Temas
Funciones agroecológicas de los nichos de
agrobiodiversidad en la ruralidad de Bogotá, Colombia
Agroecological
functions of the agrobiodiversity niches of rural Bogota, Colombia
Mgtr.
Stefan Ortiz. Investigador asociado. Social-Ecological Systems Institute, Universidad Leuphana
de Lüneburg (Alemania).
(stefan.ortiz@gmail.com) (https://orcid.org/0000-0002-8927-8636)
Mgtr.
Catalina Quiroga-Manrique. Doctoranda en Geografía
Humana, Lund University (Suecia).
(catalina.qm@gmail.com) (https://orcid.org/0000-0003-4843-8290)
Mgtr.
Julieth Monroy-Hernández. Investigadora.
Subdirección Científica Jardín Botánico de Bogotá (Colombia).
(juliethmh@gmail.com)(https://orcid.org/0000-0003-1607-6344)
Mgtr.
Darío Pérez. Investigador. Institut
de Recherche pour le Développement, Universidad de Montpellier (Francia).
(dario.perez@gmail.com) (https://orcid.org/0000-0002-8664-1321)
Recibido: 30/05/2022 • Revisado:
21/07/2022
Aceptado: 15/09/2022 • Publicado:
01/01/2023
Cómo
citar este artículo: Ortiz, Stefan, Catalina
Quiroga-Manrique, Julieth Monroy-Hernández y Darío Pérez. 2023. “Funciones
agroecológicas de los nichos de agrobiodiversidad en la ruralidad de Bogotá,
Colombia”. Íconos. Revista de Ciencias Sociales 75: 201-224. https://doi.org/10.17141/iconos.75.2023.5534
Resumen
La
expansión de la agricultura industrial en zonas rurales de Bogotá ha reducido
la diversidad de plantas cultivadas por las familias campesinas, y ha
transformado sus formas de vida y las relaciones bioculturales. Ello afecta los
conocimientos ambientales de carácter local y las prácticas de uso y manejo de
la agrobiodiversidad. Aunque se ha documentado en varios estudios la presencia
de nichos agrobiodiversos, tales como huertas y
jardines campesinos que persisten en medio de paisajes homogeneizados, es
necesario ampliar la identificación y el análisis de las funciones culturales y
agroecológicas que los caracterizan. En este artículo se detallan los
conocimientos locales vinculados a huertas y jardines en términos de sus
funciones y aportes a la conservación y recuperación de la agrobiodiversidad.
Se realizaron entrevistas semiestructuradas a seis sabedores locales y en
veinticinco hogares, además de observaciones etnográficas y recorridos
etnobotánicos. Con la información obtenida, se caracterizaron las funciones de
los nichos de agrobiodiversidad, según las experiencias cotidianas de sus cuidadores y cuidadoras. Se identificaron ocho funciones
agroecológicas, 249 nombres comunes asociados al mismo número de especies
vegetales, y varios saberes sobre usos y manejos. Se concluye explicando las
posibles articulaciones entre los nichos y los paisajes circundantes, para
entender su aporte potencial a la transformación territorial y a la
conectividad de la estructura ecológica rural de Bogotá.
Descriptores: diversidad
biocultural; espacios de agua; funciones agroecológicas; paisajes; prácticas
culturales; sustentabilidad territorial.
Abstract
The rapid expansion of industrial agriculture in
rural Bogotá has led to a reduction
in the diversity of plants cultivated
by peasant families. This generates transformations in livelihoods and biocultural relations,
affecting local environmental
knowledge and practices for the use and management of agrobiodiversity.
Although several studies have documented
the presence of agrobiodiversity niches, such as orchards and peasant gardens that persist amid
homogenized landscapes, there is a need
to expand the identification and analysis of the
multiple cultural and agroecological
functions that characterize them. This study aims
to identify local environmental knowledge linked to orchards
and gardens in terms of their functions
and contributions to the conservation and recovery of agrobiodiversity.
For this purpose, semi-structured
interviews were conducted with six key
local informants and twenty-five
peasant households, including ethnographic observations and ethnobotanical walks. Based on
the information obtained, the agrobiodiversity
niches were characterized
in terms of their functionality according to the
daily experiences of their caretakers.
Eight agroecological functions, 249 common names associated with the same
number of plant species, and knowledge about uses and management were identified. Finally, the possible articulations
of the niches with the surrounding
landscapes and water spaces were analyzed
to understand their potential contribution to territorial transformations and to the connectivity of the rural ecological
structure of Bogota.
Keywords: biocultural diversity; water spaces; agroecological functions; landscapes; cultural practices; territorial sustainability.
La
industrialización de la agricultura ha fragmentado y homogeneizado los paisajes
rurales, entre otras formas, mediante la reducción de la diversidad de plantas
cultivadas, y la expansión creciente de monocultivos que reemplazan las
coberturas vegetales boscosas y las estrategias de agricultura a pequeña
escala, sustentadas en conocimientos ambientales locales.[i] Con
la industrialización acelerada se transforman y, en algunos casos, desaparecen
conocimientos y prácticas de uso y manejo de la agrobiodiversidad desarrolladas
por las poblaciones campesinas, que son básicas para la diversidad biocultural
y podrían ser fuente de resiliencia frente a las crisis climática y alimentaria
(Córdoba Varga, Hortúa Romero y León-Sicard 2020).
A
pesar de la expansión de monocultivos orientados a solventar la demanda de los
mercados de alimentos en contextos de rápida urbanización, en la ruralidad
bogotana y en las regiones aledañas aún permanecen espacios dentro de huertas y
jardines campesinos, en los cuales los conocimientos locales han sido
determinantes para la conservación de la agrobiodiversidad (Acevedo-Osorio,
Ortiz-Przychodzka y Ortiz-Pinilla 2020; Pérez y
Matiz-Guerra 2017). Estos espacios se definen como “nichos de
agrobiodiversidad” por contener una rica variedad de plantas cultivadas para
suplir necesidades y preferencias alimenticias, medicinales, ornamentales,
agroecológicas y culturales (Ortiz, De la Pava y Quiroga 2017).
Dentro
de los entramados bioculturales de los nichos de agrobiodiversidad se incluyen
las interacciones entre las prácticas culturales, los conocimientos ambientales
locales y los sistemas ecológicos, que conforman los agroecosistemas y que
involucran a una diversidad de seres que habitan y coproducen estos espacios,
es decir, su agrobiodiversidad (León Sicard 2014). En
estos entramados se encuentran sentidos a la organización de los territorios,
incluyendo al agua, a los suelos y los ecosistemas, combinando acuerdos y
disputas entre diferentes formas de habitar el espacio. Su diversidad
biocultural se produce en contraste con los paisajes circundantes, simplificados
por la predominancia de monocultivos, como es el caso de Bogotá (Ortiz, De la
Pava y Quiroga 2017). Como resultado, en sus prácticas cotidianas, las familias
campesinas han mantenido sus nichos de agrobiodiversidad como lugares de
conservación, de experimentación, de alimento y medicina, y de innovación
agronómica.
Los
nichos de agrobiodiversidad son determinantes para la ruralidad bogotana, ya
que aportan alimentos y contribuyen al sostenimiento de la vida campesina y a
la transmisión de la memoria biocultural. En algunos estudios se ha descrito la
diversidad de usos que tienen las especies vegetales en la ruralidad de Bogotá
(por ejemplo, Ortiz et al. 2015; Pérez y Matiz-Guerra 2017); sin embargo,
faltan datos específicos acerca de las funciones agroecológicas de los nichos,
considerando que su composición depende del contexto biofísico y espacial, así
como de las necesidades y preferencias de las comunidades campesinas.
En
ese sentido, el objeto del artículo es describir y analizar los conocimientos
ambientales locales reflejados en la importancia que las personas asignan a sus
huertas y jardines campesinos, por sus funciones y potenciales aportes a la
conservación y recuperación de la agrobiodiversidad, de los espacios
circundantes del territorio, especialmente del agua, y de las prácticas
socioculturales asociadas. Se muestra la necesidad de ampliar el conocimiento
sobre las dinámicas espacio-temporales de los nichos
de agrobiodiversidad, la multiplicidad de usos y manejos de la biodiversidad local.
También se destaca la importancia de entender su potencial contribución para
construir estrategias de adaptación, conservación, restauración y
aprovechamiento sostenible de los paisajes rurales bogotanos.
Para
analizar las funciones agroecológicas, identificamos nichos de
agrobiodiversidad en 25 fincas campesinas, en el entorno rural de las
localidades Ciudad Bolívar (siete 203 predios en las veredas Santa Bárbara y Santa Rosa),
Sumapaz (cinco predios en las veredas Nazareth, Peñaliza
y Raizal) y Usme (13 predios en las veredas Andes, Arrayanes, Curubital, El Destino, Margaritas y Olarte), en Bogotá,
Colombia. Estas localidades[ii]
están pobladas principalmente por familias campesinas, que habitan paisajes de
alta montaña a lo largo de la cuenca media y alta del río Tunjuelo, y la cuenca
alta del río Blanco. El estudio se enfocó en caracterizar esos nichos en
términos de funciones agroecológicas y socioculturales entrelazadas con
conocimientos locales, con base en observaciones cotidianas de las personas que
los cuidan y mantienen.
El
análisis se orientó a partir de las siguientes preguntas: 1) ¿qué funciones
agroecológicas de los nichos de agrobiodiversidad destacan las y los sabedores
locales?, 2) ¿cuáles son las principales funciones socioculturales asociadas?,
3) ¿qué especies sustentan esa funcionalidad de los nichos?, y 4) ¿cuál es su
aporte potencial a la organización del territorio y al cuidado de los espacios
de agua?
La
recolección de información en campo se realizó desde finales del año 2015 y
durante el 2016. En un primer momento, se realizaron entrevistas
semiestructuradas con seis sabedores locales, que lideran procesos de
recuperación de la agrobiodiversidad local y con quienes se tenía antecedentes
de trabajo colaborativo (Ortiz, De la Pava y Quiroga 2017; Ortiz et al. 2015;
Pérez y Matiz-Guerra 2017). Posteriormente, se inició un muestreo no
probabilístico de tipo “bola de nieve”, es decir, el grupo inicial de sabedores
y sabedoras proporcionó información sobre otras personas, quienes a su vez
referenciaron a más personas en la zona reconocidas por mantener nichos, hasta
que los nombres comenzaron a repetirse sin nuevas referencias (Martínez Salgado
2012).
De esta forma, se
completó una red de 25 familias campesinas que colaboran entre sí
frecuentemente mediante la circulación de plantas y semillas, buscan alianzas
para comercializar productos orgánicos de sus huertas, se organizan para
gestionar acueductos comunitarios y participan en talleres y encuentros sobre
agroecología organizados, en su mayoría, por entidades públicas e instituciones
académicas de Bogotá. Cada persona entrevistada gestiona un nicho de
agrobiodiversidad, que incluye huertas y jardines, en fincas situadas en el
área de estudio.
Figura
1.
Nichos de agrobiodiversidad identificados en la ruralidad de Bogotá
Elaborado
a partir de la cartografía base de la Secretaría Distrital de Planeación (2020)
y el Modelo Digital de Elevación de IGAC (2011).
Para
caracterizar los 25 nichos de agrobiodiversidad, se realizó una visita a cada
predio y se desarrollaron entrevistas semiestructuradas, observaciones
etnográficas y recorridos etnobotánicos (Albuquerque et al. 2014). Con las
entrevistas se buscó identificar y categorizar las funciones que sabedores y
sabedoras consideraban más importantes para el funcionamiento de los nichos como
agroecosistema, a fin de reconocer y visibilizar sus conocimientos sobre la
agrobiodiversidad, evitando imponer una categorización externa a las realidades
cotidianas locales.
Las
categorías agroecológicas usadas durante las entrevistas que se realizaron de
finca en finca se construyeron previamente con las personas sabedoras
iniciales; se les preguntó cuáles son las funciones principales que cumplen las
plantas para que sus huertas y jardines se mantengan sanos. El primer listado
de categorías se contrastó con las propuestas de Blanco, Vandenbroucke
y Carrere (2016), quienes incluyen siete
agrupaciones: raíces y tubérculos; árboles y arbustos; frutales y vegetales;
palmas; artesanías y construcción; condimentos; y ornamentales. También se
contrastó con la categorización de Ortiz et al. (2015),
elaborada en la misma área de estudio, que incluye árboles y arbustos,
frutales, hortalizas, aromáticas y medicinales, ornamentales y silvestres.
Sobre esta base, se elaboró una categorización final (tabla 1) aprobada por
sabedoras y sabedores.
Una
vez definidas las categorías de funciones, se preguntó en cada predio por las
especies sembradas en sus nichos de agrobiodiversidad. Únicamente se anotó el
primer nombre común mencionado y no se indagó por variedades dentro de cada
especie. Se pidió a las personas mencionar cuál es la función agroecológica más
importante a la que asocian cada especie. Solo se anotó la función principal,
ya que el estudio no buscaba detallar las múltiples funciones de cada especie,
sino caracterizar la multifuncionalidad de los nichos como un todo. De igual
manera, se les pidió mencionar las funciones socioculturales y las especies
asociadas que consideraban más importantes. Con ello, se recolectó información
para caracterizar a los nichos según las especies listadas y las categorías de
funciones.
En
ese sentido, los resultados reflejan las especies y funciones destacadas por
las personas, mas no la totalidad de especies, de funciones y de usos que se
pueden encontrar y que suelen relacionarse entre sí. La información se registró
en una base de datos en la que se registraron los nombres comunes y las
categorías correspondientes para cada nicho. Los nombres científicos fueron
confirmados mediante la plataforma de nombres comunes de las plantas de Bogotá
(Rodríguez-Calderón et al. 2019; Rodríguez-Calderón, Muñoz y Celis 2020) y el
diccionario de nombres comunes de la Universidad Nacional de Colombia (Bernal
et al. 2017).
Adicional a la
caracterización de las plantas y sus funciones, se realizaron recorridos
etnobotánicos que incluyeron visitas a los predios, enfocadas en los cuerpos de
agua, los bosques y los espacios de conservación. Se realizó observación
etnográfica para entender la distribución de los espacios dentro del predio,
así como la participación de diferentes miembros de la familia en el trabajo
cotidiano de los nichos. Durante los recorridos se preguntó por formas de
cuidado del agua, gestión de acueductos comunitarios y procesos de trabajo en
redes. Así, se combinó la información cuantitativa con datos cualitativos
obtenidos por medio de observación y discusión con sabedoras y sabedores. Los
vacíos de información y las respuestas que no se repitieron en las entrevistas
fueron confirmados a través de una segunda visita a los predios.
A continuación, se analizan los
resultados obtenidos teniendo en cuenta los nichos de agrobiodiversidad y su gente;
sus múltiples funciones para los agroecosistemas; algunos usos de las especies
vegetales presentes en los nichos de agrobiodiversidad; los saberes sobre
manejos espaciales de tales nichos y la diversidad de funciones agroecológicas
de los nichos en el paisaje.
Las
25 personas entrevistadas, 16 mujeres y nueve hombres, son las principales cuidadoras
de los nichos de agrobiodiversidad. Los tamaños de las huertas y jardines
oscilan entre 84 m2 y 8622 m2; 19 de los 25 nichos están
por debajo de los 792 m2, en predios que tienen desde 0,02 hasta 51
ha, la mitad de ellos con menos de 3,2 ha. Las personas dedican entre una y dos
horas diarias al cuidado de estos lugares, y el resto del tiempo lo invierten
en cuidar otros cultivos y animales, en labores del hogar y en actividades
fuera de sus predios. Para el cuidado de los nichos, reciben el apoyo de otros
miembros del hogar, incluyendo jóvenes y adultos que realizan labores
agropecuarias en sus predios, y toman las decisiones sobre qué sembrar, cuándo
cosechar y cómo realizar el manejo cotidiano de estos espacios.
Todas
las personas entrevistadas afirmaron que cotidianamente consumen en sus hogares productos de sus nichos de agrobiodiversidad:
plantas alimenticias, ornamentales y medicinales. Catorce personas afirmaron
que su nicho les generó ingresos adicionales por la venta de excedentes en mercados
urbanos en los últimos tres meses. Para la mitad de ellas, esto solo
representaba una pequeña parte, estimada en menos del 15 % de sus ingresos
provenientes del trabajo agropecuario. Otras seis personas veían el huerto como
una fuente importante de la que obtenían un poco más de la mitad de sus
ingresos de origen agropecuario. Estos resultados coinciden con otras
experiencias reportadas en Latinoamérica en las cuales los nichos de
agrobiodiversidad no reportan ganancias económicas significativas, pero constituyen
estrategias sostenibles de supervivencia complementarias (Astier
et al. 2011). Veinte de las 25 personas afirmaron ser propietarias de los
predios, adquiridos por compra directa (n=9) o por herencia; otras cuatro son
arrendatarias, y un predio está en comodato vinculado a una institución pública
de salud en la zona.
La
ruralidad de Bogotá refleja las disputas históricas que por el acceso del
campesinado a la tierra han tenido lugar en Colombia. La propiedad resulta un
elemento clave que determina no solo sus condiciones socioeconómicas, sino
también su autonomía, su identidad biocultural y el desarrollo de sus medios de
vida (Fajardo 2002). Según algunas entrevistas, este elemento puede ser
determinante para el establecimiento de nichos de biodiversidad, ya que ofrece
la posibilidad de afianzar prácticas de forma continua en el tiempo, como la
conservación de semillas y su transmisión a través de las generaciones, y la
disponibilidad de espacios para la siembra de diversos cultivos que no responden
únicamente a las dinámicas del mercado.
Otro
aspecto significativo para el funcionamiento de los nichos de agrobiodiversidad
es el acceso al agua. En 23 predios existen procesos de conservación y cuidado
de espacios de agua, bien sea directamente dentro del predio o mediante
acuerdos colectivos de protección de nacimientos y de infraestructura. Estos 23
predios están asociados a acueductos comunitarios y tienen acceso directo por
fuentes naturales 207 como
ríos, quebradas o pozos; 19 de estos predios almacenan agua lluvia mediante
tanques, albercas y reservorios.
Por
otra parte, la siembra de múltiples especies vegetales muchas veces permite
cosechar cantidades aptas para el consumo familiar, pero insuficientes para
suplir las demandas comerciales en volumen y frecuencia. Con todo, las redes
campesinas que vinculan a estos nichos de agrobiodiversidad derivan con
frecuencia en intercambios de semillas o de cosechas a pequeña escala, que
integran cadenas de suministro de productos orgánicos en el área urbana de
Bogotá o en la ruralidad. Estas redes agroalimentarias alternativas son una
estrategia de transición hacia una producción diversificada de alimentos que
puede garantizar una mayor soberanía alimentaria a escala local, como se ha
reportado en contextos regionales (Novoa-Álvarez et al. 2021).
Sin
embargo, la circulación de alimentos se ve limitada por el acceso a las
cosechas y los altos costos de transporte y almacenamiento, tanto para el
intercambio de productos a escala local como para la comercialización en
mercados mayoristas de Bogotá. A la mayoría de predios
se accede por caminos sin pavimentar (n=13) o caminos de herradura únicamente
transitables a pie o a caballo (n=5); el resto tiene acceso mediante carretera
pavimentada (n=7).
Con
relación a los roles de género, la mayoría (n=16) de los nichos son diseñados y
construidos por mujeres. Estos espacios se anclan tanto a la vida cotidiana del
trabajo campesino y de abastecimiento de alimentos como al cuidado del hogar;
la mayoría de las huertas y jardines están ubicados directamente frente a las
casas para facilitar el acceso y para el ornato. Se trata de espacios donde
especialmente mujeres, niños, niñas y jóvenes trabajan aportando a la economía
familiar campesina.
A
pesar de ser las principales encargadas de los nichos de agrobiodiversidad, las
mujeres no toman las principales decisiones sobre la comercialización y, por
tanto, sobre la generación de ingresos. Esto puede afectar su capacidad de
influir en la priorización de las necesidades de cuidado del hogar, de
educación o de salud de la familia, cuya responsabilidad es asumida
frecuentemente por las mujeres (Howard 2006). En las entrevistas realizadas,
ocho personas, todas mujeres, aseguraron que son ellas quienes deciden sobre la
comercialización de los productos de sus huertas y jardines, doce (siete
mujeres y cinco hombres) afirmaron que son los hombres y tres (dos mujeres y un
hombre) que no hay diferencia entre quién toma las decisiones al respecto. Dos
hombres afirmaron que en sus hogares no se toman decisiones sobre la
comercialización.
Según
estos resultados, la mitad de las mujeres entrevistadas reconocen y asumen un
liderazgo en la decisión sobre la comercialización, mientras que ningún hombre
reconoce ese liderazgo de las mujeres. A pesar de no ser reconocido, los nichos
de agrobiodiversidad integran el trabajo de mujeres, niños, niñas y jóvenes a
las economías campesinas mediante el aporte a la alimentación de sus hogares y como espacios de cuidado
compartido entre los miembros de las familias, teniendo en cuenta que ahí se
cultivan especies medicinales clave. Estas observaciones coinciden con estudios
en otros países en los que se resalta el liderazgo y la gestión de las mujeres
a la hora de establecer, mantener y circular la agrobiodiversidad en huertas y
territorios rurales (Díaz-Reviriego et al. 2016; Galluzzi, Eyzaguirre y Negri 2010;
Howard 2006).
La
definición colaborativa de las funciones y categorías destacadas por sabedores
y sabedoras iniciales resultó en ocho categorías diferentes, enfocadas en
interacciones clave dentro de las huertas y jardines (tabla 1). Denominamos
estas funciones como “agroecológicas” porque denotan conocimientos ambientales
sobre interacciones consideradas importantes para el funcionamiento de los
nichos, por ejemplo, las que se dan con el entorno (barreras cortavientos,
retención de humedad, protección frente a las heladas), entre especies
diferentes (atracción de polinizadores, control de plagas, alimento para aves e
insectos), e interacciones edáficas (protección y oxigenación del suelo).
Además, las personas afirmaron que los nichos facilitan la propagación
espontánea de biodiversidad vegetal, definida en referencia a las plantas
arvenses y ruderales que crecen sin control, debido a que se encuentran en los
bancos de semillas y emergen por la acción humana, contribuyendo a otras de las
funciones categorizadas.
Código |
Función
agroecológica |
Número de especies mencionadas |
PO |
Atracción de
polinizadores |
89 |
CB |
Control de
plagas |
47 |
PS |
Protección
del suelo y retención de humedad |
42 |
CA |
Barreras cortavientos
y cercas vivas: árboles y arbustos |
37 |
AV |
Alimento
para aves e insectos |
18 |
OS |
Oxigenación
del suelo |
10 |
ES |
Diversificación
espontánea: plantas arvenses y ruderales |
6 |
PE |
Control de
plagas, fertilización de suelos: animales de la huerta |
N/a* |
|
Total |
249 |
Elaborada a partir de las entrevistas
semiestructuradas.
*N/a: la diversidad de especies animales que componen
la categoría PE no fue objeto de este estudio.
Según
sus experiencias cotidianas, las personas destacaron funciones socioculturales,
como el cuidado de espacios de agua. Así, resaltaron que las interacciones en
los nichos de agrobiodiversidad incluyen las relaciones de la gente con
especies vegetales y animales y otros elementos de la naturaleza, especialmente
con el agua, debido a 209 su
papel en el sostenimiento de la vida campesina y de la producción agrícola. Las
principales funciones socioculturales identificadas fueron las alimentarias,
las medicinales y las ornamentales. Al inicio se consideró la categoría de
funciones ligadas a especies animales (PE) por la importancia de registrar su
presencia en los nichos. De acuerdo con las personas, estas ayudan a controlar
plagas y a fertilizar los suelos. Se mencionaron vacas, gallinas, conejos,
chivos, cerdos, gansos, caballos, pavos, patos y cuyes. Sin embargo, dado que
este trabajo se centró en especies vegetales, la categoría PE no fue objeto de
un estudio más detallado.
Se
mencionaron en total 249 nombres comunes, asociados al mismo número de especies
vegetales. En los resultados de Pérez y Matiz-Guerra (2017) se encontraron
cifras de abundancia semejantes, usando otra metodología para la recolección de
datos etnobotánicos en las mismas localidades. El mayor número corresponde a la
categoría PO (89) y el menor a las categorías OS (10) y ES (6). De las
categorías CB, PS y CA se mencionó similar número de especies. Dentro de la
categoría PS (42) también se incluyen algunas especies que son localmente
llamadas “árboles que llaman agua”, consideradas clave para el cuidado de los
espacios del vital líquido, usados en procesos de reforestación y de
recuperación de bosques nativos. Todas las categorías de funciones se
encuentran en todos los nichos, con excepción de la oxigenación del suelo (OS),
mencionada por 20 personas, y la diversificación espontánea (ES), por 11, lo
que indica que estas especies son importantes para el diario vivir de las
personas consultadas y por esta razón están presentes en sus huertas y jardines.
El hecho de encontrar especies de diferentes orígenes y hábitos de crecimiento
demuestra que las comunidades hacen un uso adaptativo de especies
naturalizadas, así como un manejo de las nativas del medio circundante (Taylor Lovell et al. 2021).
Las
personas estiman que algunas especies son especialmente abundantes según las
categorías (tabla 2). Sin embargo, varias de ellas fueron mencionadas por menos
de un tercio de las personas entrevistadas, tal como las orquídeas (Orchidaceae),
el ajo (Allium sativum), el sietecueros (Tibouchina spp.), el
rábano (Raphanus spp.) y el nabo (Brassica
rapa),
cada una mencionada en menos de 10 nichos. Esto significa que, a pesar de ser
abundantes, estas especies están presentes en pocos nichos y su abundancia
depende de pocos cuidadores. Su presencia no tiene necesariamente un patrón
explicativo general. Por ejemplo, en uno de los predios se encontró una
diversidad de orquídeas dentro de un parche de bosque que su cuidador indicó
como parte de su nicho de agrobiodiversidad. La siembra del ajo, el rábano y el
nabo dependen de las preferencias de alimentación de las familias.
Tabla
2.
(continuación)
Elaborada
a partir de las entrevistas semiestructuradas
Los
datos proporcionados durante las entrevistas indican que algunas especies
abundantes se siembran en las huertas como policultivos o monocultivos con
fines comerciales. Es el caso de la fresa (Fragaria x ananassa),
la papa –incluyendo la criolla amarilla (Solanum phureja), la pastusa y la corneta (Solanum
tuberosum)–, la cebolla (Allium
fistulosum y Allium cepa),
el cilantro (Coriandrum sativum), la lechuga (Lactuca sativa) y el maíz (Zea mays). Generalmente, la papa, la cebolla y la fresa son
sembradas en monocultivo, mientras el cilantro, la lechuga y el maíz se
encuentran en arreglos más diversos. La papa es un cultivo predominante en la
región, con fuerte comercialización y asociado a la identidad campesina, por lo
que no resulta extraño encontrarla en los nichos en sistemas de monocultivo. La
fresa y la acelga hacen parte de esquemas comerciales consolidados en mercados
orgánicos, lo que exige un mayor volumen de siembra y, por ello, también se
encuentran en monocultivos dentro de los nichos. Por
su parte, el aliso (Alnus acuminata)
y el sauco (Sambucus nigra) son árboles cuya siembra ha sido
impulsada en proyectos de restauración ecológica, implementados en la zona por
parte de varias instituciones públicas y privadas. Este tipo de árboles se
integran a los nichos tanto por medio de la influencia institucional como por
los conocimientos asociados al cuidado del agua y los bosques. La romaza (Rumex crispus)
es una planta arvense reconocida por los entrevistados por expandirse
fácilmente cuando el terreno está en barbecho y por ser utilizada para
alimentar al ganado bovino y otras especies menores.
Tabla 3. Especies más comunes
Tabla 3. (continuación)
Elaborada a partir de las entrevistas
semiestructuradas.
Nota: Se tuvo en cuenta que las especies fueran
mencionadas en al menos ocho nichos (o sea, al menos un 30 % de los
nichos). En la categoría ES, ninguna especie fue mencionada en más de 8 nichos.
La romaza fue la especie más aludida.
La
mayoría de especies no tienen una presencia
generalizada en los nichos de agrobiodiversidad. El 21 % de ellas fueron
mencionadas en al menos 8 nichos, de estas se destacan 18 (7 % del total) que
fueron nombradas en al menos la mitad, tales como el sauco (S. nigra), la caléndula (Calendula
officinalis), la curuba (Passiflora tripartita var. mollissima), la cebolla (Allium cepa), el papayuelo (Vasconcellea pubescens), la mora
(Rubus spp.) y la ruda
(Ruta graveolens). Varias raíces y tubérculos andinos
como la papa (Solanum tuberosum),
el yacón (Smallanthus sonchifolius),
la arracacha (Arracacia xanthorrhiza)
y los cubios (Tropaeolum tuberosum)
están presentes de manera generalizada en las huertas y jardines. Igualmente,
se destacan cuatro árboles propios de la región: el sauco (S. nigra), el aliso (A. acuminata),
el duraznillo (Abatia parviflora)
y el arboloco (Smallanthus pyramidalis),
comunes en procesos de restauración ecológica.
Otras
especies propias de zonas altoandinas se mencionaron escasamente, en menos de
cinco nichos: chuguas (Ullucus tuberosus), lupino (Lupinus bogotensis),
quinua (Chenopodium quinoa), feijoa (Acca sellowiana), borrachero (Brugmansia sanguinea),
arrayán (Myrcianthes leucoxyla), gulupa
(Passiflora edulis var. edulis), ahuyama (Cucurbita maxima),
agraz (Vaccinium meridionale) y uva camarona (Macleania rupestris).
Las categorías con más especies comunes son AV y OS; cerca de la mitad de las
especies de estas categorías fueron nombradas en al menos 8 nichos, seguidas de
CB (un 40 % de las especies), PS (19 %), CA (11 %) y PO (8 %).
La
mayoría de las especies fueron nombradas en menos de 10 de los 25 nichos. En
particular, las ornamentales (PO) y los árboles y arbustos (CA) fueron
mencionadas frecuentemente en un solo nicho. Por otra parte, el nicho con menos
especies mencionadas registra 20, mientras el que más mencionó registra 78. En
13 nichos se indicaron entre 30 y 54 especies. Estos datos indican que las
especies no tienen una presencia generalizada, lo que las hace vulnerables a
las dinámicas de los pocos nichos en los que se encuentran.
Algunos usos de
las especies vegetales presentes en los nichos de agrobiodiversidad
Aunque
el estudio se enfocó en la caracterización de funciones generales de los
nichos, durante los recorridos y entrevistas se registraron funciones socioculturales
y usos cotidianos de algunas especies. Este no es un listado exhaustivo, pero
da cuenta de este tipo de funciones clave.
Sobre
los árboles y arbustos maderables, las personas sabedoras indicaron que suelen
usarse como madera para postes, leña para fuego, con funciones ornamentales o
agroecológicas (sombra, barrera cortaviento, retenedores de humedad, producción
de biomasa para el suelo, atracción de polinizadores). En ocho predios se
mencionaron usos maderables. Otros usos incluyen el borrachero (B. sanguinea), para la protección del
hogar y de las huertas y jardines frente a “malas energías” o “malos deseos”;
el aliso (A. acuminata),
el pino (P. patula), el eucalipto (Eucalyptus sp.),
el sauco (S. nigra), el salvio (Varronia cylindrostachya), el encenillo (Weinmannia spp.), el mortiño (Hesperomeles goudotiana),
el durazno (Prunus persica),
el arrayán (M. leucoxyla),
el duraznillo (A. parviflora)
y el cocua (Verbesina crassiramea) fueron nombrados como
especies especialmente útiles para cercas vivas. Adicionalmente, acerca de las
hojas del sauco se señaló que eran aptas para alimentación del ganado.
La
mayoría de árboles y arbustos son especies nativas (76
%), sin embargo, también se mencionaron algunas foráneas que han sido
cultivadas por intereses comerciales u ornamentales, por ejemplo, el eucalipto
(Eucalyptus sp.),
el pino ciprés (Hesperocyparis lusitanica), el pino (Pinus patula),
el brevo (Ficus carica), la acacia (Acacia
spp.), el sauco (Sambucus nigra) o el urapán
(Fraxinus uhdei). Se nombraron algunas especies
importantes de los ecosistemas de alta montaña en la región, y con varios usos
alimenticios reportados en la zona (Ortiz et al. 2021), aunque los sabedores afirman que se
encuentran en pocas cantidades, en particular el agraz (Vaccinium meridionale)
y la uva camarona (Macleania rupestris).
Con
respecto a las plantas ornamentales, además de sus usos en prácticas religiosas
y simbólicas, dos personas mencionaron el potencial comercial de las
astromelias para decorar cementerios. No se incluyeron en este estudio las
especies ornamentales sin identificar con un nombre común por las personas
entrevistadas. Según los sabedores iniciales, el uso ornamental también incluye
elementos de cuidado del hogar y organización de los espacios cotidianos,
actividades generalmente lideradas por mujeres. Algunas de estas plantas han
sido reportadas como recurso utilizado por las abejas silvestres de la sabana
de Bogotá, lo que sugiere su importancia en la dinámica socioecológica:
la dalia (Dahlia sp.), la bella Helena (Impatiens balzamina), la begonia (Begonia sp.), el geranio (Pelargonium sp.), la boca de dragón (Anthirrhinum majus), la mermelada (Lantana
215 camara)
o el pensamiento (Viola tricolor)
(Nates-Parra et al. 2006).
En
torno a las especies aromáticas y medicinales, tres personas asociaron a la
ruda a la atracción de polinizadores y a usos para baños a recién nacidos, así
como para atraer la buena suerte en las parejas, y proteger de malas energías
al hogar, las huertas y los jardines. Igualmente, se reportó en un predio el
uso de la acedera (Oxalis sp.) para aliviar dolores de garganta, en dos predios el de
la borraja (Borago officinalis)
para tratar la tos, y en un predio el de la malva (Malva parviflora)
para calmar los dolores menstruales. El toronjil (Melissa officinalis)
y la pimpinela (Sanguisorba minor)
se señalaron en tres predios para mejorar la salud del corazón, mientras la
matricaria (Tanacetum parthenium) en un predio, el diente
de león (Taraxacum officinale) en un predio y el
llantén (Plantago major) en dos predios para aliviar
problemas estomacales. Por su parte, la sábila (Aloe vera) fue señalada en
dos predios como atractora de buena suerte y para
calmar el dolor de cabeza, y la caléndula (Calendula officinalis)
en un predio para desinflamar y cicatrizar heridas en la piel. Dentro de estas
plantas reportadas con usos medicinales, la acedera, la pimpinela y la
matricaria no se encuentran aprobadas para su uso comercial en Colombia
(Fonnegra y Jiménez 2007), pero su aparición en las entrevistas da cuenta de su
importancia en el conocimiento ambiental local.
Sobre
raíces, bulbos y tubérculos alimenticios, los sabedores iniciales señalaron que
esta categoría, junto con PS, son las que más posibilidades comerciales tienen.
La más comercial es la papa pastusa (Solanum tuberosum) y la criolla amarilla (Solanum phureja).
Otras variedades de papa nombradas, generalmente para el consumo del hogar, fueron
las siguientes: la corneto, la negra, la roja, la papa de año, la pintada, la tocarreña, la camorita y la
bandera. Otras especies con raíces tuberosas consideradas abundantes son los
cubios (Tropaeolum tuberosum), el yacón (Smallanthus sonchifolius)
y la arracacha (Arracacia xanthorrhiza). Su siembra es muy
variable, pues depende en gran medida de las dinámicas comerciales reflejadas
en variaciones de precios. Sin embargo, las personas suelen mantener una
reserva para el autoconsumo. Las familias campesinas han cambiado las
variedades locales y tradicionales por opciones mejoradas genéticamente que
prometen mayores rendimientos en menor tiempo, respondiendo así a las demandas
crecientes del mercado (Otálora Moya 2016).
En
ese sentido, el modelo agroindustrial que suelen promover las instituciones
facilita la pérdida de agrobiodiversidad de estos tubérculos, y son los nichos
de agrobiodiversidad los llamados a conservar las semillas nativas (Monteros y Pallo 2009; Agredo Berrio, Raz y González 2018) o a promover
programas de fitomejoramiento participativo en donde se incluyan variedades de
los cultivos más comerciales que consideren las características fenotípicas que
la gente prefiere y no solamente los intereses del mercado (Pérez et al. 2022).
En
cuanto a las hojas, flores, tallos y granos, se destacó la abundancia de
lechuga (Lactuca sativa), maíz (Zea mays), arveja (Pisum sativum),
haba (Vicia
faba) y repollitas
de Bruselas (Brassica oleracea var. gemmifera). Aunque la mayoría es
para autoconsumo, la siembra de algunas de estas especies también fue asociada
a dinámicas comerciales. Por ejemplo, una sola persona afirmó tener 100 plantas
sembradas de cogollos de Tudela (variedad de Lactuca sativa),
aclarando que esto responde a la apertura de oportunidades de venta dentro de
una red de comercialización solidaria.
Con
relación a los frutos, la mayoría de especies de esta
categoría son arbustos o plantas trepadoras y rastreras, usadas especialmente
para jugos, mermeladas y compotas, aunque se mencionaron algunos árboles
caducifolios como el durazno (Prunus persica),
en diez predios, el peral (Pyrus communis),
en cinco predios, y el manzano (Malus spp.),
en un predio. Posiblemente, el mantenimiento de estas especies frutales fue una
estrategia para suplir su demanda en el mercado urbano, pero en las últimas
décadas la introducción de frutales importados ha impactado la comercialización
de variedades locales debido a las limitaciones competitivas que existen, en
especial para el manejo de plagas y enfermedades en el contexto climático
cambiante (Fachinello et al. 2011; Miranda, Fischer y
Carranza 2013).
Se
cierra el listado con las espontáneas y arvenses. La romaza (Rumex crispus),
mencionada en cinco predios, se considera la más abundante. En un predio se
indicó su uso alimenticio para animales como las vacas, conejos y cuyes. La
romaza ha registrado empleos para la cocina como elemento que favorece la
cocción de algunas recetas tradicionales de la ruralidad bogotana (Consuegra,
Ortiz y Pérez 2017). Por su parte, la flor del guargüerón
(Digitalis
purpurea) fue mencionada en tres predios en los que se usa
como ornamento en honor a símbolos religiosos como el de la Virgen.
Se
encontró que 18 de las 25 personas consultadas siembran las especies vegetales
independiente de sus categorías funcionales, en un diseño que mezcla las
plantas buscando asociaciones beneficiosas entre los cultivos, mientras que el
restante agrupa las especies según sus categorías funcionales. Todas las
personas mencionaron distintas técnicas de cultivo, incluyendo rotación de
cultivos, barreras cortavientos, cultivos trampa y cultivos para atraer
organismos favorecedores como los polinizadores, asociación de especies, y coberturas
de suelos con materiales vegetales.
El uso de insumos
orgánicos resulta generalizado, aunque 14 de las 25 personas entrevistadas los
combinan con insumos de síntesis química. Los insumos orgánicos nombrados
incluyen los siguientes: biopreparados, cal,
estiércol de animales de la huerta –vaca, caballo, cuy y conejo, gallinaza–,
ceniza, humus de lombriz, compostaje de restos orgánicos de cocina, aspersiones
de distintas plantas tales como el tabaco, el ajo, el ají, la sábila, la
caléndula, la ortiga y la hierbabuena, junto con jabón, cáscara de huevo o
biomasa.
Al
comparar el contexto espacial de cada nicho con la abundancia de las especies
vegetales y las necesidades que suple cada función agroecológica, es posible
identificar 217 algunas
explicaciones potenciales de las relaciones entre los conocimientos ambientales
locales, la agrobiodiversidad, el paisaje y la resiliencia del campesinado
bogotano. En la figura 2 se muestran los nichos de la vereda Santa Bárbara que,
aunque se encuentran relativamente cercanos, cumplen múltiples funciones
agroecológicas. Por ejemplo, se pueden encontrar estrategias complementarias a
los monocultivos comerciales, como los policultivos, los jardines o los
espacios de compostaje, que brindan ingresos secundarios a las familias o
brindan otros beneficios de autoconsumo, protección del suelo, retención de
humedad, atracción de polinizadores y control de plagas. Un elemento
interesante de estos nichos tiene que ver con la importancia de la siembra de
cercas vivas y bosques que conectan los hogares con los espacios naturales de
agua y los bordes de las fincas vecinas. El uso de árboles como barreras
cortavientos y cercas vivas permite comprender las conexiones potenciales entre
predios y la producción de paisajes que integran los espacios de agua.
En
el caso de los nichos ubicados en las veredas Chisacá y Las Margaritas, que se
encuentran geográficamente próximos (figura 3), también hay una tendencia a
complementar los beneficios de cultivos monetarizados
con las funciones de las huertas y los jardines, especialmente la atracción de
polinizadores y el control de plagas. En los predios cercanos a bosques o
espacios de agua, la siembra de árboles y cercas vivas constituye un elemento
importante de la construcción de los nichos. Por el contrario, en hogares
lejanos de las fuentes de agua naturales este tipo de plantas disminuye. Esta
pérdida de biodiversidad se asocia a predios en donde el monocultivo es más
extendido.
Elaborado con base en
imágenes del servicio Google Earth (2021a), sistema de
referencia WGS84 EPSG 4326.
Elaborado con base en imágenes del servicio Google Earth (2021a), sistema de referencia WGS84 EPSG 4326.
Elaborado con base en imágenes del servicio Google Earth (2021b), sistema de referencia WGS84 EPSG 4326.
Elaborado con base en imágenes del servicio Google Earth (2021b), sistema de referencia WGS84 EPSG 4326.
En
los casos de los nichos de la vereda Raizal y del corregimiento Nazareth
(figuras 4 y 5), geográficamente aislados de otros nichos estudiados, también
se priorizan las mismas funciones agroecológicas. A diferencia de las veredas
anteriores, en estos dos lugares la producción en monocultivos es menos
extendida y aún se mantiene más espacio en áreas de conservación. En ese
contexto, varias plantas usadas como productos forestales no maderables se
encuentran disponibles, por el manejo adaptativo, e integradas en los nichos de
agrobiodiversidad.
Según la ubicación
de los nichos a nivel del paisaje circundante, se observa que existe cercanía
con cuerpos de agua, especialmente ríos y quebradas (figura 1), y con pequeños
parches de bosque (figuras 3, 4 y 5). Esto permite resaltar el potencial de
tales espacios como articuladores y conectores del paisaje y de los ecosistemas
circundantes, teniendo en cuenta su diversidad de especies y de funciones. La
predominancia de funciones de control de plagas, atracción de polinizadores,
barreras cortavientos y protección de suelos sugiere una posible interacción
beneficiosa entre nichos y paisaje. Los nichos de agrobiodiversidad no son
espacios cerrados, por el contrario, se comunican con el entorno inmediato
generando oportunidades de conectividad que podrían apoyar procesos de
restauración del paisaje.
El
trabajo realizado en nichos de agrobiodiversidad en áreas rurales bogotanas permitió
avanzar en la definición de categorías asociadas a funciones agroecológicas
clave para pensar estos espacios en contextos de expansión de monocultivos, de
fragmentación y de homogeneización del paisaje. Las funciones destacadas fueron
la atracción de polinizadores, el control de plagas, la protección del suelo y
la retención de humedad, las barreras cortavientos y cercas vivas, el alimento
para aves e insectos, la oxigenación del suelo y la diversificación espontánea.
Tras
cada función subyacen relaciones sociales y ecológicas que se presentan en
múltiples escalas del paisaje y que demuestran una capacidad de adaptación a
las condiciones geográficas altoandinas y a la pérdida de biodiversidad
asociada a la homogeneización de los paisajes. Las plantas identificadas tienen
relación con otras especies, pero también son la base del sostén y
funcionamiento de todo el nicho de agrobiodiversidad en comunicación con los
predios y con los paisajes circundantes. Además, las funciones de los nichos
están asociadas a la economía de los hogares, tanto monetaria como no
monetaria.
Los
hallazgos de la investigación en que se basa este texto nos permiten concluir
que los nichos de agrobiodiversidad analizados materializan los vínculos de sus
cuidadoras, mayormente mujeres, con las plantas y los paisajes, esenciales para
la sustentabilidad territorial y para la preservación de la diversidad y
memoria biocultural. Estos espacios incluyen conocimientos ambientales que,
además de la producción de alimentos y productos, permiten la reproducción de
plantas funcionales en la vida cotidiana campesina.
Otra
dimensión de los nichos involucra la construcción de redes locales y
colectivas. Aunque la mayoría de especies se
encuentran en pocos nichos, en particular las ornamentales y los árboles y
arbustos, su siembra refleja prácticas culturales cotidianas, redes e
intercambios entre vecinos, amigos y familiares desde la misma ruralidad
bogotana y otras regiones. El caso de los árboles y arbustos es particular ya
que, aunque las huertas y los jardines no suelen tener espacio para sembrarlos
abundantemente, muchos pueden ser nombrados porque es común recolectar sus
frutos, semillas y hojas en las áreas boscosas aledañas. Su presencia refleja
el potencial de manejo de especies a escala local en procesos de restauración
ecológica participativa.
Se
abren así espacios para futuros análisis. En particular, los resultados no
reflejan cambios o patrones temporales de los nichos de agrobiodiversidad, sino
un registro estático de las especies nombradas, sus funciones y relaciones
socioculturales. Esta información puede ampliarse, entendiendo que los nichos
de agrobiodiversidad suelen ser dinámicos (Ortiz et al. 2015). Para estimar la
presencia de la agrobiodiversidad en otras fincas y veredas, en diferentes
escalas espaciales y temporales, es necesario elaborar más estudios que
permitan realizar comparaciones o inferencias.
Adicionalmente,
puede ser relevante analizar el potencial de estos sitios en cuanto
articuladores de esfuerzos de conservación y recuperación de bosques, especies
nativas y espacios de agua. Los nichos no solo contienen múltiples especies en
espacios reducidos, pues quienes se dedican a su cuidado desarrollan prácticas
de manejo que facilitan el reciclaje de nutrientes en los suelos, la retención
de humedad, la protección de fuentes hídricas, el control biológico de plagas,
la producción y uso de biomasa, y la conectividad de los paisajes.
Este
artículo ofrece pistas para entender las huertas y los jardines campesinos como
espacios vivos, multifuncionales y conectados en dimensiones socioculturales y
ecológicas. Su tamaño reducido es compensado y potenciado por su diversidad y
heterogeneidad, a partir de las cuales existen posibles articulaciones a escala
del paisaje. La alianza entre diversidad de especies, conocimientos y prácticas
culturales hace de estos espacios un elemento fundamental de la diversidad y
memoria biocultural bogotana, que no ha sido suficientemente reconocido.
Es
necesario investigar dinámicas de afianzamiento, en las que se reconozcan los
conocimientos locales, en gran parte en manos de las mujeres, y que acompañen
programas de acceso y formalización de la propiedad rural y estrategias de
comercialización diversificada. Ampliar los análisis y visibilizar las
funciones de las huertas y los jardines como nichos de agrobiodiversidad
constituye un paso clave para comenzar a reconocerlos y entenderlos como
bisagras de la estructura ecológica de los paisajes rurales de Bogotá.
La recolección de datos fue posible
gracias al financiamiento del Jardín Botánico de Bogotá en el marco del
Programa de Investigación en Aspectos Socioculturales Vinculados a la
Transformación de Ecosistemas del 2015 al 2016. Agradecemos a las comunidades
campesinas de las localidades bogotanas de Usme, Ciudad Bolívar y Sumapaz, por
su interés y paciencia, por compartir sus conocimientos y abrirnos las puertas
de sus hogares, huertas y jardines para mostrarnos la riqueza de ese universo
de agrobiodiversidad que cuidan día a día. Agradecemos también a Jorge Ortiz,
por su apoyo, sus comentarios y sugerencias para mejorar el análisis de los
datos en los que se basó este trabajo.
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Notas
[i]
Lo definimos como “un cuerpo de conocimientos, prácticas y creencias acumuladas
que se encuentra envuelto en procesos de adaptación asociados a la transmisión
cultural y las relaciones con otros grupos de humanos o partes interesadas y
con la naturaleza” (Berkes 2012, 7 [traducción propia]).
[ii] Las localidades son unidades administrativas para el ordenamiento territorial. En Bogotá, existen 20, de las cuales Ciudad Bolívar, Usme y Sumapaz son las que tienen mayor área y población rural (Secretaría Distrital de Ambiente 2022).