Íconos. Revista de Ciencias Sociales

Núm 74. Septiembre - diciembre 2022, pp. 177-193, ISSN (on-line) 1390-8065

DOI: 10.17141/iconos.74.2022.5297

 

Temas

 

La pornografía del confinamiento. Expresiones porno sobre el coronavirus

The pornography of confinement. Porn expressions about the coronavirus

 

Mgtr. Paula Sequeira-Rovira.Investigadora. Instituto de Estudios de la Mujer, Universidad Nacional. Costa Rica.

(paula.sequeira.rovira@una.cr)(https://orcid.org/0000-0002-3281-0572)

 

Recibido: 10/01/2022 Revisado:24/02/2022

Aceptado: 27/04/2022 • Publicado: 01/09/2022

Cómo citar este artículo: Sequeira-Rovira, Paula. 2022. “La pornografía del confinamiento. Expresiones porno sobre el coronavirus”. Íconos. Revista de Ciencias Sociales 74: 177-193. https://doi.org/10.17141/iconos.74.2022.5297

Resumen

En el presente texto se analizan los videos que han erotizado algunas situaciones ligadas a la covid-19, como el uso de guantes, mascarillas, alcohol en gel o trajes de protección para representar el contexto específico de la pandemia y que aquí se denomina “pornografía del confinamiento”. Los objetivos del artículo son explorar las características de este tipo de pornografía y analizar los vínculos entre tales videos y la exigencia hacia el sujeto biopolítico de que se responsabilice por su salud. Se revisaron alrededor de veintisiete videos de la página Pornhub, prestando especial atención a diez que fueron titulados The Cleanest Porn Ever. Todos estos materiales buscan promover el “sexo seguro” basado en el distanciamiento social, en la visualización de pornografía o en el aprendizaje de técnicas higiénicas para evitar el contagio. En el análisis se utilizaron diversas teorías, noticias y estadísticas sobre el tema. Entre los hallazgos encontrados sobresale que la pornografía del confinamiento es un reflejo de la subjetividad liberal, en la que los individuos no están interesados en fortalecer el lazo social o participar en modificaciones culturales, sino en atender sus necesidades inmediatas e individuales. Finalmente, se concluye que con este tipo de pornografía se simplifica la realidad al conectar a las personas con emociones “positivas”, descartando la potencia de las modificaciones que implican vínculos con la comunidad.

Descriptores: enfermedad; higiene; pandemia; pornografía; salud; sexualidad.

Abstract

This text analyzes videos that have erotized situations linked to COVID-19, in which the use of gloves, masks, alcohol gel, or protective gear have represented the context of the pandemic, and that are referred to here as “pornography of confinement.” The aim of this article is to explore the characteristics of this type of pornography and analyze the links between such videos and demands upon the biopolitical subject, who is to be responsible for their own health. Approximately twenty-seven videos from the website Pornhub were reviewed, with special attention to ten that were entitled The Cleanest Porn Ever. All these materials aim to promote “safe sex” based on social distancing, viewing pornography, or learning hygienic techniques to avoid infection. Diverse theories, news stories, and data on this topic were used in the analysis. Among the key findings, pornography of confinement reflects the liberal subjectivity, as the individuals represented are not interested in strengthening social ties or participating in cultural change but rather in attending to their own immediate and individual needs. Finally, it is concluded that reality is simplified in this type of pornography by connecting people with “positive” emotions, discarding the potential for change that entails ties to the collective.

Keywords: illness; hygiene; pandemic; pornography; health; sexuality.

1. Introducción

La pandemia producida por el SARS-CoV-2, que hasta diciembre de 2021 sumaba más de 264 millones de personas infectadas y más de cinco millones de decesos en todo el mundo, ha generado múltiples discusiones relativas a sus efectos. No es la primera vez que un virus o un patógeno provoca alteraciones en las relaciones entre las personas y con el medio ambiente (Diamond 2019), sin embargo, nunca como ahora las sociedades habían estado tan interconectadas por medios informativos y electrónicos. Internet ha permitido exponer en tiempo real las impactantes imágenes de ciudades desoladas por el confinamiento obligatorio y las complejidades atinentes a su manejo en una diversidad de contextos.

La reclusión de millones de personas en unidades domésticas ha estimulado emociones ligadas a la ansiedad, la violencia, el aburrimiento o la depresión que se impone por permanecer en el encierro dentro de lugares pequeños, por la cercanía con relaciones familiares violentas o por la modificación radical del estilo de vida. Dentro de las incontables variables ligadas a la covid-19, un aspecto en torno al cual hay que profundizar son los efectos del confinamiento sobre la sexualidad y cómo han lidiado las personas con esta modificación en su cotidianidad. Por ejemplo, durante este con-178 texto se ha reportado un aumento importante en el consumo de materiales eróticos.

Las estadísticas proporcionadas por la página Pornhub revelan que los incrementos más drásticos de visitas a su sitio web se contabilizaron entre febrero y marzo de 2020 (Pornhub 2020), etapa que coincide con los meses donde se provocaron múltiples encierros masivos y simultáneos de millones de personas alrededor del mundo. Así, los medios tecnológicos que eran requeridos para trabajar o estudiar desde la casa –computadoras o teléfonos celulares–, también fueron utilizados con más frecuencia para acercarse a este tipo de videos.

Si bien eso es interesante, existe otro aspecto en el mismo contexto que merece atención y que se relaciona con un nuevo género de videos triple equis que es el resultado de lógicas que piensan al coronavirus desde encuadres pornográficos. Aunque la industria del porno no es ajena a las pandemias como el VIH, las erotizaciones que se han producido en dichas producciones sobre la covid-19 son más que sugerentes.

Este nuevo género porno es parte de las muy diversas categorías que componen los materiales del mundo erótico audiovisual. Así, se llamará pornografía del confinamiento al conjunto de materiales eróticos que tienen como subtema principal la pandemia del coronavirus y la reclusión vivida por motivo de la covid-19.

El objetivo de este artículo no solo es explorar las lógicas de algunos de estos materiales, sino describir los vínculos con las sociedades neoliberales que están detrás de estas producciones, en especial, aquel axioma que convierte al sujeto biopolítico en responsable de su salud. Existen algunos pocos trabajos que se interesan por este fenómeno (Pascual 2021; Zilch 2020; Zattoni et al. 2021), con análisis muy escuetos.

La pornografía del confinamiento. Expresiones porno sobre el coronavirus que dejan un amplio margen de investigación en el terreno de las ciencias sociales. La tesis principal del presente trabajo está en proponer a este tipo de pornografía en su calidad de representación que se relaciona con los cánones biopolíticos actuales, donde los sujetos atomizados deben buscar solucionar aspectos relacionados con la salud y gestionar de forma individual las estrategias para lidiar con este tipo de situaciones, sin la posibilidad de crear conexiones o vínculos comunitarios.

Para ello, se utiliza la metodología del análisis crítico del discurso (Jäger 2003).

Bajo esta perspectiva se busca comprender la validez que se le otorgan a ciertos conceptos, la forma en cómo se divulgan o las huellas que dejan sobre el conocimiento.

Así, se entiende que los discursos crean diversas realidades que pueden ser contraditorias, pero que en ningún caso deben ser consideradas como una “visión distorsionada de la realidad” (Jäger 2003, 66).

Se empleó una muestra de alrededor de veintisiete contenidos aparecidos en Pornhub sobre estas mismas temáticas. Se le presta mayor atención a una serie de diez materiales triple equis que en conjunto fue denominado The Cleanest Porn Ever y que se inspira en el encierro pandémico. Además, se revisarán algunas estadísticas, noticias y otros documentos teóricos relacionados.

El artículo continúa con una descripción sobre los hábitos pornográficos a nivel global durante el encierro debido a la covid-19 para luego detenerse en la caracterización de la pornografía del confinamiento. Se prosigue con el análisis de las relaciones entre la pornografía, la limpieza y la medicalización de la sexualidad hasta llegar a las reflexiones finales sobre biopolítica, autoerotismo e individualidad en el contexto pandémico y neoliberal.

2. Hábitos pornográficos durante el confinamiento por la covid-19

De acuerdo con la conocida página Pornhub (2020), diariamente transitan por su sitio web más de 120 millones de personas. Esta empresa pornográfica también ha estado interesada en desarrollar estadísticas que ofrecen datos sobre las visitas realizadas, las horas del día en que existe más tráfico de entradas a sus enlaces, los videos más solicitados, las categorías preferidas, los hábitos pornográficos según cada país, entre otras muchas referencias. Sin embargo, durante la pandemia, Pornhub realizó recuentos específicos sobre el comportamiento de las búsquedas de videos realizados cuando buena parte de la población mundial estaba confinada dentro de sus casas o apartamentos. Allí se detalló que las inspecciones efectuadas en su plataforma fueron en aumento en febrero, pero sobre todo en marzo de 2020.

Algo que llamó la atención fue que, al iniciar ese mismo año, Pornhub reportó que se empezaron a realizar búsquedas con la palabra clave “coronavirus”. De acuerdo con este sitio web, estas primeras indagaciones iniciaron “el 25 de enero [de 2020] y continuaron creciendo” (Pornhub 2020, párr. 30). Asimismo, entre febrero y marzo, se registraron “9,1 millones de búsquedas que contenían los términos de ‘corona’ o ‘covid’” (Pornhub 2020, párr. 30). Estas estadísticas también dieron cuenta de que era más probable que alguien que habitaba en Eslovaquia, Bulgaria, Irlanda, Malasia, Serbia, Australia o Portugal estuviera interesado en acceder a este tipo de videos. Los datos también permitieron apreciar que para países como Colombia, Estados Unidos y Canadá, la probabilidad de acceder a contenido similar era mayor en un 65 %, un 10 % y un 9 % respectivamente de lo que sucedía en otras naciones.

Asimismo, otros investigadores alrededor del mundo también pusieron su interés en evidenciar el aumento del consumo pornográfico ligado a los encierros masivos de personas. Algunos estudios señalaron las modificaciones en las vidas sexuales posteriores al confinamiento, incluyendo el aumento de visitas en estos sitios (Döring 2020; Lehmiller et al. 2020; Córdoba e Ibarra-Casals 2020). En una investigación realizada con 1559 personas, de las que 71,1 % eran de género femenino, 73,4 %

eran de Estados Unidos y 84,1 % se describían caucásicos, se determinó que la mitad de ellas había sufrido disminuciones en la frecuencia del mantenimiento de las relaciones sexuales. Además, un quinto de quienes experimentaron cambios reportó modificaciones como “tratar nuevas posiciones sexuales, sexting, enviar fotos de desnudos, compartir fantasías sexuales, ver pornografía, buscar en línea información relacionada con el sexo, tener cibersexo, filmarse a uno mismo masturbándose” (Lehmiller et al. 2020, párr. 16). Es decir, las alteraciones en las vidas sexuales de las personas de dicha investigación no solo implicaron una clara interconexión con el internet o con los aparatos electrónicos, sino que también fueron reportadas la observación o la realización de escenas eróticas a través del video como formas de adaptarse a la llamada nueva normalidad.

En este contexto, el aumento en el consumo de pornografía no es ninguna sorpresa. Al mismo tiempo en que se pidió no salir de casa, mantener la distancia social o el lavado de manos, se aconsejó potenciar la utilización de las herramientas tecnológicas no solo para trabajar o estudiar, sino también para alimentar todo tipo de lazos sociales y hasta para los contactos eróticos de quienes no compartieran un mismo domicilio. Se puede tomar como ejemplo un estudio realizado durante el 2020 con la comunidad LGBTIQ+ en Costa Rica que buscó valorar algunas de las prácticas sexuales durante el confinamiento. Aunque no se recomendó específicamente que para prevenir los contagios en el espacio doméstico se observara pornografía, sí se sugirió no abandonar la casa y acercarse a ciertos linderos que podrían estar relacionados con el porno al aconsejar “promover prácticas de autoexploración y autosatisfacción, o bien la utilización de otros medios como llamada, video, etc.; esto, en el caso de quienes no conviven con su pareja sexual” (HIVOS 2020, 28).

La pornografía del confinamiento. Expresiones porno sobre el coronavirus Estos consejos que sugerían la “autoexploración” eran concordantes con otro tipo de indicaciones sanitarias para no contagiarse del coronavirus, como el distanciamiento social o limitarse a mantener relaciones sexuales solamente con quienes vivieran en la misma casa. Es más, en algunas ocasiones se promovió explícitamente la masturbación desde ministerios de salud de países como Colombia (Ministerio de Salud y Protección Social 2020) o Argentina (Ministerio de Salud Argentina 2020) y también por instancias como el Departamento de Salud de la Ciudad de Nueva York (New York City Health Department 2021), o por ONUSIDA (2020). De forma aún más explícita, una recomendación para utilizar este tipo de estrategias tecnológicas ligadas al porno para evitar la propagación de la enfermedad se presentó en una página web de una asociación que trabaja con personas que tienen VIH.

En medio de la pandemia, se realizó un llamado a considerar el sexo virtual como una alternativa para no contagiarse de SARS-CoV-2. En una de sus publicaciones, se mencionó que “activando la creatividad” se pueden utilizar los medios tecnológicos

“para llegar al clímax, solos o acompañados, usando llamadas de video, audios, imágenes, plataformas de videos eróticos, conversaciones o cualquier otra que les permita llegar a la meta sin salir de casa” (ASEV 2021, párr. 6). Es decir, aislamiento, masturbación, pornografía e higiene se conectaron aún más durante la pandemia. Tanto es así que Pornhub y otras páginas similares potenciaron el consumo de pornografía para no exponerse a los contagios de la covid-19 en el espacio público y fomentaron la erotización de ciertos aspectos del manejo pandémico.

Cuando los ministerios de salud y los organismos internacionales recomendaron la masturbación como una forma aséptica de tener sexo y de no propagar el contagio durante periodos de encierro, sus intereses de contención de la pandemia se entrelazaron, sin necesariamente quererlo, con las grandes empresas de contenido erótico como Pornhub. Todas estas instancias fomentaron la visión de la pornografía o del autoerotismo como una estrategia de contención de la propagación del virus. Una serie de padrinazgos se concretaron entre ambos sectores con el fin de controlar las enfermedades.

Así, estas empresas vieron en este encierro una oportunidad de promover sus videos y de realizar material propio sobre el tema. De hecho, Pornhub ejecutó campañas para regalar mascarillas (López 2020) y ofreció contenido premium gratis a ciertos países a los cuales impulsaba a no desfallecer durante el confinamiento con consignas en su página de Francia como “Courage”, en Italia “Forza” y en España

“Vamos” (Pascual 2021, 1). Además de eso, al acceder al regalo de la suscripción los usuarios debían marcar “Acepto el autoasilamiento y disfruto de Videos Premium GRATIS” (Pascual 2021, 2). Si bien pareciera que la mancuerna entre la pornografía y la medicina fue producida de forma muy contextual por la pandemia, más adelante se mostrará lo contrario.

3. La pornografía del confinamiento

El arte, la cinematografía o inclusive la pornografía pueden generar diversas aproximaciones a eventos emocionales traumáticos. Un ejemplo claro se presentó en la película de 1988, ¿Y dónde está el policía?  [ The Naked Gun: From the Files of Police Squad! ], que mostraba una escena graciosa donde Leslie Nielsen y Priscilla Presley se introducían en un condón gigante con el fin de practicar sexo seguro. Con ello se buscaba satirizar el trauma producido por el VIH-sida y la consecuente recomendación sanitaria de emplear un dispositivo profiláctico en todas las relaciones sexuales casuales. La escena exponía con socarronería lo complejo o saturante que probablemente fueron dichas advertencias para evitar el contagio de una infección sexual ligada a la muerte y el disgusto por introducir esta funda de látex en la vida de muchas personas.

En el caso de la pandemia y la pornografía se han presentado una serie de materiales audiovisuales eróticos que entrelazan estos temas. Si bien también han sido nombrados como “pornografía con temática de coronavirus” (Zattoni et al. 2021) o “pornografía pandémica” (Zilch 2020), en el presente documento se la nombrará como “pornografía del confinamiento” pues, aunque se ha basado en la erotización de ciertas dinámicas ligadas al SARS-CoV-2, una de sus inspiraciones más importantes son las tramas o consejos que se ofrecen para que las personas se queden en casa o para mostrar eventos que de cierta manera ocurrieron durante los encierros masivos desde el 2020. En estos videos existen argumentos muy diversos: desde aquellos donde se tienen encuentros sexuales por el hecho de estar aburridos en el aislamiento hasta donde se sugiere que un fluido como el semen, la penetración o una parte del cuerpo pueden hacer que alguien se cure de esta enfermedad.

La centralidad de estas representaciones gira en torno a aspectos que siempre colindan con la pandemia y con el tiempo de encierro generalizado. Suponen, además, que la gestión de la sexualidad en este contexto se enfrenta con situaciones límites como la enfermedad, el aburrimiento, el cierre de ciudades, la falta de utensilios higiénicos (como el papel sanitario), el atascamiento de personas en ciertas ciudades, etcétera. En esta pornografía, es común encontrar a sus protagonistas usando guantes, mascarillas o trajes de protección para evitar cierto contacto humano y alusiones a espacios hospitalarios, curaciones o representaciones del personal de salud directamente involucrado en la contención de esta situación. Es decir, son frecuentes los simbolismos que remiten a la lógica de la curación, y en particular es bastante usual el empleo de materiales que tienen en cuenta la bioseguridad que protege de los contagios. Todos estos documentos visuales no solo se contextualizan dentro del confinamiento, sino que también erotizan elementos ligados a la higiene.

Si bien en tiempos pandémicos o prepandémicos, tanto en el espacio público como en las zonas hospitalarias, las mascarillas o los guantes de látex han sido asociados con características vinculadas a la protección y a cualidades de asepsia médica, en la pornografía del confinamiento estos objetos adquieren también otras características más específicas. Por ejemplo, en estas representaciones su uso profiláctico es sobre todo un recordatorio del momento pandémico, pues no son destinadas propiamente para protegerse del ingreso del coronavirus al organismo. Es necesario destacar que el lugar más protagónico lo tienen las mascarillas quirúrgicas, aunque también aparecen más esporádicamente guantes o trajes de bioseguridad. Además, las mascarillas se usan tanto para desplazarse en el espacio público como para estar en cualquier cuarto de la casa, incluyendo el dormitorio o la sala en compañía de familiares.

Estas son parte de un elemento de la utilería que favorece la correcta escenografía del ambiente que se desea simbolizar. Al mismo tiempo, ingresan a una articulación con el erotismo de quienes las portan al proponerles destinos versátiles. No solo se usan para tapar la boca de las supuestas enfermeras o para representar el peligro de partículas respiratorias, sino que también pueden emplearse como un traje de baño tipo bikini o son rasgadas para hacerles una abertura que permita la felación sin tener que desprenderse de este objeto. Es decir, dentro de este contexto, los significados de los objetos se trasmutan y escapan a sus usos tradicionales.

Allí, el “sexo seguro” deja de ser asociado con el uso del condón, el cual de hecho ha sido bastante objetado en la pornografía tradicional. Dentro de estos videos, la seguridad para no contagiarse proviene del lavado de manos, el uso de mascarillas 183

(muchas veces mal utilizada) o la distancia social. La protección de la mascarilla hace que esta se convierta en un fetiche que hace sobresalir la mirada a la cámara de quien la porta. En muchas ocasiones, los actores y las actrices ofrecen recomendaciones para proponerle a quienes observan diversas estrategias para evitar el contagio de la covid-19. En otros casos se juega también con la trama del engaño para concretar un encuentro sexual. Por ejemplo, los argumentos pueden sugerir que científicos o personal médico han descubierto que el semen, o un tipo particular de práctica sexual, tienen el potencial de proteger o curar del SARS-CoV-2. Aunque esto parecería poco probable de llevar a cabo en la vida real, no se debe olvidar que en 2021 se reveló el caso de un hombre que fue denunciado por varias mujeres jóvenes quienes eran contratadas para trabajar en una frutería y que alegaron acoso sexual en el trabajo.

Como un episodio de la pornografía del confinamiento, el dueño del local exigía a sus empleadas cumplir con sus protocolos sanitarios como el requisito de aplicarles alcohol en gel sobre sus cuerpos, usar pantalones cortos, comer en su casa y bañarse enfrente de él (Repretel 2021). Así, este tipo de pornografía ha buscado asociar emociones placenteras o lúdicas con la pandemia. De hecho, se intenta vincular la higiene como algo sexy.

El propio vicepresidente de Pornhub ha utilizado palabras similares para referirse a una serie de videos pedagógicos que crearon con motivos de la pandemia al comentar que “los videos instructivos pueden ser secos y aburridos, pero esta serie entretenida demuestra que el distanciamiento social aún puede ser sexy” (López 2020, párr. 6). En estos videos es también interesante el trastocamiento del sentido inicial de los objetos de bioseguridad, su apuesta porque el “sexo seguro” siga siendo el que se aleja del condón pero que se obtenga a través del acercamiento fetichizado de guantes, mascarillas, del lavado de manos, de los trajes de bioseguridad y de la masturbación protegida del virus en el recinto doméstico.

En todo caso, este tipo de pornografía calza perfectamente con aquellas expresiones que fueron descritas como porno-ayuda (Sequeira Rovira 2018) y que responden a líneas editoriales ligadas al soporte individualizado que fomenta los métodos para que sea el propio individuo quien provoque una mejora en su vida.

Allí, los conocimientos que provienen de la pornografía o de sus intérpretes se convierten en la autoridad legitimada para ofrecer consejos en materia sexual o sexológica y lograr acercarse a una descripción de placer continuo que se supone puede ser alcanzada por cualquier persona. En el caso del porno del confinamiento, las “asistencias” que provienen de este tipo de videos van más allá de la mera referencia a lo sexual y a las recomendaciones para que cualquier persona potencialice sus capacidades eróticas. Más bien, ahora se hace más evidente el hecho de que sus intérpretes desean apoyar a los espectadores para que puedan cuidarse de los peligros asociados a las enfermedades infecciosas como la covid-19 o simplemente relacionar esta situación con contenidos eróticos.

Una muestra es el video titulado “Corona Virus prevention by Cherry Kiss”, que busca representar a una mujer enferma, tirada en una cama con un evidente malestar, tos, secreciones nasales y rodeada de pañuelos desechables. Aun cuando ella le sugiere a su pareja que posiblemente tiene coronavirus, ellos terminan teniendo sexo y con esto, acaba su malestar mágicamente. Sin embargo, una vez que la representación finaliza, los actores hablan desnudos dirigiéndose a la cámara y dándole consejos a los espectadores sobre el sexo y la covid-19. La primera recomendación es “quédense en casa y cojan mucho”. La segunda se basa en sugerir que para no toserle en la cara a la otra persona mientras se tiene sexo, lo recomendable es la posición “del perrito” ( doggy), porque advierten que “en esta posición es seguro”, en contraposición a otra donde se tenga a la persona de frente. Con un tono jocoso e irreverente, hablan de sus sugerencias y señalan que una de las ventajas del encierro es que poseen más tiempo para tener sexo. Evidentemente, sus consejos no son consistentes con los que han señalado los organismos sanitarios, pero queda de fondo la sugerencia no solo de mantener mayores contactos sexuales sino también de cuidarse y no salir de casa.

De esta manera, las apreciaciones hacia este tipo de producciones pueden ser muy variadas. En un sitio de noticias en internet, una de las periodistas afirmó en el año 2020 sentir “esperanza” en la pornografía que tenía como tema principal al coronavirus. Para hacer sus apreciaciones siguió las reflexiones de un psicólogo que es integrante del Instituto Kinsey y escritor de un blog sobre sexualidad. Para ambos este tipo de videos tienen la capacidad de otorgarle a las personas herramientas para lidiar con la pandemia. Primero, porque facilitaría el “que las mascarillas sean más apetecibles” al ligarlas con afectos vinculados al erotismo (Duncan 2020, párr. 8). Segundo, porque proveería estrategias para no contagiarse de covid-19, toda vez que invita a no salir de casa y limitar el contacto con otras personas. Tercero, porque supone que este porno tendría una consecuencia contraria al provocar “resolver algunos de nuestros miedos y ansiedades, no solo ayudándonos a salir, sino ayudándonos a recordar que la intimidad es posible” (Duncan 2020, párr. 12). Para esta periodista, este tipo de materiales provocan una cierta tranquilidad y confianza en el futuro ya que “ver pornografía de COVID no solo me hizo sentir esperanzada sobre el sexo, me hizo sentir esperanzada sobre la humanidad” (Duncan 2020, párr. 13). Finalmente, ambos profesionales consideran que este tipo de situaciones podrían mejorar la percepción que existe sobre el porno, al presentarlo como una herramienta útil para lidiar con los traumas que ha provocado el SARS-CoV-2.

Aun cuando estas deducciones son cuestionables, es cierto que existe un público que mira y se interesa por este tipo de materiales. Las razones para ello pueden ser muy variadas. De hecho, se ha dicho que su atractivo está en la “erotización del miedo” (Zattoni et al. 2021, 6), de cierta forma similar a lo que ocurre con el interés por mirar películas de terror. Sin embargo, lo cierto es que esto es una idea que se concentra en una visión limitada. La pornografía del confinamiento recuerda que el porno tradicional es una muestra cultural de diversas tensiones ligadas al género y a la sexualidad y donde transitan prácticas y saberes biopolíticos de control social.

Es importante entender que este tipo de expresión del porno expone lógicas de organización cultural capitalista y liberal que promueven una gestión individual de la pandemia y donde se lidia con esta a través del sexo con conocidos o con extraños.

Que algunas enfermedades se hayan propuesto como metáforas ligadas a las modificaciones individuales no es algo nuevo.

Este tipo de producciones se enfocan en mostrar células pequeñas (hermanastros atrapados en una casa, una pareja que teme contagiarse, una mujer sola que busca que un vecino le regale material sanitario escaso) dentro de un espacio restringido.

Aunque se menciona la existencia de una pandemia o de ciertas restricciones impuestas por un Gobierno, los individuos deben lidiar solos con la ansiedad por el cambio de condiciones de vida, con su aburrimiento/depresión, con la escasez de productos en el supermercado, o con la superación de la enfermedad. No es casual que no se mencionen las redes de apoyo o la mediación del Estado. La pornografía del confinamiento es el reflejo del manejo biopolítico que se basa en el entrena-miento de los sujetos para que sepan manejar de forma individual los requerimientos de salud, tal y como lo ha propuesto Nikolas Rose (2012) en relación con las exigencias actuales de este tipo de poder. Allí, el porno se funde aún más con el discurso médico y busca proponerse como una especie de “pornografía limpia”, así se verá a continuación.

4. La pornografía, la limpieza y la medicalización de la sexualidad

Desde el siglo XVIII, Occidente fue testigo de una fuerte medicalización de la salud en países europeos. Posteriormente, esto fue transmitido a otras latitudes, lo que le otorgó a la medicina y a sus especialistas una posición de distinción cada vez más asentada en la sociedad. Ello conllevó a aumentar el interés por instaurar medidas higiénicas, por la preocupación de la limpieza, por la tendencia de contener/eliminar las epidemias o por la disposición de propiciar una mejor salud entre los habitantes de los países. La biopolítica, que deseaba maximizar la vida de la población, jugaba un rol protagónico en esto (Foucault 2009). Junto con su influencia, se tomaron medidas para incentivar todo tipo de higienizaciones de los espacios públicos y privados. Durante aquella época, los centros de salud en Europa instauraron de forma asesorada a las familias para que se promoviera en la población “una ‘hospitalización’ a domicilio” (Foucault 2012, 225).

Con ello, se buscaba reducir los costos económicos de este tipo de cuidados basado en el personal especializado y se le dejaba a la familia esta tarea. Sin embargo, esto podía presentar “riesgos cuando se trata[ba] de enfermedades epidémicas” (Foucault 2012, 225). Casi desde el inicio de la detección del coronavirus en el 2020, la consigna también fue quedarse en casa y poder desarrollar desde allí las gestiones laborales, educativas y hasta aquellas que implicaban los vínculos sociales. Las redes familiares de convivencia inmediata se presentaron como agentes que debían ser responsables del cuidado, intentando salir lo menos posible. Tal y como sucedió en el siglo XVIII, se intentó mirar “a la familia convertida en instancia primaria de la salud, a la red extensa y continua del personal médico y al control administrativo de la población” (Foucault 2012, 227) como una de las garantías más importantes de la contención pandémica.

En el mismo contexto del surgimiento de la biopolítica, Alain Corbin (1987) analizó parte de la historia de la higiene, al abordar las transformaciones en el manejo de los olores para la burguesía europea y su creciente desarrollo en cuanto característica distintiva del buen gusto. No es casualidad que, en aquellos momentos, a través de la medicina se empezara a instruir sobre la importancia de la limpieza, la necesidad de lavarse las manos, higienizar el cuerpo, refrescarse la boca, peinarse el cabello, cambiarse periódicamente la ropa interior, entre otras acciones similares.

En su texto, Corbin relata cómo la higiene no podía ser excesiva sobre todo para las mujeres, pues aquellas que se bañaban demasiado eran asociadas a situaciones como la esterilidad de “la cortesana” o la debilidad de la muchacha porque “el baño genera sospecha” (1987, 196), toda vez que este podía despertar pasiones consideradas inadecuadas, por lo que debían bañarse apresuradamente y con los ojos cerrados.

Es interesante que, varias décadas después, en la pornografía del confinamiento, son sobre todo cuerpos de mujeres los que se contornean para hacer un uso sensual del jabón o del agua. Es decir, mientras que las recomendaciones del siglo XVIII buscaban un lavado acelerado en las mujeres para no despertar pasiones, en el siglo XXI, el interés de las producciones como las aquí reseñadas se enfocan en un frotamiento higiénico que tiende a alejarse todo lo posible del recato.

En la actualidad, donde también la pornografía se ha asentado como una herramienta erótica y pedagógica utilizada por millones de personas alrededor del mundo, ya es conocida y trabajada académicamente una estrecha relación entre el porno y la medicina (Sequeira Rovira 2018; Retana 2008; Preciado 2005), ya que ambas “funcionan como formas de pedagogía biopolítica que enseñan cómo hacerse un cuerpo hetero” pero además este tipo de producciones se interesan por emplear “el mismo recorte de los órganos sexuales, la misma puesta del desnudo en primer plano que la medicina para mostrar el siempre exitoso ensamblaje mecánico vagina-pene” (Preciado 2005, 130). Es así como la pornografía se convirtió en una hermana cercana de las lógicas sexológicas de normalización corporal y sexual. En este contexto, no es nada nuevo coincidir con el hecho de que este tipo de materiales eróticos hayan sido asociados con “una palabra sucia” (Paasonen et al. 2007, 1), lo que, lastimosamente, también ha favorecido limitaciones en el desarrollo de mayores y mejores análisis, por ser considerados como “basura cultural” (Preciado 2008, 42).

De esta manera, varias de las representaciones de la pornografía del confinamiento han buscado jugar con la idea de la higiene antes que el placer o, al menos, a la par de este. En el caso del video que elaboraron los actores porno Chase Poundher y su pareja Little Squirtles titulado “COVID-19 Coronavirus: Horny Slut Has to Use Protection During Outbreak!”, no parece tanto ser un video triple equis sino un mensaje financia-do por algún ministerio de salud. La trama se basa en un regaño que Poundher le hace a su pareja por salir de casa sin usar mascarilla en plena pandemia. Luego de un sermón sanitario, le sugiere la necesidad de tener “sexo seguro”. Sin embargo, esto no implica recurrir al condón, sino al empleo de una mascarilla N-95 que estará siempre presente mientras realizan el sexo vaginal, el sexo oral o los besos en la boca.

El video recurre más al sentido del cuidado higiénico para evitar el virus de la pandemia, que a mostrar posiciones, orificios o líquidos corporales de alguno de sus intérpretes. De hecho, la protagonista más importante no es la actriz o el actor que allí aparecen, sino la mascarilla hospitalaria. Al igual que este, existen otros videos que se enfocan solamente en que chicas desnudas se enjabonen sus manos mientras bailan y muestran sus cuerpos y que se pueden encontrar bajo el hashtag #Scrubhub.

Como ya se ha mencionado, esta “pornografía limpia” busca jugar con ideas relacionadas con la higiene en cuanto elemento de fondo que une sus tramas y que erotiza la bioseguridad o la sanidad.

En otro ejemplo más concreto, Pornhub realizó una serie de diez videos que tituló The Cleanest Porn Ever, y en donde se muestra a intérpretes del cine para adultos (en su gran mayoría mujeres) de diferentes lugares del mundo, intentando “hacer más placentera” la estadía en casa de quienes tienen que quedarse confinados. Estas representaciones buscan ofrecer mensajes médico-sanitarios, con tonos graciosos, mezclando el doble sentido y aderezados con diversas masturbaciones de las actrices implicadas. Los videos utilizan el siguiente lema: “Con motivo de la pandemia de la covid-19, Pornhub quiere proponer algo a todos sus usuarios. Por una vez, en lugar de pediros que seáis sucios, queremos que permanezcáis limpios (…) y a salvo”. A partir de ahí, se ofrecen seis recomendaciones que se repiten en los diversos idiomas originales de sus intérpretes. Los consejos escritos en inglés, español, francés, italiano, alemán, chino o japonés fueron los siguientes:

1. Un buen trabajo manual: lava tus manos frecuentemente durante al menos 20 segundos.

2. El tamaño sí importa. Evita las grandes aglomeraciones.

3. Juega contigo mismo/a. Mantén distanciamiento social cuando salgas de casa o cuando estés cerca de alguien con tos o estornudos.

4. Nada de faciales, por favor. Evita tocar tu cara.

5. Si te pones demasiado caliente. Si tienes fiebre, tos o dificultad para respirar, contacta con tu servicio médico local y sigue sus instrucciones.

6. Quédate a jugar. Y por supuesto quédate en casa si puedes

Con claras muestras de doble sentido y donde se resaltan estados de ánimo tranquilos, despreocupados, alegres y juguetones, las actrices se concentran en tinas de baño, regaderas o en el lavabo de manos. Es decir, a diferencia de otros videos similares donde la mascarilla es la protagonista, aquí lo es el agua que recorre el cuerpo y que es el escenario perfecto para la higienización erotizada en tiempos pandémicos. Luego de nombrar los consejos, se busca mostrar al espectador o espectadora la forma “segura” de mantenerse en el espacio doméstico con placer y protección. Aquí, la masturbación con la mano o con un dildo[i] es fundamental para llevar a cabo la función de “sexo seguro”. Incluso, cuando se muestra una pareja en la misma habitación, ellos prefieren masturbarse a distancia razonable para seguir los consejos sanitarios de mantenerse alejados.

Estos ejemplos muestran cómo la pornografía del confinamiento está íntimamente ligada a las lógicas biopolíticas del control de la vida. De hecho, no se debe olvidar que el “dispositivo de la sexualidad” nació de la mano de esta forma de poder (Foucault 2009). Las coordenadas de enfermedad, salud, mortalidad o amenaza a la existencia son también subtramas de este tipo de videos. Allí, se muestra la representación de la vida que “amenaza siempre con volverse acción de muerte” (Esposito 2011, 16), pero que en todas las ocasiones logra trascenderla momentáneamente. Los individuos que aparecen en los videos de Pornhub, se presentan en un estado continuo de satisfacción adormecida. Son representaciones de sujetos de ciudad y que, por las muestras de sus habitaciones, pertenecen a la clase media o alta de países del Norte Global. A pesar de la adversidad por el contexto pandémico, no se muestran cansados o deprimidos, sino perpetuamente excitados.

Más que la exposición de discursos sobre técnicas normalizadas de coito, estos videos son la muestra de representaciones del individuo biopolítico que debe ser un emprendedor de sí mismo. Dentro de esos escenarios solo quedan sujetos en soledad, en un contexto donde ya no se aprecia la democracia o la comunidad. A pesar de la sensación de que todas las personas están confinadas en sus casas y que los espacios públicos están vacíos, no son una representación de ciencia ficción basada en escenarios de muertos vivientes al estilo The Walking Dead, sino que revelan los simbolismos constitutivos de los sujetos actuales. Son la imagen que contiene residuos de una colectividad que está recluida en espacios domésticos y que solo necesita de los contactos sexuales para trascender el aburrimiento.

De hecho, la comunidad, como lo recuerda Esposito, es riesgosa en tanto “expone a cada cual a un contacto o también a un contagio, potencialmente peligroso por parte del otro” (Esposito 2009, 98). Así, quienes aparecen en esta pornografía profiláctica no parecen tener lazos sociales fuertes y solo les queda el sexo como vínculo con los otros y consigo mismos. Lo interesante de la pornografía del confinamiento no es simplemente el simbolismo ligado a la normalización de las prácticas sexuales o la erotización de las jerarquías sino, sobre todo, la muestra de la representación más problemática del sujeto biopolítico liberal que ha perdido el interés por el vínculo con las otras personas, por la comunidad o por la transformación de la sociedad.

5. Conclusiones

Aunque para la industria pornográfica tradicional el condón ha sido visto como una limitante para atraer más espectadores, la covid-19 facilitó la erotización de otro tipo de dispositivos del mundo profiláctico. En estas producciones, el sexo seguro se pro-puso como aquel que implicaba el lavado prolongado de manos de mujeres desnudas, los trajes de bioseguridad que cubrían todo el cuerpo excepto los genitales, el uso de la mascarilla quirúrgica en cada momento del encuentro sexual o el autoerotismo a distancia posibilitado por la pornografía.

La misma masturbación que es aconsejada por ministerios de salud de países latinoamericanos, o por organismos internacionales para frenar la pandemia, es sugerida también por los videos de The Cleanest Porn Ever.  Así muestra su ligamen con los cánones médicos que se pueden rastrear desde el desarrollo del dispositivo de la sexualidad.

Por ejemplo, vista en los tres periodos de concentración de los discursos inicia-dos en el siglo XVIII, el “sexo solitario” fue analizado primero como una puerta a la patología, segundo como una etapa del desarrollo en la niñez y tercero como una forma de autoestima (Laqueur 2007). Indistintamente de la rama de especialización que le otorgue prioridad, la medicina, la psiquiatría o la sexología han tenido relación con el autoerotismo. La transformación de estas miradas hacia la masturbación, sin embargo, nunca estuvieron alejadas de los cánones sanitarios.

Mientras que en un inicio la idea que albergaron los médicos como Tissot (2003) era que había que eliminar el autoerotismo de las prácticas sexuales porque podía dañar la salud pues provocaría enfermedades o consecuencias como la locura o la muerte, en la actualidad la masturbación es pensada como una forma “sana” de relacionarse con uno mismo. En tiempos de distanciamiento social y fobia a los gérmenes, el autoerotismo se corona en calidad de soberano no solo de la salud, sino también de la higiene, la profilaxis o el autocuidado. Esto queda más que evidenciado cuando al realizar una búsqueda en Pornhub de palabras como “coronavirus” o “covid-19”, aparece en la parte superior de dicha página el emblema de la OMS seguida de la leyenda “Obtén la última información de la Organización Mundial de la Salud acerca de la covid-19”.

Si bien buena parte de la humanidad lleva meses atenta a la información saturante sobre el coronavirus, la pornografía del confinamiento evita en sus espectadores cualquier obstáculo emocional extenuante, como la posibilidad de pandemias futuras, las complejidades de reclusiones en los espacios domésticos muy estrechos, los desempleos generalizados o las nuevas variantes del virus que amenazan con mayores medidas sanitarias. Todo esto es desechado y el SARS-CoV-2 se convierte en una excusa para tener sexo o para transformar cualquier situación, por apremiante que parezca, en un afrodisiaco. De esta manera, las salidas que encuentra para enfrentarse a esta amenaza sanitaria o a sus consecuencias se basan en las representaciones del sujeto egoísta neoliberal que se interesa por aquello inmediatamente cercano y que disminuye la importancia de la colaboración colectiva. Como lo ha planteado Wendy Brown, la racionalidad que proviene del neoliberalismo se ocupa de “una formulación específica de valores, prácticas y mediciones de la economía a cada dimensión de la vida humana” (2016, 35).

En términos del coronavirus, esta lógica se maneja bajo el interés principal delegado en la priorización de prácticas de responsabilidad individual, que no contribuyen a generar ningún vínculo social y que han sido adoptadas por muchos Gobiernos: “cuídese usted mismo”, “no salga de casa”, “lávese las manos”, “estornude correctamente”. Ante una situación sanitaria como la que se vive, lo que hace la pornografía del confinamiento en particular es apostar por la privatización de las relaciones sociales, el desinterés por la justicia social, la necesidad del autogobierno (técnicas para tener “sexo seguro”, instrucción de lavado animado de las manos, etc.), o la adaptación ante una situación compleja mediante la lógica mercantil (transacciones sexuales para evitar el aburrimiento, intercambio de productos de primera necesidad por sexo, etc.). Así ha sido teorizado: “la gobernanza neoliberal contemporánea opera a través del aislamiento y la empresarialización de unidades e individuos responsables, mediante la delegación de la autoridad, la toma de decisiones y la implementación de políticas y normas de conducta” (Brown 2016, 173). Estos criterios conductuales desplegados en la pornografía del confinamiento son parte de este reflejo neoliberal y biopolítico y de sus consecuentes razonamientos de administración y de gestión de los individuos atomizados.

De esta manera, cualquier tipo de pornografía no está separada del contexto que la produce. Cuando aparecen tramas que incluyen eventos traumáticos como el experimentado actualmente por la pandemia, sus expresiones son indicativos de situaciones que van más allá de la finalidad masturbatoria de sus espectadores. Por ejemplo, dentro de ambientes que han implicado la privatización de la salud mediante las políticas neoliberales se ha denunciado la poca eficiencia en la atención sanitaria, el elevado precio de las consultas, la obligación individual de la escogencia de la mejor opción o apartarse de la solidaridad comunitaria (Navarro 2020; De Groote et al. 2007; Menéndez 2005). Así, el sujeto solitario que aparece en los videos de la pornografía del confinamiento no es simplemente un ejemplo ridiculizado de alguien que se utiliza para erotizar a los espectadores.

Este individuo no tiene redes de apoyo, no crea vínculos sociales más que los momentáneos de un encuentro casual y no parece estar angustiado. Al protagonista del porno aquí analizado le sobrecoge la lujuria y más que vivir en sociedad parece que está en un espacio sin interconexión significativa con otros seres humanos. Esta representación es la proyección del sujeto biopolítico al que los Estados le piden responsabilidad individual para evitar contagiarse, a quien se le recomienda permanecer en el espacio doméstico y quien debe lidiar, posteriormente, con sistemas de salud debilitados por políticas neoliberales que han recortado las inversiones en salud. Es decir, el sujeto que emerge de estos videos no es una extravagancia contextual, sino una habitualidad conocida de las sociedades actuales.


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Notas



[i] El dildo es un objeto que se utiliza para obtener o recibir placer sexual por medio de su introducción en orificios corporales como ano, boca o vagina. En muchas ocasiones el dildo busca imitar la imagen de un pene grueso y largo.