Temas
Movimiento en las calles: rasgo espacial significativo
del centro histórico de Quito
Movement in the streets: Significant spatial features
of the historic center of Quito
Dra.
Estefanía Piñeiros.
Investigadora. Universidad de Edinburgo (Reino
Unido).
(e.pineirosc@gmail.com)
(https://orcid.org/0000-0001-6486-1254)
Recibido:
02/05/2022 • Revisado:12/08/2022
Aceptado:
06/12//2022 • Publicado: 01/05/2023
Cómo
citar este artículo:
Piñeiros, Estefanía. 2023. “Movimiento en las calles:
rasgo espacial significativo del centro histórico de Quito”. Íconos. Revista de
Ciencias Sociales 76: 187-209. https://doi.org/10.17141/iconos.76.2023.5509
Un imaginario urbano del
centro histórico de Quito ligado a la configuración de la identidad nacional
ecuatoriana y al discurso patrimonial oficial guía su planificación y gestión,
mientras ignora las relaciones espaciales cotidianas y las memorias locales que
configuran una ciudad diferente. En este artículo se analiza cómo residentes, comerciantes,
artesanos y artesanas del centro de la urbe quiteña
experimentan, piensan y valoran su espacio. Se utiliza una etnografía móvil en
la que se combinan distintas herramientas cualitativas, como el mapeo y la
fotografía, para examinar experiencias corpóreas y afectivas. Se identifica una
variedad de lugares dentro y alrededor del centro histórico, cuya memoria se
basa en el movimiento y la relación con emociones positivas y un sentido de
lugar de parte de la gente que lo ocupa. Con el artículo se propone que quienes
habitan el centro histórico utilizan la noción de movimiento para describir un
abundante flujo de personas, dinero y bienes en distintos sitios y calles; en
contraste se problematiza la pérdida de este en distintos espacios públicos que,
en la segunda década del siglo XXI, son percibidos por sus habitantes como
vacíos y muertos. Se concluye discutiendo cómo la relación entre movimiento,
transporte y comercio popular genera atmósferas afectivas, evoca otro tipo de
imaginario popular y plantea una identidad urbana alternativa.
Descriptores: afectividad; comercio; etnografía;
imaginario; movimiento; urbe.
The urban imaginary of the
historical centre of Quito is strongly linked
to the configuration
of the Ecuadorian
national identity and to the official
patrimonial discourse which
guide the planning and management of the
city centre while ignoring the daily
spatial relationships and
local memories that make up a different city. Therefore, this research seeks
to understand how the residents,
merchants and artisans of the city
centre experience, think
and value their space. This research uses a mobile ethnography and combines different qualitative tools such as mapping
and photography to analyse corporeal and affective experiences in the city. The
inhabitants use the notion of movement
to describe an abundant flow of
people, money and goods in different places and streets. The research
identifies a variety of places in and around the historic centre remembered by the
inhabitants for their movement and related to positive emotions and a sense of place. The article
identifies and discusses how the relationship
between movement, transportation and popular commerce
generates affective atmospheres and problematizes
the loss of movement of
different public spaces that are currently perceived by the inhabitants
as empty and dead. The article proposes
that the places of movement evoke
another type of popular imaginary and generate an alternative urban identity.
Keywords: affect; commerce;
ethnography; imagination; movement; city.
Este
texto se centra en esclarecer la noción de “movimiento” usada por sus
habitantes para describir un rasgo espacial valioso del centro histórico de
Quito (en lo adelante CHQ), catalogado como primer Patrimonio Cultural de la
Humanidad en 1979 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación,
la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Debido a su peso simbólico y material, en
cuanto lugar que concentra la memoria colectiva de la nación en las últimas
décadas del siglo XX, el CHQ se volvió uno de los proyectos urbanos más
importantes de Ecuador. Después de la expansión urbana y el crecimiento
poblacional acelerado, también durante las últimas décadas del siglo XX, el
centro histórico se vio marcado por una continua fase de renovación
caracterizada por un discurso patrimonial encaminado a dinamizar la economía de
la ciudad.
Cuando se dice habitantes
en este artículo se alude a todas las personas que han estado en el centro de
la urbe el tiempo suficiente para haber formado un vínculo con el lugar sin
importar si son residentes o no. Esto incluye a los residentes a largo plazo,
comerciantes, dueños/as de tiendas y artesanos/as. Tales habitantes tienden a
usar la palabra movimiento para describir la efervescencia de espacios públicos
que en el pasado solían tener un abundante flujo de personas, dinero y bienes.
En la actualidad, suele contrastarse el movimiento significativo de otrora con
el estado poco transitado de hoy en día.
Haciendo uso de recursos
creativos para realzar este contraste y una etnografía centrada en el caminar
se reflexiona sobre lo que el movimiento significa para quienes habitan el CHQ.
Al entender la relación entre movimiento, transporte y comercio popular e
informal,[i] en este artículo se problematiza la
pérdida de movimiento de varios espacios públicos que en la actualidad son
percibidos como vacíos y estáticos. Se discute cómo en busca de una movilidad
dominante, a fin de efectivizar el transporte y adaptarse a las necesidades de
una ciudad en crecimiento, se realizan intervenciones urbanas que afectan
negativamente al movimiento. También se discute cómo proyectos urbanos basados
en una forma de patrimonio que prioriza el potencial lucrativo de sitios
históricos estigmatiza, ignora y desplaza el movimiento del centro de la
ciudad. Por último, se describe y analiza cómo los lugares de movimiento evocan
otro tipo de imaginario popular que a su vez plantea una identidad urbana
alternativa.
A
fines del siglo XX se da un “giro subjetivo” en los estudios urbanos y hay un
interés en la dimensión subjetiva de las ciudades. La urbanización acelerada de
las urbes latinoamericanas provocó un interés sustancial en el intercambio
entre sus componentes materiales e inmateriales (Greene 2018). Esto ha
incentivado el interés en el estudio de los imaginarios urbanos, ya que estos
pueden ser entendidos como un umbral entre dimensiones materiales e
intangibles.
Para
Vergara Figueroa (2007), el imaginario necesita del símbolo para expresarse,
existir en sociedad y superar su condición virtual. No obstante, Vergara
Figueroa (2007) también subraya que el desplazamiento de sentido entre
imaginario y símbolo no sucede directamente, sino que implica a la intuición y
la emoción involucrando al cuerpo y sus potencias cognoscitivas. Siguiendo lo
que plantea Vergara Figueroa (2007), una aproximación fenomenológica al
concepto de imaginario propone que este no representa directamente. Es decir,
no puede ser leído en representaciones, pero se nota su presencia al tener un
efecto en la vida social cotidiana. El imaginario participa en un proceso más
complejo al mediar entre la fantasía y la realidad. En la investigación en la
que se fundamenta este texto se adopta una aproximación conceptual a los
imaginarios urbanos desde la antropología. David Sneath,
Martin Holbraad y Morten Axel Pedersen (2009), Sarah
Pink (2008) y Claudia Strauss (2006) toman distancia de los enfoques dominantes
con los que se trata lo imaginario como algo compartido por toda la sociedad;
apuestan por un significado ampliado que trata al imaginario como un símil de
la cultura y la ideología.
Sneath, Holbraad
y Pedersen (2009) parten de los escritos filosóficos de Cornelius Castoriadis
(1987) sobre el carácter indeterminado de la imaginación y proponen entenderlo
en cuanto efecto en vez de resultado, al centrarse en las tecnologías que
generan imaginarios particulares. Strauss (2006) recurre a Jacques Lacan (2001)
para la conceptualización del imaginario, debido a que Lacan distingue
explícitamente entre la fantasía de una persona específica y los símbolos
socialmente compartidos, que son parte de la construcción cultural del
inconsciente y las realidades más allá del símbolo.
De
manera similar, Pink (2008, 183) argumenta que la similitud no se encuentra en
los imaginarios, sino en los ambientes sensoriales y las realidades materiales
que las personas comparten. Por lo tanto, un planteamiento antropológico del
imaginario privilegia el estudio de sujetos reales sobre sujetos abstractos. En
lugar de buscar el imaginario en las representaciones sociales se prefiere
investigar las realidades materiales que comparten las personas. De este modo,
el estudio de lo imaginario puede mantener el carácter del imaginario como
estado intermedio entre lo inmaterial y lo material.
El
concepto de “atmósferas” (Edensor 2012) de la
geografía humana se relaciona con la concepción de imaginario desde la
antropología, ya que no están limitadas por la representación e integran
afectos y emociones al momento de experimentar y pensar el mundo. La geografía
humana diferencia conceptualmente entre espacio y lugar. Al primero lo define
como una locación geográfica, mientras que el segundo constituye un elemento
que produce y da forma a la experiencia humana (Tuan
1977). Esta experiencia espacial comprende la percepción, el sentido, la
memoria de lugar y el habitar humano. En este planteamiento fenomenológico se
destaca cómo los individuos experimentan el espacio que es producido, a su vez,
social y simbólicamente.
En
esta línea de pensamiento está el concepto de “atmósferas” (Edensor
2012) con base en teorías del afecto que recalcan el componente no
representacional y no cognitivo de la producción social y cultural. En la geografía
humana el afecto se enfoca en la corporeidad humana, la práctica y la
performatividad, y en cómo sus políticas centradas en la capacidad corporal
pueden afectar a otras o verse afectadas (Rogers, Castree
y Kitchin 2013a). El afecto es concebido como un
proceso en el cual lo inmaterial, comprendido por sueños, intuición,
imaginación y pensamientos precognitivos estructura
respuestas a experiencias físicas y discursos sociales (Rogers, Castree y Kitchin 2013a). Las
atmósferas son generadas por el flujo de afecto y emoción en un lugar y, a la
vez, son productoras de un espacio social; estas mezclan emociones, afectos,
sensaciones y significados (Edensor 2012). Los
conceptos y discusiones desarrolladas alrededor de los imaginarios urbanos y
las atmósferas afectivas forman parte del marco teórico de este artículo, ya
que facilitan la observación e interpretación de territorios que en un pasado
se sentían vivos y activos por la cantidad de movimiento que tenían y que en la
actualidad se encuentran desolados y se sienten inhóspitos. Una
conceptualización del imaginario desde la antropología permite aplicar un marco
metodológico empírico que explora las realidades sociales y materiales que
engendran otro tipo de imaginarios urbanos. Las atmósferas afectivas ayudan a
ubicar y comprender las relaciones entre los diversos actores que contribuyen a
los “lugares de movimiento”, que son el resultado de experiencias espaciales
significativas, como las de quienes habitan el CHQ.
3. Caminar, mapear, fotografiar
A
partir de una conceptualización del imaginario como un proceso en vez de un
producto, se adoptó una postura etnográfica para indagar en las experiencias
urbanas que evocan distintos imaginarios urbanos. La investigación de lo urbano[ii] (Delgado 1999) a través de una
comprensión profunda de la relación habitante-espacio plantea un reto. ¿Cómo
cubrir un área considerable de la ciudad y entender distintas subjetividades?
En respuesta, utilicé el caminar como método principal porque permite examinar
las subjetividades espaciales mientras se cubre un área citadina considerable.
La práctica móvil como estrategia de investigación no implica una inmersión
completa para la totalidad del trabajo de campo dentro de un sitio y una
comunidad, lo que Raymond Madden (2017, 78) llama etnografía de entrar y salir.
Durante
doce meses me mudé al CHQ y seguí diez caminatas organizadas por cuatro
colectivos barriales: Mi Loma Grande, La Colmena Colectivo Chakiñan,
Corredor Chimbacalle y Guardianes del Patrimonio (figura 1). Si bien el área de
mi etnografía abarcaba todo el CHQ (línea rosada, figura 1), esta no estaba
completamente delimitada al inicio. Dependiendo de lo que pasaba en el campo mi
foco de interés se movía por distintas áreas. Como resultado de participar en
las caminatas barriales mi foco de interés se centró en la parte centro-sur del
CHQ, incluso integrando los barrios Chimbacalle y Colmena localizados al sur e
incluso fuera de sus límites oficiales.
El caminar fue utilizado
para observar y participar en las realidades materiales y sociales de los
habitantes, centrándome en como espacios específicos son experimentados y
relatados para interpretar los imaginarios que se desprenden de la interacción
con el espacio. Caminar con otros y ser guiada por vecinas y
vecinos a través de lugares valiosos para ellos de un espacio
particular, como un barrio o un parque, proporciona el punto de vista de
quienes integran la comunidad sobre un sitio y se utiliza como un método
participativo para la investigación etnográfica (Moles 2018).
Figura 1. Mapa de caminatas Barriales
Fuente: Piñeiros
(2022).
Es
una forma mutua de “hacer-lugar” que da una idea de la condición de una persona
de estar en un sitio familiar (Pink 2008). Además de seguir las caminatas
conducidas por los colectivos organicé y conduje dieciséis “caminatas de
orientación” sola o con otra persona (líneas color café en la figura 2). Una
parte importante del diseño de la investigación exigía no limitar el trabajo de
campo a un barrio o grupo de personas específico para tomar distancia de
trabajos clásicos de etnografía urbana. Por ello, no me enfoqué solo en
residentes sino en gente que habita regularmente el espacio, ya sea por ocio o
porque tienen su lugar de trabajo ahí. Las caminatas de orientación me
permitieron expandir el trabajo más allá del área física y social de los
colectivos barriales y cubrir la parte centro-norte del CHQ.
Figura
2.
Mapa de caminatas barriales y caminatas de orientación
Fuente: Piñeiros
(2022).
Estas
caminatas están sustentadas en la concepción de “orientación” de Tim Ingold (2000, 232), quien la describe como una narración
retrospectiva de la experiencia de moverse de un lugar a otro dentro de una
región. Con base en los distintos sitios mencionados por los habitantes como
curiosos y valiosos compilé una lista organizada por tipos de sitios: iglesias,
miradores, paradas de buses, etc. Luego seleccionaba tres o cuatro sitios que
estaban relativamente cerca para armar el itinerario de cada caminata. Durante
todas las caminatas grabé los sonidos ambientales o las explicaciones de los guías,
rastreé las caminatas haciendo uso del Sistema de Información Geográfica, tomé
notas y fotos con permiso de los organizadores, en el caso de ser caminatas
organizadas. Luego combiné el material de cada caminata en un escrito sobre la
experiencia de la caminata que sirvió para analizar y reflexionar sobre la
experiencia urbana en conjunto.
Las
caminatas de orientación también se sustentaron conceptualmente en las
similitudes entre la psicogeografía[iii] y la etnografía como formas de
experimentar de primera mano los ritmos y la cotidianidad de lo urbano (Jenks y Neves 2000). Estas caminatas me permitieron enfocar
las presencias materiales de la ciudad y abrieron espacio al encuentro fortuito
y la improvisación en vez de seguir un itinerario fijo, lo cual me generó una
relación más íntima con lo urbano. La lista de lugares valiosos me permitió
experimentar y circular físicamente sobre los viajes e historias de los
habitantes. Las caminatas fueron complementadas con la generación de mapas con
distintos habitantes del CHQ. Si bien las caminatas organizadas por los
colectivos fueron útiles para adentrarme en una experiencia colectiva del
espacio, era necesario complementar esto con formas individuales de
experimentar y percibir el lugar, distintas de la narrativa de los colectivos
barriales.
Los
once ejercicios de mapeo, uno a uno, fueron ejecutados como parte de la
etnografía urbana. No se consideró la edad ni lugar de vivienda como factor
decisivo para la selección de quienes participaron, pero sí procuré que haya la
misma cantidad de hombres y mujeres, ya que la experiencia urbana femenina
tiende a ser invisibilizada. También traté de que no sean integrantes de los
colectivos barriales para poder comparar las narrativas de los colectivos con
experiencias individuales de habitantes. Los participantes fueron encontrados
de manera azarosa (puntos rojos de la figura 2). Seis fueron contactados
durante las caminatas barriales; algunos asistieron a las caminatas barriales
conmigo; otros eran dueños de los lugares que visitábamos durante las
caminatas. Los otros cinco participantes fueron encontrados de manera fortuita
durante las caminatas de orientación.
Este
ejercicio de mapeo no se sujetaba a una práctica cartográfica estricta y
técnica, sino que se centraban en la experiencia cotidiana del espacio urbano
del participante y el aspecto performativo del mapeo (Crampton
2009). El ejercicio fue dividido en distintas etapas diferenciadas por el uso
de distintos colores (figura 3) para ubicar límites, calles, lugares, emociones,
memorias y sensaciones (visuales, olfativas, táctiles y degustativas). El acto
de dibujar sobre un papel en blanco permitió a los participantes reflexionar
sobre su relación corporal y sensorial con el espacio durante tiempos
particulares.
El resultado final no era
tan importante como el proceso. Los participantes podían saltarse etapas o
dejar de dibujar, lo importante era mantener un flujo de conversación continua.
En este sentido, el ejercicio de mapeo se asemeja a una entrevista y su
análisis e interpretación se abordó a través de la búsqueda de temas. A partir
de todos los datos de campo identifiqué el movimiento en cuanto tema principal.
Durante la realización de los mapas se habló de movimiento en relación con
emociones positivas: alegría, diversión, tranquilidad, facilidad. También se
volvió un tema al hablar de memorias y se subdividió en memorias sobre una
agitada actividad comercial y memorias sobre calles y esquinas ocupadas por vecinos y vecinas que conversan o juegan.
Figura 3. Mapas realizados con habitantes
Fuente: Piñeiros
(2022).
También
decidí articular la etnografía y la práctica artística en el proceso de
investigación, mediante la fotografía, una práctica creativa que me ayudó a
afianzar y amplificar la exploración y comunicación de los registros
sensoriales y corpóreos de los espacios que son recordados por su abundante
movimiento. Con base en las memorias de los y las habitantes busqué estos
sitios para ver cómo están en la actualidad y experimentarlos por mi cuenta a
través de la fotografía (figura 4). El trabajo fotográfico no es entendido como
una representación objetiva de la realidad, sino como una práctica imaginativa
que permite representar la etnografía. En la serie fotográfica “Movimiento en
las calles”[iv] (figura 5) trabajo la dimensión
estética de la imagen y exalto la capacidad comunicativa de la misma. La serie
es una forma de articular y expresar experiencias afectivas y estéticas tanto
de habitantes como de la investigadora que no pueden ser verbalizadas.
Figura 4.
Espacios muertos ubicados geográficamente
Fuente: Piñeiros
(2022).
Tras
combinar varios métodos cualitativos, en este artículo propongo un conjunto de
herramientas metodológicas para analizar experiencias corpóreas y afectivas en
la urbe.
Figura
5. Fragmento de la serie fotográfica
“Movimiento en las calles”
Fuente:
Serie fotográfica Movimiento en las calles (Piñeiros
2022).
Es
importante señalar que las herramientas no fueron usadas secuencialmente y no
tienen un orden jerárquico. Estas se complementan al abordar el campo y la
recolección de datos de maneras distintas. La base de la metodología es el
caminar que permite recorrer un territorio extenso. Las caminatas con los
colectivos sirven para conocer mejor el sentido de lugar de grupos de
habitantes del centro histórico que transitan con fines específicos. Las
caminatas de orientación permitieron tomar distancia de la narrativa urbana de
los colectivos. Estas abrieron la puerta a la exploración y sirven para
recorrer exhaustivamente la urbe sin un fin puntal. Además, permiten
profundizar en el encuentro con la materialidad del centro y su cotidianeidad.
El mapeo con habitantes y la práctica fotográfica permite tener un acercamiento
más íntimo al sentido de lugar de los participantes y de la investigadora al
revelar la dimensión sensorial y afectiva de la urbe.
A partir del análisis de
las caminatas barriales y organizadas, y de los ejercicios de mapeo,
identifiqué el movimiento como un tema que surge de la experiencia espacial.
Esto se hizo más notorio en los mapas, ya que los y las habitantes utilizaban
esta palabra para describir lo que pasaba en espacios públicos recordados por
ser concurridos y llenos de vida. Reconocí tramos de calles y sitios como
plazas y paradas de buses que en el pasado se distinguían por un abundante
intercambio de bienes y dinero y por el constante flujo de personas (figura 6).
Decidí agrupar estos lugares bajo la palabra movimiento.
La Plaza de Santo Domingo como era
antes. Las paradas eran ahí y los buses pasaban por un lado y por el otro.
Había cualquier cantidad de movimiento. Pasaban todos los buses: Colón-Camal,
Villaflora-Iñaquito, Camal-Hipódromo. Esas eran las líneas tradicionales de buses
que pasaban por aquí. Todo el mundo se amontonaba en Santo Domingo para coger
los carros. La calle Flores era bastante movida, después ya cerraron eso y nos
modernizamos con el trole. Esas calles sí que se volvieron medio desoladas.
¿No? (Johana, 56 años, conversación durante ejercicio de mapeo, 17 de octubre
de 2019).
Chimbacalle era un lugar textilero y ferroviario. El ferrocarril traía mucho
movimiento al barrio. Hasta la una de la mañana había gente caminando por las
calles. A los alrededores había las pensiones, ya que el tren salía a las cinco
de la mañana y no había transporte como ahora (Marcelo, 71 años, conversación
durante ejercicio de mapeo, 25 de septiembre de 2019).
Por
un lado, los lugares de movimiento se refieren a una actividad comercial intensa
relacionada con una fuerte circulación de personas y, por otro, a una actividad
de socialización entre vecinos y vecinas que activa el espacio público. En los
dos casos, el movimiento es percibido como una cualidad que llena de vida el
espacio. Al hablar de lugares de movimientos en el barrio –esquinas, calles y
paradas de buses–, los colectivos barriales acentúan el aspecto social de estos
lugares como puntos de encuentro que facilitaban un sentido de comunidad. Por
tal razón, los colectivos expresan su intención de mantener o renovar estos
sitios de encuentro, al activarlos con distintas iniciativas como caminatas y
fiestas.
Figura
6.
Tramos y sitios de movimiento
Fuente: Piñeiros
(2022).
Los
mapas también hacen referencia a un sentido de pertenencia y comunidad generado
por los lugares de movimiento. Sin embargo, los ejercicios de mapeo enfatizan
el aspecto comercial de los lugares y cómo el tener un flujo de bienes
materiales y transporte cerca genera alegría, tranquilidad y facilita el diario
vivir. Además, en los ejercicios de mapeo se mencionan las calles Benalcázar y
Rocafuerte en cuanto tramos de alto movimiento que corren el riesgo de perderlo
a futuro debido a una posible peatonalización. Esto genera en los habitantes
ansiedad y tristeza. Al recordar lugares de movimiento los habitantes tienden a
comparar la vitalidad de estos en el pasado con su estado actual.
Que conozcan un barrio vivo. No
como La Ronda, el ejemplo de un barrio muerto, donde todos los vecinos se
fueron, ya no hay tiendas. Aunque era un barrio problemático, las prostitutas y
los drogadictos eran vecinos también como el resto. Sobre San Marcos se dice que
ha muerto, que es puro café y hotel y que no hay dónde comprar.
La
gente de allá viene a comprar a La Loma (Marco, 38 años, conversación durante
caminata con el colectivo Mi Loma Grande, 24 de noviembre de 2018). Al frente del teatro Sucre era la parada de
los taxis y un playón de carros… Mi papá dejaba parqueado el carro ahí y se
veían a las cinco de la mañana porque todo esto era un barrio vivo. O sea, el
centro histórico tenía vida hasta las doce de la noche. Este local se cerraba a
las doce de la noche. Once y media ya bajaban la puerta porque había barrio, la
gente venía a comer, se tomaban un cafecito, una cerveza, lo que sea. ¡Había
barrio! (Joffre, 47 años, conversación durante caminata de orientación, 23 de
agosto de 2019).
En
el presente los lugares que solían tener movimiento son descritos como vacíos y
estancados, a veces como “muertos”. Es importante resaltar que, para los
habitantes, pertenezcan o no a los colectivos, cuando los lugares mueren deja
de haber barrio. El movimiento a través de una práctica social reiterativa,
convivencial y lúdica en un espacio familiar genera una atmósfera afectiva.
Las
descripciones de estos espacios durante las distintas conversaciones y sus
transformaciones a lo largo de los años me dejaron intrigada. Esto me incentivó
a aproximarme a ellos con una cámara. Influenciada por los recuerdos de los
habitantes comencé a percibir este tipo de lugares aún más vacíos e inactivos
que antes. Esto me llevó a crear la serie fotográfica “Movimiento en las
calles” (figura 5) que yuxtapone fotografías 199 análogas de los espacios muertos y
los fragmentos de las memorias de movimiento. Este no pretende ser un ejercicio
puramente nostálgico que solo recuerda una zona que alguna vez fue efervescente
y próspero. El ejercicio de poner las memorias de movimiento junto a las
imágenes del presente pretende acentuar su vacío y estancamiento hasta
volverlos inhóspitos. Aunque el movimiento de personas y los flujos de tránsito
no se han detenido por completo, la falta de movimiento es físicamente
palpable.
La serie superpone dos
atmósferas afectivas diferentes: una plasmada en las memorias de un flujo de
personas y mercancías continuo que despierta sentimientos de alegría,
pertenencia y tranquilidad; otra, presente en las fotografías análogas que a
través de colores deslavados y la textura producida por el grano de la película
fotográfica acentúan el vacío y la melancolía precipitada por la falta de
movimiento. Con esto, la serie fotográfica intenta transmitir y acentuar cómo
el ambiente de estos espacios cambia cuando se mira y experimenta a través de
los recuerdos de sus habitantes.
Tanto
los lugares de movimiento recordados por sus habitantes como su estado actual
considerado espacio muerto generan atmósferas afectivas. Edensor
(2012) identifica al afecto en cuanto aspecto positivo porque descentra el
estudio del sujeto humano.
Esto
permite abordar el espacio de una manera relacional y explorar cómo actores y
energías emergen, se relacionan y se distribuyen de manera diferente y se
inscriben en lo social para formar “campos afectivos” (Edensor
2012, 1105). Por lo tanto, para entender en profundidad el modo en que los lugares
de movimiento funcionan y lo que significan es importante identificar los
distintos aspectos que generan atmósferas afectivas y cómo se articulan. La
relación entre movimiento, transporte público y comercio popular e informal se
vuelve evidente en las memorias que describen espacios públicos de alto
movimiento.
Las
emociones positivas que emergen de las memorias de los lugares de alto tránsito
se refieren al movimiento de mercancías, a una próspera economía popular y a un
antiguo sistema de transporte. Los habitantes mencionan antiguas paradas de
buses, terminales y paradas de cooperativas de taxis como lugares que
facilitaban el alto tránsito. La mayoría recuerda el nombre y recorrido de las
distintas líneas de autobuses y cómo se veían. Tener acceso a una red de
transporte extensa y físicamente cercana a su hogar o sitio de trabajo era algo
satisfactorio y cómodo.
En
las caminatas organizadas por los colectivos se identificaron algunas paradas
antiguas, por ejemplo, la parada Loma-Vicentina sobre la calle Antonio de
Rivera o la parada Batán-Colmena sobre la calle Cayetano Cestaris,
otrora lugares importantes del barrio. Estas paradas forman parte de la memoria
social no solo porque eran puntos de encuentro cotidiano del barrio, sino
porque eran espacios dónde se organizaban distintos eventos que fomentaban la
generación de lazos sociales y el sentirse parte de una comunidad. Las memorias
del movimiento describen cómo la articulación de puntos de alto tráfico y la
dinámica socioeconómica del comercio popular activaban el espacio público y lo
hacían más ameno y placentero.
El
intercambio de bienes y dinero y un flujo de personas considerable depende del
alto tráfico de distintas formas de transporte. El comercio popular e informal
se ha generado y posicionado cerca de lugares con alto tráfico. Distintas
personas comentan cómo su negocio se veía beneficiado por estar cerca de
paradas de buses o al paso de importantes arterias de la ciudad como las calles
Roca Fuerte y Sebastián de Benalcázar. Moverse una o dos cuadras de estos
puntos de alto tráfico, el cambio de sentido de calles o el redireccionamiento
y disminución de rutas de buses tiene un efecto negativo en los negocios. En
general, cuanto más “movimiento” hay, mejor es para los negocios. No obstante,
la atmósfera generada por el movimiento no solo depende de una actividad
económica abundante. Los espacios descritos como muertos por los habitantes son
percibidos así porque no están generando capital y porque las relaciones
socioculturales construidas en torno al comercio popular han perdido fuerza.
En conclusión, las
atmósferas afectivas generadas por el movimiento son configuradas por el
vínculo entre zonas de alto tránsito y las prácticas socioeconómicas en
espacios públicos que han persistido en la memoria social de quienes los
habitan. La práctica reiterativa en estos espacios, su activación a partir del
alto tránsito de bienes y personas y las relaciones sociales que se dan
alrededor del comercio informal y popular lo han impregnado tanto de sentidos
como de afectos.
Al analizar en conjunto
las memorias sobre los lugares de movimiento, queda claro que no hay un tiempo
ni un área específica en los cuales los lugares pierden movimiento. Más bien ha
sido un proceso progresivo desde finales de los años 70.[v] La razón y locación de las varias
intervenciones urbanas y viales que han alterado el movimiento son múltiples.
Esto amerita analizar cada caso en profundidad y en una investigación aparte.
Sin embargo, a grandes rasgos se pueden distinguir dos razones generales que
serán discutidas a continuación.
Figura 7. Avenida Maldonado
Fuente:
Piñeiros (2022).
La primera tiene que ver
con volver efectiva la infraestructura del transporte público y sus rutas a
través de intervenciones urbanas. Durante los años 70 se dio el primer gran
cambio de infraestructura a partir del Plan Director
de Urbanismo (Municipio de Quito 1967) para acomodar a una ciudad que crecía
aceleradamente en territorio y población. El subsistema de corredores
integrales fue implementado entre los años 90 y la primera década del siglo XXI
para aliviar el tráfico y usar las arterias principales de la metrópolis, ya
que pueden transportar más pasajeros y moverse más rápido porque tienen un
carril exclusivo. Habitantes del barrio de Chimbacalle se acuerdan de la
Avenida Maldonado (figura 7) como un lugar muy movido, lleno de locales y
ventas ambulantes.
¡Uta, había la de negocios pues!
Tiendas, ventas de muebles, ventas de todo, desde aquí hasta el sur. Vino el
trole y nos quitaron los buses y se bajó totalmente las ventas, porque todos los
tipos de buses –Colón-Camal, Villaflora, Vicentina, San Bartolo– venían por la
Maldonado y de ahí se iban diseminando. Ahora el trole solo pasa de una sola y
tiene paradas específicas, entonces la gente ya no camina ni circula por esos
espacios (Patricio, 43 años, conversación durante caminata barrial con el
colectivo Corredor Chimbacalle, 14 de junio de 2019).
Según Patricio, el tipo
de buses afecta la forma en que las personas se relacionan con su entorno y su
participación en él. Aunque los buses viejos llevaban menos pasajeros y
tardaban más porque las rutas tenían más paradas, este transporte permitía a la
gente dedicarse a la contemplación. Las personas podían mirar por la ventana y
seguir lo que sucedía en las calles, y hasta bajarse del autobús para conocer y
preguntar sobre el mundo que estaban viendo detrás del vidrio. La posición de
observación que ofrecen estas viejas dinámicas de transporte es una especie de
relación de vitrina con el exterior que permite poner la atención a los
negocios sobre la calle.
Con
la investigación que sustenta este texto no busqué enmarcar las atmósferas
afectivas generadas por el movimiento dentro de la nostalgia, tampoco proponer
que se mantengan formas ineficientes y contaminantes de transporte público,
especialmente en una ciudad que ha crecido aceleradamente en medio siglo. No
obstante, las administraciones municipales desde los años 70 hasta la segunda
década del siglo XXI han buscado generar áreas de tránsito continuo en lugar de
espacios de tránsito que faciliten el intercambio. Por lo tanto, se puede
inferir que la planificación urbana de Quito sigue siendo preponderantemente
técnica y debería integrar estudios de impacto socioespacial, económico y
cultural en la movilidad urbana.
La
segunda razón que detiene el movimiento en ciertos espacios públicos e influye
en su percepción como muertos es su reconfiguración y el tránsito en función de
un discurso conservador que prioriza el patrimonio material para justificar el
desarrollo del centro histórico como un destino turístico. Un elemento
importante de esta línea de reordenamiento urbano del CHQ es el Programa de
Peatonalización del Centro Histórico, que forma parte del plan parcial para el
desarrollo del Centro Histórico de Quito (Orbea Cevallos et al. 2003),
direccionado a racionalizar las actividades y usos del espacio a través de la
reubicación del comercio informal y los mercados (Ortega Lloré 2014).
Durante mi trabajo de
campo conté once tramos de calle que han sido peatonalizados hasta la presente
fecha. A partir del 2012 la Municipalidad de Quito con la cooperación
internacional de la Junta de Andalucía de España iniciaron el proceso de
peatonalización de algunos tramos del centro histórico; la calle Venezuela fue
la última en ser peatonalizada en septiembre de 2018. Estos tramos de calles
peatonalizados están ubicados dentro de la zona especial turística. De acuerdo
con el Plan
parcial para el desarrollo integral del Centro Histórico de Quito (IMP 2019), esta zona obedece a
regulaciones y solo promueve pequeñas empresas de relevancia turística como
alojamiento, alimentos y bebidas. La zona especial turística también se
encuentra dentro del perímetro del núcleo del CHQ (figura 8). En los mapas
oficiales, los límites del núcleo de la capital ecuatoriana están definidos por
los límites del área declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1987
(IMP 2019).
Figura 8. Mapa de calles peatonalizadas
Fuente: Piñeiros
(2022).
La
peatonalización de tramos de calles ha empujado a la periferia del núcleo del
CHQ al tráfico motorizado popular, beneficiando la zona especial turística.
En
teoría, la peatonalización podría aumentar la calidad de vida y facilitar otro
tipo de relación corpórea con el ambiente urbano. Además, las zonas peatonales
tienen el potencial de fortalecer la economía porque moverse a pie es más lento
y redirige la atención de los transeúntes a los negocios de la planta baja (Gehl 2010). Sin embargo, habitantes, comerciantes y
artesanos/as del CHQ manifiestan una actitud reacia al proceso de
peatonalización, ya que ha limitado la movilidad cotidiana de los habitantes.[vi] Describen cómo el tránsito, a pie,
en carro o en transporte público, se ha vuelto cada vez más difícil a lo largo
de los años. Además, la peatonalización quebranta el vínculo entre el
transporte público y el comercio popular e incrementa la percepción de inseguridad,
lo cual disminuye el movimiento en las calles. Durante los ejercicios de mapeo
se ha mencionado un temor a una posible peatonalización de las calles
Benalcázar y Rocafuerte (figura 6), pues de acuerdo con los habitantes ello
afectaría negativamente a los negocios.
Mientras los habitantes
se muestran cautelosos ante la progresiva peatonalización del CHQ, desde un
punto de vista oficial e institucional la peatonalización es justificada a
partir del ordenamiento de la actividad del sector informal (Vallejo Aguirre
2003). Cabe recalcar que en el Plan
parcial para el desarrollo integral del Centro Histórico de Quito no consta una red peatonal
articulada (IMP 2019) y se menciona que la vinculación del CHQ con proyectos de
movilidad sostenible es nula. Por tanto, los criterios que impulsan
intervenciones urbanas como la peatonalización, hasta 2019, parecen inclinarse
principalmente hacia la consolidación del CHQ como destino turístico sin tomar
en cuenta los aspectos positivos de las actuales dinámicas culturales, sociales
y económicas que ayudan a mantener vivo el tejido urbano, ni cómo la
peatonalización puede servir a un proyecto de movilidad integral.
Al
considerar las atmósferas afectivas un producto de la relación entre
movimiento, transporte público y comercio popular es posible dilucidar otros
imaginarios e identidades urbanos. Armando Silva (2006), Fernando Carrión
(2009) y Daniel Hiernaux (2006) observan que
predominan los imaginarios urbanos sobre los centros históricos
latinoamericanos que tienden a caracterizar negativamente el comercio informal
y popular y las relaciones socioespaciales que se forman a sus alrededores. La
gente percibe las prácticas espaciales relacionadas con el “imaginario popular”
(Carrión 2009, 8) como antihigiénicas, inseguras y estéticamente desagradables.
En
Quito, este imaginario ha permeado las políticas públicas que apoyan la
reubicación del comercio popular por la inseguridad, la falta de higiene y el
deterioro del espacio construido (Vallejo Aguirre 2003). Sin embargo, al
examinar detenidamente durante el trabajo de campo cómo las prácticas sociales
y materiales precipitan imaginarios populares, es posible desvincular
imaginarios de la inseguridad y el miedo de los habitantes actuales de los
centros históricos y sus prácticas espaciales cotidianas.
Las
memorias de movimiento ilustran un ambiente particular asociado a emociones
positivas –alegría y bienestar– y fungen como ventanas al imaginario popular.
Describen personajes urbanos –cajoneras, limpiabotas, ebanistas, artistas
callejeros– y formas populares de apropiación y valoración del espacio que se
afianzaron a partir de los años 60 y 70 cuando la migración interna aumentó el
tamaño de Quito. El comercio callejero y sus dinámicas urbanas no se rememoran
como intrusivos o limitantes del paisaje urbano, más bien son descritos como
elementos que le dan vida.
Tampoco
el comercio en el espacio público es idealizado completamente, ya que se
recuerdan estrategias de venta agresivas y conflictos entre comerciantes. No
obstante, también se describe una economía popular paralela, cuyas bases
económicas construyen lazos sociales más allá del modelo económico competitivo
individual (Kingman Garcés y Muratorio
2014). Las memorias obtenidas a través de los ejercicios de mapeo representan
una “cultura en común” (Kingman Garcés y Muratorio 2014, 39), 205 materializada
en los mercados y ferias y basada en intercambios permanentes entre diferentes
clases sociales y etnias; entre el campo y la ciudad.
Las
atmósferas generadas por el movimiento evocan imaginarios espaciales que van
más allá de lo festivo y lo lúdico; presentan a lo urbano popular bajo una luz
diferente. Los afectos ligados a los lugares de movimiento no solo responden al
intercambio de bienes y dinero, sino a las relaciones sociales que surgen a
partir de este intercambio y a una forma de transporte que permitía la
configuración de espacios de encuentro y socialización.
Las
comunidades formadas en torno a economías paralelas, caracterizadas por un
constante movimiento, también generan identidades urbanas alternas. De acuerdo
con Marta Rizo (2018), la identidad territorial está relacionada con la
interacción, la identificación y el vínculo emocional con un área particular
que es organizado de forma simbólica y convertido en lugar. Por tanto, los
afectos ligados a los lugares de movimiento –la alegría, la satisfacción, la
tranquilidad–, las prácticas sociales reiterativas alrededor del comercio y el
transporte público, y la convivencia cotidiana generan una apropiación
simbólica del espacio ligada a identidades urbanas fundamentadas en la cultura
popular.
Tales identidades urbanas
han sido excluidas de la noción de quiteñidad que se
configuró durante la segunda mitad del siglo XX, cuando la ciudad comenzó a
crecer a raíz de una abundante migración interna y surgió la necesidad de
diferenciar a las personas que ya vivían en ella de quienes llegaban del campo;
a estas últimas las denominaron “chagras,” “cholos” y “longos” (Bustos 1992,
182-186). Por ese motivo, lo “popular-urbano”, que surge de este proceso de
migración y urbanización, debe entenderse sobre la base de una diferenciación
étnica heredada de la estratificación colonial (Bustos 1992, 187). Esta idea
oficial de quiteñidad junto con el discurso
patrimonial oficial sustentan el continuo proceso de renovación del CHQ,
invisibilizan la memoria popular e ignoran la cotidianidad y las voces de
quienes lo habitan actualmente.
En
este artículo se ha identificado el continuo proceso de renovación del CHQ, en
el que se utiliza el discurso patrimonial para justificar el desarrollo del
centro histórico como destino turístico. Asimismo, se ha analizado la
masificación y eficiencia del transporte público en cuanto causas de la
disrupción y el desplazamiento de las atmósferas de movimiento, concluyendo
que, una vez transformados los lugares de movimiento, estos espacios son
experimentados por sus habitantes como lugares muertos.
La
serie fotográfica subraya el carácter vacío, melancólico e incierto de los
espacios que han perdido movimiento. Debido a una ausencia de prácticas
sociales, espaciales y económicas que los resignifique y reconfigure su uso en
el presente, se propone concebir estos espacios muertos como suspensos en el
tiempo y disponibles para ser retomados por formas de movilidad popular y
grupos sociales que siguen interactuando cotidianamente con ellos. Si bien los
espacios muertos pueden ser entendidos como parte de un proceso de
gentrificación de las ciudades latinoamericanas, caracterizado por la
formalización de las economías y dinámicas informales de las urbes (Janoschka y
Sequera 2014), también poseen el potencial para que
el movimiento se reconfigure. Al estar disponibles y vacíos estos sitios
muertos pueden ser reactivados por productores culturales y colectivos
barriales, como los mencionados en este texto.
Una
contribución del estudio en que se basa este artículo es el conjunto de
herramientas metodológicas para analizar posturas locales y encarnadas en la
ciudad, ante la escasez de métodos y conceptos de investigación profundos para
registrar las relaciones cotidianas con el espacio urbano. Gracias a la
etnografía móvil de base se han podido comprender las subjetividades espaciales
y cubrir una gran extensión del centro histórico, sobrepasando incluso sus
límites oficiales. Se trata de aportar una nueva perspectiva sobre las etnografías
urbanas clásicas que tienden a enfocarse en un grupo de gente y, por tanto,
abarcan un área geográfica limitada. Al integrar herramientas visuales y
trabajar de manera creativa el mapeo con habitantes y la serie fotográfica,
accedí a registros sensoriales y afectivos implícitos en el proceso reflexivo
que da coherencia a la experiencia. De este modo, se enriquecen las etnografías
emergentes con herramientas visuales y prácticas creativas a fin de transmitir
experiencias sensoriales y encarnadas.
El
análisis de las atmósferas de movimiento también muestra que un involucramiento
directo con el entorno urbano complica y desafía la planificación urbana de la
ciudad y el imaginario dominante del CHQ, basado en una idea conservadora de quiteñidad y una visión del patrimonio, en la que se
prioriza lo material en función de un rédito económico. Este acercamiento local
y experiencial al entorno urbano hace visibles formas de movilidad alternas,
prácticas de hacer-lugar y memorias sociales que engendran otros imaginarios
populares urbanos, otras identidades urbanas.
Más
que comprender las memorias de movimiento como fragmentos de un pasado mejor y
lejano, en este artículo muestro memorias que retratan dinámicas
socioespaciales que todavía siguen vigentes en Quito. Estas memorias no siempre
logran permear la esfera pública. Por esa razón, es importante visibilizar y
comunicar posturas locales y corporales hacia los sitios históricos que se
manifiestan en las memorias sociales de sus habitantes. En este sentido, los
colectivos barriales mencionados han realizado un trabajo relevante al
movilizar la memoria social para hacerla pública. La recuperación de la memoria
barrial y la activación del espacio público son el resultado de un proceso de
gestión cultural comunitaria, con el que se cuestiona la memoria oficial
formada por un discurso patrimonial inclinado a la conservación y renovación
del espacio construido.
Esto abre una puerta a un
cambio de paradigma en relación con los sitios patrimoniales: la propuesta radica
en tener en cuenta a sus habitantes actuales y los 207 usos de los entornos históricos para
conducir una forma sostenible y participativa de conservación y gestión (Lafrenz Samuels 2016). Los
hallazgos aquí presentados demuestran que sus habitantes le dan valor simbólico
y afectivo a las dinámicas espaciales cotidianas que generan las atmósferas de
movimiento que incentivan un sentido de pertenencia y unas relaciones
socioeconómicas. Al reconocer las atmósferas de movimiento como un elemento
inherente al CHQ, que dinamiza el tejido urbano, se podría mantener una
heterogeneidad funcional y socioeconómica de este espacio.
Este
artículo es producto de la beca doctoral proporcionada a la autora por
Edinburgh College of Art Scholarship, Universidad de Edinburgo.
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Joffre,
47 años, conversación durante caminata de orientación, 23 de agosto de 2019.
Johana,
56 años, conversación durante ejercicio de mapeo, 17 de octubre de 2019.
Marcelo,
71 años, conversación durante ejercicio de mapeo, 25 de septiembre de 2019.
Marco,
38 años, conversación durante caminata con el colectivo Mi Loma Grande, 24 de
noviembre de 2018.
Patricio,
43 años, conversación durante caminata barrial con el colectivo Corredor
Chimbacalle, 14 de junio de 2019.
Notas
[i] El
comercio popular e informal en el contexto latinoamericano hace referencia a
una actividad comercial de autosubsistencia no regulada por instancias de
poder. Es ejercida en países que tienen una industria incipiente y una economía
basada en servicios. Lo popular está vinculado con las clases sociales menos
favorecidas y tiene un trasfondo étnico, ya que la mayoría de la población
indígena es parte de las clases económicas vulnerables y raras veces permea la
alta cultura.
[ii]
Lo urbano está caracterizado por una naturaleza fragmentaria, la
reestructuración continua, la movilidad constante y las relaciones breves
(Delgado 1999).
[iii]
La psicogeografía es una estrategia artística cuyo elemento distintivo es
caminar para explorar los efectos del entorno geográfico sobre las emociones y
el comportamiento (Rogers, Castree y Kitchin 2013b).
[iv] La serie fotográfica completa está expuesta en:
https://bit.ly/3l0dA9L
[v] Durante
los años 70 se construye el paso elevado que lleva a la Marín derrocando la
Biblioteca Nacional y reubicando el mercado de la Plaza de San Blas. La
estación del tren en Chimbacalle dejó de funcionar a fines de los años 80 y fue
reinaugurada en 2007 para volver a cerrar en 2020. Las fábricas textiles de
Chimbacalle, La Industrial y Victoria cerraron a fines de los 90. El sistema
integrado de transporte que redujo las rutas de buses tradicionales fue puesto
en marcha desde los 90 hasta la primera década del siglo XXI. El mercado de la
plaza de Santa Clara fue reubicado tres cuadras al occidente en 1994. El
boulevard 24 de Mayo ha sido renovado varias veces; su último proceso de
renovación fue en 2011. El Penal García Moreno cerró en el 2014 y la última
calle peatonalizada fue la Venezuela en 2018.
[vi] Durante el trabajo de campo la resistencia a la peatonalización no solo se manifestó en conversaciones y entrevistas con habitantes, sino también en tres reuniones barriales, en las que se discutió el tema.