Íconos. Revista de Ciencias Sociales

Núm 82. Mayo - agosto 2025, pp. 7-14, ISSN (on-line) 1390-8065

 

Presentación del dossier Cuidados y mujeres en América Latina

Introduction to dossier Care and women in Latin America

 

Editoras del dossier / Editors of dossier

 

 

Dra.  María Beatriz Fernández-Lorca. Profesora investigadora. Instituto de Sociología, Pontificia Universidad Católica de Chile (Chile).

(mrfernan@uc.cl) (https://orcid.org/0000-0001-5400-3168)   (https://ror.org/04teye511)

 Dra . Francisca Ortiz-Ruiz. Profesora asistente. Centro de Economía y Políticas Sociales, Escuela de Gobierno y Administración Pública, Facultad de Ciencias Sociales y Artes, Universidad Mayor (Chile).

(franortizruiz@gmail.com) (https://orcid.org/0000-0001-8538-4688) (https://ror.org/00pn44t17)

 

 

En América Latina y el Caribe el interés por estudiar los cuidados se ha incrementado notablemente durante las últimas décadas. Esto no solo se circunscribe al desarrollo de nuevos aportes teóricos y metodológicos, también a las transformaciones que se han dado en la región. El continente ha registrado importantes cambios demográficos que han tensionado el modo en que nuestras sociedades responden a las necesidades de bienestar de la población. Una de estas modificaciones tiene relación con el creciente envejecimiento poblacional, pues en la actualidad cerca de 89 millones de personas tienen 60 años o más y representan un 13,4 % de la población. Para el año 2050 se prevé que esta cifra ascienda a casi 190 millones de personas, aproximadamente un 25,1 % del total de habitantes (CEPAL 2022a), que posiblemente tendrían que hacer frente a un contexto de precariedad económica y a sistemas de protección social poco desarrollados que no pueden asegurar la calidad de vida, especialmente durante la vejez.

A este escenario se suman el aumento en la esperanza de vida, que en promedio alcanza los 74 años en la región (CEPAL 2022a), y el incremento de las personas de 80 años o más, las cuales suelen presentar mayores problemas de salud y una progresiva pérdida de autonomía y funcionalidad. Estos fenómenos, unidos al descenso de la fecundidad -que conduce a la reducción del tamaño de las familias más pequeñas- y a la mayor participación de las mujeres en el mercado laboral, provocarán, por un lado, un aumento en la demanda de los cuidados y, por otro, un menor número de personas disponibles para cuidar (Arriagada 2021).

Aunque la crisis de los cuidados que experimenta la región se debe en gran medida al desbalance entre la demanda y oferta de estos, también se asocia con las desigualdades en su distribución social (Ortiz y Gonzálvez 2017; ONU Mujeres 2021). Es decir, la crisis no solo apunta a la ausencia de redes de apoyo informal para dar atención a

familiares dependientes, sino que apela a la ausencia o debilidad de políticas públicas y de otros actores que propicien estructuras alternativas a los cuidados, centrados exclusivamente en el trabajo no remunerado de las mujeres (Acosta 2015).

De acuerdo con Razavi (2007), hay cuatro actores implicados en la responsabilidad de proveer cuidados: el Estado, el mercado, la comunidad y la familia (su diamante). En el caso de América Latina y el Caribe, la organización social de los cuidados ha estado circunscrita a un régimen principalmente familista y cubierto fundamentalmente por las mujeres dentro de las redes de parentesco (Aguirre et al. 2014). Si bien durante los últimos años se ha producido cierta voluntad política para avanzar hacia una organización de tipo mixta, la cobertura de oferta pública en materia de cuidado aún es baja. Además, la mayoría de la población no cuenta con ingresos suficientes para contratar este tipo de servicios en el mercado laboral (Aranco et al. 2018), por lo que persiste un modelo en el cual las expectativas sociales y las creencias sobre quién debe dar respuesta a los cuidados sigue ligada a las mujeres (Fernández 2023).

Al reflexionar sobre qué es el cuidado, uno de los primeros elementos que lo distingue es que se trata de una actividad eminentemente femenina, con independencia del escenario en el que se realice (esfera privada, pública, mercado de trabajo), que involucra diversas dimensiones: la material, en la medida que implica un trabajo; la económica o el coste económico; y la psicológica o afectiva, pues requiere que se involucren al menos dos individuos, todo con la finalidad de mantener la vida (Batthyány 2015b; Torns 2008). Asimismo, es una actividad que no suele ser remunerada, y en aquellos casos en que sí se remunera, suele vincularse a condiciones precarias, mal pagadas y con escasa valoración (Acosta 2015). De esta forma, pese a ser algo inherente a la vida humana e imprescindible para la sostenibilidad de esta, es una actividad que no tiene reconocimiento, valoración social ni económica (Batthyány 2015b).

El trabajo de cuidado se ciñe a una profunda desigualdad de género que está asentada en los principios tradicionales de la división sexual del trabajo donde las relaciones de género son el principio organizador, por eso, los cuidados han sido una tarea socialmente asignada a las mujeres (Benería 2019; Carrasco, Borderías y Torns 2011; Ortiz y Gonzálvez 2017). La división sexual del trabajo se socializa desde los primeros años de vida, promoviendo habilidades y cualidades consideradas naturales para cada género (Eagly y Wood 2012), a pesar de que una comparación intercultural muestra que no hay nada biológico que haga que las mujeres sean más capaces de cuidar (Tobío 2012). Tal división sitúa a hombres y mujeres en una relación desigual y de reproducción de desigualdades, y a las mujeres en una posición de subordinación económica, lo que limita su autonomía (Rodríguez 2005, 2012). Además, esta división impacta en la constitución de sus propias identidades debido a que el trabajo de cuidados es algo invisibilizado y no es reconocido a nivel social (Acosta 2015; Comas-d’Argemir 2017; Gonzálvez, Guizardi y Ortiz 2022), y también en las reciprocidades del afecto y del cuidado, pues se trata de un sistema de dones que entreteje trayectorias personales, apoyo mutuo y diversas formas de conflictividad (Comas-d’Argemir 2017; Gonzálvez, Ortiz y Espinosa Rada; Gonzálvez y Guizardi 2021).

A pesar de los profundos cambios demográficos y sociales experimentados en América Latina y el Caribe, que han conllevado una diversificación de los roles sociales ejercidos por las mujeres, no se ha logrado una desvinculación de sus responsabilidades tradicionales y se mantiene la rígida división sexual del trabajo y una organización social del cuidado sumamente desequilibrada e injusta (CEPAL 2021). El mandato cultural que atribuye el trabajo de cuidados a las mujeres no se ha visto modificado (Arriagada 2021), más bien, la tradición, la socialización y las relaciones económicas continúan situándolas a cargo de personas mayores y de otros grupos sociales (Huenchuan 2009). En esta línea, se estima que en América Latina las mujeres dedican entre 6,3 a 29,5 horas semanales más que los hombres a la realización de trabajos de cuidados no remunerados, y aunque los hombres han empezado lentamente a asumir mayores responsabilidades en estos, la carga total de trabajo -que suma el tiempo de trabajo remunerado y no remunerado- sigue mostrando que las mujeres dedican más horas a estas tareas: entre 2,4 a 20,8 horas semanales más que los hombres (CEPAL 2022b).

Esta desigualdad en la distribución de los cuidados, centrada en un modelo social fuertemente familista y de carácter femenino, se agudizó aún más en la pandemia. El confinamiento supuso un repliegue al ámbito doméstico de distintas esferas de la vida  social y laboral y provocó un aumento significativo de las demandas de cuidados hacia las mujeres, acrecentando su sobrecarga y tensionando su bienestar (ONU Mujeres 2020, 2021). Y si bien es cierto que la situación social con respecto a la pandemia ha mejorado, es importante destacar que sus consecuencias influirán en la sociedad durante varios años. En este contexto, los cuidados, sus regímenes y las personas que lo realizan, se han visto afectadas por la realidad (Arriagada 2021), por lo que, el presente dossier busca aportar al debate actual sobre el panorama de los cuidados con enfoque de género en la región, problematizando los diversos desafíos que existen en esta materia para las mujeres latinoamericanas en distintos contextos.

En este punto es relevante reconocer que este dossier se une a otros esfuerzos académicos que se han desarrollado en los últimos años en América Latina y el Caribe con el fin de reflexionar y dar sustento teórico, conceptual y empírico acerca de la injusticia de género detrás de los cuidados. Esta temática ya ha sido problematizada por diversas mujeres en la región, por ejemplo, a través de los trabajos de Karina Batthyány (2015a, 2020) en los que se muestra la realidad de los cuidados en diversos países de nuestro continente, destacando que su comparación puede traer beneficios para todas las personas a partir del aprendizaje de experiencias comunes. Recientemente, Dolores Comas-d’Argemir y Herminia Gonzálvez (2023) también realizaron otro monográfico en el que profundizaron en este tema, específicamente en el cuidado de las personas mayores en la región. En este dossier, en parte se dialoga con dicha literatura, se destacan sus aportes y se intenta seguir la misma línea de trabajo.

De modo particular, quisiéramos destacar el dossier 50 publicado en 2014 en esta misma revista, liderado por Cristina Vega y Encarnación Gutiérrez Rodríguez, quienes problematizaron sobre los alcances de la organización social del cuidado en la región, con un recorrido magistral por la génesis y por el estado del arte de diversas miradas analíticas predominantes en esta materia. El presente dossier busca continuar esa reflexión a partir de la recolección de diversos artículos que puedan ser de utilidad para una gran variedad de instituciones, organizaciones y personas que trabajan y estudian el rol de las mujeres en los cuidados desde América Latina y el Caribe, en un contexto temporal marcado por la pandemia de la covid-19, que puso en evidencia la fragilidad de nuestras sociedades para dar respuesta a las necesidades de cuidados y a la vulnerabilidad que enfrentan día a día las mujeres que siguen estando en el centro de este trabajo imprescindible.

Los artículos de este dossier confirman indudablemente que el cuidado no puede seguir siendo visto como un asunto meramente privado de las familias y de las mujeres y, por lo tanto, se requieren acciones concretas por parte del Estado y de otros actores para avanzar hacia una nueva corresponsabilidad de género y social. Además, estos trabajos muestran la manera en que la desigualdad de género en el trabajo de cuidados se entrecruza con la desigualdad socioeconómica y con otras  categorías entre las que se encuentran la etnia, la ruralidad, ser migrante, la discapacidad, etc. En los cuidados hay dimensiones interseccionales que se superponen y que implican la coexistencia de desigualdades múltiples e interdependientes que se articulan (Viveros 2016). Estas agudizan la reproducción de la desigualdad en aquellas personas, o más concretamente en las mujeres, que viven bajo estas múltiples categorías de identidad (Crenshaw 1989), elemento que es parte central e hilo conductor de la apuesta del presente dossier.

Si bien las autoras que colaboraron con el dossier narran experiencias de cuidados en contextos específicos, y a su vez heterogéneos entre sí, en su conjunto, van hilvanando una realidad común para todos los países de la región. Tal realidad se caracteriza por una profunda desigualdad estructural donde cuestiones como el género, la clase, el nivel socioeconómico, la ruralidad o la etnia están en la base que conlleva las responsabilidades desiguales en materia de cuidados. De esta forma, problematizar el cuidado realizado por mujeres, incluyendo los impactos de la covid-19, en distintos lugares de la región, nos permite pensarlo desde una perspectiva comparativa, aprendiendo en colectivo sobre la mejor manera de avanzar en ello. El presente dossier está compuesto por cinco artículos que abarcan el estudio de algunos de estos desafíos tras revisar la forma en que las mujeres en Latinoamérica y el Caribe se hacen cargo del cuidado de distintos grupos sociales: personas mayores, con discapacidad y de niños, niñas y adolescentes.

En el primer artículo, “Mujeres indígenas y prácticas de cuidado hacia infancias con discapacidad en México y Chile”, Michelle Lapierre-Acevedo, Andrea Moctezuma-Balderas y Zoila Romualdo-Pérez se centran en comprender las diversas desigualdades vitales que enfrenta este grupo, específicamente, las mujeres pertenecientes a los pueblos mapuche, nahua y mixe que son cuidadoras de niños, niñas y adolescentes con discapacidad. Problematizan que sus capacidades de agencia y de resistencia son las principales estrategias utilizadas para sostener la vida de las personas con requerimientos especiales de atención que están bajos sus cuidados, pero también para mantener la vida en comunidad. De esta manera, muestran que las propias prácticas y la cosmovisión ancestral juegan un papel significativo frente al quehacer cotidiano de estas cuidadoras, aunque tensionado debido a la respuesta institucional, lo que tiene repercusiones sobre su bienestar.

El artículo “Cuidados remunerados y activismo feminista. Tensiones y experiencias de articulación en Chile, Honduras y España”, de Juliana Díaz-Lozano y Rocío Veas, ahonda en las desigualdades intragénero en el trabajo de cuidados que enfrentan mujeres latinoamericanas que realizan estas labores remuneradas dentro de los hogares en los países señalados. Su investigación se basa en la aplicación de entrevistas en profundidad a trabajadoras del hogar nacidas en diferentes países latinoamericanos y ponen de manifiesto una visión sobre la realidad de la región. Las autoras buscan responder dos preguntas: ¿cómo se explica que incluso los feminismos que se proclaman anticapitalistas no asignen un lugar central a la lucha de las trabajadoras asalariadas del hogar? y ¿cuáles son las tensiones que explican la fragmentación de este 11 fenómeno? Entre sus resultados y las tensiones identificadas se encuentra una relación ambigua del feminismo con la valoración del trabajo en el hogar y una insuficiente problematización de las diferencias intragénero.

En el texto “Ciclo de vida, cuidados e informalidad laboral en Chile, 2017-2022”, Bárbara Alejandra Flores-Arenas y María Alejandra Inostroza-Correa revisan las tasas de inactividad o de precariedad laboral para esta nación sudamericana. En este caso, se vincula el concepto de informalidad en el ámbito del empleo como mecanismo de búsqueda de conciliación de la vida laboral y familiar. Utilizando datos cuantitativos que les permiten comparar cambios entre 2017 y 2022 en el mercado chileno, las autoras analizan el panorama relacionado con el trabajo antes, durante y después de la pandemia por la covid-19. Con su estudio demuestran que las mujeres más jóvenes, las que están próximas a la edad de retiro y aquellas que están a cargo de personas dependientes (menores de edad) tienen mayor probabilidad de tener una ocupación informal en comparación con los hombres.

El cuarto artículo, “Desgastes y violencias en el cuidado: abuelazgos de mujeres en Hidalgo, México”, es un aporte de Araceli Jiménez-Pelcastre, Virginia Romero-Plana y Elsa Ortiz-Ávila y pone el énfasis en la situación de las abuelas cuidadoras en Hidalgo, México, una región marcada por la pobreza rural y la exclusión social. Mediante datos cualitativos y 48 entrevistas a abuelas cuidadoras, analizan las categorías género, edad, dependencia económica, etnia y salud. Las autoras examinan el desgaste y las violencias que enfrentan las mujeres en dicho rol pues están a cargo de nietas, nietos, bisnietas o bisnietos ante la ausencia de sus madres y padres migrantes. Concluyen que el cuidado intergeneracional se inscribe dentro de los mandatos de género, los cuales atribuyen a las mujeres esta responsabilidad como una función “natural”, y que cuestionarlos conlleva el riesgo sufrir juicios y desvaloraciones en el ámbito familiar y en el público.

Finalmente, Daniela Pessolano y María Florencia-Linardelli, en su texto “Medir el tiempo de las mujeres rurales: una reflexión teórico-metodológica en contextos agropecuarios de Argentina”, analizan los retos metodológicos para la medición del cuidado en el contexto rural de cuatro provincias de Argentina. Problematizan que las herramientas para registrar el uso del tiempo son claves a la hora de visibilizar el impacto de la división sexual del trabajo, sobre todo porque estas presentan información limitada con respecto a la realidad de las mujeres rurales de estos territorios. En el artículo se respalda la relevancia de mostrar el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado realizado no solo en las zonas urbanas, también en las áreas rurales, pues existen diferencias entre las tareas asignadas, la cantidad de horas que se dedican a estos quehaceres y las exigencias que imponen.

A modo de cierre, a treinta años de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing, donde los Estados consagraron la promesa de avanzar en derechos, igualdad y empoderamiento para todas las mujeres y niñas, este dossier evidencia algunos de los retos que seguimos teniendo en nuestra región. Se ha avanzado paulatinamente en la creación de sistemas de cuidados para que en cada país constituya un derecho y se de visibilidad a las personas que lo gestionan y a quienes los necesitan. Sin embargo, factores estructurales relacionados con el género, con el estatus socioeconómico, con la procedencia étnica y con el lugar de origen siguen marcando una huella significativa en la desigualdad y en la manera en que miles de mujeres van construyendo sus vidas, acentuadas por vulnerabilidades que limitan su pleno desarrollo. Por tanto, el desafío de crear un nuevo modelo para la organización social de los cuidados necesitará de enormes esfuerzos a fin de cambiar dicha realidad; los paradigmas en ese sentido parecen estar aún muy lejos de alcanzarse.

 

Agradecimientos

Este trabajo contó con el apoyo de ANID Proyecto Fondecyt Regular n.º 1230437 “Redes personales y capital social de mujeres cuidadoras: midiendo sus cambios en el tiempo e impacto en bienestar y salud”, proyecto en que ambas autoras están involucradas, junto con Herminia Gonzálvez (Universidad Central de Chile y Millennium Institute for Care Research, Chile) y M. Soledad Herrera (Instituto de Sociología, Pontificia Universidad Católica de Chile, Millennium Institute for Care Research y Centro UC Estudios de Vejez y Envejecimiento, Chile). La publicación fue apoyada por la Iniciativa Científica Milenio de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ICS2019_024).


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