DOSSIER de investigación
Miradas
sobre la costa del litoral argentino. La comunidad pesquera ante la
planificación metropolitana
Views from
the Argentinian coast: The fishing
community before metropolitan planning
Dr.
Diego Roldán. Investigador. Instituto de Estudios
Críticos en Humanidades, Universidad Nacional de Rosario y Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas (Argentina).
(diegrol@hotmail.com) (https://orcid.org/0000-0002-2223-8904)
Lic.
Lisandro Arelovich. Becario.
Instituto de Investigaciones, Universidad Nacional de Rosario, y Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Argentina).
(lisandroarelovich@gmail.com) (https://orcid.org/0000-0002-0723-2475)
Recibido: 02/05/2022 • Revisado: 14/07/2022
Aceptado: 24/10/2022 • Publicado: 01/01/2023
Cómo
citar este artículo: Roldán, Diego, y Lisandro Arelovich. 2023. “Miradas sobre la costa del litoral
argentino. La comunidad pesquera ante la planificación metropolitana”. Íconos.
Revista de Ciencias Sociales 75: 35-56. https://doi.org/10.17141/iconos.75.2023.5504
Resumen
En este artículo se
abordan las problemáticas derivadas de los efectos de la desarticulación entre
los procesos productivos locales y el emplazamiento de un conjunto de
ensamblajes, que buscan rearticular los territorios con economías de flujos
extractivos. El objetivo es analizar las miradas que, sobre un mismo sitio: la
costa argentina, tienen actores de diversas escalas, y cómo ello interviene en
la reconversión y redefinición urbana, metropolitana y territorial de ese
espacio. En la metodología se combinan una aproximación histórica, con base en
materiales documentales y periodísticos, y un trabajo etnográfico con
entrevistas en profundidad en una comunidad pesquera del Remanso Valerio. El
trabajo está dividido en cuatro miradas, con las que se reconstruyen los
siguientes aspectos: la historia de ocupación del barrio; la relación de la
población con el territorio y las actividades pesqueras; los impactos de la Hidrovía Paraná-Paraguay y el puente Rosario-Victoria; y la
relación de la planificación estratégica metropolitana con la comunidad. Se
concluye que los conflictos entre las perspectivas de la comunidad pesquera y
la de quienes llevan a cabo la planificación metropolitana dependen de las
asimetrías entre los actores y las escalas que intervienen en la organización de
las miradas sobre la costa.
Descriptores:
costa; comunidad pesquera; infraestructuras; planificación; territorio;
espacio.
Abstract
In this article issues
are addressed that are derived from the
effects of the disarticulation of local productive processes and
the emplacement of a collection of assemblages that seek to
rearticulate territories through economies of extractive flows. The objective is
to analyze views of a single
site on the Argentinian coast with actors operating
at multiple scales and how those actors
influence the urban, metropolitan, and
territorial reconversion and redefinition
of that space.
In the methodology, a historical approach is combined with
documentary and journalistic
materials and ethnographic work, with in-depth
interviews in the fishing community of Remanso Valerio. The study is
divided into four views, with
which to reconstruct the following: The history of the
occupancy of the neighborhood; the relation of
the population with the territory
and fishing activities; the impacts of
the Paraná-Paraguay waterway
and of the Rosario-Victoria
bridge; and the relationship
between the metropolitan strategic planning and the community. It is
concluded that the conflicts between
the perspective of the fishing
community and that of the people
carrying out metropolitan planning come from the asymmetries
between actors and scales that shape
views of the coast.
Keywords: coast;
fishing community; infrastructure; planning; territory; space.
En
las últimas décadas la producción del espacio urbano se ha concentrado en
disímiles transformaciones. Se trata de grandes proyectos (Jajamovich
2019) con fuertes modificaciones en los usos del suelo (Cuenya
2012), una vertiginosa escalada de los valores inmobiliarios (Rolnik 2017), procesos de desterritorialiazación
y reterritorialización (Haesbaert
2007; Roldán y Arelovich 2020) y un rescalamiento de los flujos globales y las formaciones
político-administrativas nacionales, provinciales y locales (Brenner 2017).
La
regulación de los flujos globales se torna compleja y expresa las dificultades
de las entidades políticas para desarrollar alternativas de planificación del
espacio y de ordenamiento territorial, que consigan aminorar los efectos de ruptura
del tejido local. Tal ruptura se debe al emplazamiento de nuevas
infraestructuras que conducen flujos de grandes escalas y que atraviesan
territorios con una historia y unas lógicas de articulación comunitaria
involucradas en vínculos de proximidad (Arboleda 2021). Las correlaciones entre
las ciudades y algunas infraestructuras de interconexión regional plantean una
reconfiguración contradictoria a través de grandes y pequeñas escalas que se
solapan, superponen, entrecruzan y colisionan. En este sentido, se observa una
rearticulación de las escalas que generan un proceso de reterritorialización
y rescalamiento de las espacialdiades
locales (Brenner 2019).
En
este artículo se abordan las problemáticas derivadas de los efectos de
desarticulación de los procesos productivos locales, sus ensayos fallidos de
reconfiguración mediante procesos de reconversión de un sector de ese espacio
al patrón de la urbanización de servicios y el emplazamiento, más reciente, de
un conjunto de ensamblajes que se experimentan para rearticular esos
territorios con economías de flujos extractivos. El objetivo consiste en
analizar las distintas miradas que, sobre un mismo territorio, la costa
argentina, tienen un conjunto de fuerzas y actores provenientes de diversas
escalas, pero que intervienen en la reconversión y redefinición urbana,
metropolitana y territorial de ese espacio.
Para
ello, se utiliza una metodología que combina una aproximación histórica a
través de materiales documentales, un análisis cualitativo de fuentes
secundarias (periodísticas y documentos oficiales) y un trabajo etnográfico a
partir de siete entrevistas en profundidad con una comunidad de pescadores
afincados en el área de estudio y dos entrevistas con otros residentes,
desarrolladas entre 2016 y 2019. Con el acercamiento etnográfico se reconstruye
el pasado de la ocupación del espacio, sus modificaciones y las relaciones de
los habitantes con estos procesos de transformación urbana.
El
artículo muestra las miradas divergentes que sobre una misma espacialidad (la
costa) desarrollan distintos agentes sociales con capacidades y capitales
diferentes a la hora de decidir e intervenir sobre las formas que adoptarán las
transformaciones y los perfiles de esa área. Se trata de miradas que entran en
disputa y diferendo (Marcús 2017), pero que no
siempre establecen umbrales de conflicto abierto. En el trabajo se construye al
Remanso Valerio como área de observación y a las transformaciones y políticas
urbanas que modificaron la relación de la comunidad de pescadores con ese
territorio como unidad de análisis. Esta indagación forma parte de una serie de
aproximaciones sobre las relaciones de los pescadores artesanales con el
espacio urbano de Rosario (Roldán y Godoy 2020; Roldán y Arelovich
2020; Roldán y Castillo 2020), la diferencia sustancial de este caso es su
ubicación en un espacio metropolitano y su proximidad a grandes
infraestructuras de conexión regional.
A
fines de los años 90, los desarrolladores urbanos observaron con interés el
espacio del Remanso Valerio. Desde mediados del siglo XX, en esta zona de
Granadero Baigorria, sobre el límite norte de Rosario y la costa del Paraná, se
asentaron numerosas familias que se dedicaron a la pesca artesanal. En medio de
los procesos de reestructuración regional que implicó el emplazamiento de las
infraestructuras de conectividad hídrica y caminera del Mercosur, el Remanso
Valerio fue descubierto como un espacio para la inversión urbana. A las puertas
del lanzamiento de la Hidrovía Paraná-Paraguay, en
1997, el intendente de Baigorria aseguró que sustituiría el barrio de familias
pescadoras por una playa y un balneario. Poco más tarde se pensó en colocar un
centro comercial, un hotel y un barrio cerrado. Los pescadores artesanales
resistieron ante los intentos de desalojo. Para fortalecer su identidad,
organizaron una fiesta comunitaria, laboral y religiosa dedicada al Cristo de
las Redes, el Cristo de los Pescadores. Desde entonces, en los meses de mayo de
cada año la festividad continúa nucleando a pescadores y residentes.
En
2003, el Gobierno nacional inauguró el postergado puente Rosario-Victoria, una megaestructura complementaria, en el nivel terrestre, al
trabajo de dragado de la Hidrovía. El puente rediseñó
los equilibrios hídricos del río y recompuso la escala de sus ciudades
cabeceras: Victoria (provincia de Entre Ríos) y Granadero Baigorria (provincia
de Santa Fe). En la segunda década del siglo XXI, el puente alcanzó altos
niveles de circulación y redujo la fricción aportada por el río a los
transportes; se convirtió en la piedra angular de un nuevo proyecto para la
reconversión del Remanso. Esta vez la playa, el balneario, los shoppings,
los hoteles y los barrios cerrados fueron sustituidos por los dispositivos
insignia de recuperación de la ribera del municipio de Rosario: las avenidas y
los espacios públicos. La prolongación intermunicipal de la Avenida Costanera
de Rosario y la construcción metropolitana del Parque de la Cabecera fueron los
proyectos interjurisdiccionales promovidos por el Ente de Coordinación
Metropolitana (ECOM).
En
sus formulaciones se prevé una relocalización parcial de la población afincada
en el Remanso en razón de la construcción de un
espacio recreativo, un complejo residencial y la extensión de una vía de
conectividad automovilística. Sin embargo, el Parque de la Cabecera, en teoría,
supone modificaciones relevantes: la reformulación del asentamiento del barrio
de pescadores, su sustitución por la construcción de viviendas cercanas a la
costa y el desarrollo de dos embarcaderos, uno para pescadores y otro para
residentes, uno para el trabajo y otro para el ocio.
Si
bien estos cambios estructurales están en suspenso, se han registrado algunas
relocalizaciones en los bordes del Remanso, comprometidos con la traza del
parque y la avenida. Estos avances de la planificación urbana han motivado
disputas en torno a los problemas habituales de las comunidades pesqueras
respecto a su ambiente urbano y laboral. Estos grupos de pescadores artesanales
plantean que de mantenerse este tipo de restricciones se lesiona de manera
irreversible la viabilidad de su comunidad. No obstante, el Municipio argumenta
que los reclamantes son oportunistas afincados recientemente en el área, cuya
subsistencia no depende de la pesca artesanal.
En
este artículo se estudia la relación entre la ocupación del espacio por parte
de los pescadores artesanales y los asentamientos populares, y las recientes
intervenciones de la planificación estratégico-metropolitana que busca
establecer nuevos umbrales de vacío urbano (Marcús
2017) para incrementar la legitimidad y el atractivo de sus proyectos. El
trabajo está organizado a través de cuatro miradas o puntos de vista. Con el
primero se repasa la historia del barrio y su ocupación. El segundo se
concentra en la relación que la población sostiene con el territorio y las
actividades pesqueras. El tercero muestra los impactos de la Hidrovía y el puente Rosario-Victoria sobre el Remanso.
Finalmente, con el cuarto se reflexiona en torno a los proyectos y
realizaciones de la planificación urbana en las inmediaciones del Remanso y su
efecto sobre la comunidad pesquera.
El
paraje del Remanso Valerio ha sido objeto de una larga construcción histórica.
Desde fines del siglo XIX, distintas capas de ocupación y usos se han extendido
sobre el barrio. Los primeros usos fueron productivos y estuvieron ligados a la
explotación de la tierra arcillosa de la ribera. Allí se construyó un
embarcadero, un horno de ladrillos y se extendió una línea de ferrocarril. Poco
tiempo después, el horno cayó en desuso y su estructura dio refugio a algunas
familias recién llegadas al barrio.
En
1948, se nacionalizaron los ferrocarriles y los terrenos aledaños pasaron a
manos del Estado nacional. En esas condiciones se radicaron poblaciones en los
terrenos vacíos cercanos a la traza. Dos años más tarde, se establecieron las
primeras poblaciones pesqueras. Justo Germán Marín se autodefinía como el
“primer pescador de la zona” y afirmaba haber llegado al Remanso Valerio en
1950 (Ferrero 1998). En aquella época, consideró que el paraje era el lugar más
propicio para instalar su vivienda y dedicarse a la pesca. Entre 1950 y 1990 se
generó el primer asentamiento estable y numeroso de la zona. Estaba conformado
a partir de grupos que llegaron de las provincias de Entre Ríos y Corrientes.
Estos primeros pobladores son los llamados isleños, quienes llegaron tanto por
falta de medios de vida como a causa de las inundaciones. Se trataba de
poblaciones originarias de medios rurales que se dedicaban a la caza y la
pesca. Esta fase de poblamiento afectó al área inmediata a la costa; las
familias recién asentadas se dedicaron a la pesca.
Lalo Díaz es uno
de los pescadores más antiguos de la zona (Ferrero 1998). Sus parientes relatan
cómo la llegada de la Avenida Circunvalación dispersó a la población que se
ubicaba en el Remanso y que muchos habitantes fueron trasladados a distintos
barrios de Rosario. Recuerdan que la traza se desarrolló en distintas fases. A
lo largo de los años 70, hubo varios desalojos, los más duros ocurrieron
durante las dictaduras militares. Este grupo forma parte de una estirpe de
cuatro generaciones de pescadores residentes en el Remanso. Suponen que el
lugar ya estaba habitado cuando llegaron, pero evocan un espacio rural. Narran
sus experiencias de trabajo en las huertas y las cosechas de verduras y
hortalizas. Su relato está matizado por la reconstrucción de las actividades
orientadas a visibilizar la relación de los pobladores con el hábitat del
Remanso. Algunos enfatizan la precariedad del espacio de residencia.
Mi papá es uno de los primeros con
un DNI que fija domicilio en el barrio. Mi abuela desde el 63 pagaba impuestos
a la municipalidad de Baigorria por un negocio que tenía en la zona. Pero acá
nunca sabés cuándo te pueden venir a sacar
(entrevista a 39 pescador
artesanal 1, Barrio Remanso Valerio, 6 de agosto de 2018).
Los
vecinos desarrollaron estrategias de autoconstrucción y de autogestión de los
servicios públicos. En 1983, se extendió la energía eléctrica a partir de un
persistente reclamo a la empresa. Juntaban unos litros de nafta en un bidón y
cargaban el tanque de la chata de uno de los vecinos y se iban hasta la empresa
todos los días. Tras prolongados reclamos, los funcionarios decidieron extender
el tendido eléctrico, a pesar de la desconfianza por el posible no pago de las
facturas. Con el agua fue más difícil. Como no había respuesta alguna de la
empresa, los pobladores se autoorganizaron. Contaron con la autorización del
intendente de Baigorria de entonces, Humberto Sdrigotti.
“Hicimos por el campo una zanja hasta la calle Los Plátanos y nos conectamos a
la toma debajo de la arenera. Fue un trabajo de días y a pala, pero logramos
tener dos canillas públicas a principios de 1990” (entrevista a pescador
artesanal 2, Barrio Remanso Valerio, 20 de mayo de 2016).
En
esas fechas se formó una cooperativa de vivienda para intentar formalizar el
hábitat. Sin embargo, ese proceso generó la llegada de nuevos pobladores que
modificaron el perfil del barrio. Los planes de vivienda de los años 90,
Arraigo y Lote, ocasionaron nuevas radicaciones procedentes, según los residentes
históricos, de las “villas miseria” de Rosario.
Las
radicaciones de los últimos treinta años aportaron nueva población al barrio. Debido
al contexto de estancamiento económico, una porción significativa de habitantes
eran desocupados, en menor número procedían de las provincias del noreste
argentino y muchos eran oriundos de otros asentamientos de Rosario. Esta
población más reciente se emplazó en la parte alta (“atrás”, según el lenguaje
de los residentes antiguos) del barrio. El Remanso se amplió hacia la zona más
alejada de la costa. De esos nuevos residentes, pocos se han dedicado a la
pesca.
Este
proceso histórico de ocupación y uso diferencial del espacio ha generado
distancias y distinciones entre pobladores antiguos y nuevos del Remanso. En la
organización espacial interna, los pescadores se refieren a su entorno como la
zona de “abajo”. Ese es el barrio histórico de pescadores, donde se ubican las
casas de las familias más antiguas. Mientras que la zona de “atrás” está
conformada por pobladores más recientes, sin oficios vinculados a la pesca y
que trabajan en la ciudad (fig. 1).
Los pescadores
consideran que entre estos dos espacios hay una frontera muy clara. Sin
embargo, un observador ocasional y apresurado apenas notaría diferencias. La
zona de “abajo” está conectada con la costa, el río y las islas a través de las
actividades de pesca.
Figura 1. Área del Remanso Valerio. Diferenciación
zona de arriba y zona de abajo
Elaborado a partir de Google Maps.
En
tanto que, en este marco de organización territorial comunitaria, el área de
“atrás” es un espacio de transición entre la parte de “abajo” y la ciudad, es
decir, aquello que no es la costa ni el río ni las islas y lo que no está
organizado por las relaciones sociales, parentales y económicas de la pesca. En
el apartado siguiente continuamos ahondando en la construcción sociosimbólica del sistema de referencias espaciales de los
pescadores.
En su
configuración actual, el Remanso está dividido en un tríptico de condiciones
espaciales, sociales y ocupacionales. Hay una primera línea de viviendas más
antiguas, las que forman parte de las ocupaciones iniciales. Estas casas se
ubican en la proximidad de la costa y están ocupadas por los residentes más
antiguos, quienes llegaron de las provincias de Entre Ríos, Corrientes y Chaco,
y adoptaron un perfil de pescadores. Se trata de las unidades domésticas de los
pescadores históricos del asentamiento. Los grupos familiares extensos que
habitan estos conjuntos se perciben a sí mismos como los que confieren
identidad al espacio y establecen diferencias con el resto de los habitantes.
Estas familias viven cerca de la costa y se designan a sí mismas como “los de
abajo”, son “la gente del río”, los “paisanos del Remanso”. Las relaciones de
“los de “abajo” están estructuradas desde la costa hacia el río, el canal y las
islas. Su vínculo con la ciudad es de intensidad media y establecen lazos más
sistemáticos con el río, las canchas (espacios del río en los que se desarrolla
la pesca) y las islas.
Las
viviendas de la zona baja del Remanso han sido construidas de modo tal que
alguna de sus aberturas más importantes siempre da al río. Por lo general, las
ventanas y las puertas que miran hacia el río permanecen abiertas (fig. 2).
Funcionan como miradores, puntos de vigilancia y control del territorio. De ese
modo, cuando no están sobre la embarcación, los ojos de los pescadores
permanecen sobre el afluente. Las aberturas de las viviendas generan la
posibilidad de percibirlo constantemente, aun cuando las condiciones climáticas
sugieren mantenerse a resguardo.
En
cuanto territorio y espacio de trabajo, el río es una fuente de información. El
pescador ejerce un control ocular sobre ese territorio hidrosocial
en el que habita y trabaja. La vista es el sentido primordial con el que
pescador y río se enlazan cuando el primero está sobre la costa (Ferrero y Arzipe 2016). El punto de vista del pescador reconstruye un
territorio diferenciado del que perciben el resto de los habitantes de la costa
y la ciudad. El río del pescador no se parece al río del pescador deportivo ni
al del desarrollador inmobiliario ni al del planificador urbano, que establece
la conectividad metropolitana a través de avenidas y espacios públicos en la
franja ribereña, ni al del paseante o automovilista que los recorre. El
pescador ve en el río cosas que están ocultas para otros habitantes de la
ciudad, por ejemplo, las llamadas canchas, las costas de embarcado, los lugares
de bajada, los ranchos de las islas, etc.
Figura 2. Viviendas del Remanso Valerio
Foto
de los autores.
Las
canchas son lugares limpios en los que puede practicarse la pesca de arrastre
con tejido sin riesgo de enganches y rotura de malla por la existencia de
objetos en el cauce. Son un producto del trabajo mancomunado de los pescadores
que se dedican a limpiarlas, librarlas de objetos que se acumulan en el fondo o
en la superficie. Esas canchas son de uso comunitario, aunque su acceso está
regulado por la costumbre y las normas establecidas a partir de los turnos,
asignados por orden de llegada, para cada lance. El pescador observa las marcas
que delimitan las canchas, estas marcas-señales son signos fijos, emplazados en
las costas u objetos fondeados en el río, que las delimitan. Asimismo, observa
rigurosamente quiénes están pescando y a qué unidad doméstica (familia)
pertenecen. No es posible tirar un lance en cualquier cancha. Si bien son
comunitarias, su acceso está regulado por la comunidad que las mantiene
limpias. Si un pescador de otra comunidad quiere tirar allí deberá pedir
permiso y aceptar la decisión que se tome sobre su petición (Ferrero 2011).
Una
vez dentro del río, los pescadores se saludan ritualmente entre sí, sea que se
conozcan o no. Momentáneamente, están hermanados por la comunidad que produce
la actividad y el hecho de estar embarcados. Pueden compartir alguna
herramienta y, si fueran abundantes, también, los frutos de la pesca. Los
pescadores no contemplan las embarcaciones encalladas en la playa como parte
del paisaje, sino como las canoas que están aguardando el turno para el lance
(fig. 3). En este sentido, la canoa representa un objeto clave. Los turnos no
se otorgan por pescador, sino por canoa que es, al mismo tiempo, una unidad de
producción en la faena de pesca que se realiza, en general, a partir de varios
varones embarcados. La presencia de mujeres es poco frecuente, pero esto no
quiere decir que no las haya. Recientemente, las mujeres han incrementado su
presencia y se las llama “mujeres pescadoras”. No obstante, este fenómeno
depende de ciertas particularidades de la estructura familiar y sus recursos
económicos.
En
lo referente a la tripulación de las embarcaciones, estas son conducidas por un
pescador responsable, que es quien controla el timón, regula la velocidad y
despliega las mallas. Habitualmente hay un segundo varón, que tiene una
relación de aprendiz o mediero respecto al pescador principal. Esta segunda
figura se encarga de trabajos menos comprometidos, como ordenar y limpiar los
tejidos antes de salir y después de su uso, empeñarse en tareas que requieren
fuerza física, como levantar las redes con la pesca, desenmallar los peces
extraídos y seleccionar los que serán guardados y aquellos que, por su escaso
tamaño o calidad, serán devueltos al río.
El pescador
observa la costa como puntos de embarque, de amarrado de la canoa y de bajada
de pescado. Para el pescador, la costa y el río están lejos de aquello que son
para el habitante citadino: un borde, un confín urbano,la
finalización de la ciudad y la apertura hacia el paisaje ribereño. Para el
pescador, la costa es antes una plataforma de conectividad entre el hombre y el
río, las canchas, las islas, los peces… La costa entrelaza y hace difícil
discernir hábitat de trabajo, reproducción de producción, ocio 43 de faena. Para los
pescadores, la vista y el sistema espacio-territorio en el que habitan se
despliega en un continuum que une
costa-río-islas, el humedal.
Figura
3.
Canoas en el Remanso Valerio
Foto de los autores.
Para
los habitantes de la ciudad y los urbanistas, ocurre algo diferente. Los
urbanistas consideran pertinente construir interfaces entre la ciudad y el río.
Según los planificadores, la ciudad debe avanzar sobre el río, es necesario
ganar tierra al río. La discusión gira alrededor de cómo se logra ese avance,
cuál es la forma óptima de “hacer ciudad en la costa” y qué hacer luego con ese
territorio, pero no acerca de la dirección del proceso. El urbanista y el
habitante piensan esta relación como viviendas-avenidas-espacios
públicos-ciudad-costa urbanizada-(río-islas), en cambio, el pescador percibe
que el sentido de la territorialidad está invertido y sigue una dirección
islas-río-costa-(ciudad).
Para el pescador,
la ciudad es “otro espacio”, mientras que para el habitante de la ciudad lo
“otro” territorialmente es aquello emplazado más allá de la costa urbanizada.
Puede apreciarse que existe una codificación de la mirada del pescador sobre el
río que no responde a las formas hegemónicas de observar ese espacio, como si
se tratara de un paisaje natural y vacío, libre de otra actividad humana que no
sea la recreativa o la circulación de commodities y
que está allí esperando, disponible para generar procesos de
urbanización-integración-colonización.
A
fines del siglo XIX, el mercado interno de los nacientes Estados nacionales
latinoamericanos se había forjado alrededor de la traza de los ferrocarriles de
capitales extranjeros que desterritorializaron y reterritorializon los interiores, los hinterland
de las grandes ciudades y los puertos en una nueva conexión extractiva con el
capitalismo imperialista. Cien años más tarde, las regiones económicas
contractuales, como MERCOSUR, rediseñaron las fronteras nacionales y sus
territorialidades a partir de la circulación promovida por un nuevo conducto de
territoralización y desterritorialización,
constituido a través de los grandes ríos de la región (Svampa
2018).
De
modo embrionario, en los años 90, con la Hidrovía
Paraná-Paraguay se propuso un nuevo modelo de reterritorialización
de los territorios nacionales, en conexión con una economía trasnacionalizada
(Rausch y Ríos 2020). En 1995, se firmaron los
acuerdos para la construcción de la Hidrovía, una megaobra de infraestructura que añadía una nueva
espacialidad de flujos al río. Además, se proyectó el fortalecimiento de las
conexiones terrestres con la zona de Asunción del Paraguay a través de la
construcción del puente Rosario-Victoria. Ambas obras expresaron rápidamente el
crecimiento de los flujos de diversos tipos de mercancías. Durante lo que va
del siglo XXI, las más importantes fueron los cargamentos de oleaginosas.
Estas
fuerzas de reterritorialización plantean problemas de
desterritorialización para las actividades que declinan y las comunidades que
pierden funcionalidad. El proyecto de la Hidrovía
contempla la construcción complementaria de armónicos waterfronts en las ciudades frente a
las que pasarían los cargueros y los cruceros. La transformación de algunos
puertos, como el de Rosario, en áreas de recreación y de otros, como Puerto
General San Martín, en áreas de logística de carga y descarga, resultan piezas
clave en el nivel local-regional de esta ingeniería multiescalar de
reestructuración del territorio.
A
mediados de los años 90 comenzaron a florecer los proyectos para la zona del
Remanso Valerio. Si anteriormente los pescadores habían supuesto que ese
espacio carecía de valor para otras personas que no fueran ellos mismos, pronto
descubrieron que esa situación se había modificado. Los primeros trabajos de
dragado para la Hidrovía se iniciaron en 1996. Poco
tiempo después, el intendente de Granadero Baigorria propuso la extensión de la
costanera de la ciudad y la construcción de un balneario en el Remanso Valerio.
Aun cuando el proyecto no llegó a ejecutarse, planteó, por primera vez, un uso
diferente para los solares del asentamiento de pescadores que se remontaba a
1950. No sería la última vez que un proyecto de este tipo se justificara por
los atractivos del paraje.
En
1998, el intendente Alfredo Secondo de la Unión
Cívica Radical presentó al Concejo un proyecto de urbanización de las 30 ha
inmediatas al Remanso Valerio y lindantes con la zona que ocuparía la cabecera
del puente Rosario-Victoria. La 45 urbanización consistiría en un hipermercado de la
firma trasnacional Wall Mart, un conjunto de hoteles,
edificios de lujo y un barrio cerrado. Asimismo, se pautaba la construcción de
un barrio en las afueras de la ciudad, Nuestra Señora de la Paz, para
relocalizar a los habitantes del Remanso. El proyecto recibió el apoyo unánime
del Concejo. Los pescadores comprendieron que el lugar sobre el que estaban
asentados podía ser interesante para otros actores económicos y urbanos. Desde
entonces, debieron cursar amparos y establecer sus derechos de usucapión para
no ser desalojados. Pescadores, vecinos y comerciantes de la zona realizaron un
acampe frente a la municipalidad de Granadero Baigorria por más de 30 días y
solo se retiraron cuando la ordenanza fue anulada.
El
proceso de deslocalización del Remanso era contradictorio. Al mismo tiempo que
se buscaba erradicar a los pescadores, prosperaron en la zona instituciones que
fungían como formas de contención para los residentes: centro de salud, escuela,
espacio de capacitación, etc. Una de las fuerzas que hicieron retroceder al
proyecto de erradicación y emplazamiento del balneario y el Wall Mart fue el reforzamiento identitario, a través de la
construcción del Cristo de las Redes (1995) y la celebración de las fiestas
anuales del Cristo Pescador todos los 26 de mayo (fig. 4).
Figura 4. Cristo de las Redes
Foto de los autores
El
Cristo de las Redes es una escultura de cemento de tres metros de altura, cuyas
manos están abiertas a los lados. Dentro de la imaginería católica es lo que se
conoce como un cristo redentor. Se la considera como una figura protectora de
los pescadores y el barrio. La fiesta del Cristo Pescador se desarrolla a fines
del mes de mayo y en general tiene objetivos solidarios con algunos residentes
que atraviesan situaciones problemáticas. Desde horas tempranas de la mañana se
asan pescados frescos que previamente se han colocado en un tejido que se
extiende entre los brazos del cristo, como una especie de ofrenda y
multiplicación de los peces. Al mediodía se inicia el almuerzo. Si el clima lo
permite, la fiesta se prolonga hasta caer la tarde.
El
monumento religioso-cultural y el evento festivo robustecieron la identidad del
barrio justo cuando llegaban nuevos pobladores. La fiesta comunitaria y el
monumento pautaron un hito en la historia y la identidad territorial del
barrio, capaz de permanecer y de reforzarse anualmente.
En
los últimos años de la década de los 90, los intentos de erradicación se
desvanecieron. Con la crisis económica de 1998-2002, se retrasaron los trabajos
del puente y declinó el interés de los desarrolladores. Desde el punto de vista
habitacional y socioeconómico, la situación del asentamiento era muy delicada.
La crisis reforzó los intentos de intervención social y generó las primeras
propuestas de regularización del asentamiento sin erradicación. Estas potencias
contextuales emergentes en la resolución de problemas sociales, a partir de las
fórmulas de la inclusión, eran contrapesadas por el desarrollo de grandes
infraestructuras que reconfiguraron los usos del suelo y produjeron una
escalada en su valor inmobiliario. Según lo explica la socióloga Hilda Herzer (2005), en un informe para promover la
regularización de la tenencia del suelo y sostener la presencia de las
familias,
[las autoridades] visualizan como
un tema significativo la regularización de Remanso Valerio, un asentamiento de
varios cientos de familias sobre la margen del Paraná, en una zona en proceso
de valorización, generada por su adyacencia al Puente Rosario Victoria. Las
tierras son provinciales, para avanzar en el objetivo están tramitando el apoyo
de PROMEBA (Herzer 2005, 34).
Luego
de la concreción del puente Rosario-Victoria, una obra que estuvo en
construcción entre 1997 y 2003, las perspectivas para la zona cambiaron.
Asimismo, la economía se recuperó a partir de los excedentes agrícolas; era el
inicio del consenso de los commodities
(Svampa 2013). Tal y como lo plantea Harvey (1990)
con su idea de solución espacial (spatial fix), gran parte de esos excedentes
fueron invertidos tanto en obras de infraestructura (Hidrovía
y puente Rosario-Victoria) como en grandes proyectos urbanos de remodelación de
la ciudad de Rosario (Puerto Norte).[i]
Como
anticipamos, las primeras propuestas para reformar el área del Remanso Valerio procedieron
de capitales privados. Si bien el municipio de Baigorria mostró 47 interés en estas
iniciativas, la Municipalidad de Rosario intervino prontamente para abortarlas,
generando nuevas herramientas para una planificación metropolitana. En 2007 se
propuso la construcción del Parque de la Cabecera (fig. 5) en la convergencia
de la Avenida Circunvalación y el puente, precisamente en la zona del Remanso
Valerio, entre Rosario y Baigorria.
Este
parque no solo contemplaba la traza de una avenida que conectara la costa de
ambas ciudades y un espacio público, sino también un parque habitacional que
regularizara la situación dominial[ii]
y urbana del Remanso Valerio. De estos proyectos, solo la avenida y el parque
han sido desarrollados sobre el terreno. El parque habitacional de hecho posee
algunas proyecciones y una realización embrionaria. En el apartado siguiente,
nos centraremos en los primeros efectos de la implantación de la parte
construida del parque y la traza de la avenida. Finalmente, analizaremos el
contraste que implica el proyecto del parque habitacional y los embarcaderos
con respecto a los modos de territorialización de los pescadores del Remanso.
Figura 5. Proyecto Parque de la
Cabecera
Fuente: Plan Urbano Rosario
(2007).
5. El Remanso Valerio desde la perspectiva de
la planificación: el Parque de la Cabecera
El
19 de mayo de 2019 se inauguró el Parque de la Cabecera. Las actividades
deportivas y recreativas fueron centrales en los usos del espacio. Se pudo
practicar zumba, utilizar bicicletas gratuitas, jugar al tenis de mesa y a
juegos con temáticas ambientales. También hubo una escuela de educación vial
para niños y espectáculos de artistas urbanos. El nuevo paseo ocupa 10 ha y,
según las autoridades, constituye un nuevo punto de atracción, de seguridad, de
producción de hábitos saludables y de estímulo para las movilidades urbanas
alternativas.
El
sitio está marcado por una serie de equipamientos deportivos. Esta señal de
origen no tuvo como primera finalidad utilizar al deporte como vector de
integración social; el espacio se había concebido como escenario de los Juegos
Sudamericanos de Playa, desarrollados en Rosario durante 2018. Finalmente, el
proceso de construcción se retrasó, en gran parte debido a las dilaciones que
impusieron las reglamentaciones del Estado nacional, que impedían la
construcción bajo los puentes interprovinciales, y los juegos debieron
desarrollarse en el Balneario “La Florida” de Rosario. Como resultado de las
intervenciones, el parque exhibe sus canchas de básquet, fútbol 5 y sus
máquinas para ejercitación funcional. Actualmente, este equipamiento constituye
una postal del estilo de vida saludable con que se presenta la zona.
La
inversión total ascendió a $ 320 millones de pesos argentinos y
se distribuyó en la construcción de una avenida, un
paseo peatonal y un conjunto de equipamientos urbanos para espacios públicos.
El Parque de la Cabecera es la primera pieza del Sistema Ribereño
Metropolitano. El emplazamiento “permite compartir y disfrutar de nuevos paseos
y parques públicos, localizados debajo del puente Rosario-Victoria y frente al
río Paraná” (Noticias Santa Fe 2019, párr. 1).
El
proyecto fue sindicado por el entonces gobernador de Santa Fe, Miguel Liftschitz del Partido Socialista, como capaz de transformar
la ciudad, producir cambios, generar 49 trabajo y desarrollar nuevos espacios públicos. A su
juicio se trata de “una obra que humaniza la ciudad” (Noticias
Santa Fe 2017). Sobre las repercusiones del proyecto, el
intendente de Granadero Baigorria, Adrián Maglio del
Partido Justicialista, aseguró que “debemos dejar de pensar como localidades y
empezar a confeccionar programas como este, que ayuden a la integración, con
políticas regionales que brinden mejor calidad de vida” (Punto
Biz 2017, párr. 7).
Ante
estos dos diagnósticos puede interrogarse: ¿cómo se humaniza la ciudad y se
incrementa la calidad de vida? En líneas generales, los procesos de renovación
quedan bajo la guía de un planeamiento que hibrida la planificación estratégica
con la planificación para el desarrollo humano de Jan Gehl
(2014). Esta forma de producir ciudad sustituye actividades informales por
formales. Por ejemplo, en el caso del Remanso Valerio la pesca es una actividad
cuya comercialización se desarrolla de modo informal y que para superar el
impacto de la renovación urbana del área deberá formalizarse y convertirse en
un atractivo para el turismo. Un proceso paralelo y análogo ocurre con el
espacio de residencia de los pescadores. Si el hábitat del Remanso está
caracterizado por la informalidad urbana, la zona renovada establecerá nuevos
estándares de regularización. El problema no reside en los sentidos de la
regulación como efecto, sino en la modalidad de su ejecución y la calidad de la
participación de los pescadores y los habitantes en la producción de su forma
definitiva. El intendente Adrián Maglio ilustró la
situación:
Es un desarrollo que convertirá al
Remanso Valerio, mejorando considerablemente las condiciones de habitabilidad
de los residentes. […] algunas viviendas, pocas, se reubicarán, y los
pescadores permanecerán allí. Queremos respetar su trabajo y su folclore y todo
lo que pueda atraer al turismo (Conclusión
2017, párrs. 5-6).
Para
los habitantes afectados por estas operaciones de recualificación, el grado de
regularización y el modelo regulador a adoptar son las
problemáticas centrales a debatir y a negociar con los poderes públicos
y los inversores privados. Sin embargo, la información accesible es restringida
y la toma de decisiones no siempre está encuadrada en la democracia
participativa (Arboleda 2021). Las primeras fases del proyecto no se enfocan
sobre el eje del asentamiento popular. Sin embargo, sus efectos sobre el mismo
serán decisivos si no se adoptan políticas de amortiguación y reducción de impacto
socioeconómico, cultural y ambiental.
El nuevo proyecto
que se está desplegando en las inmediaciones del Remanso Valerio, se designa
como “Mío” Desarrollo Urbano y es promovido por la Firma local PECAM. El
espacio destinado al proyecto está en la zona sudoeste y el oeste del Remanso
Valerio y se ubica en la parte alta de la costa. Entre 2018 y 2019, la zona
sudoeste del asentamiento ha sido deslocalizada y han iniciado los trabajos de
la primera fase de la obra. La prensa se ha referido a esa zona como un
asentamiento anexado al Remanso Valerio, un espacio diferenciado del Remanso
“original”. Dos operaciones simbólicas llevan a una conclusión sobre la
población asentada y una consecuencia urbano-política sobre su destino. La
primera consiste en una distinción histórica: se trataría de un asentamiento
posterior. La segunda radica en una distinción espacial: es un asentamiento
alejado de la costa. Ambas constataciones contribuyen a establecer otra
conclusión: no se trata de un asentamiento de pescadores. Entonces, dado que
los pobladores no son pescadores, pueden ser relocalizados lejos de la costa,
incluso en la jurisdicción de otra ciudad.
El
proyecto “Mío” consta de cinco etapas que afectan a 229 000 m2 y que
se desenvolverá a lo largo de 15 años. Los vecinos afirman que el proyecto
terminará “enterrando” al Remanso. En los diseños del ECOM puede apreciarse
un embarcadero y el traslado del Remanso a edificios colectivos. Sin embargo,
en el render de la desarrolladora la costa está libre
de toda forma de ocupación diferente al espacio público y las avenidas (figs. 6
y 7). Como observamos, las autoridades de ambos municipios destacan que estos
desarrollos fomentarán las vías de conectividad entre las ciudades,
establecerán nuevos espacios públicos en la cabecera del puente y mejorarán las
condiciones de habitabilidad de los sectores populares del Remanso. En este
discurso, no se hace referencia a los posibles desplazamientos y a los sitios
de relocalización. Tampoco se menciona la construcción de unidades habitacionales
en la zona y cuáles serán sus características.
Figura 6. El Parque de la Cabecera
Fuente:
ECOM (2016).
Figura 7. Representación gráfica del Parque de la Cabecera
Fuente: ECOM (2016).
Los pobladores nos
cuentan que inicialmente hubo algunas resistencias, mayoritariamente protagonizadas
por mujeres. Algunos testimonios de esos procesos fueron tomados en los
momentos en que se estaba negociando la relocalización.
El viernes nos llevan a una reunión
a las siete de la tarde donde nos dicen que tenemos de 15 a 20 días para trasladarnos
del barrio. Le pregunto: “¿A dónde? Porque yo soy mamá soltera con ocho hijos y
hace 34 años que vivo en Remanso Valerio”. Y me dicen que nos tenemos que ir a
la ciudad de Rosario. […] Me llevaron a un Fonavi en el Barrio Rucci y me dejaron ahí en el tercer piso. Date cuenta que tengo ocho pibes como voy a hacer para ir ahí. En dos
piezas con un bañito y me dijeron esto o nada. Como me negué, se enojaron y me
trajeron de vuelta a Remanso. Me pregunto por qué tengo que ir a vivir a
Rosario si yo soy de Baigorria […], hace 34 años que vivo en el Remanso
Valerio, tengo derecho a opinar adónde irme a vivir con mis hijos […]. Nos
dijeron que eran del ECOM, de PECAM y del Padre Ignacio (entrevista a habitante
1, Barrio Remanso Valerio, 8 de mayo de 2018).
Las
formas de negociación que establecen los entes públicos tienden a la
fragmentación del grupo que forma parte del asentamiento. Cuando no se trata de
canalizar recursos hacia el territorio, los funcionarios prefieren explotar las
diferencias internas del sector habitacional (pobladores recientes no
pescadores y residentes antiguos pescadores), favorecer la desorganización y
así hacer prosperar la deslocalización. Esta situación se evidencia en los
relatos de los habitantes:
Nosotros pertenecemos al Barrio
Remanso Valerio que nos quieren desalojar y quieren que entremos de grupitos de
a diez a la municipalidad para hablar. No somos diez personas, hay muchas
familias que estamos viviendo ahí con muchas criaturas y queremos que el
intendente o alguien de la municipalidad se haga cargo y salga a hablar con
toda la gente y no con un grupo de diez (entrevista a habitante 2, Barrio
Remanso Valerio, 4 de mayo de 2018).
En
una fase posterior de la negociación, esas diferencias fueron empleadas por los
habitantes para poder solicitar una cifra monetaria superior en los subsidios
eventuales que se establecieron como la contraparte de los traslados. Ese fue
el caso de uno de los habitantes que tenía un kiosco y una rotisería y alegó
que trasladarse implicaba un retroceso en su situación económica; a través de
este argumento consiguió algo de dinero extra. Actualmente, vive a cinco
kilómetros de la orilla del río, en la ciudad de Rosario.
“Mío” no se
presenta como una mixtura social entre los nuevos conjuntos de viviendas y el
asentamiento popular del Remanso, sino como un proceso que procura fusionar el
estándar de vida de los clubes de campo (vida confortable y distendida,
compras, seguridad privada, viviendas que ensayan verse como casas y
departamentos al mismo tiempo), la naturaleza ribereña (desarrollo eco-friendly) y un estilo de vida
cosmopolita (cercanía al trabajo, mundo empresarial, proximidad con la ciudad
de Rosario). En términos de conectividad, el espacio resulta estratégico.
Cuenta con accesos a Rosario a través de la avenida Carrasco, por las Av.
Rondeau y Alberdi y hacia Victoria (Entre Ríos) a través del puente. El
proyecto aún no ha desplegado todas sus facetas, pero sus efectos comienzan a
hacerse sentir sobre el asentamiento del Remanso Valerio.
La
estigmatización del barrio ha sido sostenida en los períodos previos a la relocalización.
Se desarrollaron diferentes hipótesis sobre la necesidad de transformar el
espacio mediante el emplazamiento de un dispositivo urbanístico capaz de
generar un entorno más seguro. Se aprecia un cambio en las imágenes públicas
que se producen sobre el Remanso Valerio. “Son permanentes los robos. Ahí está
la villa del Remanso Valerio...” (Rosario3 2017); “muchas
veces Nico enviaba a Milton en remís hasta el barrio
Remanso Valerio, donde compraba droga” (Rosario3 2019).
La
imagen tradicional y romántica de la barriada de pescadores, cuyo producto más 53 conocido es la “Oración
del Remanso” de Jorge Fandermole (1998), fue sustituida por otra que destaca al
Remanso como uno de los puntos rojos de la cartografía delictiva. Estos
imaginarios se infiltran en el tejido cultural de vecinos y
vecinas, quienes creen que la escalada de violencia interpersonal
obedece al traslado de residentes desde las villas de Buenos Aires y Rosario.
El narcomenudeo aparece como uno de los disparadores de las hipótesis sobre la
radicación de bandas criminales en el barrio pesquero.
Esta
producción de imaginarios e identidades sobre la barriada y sus habitantes
permite que se construya un estado de excepción que facilita la deslocalización
y la renovación urbana. En esta intervención es visible cómo la infraestructura
y la producción de significados configuran un entramado para la generación de
espacios públicos, los potenciales desplazamientos de los asentamientos y la
reurbanización de la zona. De prosperar en los próximos años, el proyecto de
reconversión del Remanso Valerio podría establecer los paradigmas para la
intervención sobre otros asentamientos populares costeros, como los que forman
parte del sur de la ciudad de Rosario (Mangrullo). Las ventajas comparativas de
una intervención en un municipio aledaño y no directamente en una ciudad como
Rosario están cifradas en la maleabilidad del Código de Urbanización (permisos
excepcionales), la menor densidad institucional (el Concejo Municipal aprobó
por unanimidad el proyecto) y de las organizaciones de base (la protesta de
vecinos no fue apoyada por instancias organizativas). Las condiciones de
posibilidad para su recualificación que brinda Granadero Baigorria no existen
en Rosario lo que haría la intervención más difícil.
Este
proyecto puede presentarse como uno de los primeros antecedentes de producción
de ciudad sobre la costa a partir de relaciones de coordinación metropolitana.
Se trata de una extensión de los proyectos de construcción de la interface ciudad-río que vienen desarrollándose en Rosario,
una forma de exportación del modelo urbano que abre nuevas perspectivas.
Además, para el Municipio de Baigorria la reurbanización es observada como un
progreso urbano y potencialmente un factor de desarrollo económico.
Las familias
pescadoras quedan fuera del proceso de planificación. En las renderizaciones 3D
(figs. 7 y 8), el nuevo espacio de costa está tratado desde un punto de vista
urbanístico y las viviendas de la comunidad pesquera quedan alejadas del
litoral. El territorio urbano se monta sobre la zona de la costa hasta hacer
desaparecer su relación de continuum con el río y la
isla. La perspectiva urbanística muestra dificultades para observar y
comprender el sistema de organización espacial y territorial de quienes han
poblado la ribera desde hace setenta años. De la posibilidad de establecer un
umbral de entendimiento y diálogo entre estos actores dependen las formas de
vida relacionadas con la pesca artesanal y las posibilidades de mejoramiento
del hábitat de las personas que se han asentado allí.
Esta
investigación contó con el apoyo financiero del Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas de la Argentina (CONICET).
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a habitante 2, Barrio Remanso Valerio, 4 de mayo de 2018.
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Notas
[i]
El ajuste espacial que plantea Harvey (1990) nos permite conceptualizar los
procesos de la destrucción creativa, con los que, a través del reescalamiento y la incorporación del espacio a la lógica
del capitalismo, se consiguen reinvertir los excedentes y asegurarles niveles
de rentabilidad, con el objetivo de aplazar la crisis derivada de la caída de
la tasa de ganancia. En este caso particular, se trata de los procesos de
reinversión de los activos derivados de las exportaciones de commodities del
agronegocio (exportación de oleaginosas), tanto en procesos de producción de
infraestructura que generan un reescalamiento
regional (corredor terrestre interoceánico e Hidrovía
Paraná-Paraguay) como de producción de un frente fluvial urbano (waterfront), lo
cual crea una imagen de la ciudad basada en flujos y modelos globalizados e
incorpora al mercado inmobiliario, con valor premium, el suelo próximo al borde costero.
[ii]
La Ley de Regularización Dominial 27453 de 2018 configura
una política pública de integración social y urbana de los barrios populares,
que también apunta a mejorar y ampliar la infraestructura, el acceso a los
servicios, el tratamiento de los espacios libres y públicos, la eliminación de
barreras urbanas, etc.