Temas
Recambio de ingresos y comercio informal durante
la pandemia de la covid-19 en Huancayo, Perú
Replacement income and informal commerce during the COVID-19
pandemic in Huancayo, Peru
Dr. Patrick Clark. Profesor. York University (Canadá).
(patclark@yorku.ca) (https://orcid.org/0000-0002-6556-913X)
Dr. Aparicio Chanca-Flores. Profesor. Universidad Nacional del Centro del Perú.
(chancaf@yahoo.es) (https://orcid.org/0000-0002-5664-5444)
Dra. Susan Vincent. Profesora. Universidad de San Francisco Javier (Canadá).
(svincent@stfx.ca) (https://orcid.org/0000-0001-9166-1477)
Recibido:
14/06/2022 • Revisado:29/09/2022
Aceptado:
16/12//2022 • Publicado: 01/05/2023
Cómo citar este artículo: Clark, Patrick,
Aparicio Chanca-Flores y Susan Vincent. 2023. “Recambio de ingresos y comercio
informal durante la pandemia de la covid-19 en Huancayo, Perú”. Íconos. Revista
de Ciencias Sociales 76: 167-185. https://doi.org/10.17141/iconos.76.2023.5544
Resumen
Este artículo constituye
un aporte empírico sobre la correlación entre la informalidad económica y la
pandemia de la covid-19 en Perú. Con base en entrevistas a comerciantes del
sector informal de la ciudad de Huancayo, se analizan los impactos pandémicos
en relación con sus ingresos y medios de vida y se sostiene que el empleo
informal tuvo una gran repercusión en los trágicos indicadores de salud pública
en el país. La flexibilidad intrínseca de este tipo de actividades,
puntualmente para el comercio ambulatorio, y la falta de acceso a sistemas y
esquemas de protección social fueron las principales razones por las que las
personas emprendían en este sector para reemplazar los ingresos que perdieron
debido al confinamiento. Así, se introduce la noción “recambio de ingresos” en
la economía durante la pandemia. La heterogeneidad entre quienes realizan
labores informales, específicamente en el acceso a diferentes tipos de
recursos, permitió tales emprendimientos y facilitó que algunas personas
controlen su posible exposición al virus. Se concluye que en el enfoque de la
formalización económica de las últimas décadas de liberalización financiera no
se consideran las ventajas que las actividades informales ofrecen frente a la
formalización. De hecho, la informalidad sigue brindando la mejor oportunidad
de ingresos inmediatos y opciones altamente flexibles, en particular para
adaptarse a situaciones de crisis como la pandemia.
Descriptores: comercio
informal; covid-19; informalidad económica; Perú; precariedad; reproducción
social.
Abstract
This article constitutes
an empirical contribution regarding the correlation between economic
informality and the COVID-19 pandemic in Peru. Based on interviews with
merchants in the informal sector of the city of Huancayo, the pandemic-related
impacts are analyzed in relation to income and livelihoods. It is argued that
informal employment played an important role in the tragic indicators of public
health in the country. The intrinsic flexibility of this type of activities,
specifically for walking merchants, and the lack of access to systems and
programs of social security were the main reasons that people worked in this
sector to replace the income they lost due to confinement. Thus, the notion
“replacement of income” in the economy appeared during the pandemic. The
heterogeneity among those who carry out informal work, specifically in terms of
their access to different resources, enabled such work and enabled some people
to control their exposure to the virus. It is concluded that the focus on
economic formalization of the last decades of financial liberalization are not
considered advantages that informal activities offer in relation to formalization.
In fact, informality continues to offer the best opportunity for immediate
income and highly flexible options, in particular for adapting to crisis
situations like the pandemic.
Keywords: informal commerce; COVID-19; informal
economy; Peru; precarity; social reproduction.
La pandemia por la
covid-19 ha generado una grave crisis multidimensional en Perú, tanto en la
salud pública como en los niveles socioeconómico y político. Desde una
perspectiva comparativa y global, la pandemia en este país se caracterizó por
una contradicción entre la contundencia de la respuesta estatal para frenar la
propagación de la enfermedad y la cantidad de infecciones y muertes que se
registraron: terminando la tercera ola de contagios, en mayo de 2021, Perú
quedó en el primer puesto mundial por el número de fallecidos per cápita por
covid-19 (World Health Organization 2021). Sin embargo, también ha sido
calificado como un caso relativamente “riguroso” en términos de la respuesta
gubernamental de salud pública, según el índice internacional de rigor
comparativo desarrollado por la Universidad de Oxford (Hale et al. 2021). Este
artículo representa una aproximación al tema de la informalidad económica y los
medios de vida en relación con las particularidades del caso peruano, y los
impactos de la pandemia y las medidas para promover el distanciamiento social.
Dentro de otros factores,
en los análisis sobre los impactos de la pandemia en Perú se ha subrayado el
peso del sector informal relativo con respecto a otros países de la región como causa central
de los trágicos indicadores de salud pública. Los estudios preliminares sobre
los impactos de la pandemia en el país han identificado la debilidad de las
instituciones, la falta de capacidad del sistema de salud pública, la inequidad
social y la informalidad económica como los principales factores causales de
las altas tasas de infección y de muertes registradas (Álvarez-Risco et al.
2020; Lossio 2021; Schwalb y Seas 2021; Pugley Delgado 2020). Ciertos grupos
han sido más impactados por la pandemia; por ejemplo, las mujeres han sido más
afectadas que los hombres (Jaramillo y Ñopo 2020), los cientos de miles
de refugiados y migrantes venezolanos han sido más golpeados en promedio que
los ciudadanos naturales (Fernández Dávila 2021; Schwalb y Seas 2021), las
poblaciones indígenas y pobres también han sufrido más el impacto de la covid
(Abizaid, Collado Panduro y Gonzales Egusquiza 2020).
Un denominador común en
todos estos casos es la informalidad económica que esta más correlacionada con
todos estos grupos que con otros. En esa línea, la contribución reciente de Jan
Lust (2021), quien analiza los impactos de la pandemia en Lima, propone una
correlación entre los altos niveles de informalidad económica en Perú, el auge
del comercio ambulatorio en tiempos de pandemia y los niveles de infección y
muertes debido al virus. En la misma dirección, Ciro Maguiña-Vargas sostiene
que la informalidad puede ser incluso el factor más importante para explicar
los impactos graves de la pandemia en términos de la cantidad de infecciones y
de fallecimientos en el país.
Lo
cierto es que la economía informal, de la que depende el 70 % de la población,
sufrió un duro golpe con la cuarentena y es tal vez la causa más importante del
fracaso en la contención de la pandemia. El lema “Quédate en casa”, que al
principio parecía correcto, no era sostenible en la práctica y por eso la
presencia de miles de ambulantes en las calles en plena cuarentena. De ahí
surge la denominación de “cuarentena chicha”. Parece que el auge de esa
economía informal ahora nos pasa factura. A ello se suma que, a causa de la
gran pobreza existente en el país, el hacinamiento afecta a miles de hogares,
lo que contribuye al mayor y más rápido contagio (Maguiña-Vargas 2020, 129).
Aunque
la informalidad económica interactuaba con otros factores (fallos de la gestión
política e institucional, falta de capacidad en el sistema de salud, etc.)
durante la errática contención del virus en el país, Maguiña-Vargas (2020)
sugiere que los altos niveles de informalidad pueden ser la causa central de
los trágicos indicadores durante la pandemia en Perú. En este artículo se
considera este argumento y se pretende contribuir a esta discusión al repasar
los debates suscitados en la literatura sobre la informalidad. Además, se
plantea un análisis de la relación entre los impactos relativamente graves de
la covid-19 en Perú y el tamaño del sector informal, tomando en cuenta
evidencias empíricas de trabajadoras y trabajadores en el sector informal
durante la pandemia en la ciudad de Huancayo.
La economía peruana se
considera una de las más informales de Latinoamérica, algo que ha sido
subrayado en varios de los estudios sobre las causas de las altas tasas 169 de infección y muertes
por covid-19 en el país. Durante las últimas décadas, la tasa de informalidad
en la población económicamente activa se estimaba alrededor del 70 % y, a pesar
de las predicciones según las cuales la liberalización económica de los años 90
fomentaría la formalización de la economía, parece que la liberalización económica
ha tenido el efecto contrario (Chong, Galdo y Saavedra 2008). De acuerdo con el
análisis del mercado laboral en el Perú entre 1986 y 2001, la informalidad se
incrementó el 10 % durante dicho período, pese al crecimiento económico y la
aplicación de la modernización del registro de propiedad, entre otras políticas
de formalización (Chong, Galdo y Saavedra 2008, 232).
Al estallar la pandemia
en 2020, el crecimiento de las actividades informales estaba concentrado en los
sectores del comercio y los servicios, en cambio, la disminución de puestos de
trabajo formales se concentró en el sector público y en las industrias pesadas
y manufactureras (Chong, Galdo y Saavedra 2008, 237). Esto ha significado que
una parte minoritaria de la ciudadanía en el Perú tuviera acceso a esquemas o
sistemas de protección social asociados con el empleo formal antes de la
pandemia (por ejemplo, seguro de salud, pensiones, etc.). Aunque, desde 2011,
ha habido una expansión de varios programas sociales y de transferencias
monetarias centrados en las personas definidas como pobres por el Sistema de
Focalización de Hogares (SISFOH), incluyendo los programas Pensión 65 y Juntos.
Este sistema, sin embargo, no se aproxima a un sistema de protección universal.
Como varios observadores han concluido, los fallos en la protección social
frente al choque exógeno de la covid-19 repercutieron negativamente en la
contención del virus (Jaramillo y Ñopo 2020; Pugley Delgado 2020; Schwalb
y Seas 2021).
A través de las
entrevistas y del análisis realizado para este estudio, se demuestra que estos
y otros programas de apoyo implementados durante la pandemia no fueron
efectivos en el contexto de una economía tan informal o el apoyo que proveyeron
no fue suficiente en términos monetarios para subvencionar los gastos, por lo
que muchas personas tenían que seguir trabajando en actividades informales para
poder sostenerse. Mediante las entrevistas, encontramos que la pandemia generó
un recambio de las fuentes de ingresos mediante una intensificación del
comercio ambulatorio. Sostenemos que, en el contexto de alta precariedad
socioeconómica, para las clases populares en Perú, las actividades informales
devienen en la primera línea amortiguadora frente a las crisis personales o
familiares, como la pérdida de ingresos debido a la pandemia.
El análisis empírico de
este artículo se basa en los datos aportados durante las entrevistas a
comerciantes menores o personas que trabajaron en el sector informal en la ciudad
de Huancayo durante la pandemia por la covid-19 en 2020 o en 2021. Las siete
entrevistas citadas se realizaron en junio de 2021 y permitieron obtener
observaciones de primera mano acerca de los impactos de la pandemia sobre el
sector informal en la ciudad. El autor Aparicio Chanca-Flores y cuatro
estudiantes de pregrado del programa de Antropología de la Universidad Nacional
del Centro del Perú recopilaron información a través de entrevistas grabadas y
transcritas para ser analizadas. Las entrevistas contaron con el consentimiento
voluntario de entrevistadas y entrevistados, en plena etapa de pandemia
covid-19 siguiendo todos los procedimientos de salud pública. Usamos estos
datos para analizar los impactos de la crisis sobre las estrategias socioeconómicas
de vendedores y vendedoras, junto con otras fuentes primarias y literatura
secundaria. En sus palabras encontramos que la pandemia generó un recambio
hacia una intensificación del comercio ambulatorio, además de una
diversificación y profundización del fenómeno. El estudio en el que se basa
este texto corresponde al tipo exploratorio, que se caracteriza por generar
conocimiento a partir de un marco teórico existente, en este caso los debates
sobre la informalidad económica. El enfoque fue cualitativo que consiste en
describir y analizar narrativas de experiencias, creencias y conocimientos
prácticos de individuos, familias y comunidades (Hernández Sampieri, Fernández
y Baptista 2014); además la investigación estuvo orientada a la comprensión de
las perspectivas que tienen las personas entrevistadas producto de sus
experiencias vividas y expresadas con sus mismas palabras (Taylor y Bogdan
1987; Bertaux 2005).
Cabe
añadir que para la concreción del presente artículo se mantuvieron reuniones a
través de la plataforma Zoom que permitieron interactuar frecuentemente, además
se usó el correo electrónico y el WhatsApp.
Durante
el siglo XX, como en el resto de Latinoamérica, el número de puestos formales
aumentaba de forma desigual en Perú. El comercio ambulatorio o callejero es
quizás la ejemplificación más clara o emblemática en el imaginario popular de
la informalidad económica. En términos comparativos dentro de la región, Perú
representa un caso extremo, con un porcentaje muy alto de la economía
denominada informal. Casi todos los sectores económicos, industrias y aspectos
de la vida socioeconómica peruana se ven afectados por la informalidad, lo que
a su vez conlleva implicaciones para la vida cultural y política del país. Las
definiciones más comunes de economía informal, citamos la de Castells y Portes
(1989) o la de Hart (1973), se refieren a la falta de regulación legal o
estatal de las interacciones económicas. Al respecto, el conocido peruano
Hernando de Soto (2000) argumenta que las estructuras legales y políticas en
Perú, y también en otros
países, previenen o dificultan la formalización que fomentaría el crecimiento y
el escalamiento de emprendimientos informales. Según De Soto, las razones
centrales por las que la informalidad persiste son por los problemas políticos,
por la inercia burocrática o por la corrupción asociadas con la falta de
títulos legales de propiedad. En su visión asume que trabajadores y
comerciantes quieren y pueden ser emprendedores. Esta conceptualización de la
informalidad tiene sus raíces en los debates teóricos de las ciencias sociales
sobre la “racionalización” o “reglamentación” de la vida social,
conceptualizada por Max Weber (2009) y por otros teóricos de la sociología
clásica. El limitante de este punto de entrada en el análisis del fenómeno es
que no ayuda a conceptualizar la interrelación entre lo informal y lo formal.
En
este artículo partimos de una conceptualización del sector informal no dualista
que lo entiende como parte de la economía política en su totalidad, lo cual no
significa que esté desconectado de la economía formal, cuestión ya argumentada
en las discusiones sobre el trabajo informal. De hecho, Centeno y Portes (2006)
llaman la atención sobre la existencia del sector informal producto de las
definiciones y regulaciones estatales. Hablando sobre los vendedores del
mercado en Colombia en la década de los 70, Caroline Moser (1977) demostró que
integraban la economía de Bogotá de manera vulnerable y dominada. Por su parte,
José Nun (1999) arguye que aun en los países del Norte Global en el “apogeo del
fordismo”, la mayor parte de los trabajadores no eran empleados asalariados
formales, sino que estaban vinculados a lo que Gavin Smith (2011) denomina
“relaciones comodificadas intricadas”, una categoría que incluye el trabajo
informal.
Las
formas intrincadas en que las actividades económicas de diversas variedades no
solo constituyen la economía de un Estado, sino que también están vinculadas en
la vida y en las esperanzas para el futuro de las personas, se pueden apreciar
a través de un marco de reproducción social (Fernández Álvarez y Perelman 2020;
Fernández Álvarez 2018; Narotzky y Besnier 2020; Smith 2020). La integración de
actividades informales en las estrategias para ganarse la vida está
estrechamente entrelazada con los procesos políticos, sociales y económicos
formales del país en general. Si bien la informalidad es un corolario esencial
de la economía regulada, el trabajo informal, junto con el trabajo formal
precario, ha aumentado durante los últimos cuarenta años con la propagación
desigual del neoliberalismo por todo el mundo, y en particular en América
Latina (Bromley y Wilson 2018; Cypher 2018). Frente a la afirmación de Hernando
de Soto (2000) de que los trabajadores informales anhelaban disfrutar de los
beneficios de la formalización y que la economía formal podría absorberlos, se
puede argüir que las reformas neoliberales en realidad afianzaron
estructuralmente su papel (Felder y Patroni 2018). La complejidad de este
proceso se refleja en el cambio en la naturaleza del trabajo y de la
explotación a nivel mundial,
reubicando
la producción en nuevas regiones mientras reformulaba y multiplicaba la forma
en que el sector trabajador encajaba en las economías (Kasmir y Carbonella
2014). Muestra de ellos es la subcontratación en empresas organizadas de modo
cada vez más informal en lugar de en puestos permanentes.
La
expansión de la financiarización constituyó un camino adicional para la
extracción de valor de los trabajadores informales mediante los intereses de
los préstamos, por encima de la producción de servicios y bienes a través de la
autoexplotación (Gago 2015). Para Verónica Gago, el giro hacia la provisión por
parte del Estado de fondos de alivio de la pobreza, como las transferencias
monetarias condicionadas, en lugar de proveer de empleo formal, facilitó la
expansión de este extractivismo financiero (ver también Bromley y Wilson 2018).
Esta situación se refleja en Perú, donde la participación de la población
económicamente activa en el trabajo informal pasó de 58,2 % en 1990 a 74,3 % en
2012 (Nunura y Flores 2001; INEI 2014). El Gobierno peruano, a través de su
apoyo a la creación de pequeñas y medianas empresas y a la subcontratación,
claramente ha dado su aprobación tácita a la informalización de la economía
(Lust 2019). Un ejemplo muy contemporáneo de esta dinámica es el creciente
papel de los aplicativos Uber y Glovo que encarnan la vinculación entre lo
formal y lo informal (Dinegro Martínez 2020; Carrión Chulluncuy y Fernández
Dávila 2021). En resumen, la economía informal es, y ha sido durante mucho
tiempo, un recurso por defecto tanto para las personas que intentan ganarse la
vida como para aquellas en la economía regulada que esperan limitar los gastos.
Desde
el primer reconocimiento del sector (Hart 1973), la heterogeneidad de la
informalidad ha sido clara. Bromley y Wilson (2018) brindan una descripción
general de las diferentes perspectivas y características de este ámbito. En
diferentes circunstancias, el sector informal puede aumentar junto con una
economía fortalecida (proporcionando servicios personales o subcontratados),
mientras que también puede aumentar con una economía en declive cuando las
personas se ven obligadas a quedarse sin trabajo. Varias consideraciones pueden
llevar a la gente a abandonar el sector formal cuando las condiciones o la
regulación hacen que no sea atractivo. El argumento de Hernando de Soto (2000),
por ejemplo, es que las estructuras legales y políticas en Perú, y también en
otros países, impiden o dificultan la formalización, lo cual alentaría el
crecimiento y escalamiento de empresas informales. Según De Soto, una razón
central por la que persiste la informalidad se debe a problemas políticos,
inercia burocrática o corrupción asociada con la falta de títulos de propiedad
legales.
James
Scott sostiene que, en muchos casos, permanecer fuera de la reglamentación o de
la legalidad resulta más atractivo o beneficioso que formalizarse (Bahre 2007).
Investigaciones anteriores a las de Scott (1998) inspiraron varios estudios
etnográficos en los que se describe cómo diferentes grupos “evitan” el proceso
de ser “cuantificados” o “vistos” por sus Estados y así mantenerse fuera del
marco legal y los sistemas de recaudación de impuestos, por citar dos
circunstancias. Aunque esta idea 173 puede describir la distinción entre un sector
cuantificado o “visto”, en las palabras de James Scott (1998), por la
regulación estatal o por las instituciones financieras, el peso de la evidencia
contradice las afirmaciones de Hernando de Soto (Bromley y Wilson 2018, 10). El
sector informal cubre una amplia gama de actividades: desde aquellas que no son
ilegales en sí mismas –por ejemplo, la venta–, pero que se llevan a cabo más
allá del entorno regulatorio, hasta aquellas que son ilegales, dígase el
tráfico de drogas ilícitas, la prostitución (donde está prohibido por ley) y la
delincuencia. La investigación en la que se fundamenta este artículo se centró
en el comercio ambulatorio, es decir, en la primera categoría de actividades.
Las
mujeres, tradicionalmente consideradas responsables de asegurar la reproducción
diaria del hogar, se enfrentan a una presión particular para obtener ingresos
en periodos de crisis (Vincent 1998). Ante las limitadas oportunidades de
encontrar lugar en la economía formal, las mujeres pobres han hecho un buen uso
de sus habilidades domésticas y de sus redes sociales en el trabajo informal.
De hecho, en Perú, las ventas callejeras informales y en los mercados se
reconocen como dominio de las mujeres, especialmente cuando se trata de
alimentos (Babb 1989; Bunster y Chaney 1985).
Quienes
se dedican a la venta, al igual que otros trabajadores informales, se hallan en
posiciones diferentes en cuanto a su estabilidad, recursos y vulnerabilidad.
Wilson y Gámez (2010) discuten el éxito de las vendedoras de playa mexicanas en
términos de sus redes sociales y de sus niveles de educación. Nosotros
encontramos que el acceso a recursos tales como edificios desde los cuales
vender o transportar, capital para invertir en productos y experiencia en
ventas brinda a vendedores y vendedoras mayor seguridad que a quienes recurren
a la venta informal como un recurso provisional que podrían emprender a corto
plazo.
Debido
a su definición de sector no regulado por el Estado, la economía informal
siempre es potencialmente vulnerable a la represión de los funcionarios
(Bromley 2000; Cross y Peña 2006; Fernández-Kelly y Shefner 2006). En las
últimas décadas, algunos analistas han utilizado el término “revanchismo”,
derivado del francés, para referirse a políticas o medidas destinadas a expulsar
a comerciantes informales de determinados sectores o áreas urbanas (Mackie,
Bromley y Brown 2014; Swanson 2007). Sin embargo, en muchos casos también ha
habido un cambio hacia políticas que intentan regular y organizar el comercio
ambulante e informal a través de medidas que incluyen la formación de
asociaciones, el otorgamiento de licencias, la reubicación de vendedores en
puestos permanentes, etc. (Meneses-Reyes 2018; Roever 2016).
En
este sentido, Mackie, Bromley y Brown (2014, 1885) explican que, en general,
las orientaciones de las distintas autoridades urbanas se ubican entre los
extremos de “tolerancia” e “intolerancia” hacia el comercio informal. Parece
que el caso de Huancayo tiende más a la tolerancia, pero su incremento durante
la pandemia y las contradicciones con las normas de confinamiento y
distanciamiento han generado conflictos con las autoridades.
Este
tipo de situación es explicada por Sally Roever (2005) como la “negociación” de
informalidad y formalidad a través de sistemas de licencias y de órdenes a
nivel político subnacional, generalmente mediante los Gobiernos municipales. Si
bien algunos vendedores pueden operar en circunstancias que facilitan su
aceptación por parte de las autoridades, otros siempre son vulnerables, no solo
ante los funcionarios sino también ante los ataques de actores no estatales.
Cross y Peña (2006) analizan a los vendedores ambulantes en México y a los
traficantes de drogas en Nueva York en términos de una variedad de represión y
peligros, con la Policía en un extremo y las pandillas en el otro. En nuestro
caso, observamos distintos riesgos que enfrentan los vendedores durante la
pandemia. Estos incluyeron acoso por parte de la Policía, violencia proveniente
de elementos criminales y el propio virus.
La
naturaleza comercial de Huancayo y la capitalización a varias escalas y niveles
permitía el establecimiento de diferentes olas o generaciones de lo que Adams y
Valdivia (1994) denominan los “otros empresarios”. Escribiendo en el contexto
de la liberalización económica de la década de los 90, Adams y Valdivia (1994,
21) sostienen que “se situarían en el nivel de la sobrevivencia, aunque un
estrato de las mismas presentaría condiciones potenciales de desarrollo”. De
las entrevistas se desprende que durante la pandemia las personas tenían
recursos y capacidades muy diferenciadas para adaptarse al choque externo de
los órdenes de confinamiento, que suponían el cierre de negocios y afrontar la
pérdida y la ausencia de ingresos que esta medida ocasionaba.
Aunque es cierto que el
sector informal es muy heterogéneo y diverso, la mayoría de las personas que
trabajan y se ganan sus vidas en el sector no tendrían posibilidades para
escalar sus actividades o emprendimientos y formalizarlos; más bien, esto puede
explicarse como un “capitalismo de subsistencia” (Lust 2019), y no de
reproducción ampliada. Si bien dentro de esta diversidad sin duda hay algunos
emprendedores que se beneficiarán de la formalización, que tendrían el
“potencial de desarrollo” (Adams y Valdivia 1994, 21), la mayoría son personas
que encuentran en las actividades informales una posibilidad de ganancias sin
tener que pagar impuestos u otros gastos fijos. Además, sin la inversión en el
capital fijo que implicaría la formalización, los emprendedores y emprendedoras
pueden cambiar el enfoque de sus empresas rápidamente. En conclusión, existen
muchos negocios y actividades informales que están más incentivados para
continuar en la informalidad que por escalar sus operaciones a través de la
formalización, y este es un hecho que en el enfoque de la formalización no se
ha reconocido suficientemente.
Huancayo
se denominada coloquialmente “la Capital Ferial del Perú” y siempre ha sido un
centro comercial del país. La ciudad, en cuanto punto de intercambio económico,
posee un papel histórico en la economía regional de los Andes centrales
(Stolmaker 1979). Su ubicación en el Valle del Mantaro, cercana a varias zonas
ecológicas y geográficas, la ha convertido en un centro mercantil que tiene
antecedentes precoloniales. En el siglo XX, la región de la Sierra centro
alrededor de Huancayo se caracterizó por la “proletarización” de las
poblaciones campesinas que eran empleadas en diferentes aspectos de la
industria minera (Long y Roberts 1978). Este proceso facilitaba la
“capitalización” a pequeña escala de la región y una relativa diversificación
de la economía regional en comparación con otras regiones de la Sierra (Long y
Roberts 1978).
Con
el cierre de la mayoría de los establecimientos públicos y comerciales por las
medidas de emergencia asociadas con la pandemia durante 2020, Huancayo vivió un
aumento significativo en el comercio ambulatorio o informal, debido a que
muchas personas se dedicaban a esta actividad en lugar de quedarse en casa y
seguir las restricciones de salud pública. Por ejemplo, en junio de 2020, la
Municipalidad de Huancayo estimó que el comercio informal y ambulatorio se
había incrementado en un 120 % con respecto al año anterior (RPP Noticias 2020). Un estudio previo a
la pandemia sobre el comercio informal y ambulatorio en Huancayo enfatiza su
vinculación con la precariedad crónica en el mercado laboral en Perú, con el desempleo,
el subempleo y también con la migración desde distritos rurales del país, en
particular de áreas rurales de Huancavelica (Condori Apaza et al. 2020, 100).
La pandemia ha exacerbado esta precariedad. El incremento del comercio informal
en un centro urbano como Huancayo no resulta sorprendente, pero sostenemos que
la ampliación y diversificación del fenómeno revela la centralidad de la
precariedad económica en el modelo económico actual peruano.
5. La informalidad antes de la pandemia:
ingresos flexibles y producto inherente de la estructura económica
Ya sea para obtener
dinero en efectivo de forma temporal o para ganarse la vida a largo plazo, el
sector informal constituye una fuente de ingresos mucho más confiable que el
sector formal para la mayoría de la población peruana, aun antes de la
pandemia. A pesar del pretendido éxito económico de Perú durante las dos
últimas décadas, el sector formal ha hecho poco para proporcionar empleos bien
remunerados que satisfagan las necesidades de la gente. Una de las
entrevistadas, la señora Bety, demuestra cómo los emprendimientos informales la
han apoyado durante sus primeros años cuando ahorraba para un propósito
específico. Además, el emprendimiento informal se convirtió en su actividad
principal como adulta y le permitió adaptarse rápidamente a las condiciones
cambiantes de la pandemia, las cuales la forzaron a abandonar un emprendimiento
previo y girar hacia una nueva actividad (entrevista a Bety, Huancayo, 5 de
junio de 2021).
La señora Bety comenzó
muy joven con un emprendimiento informal en Puno y al trasladarse a Huancayo
esta actividad le permitió financiar sus estudios universitarios. Bety contó
con orgullo que no tuvo que pedir apoyo ni a su padre ni a su madre. Como
muchas personas lo han descubierto, en Perú, a pesar de su educación, los
trabajos disponibles en el mercado laboral ofrecían bajas remuneraciones, por
lo que Bety volvió a vender para ganarse la vida. Cuando llegó la pandemia en
2020 estaba casada, con cuatro hijos y vivía en Huancayo. Tenía un pequeño
quiosco fuera de su casa donde vendía comida y dulces a estudiantes y
profesores de institutos cercanos. Esta actividad requería largas horas de
trabajo, de seis de la mañana a diez de la noche, y una atención constante a
las demandas de sus clientes habituales para mantener su lealtad. Había
aprendido bien de su padre cómo dirigir su negocio y disfrutaba de su éxito.
Bety explicó que su marido es “mil oficios”, es decir, realiza diversas clases
de trabajos, pero es particularmente apreciado como maestro de obras
(entrevista a Bety, Huancayo, 5 de junio de 2021). En otra de las historias
recopiladas, es posible apreciar el caso de Patricia, quien estudió administración,
pero no ha podido encontrar un empleo en su profesión, por lo cual empezó a
vender productos en los espacios públicos (entrevista a Patricia, Huancayo, 15
de junio de 2021). Ella y otros interlocutores nos relatan que muchas personas
han perdido sus empleos por la pandemia, lo cual refleja la precariedad de su
situación a pesar de contar con la formación superior.
6. La venta informal como una solución
flexible y confiable
Bety eligió vender de
manera informal porque ya había aprendido de su padre cómo hacerlo. Enfatizó en
que es fácil obtener ingresos, pero también es difícil mantener las ganancias y
gestionar un negocio. Así dice: “En todo negocio siempre hay ganancia, pero hay
que saber mover el capital para que siga creciendo. Gracias a Dios siempre a mí
me ha ido bien, no puedo quejarme” (entrevista a Bety, Huancayo, 5 de junio de
2021). No podía quejarse porque había aprendido a mantener la lealtad de sus
clientes. Sin embargo, sabía que no tenía sentido invertir mucho en su negocio,
ampliarlo o formalizarlo. Antes de la pandemia, la ubicación de su negocio en
su casa, cerca de institutos de educación postsecundaria, mantenía los costos
bajos y proporcionaba una clientela potencial. Evitó mayores costos al no
formalizar su ejercicio. Al ser confiable, se ganaba la vida de manera también
confiable: preparaba buena comida, abundante y deliciosa, casi siempre estaba
abierta, tenía precios bajos y mantenía las porciones a pedido de sus clientes
habituales cuando lo solicitaban.
La mayoría de las
amistades que vendieron en la misma zona no tuvieron tanta suerte con la
llegada de la pandemia. Ellos alquilaban su ubicación, mientras que ella era
dueña de la suya. Bety tuvo que renunciar a su quiosco durante el encierro,
cuando las clases se volvieron virtuales, lo cual ocasionó que no hubiera
clientela. Algunas de sus amigas vendían bebidas en las esquinas o volvían a
los pueblos de donde provenían. Dos de sus primos vendieron papas en una
motocicleta durante el encierro, pero cuando se dispuso la reapertura de los
mercados, esta modalidad de venta quedó prohibida. Contar con un medio de
transporte conveniente, tener acceso a suministros o saber cómo preparar
alimentos o bebidas que atraigan a la gente y que funcionen como comida callejera
facilitan la obtención de algunas ganancias.
El hecho de que estas
actividades exijan poca inversión y puedan emprenderse de un día para otro
garantizan que la venta informal sea viable para obtener recursos económicos.
Son, además, muy adaptables: dado el caso de que la venta de papas no dé
resultados puede cambiarse por la de zanahorias, bebidas, calientes, chips para celulares u otros productos
debido a que la inversión no es irrevocable. A través de las entrevistas se
encontraron hallazgos similares. Varios de los interlocutores ya habían tenido
una tienda o un puesto, y debido a la pandemia algunos de estos tuvieron que
cambiar de estrategia: la señora Amanda, por ejemplo, tuvo que dejar de vender
en su tienda para ir a las ferias (entrevista a Jorge, Huancayo, 18 de junio de
2021); las personas que antes vendían ropa (entrevistas a Bety y Sabina) debido
a la pandemia se cambiaron a la venta de papa con huevo; el señor Jorge, que
antes vendía juguetes, encontró un nuevo mercado en la venta de mascarillas
(entrevista a Marisol, Huancayo, 16 de junio de 2021). Esta flexibilidad y
bajos los gastos operativos de las actividades informales permiten que los
emprendedores se adapten a cambios exógenos como la pandemia por la covid-19.
En el caso de Bety, ella
tuvo suerte de que sus suegros vivieran en el distrito El Tambo, que forma
parte de la zona metropolitana de Huancayo. Allí abrió una tienda en la planta
baja de la casa, un área a la que su esposo tenía derecho. Usó sus ahorros para
comenzar expandiendo gradualmente los productos que vendía. Su esposo no había
salido de la casa durante los primeros tres meses de la pandemia, estaba
demasiado asustado de contagiarse con la covid-19 y recibió solo uno de los
bonos ofrecidos por el Gobierno, pero ninguna de las canastas. Si no comenzaban
a ganar más dinero, las cosas se volverían difíciles (entrevista a Bety,
Huancayo, 5 de junio de 2021). Afortunadamente, uno de sus hijos se ha
interesado por el negocio y ella le ha enseñado los principios de servir a la
clientela como le enseñó su propio padre. Bety espera volver a su quiosco
cuando reinicien las clases presenciales y dejar la tienda a su hijo para que
pueda financiar sus propios estudios universitarios, al igual que lo hizo ella.
Su marido ha vuelto a emprender su propio trabajo informal como maestro de
obras.
No solo quienes ya
trabajaban en el sector informal recurrieron a él durante la pandemia. Muchos
de los interlocutores cuentan que habían perdido sus trabajos y no podían
esperar a “morir de hambre” en sus casas, por lo que preferían arriesgar sus
vidas y salir a la calle a vender. No está claro por qué optaron por vender en
vez de hacer otra cosa, sin embargo, los datos indican que el número de
vendedores ha aumentado significativamente, incrementándose de 6000 a 12 000,
según un representante del municipio de Huancayo (RPP Noticias 2020). Debido a los múltiples problemas, el comercio
ambulatorio constituía la opción disponible, puesto que requería poca inversión
y preparación, además de ofrecer la posibilidad de obtener ganancias, aunque
sean reducidas. Vender informalmente significa vender a bajo costo, y a los
clientes les conviene controlar sus gastos.
La estudiante Nickol, por
ejemplo, en conversaciones informales nos cuenta que no había otro remedio más
que vender cuando perdió su empleo en 2020. Aunque luego ella encontró trabajo
en un restaurante, se trató de un puesto precario. Otras experiencias similares
concurren en las entrevistas realizadas. Por ejemplo, algunos de los
entrevistados perdieron sus trabajos y para enfrentar la “falta de economía” se
dedicaron a la venta ambulatoria de productos de primera necesidad (alimentos)
y de bioseguridad, los cuales tenían una alta demanda debido a la pandemia
(entrevista a Marisol, Huancayo, 16 de junio de 2021). Otra interlocutora, una
profesora que llamamos Sabina, perdió su trabajo debido a la pandemia y tuvo
como “única alternativa” la venta ambulatoria de ropa (entrevista a Sabina,
Huancayo, 17 de junio de 2021).
7. ¿Quiénes conforman el sector informal
quieren acceder al crédito?
Como
se indicó anteriormente, con la línea de argumentación de Hernando de Soto y
otros teóricos se asume que los emprendedores y trabajadores informales
querrían acceder al crédito para invertir en sus operaciones a fin de lograr
expandirlas o escalarlas. La información recopilada en las entrevistas sugiere
que, por el contrario, existen dudas acerca de la posibilidad de endeudarse. La
señora Bety y su esposo habían obtenido un préstamo antes de la pandemia. Tras
descubrir lo alto que era el interés, hicieron lo necesario para pagarlo lo
antes posible (entrevista a Bety, Huancayo, 5 de junio de 2021). Por lo demás,
han utilizado sus ahorros para gestionar las nuevas actividades que Bety emprendió
durante la pandemia. Esta experiencia desmiente las afirmaciones de los
defensores de la inversión financiera que pregonan los beneficios de dar
crédito a personas pobres para la inversión empresarial.
Casi
todos los interlocutores hablan de préstamos. Por ejemplo, Marisol, quien había
obtenido uno para abrir su tienda antes de la pandemia. Cuando empezaron las
restricciones sanitarias, tuvo que cerrarla, pero aún debía pagar al banco, por
lo que emprendió la venta ambulante, aunque esta no fue muy rentable
(entrevista a Marisol, Huancayo, 16 de junio de 2021). Asimismo, Patricia,
quien vendía calzado en su tienda desde antes de la pandemia, tenía préstamos
y, no obstante las facilidades de
pagar, tuvo que volver a la venta para cubrir los costos financieros
(entrevista a Patricia, Huancayo, 16 de junio de 2021). En otras palabras, a
pesar de la pandemia, la situación fue muy rentable para las instituciones
financieras.
Sin embargo, la
informalidad también es un factor en la disponibilidad de crédito o acceso a
finanzas. Aunque el Gobierno peruano implementó medidas bajo el programa
Reactiva Perú para proporcionar fondos y limitar los pagos de intereses para
las microempresas, acceder a un préstamo fue un desafío para muchos. Los
retrasos, las barreras impuestas por las instituciones crediticias para
priorizar a quienes ya tenían préstamos de ellas y la necesidad de tener un
negocio registrado formalmente empujaron a las personas a los prestamistas
informales (Salazar Vega 2020). Existe una variedad entre los prestamistas
informales, desde parientes hasta vecinos, especialistas en el vecindario y
agentes extranjeros de lavado de dinero. Una asistente de investigación que ha
trabajado a largo plazo con la autora Susan Vincent le ha dicho que “el banco
no te perdona”, mientras que al menos algunos prestamistas informales ofrecen
programas de pago más flexibles.
La
señora Bety y su esposo son muy cuidadosos ante los riesgos que plantea la
covid-19; también fueron cautelosos para subsistir a través de sus ahorros
durante los primeros meses, lo que, sumado a la apertura de su tienda en 2021,
les permitió no exponerse demasiado al contagio. El suegro de Bety es anciano y
ella no quiere ser “el vector que lo enferme”. No comentó si las ventas
informales habían aumentado, tampoco describió lo que estaba sucediendo en las
calles, debido a que sus salidas se limitaron a las compras esenciales de
suministros y a su tienda (entrevista a Bety, Huancayo, 5 de junio de 2021).
Además,
la señora Bety estaba al tanto de otros riesgos. Sintió que las pandillas, las
ventas ilegales de alcohol y drogas y la prostitución habían aumentado. Su hijo
fue agredido por un joven drogado, que escapó cuando ella llegó al lugar,
alertada del peligro por su presentimiento de madre.
La
mayoría de los interlocutores relataron que había conflictos con las
autoridades. También sintió un peligro por parte de las autoridades, ya que su
esposo apenas pudo evadir a la Policía durante un encierro cuando fue a sacar
la basura. Sintieron que las autoridades actuaron demasiado rápido, en lugar de
tomar en cuenta las circunstancias particulares. Este escepticismo sobre las autoridades
se extendió a los encargados de distribuir suministros a las personas durante
la pandemia. Como se observó anteriormente, Bety recibió solo uno de los bonos.
Sintió que debería haber recibido una de las canastas, pero cuando fue a
pedirla le dijeron que eran solo para madres solteras. Su percepción era que
los bienes iban a parar a amigos o partidarios de los políticos (entrevista a
Bety, Huancayo, 5 de junio de 2021).
El tema de riesgos
también surgió en las demás entrevistas. No solo es difícil ganar lo suficiente
para cubrir los gastos cotidianos, sino también por el virus. Una muestra de
esto es el caso contado por Daniela sobre una madre soltera que trató de
ganarse la vida vendiendo mazamorra en la calle. A pesar de que había seguido
todos los protocolos, se contagió con el virus y murió (entrevista a Daniela,
Huancayo, 15 de junio de 2021). Aparte de los riesgos del virus, la evidencia
apunta hacia la competencia entre vendedores. Quienes tuvieron clientes habituales,
también denominados “caseros”, antes de la pandemia, no señalan haberlos
perdido, aunque no se descarta que esto realmente haya sucedido.
La evidencia analizada en
este artículo sugiere que las ventas informales a pequeña escala han constituido
una estrategia de sostenimiento de la vida para peruanos y peruanas durante las
últimas dos décadas, dadas las limitadas oportunidades en la economía formal.
Esta tendencia se ha visto reforzada, pero también renovada, en la crisis
provocada por la pandemia de la covid-19, en la cual muchas personas perdieron
fuentes de ingresos por las medidas de salud pública; la respuesta consistió en
lo que hemos denominado un recambio de actividades económicas y de ingresos.
Quienes ofrecieron sus testimonios enfatizaban en la facilidad con la que
iniciaron negocios informales antes de la crisis actual. Los ingresos de las
ventas realizadas fácilmente podrían proporcionar una estabilidad de corto
plazo frente a todos los cambios en la economía y la sociedad que la pandemia
causaba.
Las ventajas de la venta
informal, tanto antes como durante la pandemia, son claras: requiere poca
inversión, se adapta rápidamente para aprovechar las oportunidades y, según
nuestras fuentes, puede proporcionar al menos una ganancia mínima. Formalizar y
escalar una actividad comercial, junto con el acceso a préstamos, socava estas
ventajas: haría que la empresa sea más costosa y menos flexible. Al mismo
tiempo, la venta informal es un “plan B”, emprendido frente a una economía que
se niega a acomodar a quienes se dedican a estas actividades. El Estado peruano
promueve el espíritu emprendedor o el “emprendedurismo” (Carrión Chulluncuy y
Fernández Dávila 2020, 79) en lugar de implementar estrategias o políticas para
crear fuentes de empleo estables. Así lo ha sostenido Ciro Maguiña-Vargas
(2020, 129):
Perú,
según muchos economistas, tenía una economía sólida que crecía y era un ejemplo
en América Latina. Hoy, hemos visto que no era así; ese crecimiento estaba
basado en las actividades clásicas primarias de exportación, de minería y
agroindustria, parte de un modelo económico de tipo neoliberal que viene
aplicándose en nuestro país. A lo anterior se añade el predomino de la
informalidad dentro de ese modelo de crecimiento, que “nos pasa factura” con la
pandemia.
Las políticas económicas
de las últimas tres décadas constituyen el trasfondo de una situación en la
cual la informalidad se ha convertido en la estrategia de subsistencia por
defecto, ya sea en tiempos normales o de crisis. Por esa razón, se requieren
más estudios para entender mejor esta interrelación. Una agenda de
investigación a futuro sobre los impactos socioeconómicos debe tomar en cuenta
la informalidad económica en cuanto factor clave que contribuyó a la
propagación de la covid-19 en Perú. Nuestros interlocutores y nuestras
interlocutoras eran muy conscientes de los riesgos de los negocios, por lo
tanto, mantuvieron su estatus informal para garantizar las ventajas descritas
anteriormente frente a actividades formales. En el proceso, se expusieron a los
riesgos de la competencia, al acoso de las autoridades y, lo más preocupante en
el contexto actual, al virus que puede matarlos mientras intentan ganarse la
vida.
Agradecemos las
contribuciones de Nickol Salazar-Álvarez, Rusbelt Quispe-Ramírez y Elvializ Peña-Peinado,
estudiantes de pregrado del programa de Antropología de la Universidad Nacional
del Centro del Perú.
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Entrevista a Daniela,
Huancayo, realizada por Rusbelt Quispe-Ramírez, 15 de junio de 2021.
Entrevista a Jorge,
Huancayo, realizada por Nickol Salazar-Álvarez, 18 de junio de 2021.
Entrevista a Marisol,
Huancayo, realizada por Nickol Salazar-Álvarez, 16 de junio de 2021.
Entrevista a Patricia,
Huancayo, realizada por Elvializ Peña-Peinado, 16 de junio de 2021.
Entrevista a Patricia,
Huancayo, realizada por Nickol Salazar-Álvarez, 15 de junio de 2021.
Entrevista a Sabina,
Huancayo, realizada por Rusbelt Quispe-Ramírez, 17 de junio de 2021.