Mercados de producción agroecológica y artesanal:
sustentabilidad y gentrificación en la Ciudad de México
Agro-ecological and artisanal production markets: Sustainability and gentrification in Mexico City
Dra. Ayari G. Pasquier-Merino. Investigadora
asociada. Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y
Humanidades, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) (México).
(ayaripasquier@unam.mx) (https://orcid.org/0000-0001-5867-6562)
Dr. Simone Buratti. Investigador
independiente. (México).
(buratti@comunidad.unam.mx) (https://orcid.org/0000-0002-6341-1902)
Recibido:11/09/2023 • Revisado: 13/11/2023
Aceptado: 28/02/2024 • Publicado: 01/05/2024
Cómo citar este
artículo: Pasquier-Merino, Ayari G., y
Simone Buratti. 2024. “Mercados de producción
agroecológica y artesanal: sustentabilidad y gentrificación en la Ciudad de
México”. Íconos. Revista de Ciencias Sociales 79: 79-97. https://doi.org/10.17141/iconos.79.2024.6026
Resumen
Los mercados de
producción agroecológica y artesanal se han multiplicado como parte de un
proceso más amplio que busca impulsar ciudadanías alimentarias orientadas a la
justicia y la sustentabilidad. No obstante, este fenómeno se encuentra inmerso
en la complejidad de los sistemas alimentarios y alberga gran heterogeneidad.
En el presente artículo se analizan las relaciones entre este tipo de
iniciativas y los procesos de gentrificación de algunas de las áreas donde se
establecen. El tema es abordado a partir del material etnográfico recolectado
en el marco de un proyecto de investigación enfocado en la documentación de
iniciativas de producción agroecológica y la transformación artesanal que
operan en la Ciudad de México y en los colectivos ciudadanos que facilitan la
comercialización de sus productos. Los hallazgos muestran que en ciertas zonas
de la ciudad estos mercados intervienen en un conjunto más amplio de oferta
alimentaria “alternativa” vinculada a los procesos de gentrificación e
identifica algunos de los factores que inciden en la reproducción de las
desigualdades sociales en el marco de estas iniciativas. Al mismo tiempo, se
visibiliza la agencia de los actores y se documenta su capacidad de utilizar el
espacio de oportunidad creado por la creciente demanda de alimentos frescos,
saludables y de origen local en las zonas sujetas a procesos de gentrificación
para avanzar hacia sus propios fines.
Descriptores:
alimentación; Ciudad de México; desigualdades sociales; gentrificación;
mercados de producción agroecológica y artesanal; sustentabilidad.
Abstract
Agroecological
and artisanal produce markets
have multiplied as part of a broader
process that promotes food citizenship
oriented towards justice and sustainability. However, this phenomenon
is immersed in the complexity of food systems
and entails great heterogeneity. This article analyzes the relationship between these types
of initiatives and the gentrification processes in some of the areas
where they are established. The topic is approached
from ethnographic material collected in the framework of a research project on agroecological production initiatives and artisanal transformation in Mexico City and on the citizens’ collectives
that facilitate the commercialization of this production.
The findings show that in certain areas of the
city these markets shape a broader set of “alternative” food supply networks
linked to gentrification processes and the findings identify
some of the
factors that affect the reproduction
of social inequalities within the framework
of these initiatives. At the same time, the study underscores the agency of
the actors involved and documents their abilities to use these spaces
through the growing demand for fresh, healthy,
and locally-sourced food to advance their
own ends in areas subject to
gentrification.
Keywords: food; Mexico City; social inequalities; gentrification; agroecological and artisanal production markets; sustainability.
Las ciudades
enfrentan numerosas problemáticas en términos alimentarios y al mismo tiempo
son espacios de continua innovación donde los actores sociales emprenden todo
tipo de iniciativas para lidiar con la incertidumbre, la precariedad y las
crecientes prescripciones que se acumulan en torno a la alimentación. En este
contexto, se han multiplicado las iniciativas privadas y colectivas que buscan
generar estrategias de producción, distribución y consumo más saludables,
justas y sustentables. Estas iniciativas responden a una multiplicidad de
factores, incluyendo el interés genuino por contribuir al bienestar humano,
social y planetario. Además, utilizan nichos de mercado en los que se
incorporan lógicas de oferta, demanda y plusvalía propias de estos espacios (Alkon y Guthman 2017). Como parte
de este proceso, distintos esquemas de alimentación “alternativa” de productos
–orgánicos, locales, de comercio justo o de transformación artesanal– se han
integrado a la imagen de los barrios gentrificados de distintas ciudades del
mundo en forma de tiendas, mercados, pequeños restaurantes o cafés. En el
presente artículo nos centramos en la intersección entre los mercados de
pequeños productores que promueven el acceso a productos agroecológicos y
artesanales y los procesos de gentrificación en la Ciudad de México.
La gentrificación
se entiende en tanto un fenómeno, común en muchas ciudades del mundo, que
combina la renovación arquitectónica, la inversión en infraestructura y el
aumento de ofertas culturales, generando un incremento en el valor de las
propiedades en áreas previamente marginadas y un alza en el costo de la vida.
Las perspectivas críticas de este fenómeno destacan su carácter excluyente,
pues conduce al desplazamiento de residentes de menores ingresos por nuevos
habitantes de clase media y alta (Shaw y Hagemans
2015; Zuk et al. 2018), quienes adquieren una fuerte
incidencia en la definición de las prioridades y en el acceso a los renovados
espacios urbanos (Alkon, Kato y Sbicca
2020). Shaw (2008) amplía esta visión al exponer que la gentrificación es
una
reestructuración de clase media generalizada del lugar, que abarca toda la
transformación desde barrios de bajo estatus a parques de recreo para la clase
media-alta. Los lugares de residencia de los gentrificadores
ya no son solo casas renovadas, sino también casas adosadas de nueva
construcción y apartamentos en rascacielos. Sus lugares de trabajo son tan
probablemente nuevos desarrollos de oficinas en el centro de la ciudad o en las
zonas portuarias como estudios en almacenes. La gentrificación se extiende a
los recintos comerciales y de venta al por menor, y puede verse en municipios
rurales y costeros, así como en ciudades. Su característica definitoria es el
consumo cultural conspicuo (Shaw 2008, 139).
La gentrificación
es, por lo tanto, construida y utilizada por una variedad de actores con
perfiles e intereses diferenciados, desde desarrolladores inmobiliarios hasta
nuevos residentes, pasando por Gobiernos locales que buscan revitalizar áreas
urbanas. En el centro de este proceso se encuentra una lógica de exclusión en
la cual aquellos que no pueden permitirse el lujo de pagar son sistemáticamente
desplazados y en la que los espacios públicos se transforman en extensiones de
consumo cultural elitista.
El concepto de
“gentrificación” comenzó a ser utilizado a mediados del siglo XX para explicar
las transformaciones en la ocupación del espacio urbano de Londres, con la
connotación de “espacio disputado” (Glass 1964),
aunque otros autores lo consideran un proceso periódico en la ocupación del
espacio urbano que antecede al uso del concepto (Harvey 2012). Esta categoría
ha sido empleada durante varias décadas para hacer referencia a procesos
similares que, no obstante, muestran algunas diferencias, por lo que algunos
investigadores señalan la existencia de patrones diferenciados de
gentrificación que generan resultados disímiles (Cole et al. 2021). En Estados
Unidos se ha han realizado gran cantidad de trabajos sobre el tema, que en
sentido general, hacen hincapié en el componente étnico de los procesos de
gentrificación, el cual cobra relevancia en un contexto marcado por la fuerte
diferenciación que estableció el desarrollo urbano entre los barrios de blancos
y los de personas de origen afroamericano o latino en las principales ciudades.
En Europa la
gentrificación ha sido generalmente más sutil en su integración en la
estructura de las ciudades (Gale 1984; Carpenter y
Lees 1995), posiblemente porque los suburbios han sido considerados
tradicionalmente el hogar de las clases media baja y trabajadora. En Latinoamérica el concepto de
gentrificación se ha empleado a lo largo de los últimos años para hacer
referencia a procesos similares a los descritos en la literatura norteamericana
y europea, aunque con particularidades distintas, lo que ha generado una
abundante literatura. En el caso de la Ciudad de México, en particular, se ha
caracterizado de “gentrificación” el proceso promovido en el centro histórico
durante las últimas dos décadas y también los procesos similares, pero con
distinciones importantes en otras zonas de la ciudad.
El cambio de los
paisajes alimentarios se ha convertido en uno de los íconos de la
gentrificación debido a que es parte de los atractivos de estas áreas y porque
opera como espacios de desplazamiento material y simbólico. La mayor parte de
los estudios que han documentado el impacto de los procesos de gentrificación
en los paisajes alimentarios los identifican como respuesta al cambio de la
población y los caracterizan atendiendo a los patrones de sofisticación y
elitismo de la oferta alimentaria. Para la literatura esto es “gentrificación
alimentaria”, término que establece un paralelismo entre el desplazamiento en
los espacios, provocado por la gentrificación, y la falta de acceso a alimentos
tradicionales por parte de productores y consumidores comunes cuando estos
entran en los circuitos de oferta y consumo dirigidos a las clases media y
alta. No obstante, la relación entre gentrificación y paisajes alimentarios no
es unidireccional: los paisajes alimentarios forman parte de las estrategias de
revalorización económica y de reconfiguración simbólica del espacio,
movilizando significados que operan en la construcción de identidades
colectivas y que se convierten en marcadores de estatus social (Mikkelsen 2011;
Tornaghi 2014; Wolch, Byrne
y Newell 2014; Bucher 2016). En este sentido, se ha
planteado que la alimentación posibilita un acercamiento a los procesos de
gentrificación que van más allá del desplazamiento y que permite entender la
manera en la que el desarrollo urbano afecta la economía, la cultura y la
dimensión ecológica del espacio (Alkon, Kato y Sbicca 2020, 7).
En los últimos
años los paisajes y prácticas alimentarias de las áreas donde se llevan a cabo
procesos de gentrificación han establecido un vínculo cada vez más cercano con
la movilización de significados y con las prácticas asociadas a la
sustentabilidad, a la salud y a veces a la justicia social. Esto forma parte de
un proceso más amplio, descrito en la literatura como “gentrificación verde” (green gentrification),
donde se impulsan intervenciones urbanas mediante inversiones públicas y
privadas que favorecen el acceso a bienes ambientales, entre los que se
encuentran la restauración de cuerpos de agua o la creación de parques
públicos, pero que resultan en disparadores de procesos de gentrificación (Sbicca 2019), convirtiendo la sustentabilidad en un bien de
mercado (Dooling 2009) y en un factor extraordinario
de desigualdad.
Los alimentos
asociados a los marcos de referencia de la sustentabilidad –y conceptos
cercanos como saludable, local u orgánico– no son la excepción. Anguelovski
(2015a) nos
previene sobre la tendencia de considerar las narrativas sobre este tipo de
alimentos como discursos neutros, obviando su connotación de clase. Los
huertos, tiendas y mercados donde se comercializan este tipo de productos han
sido identificados por su contribución a la “gentrificación verde” (Alkon y Cadji 2018), pues el
acceso a alimentos de calidad es parte del privilegio más generalizado de
acceso a bienes ambientales.
En este contexto,
algunos activistas o integrantes de movimientos ambientales han buscado
oportunidades comerciales para generar nichos de mercado que reconozcan el
esfuerzo de los pequeños productores, y en particular de aquellos que se
inscriben de alguna u otra manera en el marco de la sustentabilidad, apelando a
que los nuevos habitantes de los espacios gentrificados contribuyan a partir de
su consumo en la transformación de los sistemas alimentarios y de la economía
local (Alkon 2012; Meyers y Sbicca
2015). Estos patrones de consumo han sido caracterizados en la literatura como
un “consumo ético” (Johnston 2014) o “un nuevo tipo de activismo” (Bryant y
Goodman 2004), donde lo “alternativo” confluye con otras dimensiones entre las
que destacan lo “gourmet”, lo
“orgánico” o lo “local”, operando en tanto sello cultural de posicionamiento y
de poder (Bourdieu 1984), elemento que ya había sido planteado por otros
autores (Zukin 2008; Goodman, DuPuis
y Goodman 2012; Goodman y Goodman 2016).
Estas estrategias están
atravesadas por múltiples contradicciones y forman parte de procesos más
amplios de resignificación de los criterios de selección alimentaria, generados
por la incertidumbre creciente (Fischler 1990) y por el distanciamiento
geográfico, económico y cognitivo entre los consumidores y sus alimentos (Bricas et al. 2022). que han provocado el posicionamiento
de conceptos como lo “auténtico” o el “patrimonio” y que responden en buena
medida a la necesidad creciente de comprar “alimentos con historia”, sobre todo
en sectores con la capacidad económica de pagar un sobreprecio, impulsando el
desarrollo de nuevos modelos conceptuales que se convierten en fuentes de valor
ético y económico (Frigolé 2014).
En el presente
artículo nos interesa problematizar el carácter multidimensional de los
procesos de gentrificación y visibilizar la participación de una multiplicidad
de actores con posturas e intereses diversos. En este sentido, nuestra
investigación sugiere que los procesos de gentrificación no siempre siguen un
patrón lineal. Además del desplazamiento, la gentrificación puede generar
oportunidades económicas y mejorar la infraestructura y la oferta cultural en
barrios que han sido históricamente marginados. Sin embargo, es importante
señalar que, si bien estos aspectos positivos han sido reconocidos por otros
estudios, su impacto social y cultural aún requiere una mayor profundización y
comprensión.
Desde una
perspectiva que transgrede los límites epistemológicos tradicionales, Lawton
(2019) argumenta que es crucial situar los debates sobre la gentrificación
dentro de un contexto más amplio que incluya la suburbanización,
la urbanización vertical y los espacios urbanos en red para comprender la
compleja relación entre el desarrollo desigual y la formación socioespacial.
Este enfoque busca entender la gentrificación más allá
de un conjunto preestablecido de criterios, enfocándose en las dinámicas sociales
emergentes dentro del espacio urbano. Por otro lado, Knaap
(2022) destaca los desafíos inherentes al análisis espacial de la
gentrificación, subrayando la dificultad de formalizar un concepto que
simplifique un proceso social, económico, político y geográfico complejo. La
diversidad de métodos disponibles para quienes investigan, desde enfoques
lineales hasta modelos de simulación, ofrece distintas perspectivas acerca del
proceso de gentrificación, aunque cada uno presenta limitaciones en cuanto a su
capacidad para capturar la totalidad del fenómeno.
Por tanto, en el
presente artículo se analiza el papel de los mercados de producción
agroecológica y artesanal en los procesos de gentrificación de zonas céntricas
de la Ciudad de México. Estas iniciativas forman parte de un movimiento que
busca impulsar la generación de ciudadanías alimentarias y trata de abonar a la
justicia y a la sustentabilidad, contribuyendo en la transición agroecológica
en lugares periurbanos. Al mismo tiempo, estos proyectos se integran en los
paisajes urbanos de barrios de clase media con un número creciente de población
extranjera “flotante” y con un flujo turístico constante, convirtiéndose en
ofertas excluyentes en términos económicos y simbólicos.
No es el fin de
este artículo argumentar en contra o a favor de este tipo de iniciativas, sino
mostrar la diversidad de relaciones y significados inmersos en estas
estrategias, partiendo de la premisa de que los negocios de alimentos y los
activistas vinculados a la promoción de la sustentabilidad alimentaria se
relacionan de distintas formas con los procesos de gentrificación, a veces
guiándolos o incluso profundizando sus efectos, pero también a partir de
acciones contestatarias que buscan proteger el acceso a los alimentos y al
espacio (Alkon, Kato y Sbicca
2020, 5).
En este estudio se
muestra algunas de las paradojas y contradicciones de los procesos de
gentrificación, los cuales generan oportunidades y exclusiones de forma
simultánea. De manera más general, se espera contribuir a la comprensión de la
gentrificación en su complejidad como un proceso con dimensiones políticas y
culturales en el que actores diferenciados utilizan, crean y contestan a partir
de sus prácticas y proyectos propios, poniendo en un primer plano de discusión
la agencia colectiva. Así, el presente artículo busca aportar al campo de los
estudios sobre la gentrificación y al lugar que ocupan las manifestaciones
alimentarias en estos procesos, pero también al estudio de los mercados
alternativos de producción “locales” y su papel como proveedores de alimentos
justos, sanos y sostenibles.
El artículo se
deriva de un proyecto de investigación más amplio desarrollado durante el
periodo 2020-2022 por un equipo multidisciplinario de investigación que incluyó
las perspectivas de la sociología, la antropología, la agronomía, la
etnobotánica y la ecología. El objetivo general de dicho proyecto fue
documentar las condiciones en las que operan las iniciativas de producción
agroecológica en la zona periurbana de la Ciudad de México y las redes de
distribución alternativas en la ciudad a través de las cuales estos alimentos
llegan a los consumidores urbanos. Sus propósitos iniciales no contemplaban
investigar la gentrificación, este tema surgió en la discusión con algunos de
los actores involucrados en las iniciativas de producción y distribución y es
el resultado del análisis de los procesos documentados.
El presente
análisis fue realizado desde una perspectiva antropológica, recuperando parte
de la información generada en ese proyecto. Entre los insumos utilizados
destaca la documentación de 60 iniciativas de producción agroecológica y
transformación artesanal ubicadas en las alcaldías de Milpa Alta, Tlalpan y
Xochimilco, en lo que se conoce como suelo de conservación. En estas visitas se
llevaron a cabo recorridos, registros fotográficos y entrevistas
semiestructuradas a los responsables de las condiciones de producción,
transformación y comercialización. Cabe señalar que solo 19 de estos proyectos
productivos participan en circuitos cortos de comercialización en la Ciudad de
México, incluyendo los mercados descritos en el artículo y otras iniciativas
que constituyen alternativas de distribución. Este acercamiento nos permitió
documentar la variedad de perfiles de los proyectos productivos y de los
actores involucrados (Bertran-Vilà, Pasquier y
Villatoro 2022).
Se realizaron
también diversas actividades en colaboración con 28 colectivos de distribución
que operan a partir de distintas estrategias –principalmente mercados de
producción agroecológica y artesanal, cooperativas, venta a domicilio y redes
de consumo–. Estas incluyeron múltiples visitas a los espacios de
comercialización a lo largo de dos años y discusiones colectivas en torno a las
condiciones y retos de la misma. De manera complementaria, se analizaron los
materiales publicados en páginas web y redes sociales de los mercados y de
otras organizaciones aliadas.
En el análisis se
retoma la información recabada en torno a los mercados de producción
agroecológica y artesanal, en su mayoría situados en barrios de clase media,
con atención particular en aquellos que se encuentran en zonas que experimentan
un proceso de gentrificación. Las entrevistas a los responsables de proyectos
de producción fueron grabadas y transcritas, el resto de la información fue
registrada en diarios de campo. En total, 32 de las 60 personas que concedieron
entrevistas son mujeres, sin embargo, en general los proyectos tienen una
estructura familiar. Respecto a los grupos etarios, nuestras entrevistas
integran en proporciones equivalentes personas entre 30 y 45 años, entre 46 y
59 y mayores de 60. Aunque cabe recalcar que no se trata de una muestra
representativa y tampoco de las tendencias del sector, pero sí de la diversidad
de actores involucrados en estos proyectos. En los circuitos cortos de
comercialización, en términos generales, se puede decir que los gestores son
principalmente adultos jóvenes y se observa cierta predominancia de mujeres,
pero en el presente artículo no se llevó a cabo un registro más sistemático de
sus perfiles.
El conjunto de
estos registros fue codificado con base en los principios del análisis
cualitativo de contenido, primero a partir de un primer ejercicio de
identificación de las temáticas generales tratadas y en una segunda etapa de
acuerdo con la definición de los temas particulares de interés. La presentación
de los resultados incluidos en este texto se articula a partir de la
descripción de tres mercados ubicados en el corredor Roma-Condesa, propuestos
como ejemplos para la reflexión de un proceso más amplio. Cabe subrayar que no
se propone un diseño comparativo de “estudios de caso”, sino únicamente se
destaca la pluralidad de situaciones presentes en torno al fenómeno
seleccionado. Los nombres de dichos mercados se omitieron con el fin de evitar
cualquier posible estigmatización en torno a iniciativas particulares. Lejos de
adjetivar positiva o negativamente cualquier iniciativa, nuestra intención es
mostrar la complejidad en la que operan y la capacidad de agencia de los
actores involucrados.
La Ciudad de México
forma parte de una de las zonas más pobladas del mundo. Su fundación data de la
era prehispánica y desde el siglo XIV era ya una de las ciudades más grandes de
América Latina. No obstante, en la primera mitad del siglo XX creció de manera
exponencial debido a los flujos de migrantes rurales que buscaban en la vida
urbana una oportunidad de movilidad social. En esta época las clases media y
alta que ocupaban los barrios históricos de la ciudad comenzaron a trasladarse
hacia nuevos suburbios en torno al Bosque de Chapultepec y al sur de la ciudad.
Los migrantes, en cambio, se ubicaron inicialmente en las zonas céntricas y más
adelante en nuevos lugares urbanizados a partir de la invasión de predios y de
la autoconstrucción en las periferias.
La segunda mitad
del siglo XX estuvo marcada por una planeación urbana deficiente y por el
amplio poder de la iniciativa privada, lo que generó una ciudad compleja y
sumamente desigual en lo que se refiere al acceso a espacios y servicios. La
década de los 80 fue una época de crisis económica, de reestructuración
productiva, de expulsión de la industria de la zona urbana y de terciarización
de la ciudad, a lo que se sumó un fuerte terremoto que produjo el colapso de
cientos de construcciones y entre 5000 y 45 000 fallecidos. A principios del
siglo XXI se consolida en la ciudad un proceso de inversión inmobiliaria y de
servicios que ha producido importantes transformaciones en algunas áreas,
desarrollando amplias zonas de lujo para las élites, entre ellas Santa Fe,
Interlomas y Polanco (Bournazou 2017). La descripción
de este proceso excede los propósitos del presente artículo, pero es el marco
en el que se inscribe el proceso de gentrificación de algunas colonias,
inicialmente concentrado en lo que se conoce comúnmente como el corredor
Roma-Condesa, actualmente en expansión en otras áreas aledañas (LópezGay et al. 2019). Este proceso ha provocado un
incremento importante de la población, el aumento de las actividades
comerciales y la presencia de población extranjera.
El corredor
Roma-Condesa abarca las colonias Condesa, Hipódromo, Roma Norte y Roma Sur,
pertenecientes a la alcaldía Cuauhtémoc. En esta área se observa desde hace un
par de décadas un proceso de dinamismo económico y cultural que recuerda los de
gentrificación de otras ciudades del Norte Global. En esta zona la población
desplazada es de origen mestizo y pertenece a la clase media, mientras que los
nuevos habitantes son de clase media-alta y en creciente medida extranjeros
provenientes de Norteamérica y de Europa Occidental. Muchos de ellos forman
parte de una población flotante que ganan rápidamente visibilidad en las calles
y comercios y que pasan periodos de distinta extensión mientras mantienen sus
actividades de estudio o económicas en sus países de origen.
Se trata de un
fenómeno que se incrementó de manera importante a partir de la pandemia y de la
generalización del teletrabajo. Este proceso va de la mano de un creciente
número de turistas y de la presencia de plataformas de renta como Airbnb que ya
ocupan edificios enteros y cuyo impacto ha sido reportado en otras ciudades del
mundo. El poder adquisitivo de estos nuevos pobladores ha contribuido de manera
importante al encarecimiento de las rentas y del valor del suelo.
Según fuentes
inmobiliarias, este mercado en la Ciudad de México ha experimentado un notable
incremento en los precios de alquileres y ventas en los últimos años.
En términos
generales, el alquiler promedio de un departamento de una habitación ronda los
1200 USD mensuales, mientras que uno de dos habitaciones asciende a
aproximadamente 1800 USD al mes. El costo medio de una vivienda en la metrópoli
es de alrededor de 200 000 USD, lo que representa el doble del promedio
nacional (Forbes 2023). Este fenómeno se explica debido al crecimiento
económico y demográfico de la ciudad, a la limitada oferta de vivienda por los
elevados costos de terreno y construcción y al interés de inversores
extranjeros en el sector inmobiliario. En cuanto a las zonas con mayores
costos, Polanco, Reforma, Santa Fe y Roma Norte lideran la lista. Por ejemplo,
en Polanco el alquiler promedio de un departamento de una habitación es de 2000
USD mensuales y el precio promedio de una vivienda es de casi 400 000 USD
(Herrera 2022; Thelmadatter 2023).
Hasta ahora estos
precios no han limitado la altísima demanda, pero restan acceso a buena parte
de la población local, incluyendo a sus antiguos pobladores, y a pesar de que
el Gobierno de la Ciudad de México ha implementado medidas para mitigar esta
situación –subsidios para familias de bajos ingresos o la construcción de
viviendas más asequibles–, aún persiste el desafío de garantizar una vivienda
accesible en estas prestigiosas zonas.
Debido a esa
transformación esta área alberga desde hace más de una década un número
creciente de tiendas de productos orgánicos y mercados de productores con
alimentos de producción agroecológica y transformación artesanal provenientes
de zonas más o menos aledañas a la ciudad. Consideramos el caso de los mercados
de pequeños productores relevante para la presente discusión en la medida en
que este modelo busca acercar a productores y consumidores y acortar las
desigualdades entre ellos.
Las iniciativas
alternativas de distribución de alimentos en la Ciudad de México surgieron a
principios de la segunda década del presente siglo. En 2020 se contabilizaron
alrededor de 40 (Espinosa Bonifaz 2022) y su número se incrementa de forma
continua. Actores vinculados a este fenómeno comentaron durante el estudio que
estimaban que actualmente su número superaba las 60 iniciativas. Estas incluyen
mercados de producción agroecológica y artesanal, cooperativas, grupos de
consumidores, tiendas especializadas y otros formatos. El aumento de este tipo
de iniciativas responde a la creciente demanda en la ciudad y al impulso del
Gobierno local, que en los últimos años ha fomentado diversos mercados y ferias
de productores como parte de su estrategia de manejo del área de suelo de
conservación. En la mayor parte de los casos estos son organizados en espacios
recreativos –museos, parques o eventos culturales–, pero sin contemplar su
integración en las cadenas de distribución cotidiana de alimentos de la ciudad.
Para discutir la pluralidad de situaciones presentes en torno al fenómeno de
estudio se describen, a modo de ejemplo, tres mercados de producción
agroecológica y artesanal ubicados en corredor Roma-Condesa. El M1 es uno de
los primeros mercados de producción agroecológica y artesanal de la ciudad ya
que inició sus operaciones en 2010. Se presenta en sus redes sociales como un
mercado de productores locales, orgánicos y ecológicos y “una opción de consumo
responsable”. Su gestión está a cargo de una asociación civil e incluye
actividades de acompañamiento y certificación de los productores a través de un
sistema participativo reconocido por el Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad
y Calidad y se publicita en diferentes medios, por lo que mantiene una presencia
en todas las guías y comentarios sobre el tema de la ciudad. Según la
información de su página web, está conformado por 50 productores orgánicos y
ecológicos que se sitúan a menos de 100 millas de la ciudad. Si bien los tres
mercados se ubican en la misma zona y se dirigen a una clientela similar, este
es posiblemente de los tres ejemplos el que recibe la clientela con mayor poder
adquisitivo y tiene los precios promedio más altos. Se instala todos los
domingos en una banqueta amplia, a la sombra de un corredor de palmeras y sus
puestos muestran un diseño homogéneo complementado por el delantal con los
mismos colores (letras blancas sobre fondo negro) de los encargados de los
puestos. Su actividad principal es la venta de los productos ofertados, pero
ofrece también diversos talleres y otras actividades culturales. Cuenta con una
tienda en línea con servicio a domicilio.
El M2 es también
uno de los primeros mercados de producción agroecológica y artesanal en la ciudad.
Se encuentra ubicado en el patio interior de un edificio y funciona los
domingos. Su perfil es más sencillo en comparación con el M1, sus puestos no
tienen una imagen definida y tiene presencia en algunas redes sociales
–Facebook, Instagram y Tumblr– en las que se promociona la iniciativa, aunque
no cuenta con una página web propia ni atiende pedidos en línea. El equipo
gestor se encarga de la organización interna y de la operación de un sistema
participativo de garantía. Se encuentra conformado por poco más de 20 puestos
que ofrecen una variedad de productos alimentarios, frescos y de transformación
artesanal y algunos cosméticos, mientras que la presencia de artesanías y de
otros productos es poca. Su clientela está conformada principalmente por residentes
de la colonia, ya que al no encontrarse en el espacio público recibe menos
paseantes y turistas.
El M3 se ubica
dentro de un huerto urbano promovido por una asociación civil. Comenzó a operar
a principios del 2023, pero le anteceden múltiples experiencias en el formato
de ferias organizadas durante los años previos. A diferencia de la mayor parte
de los mercados de producción agroecológica y artesanal de la ciudad, este
opera los miércoles. Esta iniciativa fue creada por el equipo gestor del huerto
que lo alberga, con el apoyo del Gobierno local a través de la Comisión de
Recursos Naturales y Desarrollo Rural y la Secretaría de Desarrollo Económico
de la Ciudad de México. Los productores de alimentos participantes cuentan con
el “sello verde”, sistema de certificación impulsado por el Gobierno local.
Llama la atención que, aunque se trata de un contexto con una alta demanda
potencial de este tipo de productos, en más de una década no hayan surgido
otros mercados de producción agroecológica y artesanal en esta área a pesar de
haber sido un periodo en el que este tipo de iniciativa se multiplicó de manera
importante en la ciudad. Posiblemente esto se deba a la dificultad de la
gestión del espacio para este tipo de iniciativas y a la preferencia de los
grupos organizadores de ocupar otros sitios sin este tipo de oferta.
En la figura 1 se
muestra la ubicación de las iniciativas de producción y distribución visitadas
a lo largo del proyecto de investigación y una aproximación a los espacios
donde se desarrollan los mercados seleccionados para el artículo.
Figura 1. Ubicación de las
iniciativas seleccionadas
Elaboración propia con base en el trabajo de campo.
A continuación, se
describen brevemente los espacios y perfiles de los distintos actores
comúnmente involucrados en los mercados de producción agroecológica y
artesanal, mostrando la diversidad de significados que se les atribuyen al
organizar, vender y comprar alimentos en estos espacios, significados que se
encuentran estrechamente relacionados con el estatus social y con el tipo de
vinculación con los mercados. Tendencias similares han sido documentadas por
otros estudios sobre el tema en ciudades del Norte Global (Alkon
2012).
Espacios
Se trata en
general de mercados pequeños, integrados por alrededor de 30 puestos que se
ubican en una variedad de espacios. En todos los casos se conforman por puestos
instalados para la ocasión, con periodicidad semanal. Uno de ellos logró hace
tiempo establecer los acuerdos necesarios con la administración local para
utilizar la vía pública, la mayor parte se instala en espacios de propiedad
privada y gestión colectiva donde ya existen otros proyectos de carácter
cultural, de educación ambiental o de promoción social. Encontrar un lugar es
descrito por diversos gestores como uno de los principales retos a los que se
enfrentan los colectivos ciudadanos de distribución de alimentos que impulsan
este tipo de proyectos.
¿Cuál es el perfil de
quienes gestionan?
El tema de los
intermediarios es bastante polémico, especialmente cuando se habla de “mercados
de producción agroecológica y artesanal” pues el concepto en sí supone que
estos son espacios de contacto directo entre quienes producen y quienes
consumen, no obstante, en los casos documentados estos desempeñan un papel
crucial. Se trata de colectivos que están integrados por distintos actores de
perfil urbano, algunos con posiciones directivas y otros con una participación
más operativa, entre ellos suele haber algunos esquemas de voluntariado y
generalmente tienen una impronta activista. Son quienes impulsan estas
iniciativas, median con las autoridades para tener acceso a los espacios,
definen el perfil del mercado, las condiciones y cuotas de acceso y las reglas
de su funcionamiento, además, se encargan de la organización en los días de
mercado. Cabe señalar que su participación e importancia marca una diferencia
sustancial con respecto a los mercados de producción agroecológica y artesanal
en ciudades del Norte Global en los que es un grupo de productores quienes se
encargan del espacio y del funcionamiento del mercado, rotando las diversas
funciones de gestión.
¿Cuál es el perfil de
quienes producen-venden?
Este perfil es variable,
algunos son “pequeños productores” de origen campesino, sobre todo en el caso
de hortalizas, huevos y productos lácteos. Otros son transformadores o
intermediarios, lo cual suele verse reflejado en sus características
socioeconómicas, por lo menos respecto a su origen urbano y a su estrato
económico. En este sentido, se documentó que el acceso a los mercados de
producción agroecológica y artesanal y a otros canales alternativos de
distribución está mediado por el acceso a insumos productivos, a redes sociales
y a la cercanía cultural, dejando fuera a una parte importante de los pequeños
productores con producción agroecológica en las zonas periurbanas de la ciudad
(Bertran-Vilà, Pasquier y Villatoro 2022; Reynolds y
Cohen 2016). También cabe destacar que la producción agroecológica requiere de
una alta inversión en mano de obra, lo cual según comentaron varios
productores, limita su interés en invertir el tiempo necesario para estar
directamente involucrados en estos espacios, pues prefieren optimizar sus
entregas de productos en tiendas o a través de pequeños intermediarios. Además,
los productores y los intermediarios incluyen en su consumo algunos de los
productos ofertados pero el intercambio de productos entre ellos es limitado,
por lo que su participación en estos espacios es principalmente en el rol de
productores, pero no de consumidores, lo que refleja las desigualdades sociales
que marcan a la ciudad.
Productos
En estos espacios
se encuentra una diversidad de productos que median entre la referencia a lo
tradicional o local: productos frescos de uso común, incluyendo café, chocolate
y miel; variedades locales de frutas y verduras de temporada poco frecuen- 91 tes
en los mercados convencionales, entre las que destacan quelites, plátano,
aguacate criollo, tejocotes, limas, chilacayotes o guanábanas; o preparados
tradicionales, ya sean tortillas, tlacoyos o tamales aunque con frecuentes
adaptaciones al gusto de los nuevos consumidores. También se exhibe una amplia
gama de productos poco conocidos y consumidos en las áreas de producción –kale,
coles moradas, setas variadas, zanahorias y tomates de múltiples colores,
calabazas en forma de estrella, betabeles dorados, acelgas arcoíris, moras de
distintos tipos de germinados varios–, incluyendo productos procesados
artesanalmente –frutas y verduras deshidratadas, preparados con amaranto y
nopal, pan de masa madre, cambucha y otros fermentados, leche de almendra,
tisanas combinadas, conservas y escabeches con ingredientes ajenos a la cultura
alimentaria local, quesos de cabra o salchichonería–.
Al respecto, cabe destacar la transformación artesanal en tanto un conjunto de
prácticas de innovación a través de las cuales los productores e intermediarios
buscan generar mercancías que se alineen con los ideales de una dieta saludable
y sostenible de sus clientes y que resuenen con sus deseos de autenticidad y
pertenencia. Estos mercados incluyen también cierto número de cosméticos de
confección artesanal, artículos de limpieza biodegradables y algunas
artesanías.
La valoración de
los productos ofrecidos en estos mercados se fundamenta en su origen
agroecológico y local, aunque los sistemas de certificación para validar estas
cualidades son limitados y enfrentan desafíos significativos. No obstante, la
escasez de mecanismos de verificación no afecta la demanda de los consumidores.
Los resultados indican que los consumidores están motivados por factores que
trascienden las certificaciones tradicionales ya que buscan experiencias
auténticas, historias significativas detrás de los productos, un sentido de
comunidad y cualidades organolépticas específicas. Se observa que los
intercambios comerciales en este contexto tienden a operar al margen de las
regulaciones oficiales, tanto en aspectos relacionados con la producción
alimentaria y el etiquetado como en obligaciones fiscales y contractuales.
¿Cuál es el perfil de
quienes compran?
Consumidores y
consumidoras de estos mercados son en su mayoría personas que viven en el área
y turistas que gustan de alimentarse con productos que consideran más
saludables, pero también de mayor calidad nutricional y gustativa. El factor
activista está presente en algunos casos, pero no es primordial y se refiere
tanto al impacto ecológico de su consumo como a nociones generales de “comercio
justo”. El consumo en estos espacios es complementario en la dieta familiar y
forma parte de una multiplicidad de lugares de abasto que incluyen espacios
convencionales, al igual que otros mercados y supermercados, ya sea por su
mayor diversidad de productos o por la amplitud de sus días y horarios de
venta. Lo relevante de ello consiste en comprender que el “consumo activista”
no se opone a otros tipos de consumo, sino que forma parte de un caleidoscopio
conformado por múltiples y aparentemente contradictorias lógicas, que en la
contemporaneidad se vuelven complementarias.
A la luz de la
literatura sobre gentrificación se observa, en primera instancia, que el área
descrita experimenta un proceso de gentrificación, que se caracteriza por tener
entre sus dinamizadores centrales la oferta de pequeños negocios, restaurantes,
cafés y una variedad de ofertas culturales más que por la inversión
multimillonaria en desarrollos inmobiliarios, presentes en otras áreas de la
ciudad –Polanco, Reforma o Santa Fe–, donde la transformación de los paisajes
alimentarios tienen menor relevancia en el rol de motores de cambio y es de
otro perfil. Del análisis se desprende también que el cambio de los paisajes
alimentarios es muy evidente en esta área, esto incluye tiendas, restaurantes y
cafés que apelan a nociones de alimentación saludable, local y orgánica,
mostrando la importancia de las dimensiones culturales que contribuyen en los
procesos de apreciación de barrios determinados (Zukin
1987; Sbicca 2019). Sin embargo, los mercados de
producción agroecológica y artesanal forman parte, pero no tienen un lugar
protagónico en estos procesos.
Por otra parte, a
partir del análisis de las características de los espacios descritos en el
apartado anterior se observa que, si bien estos tienen un perfil común, los
distinguen algunos rasgos respecto a la visibilidad de los establecimientos –en
el espacio público y en las redes sociales– y con el de las personas
involucradas en estos espacios. Estas diferencias radican en buena medida en la
importancia de la intervención de los actores que fungen como gestores de los
espacios y mediadores entre los productores y los consumidores –en el caso de
quienes se dedican a la transformación de alimentos–. El capital social y
cultural de estos mediadores resulta un elemento clave para la apreciación de
este tipo de iniciativas en los procesos de “gentrificación verde” (Sbicca 2019).
A partir del
presente estudio se plantea que los mercados de producción agroecológica y
artesanal en las zonas gentrificadas contribuyen a la construcción de paisajes
alimentarios acorde con las expectativas de oferta, consumo y recreación de los
habitantes de estas zonas, pero también forman parte de estrategias que
contribuyen a la construcción de paisajes alimentarios más sustentables, al
menos por la baja huella ambiental de los procesos de producción y
transformación y por el hecho de ser productos de cercanía y formar parte de
circuitos cortos de distribución. Esto implica que generan pequeños espacios de
autonomía en un sector manejado por los intereses de grandes trasnacionales que
controlan de manera creciente el mercado de productos orgánicos, los cuales han
sido incorporados como una opción más de la oferta de los supermercados (Alkon 2018). No obstante, no está de más recalcar que en la
mayor parte de los casos los productores participan abasteciendo productos
sanos, justos y ecológicos que resultan difíciles de conseguir, generando así
nuevos esquemas de desigualdad en el acceso a alimentos de calidad.
La naturaleza
excluyente de los movimientos alimentarios alternativos ha sido discutida en
diversos estudios que se inscriben en el marco de la justicia alimentaria y que
describen y analizan casos en los que este tipo de iniciativas excluyen a los
sectores económicamente marginados y a las minorías étnicas (Anguelovski 2015b; Guthman 2011).
No obstante, cabe señalar que estos estudios rara vez hacen explícito el perfil
de los productores involucrados en los canales alternativos de distribución de
alimentos, ya sean tiendas, mercados u otros. En el caso de la Ciudad de México
debe considerarse que estos espacios, similares en muchos factores a los casos
descritos en el Norte Global, incluyendo el perfil de sus consumidores, son
considerados por los productores participantes buenas posibilidades de
comercialización que premian económicamente la apuesta por la producción
agroecológica y por la distribución de pequeña escala, posibilitando así la
persistencia y reproducción de este tipo de proyectos.
Estos proyectos
aún son pocos, pero su número se incrementa continuamente y van ganando
importancia en el sustento económico de un número creciente de familias que
apuestan por generar alternativas a los sistemas alimentarios globalizados y
manejados por los corporativos internacionales. En este sentido, estos espacios
se configuran también como espacios de innovación social atravesados por
disparidades, pero también por encuentros y alianzas. El uso de estos espacios
por actores “típicamente desfavorecidos” ha sido documentado por otras
investigaciones (Alkon 2018).
En el presente
artículo se expone la gentrificación como contexto que posibilita la existencia
de iniciativas de activismo alimentario centradas en esquemas alternativos de
distribución y consumo, pero que al mismo tiempo las resignifica en prácticas
que forman parte de procesos que llevan a la exclusión social, limitando sus
alcances en términos políticos (Bryant y Goodman 2004) y pragmáticos,
considerando el incremento potencial del número de consumidores de este tipo de
iniciativas en una ciudad donde el 43,8 % de la población tiene ingresos
inferiores a la línea de la pobreza y el 17,8 % enfrenta carencias por acceso a
la alimentación (CONEVAL 2022). Por ende, el número de productores y el área de
producción que puede beneficiarse de estos esquemas es bajo, además de ser
excluyentes en relación con los pequeños productores.
Esta situación
plantea preguntas relevantes respecto al tipo de políticas públicas capaces de
contrarrestar los efectos perversos de la gentrificación (Cohen 2018) y proveer
espacios y servicios de calidad, incluyendo servicios ecosistémicos y alimentos
saludables para todos los habitantes de la ciudad sin profundizar las
desigualdades existentes. Ante este escenario, y sin disminuir su importancia,
los esfuerzos de los grupos activistas resultan insuficientes para impulsar
procesos de inclusión en los espacios gentrificados de las ciudades en ausencia
de acciones explícitas por parte de los Gobiernos locales.
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