Temas
Entre
gigantes y molinos de viento: el lulismo en las elecciones presidenciales de
2018
Between
giants and windmills: Lulismo in the presidential elections of 2018
Dra. Mércia Alves.
Profesora. Universidad Federal de Paraná (Brasil).
(merciaallves@gmail.com) (https://orcid.org/0000-0001-8008-6905)
Dra. Joyce Miranda Leão Martins.
Profesora. Instituto de Ciencias Sociales, Universidad Federal de Alagoas
(Brasil).
(joycesnitram@yahoo.com.br) (https://orcid.org/0000-0002-6215-8706)
Recibido:19/08/2022
• Revisado: 11/11/2022
Aceptado:
10/05/2023 • Publicado: 01/09/2023
El lulismo, en cuanto amplio fenómeno de
adhesión a la figura política de Luiz Inácio Lula da Silva, se fundamenta
también en la aprobación de la imagen de “hombre del pueblo”, movilizada en las
elecciones de 2002 y evocada continuamente contra el Partido Socialdemócrata
Brasileño. En este artículo analizamos las estrategias de propaganda electoral
del Partido de los Trabajadores en un momento en que su mayor líder fue
encarcelado y sus principales opositores eran otros: los gigantes del
antipetismo. Partiendo de que la televisión sigue siendo importante en el juego
electoral brasileño, el corpus del análisis es el calendario electoral
televisivo del Partido de los Trabajadores durante la primera y la segunda
vuelta. En la metodología utilizada se combinan la observación de los tipos de
anuncio con el análisis del discurso de matriz francesa, basado principalmente
en las contribuciones de Charaudeau y Orlandi. Como categorías se observan el ethos
y el antiethos, los interdiscursos, las formaciones discursivas, las
formaciones ideológicas y las condiciones sociales de producción. Se concluye que
el lulismo se movilizó para luchar contra el gobierno de Temer y el Partido
Socialdemócrata Brasileño, molinos de viento que no eran en realidad rivales
peligrosos, sin embargo, no logró construir una narrativa contra los gigantes
del antipetismo que cuestionaban no solo el juego electoral brasileño, sino el
propio régimen democrático.
Descriptores: antipetismo; campaña
electoral; elecciones 2018; Fernando Haddad; Lula; lulismo.
Lulismo, as a broad
phenomenon of adhesion to the political figure of Luiz Inácio Lula da Silva, is
also based on the approval of the image of “man of the people,” which was
mobilized in the 2002 elections and continuously evoked against the Brazilian
Social Democratic Party. In this article, we analyze the electoral propaganda
strategies of the Workers’ Party at a time when its major leader was imprisoned
and its main opponents were others: the “dragons” of anti-petismo.
Based on the fact that television continues to be important in the Brazilian
electoral game, the corpus of the analysis is the electoral television calendar
of the Workers’ Party during the first and second rounds. The methodology used
combines the observation of the types of ads with the analysis of the French
matrix discourse, based mainly on the contributions of Charaudeau and Orlandi.
As categories, ethos and antiethos, interdiscourses, discursive formations,
ideological formations, and social conditions of production are observed. It is
concluded that Lulismo was mobilized to
fight against the Temer government and the Brazilian Social Democratic Party,
which were not dangerous rivals; however, it failed to build a narrative
against the “dragons” of anti-petismo
that questioned not only the Brazilian electoral game, but the democratic
regime itself.
Keywords: anti-petismo;
electoral campaign; 2018 elections; Fernando Haddad; Lula; lulismo.
En El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha,
la famosa obra de Miguel de Cervantes, su personaje principal ataca los molinos
de viento pensando que se enfrentaba a gigantes. En el presente artículo
trasladamos esta metáfora a las elecciones presidenciales de 2018 en Brasil. En
este caso, los gigantes –el peligro– eran reales, pero el Partido de los
Trabajadores (PT) se centró en un candidato, Lula, y en opositores inexistentes
–Temer y el Partido Socialdemócrata Brasileño (PSDB)–, en el sentido de que no
tenían posibilidades de ganar ni representaban una amenaza concreta, como los
molinos atacados por don Quijote.
Durante veinte años el PT y el PSDB
polarizaron la carrera presidencial en Brasil, evocando en el Horario Gratuito
de Propaganda Electoral (HGPE) las eras de sus principales líderes: Fernando
Henrique Cardoso y Luiz Inácio Lula da Silva (Martins 2019). Según Carvalho
(2013), una era se puede describir como una “temporalidad política fuerte, sea
personal, del jefe o colectiva, de un partido político o grupo, que, arraigado
en el imaginario político, produce y reproduce una memoria a través de
narrativas que particularizan una época” (Carvalho 2013, 46).[i]
El lulismo, definido por Singer (2012)
como la aparición de una base lulista después del realineamiento electoral de
2006, se entiende aquí como adhesión a Lula de
manera integral: no solo por la experiencia de su
primer gobierno y por las políticas implementadas durante el mismo, sino
también por la imagen de “hombre del pueblo” presente en la elección que lo
consagró presidente. En esa percepción, el lulismo es parte de un proceso que
tiene sus raíces en 2002 y fue construido en contraste con la imagen de
Fernando Henrique Cardoso y de su gobierno. La erosión de la imagen de
importantes líderes del PT, después del escándalo de mensalão
en 2005, hizo que el apoyo a Lula se desvinculara del apoyo al PT. El entonces
presidente logró alejarse de las acusaciones de corrupción, llevando adelante
su ethos y presentando a su sucesora, en 2010, como
una posibilidad de reelección virtual del propio Lula (Martins 2022). Hace
cuatro elecciones, como se sabe, los dirigentes del PSDB y de la era de
Fernando Henrique Cardoso venían perdiendo la disputa contra el lulismo.
En 2018, sin embargo, el
enfrentamiento sería diferente. No solo se debilitaron ciertos líderes del PT
ante el electorado, sino también la imagen de Lula (Azevedo 2009, 2017, 2018).
Afectado por la Operación Lava Jato, el PT mantuvo una narrativa que colaboró
para sostener la adhesión de parte de los votantes: Dilma Rousseff había
sufrido un golpe de Estado maquinado por un Congreso corrupto (Alves y
Geraldini 2019; Geraldini 2018; Silva y Telles 2018); y Lula fue víctima de un
proceso legal sesgado y fue encarcelado sin pruebas, por lo tanto, era una
víctima de la justicia (Cruz y Cirne 2019). El PSDB, también sacudido por la
“República de Curitiba”,[ii] no
pudo vencer a los gigantes del antipetismo y vio a sus votantes migrar a un
candidato radical, que afirmó repudiar no solo al PT y su corrupción, sino
también a Lula y la visión del mundo planteada por la izquierda. En palabras de
Limongi:
El
PSDB se puso al servicio de Cunha. Deshacerse del PT antes de las elecciones de
2018 se ha convertido en una verdadera obsesión. Incluso los más sensatos,
aquellos mismos que no abrazaron la tesis del juicio político, comenzaron a
pedir la renuncia de Dilma como un acto de grandeza, una salida para la crisis.
Como si la crisis no hubiera sido causada por la estrategia orquestada y
comandada por Cunha con el apoyo del propio PSDB. Incluso frente a la
desmoralización total del presidente de la Cámara, después de sus defensas
destrozadas, el PSDB insistió en asegurarle el amplio derecho de defensa. Dejó
el barco abruptamente cuando el agua le llegó al cuello. Juró que se enmendará
y actuará como una oposición responsable y constructiva. El nuevo giro llegó
tarde. Las consecuencias de la aventura no se borrarán rápidamente. La crisis
política socavó la base para el éxito de cualquier plan de ajuste económico
(Limongi 2015, 111).
En este contexto se establecen varias interrogantes:
¿cuáles fueron las estrategias discursivas del PT para convencer a los votantes
de que el lulismo merecía un quinto mandato?, ¿cómo se presentó a Fernando
Haddad?, ¿de qué manera reaccionó el HGPE del PT al antipetismo? El corpus de
análisis son los anuncios de la coalición O Povo Feliz de Novo (formada por el
Partido de los Trabajadores, el Partido Comunista de Brasil y el Partido
Republicano del Orden Social) de la primera y segunda vuelta de la campaña
electoral. La metodología que guía las observaciones de este artículo es el
análisis del discurso, a partir de nociones y conceptos de Charaudeau (2008) y
de Orlandi (2012).
En un momento de gran atención hacia las redes
sociales, se parte de la premisa de que la televisión sigue siendo importante y
es una de las variables explicativas del voto, especialmente el HGPE, según lo
percibido por Aldé y Vasconcellos (2012). Vale la pena recordar que después de
que Fernando Haddad fue relacionado con Lula en el HGPE, el candidato tuvo un
rápido aumento en las encuestas de intención de voto. Datos de Datafolha (2018)
indican que en vísperas de la segunda vuelta Haddad alcanzó el 22 % de las
intenciones de voto; pasó del 4 % en una encuesta realizada el 22 de agosto, al
9 %, 13 %, 16 % y 22 % en las encuestas de septiembre. Antes de la primera
vuelta, en octubre, Haddad cayó un punto (21 %) y se mantuvo en 22 % hasta el
final de la campaña.
El propio Jair Bolsonaro, que utilizó mucho las redes
sociales, “amplió” sus ocho segundos en televisión al ser apuñalado. Aparecía
diariamente en las noticias mostrándose como víctima, protegiéndose así de la
campaña negativa que llevaban a cabo sus opositores.
Los enfrentamientos entre el PT y el PSDB tuvieron
lugar en el contexto de la democracia de audiencias, un tipo de Gobierno
representativo en el que las imágenes ganan preponderancia frente a los
partidos y a las ideologías (Manin 1995, 2013). Los partidos, entonces, buscan
garantizar la adhesión a sus líderes y el rechazo a la imagen de sus oponentes,
en un contexto en el que “a la hora de votar lo puede hacer eligiendo a la
persona que le parece más competente para lidiar con ellos. La gente vota por la
gente” (García, D’ Adamo y Slavinsky 2007, 129). En la democracia de audiencias
(Manin 1995, 2013), las estrategias de los políticos deben estar en sintonía
con el surgimiento
de un “voto por imagen” (García, D’ Adamo y Slavinsky 2007). Así, el juego
electoral se desarrolla en los enfrentamientos entre discursos audiovisuales,
que se apoyan en imaginarios políticos y sociales movilizados antes, durante y
después del periodo electoral. El concepto imaginario social fue llevado a las
ciencias humanas entre las décadas de los 60 y 70 por Cornelius Castoriadis
(1995). De acuerdo con el propio autor, los
imaginarios son significados construidos colectivamente en un proceso que no
ocurre de modo consciente. Además, el imaginario usaría lo simbólico “no solo
para expresarse sino para existir, para pasar de lo virtual a cualquier otra
cosa” (Castoriadis 1995, 154).
Esta idea fue reinterpretada más
tarde por varios autores. En este artículo, seguimos la percepción de
Charaudeau (2008), quien la “reconceptualiza” como imaginarios
sociodiscursivos.
A
medida que esos saberes, como representaciones sociales, construyen lo real
como un universo de significados, según el principio de coherencia, hablaremos
de “imaginarios”. Y considerando que estos se identifican por enunciados
lingüísticos producidos de diferentes maneras, pero semánticamente
reagrupables, los llamaremos “imaginarios discursivos” (Charaudeau 2008, 203).
De esta forma, los discursos de las campañas
electorales presidenciales acceden al archivo cultural de la nación para
construir sus estrategias discursivas y las imágenes (siempre apoyadas en
imaginarios) de los líderes políticos. Por ejemplo, en el espectro político de
la derecha, la imagen de un comunista moviliza todo el imaginario de los
temores relacionados con el tema: es alguien subversivo que no respeta la
propiedad, los valores cristianos ni la patria misma. Afirmar que el adversario
es comunista se convierte entonces en una estrategia discursiva que puede tener
éxito. En el otro lado del horizonte político, afirmar que el oponente es de
extrema derecha significa decir que puede haber retirada de derechos, falta de
respeto a la diferencia de ideas y opciones de comportamiento o subversión de
la democracia. Así es como las imágenes terminan convirtiéndose en atajos
cognitivos para el voto.
Vale la pena señalar, sin embargo,
que los significados de los discursos y de los imaginarios no son fijos, sino
que también están en disputa. Nuestro objetivo es comprender cómo el imaginario
político de la era Lula, del lulismo, buscó reinventarse para las elecciones
presidenciales de 2018, en la presentación de la imagen de Fernando Haddad y en
la reacción al antipetismo. La siguiente sección está dedicada a la descripción
de ese imaginario.
El PT llegó al Ejecutivo federal después de cuatro
intentos consecutivos. Durante el HGPE el partido trabajó intensamente en la
imagen de un Lula conciliador, maduro y cambiado. El hombre del pueblo, que
había aprendido a través del dolor por la experiencia del sufrimiento de
aquellos que nunca tuvieron dinero o poder, movilizó el imaginario de los
dolores de los desposeídos. Él “venía de abajo”, había sentido las desgracias
de la pobreza en carne propia y se había preparado para cambiar su país. Solo cuando
esa imagen pareció haber sido aceptada por el electorado, el candidato
presidencial comenzó a defender explícitamente al PT (Martins 2019). Lula y su
lejana imagen del guía del pueblo (el estadista y académico Fernando Henrique
Cardoso) fue el “emblema” de la caminata petista al Palacio do Planalto en
2022.
Todavía en su primer gobierno, cuando la imagen del PT
fue sacudida por el escándalo del mensalão, Lula seguía
firme para intentar una próxima reelección. Según Singer (2012), el lulismo
surgió en 2006 con el realineamiento de las bases electorales que promovieron
la nueva victoria del PT. “El lulismo, que surge junto con el realineamiento,
es […] el encuentro de una dirección, la de Lula, con una fracción de la clase,
el subproletariado, a través del programa cuyos puntos principales fueron
delineados entre 2003 y 2005” (Singer, 2012, 15). Para el politólogo “el
subproletariado se adhiere en bloque a Lula y la clase media al PSDB” (Singer
2012, 14).
Sin desconocer la importancia de la evaluación
positiva del gobierno de Lula, se considera aquí que tal adhesión se inició en
2002 con la aprobación de la imagen de hombre del pueblo, pues ya había
cautivado a los pobres en ese contexto y ellos continuaron apoyando a Lula
después de sus gobiernos. Quien cambió la opción electoral, según Figueiredo et
al. (2015), fue la clase media. El imaginario en torno al “hombre del pueblo”
comenzó a movilizarse constantemente en las campañas del PT, en discursos que
recordaban que Lula y los líderes apoyados por él estaban del lado de los
pobres, de los más necesitados, de los que creían que la riqueza del país no
debía ser entregada a los extranjeros, como habrían hecho Fernando Henrique
Cardoso y su grupo.
El expresidente del PSDB llegó a decir que su partido
no debía competir por el electorado más pobre con el PT, pues su adversario ya
había cautivado a ese público (Lima 2011). La advertencia de Fernando Henrique
Cardoso para que la oposición conquistara a la clase media, probablemente
consideraba que el PSDB comenzó la campaña electoral de 2010 afirmando ser el
mejor sucesor del lulismo. Mientras José Serra aparecía en una favela
escenográfica e intentaba acercar a Lula da Silva a “Zé”, el líder del PT estaba
en los programas del PT junto a Dilma, pidiendo votos para la heredera desde el
primer día del HGPE, antes del jingle (propaganda musical) que
consagraba la transmisión del cargo: “Dejo en tus manos a mi pueblo y todo lo
que más amé, pero solo lo dejo porque sé que continuarás lo que hice”
(Martins 2012). Lógicamente, ese argumento fue más
fuerte y, mientras el PSDB disputaba el lulismo, iba dejando en vacancia el
lugar de enunciación de la oposición que Aécio Neves tuvo dificultades para
conquistar en 2014 (Souza y Martins 2015).
En 2018 el PT y el PSDB enfrentaron una elección
difícil. Ambos habían sido golpeados por las acusaciones de la Operación Lava
Jato, un conjunto de investigaciones realizadas por la Policía Federal y por el
Ministerio Público de Brasil con el objetivo de investigar los desvíos de
fondos en la empresa estatal Petrobras. Iniciadas en marzo de 2014, con las más
de 60 fases autorizadas por el entonces juez federal Sergio Moro, se
investigaron delitos de corrupción pasiva y activa, gestión fraudulenta, lavado
de dinero y obstrucción de la justicia en Brasil y en el extranjero,
involucrando a contratistas, empleados de Petrobras, operadores financieros y
agentes políticos, incluido el expresidente Lula, quien fue encarcelado.
En el exterior, los gigantes del antipetismo
abandonaron gradualmente la opción más light representada por
el PSDB, la oposición tradicional al PT, y se dirigieron a un candidato que
hablaba de ametrallar oponentes, que generaba desconfianza sobre las urnas
electrónicas y que tenía a un torturador de la dictadura militar como héroe.
Si, por un lado, las mujeres aparecieron como una barrera para la victoria de
Jair Bolsonaro (Nicolau 2018), por otro, los evangélicos, incluidos los pobres,
le garantizaron su adhesión (Ferreira y Fuks 2021).
Afectado por la Operación Lava Jato,
el PT mantuvo una narrativa convincente para una parte considerable de sus
votantes: Dilma Rousseff había sufrido un golpe diseñado por un Congreso
corrupto; Lula fue víctima de un proceso legal sesgado y fue encarcelado sin
pruebas, por lo tanto, fue agraviado. El PSDB, también sacudido por la
“República de Curitiba”, vio a sus votantes migrar al candidato que mostró
repudio no solo al PT y a su corrupción, sino también a Lula y a la visión del
mundo de la izquierda. En este nuevo contexto, ¿cuáles serían las estrategias
del lulismo para convencer al electorado de que merecía un nuevo mandato?,
¿cómo se presentaría a Fernando Haddad?
Las elecciones de 2018 iniciaron una
nueva estructura de organización y financiamiento de las campañas electorales
en Brasil. Los cambios promovidos por la pequeña reforma de 2015 y por un
conjunto de resoluciones aprobadas en diciembre de 2017 (Ley 13.487/2017; Ley
13.488/2017) por el Tribunal Superior Eleitoral (TSE) transformaron
principalmente el tiempo, los espacios de propaganda electoral, el perfil de
financiamiento y el techo de recaudación y el gasto (Alves y Lima 2018). En la
tabla 1 constan los resultados de esa elección.
Tabla 1. Resultados de las elecciones de 2018
Elaborada por las autoras.
En 2018, la coalición O Povo Feliz de Novo tuvo dos
minutos y 23 segundos de propaganda electoral –la coalición tuvo 189
inserciones en total– en la primera vuelta y cinco minutos en la segunda. El
principal líder del partido, Lula, apareció en primer lugar en las encuestas de
intención de voto y fue el candidato de los sueños del petismo y del lulismo.
Dado que el tercer mandato, en 2010, no ocurrió porque la Constitución no lo
permitía, Dilma Rousseff fue elegida porque posibilitaba una reelección virtual
de Lula (Martins 2012, 2022). El TSE decidió, por seis votos a uno, negar la
candidatura de Lula a la presidencia basándose en la Ley Complementaria
135/2010, también conocida como Ley Ficha Limpia, según la cual los candidatos
no son elegibles después de una condena en segunda instancia. Fernando Haddad
se convirtió en el candidato oficial del PT, y al ser vinculado al nombre de
Lula tuvo un rápido ascenso en las encuestas de intención de voto.
En un escenario de disputa entre el lulismo y el
antipetismo, buscamos responder cuáles son las estrategias movilizadas por la
campaña del PT en 2018. Por estrategia entendemos tanto los tipos de publicidad
empleados (García, D’ Adamo y Slavinsky 2007): campaña positiva (exaltación de
la candidatura), negativa (ataque al oponente) o contraste (comparación entre
líderes y gobiernos), como las imágenes de sí movilizadas (ethos)
y los discursos presentados al votante.
El ethos (Charaudeau 2008) se
observó a partir de discursos, del uso del lenguaje y de la vestimenta de los
candidatos durante la campaña. El uso de discursos, observados en sus
condiciones sociales de producción (el contexto que permite que una imagen
tenga adhesión o no), en sus lugares de enunciación (construidos en el discurso
y por el entorno cognitivo), en las formaciones discursivas e ideológicas a las
que se afiliaron (serie de discursos y sus cosmovisiones) y en los
interdiscursos (discursos anteriores) que lo actualizaban y permitían. Estos
últimos procedimientos siguieron los principios anunciados por Orlandi (2012),
que se exponen en la tabla 2.
Tabla 2. Categorías de análisis del discurso
Elaborada por las autoras con base en Orlandi (2012).
*El discurso es
siempre un hecho localizado, pues el enunciado es lo que sucede en determinadas
situaciones históricas y comunicativas. Una misma cosa, dicha en diferentes
contextos, crea otros enunciados mediante la creación de otros eventos. Además,
a diferencia del texto, el discurso necesita un sujeto (Foucault 2009; Verón
1980; Orlandi 2012).
El PT y los molinos de viento
Los primeros programas de la
coalición O Povo Feliz de Novo tienen a Lula como candidato. El HGPE comienza
con el grito de “Lula presidente” en
medio de una caminata con el pueblo. Ahí está el Brasil olvidado, representado
en el rostro de los pueblos indígenas, en el sueño del estudiantado y en
quienes luchan: se observan banderas y camisetas rojas y de organizaciones como
el Movimiento Sin Tierra (MST) y el LGBTQIA+, y personas usando la máscara del
expresidente aparecen en la pantalla. También son Lula, porque Lula está de
vuelta por ellas. Haddad se presenta como candidato a vicepresidente, teniendo
como interdiscurso el “golpe”, la prisión
política. Parte de un lugar de enunciación secundario, elogiando el expediente
de la candidatura de Lula a la presidencia de la República y mostrando que el
lulismo debe ser llevado adelante por su fundador.
Pensaron
que la gente lo abandonaría. Pensaron que lo abandonaríamos. Pensaron que los
indígenas lo abandonarían. Nada de eso ocurrió. Todas las encuestas de opinión
le dan a Lula el primer lugar. Lula fue perseguido, fue acusado injustamente,
pero estamos aquí para garantizar [...] ¡Lula en la carrera presidencial. Y
Lula presidente!
(Poder 360 2018a, min. 0:27).
Lula estuvo presente en la televisión, en los
discursos de Haddad y en las calles. La bandera de “Lula libre” y la tesis de
que se trataba de una persecución política y de un encarcelamiento fue el
argumento principal de los primeros programas del PT. Lula se encargaba de
hablar en defensa de la jubilación, del salario, del empleo y de la educación,
además, hacía alusión a la importancia de las políticas públicas sociales y se
mostraba en contra del recorte de derechos: “solo hay un camino para el Brasil,
es que volvamos a creer en el pueblo brasileño. Queremos que el pueblo vuelva a
la economía” (Poder 360 2018a, min. 1:42).
En pocas palabras, Lula dejó claro que, al igual que
en sus dos anteriores mandatos, la distribución de la renta era un tema
central. La patria iniciada con Lula fue destruida, pues los pobres volvieron a
sufrir. A diferencia de la campaña electoral de 2010, cuando Lula, Dilma y el
pueblo son uno solo (Martins 2012), en 2018 Lula y Haddad están junto al
pueblo, en las trincheras con él, cada uno con su responsabilidad de recuperar
el país iniciado en 2002. La idea fundamental de la campaña se evidencia en el jingle
“es Lula, es Haddad, es el pueblo. Es el Brasil feliz de nuevo”.
El ethos de Haddad no era un tema
importante, no sería otra versión de Lula como se presentó a Dilma en 2010
(Telles et al. 2018). No era un heredero, alguien a quien el pueblo necesitaría
conocer, era apenas el mensajero. El inicio del HGPE del PT también se centró
en la defensa de Lula y de los pobres contra el gobierno de Temer. Pero si el
crecimiento de la concentración de la renta era un hecho que daba a ese
discurso sus condiciones sociales de producción, la candidatura de Lula y el
opositor atacado no hacían parte de la disputa real que dividiría al país.
La campaña denunciaba al gobierno de Temer (2016-2018)
del PMDB, enfatizando los recortes de derechos y lo que llamaron “entreguismo”,
refiriéndose a las intenciones de privatización del gobierno mdbista, en una
narrativa similar a la de las formaciones discursivas movilizadas contra los
gobiernos y líderes del PSDB, “olvidando” la singularidad de 2018: el PSDB ya
no era un peligro inminente. Tampoco lo era el PMDB. Sin embargo, los anuncios
de contraste estaban dirigidos a estos partidos. “Nosotros hicimos un país en
el que cabía todo el mundo. Ellos dieron un golpe para hacer un país donde solo
ellos caben” (Poder 360 2018d, min. 0:23).
La tristeza de un país dirigido
apenas a los ricos, reducido solo a esta porción de la población, apareció en
el jingle que se volvía alegre al recordar que
había una solución para la nación: la esperanza no fue vencida, pues el hombre
del pueblo, la estrella principal, no se rendía.
Esa
tristeza, mi pueblo, llegará a su fin. Mira ahí, esa estrella que intentaron
borrar no se apaga, no se rinde. Es el brillo de los ojos de la gente, mírala.
Mira ahí, una idea que nadie puede encarcelar. El sueño cada vez más libre. Es
el Brasil feliz de nuevo (Partido dos Trabalhadores 2018, min. 0:27).
Incluso impedido, Lula permaneció como candidato y
protagonista de las primeras semanas de HGPE. Haddad, además de candidato a
vicepresidente, se presenta como el abogado del expresidente. Movilizando el
discurso de la autoridad, que permitió el lugar de enunciación de un licenciado
en derecho, afirma que “Lula es víctima de un proceso injusto” y que el mundo
lo sabía. Los programas afirman y reafirman que la ONU permitió la candidatura
de Lula –el Comité de Derechos Humanos de la ONU recomendó que Lula fuera
aceptado como candidato (El País 2018)–.
La persecución a Lula aparece como un ataque a los
logros sociales de los gobiernos del PT. Habría comenzado con la reelección de
Dilma en 2014 y con la traición de Michel
Temer, quien se unió al PSDB para tomar el poder con el apoyo de los medios de
comunicación. Haddad, quien se había convertido en el mensajero de Lula en
2018, advertía que “mientras persiguen a Lula, el gobierno de Temer destruye el
país”. Las propagandas del PT insistían en centrarse en los molinos de viento,
en atacar una polarización inexistente, colocando a Lula como lo opuesto al
“desastroso proyecto del gobierno de Temer”. “Nuestro proyecto es lo opuesto a
eso. Nuestro proyecto es el proyecto de Lula”, afirmaba el entonces candidato a
la vicepresidencia.
El proyecto de Lula, que Haddad representaba, había
comenzado en 2002. Para que nadie tuviera dudas sobre el significado de llevar
adelante el lulismo y su imaginario colmado de posibilidades, la campaña
presenta a un joven identificado como Matheus:
Me
estoy graduando de la universidad. Y no fue fácil. De hecho, nada ha sido más
fácil para mí. Soy el primero en mi familia. Donde vivíamos, los niños se
avergonzaban de decir que querían ser médicos, abogados, ingenieros. Era para
los demás, no era para mí. Pero la voluntad fue mayor. El sueño era más grande.
El niño pobre también tiene sueños. Así que mi mamá me ayudó a mantenerme en la
escuela. Tuve almuerzos gratis, médico gratis, dentista gratis. Fui a la
escuela técnica cerca de casa. Ingresé a la universidad tres veces por el ENEM.
Mostré mi valía y ahora estoy aquí. Sí, estoy aquí para decirles, para decirle
a Brasil, para decirle al mundo que ¡sí, es posible! ¡Es posible soñar, tienes
que soñar! ¡Oportunidades para todos! Nadie, nadie en absoluto va a encarcelar
nuestros sueños. Mi nombre es Matheus, soy brasileño, mi madre es doméstica,
amo a mi país. ¡Viva Brasil, viva São Paulo, viva Cristo Redentor, viva mi
tierra, Itapetinga! ¡Viva Luiz Inácio Lula da Silva! (Poder 360 2018c, min.
0:01).
Matheus era un joven normal, como João,[iii]
que fue utilizado durante la campaña de Lula en 2002. La diferencia entre ellos
es que João luchó por tener oportunidades en un Brasil anterior a Lula; en
contraste, Matheus ya experimentaba las conquistas del lulismo.
Dar secuencia al lulismo era una responsabilidad
encomendada no solo a Haddad, sino también al pueblo. Por lo tanto, este
aparece en los anuncios para enfatizar la importancia de Lula en el poder.
Después
de que Lula entró, cada lugar tiene energía, todos compraron su televisor,
tienen su refrigerador. Puso el buey en la mesa del caboclo, frijoles, todo
puso. Y los ricos insisten en arrestarlo [...], para Brasil fue muy triste
arrestar a un hombre así (Poder 360 2018b, min. 0:28).
Al final de la primera vuelta se oficializó a Haddad
como candidato presidencial; como vicepresidenta le acompañaba Manuela D’ávila,
del Partido Comunista de Brasil, un aliado tradicional del PT en las disputas
nacionales. Entre sus estrategias publicitarias apostaron por presentar
anuncios con la biografía del otrora alcalde de São Paulo justo cuando se
acercaba la primera votación.
En la segunda vuelta los programas de Haddad y de
Manuela fueron temáticos y propositivos. Lula se mantuvo en la campaña
ratificando el paso a paso del nuevo binomio como un mentor. La experiencia de
Lula y de los gobiernos lulistas (sin mencionar a Dilma nominalmente) eran la
“prueba de que era posible hacerlo”.
En un contexto en el que aparece “un
voto por género” (Nicolau 2018) dirigido contra la candidatura de Bolsonaro,
Manuela comienza a tener espacio en la campaña, especialmente cuando el tema
está relacionado con las mujeres y abarca las propuestas de políticas públicas
sectoriales, los logros de las mujeres en los gobiernos del PT y temas
relacionados con la familia. Es en esas oportunidades que Ana Estela, esposa de
Haddad y profesora universitaria, también asume protagonismo hablando con otras
mujeres, quienes tuvieron un programa dedicado a ellas y que fue abierto por
una niña, la mujer del futuro.
Tabla 3. Análisis del discurso de la primera vuelta
de la campaña petista
Elaborada por las autoras.
El género fue movilizado en sentidos
distantes de sus lugares socialmente imputados:
las mujeres aparecen como
propietarias de viviendas, cabezas de familia y conocedoras de
sus derechos, con miras a promulgar leyes en su defensa y contra la violencia
sexista.
La
casa está a nombre de la mujer [se refiere al programa Minha Casa, Minha Vida].
Los ingresos familiares en manos de la mujer [se refiere a la “Bolsa Família”].
Leyes para proteger a las mujeres [por ejemplo, la Ley Maria da Penha]. Crédito
a la mujer campesina. Derechos para las trabajadoras domésticas (Poder 360
2018e, min. 1:32).
El discurso, que se acerca a las formaciones
discursivas e ideológicas transgresoras, tiene como interdiscurso el mensaje de
la “primavera feminista” (El País 2015), que salió
a las calles para enfrentar al Congreso conservador liderado por Eduardo Cunha,
así como la reacción femenina ante Jair Bolsonaro, pues las mujeres no
aceptarían que se redujeran sus derechos o que se les diera un trato inferior.
Para contrarrestar el conocido discurso del oponente, que defendió salarios más
bajos para las mujeres, Lula apareció en la pantalla para decir que no era
justo que las mujeres, ejerciendo la misma función, ganaran menos que los
hombres. Además, combatió otras desigualdades, sin quitar el protagonismo al
género: “podemos unirnos a las mujeres y participar de la construcción de un
mundo mejor, sin opresión, un mundo sin violación, sin acoso, sin desigualdades
y con mucho amor y respeto” (Poder 360 2018e, min. 2:06). Los programas
abordaron temas apremiantes para el electorado como mejorar la economía y respetar
a las mujeres. Precisamente ellas, mayoría entre los votantes y entre las
personas indecisas, mostraban rechazo a Jair Bolsonaro, el verdadero
representante del antipetismo.
Incluso abordando temas importantes,
la propaganda descuidaba un factor fundamental en una democracia de audiencias
(Manin 1995): la construcción de la imagen de su candidato de facto. Sin
esfuerzos para producir el ethos del presidenciable, la
imputación de antiethos vendría de la campaña opositora: Haddad era el
candidato del petismo, representante de la corrupción y sin autonomía ya que
fue a visitar a Lula en la cárcel, así que pasó a la segunda vuelta de la
campaña electoral. Este argumento fue utilizado por la campaña del Partido
Social Liberal, entonces partido de Bolsonaro, en los primeros días del HGPE de
la segunda vuelta.
El mensajero en el segundo turno
El acercamiento a la imagen de Lula, en la primera
vuelta, le valió a Haddad un apoyo rápido y considerable, suficiente para pasar
a la segunda vuelta en una elección con 13 candidatos. El lulismo todavía
movilizaba bastante al electorado brasileño, pero el antipetismo también. Esa
fue una de las razones por las que hubo cambios significativos entre la
identidad visual de la campaña en la segunda vuelta, con Haddad oficialmente
como candidato y Manuela como vicepresidenta. Además de reducir las apariciones
del expresidente Lula, el rojo dio paso a colores que hacían referencia a 149 la bandera nacional. Pero
este cambio no fue una novedad de 2018. En elecciones anteriores el PT ya había
adaptado esta estrategia de campaña.
Sin embargo, al menos desde 2013 los colores de la
bandera nacional se han movilizado en manifestaciones antipartidistas.
Posteriormente, comenzaron a ser utilizados contra los candidatos y los
gobiernos del PT. Uno de los imaginarios movilizados por el adversario fue,
incluso, el de la patria grande, que no se rinde al partidismo. Por lo tanto,
el cambio de colores puede haber dado al electorado la impresión de que Haddad
quería suavizar el hecho de que era un candidato del petismo.
La segunda vuelta comenzó con la presencia de una
presentadora, papel desempeñado hasta entonces por Haddad. El exalcalde de São
Paulo, ahora protagonista de la carrera presidencial, se dedicó a presentar su
biografía y programa de gobierno. Además de su formación profesional y de su
labor como profesor universitario, exministro responsable de programas como
PROUNI y FIES, Haddad también está casado hace 30 años y formó una familia con
su esposa Ana Estela. Por primera vez observamos en la campaña de PT una mayor
relajación y la inserción del lenguaje de las redes sociales mediante likes,
emojis, comentarios e interacciones de Facebook y hashtags, buscando una
mayor interacción con el electorado que adquirió protagonismo a través de las
redes y que participó en la elección colaborando en la producción de imágenes
positivas y negativas relacionadas con su oponente (Martins 2020).
Se exploró un lado humorístico y relajado del
candidato, acompañado del cambio de atuendos. Haddad apareció vestido de manera
casual, menos formal. Una de las cualidades que destacó la propaganda es que,
además de ser licenciado en Derecho, maestro en Economía, profesor
universitario y el exministro que creó PROUNI y FIES sin garante y que abrió la
universidad a todos, también tocaba la guitarra. El intento de crear un Haddad
tranquilo y “bueno” y un lugar de enunciación cercano
a los jóvenes, a los defensores de la paz y del amor (muchas personas
aparecieron diciendo que votaban por la opción del amor) no explicaba cómo se
combatiría la corrupción, la cuestión moral y los gigantes del antipetismo
enfrentados.
En ese punto de la campaña, se hablaba nominalmente
del principal oponente, Jair Bolsonaro, vencedor de la primera vuelta. Se
denunciaba la violencia de sus partidarios, estimulada por el discurso agresivo
y autoritario del candidato del PSL, un entusiasta de las armas, de la tortura
y del régimen militar. Se mostraron testimonios de mujeres torturadas y
abusadas por el coronel exaltado por Bolsonaro durante el impeachment
de Rousseff. La estrategia se centraba en imputar el antiethos al adversario:
“Bolsonaro no es el candidato del pueblo. Es el candidato de los millonarios.
No es el candidato de la esperanza. Es el candidato que salta en lo oscuro. Él
no es el candidato de la seguridad. Es el candidato a la violencia” (Poder 360
2018f, min. 2:15).
El candidato presidencial del PSL fue colocado como
corresponsable por el intento de asesinato que sufrió el 6 de septiembre.
También responsable de los ataques y agresiones a mujeres llevados a cabo por
seguidores y votantes. La campaña petista afirmaba que se reportaron más de 50
actos de violencia por motivos políticos, incluida la destrucción de la placa
en honor de Marielle Franco[iv] por
parte de un diputado del PSL durante una campaña en Río de Janeiro. “Este es el
Brasil de Bolsonaro”, violento y con un discurso contra los derechos humanos.
Haddad destacaba que “nuestra lucha
es por la democracia”, pidiendo el apoyo de todos los votantes. Ahora “la
campaña no es de un partido”. Había más preocupación en aumentar el rechazo a
Bolsonaro (imputación de antiethos) que por tratar de disminuir el de Haddad,
ya que las principales razones para elegirlo serían la continuidad del proyecto
de Lula y la defensa de la democracia en lugar del liderazgo en sí. En ese
sentido, ¿cómo podría el pueblo adherirse a una imagen que no le fue ofrecida?
En las estrategias de propaganda del PT había un grave olvido.
Separar las ideas del ethos es siempre una
coartada que impide ver que, en política, son válidas solo para el sujeto que
las difunde, las expresa [...]. Debe ser creíble y apoyar la identificación de
sí mismo. Creíble porque no hay político sin que se pueda creer en su poder de
hacer; apoyo de identificación porque para adherirse a sus ideas es necesario
adherirse a su persona (Charaudeau 2008, 118).
La ausencia de Bolsonaro durante los debates,
especialmente al final de la campaña cuando el candidato del PSL ya podía
asistir físicamente, fue muy criticada. Los anuncios afirmaban que Bolsonaro
era un “representante legítimo del gobierno de Temer”,[v]
que “se esconde para no tener que asumir sus ideas insalubres y
desequilibradas”, antidemocráticas, contra los derechos y contra programas
sociales, que “ataca con mentiras en el WhatsApp” mientras quiere mantener sus
privilegios.
Al relacionar a Bolsonaro con Temer, sin dar
importancia a la producción de una imagen para que el público se adhiriera a
Haddad, la campaña del PT incurrió en otro olvido, esta vez, fáctico: Temer
había llegado al poder porque había sido elegido como vicepresidente de Dilma.
La petista había salido del poder con solo el 10 % de aprobación popular y
había sido elegida y reelegida utilizando la imagen de Lula (Telles et al.
2018; Telles y Pires 2015). Entonces, ¿cómo podemos garantizar que Haddad no
sería una nueva Dilma?
A pesar de la presencia reducida en la segunda vuelta,
Lula siguió en la campaña de Haddad. En el último programa no estuvo de blanco,
como en la campaña de Rousseff en 2014, ni de rojo, como en sus anuncios en
2002. Se vistió de negro, color que transmite sobriedad y puede representar
dolor, injusticia y duelo. Lula, visiblemente conmovido, hizo un último llamado
a aquellos a los que nombró “camaradas y compañeros”, defendiendo el legado de
su partido, el que “más hizo política social en este país”. El significado de
su mensaje buscaba generar reflexión: ¿es el PT realmente
tan malo como dice el
oponente?
Con el principal líder del partido arrestado y ante la
posibilidad de un nuevo gobierno de Dilma representado en Haddad (menos que
heredero, solo mensajero), el electorado no quería apostar por un lulismo sin
Lula. Debido a esto Bolsonaro fue elegido con el 55,13 % de los votos válidos
frente al 44,87 % de Haddad. En la tabla 4 se expone un análisis de los
discursos de Haddad y de la propaganda del PT.
Tabla
4. Análisis del
discurso de la segunda vuelta de la campaña petista
Elaborada por las autoras.
5. Consideraciones finales
El juego político electoral brasileño se desarrolló en
el contexto de una democracia de audiencias: las imágenes de los líderes
predominaron frente a la de los partidos y las ideologías. En este escenario,
durante veinte años el PT y el PSDB polarizaron las disputas presidenciales,
movilizando el imaginario de las eras de Lula y de Fernando Henrique Cardoso
(Martins 2014, 2019; Souza y Martins 2015). Surgido en 2002, el lulismo (la
adhesión de los pobres a la imagen del “hombre del pueblo”) logró ganar cuatro
elecciones consecutivas ante los líderes del PSDB. En 2018 tuvo que
reinventarse, ya que el oponente tradicional había sido reemplazado por Jair
Bolsonaro y Lula fue encarcelado.
Volviendo a las propagandas electorales televisivas,
que aún son importantes, este artículo dio respuesta a tres preguntas clave:
¿cuáles fueron las estrategias discursivas del PT para convencer a los votantes
de que el lulismo merecía un quinto mandato?; ¿cómo se presentó a Fernando
Haddad?; ¿de qué manera reaccionó el horario electoral del PT al antipetismo?
Las respuestas a estas interrogantes emergieron justo al comienzo de la
propaganda: el lulismo merecía un quinto mandato porque lo llevaría a cabo el
protagonista. La estrategia de presentar a Lula como candidato condujo a la
repetición imaginaria de la disputa con antiguos opositores, pues se comparó el
lulismo con los gobiernos de Temer y del PSDB que habían colaborado para el impeachment
de Dilma Rousseff, en anuncios de contraste. Por lo tanto, el discurso de la
defensa de las personas pobres se entrelazaba con el de la persecución (motivo
también para el encarcelamiento político), hablando de verdugos que no tenían
fuerza en el pleito de 2018.
En este contexto, la presentación de Haddad fue menos
importante: era el vicepresidente, abogado del petista encarcelado, líder que
estaría al lado de Lula en la defensa de las personas más necesitadas. Mientras
que el lulismo luchó contra los molinos de viento durante más de la mitad de la
primera vuelta, Haddad fue solo el mensajero. Posteriormente, buscaron
presentarlo como un maestro joven y relajado en discursos que no cumplían con
las condiciones sociales de producción. La
imagen deseada por el público de las elecciones de 2018 parecía ser una de
firmeza: para llevar adelante un nuevo gobierno petista o para derrotar esta
posibilidad. También había una estrategia dirigida a las mujeres con discursos
que eliminaban el género de sus lugares de enunciación tradicionales.
En la ola de paz y amor, los gigantes
del antipetismo demoraron en ser enfrentados y el lugar de enunciación para tal
enfrentamiento estaba vacío. No había ningún héroe preparado para la batalla
final. Tampoco existía un discurso para abordar el tema de la corrupción ni las
cuestiones religiosas y morales. La estrategia fue apenas construir un
antiethos para Bolsonaro, en campañas negativas. En ese sentido, la posibilidad
de un nuevo periodo lulista y la defensa de las causas democráticas no fueron
suficientes para que la imagen de Haddad ganara adeptos, porque, como recuerda
Charaudeau, “separar las ideas del ethos es siempre una coartada
que impide ver que, en política, las ideas solo son válidas para el sujeto que
las difunde [...] para adherirse a sus ideas, hay que adherirse a su persona”
(Charaudeau 2008, 118).
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Notas
[i] Todas las traducciones del portugués son
nuestras.
[ii] Expresión burlona sobre la ciudad de Curitiba,
Paraná. El entonces expresidente Lula da Silva le dijo a la presidenta Dilma
Rousseff en 2016 que estaba “asustado por la ‘República de Curitiba’”. El
diálogo quedó grabado en una de las escuchas telefónicas autorizadas por el
exjuez federal Sergio Moro, ahora senador por Paraná y responsable de la
Operación Lava Jato.
[iii]
Para acceder al discurso de João, ver Poder 360 (2018g).
[iv] Se trata de la exconcejala de Río de Janeiro
por el PSOL que fue asesinada en 2018 y cuyo crimen en 2023 no ha sido
resuelto.
[v]
Al final de su mandato Temer registraba una desaprobación del 79 %. La gestión
del mdbista fue aprobada solo por un 4 % (Modzeleski 2018).