DOSSIER
de investigación
Claves
para transformar el currículo en el sistema escolar chileno tras la pandemia
Keys
for transforming the curriculum of the Chilean education system after the
pandemic
0
Mgtr. Alexis Moreira-Arenas. Docente adjunto.
Universidad de O’Higgins (Chile).
(alexis.moreira@uoh.cl)(https://orcid.org/0000-0003-4690-565X)
Lcdo.
Israel Ferreira-Pinto. Profesor de Educación Diferencial. Universidad
Alberto Hurtado (Chile).
(isferreira87@gmail.com)(https://orcid.org/0000-0002-7249-667X)
Mgtr. Jennifer Obregón-Reyes.Doctoranda en Ciencias de
la Educación, Universidad de Granada (España).
(jenniferobregonr@gmail.com)(https://orcid.org/0000-0002-9026-6464)
Mgtr. Máximo Quiero-Bastías. Profesor adjunto.
Pontificia Universidad Católica de Chile.
(mfquiero@uc.cl)(https://orcid.org/0000-0001-5404-9764)
Recibido:
17/01/2022 • Revisado: 24/03/2022
Aceptado:
10/06/2022 • Publicado: 01/09/2022
Cómo citar este artículo:Moreira-Arenas, Alexis, Israel Ferreira-Pinto, Jennifer Obregón-Reyes y
Máximo Quiero-Bastías. 2022. “Claves para transformar el currículo en el
sistema escolar chileno tras la pandemia”. Íconos. Revista de Ciencias Sociales
74: 53-72. https://doi.org/10.17141/iconos.74.2022.5310
El currículo en Chile ha estado tensionado en las últimas
décadas y si consideramos las implicancias de la pandemia, la tensión crece y
se profundiza. Esto repercute en la gestión curricular de los establecimientos
escolares, donde los problemas detectados exigen un análisis de los elementos
en clave sistémica. En este artículo, por medio de la revisión de evidencia
nacional e internacional, reflexionamos sobre la gestión curricular durante la
pandemia, centrándonos en la educación escolar. Se abordan las tensiones y los
desafíos utilizando como referencia los estándares indicativos de desempeño
vigentes en Chile. El análisis da cuenta del cúmulo de funciones y
responsabilidades administrativas que desempeña el personal directivo.
Asimismo, se evidencia un plan de estudios sobrecargado, poca claridad en el
uso del tiempo no lectivo y problemas en la comprensión y el tratamiento de las
evaluaciones y su vinculación con los objetivos de aprendizaje. Presentamos
tres propuestas para avanzar: 1) políticas educativas orientadas a una mayor
descentralización curricular, a partir de una base acotada de objetivos de
aprendizajes a nivel nacional y de flexibilidad para incorporar objetivos a
nivel regional; 2) un desarrollo profesional coherente con el diseño e
implementación curricular en los equipos regionales; y 3) espacios exclusivos
para que directoras y directores de establecimientos escolares logren analizar
las prácticas pedagógicas que permitan la implementación curricular pertinente.
Descriptores:
covid-19; currículo; educación; gestión curricular; pandemia; sistema escolar.
The curriculum in Chile has been under pressure in
recent decades and, considering the implications of the pandemic, the pressure
has spread and deepened. This situation has had repercussions for the
curricular management of schools, where problems detected require a systemic
analysis of their elements. In this article, through a review of national and
international evidence, we reflect on curriculum management during the
pandemic, focusing on primary school education. Tensions and challenges are
addressed using the indicative performance standards currently in force in
Chile as a reference. The analysis reflects the accumulation of administrative
functions and responsibilities carried out by the management staff. Likewise,
the analysis highlights an overloaded curriculum, lack of clarity in the use of
non-instructional time, and problems in the understanding and treatment of
evaluations and their link with learning objectives. We present three proposals
to move forward: 1) educational policies aimed at greater curricular
decentralization, based on a limited set of learning objectives at the national
level and flexibility to incorporate objectives at the regional level; 2)
professional development coherent with curricular design and implementation in
regional teams; and 3) specific spaces for school principals to analyze
pedagogical practices that allow for relevant curricular implementation.
Keywords:
COVID-19; curriculum; education; curriculum management; pandemic; school
system.
1. Introducción
El presente artículo se centra en un conjunto de
tensiones de la gestión curricular en el sistema escolar chileno, en función de
proponer medidas para su transformación. La reflexión se basa en los estándares
indicativos de desempeño (EID) para la gestión curricular en su calidad de
referente nacional en este ámbito de acción. Existen problemas de diversa
índole que se han exacerbado con la actual pandemia producto de la covid-19.
Tal situación demanda cambiar lógicas del sistema escolar chileno como una
necesidad imperativa de cara a una nueva etapa que requiere de mejores condiciones
y capacidades, e implica profundizar en la formación integral del estudiantado
en contextos diversos, desde una mirada prospectiva y estratégica que logre
mecanismos sólidos para dar continuidad y calidad a los procesos educativos.
La concepción acerca del currículo, la enseñanza y de
cómo el estudiantado aprende ha evolucionado a lo largo de la historia. Más
allá de los conocimientos que deben aprehender, la tendencia es comprender el
proceso como algo dinámico y a la vez complejo, basado en la idea de que el
alumnado requiere desarrollar herramientas para la vida: conocimientos,
habilidades y actitudes para no solo ‘saber algo’, sino también ‘hacer algo’
con ese conocimiento, reflexionar sobre el propio aprendizaje y adaptarlo, y
así encontrar su propio camino en un escenario cambiante y desconocido. En ese
sentido, se debe fortalecer y potenciar con miras al futuro las habilidades
interpersonales y analíticas y no las repetitivas o rutinarias (Fadel, Bialik y
Trilling 2016, 26).
La velocidad de los cambios sociales en la actualidad
plantea a los sistemas educativos una serie de desafíos. En las generaciones
anteriores, el personal docente podía estar seguro de que aquello que enseñaba
les serviría a sus estudiantes para toda la vida, sin embargo, hoy las escuelas
deben preparar para un cambio constante y veloz en lo económico y social, para
desempeñarse en trabajos que aún no han sido inventados y para resolver
problemas que aún no han surgido (Fadel, Bialik y Trilling 2016, 1).
Lo anterior implica recordar constantemente que se debe
abordar el currículo desde una mirada amplia y no solamente desde los procesos
que suceden en el aula.
En esa dirección, García-Martínez, Cerdas-Montano y
Torres-Vitoria (2018, 2, 6-7) señalan que para el desarrollo curricular se
deben considerar todos los elementos relacionados con los procesos educativos
como parte de la enseñanza-aprendizaje. Esto desafía a las comunidades
educativas a analizar los distintos espacios e interacciones que tenga el estudiantado,
en función de una mejor comprensión del proceso forma-tivo y las trayectorias
escolares.
Por consiguiente, el currículo es un dispositivo clave
para avanzar en una formación integral y ofrecer a cada estudiante la
oportunidad de un acceso a la educación de calidad; en contextos adversos esto
se vuelve aún más crítico. Al respecto, el Fondo de las Naciones Unidas para la
Infancia (UNICEF 2010, 9) especifica que en situaciones de catástrofes y
emergencias las escuelas se ven afectadas por insuficiencia de suministros o
problemas de infraestructura, lo cual repercute fuertemente en el acceso a una
educación de calidad. Por su parte, la Organización de las Naciones Unidas para
la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO 2005, 5) explica que en el proceso
de enseñanza y aprendizaje se percibe el impacto del currículo y se aprecia si
se trabajan adecuadamente los métodos de enseñanza. Así, la interrupción en la
continuidad de estudios exacerba las brechas de aprendizaje que ya existían, lo
cual eleva la relevancia de la gestión curricular para abordar esta
problemática.
De acuerdo con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID
2020, 3), enfrentar los efectos negativos de la pandemia demanda de políticas
que puedan resguardar las trayectorias educativas. Esto invita a incorporar una
perspectiva curricular crítica con una mirada integral y sistémica, que aborda
la gestión de la implementación curricular dentro de un proceso social a partir
del desarrollo de habilidades, capacidades y no solo competencias, incluyendo
dimensiones como la socioemocional, los valores democráticos y la formación del
ser humano. También se requiere que dicha mirada apunte a imprimir una visión
inspiradora y social para la generación de un mundo de mayor inclusión,
seguridad y humanidad; así lo señalan Hargreaves y Shirley (Jiménez 2016, 203),
propiciando así el tránsito desde un foco en la calidad hacia la visión de la
educación en cuanto derecho.
Garantizar en las escuelas una gestión curricular acorde
a los desafíos actuales y futuros sería, sin duda, una respuesta al
planteamiento anterior. En ese sentido, es relevante visualizar y analizar de
manera concreta qué referentes del currículo y, en específico, de la gestión
curricular deben abordarse para avanzar en mejores procesos de
enseñanza-aprendizaje.
En el caso de Chile, el tema curricular ha sido uno de
los tópicos de constante tensión en el sistema escolar y ha adquirido mayor
relevancia desde el inicio de la pandemia. En palabras de Waissbluth (2013),
uno de los grandes reclamos docentes ha sido la sobrecarga curricular,
traducida en la cantidad de objetivos de aprendizaje que presenta el currículo
nacional. Esto, durante la primera etapa de la pandemia, obligó al Ministerio
de Educación a elaborar una priorización curricular, apuntando a descomprimir y
focalizar en los aprendizajes claves que se debían incorporar en los procesos
de enseñanza-aprendizaje. Esta priorización sigue vigente en la actualidad.
Si bien en Chile muchos de los argumentos se han centrado
en el mismo currículo, también se ha puesto énfasis en las capacidades del
profesorado con relación a la enseñanza. Al respecto, Cox (2011, 8) indica que
la formación profesoral pertenece a una etapa anterior a los requerimientos que
implica implementar el currículo de forma efectiva. Esto, desde una mirada
sistémica, supone revisar y replantear, por un lado, el nivel de preparación
docente en la formación inicial y las políticas educativas de formación
continua de las últimas décadas; y, por otro, la implicancia y la responsabilidad
social y ética con los actores claves del sistema que han generado los
distintos gobiernos a cargo de la construcción del currículo nacional. Magendzo
(2008, 52) argumenta que este es una responsabilidad ética, pues impulsa
deliberadamente que los sujetos puedan incorporarse de buena forma en la
sociedad. Por tanto, existe una demanda de problemáticas globales que no se han
resuelto por décadas y que la pandemia actual ha intensificado.
Esto invita a reflexionar sobre las tensiones de la gestión
curricular en el sistema escolar chileno y a proponer medidas para su
transformación. El desafío no es trivial, dada la amplitud de elementos y
variables en que interviene el currículo. Para efectos de este artículo, nos
centramos en uno de los principales referentes nacionales: los EID para la
gestión curricular, y analizamos desde ahí las tensiones presentes y que se
exacerban –en algunos casos– con la pandemia, así como también los retos que
esto conlleva.
A fin de abordar lo señalado, se ha estructurado el
artículo en seis secciones. La primera corresponde a esta introducción, en la
cual se contextualiza y presenta el problema, para luego analizar lo que
implica la gestión curricular en tiempos de crisis. En la tercera sección se
explica el desarrollo de la gestión curricular en Chile, mientras que, en la
cuarta, a partir de los referentes nacionales de la gestión curricular, se
ahonda en las tensiones que se presentan. Luego, se ofrecen tres propuestas
para avanzar en la transformación de la gestión curricular en la etapa de
pospandemia (sección 5). Por último, en la sexta sección se presentan las
reflexiones finales.
2. Gestión curricular en tiempos de crisis
Los diversos tipos de crisis impactan negativamente a los
países en su desarrollo político, económico y social. Situaciones como la
actual pandemia, han afectado los sistemas educativos profundizando la crisis
de aprendizajes que ya se arrastraba (Enríquez y Sáenz 2021, 12). Se requiere
de condiciones y capacidades estructurales que permitan responder ante
cualquier situación de crisis. El sector educativo y la organización del
aprendizaje en contextos de emergencia son determinantes en
la fase de respuesta, preparación y recuperación (UNESCO 2017, 12).
La sociedad en su conjunto se debe hacer cargo de generar
las condiciones necesarias para el desarrollo de aprendizajes, resguardando,
más allá de los contextos de crisis, que se desarrollen acciones dentro de
marcos prácticos, racionales y emocionales, formando personas capaces de
comprender el mundo y gestar sus proyectos.
Schwartz (citado en Braslavsky 2005, 11) conceptualiza el
fenómeno como las sorpresas inevitables del siglo XXI,[i]
las que consisten en ciertas tendencias vinculadas al conocimiento, los avances
tecnológicos y a sus aplicaciones que no eran esperables por las personas pero
que comienzan a evidenciarse.
En ese sentido, uno de los aspectos que se puede destacar
en la etapa de pandemia fue la adaptabilidad que generaron los colectivos de
las instituciones educativas, dando cuenta de la creación de formas eficaces de
estar y funcionar en el mundo –incierto–, estableciendo reglas, conceptos,
consensos y sistemas que constituyen las rutas de comportamiento que guían el
accionar organizativo (Guevara et al. 2021). Lo anterior también se refleja en
una visualización de mayor libertad para repensar los espacios y tiempos
escolares, la división del trabajo pedagógico entre docentes y favorecer las
prácticas colaborativas, la codocencia y el proyecto educativo a nivel de las
instituciones escolares (Tenti 2020, 76).
Al mismo tiempo, sobre todo en situaciones de crisis, el
rol de las familias y tuto-res es fundamental, pues además de ser el refugio
principal de niños, niñas y jóvenes, son el soporte más importante para que se
puedan seguir dando los procesos de aprendizaje en los hogares. Dicho rol es,
en consecuencia, relevante y, a su vez, posible origen de las diferencias entre
estudiantes por el apoyo que reciban en sus hogares en momentos de crisis. De
acuerdo con la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI 2020, 9), aquellos
y aquellas estudiantes cuyos padres y madres tienen un mayor nivel educativo
pueden recibir más ayuda durante la cuarentena, lo que puede abrir y
profundizar la brecha de aprendizajes. Es allí donde el papel de las escuelas
resulta cardinal.
Por ello, en un contexto de incertidumbre es clave
confiar en las capacidades de las mismas comunidades educativas, comprendiendo
que existen fortalezas –de las escuelas como organizaciones, de los individuos
y grupos– para lograr la mejora de la educación (Bolívar 2013, 17). Esta
pandemia ha demostrado que existen muchas capacidades en los equipos de los
establecimientos educacionales, quienes a pesar de las dificultades han podido
dar continuidad a los procesos de enseñanza-aprendizaje (CEPAL y UNESCO 2020,
10).
Así, con el fin de minimizar las consecuencias
pedagógicas y el impacto en los aprendizajes producto de la pandemia, muchos
países, incluido Chile, han realizado ajustes y priorizaciones en sus
respectivos currículos escolares. Esto es clave, pues priorizar los
aprendizajes esenciales permite de algún modo asegurar que las nuevas
generaciones estén efectivamente preparadas para vivir en la sociedad que se
aspira a construir (Amadio, Opertti y Tedesco 2014, 1). De esta forma, con la
pandemia, se abre una oportunidad para repensar la gestión curricular a partir
de cambios sistémicos, empezando por el mismo currículo, las capacidades y
prácticas de los diferentes equipos de la estructura escolar y las condiciones
educativas y socioemocionales que permitan avanzar en mejoras sustantivas,
principalmente en el escenario de la pos-pandemia.
3. Desarrollo de la gestión curricular en Chile
El desarrollo de la gestión curricular en Chile tiene dos
grandes pilares. En primer lugar, el currículo nacional, traducido en las Bases
Curriculares que contienen los objetivos de aprendizaje mínimos por asignatura,
obligatorios para todas las escuelas del país. Además, el Ministerio de
Educación pone a disposición los Planes y Programas de Estudio, que es una
herramienta que organiza los Objetivos de Aprendizaje de las Bases Curriculares
en unidades temporales para el año escolar. Esta herramienta, según lo
estipulado por la Ley General de Educación (Ley 20.379, 2009), es obligatoria
para las escuelas que no cuenten con planes y programas propios aprobados.
En segundo lugar, se cuenta con los EID que, como indica
la ley que crea el Sistema Nacional de Aseguramiento de la Calidad (Ley
20.529/2011), son las orientaciones que deben considerar las escuelas y sus
sostenedores, pues constituyen parte de los parámetros que evalúan el trabajo
contemplado en el sistema escolar. En este caso, específicamente, se hará
alusión a la institucionalidad y los EID relacionados con la gestión
curricular, pues es el tema central de este artículo. A manera de información
complementaria, es importante señalar que también existen los estándares de
aprendizaje y los otros indicadores de calidad, que se miden mediante pruebas
estandarizadas.
Institucionalidad y gestión del currículo en Chile
En el contexto nacional, un aspecto relevante de considerar
es comprender los distintos niveles de concreción del currículo en el sistema
educativo (tabla 1). En efecto, existen cuatro niveles; en el primero, se
encuentra el currículo nacional, donde las instituciones del Sistema Nacional
de Aseguramiento de la Calidad (SAC), a saber, el Ministerio de Educación
(Mineduc), el Consejo Nacional de Educación (CNED), la Superintendencia de
Educación y la Agencia de la Calidad, cuentan con diferentes roles con relación
a este instrumento. En este caso, la responsabilidad sobre la elaboración de
todas las herramientas del currículo nacional recae en el Mineduc,
específicamente, en la Unidad de Currículum y Evaluación (UCE).
En el segundo nivel, denominado territorial, intermedio o
jurisdiccional, surgen apoyos para concretizar la organización de la
implementación curricular. Este nivel está representado por los DAEM, DEM, las
Corporaciones, sostenedores privados con y sin financiamiento público y los
SLEP. En el tercer nivel se encuentra el centro educativo de tipo institucional
y local, ya sea jardín, escuela o liceo, donde se operacionaliza la gestión
pedagógica y curricular de la institución a través de instrumentos como el PEI,
el PME[ii]
y el Reglamento de Evaluación, Calificación y Promoción
Tabla
1. Niveles y herramientas para la concreción del currículo
en el sistema escolar chileno
Elaboración
propia.
* Los SLEP son la nueva institucionalidad que a partir de
la Ley 21.040/2017 reemplazan a los DAEM, DEM y Corporaciones en la
administración de la educación pública.
que están a cargo de la más alta directiva, el equipo
técnico-pedagógico y el personal docente. Por último, el cuarto nivel, en el
cual se visualiza la gestión curricular en el aula por parte de profesores y
profesoras mediante una planificación anual, ha-ciéndose patente el núcleo
pedagógico donde se relacionan estudiantes y docentes en presencia del
contenido, del currículo (conocimientos, habilidades, actitudes y
meta-aprendizaje).[iii]
A fin de ahondar en este trabajo de manera más
específica, se necesita comprender lo que se entiende en Chile por gestión
curricular y cuáles son sus principales componentes sobre los cuales se
evaluarán las tensiones y los desafíos en el desarrollo de este artículo. Para
esto, nos basaremos en los EID (Mineduc 2020a), los cuales cuentan con cuatro
dimensiones, a saber: liderazgo, gestión pedagógica, formación y convivencia y
gestión de recursos. Estas, a su vez, se componen de tres subdimensiones cada
una. En este caso, consideramos la subdimensión de gestión curricular que se
inserta en la dimensión gestión pedagógica;[iv]
para facilitar el análisis, se presenta con su definición y sus respectivos
estándares en la tabla 2.
Tabla
2. Estándares indicativos de desempeño para la gestión
curricular Gestión curricular
Fuente: Mineduc (2020a).
Se puede señalar que la gestión curricular cuenta con un
conjunto de herramientas para llevarla a cabo. Así, los referentes principales
que pueden permitir avanzar en el cambio y mejora de prácticas de las escuelas
son los EID. En esta dirección, en la próxima sección abordamos lo que implica
cada uno de estos estándares y las tensiones que existen para alcanzarlos.
4. Tensiones entre la gestión curricular y los estándares indicativos de
desempeño
A partir de lo anteriormente expuesto sobre la gestión
curricular, en esta sección presentamos lo que implica cada estándar según las
respectivas prácticas que deben conducir quienes se desempeñan como líderes
escolares; tales prácticas constan en sus respectivas rúbricas.[v]
Luego, describiremos las tensiones que emergen de cada una.
Implementación efectiva de las Bases Curriculares y los
programas de estudio
Este estándar implica organización por parte de las
directivas y el equipo técnico-pedagógico del plan de estudios y los horarios
de clases, acorde a los objetivos del establecimiento. También busca lograr que
el equipo docente domine las Bases Curriculares y los programas de estudio. Por
último, se dirige a generar un seguimiento a la cobertura curricular, en
función de asegurar los aprendizajes y cumplir con lo declarado en el proyecto
educativo institucional.
Una tensión en este estándar es la necesidad de contar
con directores con un fuerte liderazgo pedagógico y para el aprendizaje. Sin
embargo, en la práctica, el sistema presiona al personal directivo a responder
a lo “urgente por sobre lo importante” y, en consecuencia, se tiene en los
establecimientos educacionales sobrecargas administrativas importantes, dada
las mismas descoordinaciones del sistema escolar (Propuestas Comisión Todos al
Aula 2018, 7; Bellei et al. 2018). Una muestra de esto consta en un estudio de
la fundación Educación 2020 en el cual evidenció, mediante la aplicación de una
encuesta a directores de establecimientos educacionales, que
un 73,8 % declara que gasta entre un 40 % y un 80 % de su
tiempo en cumplir exigencias burocráticas, en lugar de cumplir labores
pedagógicas o relacionadas con la mejora escolar en general. Los equipos que
lideran las escuelas deben destinar más de la mitad de su tiempo a estas tareas
y no a la principal urgencia: mejorar la calidad de los aprendizajes (2018, 5).
Por su parte, Bellei et al. (2018, 182) señalan que “para
los directores, la autonomía debería traducirse en poder tomar decisiones de
manera expedita para resolver problemas ‘sin tanta burocracia’”. Esto evidencia
una de las principales tensiones que ha arrastrado el sistema escolar y, en
este caso, particularmente en lo que pretende el estándar en cuestión. Esta situación
en pandemia se hace aún más crítica, pues quienes dirigen instituciones
educativas han tenido que responder a demandas emergentes de diverso orden,
tales como apoyo socioemocional de estudiantes, docentes y familias, problemas
de conectividad para el acceso a clases online, entre
otros (CEPAL y UNESCO 2020, 10).
Lineamientos pedagógicos comunes para la implementación
efectiva del currículo
Este estándar implica acordar e implementar entre
directores o directoras y el equipo técnico-pedagógico prácticas comunes para
el profesorado, a fin de potenciar hábitos y habilidades estudiantiles. Además,
busca generar acuerdos con relación a lineamientos metodológicos particulares
en cada asignatura que permitan lograr una implementación adecuada del currículo.
Una tensión en este estándar es la comprensión de lo que implica una
implementación efectiva del currículo. Al respecto, podría surgir la siguiente
interrogante: ¿lo efectivo se refiere a que se logren todos los objetivos de
aprendizaje o solamente algunos en profundidad comprobada por el logro de
aprendizajes en el estudiantado?
Esto resulta complejo, pues existe un escenario donde, en
general, se ha acusado al currículo escolar de estar sobrecargado y asfixiar a
las comunidades educativas. Waissbluth (2013) precisa que los profesores se
dedican a correr abordando las materias de manera superficial y se necesita un
ajuste curricular que priorice objetivos de aprendizaje fundamentales que,
además, permitan alinear otros componentes claves del sistema. Esto no es menor
si consideramos que la pandemia actual ha re-flejado que el currículo presenta
aprendizajes o competencias más relevantes según el contexto (CEPAL y UNESCO
2020, 4). En el caso chileno lo anterior derivó en que el Ministerio de
Educación (2020b) realizara una priorización de objetivos de aprendizaje que
ubicó a algunas áreas de aprendizaje por encima otras. Por tanto, lo que se
espera en este estándar está cruzado por tensiones estructurales
correspondientes al diseño y desarrollo del currículo en los establecimientos
educacionales, así como también por el sentido que tiene la educación en un
país.
Planificar
con vistas a la conducción efectiva de los procesos de enseñanza-aprendizaje
Este estándar implica que el equipo docente gestione la
elaboración, los espacios y el tiempo para poder efectuar sus respectivas
planificaciones anuales por asignatura. A la vez, supone que realice
adaptaciones, si correspondiese, resguardando la visibilización de los
objetivos de aprendizaje, las actividades de enseñanza y las estrategias de
evaluación formativas y sumativas. Además, considera la revisión de estas
planificaciones en función de retroalimentar al claustro. Una tensión en este
estándar tiene relación con los espacios de tiempo. Particularmente uno de los
componentes técnicos que debe asegurar el equipo directivo son las
planificaciones, para lo cual el otorgamiento de horas no lectivas es
fundamental. Esto no pareciera ser tan complejo, sin embargo, una tensión
actual que surge a partir de la Ley 20.903 (2016) que crea el Sistema de
Desarrollo Profesional Docente es que no se explicita qué debe hacer el cuerpo
docente en sus horas no lectivas; a pesar de que la ley contempla la
elaboración de un decreto para hacerse cargo de este tema, hasta la fecha este
no ha sido presentado. El Estatuto Docente[vi]
(DFL 1/1997) establece ejemplos de actividades a desarrollar en las horas no
lectivas; no obstante, considera –entre otras cosas– horas de reforzamiento
académico, tarea que sigue implicando horas de trabajo con estudiantes en
aulas, lo cual resulta contradictorio con la disponibilidad de espacios
protegidos para el trabajo de planificación y colaboración entre docentes.
Con base en lo anterior, y desde una mirada sistémica, el
equipo directivo resulta clave en la planificación. No solamente determina la
condición óptima en el nivel educativo, sino también a nivel de la comunidad,
pues lidera herramientas de gestión como el proyecto educativo institucional y
el plan de mejoramiento educativo que debieran conectarse justamente con
elementos centrales de la gestión técnico-pedagógica, por ejemplo, las
planificaciones en función de mejorar los aprendizajes (Mineduc 2017, 19).
Por ello, se necesitan condiciones que garanticen de
mejor forma los espacios docentes para planificar y articular. Desde el equipo
directivo, se debe lograr una mirada de la planificación con propósitos comunes
a nivel de todas las herramientas del establecimiento. Esta situación se torna
aún más crítica durante la pandemia, pues profesoras y profesores reportan que
han trabajado más en la emergencia sanitaria y en peores condiciones para
desarrollar el trabajo pedagógico, situación que se agrava en el caso de las
mujeres (Elige Educar 2020).
Acompañamiento mediante la observación y retroalimentación
de las clases
Este estándar se relaciona con la consecución de acuerdos
sobre las prácticas que se deben focalizar para el mejoramiento, considerando
referentes como el Marco de la Buena Enseñanza.[vii]
Ello se complementa con instancias de observación de clases y
retroalimentación, por parte del equipo directivo y el técnico-pedagógico en
función de analizar sus logros y aspectos a mejorar, siempre en un clima de
respeto y confianza.
La tensión en este estándar, similar a lo ya mencionado
sobre la sobrecarga en los equipos directivos, se vincula con el débil
involucramiento, específicamente directivo, en los procesos pedagógicos, en
este caso, en la observación y retroalimentación de clases. Al respecto, en una
investigación realizada por Estudios y Consultorías Focus (2016, 113) para el
Mineduc se señala que los procesos de observación y retroalimentación de clases
los lidera principalmente quien se encarga de la Unidad Técnica Pedagógica, de
modo que directoras y directores pasan a tener un rol de colaboradores.
Resolver esta situación, que se ha exacerbado con la pandemia dada la alta gama
de problemáticas que han debido asumir las directivas escolares, significaría
mejores resultados de aprendizaje en los y las estudiantes, ya que la
participación de quienes lideran en los procesos de enseñanza y aprendizaje
gatilla el mejoramiento de los procesos y resultados educativos (Robinson
2007).
Evaluación
y monitoreo de los aprendizajes para la toma de decisiones pedagógicas
Este estándar implica lograr que los equipos directivo y
técnico-pedagógico, en conjunto con el cuerpo docente, construyan el reglamento
de evaluación de acuerdo con la normativa vigente, en función de comunicar y
calendarizar las principales evaluaciones. Además, se deben revisar dichas
evaluaciones para asegurar su calidad, focalizando en la revisión de cómo se
plasman los objetivos de aprendizaje, los avances del estudiantado, las
metodologías, entre otros elementos que permitan tomar decisiones que
beneficien a alumnos y alumnas, y a la comunidad educativa en general.
Una tensión importante en este estándar radica en la
preparación del reglamento de evaluación del establecimiento educacional, según
la normativa vigente. En este caso corresponde al Decreto 67 del año 2018, cuya
implementación requiere de un cambio en la comprensión de la evaluación, lo
cual representa un desafío relevante para la gestión de los equipos directivos.
Sin embargo, el Decreto 67 se encuentra en una fase muy incipiente, pues ha
estado permeado por el estallido social del 2019 y la pandemia por covid desde
2020 (Rivas 2021, 90). Ello cambió el foco de las prácticas pedagógicas en las
instituciones educacionales, en función de darle continuidad a los procesos
educativos en la distancia.
Al igual que en los otros estándares, se refleja aquí la
necesidad de contar con equipos ministeriales regionales altamente fortalecidos
en temas curriculares. Así podrían desplegarse y trabajar de manera permanente
la gestión curricular de la mejor forma posible con cada profesional del nivel
intermedio (sostenedores) y con los equipos de los establecimientos
educacionales.
5. Propuestas para transformar la gestión curricular
El sistema escolar chileno se está enfrentando a una
crisis mundial por motivo de la actual pandemia, pero a la vez, al
descubrimiento de nuevos aprendizajes, nuevas metodologías y nuevos desafíos
para la gestión educativa. Lo anterior se cruza con los cambios estructurales
que está viviendo el país, por ejemplo, la redacción de una nueva Constitución,
que podría, en el mediano plazo, transformar el enfoque de la educación
nacional. Todo esto hace que se proyecten una serie de desafíos que parecen
necesarios para la transformación curricular que Chile necesita, no solo ante
un nuevo escenario sino también ante cambios sociales, culturales y políticos
propios de un mundo globalizado y altamente interconectado.
A continuación, considerando las tensiones de la gestión
curricular abordadas en cada uno de los estándares en la sección anterior, se
presentan tres propuestas proyectadas hacia la pospandemia, que no pretenden
ser lineales con las tensiones enunciadas para los EID de la gestión
curricular. Más bien, dichas propuestas apuntan a sumar aspectos que generen
sinergia a nivel sistémico y en la gestión educativa de los territorios y
establecimientos educacionales, con miras a avanzar y lograr los cambios que se
requieren.
Mayor
descentralización curricular
Una primera propuesta apunta a que el currículo sea una
herramienta con mayor descentralización, liviana, pero profunda y flexible. De
acuerdo con Magendzo, “existe una tendencia mundial por dejar en manos del
nivel central estatal la definición de un currículum nacional común y básico,
sin contraponerse a procesos de flexibilización y recontextualización del
currículum a nivel descentralizado” (2008, 67). La descentralización del
currículo implica la delegación de este en los equipos territoriales (de
regiones) y en las propias unidades educativas, siempre resguardando el foco en
la mejora de los aprendizajes y del uso de recursos, sobre todo, en contextos
de sistemas educativos numerosos y complejos que son difíciles de gestionar.
Descentralizar el currículo también implica generar una definición para los
estándares indicativos de la gestión curricular en y por cada región.
Si bien no existe plena seguridad en que los elementos
descentralizados garanticen mejores resultados educativos (Anderson y Young
2018), parece claro que, con relación a la gestión curricular y lo que se ha
visualizado durante la pandemia, es necesario potenciar la descentralización
del currículo haciéndola más significativa y pertinente para los equipos
territoriales y las comunidades educativas.
Esto no implica optar por un diseño completamente
descentralizado, pues siempre hay elementos que se combinan con lo centralizado
(García 2015, 204). En lo sustantivo, lo importante es llevar a cabo una
descentralización que no pierda el foco en la coherencia necesaria para
gestionar el currículo, generando definiciones que apunten siempre a la
consistencia entre los planes y programas de estudio para lograr la adquisición
de aprendizajes en las y los estudiantes (Volante et al. 2015, 97).
Para esto es clave avanzar hacia una lógica profunda de
participación, en la cual se involucre a cada actor educativo y se proyecten
cambios curriculares sistémicos, comprensibles y sostenibles. Este proceso de
involucramiento de cada actor del sistema educativo es fundamental para
impulsar cambios en la arquitectura curricular, pues enriquecerá de manera
pertinente y contextualizada las transformaciones, fortaleciendo en términos
organizacionales una estructura que sustente la implementación de los cambios
curriculares apropiados por el sistema educacional, buscando reducir la
distancia entre el currículo prescrito y el aprendido (Arratia y Ossandón 2018,
109).
Así, esta propuesta se traduce en la elaboración de una
base acotada de objetivos de aprendizajes por asignatura a nivel nacional y un
conjunto de otros objetivos que pueden ser considerados de manera flexible por
cada región del país. En ese sentido, en una primera etapa, se deberá
fortalecer a los equipos ministeriales en las regiones (abordado en la
siguiente propuesta) para que puedan elaborar objetivos de aprendizaje
pertinentes a la realidad de sus respectivos territorios, complementando de
esta forma a la base nacional. Posteriormente, se deberían definir los
estándares indicativos para la gestión curricular de cada región, otorgando
mayor significancia a las particularidades propias de los equipos educativos en
cada territorio. De esta forma, se propiciará un mayor empoderamiento de estos
equipos y podrán abordar en mayor profundidad la gestión curricular con los equipos
del nivel intermedio y los de los establecimientos educacionales de su
respectiva región.
Desarrollo
profesional de equipos regionales del Mineduc: el foco en el currículo
La segunda propuesta, enlazada con la primera, está
centrada en generar un desarrollo profesional sistemático en los equipos
regionales del Mineduc, con el foco en el diseño, la comprensión y el
tratamiento del currículo. Esto, por un lado, permite que los equipos
regionales dominen la base nacional de objetivos de aprendizaje del currículo
y, por otro, permite que tengan la capacidad de diseñar de manera participativa
con los actores locales un currículo a nivel regional. Al tener equipos
fortalecidos en cada región se puede avanzar de manera más concreta en una
coherencia sistémica, que genere mayor colaboración entre los actores y
profundice los aprendizajes para garantizar procesos efectivos y significativos
en la implementación curricular.
El desarrollo de capacidades en los equipos regionales
del Mineduc apunta a la transferencia profunda del currículo que puedan hacer a
los equipos técnicos del nivel intermedio y a quienes dirigen los
establecimientos educacionales, en pos de lograr una apropiación que les
permita trabajar fluidamente la gestión curricular con sus respectivos equipos
docentes, potenciando la innovación y las prácticas pedagógicas situadas para
lograr mejores aprendizajes en los estudiantes.
Al respecto, Harris indica que “los cambios o las mejoras
que perduran rara vez son promovidos desde afuera. Deben ser generados,
apropiados y sostenidos inter-namente por aquellos que están realmente
implicados en las consecuencias de los cambios que se están realizando” (2012,
13). Esta consideración es clave si se quiere generar confianzas y dar mayor
realce y motivación a las fortalezas de las comunidades educativas. En
definitiva, construir capacidades es un componente esencial de cualquier
proceso de reforma (Fullan 2011, 3).
La gestión curricular en el trabajo de directores/as de
establecimientos educacionales
El director o directora resulta fundamental para liderar
la gestión curricular en los establecimientos educacionales, tal como se
visualiza en cada uno de los EID de la respectiva dimensión. La gestión
curricular implica que estas personas aseguren el monitoreo y evaluación de la
implementación del currículo para lograr calidad en las estrategias de
enseñanza-aprendizaje y, con ello, aprendizajes efectivos (Núñez, Weinstein y
Muñoz 2010, 73). Para movilizar las dos propuestas antes menciona-das, se
necesita de un liderazgo escolar que incida positivamente en las comunidades
educativas, principalmente en los equipos de docentes, sobre todo, considerando
que cambiar la propuesta curricular del país a nivel escolar es un cambio
estructural. En ese sentido, para ser efectivos en los cambios a gran escala es
clave que las directivas se identifiquen con el proceso en función de irradiar
dichas políticas educativas en sus respectivas comunidades (Muñoz 2021, 127).
En concordancia con esa línea, materializar la autonomía de
los establecimientos en normativas que entreguen atribuciones claras y
relevantes (Arratia y Ossandón 2018, 209) podría ser un facilitador para la
movilización de estas propuestas respecto a la relevancia de la coordinación
equipo directivo-docentes, con sus comunidades y especialmente para hacerse
responsables no solo de los contenidos curriculares, sino de la pertinencia de
estos en cuanto a los intereses estudiantiles.
Por último, se puede señalar que abordar estas tres
propuestas en conjunto permitiría avanzar en una mayor comprensión y
apropiación del currículo en todos los actores de los niveles del sistema
escolar. Así, se facilitaría y fortalecería la gestión curricular en las
escuelas del país y su respuesta ante escenarios de crisis, como el de la
pandemia por covid-19.
6. Conclusiones
A lo largo del presente artículo hemos abordado las
tensiones que existen, por diversas variables, en la gestión curricular del
sistema escolar chileno a partir de la revisión de los EID; las tensiones se
han visto potenciadas en algunos casos por la covid-19. Esto abre una
oportunidad de cara a la pospandemia, donde materializar las propuestas que se
plantean podría aportar a la transformación curricular que se requiere para
mejorar la enseñanza-aprendizaje. En opinión de Mora (2010, 6), todas las
instituciones educativas deben considerar la gestión curricular en su calidad
de eje central para lograr procesos de mejoramiento continuo, incorporando de
forma permanente propuestas y prácticas exitosas en esta materia que permeen la
cultura institucional.
A modo de reflexión final se desarrollan elementos
críticos que se deben considerar para la correcta implementación de las
propuestas.
En primer lugar, entendiendo que las demandas existen
desde los periodos previos a las crisis, pero que cuando se gatilla una de
ellas se hacen aún más explícitas –como cuando se amenaza el derecho a la
educación de los y las estudiantes– cobra aún más relevancia la necesidad de
que los cambios sean considerados urgentes. Sin embargo, estos cambios no
pueden ser desarticulados. En Chile, el diseño e implementación de
políticas públicas tiende a estancarse donde cada repartición o unidad aborda
procesos que involucran otras áreas, instituciones o unidades sin el debido
trabajo conjunto para su mejor desarrollo (Waissbluth 2021). Por lo tanto, es
crítico que las propuestas abordadas en este artículo sean diseñadas e
implementadas en forma sistémica para que el efecto sea el esperado.
En segundo lugar, está la consideración de los propios
actores educativos en el proceso de diseño e implementación. El enfoque top-down, también muy propio de las políticas públicas en
Chile, prescinde o relega a un nivel secundario a quienes implementarán los
cambios. Un rol clave en la conducción de la gestión curricular lo tienen
quienes lideran las escuelas, pues deben trabajar de forma permanente y eficaz
para comprender, mejorar y potenciar las capacidades, las habilidades y la
motivación de sus docentes (Mineduc 2015, 22) y, por lo mismo, es imprescindible
que participen del proceso de cambio.
En este sentido, una de las claves a futuro es visualizar
qué espacios y condiciones se generan para dirigentes y docentes de los
establecimientos educacionales conociendo las realidades diversas en el país,
en función de implementar el currículo de forma efectiva, focalizando así el
rol que cumplen en las escuelas, pues tal como lo indican Ulloa y Gajardo
(2017, 16), la mayoría de los equipos técnicos de las comunidades educativas
señalan que la sobrecarga de trabajo administrativo dificulta la gestión
curricular. Así, directivos con excesiva carga administrativa malamente podrán
ser parte de un proceso de cambio real.
En tercer lugar, y en línea con lo anterior, para
transformar la gestión curricular se debe considerar la evaluación del
currículo en cuanto proceso y, por consiguiente, de los aprendizajes del
estudiantado. En tal dirección, hay que subrayar que el monitoreo de la
implementación curricular y el desarrollo de aprendizajes es una
responsabilidad que debe involucrar a toda la comunidad educativa para llegar a
ser efectiva (Castro 2005, 18). Por lo general, la ejecución de cambios no es
clara en cuanto a la participación y, además, enfatiza en el diseño e
implementación prescindiendo de una evaluación que permita conocer, con base en
la evidencia, si los cambios han dado resultados. La evaluación del currículo
es clave para reconocer el nivel de implementación de lo planificado y la
calidad del diseño, por tanto, debe pensarse en todas sus etapas, desde el
diseño hasta los resultados (Brovelli 2001, 104).
Actualmente, Chile representa un caso paradigmático de un
sistema regido por el mercado con una alta privatización (Verger, Fontdevila y
Zancajo 2017, 6). Implementar las propuestas en un sistema de estas
características es muy distinto a hacerlo en un sistema que considere a la
educación un derecho y donde el sentido de la educación sea la formación de
ciudadanas y ciudadanos. En ese derrotero, el actual proceso constituyente que
se lleva a cabo en el país se presenta como una oportunidad de avanzar hacia
una educación integral que debiera ser refrendada en un nuevo currículo y una
nueva gestión curricular.
Apoyos
Máximo Quiero-Bastías agradece el financiamiento desde la
Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID) a través de la Beca
Doctorado Nacional 2019/21191237 para el desarrollo de este artículo.
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Ley 21.040/2017. Crea el Sistema de Educación Pública.
Boletín Oficial, 24 de noviembre. http://bcn.cl/2qrrn
Notas
[i] Las sorpresas inevitables son las siguientes: incremento consistente en la
expectativa de vida de las personas; se agregan años de vida y vida a los años;
incremento y aceleración de la movilidad de las personas; el crecimiento
exponencial del conocimiento; el incremento exponencial de las comunicaciones;
y el incremento de las interdependencias (Braslavsky 2005, 11-15).
[ii] Para más información sobre lo que implica el Plan de Mejoramiento
Educativo y su relación con el Proyecto Educativo Institucional, revisar https://www.ayudamineduc.cl/ficha/plan-de-mejoramiento-educativo-pme
[iii] En el meta-aprendizaje, a menudo conocido como aprender a aprender, se
consideran los procesos internos mediante los cuales reflexionamos acerca de
nuestro aprendizaje y lo adaptamos (Fadel, Bialik y Trilling 2016, 64)
[iv] Las otras dos subdimensiones son “enseñanza y aprendizaje en el aula” y
“apoyo al desarrollo de los estudiantes”
[v] Cada estándar cuenta con una rúbrica basada en cuatro niveles, a saber:
incipiente, débil, satisfactorio y destacado. En función de la explicación de
cada estándar se considerará el nivel satisfactorio. Más información en
https://bit.ly/3npswfs, acceso el 7 de diciembre de 2021.
[vi] Regula los derechos, deberes y responsabilidades que tiene el personal
docente
[vii] Para mayor información del Marco de la Buena Enseñanza, ver CPEIP (2021)