Movimientos sociales y democracia en América Latina

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Editora/es de dossier: Ligia Tavera Fenollosa, FLACSO (México); Markus S.  Schulz, Max Weber Center for Advances Cultural and Social Studies (Alemania); y, Agnaldo de Sousa Barbosa, Universidad Estatal Paulista Júlio de Mesquita Filho, Brasil.  

Publicación: Enero de 2026.

Recepción de artículos: desde el 9 de diciembre de 2024 al 5 de mayo de 2025.

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Con la llegada de gobiernos de izquierda al poder, la agenda de investigación en torno a las relaciones entre los movimientos sociales y los sistemas políticos en América Latina se orientó hacia el análisis de la dinámica de la movilización social en esta nueva fase, sus ritmos e impactos, así como hacia las luchas por la defensa y control de los recursos naturales y su traducción a normas constitucionales, como en los casos de Bolivia y Ecuador.

El giro a la izquierda que caracterizó a gran parte de la región en las primeras décadas del siglo XXI ha dado paso a un giro hacia la oposición. Este proceso se ha desarrollado en un contexto en el que las elecciones competitivas se han convertido en una práctica común, y la alternancia pacífica en el poder entre gobiernos y oposiciones refleja un avance significativo en la institucionalización de la democracia en la región.

Aunque en la actualidad la democracia se ha establecido como el ideal político predominante en gran parte de América Latina y el mundo occidental, enfrenta una serie de desafíos significativos. En este sentido, si bien la democracia no tiene competencia -lo cual no significa la existencia de un solo modelo de esta- los regímenes democráticos están siendo “atacados” desde diversos ángulos por distintos actores y es en esta paradoja en donde reside el problema político más importante de nuestro tiempo. Simultáneamente, cuanto más se ha insistido en la fórmula clásica de la democracia de baja intensidad o democracia liberal, menos se logra explicar la paradoja de que la extensión de la democracia en América Latina, trajo consigo una enorme degradación de sus prácticas.

Entre las amenazas más notables están la creciente polarización política, la difusión de la desinformación, el auge de los populismos, la concentración de poder, la corrupción y la insatisfacción con la representación política. Estos factores, combinados con el malestar social y económico, generan un entorno en el que las democracias pueden ser vulnerables a la desafección ciudadana y la tentación de alternativas autoritarias.

Por otro lado, la institucionalización de la democracia en la región no ha llevado a una disminución de la movilización social, sino que, en muchos casos, ha coincidido con un proceso de normalización de la protesta. En lugar de ser un fenómeno excepcional vinculado a crisis o momentos de profunda inestabilidad, se ha convertido en una forma habitual de participación política y de expresión de demandas sociales en las democracias latinoamericanas.

En este contexto, el objetivo de este dossier es analizar la relación entre los movimientos sociales y la democracia en América Latina en esta nueva coyuntura política. Aunque se reconoce la importancia de investigaciones que han abordado el surgimiento de los movimientos sociales, el llamado actual propone un enfoque diferente. En lugar de centrar la atención en explicar la movilización social, sus continuidades y cambios a lo largo de los distintos gobiernos que se han sucedido en la región, el dossier busca examinar cómo los movimientos sociales interactúan con las paradojas antes mencionadas.  Algunos aspectos clave que este dossier podría abordar incluyen:

  • La organización de la desconfianza como práctica democrática: en lugar de que la desconfianza hacia las instituciones derive en apatía o rechazo total a la democracia, los movimientos sociales canalizan este malestar y lo transforman en propuestas y acciones colectivas. De este modo, los movimientos actúan como vigilantes del poder, exigiendo mayor transparencia, rendición de cuentas y participación, lo cual puede mejorar la legitimidad del sistema democrático.
  • Los movimientos sociales como contrapesos democráticos: en un contexto de crisis de confianza, los movimientos sociales pueden funcionar como contrapesos frente a los excesos o fallos del sistema político. Al organizarse y movilizarse, estos actores pueden presionar a las instituciones para que respondan de manera más efectiva a las demandas ciudadanas y corrijan sus derivas autoritarias, corruptas o ineficaces.
  • El valor democrático de la movilización crítica: la ciudadanía movilizada no expresa simplemente descontentos, sino que poseen una actitud crítica y proactiva hacia la política. Estos ciudadanos y ciudadanas no se conforman con las deficiencias del sistema, sino que buscan activamente su mejora a través de la movilización y la participación en la esfera pública. Esto les otorga una calidad más democrática que quienes, frustradamente, se retiran de la vida política.
  • La resiliencia democrática frente al declive de la confianza: el informe Latinobarómetro, en los últimos 13 años, ha reportado un declive constante en el respaldo a la democracia en América Latina. Frente a este panorama de erosión de confianza en las instituciones, los movimientos sociales ofrecen una vía para reactivar la participación y fomentar una mayor implicación ciudadana en la política.
  • Los movimientos sociales como defensores de la democracia: los movimientos sociales no solo son actores que exigen cambios puntuales, sino que, en muchos casos, se constituyen en defensores de la democracia cuando perciben amenazas autoritarias o regresivas.
  • Movimientos sociales conservadores: estos movimientos no niegan la democracia, al contrario, le dan un nuevo significado en clave interpretativa que entiende los límites jurídicos del Estado democrático de derecho, como la restricción y censura de conductas violatorias de derechos y libertad de expresión.
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