiezan a pavimentar las calles. Poco a poco, se fue construyendo, pero sobre todo a base de lucha (entrevista a Candelaria, vecina del Pedregal de Santo Domingo, enero de 2011).

 

Figura 1. Mujeres colaborando en la construcción del Pedregal de Santo Domingo

 

 

Foto en blanco y negro de un grupo de personas en la calle

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Fuente: Archivo fotográfico histórico de la Escuelita (1971).

Se retoman los antecedentes históricos de esa acción femenina en crónicas orales de la colonia, con un análisis actual en una escala más específica. Se identifican los núcleos actuales del discurso de las mujeres alrededor del conflicto del espacio público. Se resalta la noche como un horario que implica miedo, en el que se limita la movilidad femenina, con el propósito de analizar las cartografías del miedo y las tentativas para resolver esta conflictividad. Se documenta parte de la práctica de la intervención urbana inconclusa, como siempre por falta de fondos públicos, pero que pretendía colaborar y potenciar la capacidad de acción y ejecución de las mujeres para promover el cambio urbano y el diseño del equipamiento Casa de la Mujeres “Ifigenia Martínez”.

Participar en el Pedregal de Santo Domingo para mí fue un privilegio, posibilitó compartir y trabajar con grandes mujeres para tejer alianzas territoriales en la lucha por el mejoramiento de los barrios y contra diferentes formas de violencia. En este apartado metodológico defino la forma en que usé técnicas colaborativas del análisis geográfico cualitativo, utilizando una combinación de metodologías sociales, en especial las de orientación feminista, que resalta la importancia de la interpretación subjetiva y de los significados sociales del espacio urbano, a partir del reconocimiento de voces marginadas de la planificación urbana. En esta experiencia de intervención urbana se trabaja con diversos tipos de herramientas: cartografías colaborativas en papel/internet, mapas mentales, talleres de diseño artesanal, fotografía, etnografía y exposiciones colectivas.

Es importante resaltar que la metodología feminista es uno de los aportes más importantes del feminismo a la disciplina de la geografía, por su perspectiva cualitativa comprometida con el cambio social y su visión integral para analizar simultáneamente los ámbitos de la producción y la reproducción. Desde la década de los 80, diversos trabajos de investigación (García Ramón 1985; Sabaté 1984) han impactado significativamente los debates metodológicos geográficos, buscando formas novedosas de comprender el territorio a partir de las percepciones y acciones diferenciadas de mujeres y hombres en la vida cotidiana. La influencia de la metodología cualitativa en el proceso de investigación se ha convertido en un elemento central del pensamiento feminista (Díaz y González García 2017), algunas de sus características relevantes son la relación activa y no jerárquica sujeto-objeto de estudio, los múltiples modos o técnicas empleadas con una orientación cualitativa, el posicionamiento político de la investigación, la sensibilidad para identificar relaciones de poder, la subjetividad y la postura de quien  investiga (Bartra 2010). En este sentido, se aporta una doble mirada: como mujer migrante en Barcelona y mi propia vivencia de juventud en otro barrio de la ciudad.

Utilizo entonces un circuito de investigación, acción y participación (IAP) con perspectiva feminista como metodología (Gallastegui-Vega, Rojas-Rubio y Pérez-Muñoz 2018). En este método se identifican dos hitos del término “investigación-acción”. El primero es acuñado por el sociólogo Kurt Lewis en los años 40, un modo de investigación que nace de la necesidad de justicia social, que debe conducir a resultados prácticos en la vida social. El segundo pertenece a Paulo Freire con la pedagogía de la liberación del oprimido; representa un gran impacto en la pedagogía crítica de América Latina, con su visión sobre el traslado de los métodos científicos a las ciencias sociales y la necesidad de contar con un método dialógico que invente herramientas de transformación social, al trabajar los propios problemas de forma colectiva a fin de encontrar las soluciones más adecuadas.

En cada una de las etapas de la experiencia, se examina la vinculación entre paisaje y proceso de transformación. Se resalta así la capacidad de las mujeres para ser agentes de cambio y reinventar su espacio próximo proyectando diversos imaginarios sobre el territorio, un testimonio de la presencia de esas otras formas para entender la intervención urbana y la relación fluida entre lo público y lo privado.

4. El proyecto Casa de las Mujeres “Ifigenia Martínez”

En el año 2009, el delegado de Coyoacán solicitó una colaboración al Laboratorio de Hábitat Participación y Género[i] (LAHAS), red de colaboración interuniversitaria de la UNAM y la Universidad de Barcelona, para proponer algún proyecto a favor de las mujeres, como respuesta a los reclamos de los grupos organizados en la colonia Pedregal de Santo Domingo, que denunciaban una agresión sexual en el parque del Copete, y exigían acciones contundentes para mejorar la seguridad en torno al parque. Esta exigencia devino en impulso y fuerza de cambio para lograr materializar el proyecto. Este laboratorio, en sí mismo, es un proyecto de planificación y urbanismo con perspectiva de género con una plataforma virtual de recursos, que a través de sus colaboradores/as intenta acercar desde la universidad diferentes iniciativas pedagógicas para la formación de lideresas comunitarias e impulsar el mejoramiento urbano en alianza con los grupos de base.

En aquel momento, como responsable de la línea de investigación de iniciativas locales, propusimos, junto con diferentes colectivos de mujeres, un nuevo equipamiento: la “casa de las mujeres”. El propósito era mejorar las dinámicas del parque, diseñar un espacio de encuentro y reconocer el papel de las mujeres en la fundación de la colonia Pedregal de Santo Domingo. La colaboración se realizó en forma de 107 investigación social aplicada, en un primer momento a partir de un convenio entre universidades y el Gobierno, luego independiente de la institución y como parte de mi trabajo de investigación doctoral. Este contexto me permitió acercarme a la colonia y contactar con tres organizaciones de mujeres: Mujeres en Movimiento, Mujeres en Pie de Lucha y Mujeres Guerreras, localizados en el entorno del parque. Esta colaboración nos contagió de un impulso invaluable: la capacidad de acción directa de estos colectivos.

En los tres años siguientes, 2009-2012, se desarrolló este equipamiento en el parque del Copete, como un homenaje al papel clave de las mujeres en la autoconstrucción de las colonias populares y para visibilizar la historia que está inscrita en el paisaje urbano (Hayden 1999). El Gobierno local realizó una inversión pública de 12 millones de pesos (583 644 dólares), para la construcción del edificio y de una piscina próxima a la casa en el parque del Copete. En ese momento, representó un gran logro para las mujeres del barrio. Su nombre “Ifigenia Martínez”, primera economista de la UNAM, fue seleccionado por el grupo Mujeres en Movimiento para representar una de las principales orientaciones de la casa que es apoyar la autoorganización política y económica.

Las luchas de las mujeres están inscritas y son visibles en el paisaje de la colonia a través de las acciones colectivas que han autoconstruido, como la vivienda, transformando las maneras de entender las reivindicaciones por los espacios públicos más allá de cualquier proceso de participación. El equipamiento forma parte de una iniciativa de rescate de la memoria histórica viva y su práctica ha sido actualizada por las organizaciones locales de mujeres de la zona sur de Santo Domingo. En ese sentido, en colaboración con estos grupos, se organizaron unas jornadas de activismo creativo y una exposición de fotografías históricas de las mujeres participando en la construcción del barrio, así como diversos talleres.

Al principio, se pensaba en un refugio para mujeres víctimas de violencia de género, poco a poco y con un gran entusiasmo, la propuesta se fue consolidando con los colectivos. No se negaba la importancia de tener espacios de acogida o de atención urgente, pero este equipamiento se realizó con otro objetivo, el de construir una propuesta diferente, reconociendo a las mujeres como grandes luchadoras y además disponer de un espacio de reunión. Se buscaba romper el círculo de ser solo mujeres receptoras de ayudas puntuales y reforzar las redes de apoyo para mejorar sus condiciones emocionales y socioeconómicas. Sobre todo, no etiquetar a la mujer que ha sufrido violencia, adjudicándole una identidad que socialmente la estigmatiza; se trataba de un cambio de discurso en la política que reconociera la lucha histórica de las mujeres.Se trabajó en las premisas de conceptualización del nuevo equipamiento, retomando la importancia de la vivienda para la organización política, usando la metáfora de “casa pública”, un lugar político para el feminismo popular que se identificó en un taller de mapas mentales. Lo primero fue tomar como base la fluida relación que existe entre el espacio público y el privado de la vivienda popular en el Pedregal de Santo Domingo. El objetivo de trasladar este concepto a un equipamiento comunitario era amplificar su función colectiva para proporcionar a las mujeres un lugar público en “femenino”, en cuanto un espacio de encuentro y de conexión entre las actividades productivas y reproductivas. La localización de este equipamiento y la piscina en el parque del Copete intensificaron estas dinámicas (ver figura 2).

El programa arquitectónico representa los ejes de intervención y puentes entre lo público y lo privado. Con estudiantes de arquitectura se analizaron las diferentes disposiciones espaciales (Pérez-Rincón y Tello 2012), se compararon diferentes espacios feministas y se realizó, con recursos de la Delegación Coyoacán, la supervisión del diseño arquitectónico del despacho constructor del equipamiento. La división interna de la casa se diseñó pensando en espacios multifuncionales, ya que debían estar representadas las diferentes posibilidades de uso: sala colectiva con división y transparencia a un patio interno, juegos infantiles, espacios para consultas, zona para huerto y cocina abierta para proyectos comunitarios, espacio para radio, sala para clases de informática y biblioteca… El espacio debía servir al mismo tiempo para el trabajo comunitario y para el encuentro y el disfrute entre mujeres, niños y niñas.

Figura 2. Mujeres en Movimiento reunidas en Casa de las Mujeres “Ifigenia Martínez”

 

Un grupo de personas sentadas en sillas

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Fuente: Reunión de trabajo (Pérez-Rincón 2020).

Una parte importante del equipamiento era su gestión, la propuesta era otorgar capacidad de decisión a las mujeres en las políticas locales que impulsa el ayuntamiento. Existe una gran brecha entre la participación y la consulta social en la formulación de políticas para la asignación de los recursos públicos. La corrección de este vacío está en la autogestión y en la transparencia de las cuentas, a fin de asegurar que los fondos públicos sean gastados de manera efectiva (Elson 1998). Desde los grupos y la universidad se identificaron cambios de orientación y pudimos constatar que el poder de las mujeres en el barrio resultó ser temido por la propia institución.

No obstante, la propuesta de uso y autogestión no se ha llevado a cabo, a pesar del continuo reclamo de las mujeres, ya que supone una amenaza al sistema de decisiones verticales de los políticos. De manera informal o siguiendo los caminos administrativos, las mujeres siguen tomando el espacio para organizarse y realizar actividades comunitarias. El proyecto se trabajó en varias escalas complementarias:

      Diseño y programa arquitectónico del nuevo equipamiento.

      A una escala territorial mayor, la de Coyoacán, con la cartografía colaborativa “Mapa vital”, en el marco de las jornadas 16 Días contra la Violencia de Género, sobre la percepción de las mujeres de los lugares que infunden seguridad o miedo.

      En el barrio, al cartografiar la relación cuerpo-territorio en el entorno del parque y las trayectorias cotidianas de las mujeres.

5. Cartografía colaborativa: “mapa vital”

En el 2011, en el marco de las jornadas 16 Días contra la Violencia de Género, se realizó bajo mi orientación y con la participación de estudiantes de Arquitectura y Urbanismo de la UNAM, una cartografía gigante denominada “Mapa vital: geografías de la seguridad y del miedo”, en Coyoacán. El propósito del estudio era colaborar con las mujeres para identificar los factores de discriminación medioambiental que componen sus percepciones de constreñimiento e inseguridad en el espacio público (Segato 2016).

Iniciamos con la siguiente pregunta básica: ¿Qué factores urbanos incrementan el miedo en las mujeres? La idea era identificar, junto con ellas y a través de la localización espacial, situaciones del entorno y el mobiliario urbano que amplificaban la vulnerabilidad. Para intentar responder a la pregunta, se tomaron en cuenta otras investigaciones geográficas feministas de corte cuantitativo y cualitativo, que han demostrado la espacialidad del miedo en puntos concretos como una geografía de lugares prohibidos, conflictivos, o por el contrario aquellos lugares que aportan seguridad a las mujeres (Durán 1998). El paisaje se definió como los modos de mirar que incorporan procesos socioculturales y políticos (Duncan 1996), que mezclan la percepción de la realidad con imaginarios y con las imágenes de inseguridad que reproducen los medios de comunicación.

Se resalta la importancia de utilizar la representación espacial de las prácticas cotidianas (Lindón 1999), y sus diferencias de género como datos cualitativos coproducidos que son un insumo relevante para la interpretación de los patrones de uso y dinámicas de un territorio, útiles para cartografiar lo invisible como poderoso instrumento de trabajo y colaboración. Debo destacar el poder de las cartografías colaborativas para mostrar los conflictos que tienen las mujeres al momento de concebir una movilidad plena en la ciudad. La información recolectada de 60 puntos y registros de voz[ii] geolocalizados (figura 3), se colocaron en una cartografía online interactiva y abierta con el objetivo de visibilizar los problemas y exigir acciones prácticas a pequeña escala, sobre todo de mantenimiento urbano, que podrían mejorar la percepción de seguridad.

Figura 3. Cartografía colaborativa con 60 puntos en Coyoacán, Ciudad de México

Mapa

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Elaborado por la autora a partir de Google Earth.

El concepto de seguridad es uno de los más utilizados en nuestros días, pero como indica  María Naredo (2010), rara vez se debate sobre él en profundidad y esto tiene como consecuencia la persistencia de mitos y creencias que contribuyen a no visibilizar y desatender las necesidades específicas de las mujeres. La falta de autonomía y de seguridad en el espacio público hay que considerarla violencia explícita contra las mujeres, que se ve amplificada por redes de delincuencia y por el poder paraestatal; esta desigualdad se configura a escala global y se representa en los espacios cotidianos (Segato 2016).

La visión neutra deriva en la organización de políticas y dispositivos especialmente centrados en delitos contra la propiedad en el espacio público, donde se instalan cámaras de vigilancia y se aumentan este tipo de dispositivos. Sin embargo, se invisibilizan las microviolencias, por ejemplo, los delitos de acoso sexual fuertemente vinculados a la experiencia cotidiana de las mujeres. Esta “neutralidad” deja fuera del foco la percepción del miedo que estructura una gran parte de las actitudes de las que quieren cuidarse las mujeres, pues su espacio personal está permanentemente expuesto a la posible intromisión masculina con actitudes, palabras o situaciones que se perciben como una amenaza o que las hacen sentir vulnerables. La percepción hostil y fragmentada del paisaje en su itinerario por lo público cambia radicalmente su forma de recorrer la ciudad en relación con los hombres. Esta escenificación del miedo tiene una gramática urbana estructurada por límites que se aprenden desde la adolescencia y se ponen en práctica ante unas determinadas condiciones ambientales (Sabaté 1984); sobre el cuerpo queda impreso lo que ocurre en el territorio.

Las colonias Pedregal de Santo Domingo, Ajusco y Ruiz Cortines, así como la unidad habitacional de los Culhuacánes, fueron los sitios más señalados como inseguros en las entrevistas. Por su parte, el Centro de Coyoacán se destacó como el sitio más seguro y turístico. En especial, la colonia Pedregal de Santo Domingo concentra puntos conflictivos, ya que tiene una imagen externa de inseguridad, en ella se identificaron cinco tipologías de espacios conflictivos (ver figura 4).

Figura 4. Cartografía colaborativa. “Mapa vital”: geografías de la seguridad y del miedo

 

Imagen que contiene persona, tabla, niño, pequeño

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Fuente: Trabajo en la calle (Pérez-Rincón 2012).

Para resumir los resultados de la cartografía, se clasificó con mayor detalle las características de estos puntos conflictivos y se identificaron cinco tipologías de espacios conflictivos. Estas categorías están representadas en la cartografía, asociadas con el color de los símbolos. Los argumentos basados en entrevistas tienen un enlace de audio que se puede consultar en línea. Los lugares se perciben inseguros a través de las siguientes categorías:

      Configuración física. Los problemas de accesibilidad se relacionan con el mal estado o diseño de elementos de mobiliario urbano –farolas, banquetas, botes de basura y señalización urbana–. La mala localización provoca poca visibilidad, condiciones de vulnerabilidad y posibles agresiones. También la presencia de elementos que transmiten una imagen de inseguridad o suciedad, el caso más común son los automóviles abandonados, la basura u otros que impidan o fragmenten el tránsito libre por las aceras.

      Apropiación temporal del espacio por grupos de jóvenes y hombres adultos fumando o bebiendo en las esquinas de las calles. En las entrevistas fue recurrente la percepción conflictiva de esta presencia masculina, que influye en los recorridos de las mujeres.

      Hito de inseguridad. Puntos de tráfico de drogas a pequeña escala, zonas con el referente de algún delito (robo, agresión sexual, etc.).

      Influencia de rumores, imaginarios o acontecimientos violentos del pasado. Algún acontecimiento violento amplificado por el “boca a boca” de los vecinos o los medios de comunicación.

      El horario nocturno aumenta la percepción de peligro en zonas de penumbra. En las entrevistas realizadas en el Pedregal de Santo Domingo, las mujeres identificaban las luminarias mal localizadas o con mal funcionamiento como factores 113 urbanos que generan una importante percepción de inseguridad.

En el análisis se detectó que en algunos casos las entrevistadas no tenían una experiencia conflictiva con los lugares y se basaban solo en la imagen que transmiten los medios de comunicación del denominado “Coyoacán negro”, que estigmatiza a las colonias populares como barrios peligrosos por el origen de su autoconstrucción. La elaboración de una cartografía colaborativa abierta que fuera visualizada a través de internet generó tensión con el ayuntamiento: les preocupaba esta representación pública de los problemas, visibilizando públicamente la falta de mantenimiento e inversión. Descubrimos que algunas luminarias fueron arregladas cuando impulsamos esta cartografía fuera de los mapas institucionales.

Las geografías nocturnas y el taller de iluminación artesanal

En una segunda etapa, y como parte de mi trabajo de investigación, se definieron con más detalle las percepciones del entorno del parque del Copete en el Pedregal de Santo Domingo, tomando como referencia el primer estudio, el tamaño de los espacios públicos y las franjas horarias que transforman radicalmente un lugar considerado como seguro en otro casi prohibido por el potencial peligro. El parque del Copete, que de día es el más importante referente de la colonia, para llevar a los niños y las niñas, de noche es considerado inseguro, además se han registrado varios delitos y una violación. Uno de los factores clave para la mejora de la seguridad es el buen funcionamiento de las luminarias.

Con los colectivos de mujeres se realizó otra cartografía colaborativa con mayor detalle, identificando recorridos cotidianos en el Pedregal de Santo Domingo, para proponer medidas prácticas que contrarresten las percepciones de inseguridad en el entorno del Parque del Copete. Se buscaron recorridos accesibles que permitieran a las mujeres apropiarse de aquellos espacios que en sus itinerarios cotidianos presentan algún tipo de conflictividad, como ir a la lechería a las 5:00 a. m., o llevar los niños a la escuela a las 7:00 a. m. Así, explica una vecina su experiencia nocturna y la importancia de la luz:

Los chicos que se ponen a jugar fútbol son vecinos, la armonía entre todos los vecinos y la implementación de la luz que se ha puesto en cada casa, por lo menos en mi calle, nos ayuda a tener buena vista en la calle cuando uno llega de noche o lleva a los niños a la escuela porque está muy obscuro (entrevista a María, vecina del Pedregal de Santo Domingo, agosto de 2012).

A través de la voz de las entrevistadas, la noche surge como principal fuente de miedo, razón para no salir sola y evitar recorridos nocturnos. Estar en horario nocturno en el espacio público significa un peligro potencial de ser víctima de un robo o, peor aún, de una agresión sexual. Se identificaron recorridos y puntos con las mujeres del Pedregal de Santo Domingo, que por su poca iluminación suponen un peligro que influye en su movilidad, en especial, la de las adolescentes.

Esta percepción de miedo a salir solas por la noche afecta principalmente a las más jóvenes que se sienten vulnerables ante la penumbra. Cabe añadir a la problemática del acoso sexual hacia las adolescentes la película Perfume de violetas: nadie te oye de Maryse Sistach, grabada en el 2001 con un grupo de teatro juvenil de la colonia Pedregal de Santo Domingo, que parte de una trilogía que visibiliza la violencia hacia las adolescentes en diferentes ámbitos: la casa, la escuela y las calles. Una continuidad de las microviolencias que traspasa la esfera privada familiar y se ubica en la escuela como lugar público y en las calles de los barrios populares.

La iluminación pública sobresale como una necesidad vital para aumentar la sensación de seguridad al transitar por el espacio público, ante la poca iluminación por falta de mantenimiento, o dañadas a propósito en provecho de las mafias. En algunos puntos estratégicos de la colonia, el sistema público de iluminación divide simbólicamente al espacio público en “territorios” y genera sitios oscuros propicios para el narcotráfico.

Los espacios de penumbra son un grave problema que principalmente afecta a las mujeres cuando regresan del trabajo, necesitan salir de noche a comprar o simplemente a divertirse. Los bajos presupuestos institucionales para mantenimiento y la compleja burocracia que gestiona el alumbrado público tienen como consecuencia la lenta respuesta ante las frecuentes averías de la red de alumbrado en las colonias populares. El dinero público se invierte en los espacios turísticos. La luz y las desigualdades en el mantenimiento de las infraestructuras son un privilegio de los espacios urbanos, que enfatiza la segregación por clase y género. A partir de talleres artesanales impulsamos una campaña de reconquista de las calles como espacios seguros para las mujeres, haciendo una llamada a la resignificación de la percepción del miedo para reapropiarnos del paisaje como instrumento de resistencia activa.

Además de las cartografías y recorridos con las mujeres por la noche, se realizó un taller de diseño de objetos personales luminosos realizados a partir de ledes de baja potencia y con técnicas de soft circuits [circuitos blandos]. Dicha técnica permitió a las participantes combinar, de una forma sencilla y creativa, el diseño de objetos, el diseño textil, el bordado con hilos conductores y los ledes. Este taller fue la primera iniciativa de una campaña para eliminar la violencia de género del entorno de la Casa de las Mujeres. El resultado fue el diseño de cuatro tipologías de piezas artesanales, con una diversidad de técnicas tradicionalmente usadas por las manualidades mexicanas, que van desde el tejido hasta diseños con fieltro y fomi, etc., pero utilizados para lograr nuevos complementos luminosos: pulseras, objetos para la cabeza, bolsos para el móvil, prendedores y collares (figura 5).

Las mujeres, por lo general, han estado apartadas del dominio tecnológico, sin embargo, su participación como mano de obra barata en cadenas productivas de tecnología es globalmente predominante (Sassen 2003). Esta división del trabajo internacional se basa en su habilidad manual, pero la industria en su estructura utilitaria confina a las mujeres a la acción repetitiva de la maquila. En la artesanía existe la posibilidad de transformar la relación pasiva con la tecnología vinculando la destreza manual femenina con un nuevo enfoque sobre el objeto fabricado y la función social que realiza.

Este proyecto podría fomentar el uso y desarrollo de tecnologías comunitarias como una forma integral de soberanía popular que permita a las mujeres impulsar otra forma de dinamización y mejoramiento del entorno. Otro aspecto importante es la instalación de pequeñas luces denominadas “golondrinas”, cuyo diseño se realizó por la Fundación eLand (eland.org), invitado internacional especialista en iluminación a partir del taller de colaboración con el proyecto “Luz de África”. De hecho, en la Casa surgieron muchas iniciativas creativas en los talleres, lo que aún son proyectos inacabados por la falta de recursos económicos.

6. Conclusiones

La estrategia de los Gobiernos locales está centrada en la planificación y el urbanismo que fomenta la mercantilización de la ciudad, a través de intervenciones especulativas, con megaproyectos que promueven una imagen elitista como producto de venta al turismo exterior y a los grandes grupos de inversión, con muy poco interés por las ciudades que impulsan el bienestar de las personas. En este contexto global, muchos estudios se quedan sin utilidad por el desprecio institucional hacia las comunidades de base, a pesar de tener gran potencial, en el mejor de los casos solo se centran en la participación de las mujeres durante la fase del diagnóstico urbano. Se trata de una visión insuficiente que, al no incluir el género en la base estructural de la desigualdad, se puede considerar como un anexo de los estudios urbanos, lo cual impide un cambio radical en la práctica de la planificación y el mejoramiento urbanos.

La teoría y la práctica feministas, desde sus vertientes críticas, aportan conocimientos imprescindibles para la planificación urbana y para develar su sistema oculto de violencia. Las diferentes perspectivas dibujan nuevas coordenadas de cara a integrar un enfoque social o progresista en dicha planificación; una tendencia todavía minoritaria y poco visible porque su práctica no genera intervenciones de gran escala y denuncia a su vez los proyectos especulativos. Son prácticas que apuestan por la dimensión ética de la planificación urbana y la aplicación de instrumentos para el rescate de espacios y la convivencia, como el equipamiento de la Casa de las Mujeres “Ifigenia Martínez”, que responde a la necesidad de que ellas tengan un lugar propio donde puedan tejer alianzas políticas.

A la hora de redefinir la forma de planificar la ciudad hay que cambiar la representación estereotipada de las mujeres como víctimas pasivas y reconocer el rol del feminismo popular en la construcción activa de sus comunidades; hay que destacar su papel como expertas locales, su poder de autogestión y sus luchas alrededor de lo esencial (vivienda, alimentos, economías de supervivencia, agua, recursos naturales, etc.). Asimismo, hay que señalar que con su acción rebasan cualquier proceso participativo, ya que exigen el mejoramiento de sus barrios, espacios de encuentro, 117 así como modificaciones estructurales para evitar la violencia y el despojo en sus territorios.

Las reflexiones y hallazgos de este artículo pueden ser utilizados como recurso pedagógico entre estudiantes de urbanismo, arquitectura y otras disciplinas interesadas en el espacio. Es necesario resituar la planificación fuera del ámbito tecnocrático, aproximar sus herramientas a las comunidades de base, compartir conocimientos y construir un aprendizaje mutuo. En este sentido, las cartografías colaborativas representan una herramienta potente de denuncia y reescritura de la ciudad en la que realmente queremos vivir, con una perspectiva de género que coloque al cuerpo en el centro de cualquier transformación.

Apoyos

 

Esta investigación se realizó en el contexto del Proyecto de Cooperación Interuniversitaria UB-UNAM, denominado “Laboratorio de hábitat, social, participación y género”, financiado en su primera etapa por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) A1/037354/11.

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Entrevistas

Entrevista a Candelaria, vecina del Pedregal de Santo Domingo, enero de 2011.

Entrevista a María, vecina del Pedregal de Santo Domingo, agosto de 2012.

 

Notas



[i] http://www.ub.edu/lahas/

[ii] Se colocaron pequeños fragmentos de entrevista enlazados al mapa, en una plataforma gratuita para alojar podcasts. Se pueden escuchar en el siguiente enlace: https://bit.ly/3IuyCn9