La pornografía del confinamiento. Expresiones porno sobre el coronavirus
The pornography of confinement. Porn expressions
about the coronavirus
Mgtr.
Paula Sequeira-Rovira.Investigadora. Instituto
de Estudios de la Mujer, Universidad Nacional. Costa Rica.
(paula.sequeira.rovira@una.cr)(https://orcid.org/0000-0002-3281-0572)
Recibido: 10/01/2022 • Revisado:24/02/2022
Aceptado:
27/04/2022 • Publicado: 01/09/2022
Cómo citar
este artículo: Sequeira-Rovira, Paula. 2022. “La pornografía del
confinamiento. Expresiones porno sobre el coronavirus”. Íconos.
Revista de Ciencias Sociales 74: 177-193. https://doi.org/10.17141/iconos.74.2022.5297
En el presente texto se analizan los videos que han
erotizado algunas situaciones ligadas a la covid-19, como el uso de guantes,
mascarillas, alcohol en gel o trajes de protección para representar el contexto
específico de la pandemia y que aquí se denomina “pornografía del confinamiento”.
Los objetivos del artículo son explorar las características de este tipo de
pornografía y analizar los vínculos entre tales videos y la exigencia hacia el
sujeto biopolítico de que se responsabilice por su salud. Se revisaron
alrededor de veintisiete videos de la página Pornhub, prestando especial
atención a diez que fueron titulados The Cleanest Porn Ever.
Todos estos materiales buscan promover el “sexo seguro” basado en el
distanciamiento social, en la visualización de pornografía o en el aprendizaje
de técnicas higiénicas para evitar el contagio. En el análisis se utilizaron
diversas teorías, noticias y estadísticas sobre el tema. Entre los hallazgos
encontrados sobresale que la pornografía del confinamiento es un reflejo de la
subjetividad liberal, en la que los individuos no están interesados en
fortalecer el lazo social o participar en modificaciones culturales, sino en
atender sus necesidades inmediatas e individuales. Finalmente, se concluye que
con este tipo de pornografía se simplifica la realidad al conectar a las
personas con emociones “positivas”, descartando la potencia de las
modificaciones que implican vínculos con la comunidad.
Descriptores: enfermedad;
higiene; pandemia; pornografía; salud; sexualidad.
This text analyzes videos that have erotized
situations linked to COVID-19, in which the use of gloves, masks, alcohol gel,
or protective gear have represented the context of the pandemic, and that are
referred to here as “pornography of confinement.” The aim of this article is to
explore the characteristics of this type of pornography and analyze the links
between such videos and demands upon the biopolitical subject, who is to be
responsible for their own health. Approximately twenty-seven videos from the
website Pornhub were reviewed, with special attention to ten that were entitled
The Cleanest Porn Ever. All these materials aim to
promote “safe sex” based on social distancing, viewing pornography, or learning
hygienic techniques to avoid infection. Diverse theories, news stories, and
data on this topic were used in the analysis. Among the key findings,
pornography of confinement reflects the liberal subjectivity, as the
individuals represented are not interested in strengthening social ties or
participating in cultural change but rather in attending to their own immediate
and individual needs. Finally, it is concluded that reality is simplified in
this type of pornography by connecting people with “positive” emotions,
discarding the potential for change that entails ties to the collective.
Keywords:
illness; hygiene; pandemic; pornography; health;
sexuality.
1. Introducción
La pandemia producida por el SARS-CoV-2, que hasta
diciembre de 2021 sumaba más de 264 millones de personas infectadas y más de
cinco millones de decesos en todo el mundo, ha generado múltiples discusiones
relativas a sus efectos. No es la primera vez que un virus o un patógeno
provoca alteraciones en las relaciones entre las personas y con el medio
ambiente (Diamond 2019), sin embargo, nunca como ahora las sociedades habían
estado tan interconectadas por medios informativos y electrónicos. Internet ha
permitido exponer en tiempo real las impactantes imágenes de ciudades desoladas
por el confinamiento obligatorio y las complejidades atinentes a su manejo en
una diversidad de contextos.
La reclusión de millones de personas en unidades
domésticas ha estimulado emociones ligadas a la ansiedad, la violencia, el
aburrimiento o la depresión que se impone por permanecer en el encierro dentro
de lugares pequeños, por la cercanía con relaciones familiares violentas o por
la modificación radical del estilo de vida. Dentro de las incontables variables
ligadas a la covid-19, un aspecto en torno al cual hay que profundizar son los
efectos del confinamiento sobre la sexualidad y cómo han lidiado las personas
con esta modificación en su cotidianidad. Por ejemplo, durante este con-178
texto se ha reportado un aumento importante en el consumo de materiales
eróticos.
Las estadísticas proporcionadas por la página Pornhub
revelan que los incrementos más drásticos de visitas a su sitio web se
contabilizaron entre febrero y marzo de 2020 (Pornhub 2020), etapa que coincide
con los meses donde se provocaron múltiples encierros masivos y simultáneos de
millones de personas alrededor del mundo. Así, los medios tecnológicos que eran
requeridos para trabajar o estudiar desde la casa –computadoras o teléfonos
celulares–, también fueron utilizados con más frecuencia para acercarse a este
tipo de videos.
Si bien eso es interesante, existe otro aspecto en el
mismo contexto que merece atención y que se relaciona con un nuevo género de
videos triple equis que es el resultado de lógicas que piensan al coronavirus
desde encuadres pornográficos. Aunque la industria del porno no es ajena a las
pandemias como el VIH, las erotizaciones que se han producido en dichas
producciones sobre la covid-19 son más que sugerentes.
Este nuevo género porno es parte de las muy diversas
categorías que componen los materiales del mundo erótico audiovisual. Así, se
llamará pornografía del confinamiento al conjunto de materiales eróticos que
tienen como subtema principal la pandemia del coronavirus y la reclusión vivida
por motivo de la covid-19.
El objetivo de este artículo no solo es explorar las
lógicas de algunos de estos materiales, sino describir los vínculos con las
sociedades neoliberales que están detrás de estas producciones, en especial,
aquel axioma que convierte al sujeto biopolítico en responsable de su salud.
Existen algunos pocos trabajos que se interesan por este fenómeno (Pascual
2021; Zilch 2020; Zattoni et al. 2021), con análisis muy escuetos.
La pornografía del confinamiento. Expresiones porno sobre
el coronavirus que dejan un amplio margen de investigación en el terreno de las
ciencias sociales. La tesis principal del presente trabajo está en proponer a
este tipo de pornografía en su calidad de representación que se relaciona con
los cánones biopolíticos actuales, donde los sujetos atomizados deben buscar
solucionar aspectos relacionados con la salud y gestionar de forma individual
las estrategias para lidiar con este tipo de situaciones, sin la posibilidad de
crear conexiones o vínculos comunitarios.
Para ello, se utiliza la metodología del análisis crítico
del discurso (Jäger 2003).
Bajo esta perspectiva se busca comprender la validez que
se le otorgan a ciertos conceptos, la forma en cómo se divulgan o las huellas
que dejan sobre el conocimiento.
Así, se entiende que los discursos crean diversas
realidades que pueden ser contraditorias, pero que en ningún caso deben ser
consideradas como una “visión distorsionada de la realidad” (Jäger 2003, 66).
Se empleó una muestra de alrededor de veintisiete
contenidos aparecidos en Pornhub sobre estas mismas temáticas. Se le presta
mayor atención a una serie de diez materiales triple equis que en conjunto fue
denominado The Cleanest Porn Ever
y que se inspira en el encierro pandémico. Además, se revisarán algunas
estadísticas, noticias y otros documentos teóricos relacionados.
El artículo continúa con una descripción sobre los
hábitos pornográficos a nivel global durante el encierro debido a la covid-19
para luego detenerse en la caracterización de la pornografía del confinamiento.
Se prosigue con el análisis de las relaciones entre la pornografía, la limpieza
y la medicalización de la sexualidad hasta llegar a las reflexiones finales
sobre biopolítica, autoerotismo e individualidad en el contexto pandémico y
neoliberal.
2. Hábitos pornográficos durante el confinamiento por la
covid-19
De acuerdo con la conocida página Pornhub (2020),
diariamente transitan por su sitio web más de 120 millones de personas. Esta empresa
pornográfica también ha estado interesada en desarrollar estadísticas que
ofrecen datos sobre las visitas realizadas, las horas del día en que existe más
tráfico de entradas a sus enlaces, los videos más solicitados, las categorías
preferidas, los hábitos pornográficos según cada país, entre otras muchas
referencias. Sin embargo, durante la pandemia, Pornhub realizó recuentos
específicos sobre el comportamiento de las búsquedas de videos realizados
cuando buena parte de la población mundial estaba confinada dentro de sus casas
o apartamentos. Allí se detalló que las inspecciones efectuadas en su
plataforma fueron en aumento en febrero, pero sobre todo en marzo de 2020.
Algo que llamó la atención fue que, al iniciar ese mismo
año, Pornhub reportó que se empezaron a realizar búsquedas con la palabra clave
“coronavirus”. De acuerdo con este sitio web, estas primeras indagaciones
iniciaron “el 25 de enero [de 2020] y continuaron creciendo” (Pornhub 2020,
párr. 30). Asimismo, entre febrero y marzo, se registraron “9,1 millones de
búsquedas que contenían los términos de ‘corona’ o ‘covid’” (Pornhub 2020,
párr. 30). Estas estadísticas también dieron cuenta de que era más probable que
alguien que habitaba en Eslovaquia, Bulgaria, Irlanda, Malasia, Serbia, Australia
o Portugal estuviera interesado en acceder a este tipo de videos. Los datos
también permitieron apreciar que para países como Colombia, Estados Unidos y
Canadá, la probabilidad de acceder a contenido similar era mayor en un 65 %, un
10 % y un 9 % respectivamente de lo que sucedía en otras naciones.
Asimismo, otros investigadores alrededor del mundo
también pusieron su interés en evidenciar el aumento del consumo pornográfico
ligado a los encierros masivos de personas. Algunos estudios señalaron las modificaciones
en las vidas sexuales posteriores al confinamiento, incluyendo el aumento de
visitas en estos sitios (Döring 2020; Lehmiller et al. 2020; Córdoba e
Ibarra-Casals 2020). En una investigación realizada con 1559 personas, de las
que 71,1 % eran de género femenino, 73,4 %
eran de Estados Unidos y 84,1 % se describían caucásicos,
se determinó que la mitad de ellas había sufrido disminuciones en la frecuencia
del mantenimiento de las relaciones sexuales. Además, un quinto de quienes
experimentaron cambios reportó modificaciones como “tratar nuevas posiciones
sexuales, sexting, enviar fotos de desnudos, compartir
fantasías sexuales, ver pornografía, buscar en línea información relacionada
con el sexo, tener cibersexo, filmarse a uno mismo masturbándose” (Lehmiller et
al. 2020, párr. 16). Es decir, las alteraciones en las vidas sexuales de las
personas de dicha investigación no solo implicaron una clara interconexión con
el internet o con los aparatos electrónicos, sino que también fueron reportadas
la observación o la realización de escenas eróticas a través del video como
formas de adaptarse a la llamada nueva normalidad.
En este contexto, el aumento en el consumo de pornografía
no es ninguna sorpresa. Al mismo tiempo en que se pidió no salir de casa,
mantener la distancia social o el lavado de manos, se aconsejó potenciar la
utilización de las herramientas tecnológicas no solo para trabajar o estudiar,
sino también para alimentar todo tipo de lazos sociales y hasta para los
contactos eróticos de quienes no compartieran un mismo domicilio. Se puede
tomar como ejemplo un estudio realizado durante el 2020 con la comunidad
LGBTIQ+ en Costa Rica que buscó valorar algunas de las prácticas sexuales
durante el confinamiento. Aunque no se recomendó específicamente que para
prevenir los contagios en el espacio doméstico se observara pornografía, sí se
sugirió no abandonar la casa y acercarse a ciertos linderos que podrían estar
relacionados con el porno al aconsejar “promover prácticas de autoexploración y
autosatisfacción, o bien la utilización de otros medios como llamada, video,
etc.; esto, en el caso de quienes no conviven con su pareja sexual” (HIVOS
2020, 28).
La pornografía del confinamiento. Expresiones porno sobre
el coronavirus Estos consejos que sugerían la “autoexploración” eran
concordantes con otro tipo de indicaciones sanitarias para no contagiarse del
coronavirus, como el distanciamiento social o limitarse a mantener relaciones
sexuales solamente con quienes vivieran en la misma casa. Es más, en algunas
ocasiones se promovió explícitamente la masturbación desde ministerios de salud
de países como Colombia (Ministerio de Salud y Protección Social 2020) o
Argentina (Ministerio de Salud Argentina 2020) y también por instancias como el
Departamento de Salud de la Ciudad de Nueva York (New York City Health
Department 2021), o por ONUSIDA (2020). De forma aún más explícita, una
recomendación para utilizar este tipo de estrategias tecnológicas ligadas al
porno para evitar la propagación de la enfermedad se presentó en una página web
de una asociación que trabaja con personas que tienen VIH.
En medio de la pandemia, se realizó un llamado a
considerar el sexo virtual como una alternativa para no contagiarse de
SARS-CoV-2. En una de sus publicaciones, se mencionó que “activando la
creatividad” se pueden utilizar los medios tecnológicos
“para llegar al clímax, solos o acompañados, usando
llamadas de video, audios, imágenes, plataformas de videos eróticos,
conversaciones o cualquier otra que les permita llegar a la meta sin salir de
casa” (ASEV 2021, párr. 6). Es decir, aislamiento, masturbación, pornografía e
higiene se conectaron aún más durante la pandemia. Tanto es así que Pornhub y
otras páginas similares potenciaron el consumo de pornografía para no exponerse
a los contagios de la covid-19 en el espacio público y fomentaron la
erotización de ciertos aspectos del manejo pandémico.
Cuando los ministerios de salud y los organismos
internacionales recomendaron la masturbación como una forma aséptica de tener
sexo y de no propagar el contagio durante periodos de encierro, sus intereses
de contención de la pandemia se entrelazaron, sin necesariamente quererlo, con
las grandes empresas de contenido erótico como Pornhub. Todas estas instancias
fomentaron la visión de la pornografía o del autoerotismo como una estrategia
de contención de la propagación del virus. Una serie de padrinazgos se
concretaron entre ambos sectores con el fin de controlar las enfermedades.
Así, estas empresas vieron en este encierro una
oportunidad de promover sus videos y de realizar material propio sobre el tema.
De hecho, Pornhub ejecutó campañas para regalar mascarillas (López 2020) y
ofreció contenido premium gratis a ciertos países a
los cuales impulsaba a no desfallecer durante el confinamiento con consignas en
su página de Francia como “Courage”, en Italia “Forza” y en España
“Vamos” (Pascual 2021, 1). Además de eso, al acceder al
regalo de la suscripción los usuarios debían marcar “Acepto el autoasilamiento
y disfruto de Videos Premium GRATIS” (Pascual 2021, 2). Si bien pareciera que
la mancuerna entre la pornografía y la medicina fue producida de forma muy
contextual por la pandemia, más adelante se mostrará lo contrario.
3. La pornografía del
confinamiento
El arte, la cinematografía o inclusive la pornografía
pueden generar diversas aproximaciones a eventos emocionales traumáticos. Un
ejemplo claro se presentó en la película de 1988, ¿Y dónde
está el policía? [ The Naked Gun: From the Files of Police Squad! ], que mostraba una escena
graciosa donde Leslie Nielsen y Priscilla Presley se introducían en un condón
gigante con el fin de practicar sexo seguro. Con ello se buscaba satirizar el
trauma producido por el VIH-sida y la consecuente recomendación sanitaria de
emplear un dispositivo profiláctico en todas las relaciones sexuales casuales.
La escena exponía con socarronería lo complejo o saturante que probablemente
fueron dichas advertencias para evitar el contagio de una infección sexual
ligada a la muerte y el disgusto por introducir esta funda de látex en la vida
de muchas personas.
En el caso de la pandemia y la pornografía se han presentado
una serie de materiales audiovisuales eróticos que entrelazan estos temas. Si
bien también han sido nombrados como “pornografía con temática de coronavirus”
(Zattoni et al. 2021) o “pornografía pandémica” (Zilch 2020), en el presente
documento se la nombrará como “pornografía del confinamiento” pues, aunque se
ha basado en la erotización de ciertas dinámicas ligadas al SARS-CoV-2, una de
sus inspiraciones más importantes son las tramas o consejos que se ofrecen para
que las personas se queden en casa o para mostrar eventos que de cierta manera
ocurrieron durante los encierros masivos desde el 2020. En estos videos existen
argumentos muy diversos: desde aquellos donde se tienen encuentros sexuales por
el hecho de estar aburridos en el aislamiento hasta donde se sugiere que un
fluido como el semen, la penetración o una parte del cuerpo pueden hacer que
alguien se cure de esta enfermedad.
La centralidad de estas representaciones gira en torno a
aspectos que siempre colindan con la pandemia y con el tiempo de encierro
generalizado. Suponen, además, que la gestión de la sexualidad en este contexto
se enfrenta con situaciones límites como la enfermedad, el aburrimiento, el
cierre de ciudades, la falta de utensilios higiénicos (como el papel
sanitario), el atascamiento de personas en ciertas ciudades, etcétera. En esta
pornografía, es común encontrar a sus protagonistas usando guantes, mascarillas
o trajes de protección para evitar cierto contacto humano y alusiones a
espacios hospitalarios, curaciones o representaciones del personal de salud
directamente involucrado en la contención de esta situación. Es decir, son
frecuentes los simbolismos que remiten a la lógica de la curación, y en
particular es bastante usual el empleo de materiales que tienen en cuenta la bioseguridad
que protege de los contagios. Todos estos documentos visuales no solo se
contextualizan dentro del confinamiento, sino que también erotizan elementos
ligados a la higiene.
Si bien en tiempos pandémicos o prepandémicos, tanto en
el espacio público como en las zonas hospitalarias, las mascarillas o los
guantes de látex han sido asociados con características vinculadas a la
protección y a cualidades de asepsia médica, en la pornografía
del confinamiento estos objetos adquieren también otras características más
específicas. Por ejemplo, en estas representaciones su uso profiláctico es
sobre todo un recordatorio del momento pandémico, pues no son destinadas
propiamente para protegerse del ingreso del coronavirus al organismo. Es
necesario destacar que el lugar más protagónico lo tienen las mascarillas
quirúrgicas, aunque también aparecen más esporádicamente guantes o trajes de
bioseguridad. Además, las mascarillas se usan tanto para desplazarse en el
espacio público como para estar en cualquier cuarto de la casa, incluyendo el
dormitorio o la sala en compañía de familiares.
Estas son parte de un elemento de la utilería que
favorece la correcta escenografía del ambiente que se desea simbolizar. Al
mismo tiempo, ingresan a una articulación con el erotismo de quienes las portan
al proponerles destinos versátiles. No solo se usan para tapar la boca de las
supuestas enfermeras o para representar el peligro de partículas respiratorias,
sino que también pueden emplearse como un traje de baño tipo bikini o son
rasgadas para hacerles una abertura que permita la felación sin tener que
desprenderse de este objeto. Es decir, dentro de este contexto, los
significados de los objetos se trasmutan y escapan a sus usos tradicionales.
Allí, el “sexo seguro” deja de ser asociado con el uso
del condón, el cual de hecho ha sido bastante objetado en la pornografía
tradicional. Dentro de estos videos, la seguridad para no contagiarse proviene
del lavado de manos, el uso de mascarillas 183
(muchas veces mal utilizada) o la distancia social. La
protección de la mascarilla hace que esta se convierta en un fetiche que hace
sobresalir la mirada a la cámara de quien la porta. En muchas ocasiones, los
actores y las actrices ofrecen recomendaciones para proponerle a quienes
observan diversas estrategias para evitar el contagio de la covid-19. En otros
casos se juega también con la trama del engaño para concretar un encuentro
sexual. Por ejemplo, los argumentos pueden sugerir que científicos o personal
médico han descubierto que el semen, o un tipo particular de práctica sexual,
tienen el potencial de proteger o curar del SARS-CoV-2. Aunque esto parecería
poco probable de llevar a cabo en la vida real, no se debe olvidar que en 2021
se reveló el caso de un hombre que fue denunciado por varias mujeres jóvenes
quienes eran contratadas para trabajar en una frutería y que alegaron acoso
sexual en el trabajo.
Como un episodio de la pornografía del confinamiento, el
dueño del local exigía a sus empleadas cumplir con sus protocolos sanitarios como
el requisito de aplicarles alcohol en gel sobre sus cuerpos, usar pantalones
cortos, comer en su casa y bañarse enfrente de él (Repretel 2021). Así, este
tipo de pornografía ha buscado asociar emociones placenteras o lúdicas con la
pandemia. De hecho, se intenta vincular la higiene como algo sexy.
El propio vicepresidente de Pornhub ha utilizado palabras
similares para referirse a una serie de videos pedagógicos que crearon con
motivos de la pandemia al comentar que “los videos instructivos pueden ser secos
y aburridos, pero esta serie entretenida demuestra que el distanciamiento
social aún puede ser sexy” (López 2020, párr. 6). En estos videos es también
interesante el trastocamiento del sentido inicial de los objetos de
bioseguridad, su apuesta porque el “sexo seguro” siga siendo el que se aleja
del condón pero que se obtenga a través del acercamiento fetichizado de
guantes, mascarillas, del lavado de manos, de los trajes de bioseguridad y de
la masturbación protegida del virus en el recinto doméstico.
En todo caso, este tipo de pornografía calza
perfectamente con aquellas expresiones que fueron descritas como porno-ayuda
(Sequeira Rovira 2018) y que responden a líneas editoriales ligadas al soporte
individualizado que fomenta los métodos para que sea el propio individuo quien
provoque una mejora en su vida.
Allí, los conocimientos que provienen de la pornografía o
de sus intérpretes se convierten en la autoridad legitimada para ofrecer
consejos en materia sexual o sexológica y lograr acercarse a una descripción de
placer continuo que se supone puede ser alcanzada por cualquier persona. En el
caso del porno del confinamiento, las “asistencias” que provienen de este tipo
de videos van más allá de la mera referencia a lo sexual y a las
recomendaciones para que cualquier persona potencialice sus capacidades
eróticas. Más bien, ahora se hace más evidente el hecho de que sus intérpretes
desean apoyar a los espectadores para que puedan cuidarse de los peligros
asociados a las enfermedades infecciosas como la covid-19 o simplemente
relacionar esta situación con contenidos eróticos.
Una muestra es el video titulado “Corona Virus prevention
by Cherry Kiss”, que busca representar a una mujer enferma, tirada en una cama
con un evidente malestar, tos, secreciones nasales y rodeada de pañuelos
desechables. Aun cuando ella le sugiere a su pareja que posiblemente tiene
coronavirus, ellos terminan teniendo sexo y con esto, acaba su malestar
mágicamente. Sin embargo, una vez que la representación finaliza, los actores hablan
desnudos dirigiéndose a la cámara y dándole consejos a los espectadores sobre
el sexo y la covid-19. La primera recomendación es “quédense en casa y cojan
mucho”. La segunda se basa en sugerir que para no toserle en la cara a la otra
persona mientras se tiene sexo, lo recomendable es la posición “del perrito” ( doggy), porque advierten que “en esta posición es seguro”,
en contraposición a otra donde se tenga a la persona de frente. Con un tono
jocoso e irreverente, hablan de sus sugerencias y señalan que una de las
ventajas del encierro es que poseen más tiempo para tener sexo. Evidentemente,
sus consejos no son consistentes con los que han señalado los organismos
sanitarios, pero queda de fondo la sugerencia no solo de mantener mayores
contactos sexuales sino también de cuidarse y no salir de casa.
De esta manera, las apreciaciones hacia este tipo de
producciones pueden ser muy variadas. En un sitio de noticias en internet, una
de las periodistas afirmó en el año 2020 sentir “esperanza” en la pornografía
que tenía como tema principal al coronavirus. Para hacer sus apreciaciones
siguió las reflexiones de un psicólogo que es integrante del Instituto Kinsey y
escritor de un blog sobre sexualidad. Para ambos este tipo de videos tienen la
capacidad de otorgarle a las personas herramientas para lidiar con
la pandemia. Primero, porque facilitaría el “que las mascarillas sean más
apetecibles” al ligarlas con afectos vinculados al erotismo (Duncan 2020, párr.
8). Segundo, porque proveería estrategias para no contagiarse de covid-19, toda
vez que invita a no salir de casa y limitar el contacto con otras personas.
Tercero, porque supone que este porno tendría una consecuencia contraria al
provocar “resolver algunos de nuestros miedos y ansiedades, no solo ayudándonos
a salir, sino ayudándonos a recordar que la intimidad es posible” (Duncan 2020,
párr. 12). Para esta periodista, este tipo de materiales provocan una cierta
tranquilidad y confianza en el futuro ya que “ver pornografía de COVID no solo
me hizo sentir esperanzada sobre el sexo, me hizo sentir esperanzada sobre la
humanidad” (Duncan 2020, párr. 13). Finalmente, ambos profesionales consideran
que este tipo de situaciones podrían mejorar la percepción que existe sobre el
porno, al presentarlo como una herramienta útil para lidiar con los traumas que
ha provocado el SARS-CoV-2.
Aun cuando estas deducciones son cuestionables, es cierto
que existe un público que mira y se interesa por este tipo de materiales. Las
razones para ello pueden ser muy variadas. De hecho, se ha dicho que su
atractivo está en la “erotización del miedo” (Zattoni et al. 2021, 6), de
cierta forma similar a lo que ocurre con el interés por mirar películas de
terror. Sin embargo, lo cierto es que esto es una idea que se concentra en una
visión limitada. La pornografía del confinamiento recuerda que el porno
tradicional es una muestra cultural de diversas tensiones ligadas al género y a
la sexualidad y donde transitan prácticas y saberes biopolíticos de control
social.
Es importante entender que este tipo de expresión del
porno expone lógicas de organización cultural capitalista y liberal que
promueven una gestión individual de la pandemia y donde se lidia con esta a
través del sexo con conocidos o con extraños.
Que algunas enfermedades se hayan propuesto como
metáforas ligadas a las modificaciones individuales no es algo nuevo.
Este tipo de producciones se enfocan en mostrar células
pequeñas (hermanastros atrapados en una casa, una pareja que teme contagiarse,
una mujer sola que busca que un vecino le regale material sanitario escaso)
dentro de un espacio restringido.
Aunque se menciona la existencia de una pandemia o de
ciertas restricciones impuestas por un Gobierno, los individuos deben lidiar
solos con la ansiedad por el cambio de condiciones de vida, con su
aburrimiento/depresión, con la escasez de productos en el supermercado, o con
la superación de la enfermedad. No es casual que no se mencionen las redes de
apoyo o la mediación del Estado. La pornografía del confinamiento es el reflejo
del manejo biopolítico que se basa en el entrena-miento de los sujetos para que
sepan manejar de forma individual los requerimientos de salud, tal y como lo ha
propuesto Nikolas Rose (2012) en relación con las exigencias actuales de este
tipo de poder. Allí, el porno se funde aún más con el discurso médico y busca
proponerse como una especie de “pornografía limpia”, así se verá a
continuación.
4. La pornografía, la limpieza y
la medicalización de la sexualidad
Desde el siglo XVIII, Occidente fue testigo de una fuerte
medicalización de la salud en países europeos. Posteriormente, esto fue
transmitido a otras latitudes, lo que le otorgó a la medicina y a sus
especialistas una posición de distinción cada vez más asentada en la sociedad.
Ello conllevó a aumentar el interés por instaurar medidas higiénicas, por la
preocupación de la limpieza, por la tendencia de contener/eliminar las
epidemias o por la disposición de propiciar una mejor salud entre los
habitantes de los países. La biopolítica, que deseaba maximizar la vida de la
población, jugaba un rol protagónico en esto (Foucault 2009). Junto con su
influencia, se tomaron medidas para incentivar todo tipo de higienizaciones de
los espacios públicos y privados. Durante aquella época, los centros de salud
en Europa instauraron de forma asesorada a las familias para que se promoviera
en la población “una ‘hospitalización’ a domicilio” (Foucault 2012, 225).
Con ello, se buscaba reducir los costos económicos de
este tipo de cuidados basado en el personal especializado y se le dejaba a la
familia esta tarea. Sin embargo, esto podía presentar “riesgos cuando se
trata[ba] de enfermedades epidémicas” (Foucault 2012, 225). Casi desde el
inicio de la detección del coronavirus en el 2020, la consigna también fue
quedarse en casa y poder desarrollar desde allí las gestiones laborales,
educativas y hasta aquellas que implicaban los vínculos sociales. Las redes
familiares de convivencia inmediata se presentaron como agentes que debían ser
responsables del cuidado, intentando salir lo menos posible. Tal y como sucedió
en el siglo XVIII, se intentó mirar “a la familia convertida en instancia
primaria de la salud, a la red extensa y continua del personal médico y al
control administrativo de la población” (Foucault 2012, 227) como una de las
garantías más importantes de la contención pandémica.
En el mismo contexto del surgimiento de la biopolítica,
Alain Corbin (1987) analizó parte de la historia de la higiene, al abordar las
transformaciones en el manejo de los olores para la burguesía europea y su
creciente desarrollo en cuanto característica distintiva del buen gusto. No es
casualidad que, en aquellos momentos, a través de la medicina se empezara a
instruir sobre la importancia de la limpieza, la necesidad de lavarse las
manos, higienizar el cuerpo, refrescarse la boca, peinarse el cabello,
cambiarse periódicamente la ropa interior, entre otras acciones similares.
En su texto, Corbin relata cómo la higiene no podía ser
excesiva sobre todo para las mujeres, pues aquellas que se bañaban demasiado
eran asociadas a situaciones como la esterilidad de “la cortesana” o la
debilidad de la muchacha porque “el baño genera sospecha” (1987, 196), toda vez
que este podía despertar pasiones consideradas inadecuadas, por lo que debían
bañarse apresuradamente y con los ojos cerrados.
Es interesante que, varias décadas después, en la
pornografía del confinamiento, son sobre todo cuerpos de mujeres los que se
contornean para hacer un uso sensual del jabón o del agua. Es
decir, mientras que las recomendaciones del siglo XVIII buscaban un lavado
acelerado en las mujeres para no despertar pasiones, en el siglo XXI, el
interés de las producciones como las aquí reseñadas se enfocan en un
frotamiento higiénico que tiende a alejarse todo lo posible del recato.
En la actualidad, donde también la pornografía se ha
asentado como una herramienta erótica y pedagógica utilizada por millones de
personas alrededor del mundo, ya es conocida y trabajada académicamente una estrecha
relación entre el porno y la medicina (Sequeira Rovira 2018; Retana 2008;
Preciado 2005), ya que ambas “funcionan como formas de pedagogía biopolítica
que enseñan cómo hacerse un cuerpo hetero” pero además este tipo de
producciones se interesan por emplear “el mismo recorte de los órganos
sexuales, la misma puesta del desnudo en primer plano que la medicina para
mostrar el siempre exitoso ensamblaje mecánico vagina-pene” (Preciado 2005,
130). Es así como la pornografía se convirtió en una hermana cercana de las
lógicas sexológicas de normalización corporal y sexual. En este contexto, no es
nada nuevo coincidir con el hecho de que este tipo de materiales eróticos hayan
sido asociados con “una palabra sucia” (Paasonen et al. 2007, 1), lo que,
lastimosamente, también ha favorecido limitaciones en el desarrollo de mayores
y mejores análisis, por ser considerados como “basura cultural” (Preciado 2008,
42).
De esta manera, varias de las representaciones de la
pornografía del confinamiento han buscado jugar con la idea de la higiene antes
que el placer o, al menos, a la par de este. En el caso del video que
elaboraron los actores porno Chase Poundher y su pareja Little Squirtles
titulado “COVID-19 Coronavirus: Horny Slut Has to Use Protection During
Outbreak!”, no parece tanto ser un video triple equis sino un mensaje
financia-do por algún ministerio de salud. La trama se basa en un regaño que
Poundher le hace a su pareja por salir de casa sin usar mascarilla en plena
pandemia. Luego de un sermón sanitario, le sugiere la necesidad de tener “sexo
seguro”. Sin embargo, esto no implica recurrir al condón, sino al empleo de una
mascarilla N-95 que estará siempre presente mientras realizan el sexo vaginal,
el sexo oral o los besos en la boca.
El video recurre más al sentido del cuidado higiénico
para evitar el virus de la pandemia, que a mostrar posiciones, orificios o
líquidos corporales de alguno de sus intérpretes. De hecho, la protagonista más
importante no es la actriz o el actor que allí aparecen, sino la mascarilla
hospitalaria. Al igual que este, existen otros videos que se enfocan solamente
en que chicas desnudas se enjabonen sus manos mientras bailan y muestran sus
cuerpos y que se pueden encontrar bajo el hashtag
#Scrubhub.
Como ya se ha mencionado, esta “pornografía limpia” busca
jugar con ideas relacionadas con la higiene en cuanto elemento de fondo que une
sus tramas y que erotiza la bioseguridad o la sanidad.
En otro ejemplo más concreto, Pornhub realizó una serie
de diez videos que tituló The Cleanest Porn Ever, y en
donde se muestra a intérpretes del cine para adultos (en su gran mayoría
mujeres) de diferentes lugares del mundo, intentando “hacer más placentera” la
estadía en casa de quienes tienen que quedarse confinados. Estas
representaciones buscan ofrecer mensajes médico-sanitarios, con tonos
graciosos, mezclando el doble sentido y aderezados con diversas masturbaciones
de las actrices implicadas. Los videos utilizan el siguiente lema: “Con motivo
de la pandemia de la covid-19, Pornhub quiere proponer algo a todos sus
usuarios. Por una vez, en lugar de pediros que seáis sucios, queremos que
permanezcáis limpios (…) y a salvo”. A partir de ahí, se ofrecen seis
recomendaciones que se repiten en los diversos idiomas originales de sus
intérpretes. Los consejos escritos en inglés, español, francés, italiano,
alemán, chino o japonés fueron los siguientes:
1. Un buen trabajo manual: lava tus manos frecuentemente
durante al menos 20 segundos.
2. El tamaño sí importa. Evita las grandes
aglomeraciones.
3. Juega contigo mismo/a. Mantén distanciamiento social
cuando salgas de casa o cuando estés cerca de alguien con tos o estornudos.
4. Nada de faciales, por favor. Evita tocar tu cara.
5. Si te pones demasiado caliente. Si tienes fiebre, tos
o dificultad para respirar, contacta con tu servicio médico local y sigue sus
instrucciones.
6. Quédate a jugar. Y por
supuesto quédate en casa si puedes
Con claras muestras de doble sentido y donde se resaltan
estados de ánimo tranquilos, despreocupados, alegres y juguetones, las actrices
se concentran en tinas de baño, regaderas o en el lavabo de manos. Es decir, a
diferencia de otros videos similares donde la mascarilla es la protagonista,
aquí lo es el agua que recorre el cuerpo y que es el escenario perfecto para la
higienización erotizada en tiempos pandémicos. Luego de nombrar los consejos,
se busca mostrar al espectador o espectadora la forma “segura” de mantenerse en
el espacio doméstico con placer y protección. Aquí, la masturbación con la mano
o con un dildo[i] es fundamental para llevar
a cabo la función de “sexo seguro”. Incluso, cuando se muestra una pareja en la
misma habitación, ellos prefieren masturbarse a distancia razonable para seguir
los consejos sanitarios de mantenerse alejados.
Estos ejemplos muestran cómo la pornografía del
confinamiento está íntimamente ligada a las lógicas biopolíticas del control de
la vida. De hecho, no se debe olvidar que el “dispositivo de la sexualidad”
nació de la mano de esta forma de poder (Foucault 2009). Las coordenadas de
enfermedad, salud, mortalidad o amenaza a la existencia son también subtramas
de este tipo de videos. Allí, se muestra la representación de la vida que
“amenaza siempre con volverse acción de muerte” (Esposito 2011, 16), pero que
en todas las ocasiones logra trascenderla momentáneamente. Los individuos que
aparecen en los videos de Pornhub, se presentan en un estado continuo de
satisfacción adormecida. Son representaciones de sujetos de ciudad y que, por
las muestras de sus habitaciones, pertenecen a la clase media o alta de países
del Norte Global. A pesar de la adversidad por el contexto pandémico, no se
muestran cansados o deprimidos, sino perpetuamente excitados.
Más que la exposición de discursos sobre técnicas
normalizadas de coito, estos videos son la muestra de representaciones del
individuo biopolítico que debe ser un emprendedor de sí mismo. Dentro de esos
escenarios solo quedan sujetos en soledad, en un contexto donde ya no se
aprecia la democracia o la comunidad. A pesar de la sensación de que todas las
personas están confinadas en sus casas y que los espacios públicos están
vacíos, no son una representación de ciencia ficción basada en escenarios de
muertos vivientes al estilo The Walking Dead, sino que
revelan los simbolismos constitutivos de los sujetos actuales. Son la imagen
que contiene residuos de una colectividad que está recluida en espacios
domésticos y que solo necesita de los contactos sexuales para trascender el
aburrimiento.
De hecho, la comunidad, como lo recuerda Esposito, es
riesgosa en tanto “expone a cada cual a un contacto o también a un contagio,
potencialmente peligroso por parte del otro” (Esposito 2009, 98). Así, quienes aparecen
en esta pornografía profiláctica no parecen tener lazos sociales fuertes y solo
les queda el sexo como vínculo con los otros y consigo mismos. Lo interesante
de la pornografía del confinamiento no es simplemente el simbolismo ligado a la
normalización de las prácticas sexuales o la erotización de las jerarquías
sino, sobre todo, la muestra de la representación más problemática del sujeto
biopolítico liberal que ha perdido el interés por el vínculo con las otras
personas, por la comunidad o por la transformación de la sociedad.
5. Conclusiones
Aunque para la industria pornográfica tradicional el
condón ha sido visto como una limitante para atraer más espectadores, la
covid-19 facilitó la erotización de otro tipo de dispositivos del mundo
profiláctico. En estas producciones, el sexo seguro se pro-puso como aquel que
implicaba el lavado prolongado de manos de mujeres desnudas, los trajes de
bioseguridad que cubrían todo el cuerpo excepto los genitales, el uso de la
mascarilla quirúrgica en cada momento del encuentro sexual o el autoerotismo a
distancia posibilitado por la pornografía.
La misma masturbación que es aconsejada por ministerios
de salud de países latinoamericanos, o por organismos internacionales para
frenar la pandemia, es sugerida también por los videos de The
Cleanest Porn Ever. Así muestra
su ligamen con los cánones médicos que se pueden rastrear desde el desarrollo
del dispositivo de la sexualidad.
Por ejemplo, vista en los tres periodos de concentración
de los discursos inicia-dos en el siglo XVIII, el “sexo solitario” fue
analizado primero como una puerta a la patología, segundo como una etapa del
desarrollo en la niñez y tercero como una forma de autoestima (Laqueur 2007).
Indistintamente de la rama de especialización que le otorgue prioridad, la
medicina, la psiquiatría o la sexología han tenido relación con el
autoerotismo. La transformación de estas miradas hacia la masturbación, sin
embargo, nunca estuvieron alejadas de los cánones sanitarios.
Mientras que en un inicio la idea que albergaron los
médicos como Tissot (2003) era que había que eliminar el autoerotismo de las
prácticas sexuales porque podía dañar la salud pues provocaría enfermedades o
consecuencias como la locura o la muerte, en la actualidad la masturbación es
pensada como una forma “sana” de relacionarse con uno mismo. En tiempos de
distanciamiento social y fobia a los gérmenes, el autoerotismo se corona en
calidad de soberano no solo de la salud, sino también de la higiene, la
profilaxis o el autocuidado. Esto queda más que evidenciado cuando al realizar
una búsqueda en Pornhub de palabras como “coronavirus” o “covid-19”, aparece en
la parte superior de dicha página el emblema de la OMS seguida de la leyenda
“Obtén la última información de la Organización Mundial de la Salud acerca de
la covid-19”.
Si bien buena parte de la humanidad lleva meses atenta a
la información saturante sobre el coronavirus, la pornografía del confinamiento
evita en sus espectadores cualquier obstáculo emocional extenuante, como la
posibilidad de pandemias futuras, las complejidades de reclusiones en los
espacios domésticos muy estrechos, los desempleos generalizados o las nuevas
variantes del virus que amenazan con mayores medidas sanitarias. Todo esto es
desechado y el SARS-CoV-2 se convierte en una excusa para tener sexo o para
transformar cualquier situación, por apremiante que parezca, en un afrodisiaco.
De esta manera, las salidas que encuentra para enfrentarse a esta amenaza
sanitaria o a sus consecuencias se basan en las representaciones del sujeto
egoísta neoliberal que se interesa por aquello inmediatamente cercano y que
disminuye la importancia de la colaboración colectiva. Como lo ha planteado
Wendy Brown, la racionalidad que proviene del neoliberalismo se ocupa de “una
formulación específica de valores, prácticas y mediciones de la economía a cada
dimensión de la vida humana” (2016, 35).
En términos del coronavirus, esta lógica se maneja bajo
el interés principal delegado en la priorización de prácticas de
responsabilidad individual, que no contribuyen a generar ningún vínculo social
y que han sido adoptadas por muchos Gobiernos: “cuídese usted mismo”, “no salga
de casa”, “lávese las manos”, “estornude correctamente”. Ante una situación
sanitaria como la que se vive, lo que hace la pornografía del confinamiento en
particular es apostar por la privatización de las relaciones sociales, el
desinterés por la justicia social, la necesidad del autogobierno (técnicas para
tener “sexo seguro”, instrucción de lavado animado de las manos, etc.), o la
adaptación ante una situación compleja mediante la lógica mercantil
(transacciones sexuales para evitar el aburrimiento, intercambio de productos
de primera necesidad por sexo, etc.). Así ha sido teorizado: “la gobernanza
neoliberal contemporánea opera a través del aislamiento y la empresarialización
de unidades e individuos responsables, mediante la delegación de la autoridad,
la toma de decisiones y la implementación de políticas y normas de conducta”
(Brown 2016, 173). Estos criterios conductuales desplegados en la pornografía
del confinamiento son parte de este reflejo neoliberal y biopolítico y de sus
consecuentes razonamientos de administración y de gestión de los individuos
atomizados.
De esta manera, cualquier tipo de pornografía no está separada
del contexto que la produce. Cuando aparecen tramas que incluyen eventos
traumáticos como el experimentado actualmente por la pandemia, sus expresiones
son indicativos de situaciones que van más allá de la finalidad masturbatoria
de sus espectadores. Por ejemplo, dentro de ambientes que han implicado la
privatización de la salud mediante las políticas neoliberales se ha denunciado
la poca eficiencia en la atención sanitaria, el elevado precio de las
consultas, la obligación individual de la escogencia de la mejor opción o
apartarse de la solidaridad comunitaria (Navarro 2020; De Groote et al. 2007;
Menéndez 2005). Así, el sujeto solitario que aparece en los videos de la
pornografía del confinamiento no es simplemente un ejemplo ridiculizado de
alguien que se utiliza para erotizar a los espectadores.
Este individuo no tiene redes de apoyo, no crea vínculos
sociales más que los momentáneos de un encuentro casual y no parece estar
angustiado. Al protagonista del porno aquí analizado le sobrecoge la lujuria y
más que vivir en sociedad parece que está en un espacio sin interconexión
significativa con otros seres humanos. Esta representación es la proyección del
sujeto biopolítico al que los Estados le piden responsabilidad individual para
evitar contagiarse, a quien se le recomienda permanecer en el espacio doméstico
y quien debe lidiar, posteriormente, con sistemas de salud debilitados por
políticas neoliberales que han recortado las inversiones en salud. Es decir, el
sujeto que emerge de estos videos no es una extravagancia contextual, sino una
habitualidad conocida de las sociedades actuales.
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Notas
[i] El
dildo es un objeto que se utiliza para obtener o recibir placer sexual por
medio de su introducción en orificios corporales como ano, boca o vagina. En
muchas ocasiones el dildo busca imitar la imagen de un pene grueso y largo.