DOSSIER de investigación
Medir el tiempo de las mujeres rurales: una reflexión teórico-metodológica en contextos agropecuarios de Argentina
Measuring rural women’s time: A theoretical and methodological reflection in agricultural contexts in Argentina
Dra. Daniela Pessolano. Universidad Nacional de Cuyo y Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Argentina).
(danipessolano2016@gmail.com) (https://orcid.org/0000-0001-5613-4778) (https://ror.org/05sn8wf81)
Dra. María Florencia Linardelli. Investigadora. Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Argentina).
(linardellimf@gmail.com) (https://orcid.org/0000-0002-3250-2895) (https://ror.org/03cqe8w59)
Recibido: 09/09/2024 • Revisado: 02/12/2024
Aceptado: 19/03/2025 • Publicado: 01/05/2025
Cómo citar este artículo: Pessolano, Daniela, y María Florencia Linardelli. 2025. “Medir el tiempo de las mujeres rurales: una reflexión teórico-metodológica en contextos agropecuarios de Argentina”. Íconos. Revista de Ciencias Sociales 82: 97-115. https://doi.org/10.17141/iconos.82.2025.6437
Resumen
Las encuestas sobre el uso del tiempo son una herramienta estratégica para dimensionar las consecuencias de la división sexual del trabajo. Su aplicación en América Latina y el Caribe ha generado evidencia valiosa sobre las cargas de trabajo no remunerado que asumen las mujeres y su relación con las desigualdades de género. Sin embargo, hasta el momento existe poca información sobre las mujeres rurales y la distribución de su tiempo. En este artículo se analizan algunos desafíos teórico-metodológicos que surgen al medir el uso del tiempo de las mujeres que habitan territorios rurales y agropecuarios, a partir de la experiencia del diseño y aplicación de una encuesta sobre el uso del tiempo en diferentes regiones argentinas. Se sistematizó una investigación realizada entre 2022 y 2024 que, mediante un enfoque mixto, produjo información sobre cómo usan el tiempo las mujeres rurales en las provincias Córdoba, Tucumán, Santiago del Estero y Mendoza. Los resultados indican que es posible diseñar tales encuestas de modo que doten de significado la temporalidad de las mujeres rurales y para ello es preciso incorporar indicadores que posibiliten captar particularidades territoriales y de los modos de vida y trabajo, por ejemplo, la ciclicidad de la producción agropecuaria, la simultaneidad de tareas, la superposición de espacios, las cargas de trabajo de autoconsumo y el acceso a servicios y tecnologías domésticas.
Descriptores: distribución del tiempo; división sexual del trabajo; datos estadísticos; igualdad de género; medio rural; mujer rural.
Abstract
Time-use surveys are a strategic tool to measure the consequences of the sexual division of labor. Their application in Latin America and the Caribbean has generated valuable evidence on women’s unpaid workloads and their relationship with gender inequalities. However, so far there is little information on rural women and the distribution of their time. This article analyzes some theoretical and methodological challenges that arise when measuring the time use of women living in rural and agricultural territories, based on the experience of designing and implementing a survey on time use in different regions of Argentina. Research carried out between 2022 and 2024 was systematized and, using a mixed methods approach, produced information on how rural women use time in the provinces of Córdoba, Tucumán, Santiago del Estero, and Mendoza. The results indicate that it is possible to design surveys that give meaning to their temporalities. In this sense, it is necessary to incorporate indicators to capture territorial particularities and ways of life and work, including, for example, the cyclicality of agricultural production, the simultaneity of tasks, the overlapping of spaces, workloads regarding self-consumption, and access to domestic services and technologies.
Keywords: time distribution; sexual division of labor; statistical data; gender equality; rural environment; rural women.
Las encuestas de uso del tiempo (EUT) constituyen herramientas estratégicas para dimensionar los aportes de las personas a la reproducción cotidiana y las características de la división sexual del trabajo. Su aplicación durante dos décadas en América Latina y el Caribe ha generado profusa evidencia sobre la persistencia de desigualdades sexo-genéricas estructurales, por lo que son instrumentos de gran utilidad para implementar políticas de género y de cuidados. Sin embargo, el camino recorrido por estos relevamientos expone ciertas limitaciones, entre ellas, su aplicación selectiva en zonas urbanas. La mayor parte de las EUT en Latinoamérica se realizan en aglomerados y en zonas metropolitanas, debido a lo cual, las hipótesis, tendencias y recomendaciones derivadas de estos datos presentan deficiencias concretas para aproximarse a la situación de las mujeres rurales.
Aludir a lo rural actualmente no supone una oposición tajante con lo “urbano”, ni es sinónimo lineal de “agropecuario”. En efecto, la globalización neoliberal tornó más complejos e interconectados los vínculos entre el campo y la ciudad y se desdibujaron sus fronteras. La expansión de las relaciones capitalistas relativizó la tradicional asociación de la ruralidad con la producción primaria agraria dado el desarrollo de actividades industriales, comerciales, de servicios y de ocupaciones no agrícolas, enmarcadas en la apertura económica que favoreció la entrada de flujos y de agentes internacionales a los territorios rurales (Carton de Grammont 2010). Estas transformaciones, a su vez, incidieron notablemente en el trabajo, en el tiempo y en la cotidianidad de las mujeres rurales, las cuales son las “trabajadoras preferidas” por los sectores agroindustriales más dinámicos del renovado escenario productivo.
La diversidad que actualmente caracteriza a los entornos rurales define también a las mujeres que allí viven y trabajan. Según Nobre y Hora (2017) ellas son campesinas, indígenas y afrodescendientes, atravesadas por interrelaciones culturales y territoriales específicas. De acuerdo con su actividad, son agricultoras, criadoras de animales, recolectoras, pescadoras, asalariadas o participan en actividades no agrícolas del medio rural. Pese a su heterogeneidad, suelen compartir la sobrecarga de trabajo, el escaso reconocimiento social, el acceso restringido a medios productivos –tierra, agua, semillas, insumos y asistencia técnica–, la precariedad laboral y la falta de protección social. Asimismo, son protagonistas en la defensa de sus territorios y comunidades, de la biodiversidad y del acervo cultural frente a los avances del extractivismo (Nobre y Hora 2017).
Las transformaciones aludidas y la relativa escasez de información cuantitativa sobre el uso del tiempo en zonas rurales, fue el punto de partida de una investigación titulada “El trabajo de las mujeres rurales. Una propuesta para la medición del trabajo de cuidados en áreas rurales del NOA, Cuyo y Centro”, mediante la cual se buscó profundizar en las contribuciones de las mujeres a la reproducción de la vida en los espacios rurales y las potencialidades y limitaciones de las EUT para construir conocimiento sobre estos asuntos. El estudio, llevado a cabo entre 2022 y 2024, involucró a investigadoras, activistas y extensionistas que recopilaron información sobre uso del tiempo de mujeres rurales de las provincias Córdoba, Tucumán, Santiago del Estero y Mendoza en Argentina.
En el presente artículo se establece un diálogo con esa investigación y se analizan algunos desafíos teórico-metodológicos que surgieron al medir el uso del tiempo de las mujeres rurales –especialmente en lo referido al trabajo doméstico y a los cuidados no remunerados– a partir de la experiencia del diseño y aplicación de una EUT en diferentes regiones y localidades agropecuarias argentinas. Si bien el estudio transitó por distintos momentos, el artículo se focaliza en el proceso de elaboración de la encuesta. Exponemos las reflexiones más relevantes que suscitó y algunos resultados que evidencian ciertas particularidades del uso del tiempo y del trabajo no remunerado de las mujeres rurales en Argentina.
En el apartado que le sigue a esta introducción se recuperan dos discusiones teóricas centrales: los debates feministas sobre el tiempo de trabajo y las condiciones de vida y de trabajo de las mujeres rurales en el contexto de profundas transformaciones agrarias. A continuación, se presenta el acápite metodológico en el cual se sitúan las líneas generales del desarrollo de las encuestas de uso del tiempo en nuestra región, sus límites y potencialidades y se exponen las características del estudio implementado. Luego, se dedica un epígrafe a los nudos problemáticos que se discutieron en torno a la construcción de la encuesta y a algunos resultados de su aplicación que fortalecen el debate teórico-metodológico. Para concluir, argumentamos la relevancia de las dimensiones territorial, productiva y ambiental en los estudios sobre el uso del tiempo por parte de las mujeres rurales.
Entre sus aportes centrales, la economía feminista ha propuesto desnaturalizar la mirada “productivista” dominante en la relación tiempo-trabajo y comprender de manera profunda la experiencia temporal de las mujeres. En el marco de una concepción amplia de la economía, que la concibe orientada al bienestar de las personas y a la sostenibilidad de la vida, las economistas integran el trabajo doméstico no remunerado como pieza fundamental del sistema económico (Carrasco 2001; Rodríguez Enríquez 2007; Picchio 2004).
Una premisa central de esta corriente es que el tiempo configura una construcción social multidimensional, cuya organización es un dato relevante para el análisis del bienestar social y para la reproducción de desigualdades de género. Para Carrasco y Recio (2014, 84), el tiempo es “la relación entre posiciones y periodos de procesos que están en continuo movimiento” y sostienen que existen tiempos ecológicos asociados a los procesos de la naturaleza y otros que son sociales y que se vinculan con las formas en que las personas organizamos la cotidianidad.
Históricamente, la concepción del tiempo se ha transformado. Los modos de trabajo hasta el siglo XVII se integraban con la naturaleza y eran marcados por sus ciclos. El día y la noche, las estaciones del año, las mareas, el nacimiento, el crecimiento, la decadencia y la muerte de los seres vivos (humanos, animales y plantas) organizaban el tiempo social (Carrasco y Recio 2014). La consolidación del capitalismo industrial a mediados del siglo XIX produjo rotundos cambios espaciales y temporales que alteraron la vida social. Federici (2011) indica que este nuevo régimen monetario separó espacialmente la producción de mercancías y la reproducción de personas, confinando la segunda al ámbito familiar, invisibilizada en forma de trabajo y a cargo de las mujeres. El trabajo productivo-mercantil se asignó al proletariado masculino y se convirtió en una actividad creadora de valor, dominando el resto de los tiempos humanos.[i]
De ahí que las necesidades de acumulación capitalista marcaron el ritmo de la vida, según criterios de eficiencia económica y productividad. El tiempo comenzó a considerarse un recurso escaso, intercambiable por dinero, medido a través del reloj y organizado en jornadas laborales (Carrasco 2001). En resumen, el capitalismo trajo consigo un “empobrecimiento” y una simplificación de la noción del tiempo, abordada a partir de la equivalencia tiempo-reloj-dinero (Carrasco 2001).
Las perspectivas feministas arguyen que esta forma de concebir la temporalidad es profundamente androcéntrica y que relega los “tiempos generadores de reproducción” (Adam 1999) regidos por lógicas singulares. Los tiempos vividos son heterogéneos debido a los ciclos naturales que atraviesan las personas, al carácter colectivo de las actividades sociales y a las “costumbres y convenciones sociales en la forma de satisfacer determinadas necesidades” (Carrasco y Domínguez 2003, 133).
Específicamente, las tareas de cuidado de la vida implican una temporalidad difícil de traducir en variables mercantiles, por ende, el vínculo interpersonal constituye un asunto elemental en su ejecución. Brindar afecto y seguridad, hacer de comer, vestir, curar y acompañar la educación son actividades cuya efectividad dependen de quién y de las maneras en que se realicen. Por tanto, es difícil encontrar sustitutos en el mercado o en la provisión estatal para todas las tareas relacionadas con los cuidados. Así, los tiempos de la reproducción son necesarios, vividos, donados y difícilmente cuantificables (Bosch, Carrasco y Grau 2005). En nuestras sociedades, esa donación usualmente es realizada por las mujeres debido a la vigencia de la división sexual del trabajo.
A finales de los años 70, Laura Balbo (1994) realizó un estudio pionero que documentó este fenómeno, al que denominó doble presencia. Analizó el incremento masivo de la participación laboral femenina en los países occidentales luego de la Segunda Guerra Mundial, sosteniendo que, con el crecimiento de sus hijos e hijas, las mujeres de 30 a 35 años volvían a insertarse en el mercado laboral con una doble presencia en su modalidad predominante. Esto generaba altos costos para ellas: menor tiempo libre, sobreagotamiento y reducidas oportunidades de informarse o de participar en actividades políticas y culturales.
Investigaciones recientes confirman que el bienestar de las mujeres continúa comprometido por sus tiempos de trabajo, intensificados por la insuficiente respuesta social y masculina ante la creciente participación mercantil femenina y por los procesos de flexibilización laboral. Estos últimos, lejos de plantearse en beneficio de la conciliación entre empleo y cuidado, se orientan al aumento de la productividad y a la acumulación capitalista (Carrasco y Domínguez 2003; Carrasco 2005; Carrasco y Recio 2014).
El tiempo, los cuidados y las cargas de trabajo de las mujeres rurales de América Latina y el Caribe han suscitado un menor interés por parte de las investigaciones feministas recientes, más volcadas en indagar la situación de las mujeres residentes en aglomerados urbanos (Mascheroni Laport 2021). Esto constituye una laguna de conocimiento a atender debido a que la distribución del tiempo y del trabajo de las personas están profundamente ligados a la organización del territorio. La posibilidad de compatibilizar actividades productivas y reproductivas, por ejemplo, depende estrechamente de las distancias, de los medios disponibles y de las condiciones para recorrerlas (Scuro Somma y Vaca-Trigo 2017b).
En ese sentido, la reconversión productiva de la agricultura latinoamericana, iniciada en las últimas décadas del siglo XX, impactó notablemente en los territorios, en la dinámica laboral y en el tiempo de las mujeres rurales. La globalización neoliberal acentuó las desigualdades sociales del campo, empujando a los hogares rurales a profundizar su perfil pluriactivo en búsqueda de diversificar sus fuentes de ingreso (Kay 2007), debido a esta situación se incrementó la tasa de participación femenina en el mercado de trabajo agrícola de la región (Nobre y Hora 2017). En ese marco, comenzó a señalarse una “feminización de la agricultura”, especialmente por el aumento de la demanda de trabajo femenino en el sector agroexportador no tradicional –hortalizas, frutas y flores– orientado al mercado internacional (Lara Flores 1995; Deere 2005; Valdés 2015; Nobre y Hora 2017). El trabajo de las mujeres, según Lara Flores (1995), fue una de las principales ventajas comparativas de las empresas porque resultaba barato y flexible y permitía responder a las elevadas exigencias de calidad.
Las condiciones laborales para las mujeres en estos nuevos espacios fueron extremadamente precarias: empleos temporales y discontinuos, sin contratos de trabajo ni beneficios sociales. Con jornadas próximas a las 16 horas en épocas de alta demanda, se les exigía a las trabajadoras polifuncionalidad, al tiempo que se remuneraba por tareas y los salarios se hallaban sujetos a criterios de productividad y calidad. Estas modalidades de empleo se consideraron una “flexibilización laboral salvaje” (Lara Flores 1995) que contribuyó a tensionar aún más los tiempos del trabajo doméstico y el empleo femenino.
También se documentó la feminización de las explotaciones campesinas (Deere 2005; Nobre y Hora 2017). Las investigaciones citadas señalan que las dificultades de la economía campesina para sustentarse sobre su producción agropecuaria derivaron en un aumento de la migración masculina y en variaciones en la división sexual del trabajo, pues las mujeres adquirieron mayor protagonismo en los predios agrícolas. Dejando atrás el rol de agricultoras secundarias, las campesinas comenzaron a sostener esta forma productiva a modo de extensión de sus responsabilidades domésticas.
Estudios recientes evidencian que luego de transcurridas cuatro décadas desde las primeras pistas de feminización de la agricultura, la situación de las mujeres latinoamericanas muestra tensiones y ambigüedades. Por un lado, persiste la informalidad, la precarización, la vulnerabilidad social y la pobreza, por otro, hay señales incipientes de transformaciones culturales y tímidos avances en la ciudadanía laboral, asunto denominado “emancipación precaria” por Ximena Valdés (2015).
Actualmente se discute hasta qué punto la incorporación de las mujeres al mercado de trabajo agropecuario produjo cambios sustanciales en su autonomía. En algunos estudios (Vázquez Laba 2008; Mingo 2020) se advierte un doble movimiento: cierta capacidad de negociación femenina en el reparto de las tareas domésticas y una presencia creciente en las luchas laborales colectivas. Paralelamente, se observa también una segregación ocupacional por género, estacionalidad e informalidad del trabajo, elementos que subordinan a las mujeres a relaciones laborales extremadamente precarias.
Algunos datos recientes confirman la situación tensa de las agricultoras de la región. En relación con la producción, un informe de Quesada et al. (2023) indica que las mujeres rurales del continente enfrentan desigualdades estructurales persistentes. La proporción de propietarias rurales oscila entre el 7,8 % y el 30,8 %. Generalmente las tierras que poseen son de pequeña extensión, de menor calidad y con derechos menos afianzados que los hombres propietarios. A su vez, solo un 23,7 % de las unidades productivas agrícolas son lideradas por mujeres y concentran apenas un 14,4 % de la superficie. El informe (Quesada et al. 2023) también indica que alrededor del 20 % del empleo agrícola en la región corresponde a mujeres y la mayor parte de ellas trabajan por cuenta propia (37 %) o asalariadas (33 %).
Los datos de Argentina replican algunas de estas tendencias. Menos del 10 % de los 330 000 establecimientos productivos que existen en el país son dirigidos por mujeres (Nores y Fierro 2018). En cuanto al empleo, ocupan el 14 % de los puestos del sector agropecuario nacional y la mayor proporción son asalariadas no registradas (47 %) y no asalariadas (30 %). En conjunto, la informalidad afecta a las mujeres en una proporción más alta que a los hombres, y al igual que en el resto de la región, trabajan menos horas promedio en puestos remunerados, aspecto íntimamente asociado con las menores remuneraciones percibidas (INDEC 2023).
En lo que respecta a las cargas globales de trabajo, que incluyen las tareas remuneradas y no remuneradas, investigaciones cuantitativas realizadas en Costa Rica, Uruguay, Brasil, México, Colombia y Ecuador indican que las mujeres rurales tienen cargas globales de trabajo superiores a los hombres, en algunos casos con una brecha de tiempo más amplia que la existente en zonas urbanas. A la vez, México, Colombia y Uruguay registran mayores cargas laborales en mujeres rurales que en urbanas (Batthyány 2013; Peña y Uribe 2013; Porras-Solís 2021; Guerra Garcés 2022).
Específicamente, en relación con la carga de trabajo doméstico y de los cuidados no remunerados, la información disponible indica que las mujeres latinoamericanas dedican 2,85 veces más tiempo que los hombres a esas tareas sin remuneración (Gómez y Balbuena 2021). Las EUT realizadas en ocho países de América Latina (Brasil, Colombia, Ecuador, Guatemala, México, Honduras, Perú y Uruguay) entre 2007 y 2014 encontraron marcadas brechas de género y desigualdades por lugares de residencia en 103 perjuicio de las mujeres rurales. En todos los países estudiados ellas trabajan más horas sin remuneración (Nobre y Hora 2017) y dedican menos tiempo a las tareas remuneradas que los hombres y que las mujeres de zonas urbanas[ii] (Charmes 2019; Gómez y Balbuena 2021). En suma, existe evidencia en torno a las singulares cargas de tiempo de trabajo remunerado y no remunerado de las mujeres rurales que invita a profundizar el conocimiento sobre el uso del tiempo y el trabajo que realizan.
Con las EUT se busca medir la cantidad de tiempo que las personas dedican a sus distintas actividades cotidianas (CEPAL 2022) y constituyen una herramienta valiosa pues permiten establecer relaciones entre pobreza monetaria, pobreza de tiempo y capacidad de generar ingresos. Además, brindan la posibilidad de medir el trabajo remunerado y no remunerado, visibilizando los aportes de las mujeres al bienestar social y a la economía. Por tanto, constituyen un instrumento que registra cambios sociales y culturales en los arreglos familiares de los cuidados y posibilitan advertir la efectividad o la limitación de las políticas públicas de redistribución de los cuidados (Scuro Somma y Vaca-Trigo 2017a).
En la región existen varias EUT que han sido fomentadas por las conferencias sobre la mujer en América Latina y el Caribe y por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Estas últimas definieron entre sus líneas estratégicas el desarrollo de mecanismos para cuantificar la contribución económica del trabajo no remunerado de los hogares e instaron a los Estados nacionales a que produjeran sistemas de información, estadísticas e indicadores de género propios (CEPAL 2022).
Un total de 23 países latinoamericanos y caribeños realizan algún tipo de EUT oficial, de alcance nacional y de cobertura urbana, que mide la proporción de tiempo dedicada a los quehaceres domésticos y a los cuidados no remunerados –desglosada por sexo, edad y ubicación– (CEPAL 2023).[iii] Sin embargo, estas herramientas todavía presentan limitaciones. Por un lado, aquellas asociadas con su aplicación, que ha sido discontinua, bajo modalidades que dificultan la comparación longitudinal y entre países y selectiva en zonas urbanas (Scuro Somma y Vaca-Trigo 2017b; CEPAL 2023). Por ejemplo, para favorecer la comparabilidad se ha tomado como estándar regional la clasificación de actividades de uso del tiempo para América Latina y el Caribe (CAUTAL), que constituye un esfuerzo importante para acercar los distintos relevamientos (CEPAL 2023).
Por otro lado, ciertas limitaciones son propias de las metodologías de uso del tiempo. Delfino (2009) las agrupa en dos núcleos. El primero, vinculado con la dificultad para captar los aspectos subjetivos del tiempo. Reducir el tiempo a horas y minutos ocasiona la pérdida de riqueza de sus dimensiones subjetivas (Carrasco y Domínguez 2003; Bessin y Gaudart 2009). Para paliar esta dificultad se recomienda ampliar la información recolectada con datos cualitativos que permitan un análisis de mayor profundidad. La bibliografía consultada también sugiere considerar la simultaneidad de las actividades, ya que permite captar la intensificación del uso del tiempo, prestar atención a los momentos del día en que se realizan las actividades y registrar quiénes participan y dónde se desenvuelven (Delfino 2009).
El segundo aspecto se relaciona con el tipo de testimonios recogidos, una condición que alcanza a las encuestas en general, dado que requieren la intermediación del sujeto (Durán 2002 en Delfino 2009). La persona que entrevista, con su sola presencia, condiciona las respuestas de la persona encuestada, lo que reduce la probabilidad de que manifieste conductas moralmente incorrectas, ridículas, sexualizadas o ilegales. Otro de los posibles sesgos vinculados con los testimonios es la fragilidad de la memoria para recordar actividades realizadas en días anteriores.
En el análisis que se expone a continuación, recuperamos las potencialidades y las limitaciones de la metodología del uso del tiempo para abordar territorios rurales y agropecuarios de Argentina. Esto nos llevó a reflexionar sobre la forma que adquiere la relación sociedad-naturaleza-actividad agropecuaria, el vínculo producción-reproducción y las especificidades de la domesticidad en estos entornos.
Entre los años 2022 y 2024 desarrollamos la investigación “El trabajo de las mujeres rurales. Una propuesta para la medición del trabajo de cuidados en áreas rurales del NOA, Cuyo y Centro”, financiada por organismos estatales que buscaban producir conocimiento científico sobre problemáticas de género, para contribuir a programas y a políticas públicas de ampliación de derechos y oportunidades. Ante la escasa información estadística a nivel nacional[iv] sobre el papel de las desigualdades territoriales y la residencia rural en la carga de trabajo doméstico y de cuidados no remunerados, nos propusimos elaborar y aplicar una encuesta para relevar las especificidades y la magnitud de la carga de trabajo de las mujeres que habitan territorios rurales y semirrurales donde desarrollan actividades agropecuarias, labores domésticas y de cuidados no remunerados.
A partir de un método mixto (Forni y De Grande 2020), para la investigación se implementaron cuatro estrategias: la revisión y análisis de bibliografía y producción estadística disponible sobre el tema; la construcción del instrumento de recolección de datos; la aplicación de la encuesta en las áreas seleccionadas; y la carga, procesamiento y posterior análisis de la información obtenida, con asistencia del programa informático SPSS. La unidad de análisis fueron mujeres de 18 años en adelante que al momento de realizar la encuesta residieran de forma permanente o la mayor parte del año en zonas rurales y semirrurales de las provincias Mendoza, Tucumán, Córdoba y Santiago del Estero, y que realizaran trabajo agropecuario, aunque este no fuera su ocupación principal. El relevamiento alcanzó a un total de 296 mujeres, y fue llevado a cabo por cuatro equipos de investigación –uno por provincia– que funcionaron de manera articulada a lo largo de todo el proceso. Se realizaron aproximadamente 74 encuestas por provincia.
El diseño de la muestra fue no probabilístico, con una selección multietapa: se seleccionaron las provincias, se delimitaron las zonas, departamentos o localidades participantes y, por último, las unidades de análisis. Luego de revisar distintas EUT aplicadas en diferentes países de la región y de recibir asesoramiento metodológico, diseñamos un instrumento que tomó como referencia la CAUTAL y la Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (2021) de Argentina, con el objetivo de comprobar la existencia de tendencias similares luego del análisis de los datos. La encuesta quedó organizada en dos partes, una en la que se indagó en las características de las viviendas, los hogares, los entornos, los ingresos, la producción agropecuaria y la forma de dividir el trabajo de autoconsumo, doméstico y de cuidados. Esta sección permitió producir información contextual relevante para entender el uso del tiempo y analizarlo.
La segunda parte consistió en un diario de actividades (Delfino 2009), organizado a manera de una grilla cerrada que cubría las 24 horas del día, comenzando desde las 12:00 a.m. hasta las 23:59 p.m., dividida en bloques horarios de 10 minutos. En cada rango horario se podía registrar hasta dos actividades simultáneas. La grilla contenía dos columnas donde la encuestadora debía completar las actividades declaradas y una tercera para registrar el código de actividad, siguiendo la codificación de la CAUTAL.
La estrategia de llegada a las encuestadas fue mediante diferentes programas de instituciones públicas, especialmente a través del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), de organizaciones territoriales y de actores que fueron el nexo y que colaboraron en la obtención de la información. Se aplicó un formulario físico de relevamiento presencial completado por encuestadoras que recibieron una capacitación previa.
En este acápite sistematizamos algunas de las interrogantes teórico-metodológicas, las decisiones implicadas en el diseño del instrumento de recolección de información y una parte de los resultados obtenidos en el análisis. En primer lugar, destacamos el reto que significó producir datos primarios estadísticos con un reducido equipo de profesionales y con un financiamiento pequeño. Decidimos generar, en una escala acotada, información que usualmente se produce desde organismos oficiales especializados en la recolección de estadísticas. Lo anterior fue desafiante en términos de conocimiento y, en simultáneo, limitante, ya que el presupuesto disponible debió cubrir un trabajo de campo especialmente oneroso en territorios de población dispersa y de accesibilidad física compleja.
En segundo lugar, la encuesta buscó –en diálogo con otros relevamientos disponibles– captar las particularidades del trabajo de las mujeres en el medio rural y agropecuario, que son bastante diversas en sí. En este sentido, elaboramos un instrumento que adicionó al diario de actividades diferentes secciones que tuvieron por objetivo cargar de significado el uso del tiempo, mostrando la dinámica y el contexto de la vida. A continuación, exponemos algunas de las discusiones que marcaron la tarea que asumimos, organizadas según nudos problemáticos.
Para comenzar, es preciso destacar que las experiencias temporales de las mujeres rurales están ligadas a los ciclos de la vida humana –los propios y los de otras personas que cuidan– pero también fuertemente a los ciclos y ritmos del entorno natural y agropecuario. Dicha circunstancia derivó en intercambios dentro del equipo sobre la manera de dimensionar la estacionalidad de las actividades, los impactos del cambio climático en la cotidianidad y las características de la producción agropecuaria. Si bien el desarrollo del capitalismo agrario ha intentado homogeneizar y controlar los procesos de producción y de trabajo bajo una racionalidad empresarial, pese a las innovaciones tecnológicas en insumos y maquinaria, los factores naturales continúan marcando un ritmo de producción pausado y cíclico (Bartra 2013).
En este contexto, los requerimientos de mano de obra se concentran en ciertas actividades y temporadas –situación que impulsa los procesos migratorios– y llevan a que existan lapsos muertos donde las familias deben buscar otras fuentes de sustento para su reproducción (Bartra 2013). Estos fenómenos afectan a las grandes empresas agropecuarias que emplean a las mujeres y a las pequeñas y medianas explotaciones donde se desempeñan, marcando sus tiempos de vida.
La aludida estacionalidad de los ciclos productivos es un fenómeno de difícil captación por parte de las fuentes estadísticas, por ejemplo, los censos de población, pues toman de referencia la semana anterior al relevamiento, que puede no coincidir con los tiempos de cosecha de las producciones agropecuarias que más demandan mano de obra. Para el caso del trabajo femenino, las dificultades de registro se agudizan por 107 los procesos de invisibilización de sus ocupaciones agropecuarias (Ejarque 2016).
La carga de trabajo productivo y reproductivo de las mujeres rurales puede variar debido al ritmo de las estaciones, al clima, a los nacimientos de hijos o hijas y a los partos de sus animales. Existen meses del año con ritmos pausados, con esperas y con mayor presencia en lo doméstico, mientras que otros momentos intensifican la carga productiva y restringen sus posibilidades de dar cuidado a sus allegados o allegadas. Esto varía de acuerdo con el tipo de producción agropecuaria, de las relaciones laborales en que participen y de las condiciones agroecológicas del suelo que habitan.
Otro asunto a destacar es que las mujeres rurales residen en entornos naturales estrechamente atados a vicisitudes climáticas, por tanto, sus actividades diarias están sujetas a las altas o bajas temperaturas, a contingencias entre las que sobresalen heladas, sequías, inundaciones o granizo, que inciden en la disponibilidad de los bienes de subsistencia. En similar dirección, las restricciones ambientales junto al expolio capitalista sobre los territorios rurales, impactan directamente sobre su trabajo. Particularmente, comprometen sus tiempos porque demandan procesos de organización colectiva en defensa de los territorios e incrementan el esfuerzo para conseguir agua y leña o para cuidar personas que enferman debido a la contaminación de su entorno.
Esta complejidad desbordó las posibilidades de nuestro estudio. Stevano et al. (2019) sugieren considerar las variaciones estacionales como un componente esencial de las EUT por su impacto en la dinámica laboral de las agricultoras e indican la necesidad de contar con relevamientos longitudinales. Aunque acordamos con ello, nos vimos impedidas de adoptar esos señalamientos dados los objetivos, estructura y financiamiento de nuestra investigación. Cabe destacar que este aspecto, hasta el momento, tampoco se ha incorporado en la mayoría de las estadísticas oficiales y solo se capta en algunos países de la región, entre ellos México (Charmes 2019).
La alternativa que diseñamos fue, a partir de una revisión documental, reconstruir las características socioproductivas de los territorios en los que recabamos información, a fin de delimitar los distintos contextos de relevamiento, los tipos de producciones agropecuarias y las épocas de mayor demanda de trabajo. Además, dedicamos un espacio específico a las preguntas sobre la producción agropecuaria en que participaba cada persona en los hogares. Se indagó sobre la tenencia de la tierra, acerca del tipo de producción (agrícola, ganadera, producción con valor agregado), la superficie cultivada y la cantidad y el tipo de animales que poseían.
Respecto de la estrecha relación con la naturaleza, reservamos un bloque de la encuesta para identificar problemas ambientales en el entorno de las viviendas que afectasen la producción agropecuaria y la salud de las personas. Preguntamos por sequías, inundaciones, heladas, incendios, contaminación del suelo o del agua y por enfermedades o muertes de personas y de animales por la aplicación de agroquímicos.
Algunos de los resultados relevantes en relación con este punto indican que la sequía es un problema recurrente que ha afectado la producción agropecuaria en el último año en más de un 64 % de los casos, debemos decir que este fenómeno –en general– vuelve más engorroso conseguir agua y leña, dos medios de vida básicos. Respecto a la tierra, elemento que presenta una ubicación estratégica en términos reproductivos (Mezzadri et al. 2024), identificamos que aproximadamente el 50 % de las encuestadas manifestó que era propia, mientras que en el otro 50 % existían una amplia diversidad de modalidades de tenencia. La gran mayoría de los hogares trabaja explotaciones de hasta cinco hectáreas y predominan los predios agrícolas (en un 35,5 %) junto con aquellos dedicados a la producción pecuaria (34,8 %).
La doble presencia en la ruralidad tiene particularidades porque es habitual que exista una división poco nítida entre tareas productivas y reproductivas, entre espacio doméstico y lugar de trabajo. En adición, estas condiciones posibilitan invisibilizar e intensificar aún más el trabajo de las mujeres. Una parte de las mujeres asalariadas que laboran en el sector agropecuario tienen una jornada laboral delimitada y desarrollan su actividad en un establecimiento separado de su ámbito de vida. Sin embargo, en otras formas de trabajo es usual que vivan en los mismos predios productivos –o muy cerca de ellos– y que su trabajo transite en un continuo entre producción y residencia.
En dicho contexto, sus experiencias cotidianas no se encuentran marcadas por jornadas laborales de ocho horas con una clara finalización, sino más bien por intercalar y solapar temporal y espacialmente tareas de producción agropecuaria, domésticas y de cuidado, lo que redunda en la intensificación del esfuerzo y en la extensión de la carga global de trabajo. Esa modalidad ha llevado históricamente a ocultar la importancia de los aportes económicos femeninos a la producción agropecuaria mercantil, exhibiendo su labor como una prolongación de sus responsabilidades domésticas. Una consecuencia de ello es que en los espacios rurales se naturaliza que las mujeres tampoco reciban remuneración por su trabajo mercantil (Rodríguez Agüero y Linardelli 2023).
La porosidad entre producción y reproducción y la coincidencia entre predio de trabajo y lugar de residencia son asuntos de difícil registro en las EUT convencionales. Es usual que la simultaneidad de las tareas no pueda ser captada por quienes aplican las encuestas o por las propias mujeres al responder. Algo similar sucede con la participación productiva, puesto que cuando se pregunta a las mujeres por su ocupación suelen indicar que son amas de casa, aunque trabajen la tierra al igual que sus compañeros (Peña y Uribe 2013).
De distintas maneras buscamos relevar este solapamiento de actividades, tiempos y espacios. Uno de los puntos más importantes fue incluir la simultaneidad en el diario de actividades e instruir a las encuestadoras para que indagaran en esa posible superposición. Así, si bien el promedio de tiempo de trabajo total[v] de las encuestadas fue de 11,13 horas, al calcular la simultaneidad ascendió a 13,26 horas diarias. Pese a 109 los esfuerzos realizados, creemos que los procesos de naturalización de la multitarea y el cuidado por parte de las encuestadas llevaron a un subregistro de la simultaneidad.
También preguntamos por la coincidencia entre lugar de residencia y predio productivo y por la distancia entre uno y otro, lo que nos permitió corroborar que el 71,6 % de las encuestadas residen en el lugar de producción. En íntima relación con ello, en el 31 % de las viviendas se utiliza algún ambiente para realizar actividades productivas.
Es fundamental tener en cuenta que las actividades domésticas en el medio rural requieren de mayor dedicación temporal y esfuerzo físico debido a que los procesos de subsistencia se encuentran menos mercantilizados y el acceso a servicios públicos es restringido. El trabajo doméstico rural se integra a la producción de bienes para el autoconsumo, lo que implica una gran cantidad de tiempo en la vida de las mujeres. Peña y Uribe (2013) expresan que este tipo de producción resulta un componente significativo del trabajo de las mujeres y habitualmente se mide de forma inadecuada en cuanto producción de mercado. Dicha tarea implica elaborar conservas, buscar y acarrear agua y leña, mantener huertas con frutas, hortalizas, especias y hierbas medicinales, criar pequeños animales como pavos, gallinas o cerdos y elaborar productos artesanales de cuero o de lana. Todo para el consumo del hogar. Esto se relaciona directamente con el menor acceso a bienes y servicios mercantiles, por ejemplo, comercios y servicios públicos de agua corriente, electricidad, red de gas, caminos y transportes.
Luego, es recurrente que carezcan de tecnologías domésticas que permitan aliviar las tareas cotidianas: lavadoras, hornos a gas, heladeras o estufas. Además, cuidar tiene costos altos y conlleva una parte significativa del tiempo diario, especialmente si las instituciones educativas y sanitarias se encuentran lejos del domicilio de las mujeres y el acceso a las mismas es dificultoso por la baja frecuencia o debido a la ausencia del transporte público y al estado de los caminos.
En relación con lo dicho, distintas partes del instrumento buscaron captar la producción para el autoconsumo.[vi] Los resultados ratificaron la importancia del autoconsumo para la reproducción de los hogares, pues las mujeres lo realizan durante al menos dos horas al día, considerando la simultaneidad. Asimismo, preguntamos por el tipo de bienes producidos (hortalizas y frutas, animales, conservas, artesanías, etc.), por las formas de provisión de agua y leña, y quién o quiénes realizaban estas tareas.
Identificamos que en el 80 % de los hogares de la muestra se corta leña y se acarrea agua y, de esos, en el 36 % constituye una responsabilidad asumida predominantemente solo por la encuestada.
La disponibilidad de tecnologías domésticas constituyó otro aspecto en el que se puso énfasis. En este sentido, los resultados muestran que el 92,6 % de las viviendas no disponía de alguno de estos elementos: lavadoras, heladera, calefón, estufa. También adicionamos un bloque de preguntas acerca de la distancia a las instituciones importantes para la reproducción cotidiana, sobre la calidad de los servicios públicos (recolección de residuos, internet y señal de celular) y la distancia con el transporte público y su frecuencia. Los datos obtenidos indican que es frecuente que distintas instituciones se encuentren a una distancia mayor a los 20 kilómetros del lugar de residencia de los hogares. Por ejemplo, el hospital de alta complejidad en el 81 % de los casos, el de baja complejidad en un 38 %, el Municipio en un 24 %, los almacenes en un 15 %, las escuelas secundarias en un 13 %. Además, en el 39% de los casos las personas reconocieron que deben recorrer una distancia de aproximadamente 10 kilómetros desde sus hogares para conseguir transporte público.
La medición del tiempo que las mujeres destinan al trabajo no remunerado constituye una estrategia fundamental para visibilizar su contribución al bienestar social y a la economía. Pese a sus avances, las EUT aplicadas en América Latina y el Caribe no han profundizado lo suficiente en las diferencias territoriales y contamos con poca información estadística desagregada para los espacios rurales en la región. La situación es aún más compleja en el caso de Argentina. Lo anterior nos ha dado motivos –políticos y de producción de conocimiento– para ahondar en la temática.
En primer lugar, reconocemos que la cuantificación de la reproducción cotidiana en términos de horas y minutos –aunque necesaria para su análisis y de amplio alcance–, conlleva el riesgo de simplificar y despojar la riqueza de sus dimensiones subjetivas. Para evitar banalizar la trascendencia vital del trabajo de reproducción es fundamental perfeccionar los instrumentos estadísticos, realizar ajustes en el trabajo de campo, en el procesamiento y en el análisis de los datos. No obstante, si deseamos indagar con mayor profundidad en los significados y en las técnicas, las estrategias metodológicas de perfil cualitativo son más adecuadas. En caso de contar con los recursos humanos y monetarios, consideramos que las aproximaciones metodológicas plurales son las más pertinentes para contemplar la complejidad inherente a las experiencias temporales de las mujeres rurales.
En segundo lugar, nos encontramos con la dificultad de captar la ciclicidad del trabajo agropecuario, influenciado por variaciones estacionales, productivas y ambientales. Los estudios que analizan los cambios y los patrones en grupos a lo largo del tiempo pueden mitigar esta limitación. Además, sería necesario que se desarrollen en momentos de alta y de baja demanda de mano de obra. Debido a que realizar un estudio longitudinal estaba fuera de nuestro alcance, buscamos una alternativa orientada a reconstruir los contextos socioproductivos y ecológicos en los que viven y trabajan las mujeres, procurando así estimar la demanda estacional de trabajo al momento de la encuesta. Además, diseñamos bloques de preguntas sobre el tipo de producción en la que participan y acerca de la presencia de contingencias ambientales que pudieran afectar las labores de las mujeres.
Un tercer desafío para la medición del tiempo es la porosidad entre espacios y actividades productivas y reproductivas en el ámbito rural. Este aspecto es relevante puesto que se encuentra en estrecha vinculación con la naturalización de la multitarea femenina y con el subregistro del trabajo de las mujeres. Los indicadores de simultaneidad de actividades y de superposición de espacios constituyeron estrategias de nuestro relevamiento para abordar este asunto. Ello nos permitió identificar, por ejemplo, que la carga total de trabajo de las mujeres se incrementaba dos horas diarias si consideramos la realización de actividades simultáneas.
Un último aspecto de importancia se vincula con la menor mercantilización de las actividades domésticas y con el acceso limitado a servicios básicos en los contextos rurales. En este punto, consideramos que es fundamental dar a conocer el tiempo que dedican las mujeres al autoconsumo, pues se trata de una actividad que forma parte de su trabajo doméstico. Según los resultados obtenidos, las encuestadas dedican alrededor de dos horas diarias a estas labores. De manera complementaria, para estos entornos es preciso conocer la disponibilidad de tecnologías domésticas y las distancias con instituciones de cuidado, situaciones que imponen una mayor carga temporal sobre las mujeres rurales.
En síntesis, la investigación reafirma la necesidad de integrar las dimensiones territorial, productiva y ambiental en los estudios sobre uso del tiempo. La adaptación metodológica de las EUT representa un primer paso en esta dirección y subraya la urgencia de enfoques sensibles con la diversidad de experiencias y con las realidades de las mujeres. Pese a las limitaciones de la investigación que realizamos, esperamos contribuir al debate sobre el tiempo de trabajo de las mujeres rurales.
Agradecemos a la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación y al Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación Argentina (2019-2023) que financió esta investigación. También a las organizaciones de mujeres rurales, trabajadoras sin tierra y campesinas que colaboraron en el desarrollo del trabajo de campo.
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Notas
[i] Carrasco (2001) identifica cuatro tiempos más, distintos del trabajo mercantil o remunerado: el destinado a necesidades personales, al ocio, al trabajo voluntario y al trabajo familiar doméstico.
[ii] Este último dato también se comprobó para Guatemala, República Dominicana, Colombia y Ecuador (Gómez y Balbuena 2021).
[iii] También se cuenta con mediciones impulsadas por investigaciones de carácter local que no dependen de los organismos ni de estadísticas oficiales y cuyas muestras son acotadas y no son representativas.
[iv] En Argentina identificamos únicamente un relevamiento oficial de uso del tiempo aplicado en la ruralidad, como un módulo de preguntas en la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV), realizado por la Dirección de Estadísticas e Investigaciones Económicas de la provincia de Mendoza.
[v] Este tiempo suma las horas diarias dedicadas a la ocupación, a las actividades productivas relacionadas, al trabajo no remunerado y al trabajo para el autoconsumo.
[vi] Si bien consideramos que este tipo de producción es parte del trabajo doméstico en la ruralidad, una decisión metodológica que tomamos fue respetar la clasificación de actividades de la CAUTAL, que ubica el autoconsumo en la sección A junto al trabajo en la ocupación.